177784.fb2 Verdad Fria - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 28

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25

Denver Craig miró hacia afuera al estacionamiento del Departamento de Policía de Bowers Inlet y se preguntó que diablos estaba sucediendo en su ciudad.

Mujeres aparecían muertas, un hombre era encontrado en un contenedor con el cuello roto, una joven desaparecida y lo más probable muerta también. ¿Qué diablos les había pasado a las pequeñas y tranquilas ciudades costeras que él había amado toda su vida?

– ¿Jefe? -Phyl abrió la puerta entre su oficina y la suya y metió su cabeza-, hice un poco de té helado. Pensé que podría necesitar algo frío ahora mismo.

– Gracias.

Ella entró en la oficina con un vaso alto en su mano. El Jefe Denver puso un sobre encima y le hizo señas para que colocara el vaso en él.

– ¿Tienes un minuto? -Preguntó.

– Claro. -Ella se paró con incertidumbre al final de su escritorio.

– Siéntate. -Gesticuló en dirección de las sillas y tomó un sorbo del té helado-. Nadie hace el té helado igual a como tú lo haces, Phyl. Juro que te mantendría aquí incluso si fueras una incompetente total, sólo para tener un suministro de tu té en el verano.

Se sentó, cruzó sus piernas, y esperó.

Él se frotó sus sienes, como si le doliera.

– Juro por Dios, Phyl, que no puedo seguir con todo esto. Por primera vez en mi vida, cuestiono cada movimiento que hago, cada decisión. Debería haber traído a esos cuatro tipos el día de ayer para ser interrogados. No lo hice, y ahora un hombre está muerto y una mujer está perdida. ¿En qué demonios estaba pensando?

– Estaba pensando que si trataba de presionar al asesino demasiado rápido, lo perdería, lo enviaría de vuelta a cualquiera que sea el agujero en el que ha estado escondiéndose durante los últimos veintiséis años. Qué una acción precipitada podría haberlo hecho. Sin causa probable, no tiene un arresto. Sin evidencias, no tiene causa probable. No puede detener a cuatro hombres porque usted piensa que uno de ellos podría ser un asesino.

– Suenas como policía, Phyl.

– Sueno como usted sonaba ayer. Estos fueron sus argumentos cuando usted fue de acá para allá con la oficina del fiscal.

– Sin embargo, quizás…

– Olvide el quizás. Ni siquiera sabe si Sellers fue asesinado por el mismo tipo. Por mucho que dice que no cree en las coincidencias, tengo que decirle, que se producen.

– ¿Qué diablos sacas de todo esto, Phyl? -Él se puso de pie y comenzó a pasearse-. Todas estas mujeres, ahora Sellers…

– No lo sé, Jefe. -Ella sacudió la cabeza, comprendiendo que no esperaba que ella tuviera las respuestas, que necesitaba comunicarse. Era bastante experta en dejar que él se tomara su tiempo para llegar a ello.

– ¿Lo conocías, a Carl Sellers?

– Sí. Estaba en la clase de mi hermana, -asintió-, aunque no era un chico muy popular, y ciertamente no se juntaba con el grupo de chicos que usted investiga. Fue uno de los que estaba ahí. Sin verdaderos amigos, ni enemigos reales, que recuerde, en todo caso. Uno de los que dejaron la costa de Jersey, acabó en alguna gran ciudad en alguna parte -creo que oí que ha estado viviendo en Chicago- donde llegó a ser muy exitoso. No volvía a casa mucho. Justo la clase de tipo que tuvo suerte cuando creció.

– Esa fue mi impresión también, por lo poco que recuerdo de él. -Se sentó en el borde del escritorio, bebió su té, y luego dejó el vaso de vuelta en el sobre-. Parece que está todo relacionado de alguna manera, ¿verdad? No puedo entender como, maldita sea. Se me hace difícil ver al Estrangulador de repente pasando de estrangular mujeres a romper el cuello de un hombre.

– Tal vez fue sólo un robo, después de todo. Su billetera había desaparecido, su reloj.

– Tal vez. -Los dedos de Denver tamborilearon con un ritmo inquieto el escritorio.

– Usted sabe, ha habido muchas actividades sociales esta semana, Jefe. Esos cuatro… -Ella señaló el archivo que ella había colocado antes en su escritorio con los fax del Agente Peyton del FBI-, han estado en casi todos ellos. Los he visto yo misma.

– ¿Y quien piensas que lo hizo, Phyl? ¿Tienes extrañas vibraciones de alguno de ellos?

