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Bilocaciones
Mientras el Inconvenience permaneció en Nueva York, Lindsay oyó rumores de un «rincón turco» que, según se aseguraba, y de un modo no estrictamente metafórico, contenía una «vía de fuga hacia Asia». Algo así como: «Ahora estás en un espantoso salón de la alta burgue_sía neoyorquina y al instante te encuentras en el desierto asiático, montado en un camello bactriano, buscando una ciudad subterránea perdida».
– Ya, claro, te refieres a lo que pasa tras una breve visita a Chinatown para inhalar ciertos vapores.
– No exactamente. Nada tan subjetivo como eso.
– Entonces dices que no es sólo un transporte mental, sino real, fí_sico…
– Sí, la traslación del cuerpo, una especie de resurrección lateral, si queréis.
– Vaya, ¿y quién no querría? ¿Y dónde está ese milagroso rincón?
– Sí, ¿dónde? ¿Detrás de cuál de esas miles de ventanas amontona__ble, hay que admitirlo.das sobre otras miles, iluminadas y oscuras? Una búsqueda formida
Bien, pues así había transcurrido la última semana aproximada_mente, casi sin que nadie se diera cuenta.
Por las noches, paseando como si camelleara, Lindsay Noseworth sintió que disfrutaba de su soledad, lejos del caos constante de una tí____________________pechar que la luz podía ser unnes de iluminación durante los combates; incluso había llegado a sosjarse en ellas, con tantas fatigosas tareas que obligaban a mantener los ojos clavados en lo cotidiano? A decir verdad, se había ido volviendo escéptico con respecto a la luz de las estrellas, desde cualquier punto de vista práctico, tras haber estudiado últimamente batallas históricas mundiales con la intención de saber cuáles habían sido las condiciopacio tetradimensional en su máxima pureza, más estrellas de las que recordaba haber visto en su vida; aunque ¿quién tenía tiempo para fipica guardia de puente: su campo visual saturado de estrellas, un es factor secreto determinante en ¡a historia, y eso sin contar cómo había iluminado un campo de batalla o una flo____________________guien había decidido librarse…dado la ejecución, de una esposa políticamente peligrosa de la que alta enemiga, cómo se había combado al atravesar una ventana concreta durante una crucial reunión de Estado, o caído cuando el sol se ponía sobre un río importante, o incidido sobre el pelo, y por tanto retar
– Agg…-¡Mie.J Ahí, ahí estaba otra vez, ¡la palabra fatal! La palabra que estaba prohibido, por recomendación médica, vocalizar siquiera…
La CACA de los Chicos del Azar, o Cobertura Anual para Che____________________tomas de una Incipiente Gamomanía.tas Médicas oficiales, a cargo de matasanos de la compañía de seguros. La última vez que Lindsay se había sometido a una, en el Medicine Hat de Alberta, tras hacerle algunas pruebas habían descubierto sínqueos y Análisis, imponía revisiones de salud trimestrales en Consul
– Es decir, un deseo anormal de casarse.
– ¿Anormal? ¿Qué tiene de anormal? ¿Cuándo he mantenido en se_creto que el deseo que rige mi vida no es otro que el de no ser uno sino dos, un dos que sea, además, uno, es decir un dos denumerable, aunque…?
– Eso es. Eso es justamente a lo que me refiero.
Fuera, era verano, y con las últimas luces, los ciudadanos jugaban a las bochas en el césped. Risas, gritos de niños, pausadas ovaciones, y algo en todo aquello hizo que Lindsay, al que se le negaba para siem____________________muladas de sus fluidos corporales, visitas sin previo aviso de caballeros con gafas y barba, que hablaban con pante, en cuestionarios impresos en papel oficial, peticiones mal disitonces recibía, con una frecuencia que empezaba a resultar preocupre formar parte de una comunidad tranquila como aquélla, temiera brevemente por la integridad estructural de su corazón. Desde enuna amplia variedad de acen_tos europeos e iban vestidos con batas blancas, que querían examinarlo. Al final el Inconvenience había seguido camino sin él, y Chick Coun__viado a toda prisa a cierto oasis que no aparecía en los mapas del Asia Interior y que servía de base a la nave subdesértica en la región, para que se uniera alterfly asumió temporalmente las funciones de Oficial Ejecutivo, para que Lindsay ingresara en el Instituto Biométrico de Neuropatía y se sometiera a una «batería» de exámenes mentales, tras lo cual fue en H.M.S.F. Saksaul.
Como el asno de Balaam, esa noche fue el camello el primero en detectar que ocurría algo; se quedó paralizado a medio paso, tensó to_dos los músculos del cuerpo e intentó lanzar gritos poco camellunos con la esperanza de que su jinete se alarmara al menos por su rareza.
Al instante, desde detrás de la duna que tenía a su izquierda, Lind_say oyó que alguien gritaba su nombre.
– Sí, párate un momento, Lindsay -dijo una segunda voz desde el otro lado del camino, cuyo origen no era más visible.
– Tenemos unos mensajes para ti -siseó un numeroso coro de voces.
– Muy bien, viejo explorador -tranquilizó Lindsay al camello-, se trata de algo bastante normal por aquí, algo de lo que se tiene noti_cia ya desde tiempos tan antiguos como los de Marco Polo. Yo mismo en persona me he topado con una cosa parecida en el Lejano Norte. -Y en voz más alta, como si respondiera a la intrusión, que era cada vez más acelerada, añadió-: No es más que el Éxtasis de las Arenas: la ausencia de luz, el oído que se agudiza, la energía que se reubica en el sensorio…
– LINDSAY LtWsízyLindsaylindsay…
El camello se volvió para mirarle, girando los ojos con la inten_ción, mutatis mutandis, de transmitir su escepticismo.
