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– Cass, ¿puedes dibujar para mí lo que viste en la mano del asesino? -Craig Denver preguntó después de que Annie le relatara lo que Cass había dicho bajo hipnosis.
– No lo creo. En realidad no recuerdo lo que vi. -Cass sacudió su cabeza-. Lo siento. Sinceramente no recuerdo.
– Fue algo como esto. -Annie recogió un lápiz y su bloc de notas-. Ella dijo que un gran pájaro con garras de este tipo…
Annie dobló sus dedos para formar garras, como había hecho Cass mientras estaba bajo hipnosis.
– ¿Como un halcón? Como algún tipo de ave de rapiña. -Denver lo estudió durante un largo minuto, luego murmuró-: «que me condenen», -antes de llamar a Phyllis.
– Phyl, necesito que eches un vistazo a algo aquí.
Levantó el boceto cuando la secretaria apareció en el umbral.
– ¿Qué te recuerda esto?
Phyl no perdió ni un segundo.
– Parece el logo de la parte superior del boletín que recibimos del santuario. Justo recibimos uno el otro día.
– ¿Lo tienes todavía?
– Creo que sí. Déjeme mirar. -Ella desapareció detrás de la puerta cerrada.
– Debería habérmelo figurado a partir de su descripción. -Giró hacia Cass-. Tu madre contribuyó decisivamente para crear ese refugio de aves allí en Bay Road. Se trata de un gran proyecto suyo.
– Recuerdo eso. -Cass asintió y se volvió hacia Rick-. Te llevé allí. Abajo, cerca de donde encontramos…
– Cierto. Había una placa en memoria de tu madre.
– Tuvieron una gran ceremonia de entrega del santuario, cuando fue inaugurado. -El jefe se frotó su barbilla pensativamente-. Me parece que fue ese mismo verano.
Él alzó la vista cuando Phyl regresó a la habitación, sosteniendo el boletín de noticias. En la parte superior estaba la imagen de un halcón, con sus garras extendidas, como para alcanzar algo.
– ¿Qué piensas, Cass? -Denver preguntó.
– Recuerdo ver papel para escribir en la casa, en el escritorio de mi madre en la esquina de la sala de estar, que tenía que halcón sobre el mismo. Creo que mi madre lo usaba para enviar cartas.
– Probablemente tendría, -le dijo Phyl-. Ella fue uno de los miembros fundadores del santuario y participaba en todas las actividades de recaudación de fondos. Yo estuve en su comité dos años antes de que se abriera el santuario. Según recuerdo, recaudamos el suficiente dinero para abrir tres meses antes de lo previsto.
– Nada de eso nos dice por qué el asesino habría tenido la imagen en su mano, -les recordó Anne Marie.
– Oh. -Phyl apoyó sus brazos sobre el respaldo de una silla cercana y se inclinó ligeramente-. El día de los Fundadores. Ellos tienen un gran evento cada año para recaudar fondos para mantener el santuario en funcionamiento. Hay una feria con atracciones para los niños, comida, un pequeño zoológico para niños, ese tipo de cosas. Establecen todo en el estacionamiento. Cuando uno paga para entrar en la feria, le estampan la mano. Esto significa que no tiene que pagar por ninguno de los eventos, y puede ir al santuario de forma gratuita todo el fin de semana. Mientras el sello todavía esté en su mano.
– ¿Tuvieron esa feria en 1979? -Preguntó Rick.
– Esa habría sido la primera, creo. Puedo comprobarlo, pero estoy bastante segura de que el santuario fue fundado en el'79, -dijo Phyl.
– Lo fue. Lo recuerdo, -les dijo Cass-. Me acuerdo de escuchar a mi mamá hablar de ello. Estaba muy emocionada y feliz de que sucediera. La entrega fue el día antes del ataque a nuestra casa.
– Puedo confirmarlo, -Phyl decía cuando ella dejó el cuarto-. Conseguiré la fecha de la entrega. Se trató de una gran cosa en aquel entonces.
