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Capitulo 1

La neblina cubría la vereda del río y hacía un frío espantoso. A pesar de todo, Josleen McDurney no quiso quedarse a pasar la noche en la aldea y prefirió que emprendieran el camino de regreso a Durney Tower.

Miró con ojo crítico los preparativos de los hombres que la acompañaron en el viaje y, mentalmente, les agradeció la ayuda prestada. La aldea de Dorland se había visto atacada por una epidemia y Josleen no dudó en intentar prestar toda la ayuda posible. De eso, hacía ya un mes pero, afortunadamente, la epidemia había remitido.

No era la esposa del jefe del clan McDurney, pero era su hermana y dado que su cuñada, Sheena, sufría un fuerte resfriado cuando se enteraron de los problemas, fue ella quien tomó en sus manos llevar ayuda a los campesinos.

No lo lamentaba. Su deber era cuidar de quienes pertenecían al clan y lo mismo que su hermano, les procuraba alimentos, justicia y venganza -cuando ésta era necesaria-, ella ayudaba en otros quehaceres.

A pesar de todo, regresaba con el mal sabor de boca de no haber podido hacer más por los enfermos. Seis de ellos murieron a causa de las fiebres y en sus oídos retumbaban aún los lamentos de aquella mujer que perdiera a su bebé.

– ¿Un poco de vino?

Josleen se medio volvió y miró al guerrero que le tendía un pellejo. Bebió un poco y se lo devolvió.

– Deberías descansar, se te ve agotada.

Ella accedió. Les quedaba un largo camino y era cierto que sus fuerzas flaqueaban, después de tantos días y noches sin apenas reposar. Se arrebujó en la piel que la cubría, se recostó sobre la manta, encogió las rodillas pegándolas al mentón y dejó que él la cubriese con otra manta de gruesa lana. Aún así, tiritó sin poder contenerse. La bruma se le metía en los huesos.

– Daremos una batida para ver que todo está bien -le informó-. Aufert y Will se quedarán haciendo guardia en el campamento.

Josleen no le escuchó. Apenas cerrar los ojos, se quedó dormida.

El guerrero la miró desde la altura. Con un gruñido de disconformidad buscó una manta más y la echó sobre ella. Inconscientemente, Josleen agradeció el gratificante aumento de calor y gimió. Él se alejó, habló algo en voz baja con dos de sus compañeros y montaron a caballo para dar una batida por los alrededores. No habían visto a nadie desde que salieran de Dorland, pero no debían olvidar que estaban muy próximos a las tierras de los McFersson, sus enemigos declarados desde hacía décadas. Desde que Colman McFersson mató en una pelea al bisabuelo de la muchacha, Ian McDurney. Y no era cuestión de caer en manos de aquellos desgraciados mientras dormían. Porque no era la primera vez que los McFersson atravesaban la línea divisoria para robarles el ganado. Claro que ellos hacían otro tanto cuando la ocasión les era propicia.

Los dos hombres que quedaron de guardia se acomodaron cerca de la joven, dispuestos a protegerla contra cualquier eventualidad. Ella era la hermana bien amada de Wain McDurney, el jefe del clan, y sus cabezas peligraban si le sucedía algo.