– Debes dejar ese camino del que se te ordenó no salir jamás y ve_nir a nosotros, al otro lado de la duna…
– Esperaré aquí -avisó el aeronauta, con toda la formalidad de que fue capaz-. Si queréis, venid vosotros.
– Aquí hay muchas esposas -dijeron las voces-. No te olvides de que esto es el desierto…
– Con sus bien conocidas tensiones sobre la mente…
– … que con frecuencia pueden solucionarse mediante la poligamia. -Je, je…
– Esposas en flor, campos panespectrales atestados de esposas, Lind_say, aquí está el Gran Bazar de Esposas de la Isla-Mundo…
Y no sólo palabras sibilantes sino también sonidos líquidos, besos, succiones, mezclados con la fricción incesante de la arena en movi_miento. ¿Un misterioso insulto local dirigido contra él? ¿O acaso querían atraer al camello?
Así, una estrella tras otra fueron ascendiendo hasta su meridiano y luego descendieron, y el camello siguió camino paso a paso, y todo es_taba impregnado de expectación…
Al alba empezó a soplar un viento breve desde algún punto situa____________________tre los mundos.ferida de la numerosa población de viajeros que por allí la conocían, antes incluso que el aryq y el hachís, como facilitadora del tránsito endo más adelante. Lindsay reconoció el olor de los «álamos del Éufrates» en flor. Un oasis, uno de verdad, había estado esperándole allí toda la noche, casi a su alcance, donde ahora, entre las redisposiciones de la mañana, entró para encontrarse con el resto de la tripulación, todos tumbados, probando los efectos del agua que, pese a tener un sabor un tanto raro -aunque distara de ser venenosa-, era claramente la pre
Lindsay sacudió la cabeza ante el vivo cuadro de depravación quí_mica que se desplegaba ante él. Durante un terrible instante, estuvo convencido, irracionalmente persuadido, de que ninguna de esas figu_ras eran sus verdaderos compañeros de tripulación, sino más bien una Unidad fantasma, hombres procedentes de algún lugar que el no de_searía visitar nunca, dispuestos a jugarle una mala pasada, que habían sido meticulosa y concienzudamente disfrazados para que parecieran los Chicos del Azar.
Pero entonces Darby Suckling lo vio, y el instante pasó.
– Eehhniii, mirad quién ha venido. ¡Eh, Pirado! ¿Cuándo te solta_ron del IBN? Creía que te habían encerrado para siempre.
Aliviado, Lindsay limitó su réplica a una amenaza de violencia fí__dre de Suckling.sica multiusos de diecisiete sílabas, en la que incluso mencionó a la ma
– Bien, formad el Piquete de Entrada en el Desierto…, asegurad las escotillas de proa y popa… Todos los tripulantes preparados para la inmersión…
La peculiar excitación propia del viaje subarenoso era palpable en el ir y venir de la tripulación de la nave, de proa a popa, por los espa_cios tenuemente iluminados de la fragata subdesértica Saksaul. Se pu____________________vo efímero, detrás de donde había estado el saliente de popa.dor habría contemplado, quizá con terror supersticioso, cómo la nave, emprendiendo sin prisa su inmersión en el mundo sin luz, desaparecía por fin bajo las arenas, y en su lugar sólo quedaba una tormenta de polpezaron a morder, casi sin fricción, las arenas del desierto del Asia Interior, mientras se encendían las paletas de dirección, incrementando el ángulo de penetración. Desde una duna próxima, cualquier observasieron en marcha las barrenas de arena de filo diamantino, que em
Tras alcanzar la profundidad operativa estándar, la nave se estabi____________________lidas, mientras la vista que ofrecían las ventanas,formadores Eta/Un, lo cual provocó que las ventanillas de observación que había en el puente empezaran a temblar como pieles de tambor, y que una sucesión de colores fluyera a lo largo de las superficies purían al motor principal del barco las series de los denominados Translizó en velocidad de crucero. En la sala de máquinas, el Piquete de Viscosidad empezó a pulsar por orden los interruptores que acopla pari passu, empezaba a aclararse.
– Enciendan todas las lámparas de crucero -ordenó el Capitán Toadflax.