– Por lo tanto, nuestro muchacho habría estado en la entrega del santuario, -dijo Rick-. Ahí es donde habría entrado en contacto con Jenny.
– El primero de junio de 1979. -Phyl la voz llegó a través del intercomunicador-. Llamé a mi hermana. Dice que lo recuerda, ya que fue su decimoséptimo cumpleaños y ese fin de semana todos los chicos que se habían ofrecido para trabajar en el santuario habían vuelto a la casa esa noche por pastel y helado.
– ¿Todos los chicos que se ofrecieron voluntariamente? -Preguntó Rick-. ¿Su hermana fue voluntaria allí ese día?
– Sí.
– Phyl, llámala por teléfono, luego ven aquí. Tenemos que hablar con ella, -el jefe la instruyó.
– Lo haré.
Phyl regresó en menos de un minuto y golpeó una luz parpadeante en el mostrador del teléfono, luego utilizó el altavoz.
– ¿Louise?
– Estoy aquí. -La voz flotó de la caja.
– Louise, el Jefe Denver aquí con el detective Burke, la doctora McCall y el Agente Cisco del FBI. Tenemos que hacerte unas cuantas preguntas.
– Dispare.
– ¿Estuvo en la inauguración del santuario de pájaros en'79?
– Sí. Había quince o veinte de nosotros allí ese día.
– ¿«Nosotros»? -Preguntó Rick.
– Chicos. De la escuela secundaria. -Ella se rió-. El señor Raddick, el profesor de ciencia, dio un crédito extra a cualquiera que se ofreciera como voluntario para trabajar en el santuario esa primavera.
Rick asumió el interrogatorio.
– ¿No sólo para trabajar ese día?
– No, no, con el fin de obtener el crédito, uno tenía que ir por lo menos un día cada fin de semana de todo el periodo.
– ¿Fue usted?
– La mayoría de los fines de semana.
– ¿Recuerda que otra persona más fue? -¿Le entregarían así de fácil unos cuantos nombres? ¿Cuándo fue la última vez que había sucedido?, Rick preguntó a sí mismo.
– Puedo recordar probablemente a la mayoría de los que fueron. Sobre todo las chicas, pero fueron un montón de tipos, también. Algunos realmente populares. -Ella se detuvo-. Recuerdo haber pensado que era raro que esos chicos fueran.
– ¿Raro de qué manera?
– Los tipos como ellos no estaban por lo general interesados en ese tipo de cosas.
– ¿Chicos como quiénes? -Denver se inclinó hacia el altavoz-. ¿Recuerda los nombres?
Louise se rió de nuevo.
– Claro. Era todo aquel grupo… te acuerdas, Phyl. Billy Calhoun, Jonathan Wainwright, Joey Patterson, Kenny Kelly… ese grupo.
Denver gimió.
– ¿Esos fueron los únicos chicos?
– Hasta donde puedo recordar. Oh, podría haber habido unos cuantos de los cerebritos, como Bruce Windsor, pero de los chicos populares, sólo esos cuatro. Es por eso que tantas de las chicas se inscribieron, por ellos.
– ¿Algo que destaque en su mente de ese día? -Annie preguntó.
– No realmente. Sólo que hizo calor y un montón de gente se presentó. Yo estaba en uno de los puestos que servían bebidas y limonada. Estuvimos ocupados todo el día.
– Louise, ¿conocía usted Jenny Burke? -Preguntó Rick.
– Seguro. Todos la conocíamos. Dirigió el programa de voluntarios. Trabajamos con ella.
– ¿Te acuerdas de si alguno de los chicos pareció prestarle una especial atención, o fue demasiado amistoso con ella?
– No creo. Pienso que todos los chicos trataron de lucirse con ella, sin embargo. Nadie en particular, pero parece que todos pensábamos que era algo más. La señora Burke era muy bonita y muy amistosa. Recuerdo que en su funeral todos los voluntarios estaban allí.
