37311.fb2 Amigos nocturnos - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 18

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16. Sueño sangriento

Aquella noche Sam soñó. Ella vino a él, hermosa y repulsiva, los labios manchados del color de las ciruelas aplastadas, el rostro blanco, las uvas negras de sus pezones y las copas de sus pechos visibles a través de su tenso corpiño. Las mallas a rayas estaban rotas por encima de sus carnosos muslos para revelar una zona expuesta de piel blanca y un estrecho espesor otoñal de rizos púbicos que desprendían un profano olor a tierra, a fuego, a belladona en flor, mientras balanceaba una flexible pierna para sentarse a horcajadas sobre él, suspendida en el aire, retrasando el instante, su mirada malvada y tierna clavada en él, la luz de la luna que se reflejaba en sus ojos lo aterrorizó, y supo que no importaba si él, ella, o lo que fuese era sueño o sustancia, ya que ahora se había mostrado más allá de los límites de su soñada habitación, en aquella oscuridad de los bosques, entre los árboles, en la penumbra, el filo, salvadora y protectora, sobre un caballo de ojos furiosos, y mientras la luna derramaba una luz roja en el exterior, su pálido rostro reflejaba un brillo rojo y las uñas, enrolladas como sacacorchos tras años y años sin cortar le acariciaban el pecho, un filo, una amenaza, una promesa, pero él sabía que en cualquier momento podía meter una mano con delicadeza en su interior y arrancarle una parte de su cuerpo, lo que ella quisiera, ni siquiera tenía que bajar a por él, podía flotar por encima, tirando de sus entrañas al alzarse, intentando saltar hacia su abierta entrepierna hasta sentir la ola volcánica desatarse, manar, fluir, deslizarse, de rubí a plata, de cadmio a mercurio, de sangre a metal fundido, un extraño olor a alquimia, el olor de su cuerpo tembloroso e insustancial, atrayéndolo con su divinidad de súcubo descarnado, alimentándose de él, succionándole, chupándole, desangrándole hasta que supo que nunca podría liberarse de ella, que nunca querría liberarse de ella, que estaba desposado con la duende, y que ahora que se había liberado de la habitación y había encontrado el camino a los bosques seguiría volviendo una y otra vez.