Mientras los filamentos de los proyectores, fabricados con una alea____________________sa al principio, no tardó en afinarse y cobrar vida intensamente.miento y la longitud de onda correctas, la vista bajo las dunas, borroción secreta, se calentaban hasta alcanzar la temperatura de funciona
Lo que veían se parecía tan poco a la superficie del desierto como las profundidades del océano a la suya. Bancos enormes de lo que podrían ser ejemplares de alguna especie de escarabajo se arremoli____________________tuidas más que vistas, las cadenas montañosas irregulares conocidas por los antiguos lobos de las arenas del Asia Interior como las Profundas Blavatsky.gún las cartas de navegación, allí se elevaban, a babor y estribor, insiado alejadas para examinarlas con detalle -es más, en algunos casos mucho más allá de los límites manchados de lo visible-, unas figuras más oscuras se mantenían al paso del avance de la nave, lanzando de vez en cuando un destello, brillante como un acero desenvainado. Senaban ante la nave y, se diría que con curiosidad, entraban y salían iridiscentes de los haces de luz de los proyectores, mientras, dema
– El único modo de que un hombre conserve la cordura -infor__tanas de aquí son básicamente para distraer a los marineros de agua dulce como ustedes, dicho sin ánimo de ofender, claro.mó jovialmente el Capitán Toadflax a sus huéspedes- es colocarse ante un instrumento al que deba prestar atención continuamente. Estas ven
– ¡Ni se nos ocurriría tomárnoslo a mal! -respondieron los Chicos al unísono y alegremente, como habían aprendido a hacer hacía mu_cho tiempo. De hecho, ese día, a más de un observador su conducta le pareció casi provocadoramente arrogante. Su descomunal aerona____________________cial de Intendencia, había preparado varios apetitosos almuerzos de picnic, lo bastante abundantes para compartirlos con los miembros de la tripulación delción a la defensa de los perímetros. Miles Blundell, en calidad de Ofiquete de gurkas famosos en las narraciones por su implacable dedicave estaba en el campamento del oasis, a salvo bajo la guardia de un pi Saksaul, cuyo entusiasmo por la cocina del ser__nuir. Y ante ellos se extendía justamente el tipo de aventura que sin duda atraía a su gusto, con tanta frecuencia mal visto por su carácter histriónico y poco rentable.vicio en las arenas había empezado, aunque fuera levemente, a dismi
– Es aquí abajo -afirmó el Capitán Toadflax- donde se encuentra, bastante intacta aunque, no se confundan, también habitada, la ver____________________titud apropiada.piado: el mapa que ustedes traen, más el Paramorfoscopio de nuestra nave. Y menos aún sin, como les diría cualquier lama tibetano, la acse por aquí pueden excavar hasta que les salgan tantas ampollas que les sangren las manos, y ni así la encontrarán jamás, no sin el equipo aprodadera Shambhala, tan real como quieran. Y esos profesores alemanes -alzó un irascible pulgar- que no dejan de venir a carretadas a pasear
– Entonces, su misión…
– La de siempre: encontrar la Ciudad sagrada, ser «el mejor y el más rápido», como decía su General Forrest…, no hay razón para que no lo sepan.
– Que quede claro que no pretendemos fisgonear…
– Oh, chicos, con ustedes no pasa nada. A ver, si uno no pudiera fiarse ni de ustedes, ya me dirán de quién.
– Nos avergüenza, señor. Si se supiera la verdad, se nos tendría en_tre los más viles de los viles.
– Umm. Habría preferido a alguien un poco más avanzado kármicamente, pero en fin, qué le vamos a hacer, a bordo de este bajel pro__dor, fuentes de champáncuramos hacer caso omiso a las rivalidades de la superficie siempre que podemos, y a cualquiera que desee conocer nuestros resultados se los mostramos de buena gana, podrán leer la historia íntegra ahí mismo, en los periódicos, cuando por fin volvamos a casa: «¡Héroes de las Arenas descubren la Ciudad Perdida!», discursos ministeriales y homilías arzobispales, por no mencionar una corista en cada brazo, hielo para sorbetes a espuertas, noche y día, con sólo tocar un avisa vintage que nunca deja de brotar, Cruces de la Victoria tachonadas de joyas diseñadas por Monsieur Fabergé en persona…, con la salvedad, vaya, de que si alguien llegara a descubrir de verdad una Ciudad sagrada como ésa, puede que no deseara rego_dearse en los placeres seculares, por más atractivos que fueran o, si se me permite decirlo, sean.
Si aquellas palabras ocultaban algún sentido siniestro, entonces o bien escapó a la atención de los Chicos, o bien lo captaron perfecta_mente y taimadamente escamotearon ese reconocimiento.
La futurista fragata se deslizaba a través del mundo subarenáceo con las paletas de dirección de formas exóticas extendidas y las barre____________________cordaba las misiones en la base del Himalaya, donde habían escuchado melodías transmundanas tocadas con antiguas trompas fabricadas con los fémures de sacerdotes fallecidos hacía naba más como una melodía intencionada, que a los veteranos les rebido del equipo de viscosidad subió y bajó de volumen; cada vez sobres y ominosas grutas que los haces de luz de los proyectores no acababan de desvelar del todo. Ese debía de ser el aspecto que tenía para los muertos el mundo de los vivos: cargado de información, de significados, pero siempre, lamentablemente, un poco más allá del umbral que podía iluminar la lámpara de la comprensión. El zumnas siempre en rotación delicadamente calibrada en el sentido de las agujas del reloj o al contrario, entre amenazadoras e imponentes cummucho tiempo, en lamaserías azotadas por el viento a varios kilómetros sobre el nivel del mar y que, a esa distancia, más pertenecían a la leyenda que a la geo_grafía.
Randolph St. Cosmo, que había estado mirando casi hipnotizado por las ventanas de vistas, emitió en ese momento una especie de ja_deo sofocado:
– ¡Ahí! ¿No es eso una especie de atalaya? ¿Nos han avistado?
– Inclusión Torriforme -se rió entre dientes, pero tranquilizadoramente, el Capitán Toadflax-; es fácil confundirla. Aquí abajo, el tru____________________te nos ha traído. Mire, es lo menos que podemos hacer en nuestra casi ilimitada gratitud.tos, por ejemplo, se transforman en pasillos de entrada. Pero imagino que estará ansioso por echar un vistazo al mapa que tan amablemenjo tan fácilmente como desde cualquier otra dirección. Los cimienba, porque, para empezar, podemos acercarnos a una ciudad desde abaco consiste tan sólo en saber distinguir la obra del hombre de la obra de Dios. Eso -añadió- y saber manejarse con la dimensión extra. Por aquí, «terreno urbano» no significa exactamente lo mismo que por arri
En la Sala de Navegación -un espacio tan secreto que la mitad de la tripulación no sabía siquiera que existiese, ni mucho menos cómo llegar a ella-, se guardaba uno de los pocos Paramorfoscopios que quedaban en el mundo.