– Son todos extraños, si me pregunta. Pero si me está preguntando si alguno de ellos parece más probable que los demás, pues no. -Ella apoyó un codo en el borde del escritorio-. Billy Calhoun, es aún un bocazas. Volvía a todo el mundo loco en la escuela porque podía librarse de cualquier cosa, siendo su padre el director. ¿Y Jon Wainwright? Estaba siempre en segundo plano, ¿sabe? Espiando por ahí. Kenny Kelly, bueno, como hijo de un juez, podría haber llegado lejos con el asesinato en ese entonces. Y Joey Patterson sigue siendo el tonto que siempre fue. -Se detuvo, luego agregó-: Es curioso, recordar cómo eran cuando estábamos en la escuela. Todos pensaban que eran tan geniales. Ahora son todos sólo hombres de mediana edad con poco pelo y cintura ancha.

El Jefe fingió estremecerse.

– Mucho ha corrido hasta estos días, Phyl.

– Usted lleva bien su cabeza calva, Jefe. -Ella sonrió-. Pero si me pregunta si hay algo acerca de cualquiera de ellos que me pusiera los pelos de punta, o me hiciera pensar, «Sí, éste es el asesino en serie», tendré que decepcionarlo. Todos se ven normales. Al igual que todos los demás. -Sacudió su cabeza-. Pero eso es lo que lo hace tan temible, sabe. Quienquiera que sea, se ve tan normal como cualquier persona.

– La bestia rara vez se distingue por fuera, -murmuró.

– ¿Qué?, -preguntó.

– Algo que el Jefe Wainwright solía decir. La bestia rara vez se distingue por fuera. Por dentro, es feo y malvado como el pecado. Por fuera, se parece a cualquiera.

– Tal vez eso es lo que lo convierte en una bestia.

– Llamaré al FBI; les pediré unos cuantos agentes más. Necesito a alguien vigilando a cada uno de los cuatro veinticuatro horas del día, ver a donde van. He tratado de vigilarlos con los pocos hombres que tengo, y no tengo suficiente gente para mantener la vigilancia de las cuatro personas, todo el tiempo. Es imposible. Lo más que pude hacer fue cubrir a dos de ellos. No lo bastante bueno. -Él sacudió la cabeza-. Obviamente, no es lo suficientemente bueno. Y todavía tengo a alguien apostado fuera de la puerta de Lucy Webb, las veinticuatro horas del día. No puedo correr el riesgo de dejarla sin protección.

– Quizá si trabajamos con los demás Departamentos de Policía… -ella comenzó pero él la cortó con un movimiento de mano.

– Tengo un verdadero problema con un par de esos departamentos. Con excepción de Tilden, todos parecen pensar que pueden manejar esto por sí solos. Buscando hacerse un nombre por sí mismos, supongo. Soñando con el contrato de un libro y una aparición en Buenos Días América, tal vez Letterman, para quien atrape a este tipo -Su repugnancia ante la perspectiva era evidente-. Y entre tanto, la gente simplemente se sigue muriendo y desapareciendo.

Él sacudió la cabeza.

– Sabes, si hubiésemos conocido algunas de estas técnicas investigativas modernas hace veintiséis años, podríamos haberlo atrapado entonces. Si hubiésemos sabido cómo levantar huellas dactilares de la piel, levantar rastros de pruebas, o incluso los perfiles que hacen hoy en día, tal vez habríamos llegado a él. -Denver sacudió su cabeza casi disculpándose-. Ahora, lo hemos hecho todo bien, tan bien, como hemos podido. Conseguimos el trabajo de laboratorio, aunque la razón por la que toma tanto tiempo para obtener resultados en algunas de estas cosas me sobrepasa. Tuvimos al FBI por aquí enseguida. Trajimos al perfilista… tenemos una dibujante hablando con Lucy Webb, para ver si podemos obtener un retrato de este tipo. Y otra mujer todavía está desaparecida. Hagamos lo que hagamos de aquí en adelante, estamos todavía con un día de retraso, en mi opinión.

– Eso va a ser fabuloso, la foto. Lo tendremos, una vez que tengamos su cara. Sobre todo si es alguien local. -Ella miró su reloj-. Son las dos. El artista sigue con Lucy. Tal vez en otra hora o así lo tendremos identificado. Eso debería hacerlo sentir optimista.

– Voy a ser optimista cuando tenga a alguien sentado en el cuarto interior.

– ¿Qué dijo la perfilista?

– Ella cree que comenzó siendo joven, que fueron los Burke su primera matanza. Que fue tras de Jenny, sin duda desafortunado para Bob que llegó a casa temprano ese día, y que él no esperaba que las niñas regresaran cuando lo hicieron. -Tocó con sus dedos el lado del vaso-. Dijo que él no había ido allí con la intención de matar a Jenny, que pensó que ella estaría esperándolo. Que estaba obsesionado con ella, y pensaba que ella sentía lo mismo por él, pero cuando ella comenzó a luchar contra él, se enfureció y la mató. Que sigue matando a todas esas otras mujeres que se parecen a ella porque cada vez piensa que tal vez le saldrá bien, pero cuando no lo hace, termina por matar de nuevo.