– ¿Alguna persona que se destaque en su mente como particularmente afectado? ¿O actuando extrañamente? Sé que fue hace mucho tiempo…
– Veintiséis años, pero recuerdo. Todos nos sentimos afectados. La señora Burke fue la primera persona que conocía que había sido asesinada. Nos golpeó a todos bastante duro. Como dije, era muy amistosa y todos la idolatrábamos. No recuerdo a nadie más afectado que otro.
– ¿Ella era igual de amistosa con todos? -Denver preguntó.
– Claro.
– ¿Hay alguien con quien alguna vez la vieras discutir, o alguien que la buscara más que los demás?
– Honestamente, no, no recuerdo nada parecido. Podría haberlo habido, lo único es que no recuerdo a nadie en particular.
– Bueno, si se acuerda de algo más -o el nombre de cualquier otra persona que trabajó ese día- llámeme.
– Claro, jefe. Phyl, te llamo más tarde.
Phyllis apretó el botón para finalizar la llamada.
– ¿Algo más, Jefe?, -preguntó.
– No ahora mismo. Pero gracias, Phyl. Fuiste de una gran ayuda.
– Bueno, ¿si me voy por el día? -Phyllis miró su reloj-. Le dije a mi marido que lo recogería después del trabajo. Le están revisando el coche.
– Es la hora de irse de todos modos, Phyl. Vete, -le dijo.
– ¿Por qué gimió cuando la hermana de Phyllis dijo esos nombres? -Annie preguntó después de que Phyl hubo abandonado la sala.
– Oh, bueno, vamos a ver. -El jefe se recostó en su asiento y miró al techo-. Ella nombró a los hijos del director de la secundaria, el antiguo jefe de policía, el alcalde, y un juez del condado.
Rick se animó.
– Grandioso. Por lo tanto, echémosles una mirada.
Denver tamborileaba sus dedos sobre la mesa.
– ¿Qué? -Cass preguntó.
– Ellos eran un cuarteto de engreídos en ese entonces. Inseparables. Prácticamente vivían en la casa de otro, iban a todas partes juntos. Y siempre en algo, muchos de ellos. -Cerró los ojos brevemente-. Fueron los dolores más grandes en mi culo, francamente. Veintitantos años atrás, y todavía veo rojo cuando pienso en ellos.
– ¿Fue alguno de ellos detenido en ese entonces? -Annie preguntó.
– ¿Con el padre de Jon Wainwright jefe de policía y el padre de Kenny Kelly juez? -Rió disimuladamente-. ¿Qué piensa?
– ¿En qué tipos de cosas estuvieron envueltos? -Annie presionó.
– Cosas menores. Vagancia. Alterar el orden público. Comenzar peleas después de los partidos de fútbol. Exceso de velocidad, beber siendo menores. Nunca se les hizo un informe, pero siempre hacían cagadas que te quitaban el tiempo y enojaba a la gente.
– ¿Ofensas sexuales menores?, -Continuó-. ¿Denuncias de violación, mirones…?
El jefe sacudió la cabeza.
– No que yo sepa, pero si hubiera sido cualquiera de esas cosas, el jefe Wainwright se hubiera ocupado él mismo. No nos habría involucrado a los jóvenes en nada así. No si se trataba de su propio hijo, ni los hijos de cualquiera de los otros hombres.
– Supongo que no hay registros guardados de ese tipo de cosas.
– No se si se trata de uno de los cuatro. Toda la mierda la taparon en ese entonces, nunca encontrará ni una palabra escrita.
– ¿Qué piensas, Annie? -Preguntó Rick.
– Sólo que si rascas lo bastante duro, te encuentras con que los niños que han crecido hasta convertirse en adultos como nuestro asesino exhiben un comportamiento aberrante a una edad más temprana. Uno no se despierta un día y decide que te gusta lastimar a la gente. Has pensado en ello -fantaseado acerca de ello- durante mucho tiempo antes de actuar. Sólo me pregunto qué comportamiento temprano nuestro muchacho puede haber expuesto. Qué fantasías puede haber tratado de representar. Espiar es un primer paso para muchos que se gradúan en ofensas sexuales más graves. Es un lugar lógico para comenzar.