Todas las actividades paramorfoscópicas a bordo del Saksaul se ha____________________municativo sobre sí mismo, en cambio parecía más que dispuesto a hablar sobre Shambhala y el Itinerario de Sfinciuno.sultó ser un aventurero estudioso del Asia Interior en la tradición de Sven Hedin y Aurel Stein, aunque más allá de sus deberes en la Sala de Navegación su estatus en la nave no estaba muy claro. Poco cobían dejado en manos de un pasajero civil, Stilton Gaspereaux, que re
– Entre los historiadores encontrarán a quienes defiendan la teo____________________yos diagramas se cuentan entre los primeros mapas conocidos, como ven en este documento de Sfinciuno que tienen delante) y al final, tras actos de penitencia e incomodidades personales, se llega, se hace lo que su fe indique que se deba hacer y se vuelve a casa.fine un destino, se avanza hacia él por una sucesión de estaciones (curía de que las cruzadas empezaron como peregrinajes sagrados. Se de
»Pero introduzcan en su proyecto sagrado el elemento de las ar__bién un enemigo. Los Cruzados europeos que fueron a Tierra Santa a luchar contra los sarracenos acabaron, cuando no había sarracenos al alcance, luchando entre ellos.mas, y todo cambia. Ahora ya no sólo se necesita un destino sino tam
»Por tanto, no debemos excluir de esta búsqueda de Shambhala el inevitable elemento militar. Todas las Potencias sienten un vivo in_terés. Hay demasiado en juego.
El críptico civil había colocado el Itinerario bajo una lámina de espato de Islandia de óptica perfecta; luego desplegó varias lentes e hizo algunos ajustes de precisión en las lámparas de Nernst.
– Aquí está, chicos, echen un vistazo.
El único que no se quedó pasmado fue, naturalmente, Miles. En____________________troles apropiados en el dispositivo de visión podía fácilmente permitir una zambullida larga y pavorosaperimentar un brusco picado a baja altitud; es más, el ajuste de los conseguida vio en el dispositivo una posible aplicación para la aeronave como telémetro y asistente de navegación. Observar a través de él el documento, extrañamente distorsionado y sólo parcialmente visible, que los Chicos le habían entregado al Capitán Toadflax era como ex dentro del mapa que fuera revelando el terreno cada vez a escalas más precisas, quizá de un modo asintótico, como en los sueños en que uno cae pero se despierta justo antes del impacto.
– Y esto nos llevará directamente a Shambhala -dijo Randolph.
– Bueno…-Gaspereaux pareció incómodo-, sí, eso pensaba yo, al menos al principio. Pero parece que hay más complicaciones.
– ¡Lo sabía! -explotó Darby-. ¡Ese 'Zo Meatman nos ha estado engañando como a bobos desde el principio!
– Es muy raro, en verdad. Las distancias que remiten a un punto de partida en Venecia son rigurosamente precisas en cuanto a la superfi_cie de la tierra y las diversas profundidades. Pero, por alguna razón, esas tres coordenadas no bastan. Cuanto más avanzamos en el Itinerario, más…, cómo decirlo…, más parecen desenfocarse los detalles, hasta que por fin -sacudió la cabeza perplejo- se vuelven invisibles. Casi como si hubiera algún… nivel añadido de encriptación.
– Tal vez se requiera un cuarto eje de coordenadas -sugirió Chick.
– Creo que en eso puede radicar la dificultad -dijo Gaspereaux lla____________________lo vacío…ra, estallando sin parar, iluminando las nubes pasajeras e incluso el cievalos, donde se elevaba un pico montañoso, de un blanco cegador, que parecía iluminado desde dentro, cuya luz se desparramaba hacia fuemando su atención hacia el centro del despliegue, visible sólo a inter
»Al principio pensé que era el Monte Kailash del Tíbet -prosi____________________pacio sino también en el tiempo.riedad de espato de Islandia capaz de polarizar la luz no sólo en el estida tradicional de los que buscan Shambhala. Pero yo he ido al Kailash y a algunos otros picos, y no estoy seguro de que sea el que aparece en el mapa. Este también puede verse desde una considerable distancia, pero no todo el tiempo. Es como si estuviera formado por una vata del paraíso de Shiva, su lugar más sagrado, así como el punto de parguió-, un destino para peregrinos hindúes, quienes creen que se tra
»Los antiguos maniqueos de esta zona adoraban la luz, la amaban del mismo modo que los Cruzados afirmaban amar a Dios, por sí mis____________________zo hacia todas las formas de lo que ellos definían como "oscuridad".dos los cambios era la luz, la luz que vemos en el sentido amplio que profetizara Maxwell y confirmara Hertz. Y a eso se añadía un rechatos laterales de un contínuum a otro, metamorfosis de una forma de materia, viva o no, a otra), lo único que permanecía invariable en totra-Cruzada. No importaba qué transformaciones pudieran ocurrir (y se esperaban cualquier cosa: viajes adelante y atrás en el Tiempo, salma, y a su servicio ningún crimen era demasiado grave. Era su con
»Todo cuanto apreciáis con vuestros sentidos, todo cuanto exis____________________bles, el cuerpo que os hace sentir en casa, una brisa marina soplando sobre la piel desnuda…, todo eso era perverso para el devoto maniqueo, creaciones de una deidad malvada, fantasmas y máscaras que siempre han pertenecido al tiempo de los excrementos y las tinieblas.dres, el vino, la música, los triunfos deportivos, los desconocidos deseacia de un amante, la sangre de un enemigo, la cocina de vuestras mate en el mundo real para que lo améis, las caras de vuestros hijos, las puestas de sol, la lluvia, las fragancias de la tierra, una risa sana, la cari
– Pero si es todo lo que importa -se quejó Chick Counterfly.
