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Capitulo 14

Josleen retrocedió un paso. ¿De qué estaba hablando, por todos los cielos? ¡Ir con él!

– No lo estás diciendo en serio -dijo con un hilo de voz.

– Muy en serio. Que viajes con escolta sólo puede significar que eres importante en el clan McDurney. Eso significa un buen rescate.

Ella se atragantó. ¡El muy…! Se le fue el color de las mejillas. Echó un rápido vistazo alrededor. No podía contar con su escolta.

– Yo te liberé cuando te apresamos -le recordó.

James silbó y cuando Kyle se volvió a mirarle estalló en carcajadas. El muy bellaco no había contado nada a ese respecto.

– Y yo pagué la deuda respetando la vida de tus hombres. Como ahora.

Josleen entendió. No pensaba dejarla ir.

– Wain McFersson te declarará la guerra por esto.

Su mención hizo que Kyle alzara las cejas.

– No lo creo. Pagará el rescate y ahí quedó todo.

– Ni lo sueñes -repuso con desdén-. Vendrá a por mí.

– ¿Eres su amante?

Josleen estuvo tentada de golpearle. Apretó los puños contra las caderas y elevó la barbilla con gesto altanero.

– Es mi hermano.

Por los ojos de él cruzó un atisbo de tormenta. Fijó en ella su atención. Había visto al McDurney sólo una vez, hacía siete años. Y no olvidaría su rostro jamás, porque el otro consiguió alcanzarle con su espada y guardaba una cicatriz en el costado izquierdo como recuerdo. La muchacha que tenía ante él tenía los ojos acaso más azules, el cabello más rojizo… pero… Aquella expresión tenaz, aquel rictus de superioridad que anidaba en sus gruesos labios…

– Tu nombre -ordenó tajante.

– Para tí, sólo McDurney.

Kyle la agarró el brazo, repentinamente enfurecido. Había jurado hacía años que si se encontraba de nuevo con Wain McFersson, acabaría con él. Wain había tachado de asesinos a todos los de su clan debido al enfrentamiento de antaño. Le había herido, humillado y pisoteado su orgullo. Y ahora, ¡loados fuesen los cielos! tenía nada menos que a su hermana en su poder. ¿Qué mejor venganza? ¿Qué mejor modo de hacerle daño? La empujó hacia el grupo y ladró una orden:

– Atadles a todos las manos a la espalda y que monten. ¡Y darme una cuerda!

James se la tendió, pero al adivinar el uso que iba a hacer de ella se disgustó, aunque guardó silencio.

Kyle ató las muñecas de Josleen y la tomó en brazos para dejarla al lado de los demás prisioneros. Luego, montó su caballo, dio una silenciosa orden alzando el brazo y salió a galope hacia la aldea, sabiendo que sus hombres le seguirían. Tener entre sus brazos a aquella muchacha no le hizo olvidar el ganado.