– Temo no poder ayudarle. -El jefe sacudió la cabeza-. No me habrían metido en ese grupo.
– Ellos eran, qué, ¿del primer ciclo de secundaria, del último curso ese año? -Preguntó Rick.
Denver asintió.
– Del último curso.
– ¿Algunos de esos sujetos fue a la universidad ese otoño?
– Todos ellos, hasta donde recuerdo.
– Así que habría estado fuera de la ciudad a finales del verano, -dijo Annie.
– Cuando las matanzas aquí pararon, -dijo Cass en voz baja.
– ¿Podría preguntar si sabe si alguno de estos hombres está de vuelta en la ciudad por la reunión?
Denver asintió.
– Están todos aquí. Los cuatro. Los vi en el picnic en la playa el fin de semana pasado. Hablé con cada uno de ellos yo mismo.
– Lucy y yo estuvimos allí, -dijo Cass.
– Si nuestro asesino estaba ahí, la habría visto. Habría notado en seguida cuánto ella se parece a Jenny, -dijo el jefe.
– ¿Supongo que es pedir demasiado preguntarle si sabe donde cualquiera de estos tipos ha estado durante los últimos veintiséis años? -Dijo Rick.
– Oh, bien, sé que Ken Kelly conserva la casa familiar de verano aquí en Bowers. Y Jon Wainwright, creo recordarlo diciéndome que trabajó para una empresa de seguridad en el pasado, oh, no sé, quince años, más o menos. Joey Patterson, estuvo en la Marina durante un tiempo, no sé lo que hizo después de eso. Y Billy Calhoun me contó donde ha estado viviendo, pero realmente no lo recuerdo. En algún del oeste, me parece que dijo, -respondió Denver-. Puedo empezar a preguntar por ahí.
– Tenemos que ser sutiles, Jefe. Al menos por ahora. Tendremos una ventaja, siempre y cuando él no sea consciente de que nos estamos acercando a su identidad, -señaló Cass-. Y si estamos equivocados -y podríamos estarlo- una gran cantidad de personas habrían tenido ese sello de pájaro en la mano después de ese fin de semana.
– Déme sus nombres de nuevo. -Rick se acercó a la mesa y agarró el lápiz que Annie había utilizado anteriormente-. Voy a llamar a Mitch, le pediré que rastree los nombres. Ver si algo salta. Así, mientras tanto, podemos empezar a volver hacia atrás para averiguar donde cada uno de estos caballeros ha pasado su tiempo desde que dejaron la escuela secundaria.
La brisa comenzó a soplar con fuerza a través del pantano, haciendo a los totorales sonar y a las aves buscar refugio de la cercana tormenta. Él se sentó en el tocón de un árbol que hace mucho tiempo había caído, y miró fijamente a través del claro a las aves ciegas que estaban al final del paseo de madera.
Sus ojos siguieron volviendo a la placa que marcaba un monumento conmemorativo a la mujer que él había amado una vez con todo su corazón.
Todo esto es culpa tuya, Jenny. Siento decirlo, pero así es. Si no me hubieses engañado de la forma en que lo hiciste… ¿qué pensabas, engañándome así? ¿Creíste que era divertido? ¿Un juego, tal vez?
Su rostro se retorció en un gesto.
No juegas esa clase de juegos con la gente que te ama, Jenny. Supongo que te lo demostré, ¿no?
Ella siempre había sido tan agradable con él, desde el primer día. Había hablado con él como si fuera un amigo viejo, como a su igual. Nunca le habló en tono condesciende, nunca lo hizo sentir como el estúpido chico larguirucho que él sabía que era.
Siempre lo hirió pensar que su padre lo había hecho voluntario en el santuario como castigo por haber sido sorprendido mirando donde no debería haber estado mirando. Si no hubiera sido por eso, nunca habría llegado a conocerla de la forma en que lo hizo. Nunca se habría enamorado de ella, ni ella de él…
Oh, él sabía quién era ella, todo el mundo en Bowers Inlet conocía a la señora Burke. Ella era maravillosa, eso seguro. Sólo los chicos que trabajaban con ella en el santuario llegaron a llamarla por su nombre. Jenny.
