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– ¿Cómo podría haber desaparecido así? -Rick se pasó una mano preocupado por el pelo-. Ella ha desaparecido.
– Eso es ridículo. ¿Estás seguro de que no está en la casa? -El Jefe Denver demandó-. ¿Pensaste en revisar el patio trasero?
– Hemos estado en todas las habitaciones de la casa, Jefe. Se lo estoy diciendo, no está aquí, y nadie la vio salir de la casa. Ella recibió una llamada de Khaliyah…
– ¿Khaliyah Graves?
– No sé el apellido de la chica, la chica con la que juega baloncesto.
– ¿Qué quería ella?
– No lo sé. Cass dijo que la recepción era mala, y que se iba a tomar la llamada fuera. Esa fue la última vez que la vi.
– Khaliyah vive en Westbrook, pero no sé el número de su casa. Espere, Rick, déjeme ver si es puedo ponerme en contacto con el departamento, y conseguir el número de la chica.
Rick se paseó por la acera fuera de la casa de Jon Wainwright, con el teléfono cerca de su oído. ¿Cómo era posible que Cass se hubiera esfumado aparentemente en el aire?
Gotas de sudor estallaron en su frente. Sabía que ella simplemente no había desaparecido. Sabía, también, que no se iría de la escena, sin al menos decirle lo que estaba haciendo. Sacudió la cabeza. Ella haría algo más que decírselo. Lo llevaría con ella.
Ella tendría que hacerlo. No tenía automóvil.
– Nos comunicamos con la muchacha. Dice que no llamó a Cass. Dice que no puede encontrar su teléfono, y piensa que alguien lo tomó de su bolso de gimnasia, mientras estaba jugando baloncesto.
– Creo que sabemos quien fue ese alguien, ¿no? -Podría haber una sola explicación, y sólo pensarlo hizo a Rick temblar por dentro.
Wainwright la tenía.
Rick no sabía cómo lo había hecho él, pero estaba cien por ciento seguro de que la tenía.
– Consiga a todos los hombres que todavía están aquí para empezar a recorrer el barrio. Ver si alguien la vio. Veré cuan rápido puedo dejar a los Carsons. Con Lilly todavía desaparecida, no puedo despedirme tan rápido. Mientras tanto, manténgase en contacto, ¿me oye?
– Lo haré.
Rick cerró el teléfono con un chasquido, y luego entró en la casa para convocar a los oficiales en la escena. Les dijo lo que había ocurrido, lo que él y el jefe Denver sospechaban, y lo que el jefe había dado instrucciones de hacer. Hubo una salida en masa por la puerta delantera, cuando los oficiales salieron a las calles en busca de una señal de Cass o alguien que podría haberla visto.
A los pocos minutos, alguien llamó desde el otro lado de la calle.
– Aquí. He encontrado algo.
– ¿Qué encontraste? -Rick corrió hacia él, y miró hacia abajo. Dos pistolas botadas en el piso bajo la neblina de la linterna de un oficial.
Se mantuvo en silencio, mirando el suelo. Por último, el oficial dijo:
– ¿Cómo logró que lo hiciera? Cass nunca renunciaría a sus armas, ni las dejaría en el suelo así.
Rick se arrodilló a inspeccionar las armas. Recogió la funda del tobillo que sabía se había atado sólo horas antes.
Sin embargo, habían sido tres armas, sabía. Si dos quedaron aquí, ella aún tenía un arma. Asumiendo, por supuesto, que Wainwright no la había encontrado y la hubiera atacado con ella. Esperó que no fuera ese el caso.
Rick pulsó un número en su celular, y esperó mientras llamaba.
– Annie, soy Rick Cisco. Tenemos un problema aquí en Bowers Inlet…
Él la puso al tanto, escuchó, a continuación, le dio las gracias. Cortó, e inmediatamente llamó al número del jefe.
– Hemos encontrado dos de sus armas, pero no a ella, -le dijo Rick mientras caminaba hacia su coche-. Annie cree que la llevó a donde todo empezó. Estoy pensando en el refugio de aves. Voy hacia allá ahora.
– Enviaré unos coches para encontrarlo, -Denver dijo antes de que Rick colgara.
La calle era demasiado estrecha para hacer una vuelta en u, por lo que Rick sacó el auto en reversa y condujo de regreso a Avenue Bay, donde tomó a la izquierda. Deseando tener luces y sirenas para que todo el mundo se apartara de su camino, Rick siguió la ruta que recordaba al santuario.
