177715.fb2
Los espasmos eran ahora más frecuentes. Juntando los muslos, aguantando la respiración y cerrando los ojos, Michael logró evitar orinarse en los pantalones. No podía permitirlo, no podía soportar pensar en cómo se reirían de él esos cabrones cuando volvieran y vieran que se había meado encima.
La claustrofobia comenzaba a afectarle de verdad. El satén blanco parecía encogerse en torno a él, acercándose más y más a su cara.
A la luz de la linterna, el reloj de Michael marcaba las 2.47.
Mierda.
¿A qué coño estaban jugando? Eran las dos y cuarenta y siete. ¿Dónde coño estaban? ¿Como una cuba en alguna discoteca?
Se quedó mirando el satén blanco. Le estallaba la cabeza, tenía la boca seca, las piernas bien juntas, intentando aplacar el dolor que le subía por el cuerpo desde la bufeta. No sabía cuánto tiempo más podría aguantar.
Frustrado, aporreó la tapa con los nudillos.
– ¡Eh! ¡Cabrones! -chilló.
Volvió a mirar el móvil: sin cobertura. No hizo caso, buscó el número de Luke y pulsó el botón de «Marcar». El aparato soltó un pitido agudo y en la pantalla apareció: «Sin conexión».
Luego buscó a tientas el walkie-talkie, lo encendió y volvió a decir los nombres de sus amigos. A continuación, llamó a esa otra voz que recordaba vagamente.
– ¿Davey? Hola, ¿Davey?
Sólo recibió el crujido de las interferencias.
Se moría por beber agua; tenía la boca árida y pastosa. ¿Le habían dejado agua? Levantó el cuello sólo los pocos centímetros que había disponibles antes de dar con la cabeza en la tapa, vio el destello de la botella y alargó la mano. Whisky Famous Grouse.
Desilusionado, rompió el precinto, desenroscó el tapón y bebió un trago. Por un momento, la sensación de saborear un líquido fue como un bálsamo; después, se volvió fuego y le quemó la boca y luego la garganta; pero casi al instante se sintió un poco mejor. Bebió otro trago, Aún se sintió un poco mejor y dio un tercer trago, largo, antes de volver a tapar la botella.
Cerró los ojos. Parecía que le pasaba un poquitín el dolor de cabeza. Las ganas de mear remitían.
– Cabrones… -murmuró.