– Llámame Jenny, -le había dicho el primer día.
Lo había emocionado cada vez que ella había dicho su nombre en voz alta. Lo había usado con tanta frecuencia como era posible.
Había contado los días, de sábado a sábado, vivió para sus horas de trabajo en los pantanos, aplastando mosquitos y moscas verdes. No le importó. Estaba con ella, hora tras hora, cada sábado. Y con cada hora pasada con ella, su amor creció hasta que fue lo más importante en su vida. Creció hasta que le pareció que moriría.
Ella quería construir miradores, él construyó miradores. No uno ni dos ni tres, sino toda una serie de ellos, estratégicamente colocados a través de los acres que conformaban el santuario. Ella lo había enganchado con un contratista que se había ofrecido a ayudar a construir las estructuras, y él de buena gana dejó sus fines de semana para trabajar en algo que la complacía tanto.
– Eres increíble, -ella le había dicho una vez, después de haber subido la escalera a uno de los miradores-. No puedo creer que hayas hecho esto. ¿Cuántos has construido hasta ahora? ¿Cuatro? ¿Cinco? Sencillamente asombroso. No puedo agradecerte lo suficiente.
Claro que puedes, recordó haber pensado en ese momento. Sé cómo puedes agradecérmelo. Ambos sabemos cómo. Y ambos sabemos que lo deseas.
El amor y la lujuria se habían mezclado dentro de él, una mezcla embriagadora. Ella debe haberlo sentido, también. Nadie puede sentirse así acerca de alguien que no siente lo mismo por él. De eso estaba seguro. El sentimiento era demasiado grande. Dominaba todo en su vida. Ella tenía que saberlo. Tenía que sentir exactamente lo mismo por él. No habría sido justo lo contrario.
¿Y no fue genial? Después de todo, la ofensa por la que su padre había querido castigarlo, pues, no había sido para tanto, ¿verdad? Nadie resultó herido, ¿cierto? Ningún daño, ninguna falta.
No fue como si él hubiera tocado realmente a esa chica.
Él estaba debajo de uno de los miradores y saltó para agarrar el soporte de las vigas, luego se impulsó hasta la superficie del piso. Se inclinó sobre la baranda, y observó las sombras que se hacían más profundas. Habían pasado tantos años desde que había estado en ese lugar, ese mismo lugar, la había escuchado hablar de las aves que estaban descendiendo en Cape May.
– Miles y miles de pájaros cantores y aves marinas, ¿te puedes imaginar lo que parece, miles de aves alimentándose en la orilla? -Ella había sacudido su cabeza, y la cola de caballo negra se había balanceado seductoramente-. Estoy pensando en llevar una furgoneta con niños el año próximo. Si estás en casa de la universidad, tal vez te gustaría ir.
Había asentido. Seguro. Por supuesto, iré… Iré a todas partes contigo.
Pero por supuesto, no lo había hecho. Oh, había llegado a casa desde la universidad en mayo, pero no hubo viaje a Cape May, con Jenny ese año. O cualquier año después.
– Tú te lo buscaste, Jenny.
Dijo las palabras en voz alta, seguro de que ella lo había escuchado.
Su pensamiento giró hacia Cass. Ella le había arruinado las cosas una vez más. Primero con Jenny, luego con la otra.
Suspiró profundamente. Iba a tener que ser castigada. Tal vez si la eliminaba, sería bueno, al igual que hacer borrón y cuenta nueva.
Encontró la imagen de hacer borrón y cuenta nueva con la sangre de la hija de Jenny muy atractiva.
Quizá entonces él podría encontrar lo que había estado buscando y podrían estar juntos para siempre. Ella no trataría de huir de él, y él no la habría herido.
Bueno, simplemente iba a tener que ocuparse de ella, de una vez por todas.
Tomó una rama baja de un árbol y la quebró.
Crack. Justo así.