¿Cuál era el plan de Wainwright? ¿Estaban sus manos, justo ahora, alrededor de su cuello, estrangulándola? El corazón de Rick se saltó un latido, imaginando a Cass luchando por su vida.
– Lucha contra el bastardo, -dijo en voz alta-. Lucha contra él con todo lo que tengas. Sólo aguanta…
Rick detuvo el coche a la entrada del santuario, salió, y apartó la puerta a un lado. Cruzó directamente, sus neumáticos levantando arena y pequeñas piedras mientras aceleraba camino abajo hacia el Monumento conmemorativo a Jenny Burke. Después de la segunda vuelta, frenó, sus luces largas apuntando al carril del lado izquierdo del camino. Por último, él lo vio, y frenó. Con su Glock en una mano, una linterna en la otra, cerró la puerta suavemente.
Rick se paró al lado del camino y forzó sus oídos para escuchar. Él escuchó… nada.
Por último, hubo un susurro por encima, seguido por el whooooooooo, whooooooooo de una lechuza. El depredador alado despegó de su percha y desapareció en la noche, dejando a Rick con un temor cada vez mayor.
Encontró el camino que conducía al mirador y lo siguió. Cuando llegó a la estructura, se paró en las sombras y miró, y escuchó. Nada. Ningún movimiento, ningún sonido.
Subió la escalera en silencio, la Glock todavía en su mano derecha, pero cuando llegó a la cima y revisó, se dio cuenta que había sido un error. El mirador estaba vacío. Alumbró todo el interior, pero no había nada.
– ¿Dónde infiernos estás? -Frustrado, golpeó con una mano el suelo del mirador antes de bajar.
Cass se puso rígida cuando Jonathan la empujó por los juncos y la casa marrón erosionada apareció a la luz de la luna.
– ¿Lo ves? -Wainwright susurró en su oído-. Justo como te dije. Te traje a casa.
– ¿Ella está aquí? -Cass preguntó, con la boca seca.
– Podrás responderte a ti misma en un momento. -Él la forzó hacia la escalera de concreto del sótano, y ella dudó.
– No seas niña, -le dijo, empujándola para bajar los escalones y cruzar el sótano hacia la escalera que llevaba al primer piso-. No hay nada que temer aquí abajo.
– ¿Dónde está Lilly? -Cass preguntó cuando fue empujada por la puerta y entró en la sala de estar de su infancia. Milagrosamente, todo era tal como había sido veintiséis años antes. El sofá de color verde oscuro se había desteñido, hace mucho tiempo, por el sol que entraba por las ventanas delanteras. Una revista de 1979 botada en el suelo junto a una silla. Después de los asesinatos, los abuelos de Cass había entrado en la casa una sola vez y sólo para sacar las cosas que Cass necesitaba. Ropa, sus juguetes favoritos, documentos importantes. Luego simplemente habían cerrado la casa con llave cuando la policía acabó. Increíblemente, hasta donde Cass sabía, nadie había estado dentro desde entonces. Con excepción de la gruesa capa de polvo que cubría todo, y las telarañas que colgaban de los techos, todo estaba como antes.
– Lilly está arriba.
– Quiero verla.
– Paciencia, Cass.
– Uh-uh. Quiero verla ahora.
– Como desees, entonces, -Gesticuló con la pistola-. Sube. Y no olvides quien tiene el arma.
– Oh, no lo he olvidado.
Subió los peldaños lentamente, la niña dentro de sí gritaba en silencio con cada paso. Sus manos temblaban y sus rodillas amenazaban con simplemente ceder. Le tomó toda su fuerza de voluntad seguir adelante. No podía ser una cobarde. Ella no podía fallarle a Lilly.
No había tenido ninguna oportunidad para salvar a su madre. No había llegado a su hermana a tiempo.
Esta vez, no era una niña. Esta vez, no estaba indefensa.
Esta vez él no ganaría.
Ella estaba en el escalón superior y respiró hondo.
– ¿Dónde?
– Vaya, en la habitación de mamá y papá, por supuesto. Honestamente, Cass, ya deberías conocer el juego.
– ¿Eso es lo que es para ti? ¿Un juego? -Ella comenzó a girar para hacerle frente, pero la pinchó en la espalda.
– Es una forma de decir, -dijo entre dientes en su oído-. Ahora, continua, entra en el cuarto de mamá y mira lo que nos espera.
Entró por la sombría puerta. A la luz de la luna, pudo ver una figura yaciendo en el suelo. Wainwright la aguijoneó con el pie, y la figura gimió.
– Dijiste que la dejarías ir, -le recordó Cass-. Hazlo ahora.