– Y un verdadero creyente de esa fe tenía que renunciar a todo. Nada de sexo, ni siquiera matrimonio, ni hijos, ni lazos familiares. Eso no eran más que ilusiones de la Oscuridad, engaños que nos distraían de la búsqueda de la unión con la Luz.
– ¿Son ésas las opciones? ¿Luz o coño? Pero ¿qué clase de elección es ésa?
– ¡Suckling!
– Lo siento, Lindsay, quería decir «vagina», claro.
– Parece un poco… -dijo Chick rascándose la barba-, no sé, un poco puritano, ¿no?
– Pues en eso creían.
– Y entonces, ¿cómo es que no se extinguieron tras la primera ge_neración?
– La mayoría de ellos siguieron con eso que llamaríamos vida nor____________________tonces era el momento de renunciar a todo.terios e intentaban entrar en el pequeño grupo de los Elegidos. Pero si llegaban a un punto donde sabían que era eso lo que querían, enmal, tuvieron hijos y demás, dependiendo del grado de imperfección que pudieran asumir. A los que observaban rigurosamente la disciplina los llamaban «Perfectos». El resto eran invitados al estudio de los Mis
– ¿Y hay descendientes viviendo por aquí?
– Oh, ciertamente espero que les parezca bastante habitado.
Al instante, los detectores ópticos de compensación de la Saksaul revelaron en las cercanías, esparcidas pero inconfundibles, ruinas de estilos greco-budista e italo-islámico y, desplazándose entre ellas, otros vehículos subdesérticos, cuyas trayectorias, toscamente trazadas, pare_cían converger hacia la de la misma Saksaul en algún punto de la os____________________tes antiguos y modernos.se: cúpulas y minaretes, arcadas con columnas, estatuas, balaustradas con delicadas filigranas, torres sin ventanas, ruinas con huellas de combacuridad más adelante. Por arriba, por abajo y a cada lado, estructuras más complejas que las que explicaría la geología empezaron a acercar
– Haremos escala en Nuovo Rialto -anunció el Capitán-. Prepá_rense la guardia de puerto y la sección de permiso.
La noticia fue recibida con ambigüedad por la tripulación, pues «N.R.» era una buena escala para algunas necesidades, pero no para otras. El puerto, sumergido hacía muchísimo tiempo, se había erigi__das por las insaciables arenas, de una ciudad maniquea que databa del siglodo alrededor de 1300 sobre las ruinas, por entonces ya medio engulli III y que, según la tradición, había sido fundada por Mani en per____________________tes de lo que deberían.ploradores subarenosos identificaron altares maniqueos que databan de fechas posteriores al siglo XIV, a todas luces mil años más recientemente en su propia sustancia-, empezaron a caer año tras año bajo la influencia de las viejas doctrinas paracristianas. Los primeros exdad -como si una sabiduría secreta hubiera sido inscrita permanenmente, como si obedecieran a voces antiguas que se habrían conservado en la cristalografía silícea que con tanta inmisericordia envolvía la ciuversas canalizaciones e incluso excavaron algunos pozos. Inexplicabletalaron una red de aljibes para recoger el agua de lluvia, tendieron dicumbido al viento, a la gravedad o a una atroz pérdida de fe. Durante el breve periodo que ocuparon Nuovo Rialto, los Occidentales instraron los venecianos, resultó difícil dar con algo que no hubiera surior; poco fue lo que dejaron en pie o respirando. Cuando la enconnas del Oxus. Allí permaneció y prosperó durante casi mil años hasta que Gengis Kan y sus ejércitos invadieron esa región del Asia Intesona en el transcurso de sus vagabundeos más allá de las orillas leja
Mientras tanto, la tripulación estaba atareada con el Intercambio de Comentarios tradicional cuando se hacía escala.
– «Así en la tierra como en el cielo», ¿no?
– Nunca falla.
– ¡Y luego habláis de los destartalados caravasares!
– Hay mucha colada que hacer, me parece que me quedaré en el barco…
– El sitio huele como Coney Island.
– ¿Como la playa?
– Nooo, como en el Steeplechase Park, en el vodevil.
– Prepárense para atracar, por popa -anunció el Capitán.
Cerca se alzaba imponente una estructura alta y ruinosa de gran antigüedad, de un color marrón rojizo que hacía pensar en sangre derramada no poco tiempo atrás, cuyas columnas de sustentación eran estatuas masculinas y femeninas que portaban antorchas y cuyo fron__reaux, por Maní en persona y en el que se habían escrito el Libro de los Secretos y otros textos sagrados maniqueos.tón tenía una inscripción en un alfabeto inventado, según Gaspe
Era evidente que la fragata de arena pensaba amarrar ahí. Tras el «show» nocturno fumándose un puro en el saliente de popa, Chick oyó un chillido agudo, que le pareció casi articulado como una pala_bra. Encontró un par de anteojos subarenosos, se los colocó y miró a la oscuridad más allá de los muros del asentamiento. Algo inmenso y pesado se acercó estruendosamente dando vertiginosos saltos, y a Chick le pareció reconocer el olor de la sangre.