– Nunca lo vi venir, en aquellos tiempos. Los asesinatos parecen todos tan diferentes.

– Eso es lo que pensamos en ese momento.

– ¿Dijo ella algo más sobre él, algo que podría darnos una idea de qué tipo de persona podría haber sido en esa época?

– Preguntó si tenía antecedentes de delincuente juvenil. Le dije que si cualquiera de esos cuatro -sacó la lista el archivo y la colocó en el centro de su escritorio- se había metido en algún problema grave, yo habría sido el último en saberlo. Ningún novato iba a estar al tanto de ese tipo de cosas. Pero ella -la Dra. McCall- pensaba que era importante, cualquier actividad delictiva temprana.

– ¿Qué tipo de actividades?

– Cosas que no sean exceso de velocidad e iniciar las peleas en los terrenos de la escuela. Ella preguntó específicamente acerca de ofensas sexuales. Exhibición. Acecho… ese tipo de cosas. Dijo que a veces los chicos que participan en esa clase de cosas cuando son jóvenes se gradúan en ofensas sexuales más graves más adelante. -Él se encogió de hombros-. No podía ayudarla con eso. No sé quien hacía algo parecido, si alguno de esos chicos había estado haciendo cosas de ese tipo.

– Yo lo hice, -dijo en voz baja Phyl.

Le tomó un momento para responder.

– ¿Qué? ¿Hiciste qué?

– Yo sabía.

Sus ojos se entrecerraron.

– Phyl, ¿qué estás tratando de decir?

– Sé quien era el mirón. -Ella recogió un lápiz que estaba en la mitad del escritorio, tomó la lista, y rodeó con un círculo un nombre. Luego giró la hoja de papel hacia él para que viera el nombre que había marcado.

– ¿Estás segura?

– Segurísima.

Él frunció el ceño.

– ¿Cómo lo sabes?

– Yo fui la acechada.

Denver se quedó boquiabierto.

– Cierto. -Ella asintió con firmeza-. Soy a la que él espió.

– Primera vez en la vida que oigo de esto.

– Me lo imagino. Pero como usted dijo, siendo novato, no se habría enterado.

– Hijo de perra. -Denver golpeó con la mano la parte superior de su escritorio.

– Eso es más o menos lo que mi padre dijo en ese momento.

***

– ¿Es esta la cara, Lucy? ¿Es este el hombre que te atacó? -Kendra Smith levantó el boceto que había hecho a partir de la descripción que Lucy le había dado. Le había tomado más de dos horas, y aunque sabía que su sujeto se cansaba rápidamente, necesitaba tener todos los detalles precisos antes de dejar el cuarto en el hospital. La clave está en los detalles, como su madre solía decir. En lo que respecta a la creación de un retrato robot, los detalles eran cruciales. Un dibujo exacto podría hacer la diferencia entre agarrar a un asesino y acusar a un hombre inocente. Kendra se tomaba su responsabilidad muy en serio. Una vez que firmaba con su nombre la imagen que había dibujado, no habría errores.

– Es él, sí. Es él. -La voz de Lucy era casi inexistente después de un par de horas hablando. Su garganta estaba todavía magullada, pero había insistido en completar el boceto lo antes posible.

Cass llamó a la puerta parcialmente cerrada.

– ¿Podemos entrar?

– Llegan justo a tiempo. -Kendra miró más allá de Cass para hablar directamente a Rick-. Acabamos de terminar.

– Cass, ella es Kendra Smith, -Rick presentó a la dibujante-. Kendra, Cass es detective aquí en Bowers Inlet…

Él hizo una pausa cuando Cass abrazó a Lucy.

– Y también es prima de Lucy, -añadió.

– Bien, Lucy es un soldado. Ella hizo un trabajo increíble. A pesar de que me dijo que había poca luz en la habitación donde fue atacada, mantuvo sus ojos abiertos. -Kendra levantó el boceto que había terminado-. Agente Cisco, creo que este es su hombre.

Pelo oscuro aclarándose en las sienes y con leves entradas. Cuello grueso. Ojos profundos y bien separados. La línea cincelada de la mandíbula, las orejas pegadas a la cabeza. Líneas alrededor de la boca y los ojos.

– Lucy, ¿has visto a este hombre antes? ¿Antes de la noche que te atacó? -Cass preguntó mientras se acercaba al boceto.