– No, eso no es exactamente lo que dije. Dije que no la mataría. Y no lo haré. Soy un hombre de palabra.
Ella se volvió lentamente y vio la sonrisa afectada en su cara.
– Pero no la dejarás ir, ¿cierto?
– No. No, no voy a dejarla ir. Tarde o temprano, alguien la encontrará. Quizá todavía estará viva. -Él se encogió de hombros-. Quizá no.
– ¿Por qué?
– Oh, por favor. He visto un montón de programas de televisión iguales. Mantén al chico malo hablando hasta que los tipos con sombreros blancos lleguen. ¿Crees que tu novio Federal va a averiguar dónde estás? -Él bufó-. El chico no parece tan listo. Y ambos sabemos que Denver que no es listo. Obviamente. ¿Te contó que nos sentamos en la barra del Gabby's Place hace dos semanas y nos compramos el uno al otro bebidas?
Él se rió.
– Demostré hace veintiséis años que soy más inteligente que el viejo Craig. Todavía soy más listo. Más inteligentes que él, más inteligente que mi viejo. Tengo que jactarme, sin embargo… fue un placer, ver al viejo confundido en esa época, actuando como si tuviera una pista ahí, otra pista allá. No tenía una pista. Ni una jodida pista. -Rió de nuevo-. Deberías haberlo visto cuando recibió aquellas cartas que envié. Todo agitado. Sabía que el asesino era más inteligente de lo que él nunca sería. Bien, se lo demostré, ¿no? El hombre se fue a su tumba hace años, aún sin una sola pista.
– ¿Por qué mi madre?
– ¿Por qué no tu madre? -Él la hizo girar contra la pared con prisa, ahora la pistola en su rostro-. ¿No sabes lo que era?
– No, Jon. ¿Por qué no me lo dices?, -susurró.
– Era Jezabel, salida de la Biblia. -Bajó la voz-. Era la mujer más bella del mundo. Ella era… todo.
– Ella era una mujer casada con hijos.
– Se habría alejado de todos ustedes, para estar conmigo.
– ¿Te lo dijo ella, Jon?
– Cada vez que me miró, lo supe.
– ¿Entonces la mataste? ¿Mataste a la mujer que amabas? Eso no tiene sentido.
– Yo no lo planeé… no se suponía que… -Pareció de repente confuso. Ella usó el momento para blandir la puerta en su cuerpo, con la esperanza de azotar su mano armada en la jamba.
Ella perdió.
– ¡Perra!, -le gritó, y retorció el brazo detrás de su espalda.
Su mano luchó por sacar la pequeña pistola de su espalda. Atrapó la cintura de sus vaqueros y ella maldijo en voz alta mientras él trataba de sujetarla contra la pared. Su pistola se encontraba en su cara, su dedo en el gatillo.
Desde algún lugar afuera, una puerta de coche se cerró de golpe.
Sus ojos miraron hacia el frente de la casa; la breve vacilación fue todo lo que necesitó. Ella liberó su mano de un tirón y apuntó el arma en su pecho. Y disparó. Una vez, y el arma cayó de su mano. Dos veces, se desplomó contra ella. Tres veces, y su cuerpo comenzó a caer.
La puerta se abrió estrepitosamente en el piso de abajo, y ella empujó a Jonathan Wainwright al suelo.
– ¿Cassie?
– ¿Rick? Estoy aquí. Estoy aquí… -Su voz se atoró en su garganta-. Estoy aquí…
Él subió los escalones de dos en dos, reduciendo la marcha sólo cuando llegó a la cima.
– ¿Wainwright…?
Ella señaló al suelo.
– ¿Estás bien? -Fue hacia ella, y la rodeó con sus brazos.
– Lo estoy ahora. -Ella quiso que él la abrazara, la abrazara sin cesar e hiciera que la pesadilla desapareciera. Pero-… Lilly Carson está ahí. Está viva, pero no sé por cuánto tiempo más. No sé lo que le ha hecho.
Se movió más lejos en el dormitorio y él encendió la luz. Lilly yacía a su lado, su cabello oscuro derramado en toda la alfombra. Las rodillas de Cass se aflojaron.
– Lilly. -Rick arrodilló al lado de ella-. Lilly, ¿puede oírme?
Lentamente la mujer abrió sus ojos y parpadeó contra la luz.
– Vamos a pedir ayuda, -le prometió. Tomó su teléfono justo cuando los coches frenaron afuera. Miró a Cass-. Ve a decirles que está aquí. Diles que consigan una ambulancia lo antes posible.