– ¿Qué era eso, en el nombre de Dios?
Gaspereaux echó una mirada.
– Ah, ya. Las pulgas de arena de por aquí. Siempre se pasan a ver qué hay cuando llega un barco nuevo.
– ¿De qué está hablando? Si tenían el tamaño de un camello.
Gaspereaux se encogió de hombros.
– Aquí se les conoce como chongpir, grandes piojos. Desde que lle____________________ción consciente, por no decir a un virtual intercambio de opiniones…clusivamente a base de sangre humana a lo largo de generaciones, se han ido haciendo cada vez más grandes, más inteligentes, casi se diría que más ingeniosas. Alimentarse del huésped ya no es tan sólo una cuestión de agresión mandibular, sino que ha evolucionado a una negociagaron los primeros venecianos, estas criaturas, siguiendo una dieta ex
– ¿La gente de por aquí habla con pulgas gigantes? -preguntó Darby con su franqueza habitual.
– Pues sí. Por lo general en un dialecto uigur antiguo, aunque, de_bido a la estructura de su boca, única y exclusiva de la Pulex, tienen ciertas dificultades fonológicas, en especial con la fricativa interdental sonora…
– Sí…, ah, ¿cómo? ¿Aquí? ¿Es aquí donde se engancha la manguera?
– Aun así, chico, un par de buenas frases pueden resultar útiles en caso de un encuentro.
Darby se palmeó el arma que llevaba bajo la solapa izquierda y subió y bajó las cejas elocuentemente.
– Me temo que no -objetó Gaspereaux-, eso sería pulicidio. So_metido aquí a la misma legislación que se aplica arriba al homicidio.
No obstante, Darby mantuvo cerca su Browning mientras, con cierta sensación confusa, de expectación y terror a la vez, los chicos se ceñían sus equipos Hipops y emprendían una visita vespertina de re____________________do por la granulosidad del medio, que se sentía tanto como se oía.sado, un andante relajado, acompañados de un silbido constante causacreo a Nuovo Rialto. Les costó un poco acostumbrarse a desplazarse por la arena, sobre todo por el tiempo que se necesitaba para realizar las tareas motoras más simples, pero al cabo adoptaron un paso pau
Llegaban gritos desde diversas direcciones y se veía sangre en for__midades de tabernas y otros antros.ma de gotas melladas de tres dimensiones, por lo general en las proxi
Si no hubiera sido por unos fragmentos de conversaciones escu_chados al vuelo, Chick no habría sabido que existía otro motivo para llevar a cabo aquella expedición, tal vez el verdadero de la fragata, y que quizá Shambhala sólo servía de pretexto. En el Sandman Saloon había entablado conversación con Leonard y Lyle, una pareja de prospectores de petróleo que estaban de camino a su siguiente búsqueda de zonas prometedoras.
– Sí, andábamos por aquí dentro mucho antes de que llegaran los suecos, jugándonosla por todas partes…
– Sodoma y Gomorra no son más que una merienda de catequis_tas en comparación con esto.
– ¿Ah, sí?
– Sí, estamos de camino a la Tierra Santa.
– O impía, si se tienen en cuenta las Escrituras.
Según parecía, una noche en Bakú, en un teke o bar de hachís del puerto, como si siguiera una instrucción sobrenatural, un vagabundo americano que no tenía nada que apostar, salvo una Biblia de bolsillo, la había perdido jugando con Lyle, ante cuyo rostro el Buen Libro se había abierto por el Génesis 14,10 y la frase: «El valle de Sidim esta_ba lleno de pozos de asfalto».
– Una zona del Mar Muerto, pues «pozo de asfalto» era como se de_cía en el inglés del Rey Jaime «depósito bituminoso» -explicó Leonard.
– Fue como si se encendiera una luz. La verdad, corrimos a la puer__ban preparando para ser la próxima Spindletop, y puedes apostarte el rancho.ta pensando que fuera había habido una inesperada explosión de gas. Pero no, era el Señor que llamaba nuestra atención sobre esas ciudades de la llanura donde en el pasado sólo había garitos, pero que se esta
– Era descomunal, mayor que ese pozo de Grozni que ni sabían cómo tapar -afirmó Leonard.
– ¿Y qué estáis haciendo aquí en lugar de allí? -preguntó el fran_co Darby Suckling.
– Básicamente, buscando suerte juntos. Aquí pueden conseguirse rápidamente montones de efectivo, sin farragosas gestiones ni formu_larios que rellenar, no sé si nos entiendes.
– ¿Hay petróleo por aquí? -preguntó Chick, aunque incapaz de ocultar en su voz una débil nota de falsedad.
Los dos arriesgados prospectores se carcajearon a gusto un buen rato e invitaron a los chicos a otra ronda del aryq de la zona antes de que Lyle respondiera:
– Echad un vistazo debajo de la bodega de esa fragata en que ha_béis venido, y luego nos decís si habéis visto brocas, tuberías, coronas dentadas y demás.
– Mierda, a estas alturas ya deberíamos saber reconocer de un prospector, si hasta se ven por aquí caras conocidas de Bakú.
A Darby le pareció divertido, una prueba más que confirmaba lo poco fiables que eran los adultos.
– Entonces, toda esa historia de Shambhala que nos han contado no es más que un pretexto.
– Sobre el terreno quizá sea real -dijo Leonard encogiéndose de hombros-. Con todo, apostaría que si vuestro capitán se diera de na_rices con ella, diría ássalamu aláykum al cruzarla pero sería más que probable que tuviera la mirada fija en el siguiente anticlinal.