– Creo que sí. Creo que fue en el videoclub el fin de semana pasado cuando fui por una película. ¿Fue el sábado por la noche? -Lucy apretó sus ojos firmemente-. Dios, parece que fue hace tanto tiempo.

Cass acarició el brazo de Lucy.

– Hiciste un magnífico trabajo, Luce. Estoy muy orgullosa de ti.

Ella tomó el boceto de las manos de Rick, y se quedó en silencio. Volviéndose hacia él, bajó su voz y dijo:

– Estaba en el restaurante ayer por la noche. Él estaba con tres…

Ella respiró hondo, y luego asintió lentamente.

– Él estaba con otros tres hombres. ¿Cuáles son las posibilidades de que los cuatro que hemos estado buscando estén justo bajo nuestras narices?

Rick dio una segunda mirada al boceto.

– Mierda, tienes razón. Estaba allí. -Se frotó la barbilla-. No fue una coincidencia que estuviera en la Posada. Debe haber estado vigilándote, Cass.

– Llevémoselo al Jefe. Apuesto mi vida que reconocerá esta cara. -Se inclinó y besó a Lucy firmemente en la mejilla-. Lo lograste, Lulu. Vamos a atraparlo, y tú fuiste quien nos mostró el camino.

– Si lo haces, habrá valido la pena, -susurró Lucy.

– No si. Él es nuestro ahora. -Cass giró hacia Kendra-. Muchas gracias. Es un trabajo excelente.

– Lucy hizo lo más difícil, -dijo modestamente Kendra-. Yo sólo soy la intérprete.

– Como sea que lo llames, tienes un don. Gracias. -Cass se dirigió hacia la puerta.

– Gracias, Kendra. Te haré saber cuando lo tengamos. -Rick siguió a Cass al pasillo y pasó por el lado del oficial que estaba de guardia.

– Te echo una carrera al ascensor, -dijo Cass, pero cuando se acercaron al pequeño vestíbulo entre los coches de los ascensores, notaron que ambos tenían las flechas hacia arriba.

– Olvídalo. Vamos por la escalera. -Rick la agarró por el brazo y la dirigió hacia el hueco de la escala.

Bajaron corriendo varios tramos, cruzaron por las dobles puertas que llevaban al vestíbulo, y salieron por la puerta lateral que daba al estacionamiento. Un tramo más hacia el coche de Rick, luego salieron en Boulevard Claymore, que conducía directamente a Bowers Inlet. Cinco minutos más y se encontraban en la estación de policía.

Cass apenas llamó a la puerta de Denver.

– Tenemos una cara, -dijo jadeando mientras levantaba el boceto.

– Y yo tengo el nombre, -Denver les dijo.

– ¿Sabemos donde está? -Preguntó Rick.

– Sabemos donde ha estado. Arrendó una casa en Darien Road. Ya he pedido una orden judicial. El Juez Newburg la está firmando que en estos momentos. Debe llegar aproximadamente a la misma hora que nosotros. Vamos a empezar por ahí.

– Jefe, quiero volver al trabajo. -Dijo Cass con las manos en sus caderas, sus argumentos ya en la punta de la lengua. Es evidente que estaba lista para luchar si tenía que hacerlo.

– Con condiciones. Uno, no entras hasta que sepamos con seguridad si está allí…

– ¿Cuántos oficiales tenemos? -Rick preguntó antes de que Cass pudiera responder-. Aparte de nosotros tres.

– Tengo tres más que se reunirán con nosotros en la escena y ya he solicitado apoyo de Tilden.

– Pero somos los principales, ¿cierto? -Cass se detuvo en la puerta.

– Dije que podrías venir con condiciones, -le recordó Denver-. Sé que la tentación de coger a este tipo va a ser abrumadora para ti. Pero deja que alguien más lo aprese, ¿me oyes? Es en beneficio de todos si no pones tus manos sobre él. Si no puedes aceptarlo, te quedas fuera hasta que haya acabado. ¿Nos entendemos?

– Claro. Entiendo. -Ella cabeceó, su boca una línea recta, severa-. Lo desea limpio.

– Será limpio. Lo que quiero es evitar cualquier tipo de complicaciones en el futuro. Quiero que sea hecho profesionalmente -no que tú no seas profesional, Cass-, pero para ti, esto es muy personal. Fuiste una de sus primeras víctimas. No quiero tus huellas digitales sobre él cuando lo aprehendamos. Y quiero que viva para que responda por cada última víctima.

Ella asintió. No le gustaba, pero lo entendía. Otra persona tendría que arrestarlo. Lo que estaba bien, aunque no era la forma en que quiso que terminara.

Lo que quería era atraparlo, sola. Lo que quería era mirar a los ojos del hombre que había asesinado a su familia, apuntar una pistola a su corazón, y disparar.