Cass asintió, y forzó a sus piernas a moverse hacia las escaleras.
– Aquí, -gritó con voz temblorosa-. Ella está aquí…
Cass se sentó en el escalón inferior y miró la actividad a su alrededor. Una vez más, la casa que había compartido con su familia se ha convertido en la escena de un crimen.
Tasha Welsh llegó, al igual que el médico forense. Ambos se detuvieron a apretar su hombro y felicitarla al subir la escalera. Cass no tenía fuerzas para ir con ellos, no en ese preciso momento. Todavía no confiaba en sus piernas para llevarla a cualquier lugar.
– ¿Cómo supiste? -Cass preguntó a Rick cuando él se sentó a su lado y tomó su mano-. ¿Cómo supiste dónde encontrarme?
– Annie dijo que te llevaría de vuelta a donde todo empezó. En un primer momento, pensé que significaba el santuario, donde conoció a tu madre. Cuando llegué ahí y advertí que no había estado allí esta noche, sólo había otro lugar al que podría haberte llevado. Aquí es donde comenzaron los asesinatos. Sólo siento no haberme dado cuenta antes.
Ella estaba sentada como si aún estuviera en estado de shock.
– No que necesitaras mi ayuda -le dijo a ella-. Lo hiciste muy bien sin mí.
– Nunca he matado a nadie antes, -dijo escuetamente-. Me alegro de que fuera él.
– No te oí decir eso. -El Jefe Denver se acercó a la escalera-. Necesito que me entregues tu arma, Cass.
Ella se la entregó sin comentarios.
– Sabes que el condado investigará, como lo hacen cada vez que un oficial está involucrado en un tiroteo.
Ella asintió.
– Los disparos fueron totalmente justificados, -Rick intervino-. Tenía una pistola apuntándole. Iba a matarla.
– No tengo la menor duda acerca de eso. Nadie cuestiona la justificación, Agente Cisco. Es sólo una formalidad.
Denver se arrodilló delante de Cass y estudió su rostro.
– Cassie, ¿estás segura de que estás bien?
– No puedo creer que haya terminado. Ha terminado. ¿Él está realmente muerto?
– Está realmente muerto, -le aseguró.
– Toda mi vida, estuve obsesionada por lo que pasó aquí. -Ella miró alrededor de la sala de estar con sus muebles que eran a la vez extraños y familiares-. Yo pensaba en regresar a casa ese día, con él estando aquí. Pensé en detenerlo a tiempo.
– Bueno, esta vez lo hiciste. -Denver acarició su rodilla y se levantó. Pasó por delante de ellos para subir al segundo piso.
Ella y Rick se sentaron en silencio durante mucho tiempo. Él contempló la cúspide de la escalera, donde las luces habían sido todas encendidas y las manchas marrones estropeaban la desteñida alfombra.
Sangre antigua, no nueva.
Su sangre, no de Wainwright.
– Cuando dijiste que soñabas con detenerlo, querías decir la primera vez. No esta vez, ahora. Sino entonces.
Ella asintió.
– Quise salvar a mis padres. A mi hermana. -Sus ojos se llenaron de lágrimas, y Rick supo que el dique estaba a punto de reventar.
– Tenías seis años.
– Lo sé. Lo hago. Y no me culpo a mí misma por no salvarlos, Rick, te juro que no. -Tragó con fuerza, su labio inferior tembló-. Sólo desearía haber…
– Vamos, Cass, vayámonos de aquí. -Él se paró y tiró su mano. Quería poner sus brazos alrededor de ella y consolarla, hacer que todo el dolor desapareciera.
– ¿Ir adónde?
– A cualquier sitio, menos aquí.
Él aparcó en la calle a la que ella lo había dirigido y apagó el motor. Se quitó sus zapatos y calcetines mientras ella hacía lo mismo, luego juntos salieron descalzos, teniendo cuidado de mantenerse en el estrecho paseo que llevaba hacia las dunas no iluminadas.
En silencio siguieron el sonido del océano cruzando la playa oscura al nivel del agua, a continuación, caminaron una media milla playa arriba, con la marea arremolinándose a sus pies. Cass se detuvo a los pies del embarcadero.
– Podría ser un poco difícil maniobrar en la oscuridad.
– Tengo una linterna en el coche.
– Esa es la manera fácil.
Estaba demasiado oscuro para ver su cara, pero él podía casi sentir su sonrisa.
– Vamos, entonces. -Él tomó su mano.
Caminaron despacio por las rocas lisas hasta que alcanzaran el final. Cass se sentó cuidadosamente en el extremo del embarcadero, y Rick hizo lo mismo. Puso ambos brazos alrededor de ella y tiró acercándola.