– Es angustioso -murmuró Randolph-; una vez más, nos utilizan para llevar adelante los planes ocultos de otros.
Chick vio que los dos cíngaros del petróleo se miraban.
– Lo que se nos acaba de ocurrir -dijo Lyle acercando su silla a la mesa y bajando la voz- es que, dado que en esa fragata alguien debe de llevar cuadernos de registro de cada posible zona bituminosa que se haya encontrado en esos estratos (ubicaciones, profundidades, volúme_nes estimados), cuesta imaginar lo que alguna gente estaría dispuesta a pagar por una información tan celosamente guardada.
– Olvídate -objetó Lindsay desde cierta altitud ecuestre-, porque eso nos convertiría en vulgares ladrones.
– Pero si el precio fuera lo suficientemente elevado -reflexionó Randolph en voz alta-, más que vulgares, seríamos unos ladrones ex_traordinarios.
Había sido un fin de semana de permiso peculiar en Nuovo Rial____________________cubrieron el complejo atractivo de las mujeres veneto-uigures, que eran sinónimo de volubilidad emocional para todo el Servicio Subdesértico. Cuando por fin llegó la hora de aligerar cabos, un 2 por ciento de la tripulación, más o menos la media en este tipo de casos, había comunicado sus intenciones de quedarse y casarse. El Capitán Toadflax se lo tomó con la ecuanimidad de un soldado curtido en la región, pensando que recuperaría a la mayoría cuando regresara a la ciudad al final del crucero.tentos fallidos y consumados de contrabando, así como de melodramas románticos cuando los miembros más aventureros de la tripulación destos, no informaban de ellos. El alcázar fue escenario de vituperios, infermería se extendían por los pasillos y las escaleras, hasta las salas de Viscosidad. Algunos, que parecían haber disfrutado de los acercamiendados por pulgas de la arena, y todas las mañanas las colas para la enmiente. Varios miembros de la tripulación afirmaron haber sido aborto. Resultó que el buque había amarrado en un muelle que pertenecía a un comerciante de aryq, con lo que cada mañana muchos marineros aparecían semiparalizados, sin haberse alejado mucho en su búsqueda de diversión, con las unidades Hipops zumbando en el modo Dur
– El matrimonio o los deberes del servicio subarenoso -dijo sacu_diendo la cabeza con cierta tristeza cósmica-, ¡Menuda elección!
Mientras la H.M.S.F. Saksaul avanzaba zumbando animadamente bajo el desierto, yendo de un oasis paleoveneciano al siguiente -Mar____________________by Suckling.ba. Randolph estaba obsesionado, temerariamente, con los cuadernos de registros petrogeológicos que habían mencionado Lyle y Leonard, todos bien guardados, por lo que él sabía, junto con los documentos detallados de la misión, dentro de la caja de seguridad del Capitán Toadflax. Cada vez más desequilibrado, Randolph pidió consejo a Darco Querini, Terrenascondite, Pozzo San Vito-, la tripulación seguía fingiendo que la búsqueda de petróleo era lo que menos le interesa
– En mi condición de Oficial Jurídico -dijo Darby-, no sabría decir hasta qué punto tenemos que serles leales, sobre todo cuando nos ocultan tanta información. Por mi parte, optaría por volar la caja; no se ha fabricado caja fuerte que Counterfly no pueda re_ventar.
Y de ese modo se produjo un momento delicado cuando, aun____________________mita y detonadores encima.flax entró en su camarote durante una guardia de media y se topó con Randolph mirando fijamente la caja, con varios cartuchos de dinacumentos o ni siquiera examinarlos sin autorización, Q. Zane Toadque Randolph no pretendiera, como alegaría más tarde, robar los do
Desde ese momento y hasta la partida de los chicos, se apostaron sargentos de marina fuera del camarote de Toadflax las veinticuatro horas del día. Cuando por fin emergieron cerca del recinto donde el Inconvenience estaba amarrado, las despedidas fueron llamativamente sumarias.
Al volver al Inconvenience, los chicos se encontraron las despensas menguadas, las cubiertas sin vigilancia y con que todos los gurkas ha_bían desaparecido (ausencia obligada por una causa de cierta urgencia, se_gún la nota que hallaron en el camarote de Randolph), dejando la seguridad del bajel en manos de Pugnax. Aunque las expresiones de gratitud servil que de vez en cuando exhiben otros ejemplares de su raza raramente se observaban en Pugnax, ese día se mostró claramen_te alborozado al ver a sus amigos de nuevo.
– Rr rr-rff rf rrr rrf-fF rr rrff rr rrr rrff-rfrfl -exclamó, lo que los chicos interpretaron como: «¡No he podido dormir ni dos benditas horas seguidas desde que os fuisteis!».
Miles se dirigió sin tardanza a la cocina de la nave y, antes de que se diera cuenta, Pugnax estaba tumbado ante una suntuosa «comilona» que incluía Consommé Impérial, Timbales de Suprèmes de Volailles, Gigot Grillé á la Sauce Piquante y berenjenas á la Sauce Mousseline. Los gurkas habían saqueado la bodega de vinos sin ningún miramien_to, pero Miles pudo localizar un Pouilly-Fuissé de 1900 y un Graves de 1898 a los que Pugnax dio el visto bueno justo antes de quedarse dormido.