– Quiero que sepas que lo habría destrozado, con mis propias manos si te hubiese lastimado, -él le dijo.
– Me alegro de que no llegaras a eso.
Quería decirle que pensaba que era mejor que ella hubiese sido la que matara a Wainwright, pero era afirmar lo obvio. En vez de eso, la apretó más y sólo la abrazó. Cuándo ella giró hacia él, se inclinó y besó su boca. Ella sabía a lágrimas, y ella le devolvió el besó, por lo que la besó otra vez. Y otra vez.
– Lo dije en serio cuando te dije que sentía como si te conociera hace mucho tiempo, -le susurró.
– Pensé que era sólo una expresión.
– ¿Una expresión? -Él frunció el ceño-. ¿Pensaste que era una expresión? Yo no digo expresiones.
Ella se rió suavemente, y él trató de recordar cuanto había pasado desde que la había oído reír.
– Te juro…
– Shhh. Sólo bromeaba. Parecías tan grave, tan seria por un momento.
Las nubes que habían cubierto la cara de la luna se apartaron, e iluminó los ríos desembocando en el agua. La marea acarició las rocas, y ella extendió su pie para atraparla.
– De verdad terminó, ¿no, Rick?
– De verdad terminó.
Ella se apoyó contra él y suspiró.
– ¿Quieres volver a la Posada? -Preguntó.
– Pronto.
– ¿Cómo te sientes, Cass?
– Me siento en paz, Rick. Por primera vez desde que tengo memoria, me siento en paz.
Él no podría haber pedido más que eso.
Cass salió de la cocina con un gran atomizador de agua y una espátula, cuando oyó un coche detenerse en el sendero. Se dirigió a la ventana del comedor y observó al conductor del Camaro salir. Dio unos golpecitos en el vidrio y señaló la puerta principal.
– Hola, -dijo cuando abrió.
– Hola, a ti también. -Él la besó, y luego entró y miró alrededor-. ¿Qué haces?
– Mucho puede suceder en tres semanas.
– Lo siento. Estaba fuera del país. No pude ponerme en contacto. Me imaginé que en lugar de llamar e intentar disculparme por teléfono, conducía hasta aquí y me disculpaba en persona.
– Disculpa aceptada. -Ella cerró la puerta detrás de él-. Sabes, nunca pensé que volvería a estar dentro de esta casa, y mucho menos considerar alguna vez vivir aquí. Pero es la cosa más extraña, después de esa noche… No sé, sólo quería estar aquí. Pensé que si me libraba de…
Ella señaló todo el primer piso y la cocina.
– Ya sabes, los signos reveladores. Si las paredes y los pisos estuvieran fregados, tal vez todo saldría bien. Hice que alguien viniera y limpiara lo estropeado… sacar las alfombras viejas y limpiar las paredes y la cocina, y es como si todo el mal karma se hubiese ido ahora.
– Tengo que admitir que me sorprendió cuando me detuve en la estación de policía y Denver me dijo que estabas pensando en vivir aquí de nuevo.
– Lucy quiere vivir en la casa de la abuela, y tiene todo el derecho a hacerlo. Quiere trasladarse aquí con sus hijos para el resto del verano, una vez que terminen el campamento. Ella no va volver con David. Sin duda podría quedarme allí con ellos, pero estaríamos un poco amontonados. Me puse a pensar que tengo otro lugar para vivir. No estaba segura de que podría hacerlo, pero una vez que regresé, al parecer los fantasmas se habían ido. Los malos, de todos modos. Puedo vivir con los demás. No estoy cien por ciento segura, pero quiero intentarlo. Pensé que darle a las habitaciones una nueva capa de pintura sería un buen lugar para comenzar.
– Bien, -dijo, mirando alrededor-, tienes un gran desafío. Afortunadamente para ti, soy un experto en reparaciones caseras… y un as en pintura. ¿Alguna vez te conté que pasé un verano en Viena pintando casas? ¿No? Bueno, recuérdame que te lo cuente en algún momento. Por ahora, soy todo tuyo. Sólo dime por dónde empiezo.
– No empiece algo que no tiene la intención de terminar, Agente Cisco. -Ella lo pinchó con la espátula para el empapelado, y luego empezó a subir al segundo piso.
– No se preocupe, detective Burke. -Él sonrió abiertamente y la siguió arriba-. Tengo dos semanas de vacaciones guardadas. Tiempo más que suficiente para terminar lo que sea que tengas en mente.