Esa noche, mientras el Inconvenience se elevaba sobre el inmenso y silencioso desierto, Chick y Darby paseaban por las cubiertas de abri____________________reció en una de sus excursiones extra-temporales.cias el ángulo bajo del sol, que ya se ponía alejándose hacia los límites de aquel mundo desconocido. Se les unió Miles, pero al poco desapago, mirando los frentes de olas circulares en la arena, muy visibles gra
– Pase lo que pase -informó a su vuelta-, empezará aquí mismo, con una batalla de caballería nunca vista por ningún ser vivo y puede que tampoco por ninguno muerto, una inundación de caballos que cubrirá todos estos horizontes, con flancos de un verde sobrenatural, iluminados por la tormenta, que se multiplicarán incesantes, impara__berá el viento, el acero y los cascos entrechocando contra la tierra, el clamor desquiciado de los caballos, los gritos de los hombres. Llegarán y partirán millones de almas. Es posible que la noticia de lo acaecido tarde años en llegar a alguien que entienda su sentido…bles, alzándose por todas partes como si hirviera la sustancia misma del desierto y de la estepa. Y toda esa encarnación y matanza ocurrirá en silencio, a lo largo de este inmenso matadero planetario, que absor
– Pues no diría que Darby y yo no hayamos visto algo parecido ya -reflexionó en voz baja Chick recordando su breve pero desagradable experiencia en la «cámara del tiempo» del Doctor Zoot. Pero su sen__to como antes.tido, incluso como simple profecía, se le seguía escapando ahora tan
En algún punto pasado el Oasis Benedetto Querini, la H.M.S.F. Saksaul sufrió un accidente. Hubo pocos supervivientes, y las expli____________________cantes, que parecían utilizar un dispositivo de cambio de frecuencia muy complejo y potente, capaz de camuflar un buque de combate subarenoso entero y volverlo invisible para todos los equipos de visión conocidos.naciones que se les ocurrían de los interruptores de los circuitos de aumento y filtrado, en una tentativa de descubrir a sus invisibles ataradores, aturdidos ante sus pantallas de visión, intentaban recalibrar las imágenes que se sucedían ante ellos, pulsando todas las combimera salva llegó sin previo aviso, precisa; rompió los tímpanos de los tripulantes y sumió el puente en una espantosa cataplexia. Los opecaciones que se dieron fueron incompletas e incoherentes. La pri
La copia del Itinerario de Sfinciuno que los Chicos, en su ino_cencia, habían subido a bordo, había llevado a la H.M.S.F. Saksaul a la emboscada y al desastre.
– ¿Quiénes son?
– Es probable que alemanes o austríacos, aunque no hay que des____________________mario, junto a una cantimplora de agua, los mapas del oasis y algunas tabletas de carne. Salga a la superficie, vuelva a Inglaterra sea como sea. Hay que informar a Whitehall de que ya se ha armado.peñe el cometido para el que ha subido a nuestra aeronave. Vaya al túnel del eje y póngase el equipo Hipops que encontrará en el arcartar a la Standard Oil ni a los hermanos Nobel. Gaspereaux, estamos en una situación desesperada. Ha llegado el momento de que desem
– Pero necesitará a todos los hombres que…
– ¡Váyase! Busque a alguien de la sección de espionaje de Exte_riores. ¡Es nuestra única esperanza!
– Que conste mi protesta, Capitán.
– Quéjese al Almirantazgo. Si sigo vivo, podrá llevarme a juicio.
Mientras los días transcurrían en aquella inmensa ambigüedad de Tiempo y Espacio, no pasaría mucho antes de que Gaspereaux volvie_ra a Londres y se esforzara por llegar hasta el legendario Capitán, ahora Inspector, Sands, que no tardaría en ser conocido en Whitehall, así como por los lectores del Dally Mail, como «Sands del Asía Interior».
Entretanto, durante días, semanas en algunas partes, las batallas de la Guerra de Taklamakán proseguían con toda su furia. La tierra tem____________________po, esto acabaría transformando la historia de la Isla-Mundo más allá de las previsiones más descabelladas de aquellas Potencias, que a fecha tan tardía aún se imaginaban a sí mismas compitiendo por ella.treros y chamanes, que lo llevaban al espacio vacío, lo desmontaban y estudiaban y lo reconvertían para uso religioso y práctico; con el tiemnas de fuego ascendían al cielo. De Kashgar a Urumchi, los bazares estaban llenos de armas, unidades de respiración, accesorios marinos y unas armas que nadie sabía identificar, recubiertas de indicadores, prismas y cableado eléctrico, y que más tarde se descubriría que eran lanzadores de rayos Cuaterniones, que utilizaban todas las Potencias. Y todo ese armamento pasaba ahora a manos de pastores de cabras, cevio, mortalmente dañada, con la tripulación muerta o agonizando… Se atacaron depósitos subterráneos de petróleo en las profundidades, lagos de combustible aparecían de la noche a la mañana, y grandes columblaba. De vez en cuando, una nave subdesértica emergía sin aviso pre
Habiendo alcanzado ya por aquellos días de la todavía balbucien____________________gencia a otra:blemente se derramaría sobre su esposa e hijos, se encontraba en una fase de su carrera en que no tenía tiempo ni de quitarse el sombrero, y pasaba los días saltando precipitadamente, como nunca, de una emerdor del camino que había emprendido hacia la leyenda, envejecido prematuramente, empapado de una tristeza que, en su casa, irremediafinir y mantener un buen nivel de conducta profesional, desconocedadero «Inspector Sands», siempre acosado, siempre empeñado en dete ciencia del contraterrorismo el estatus de nombre en código multiusos, correspondiente al tipo con el que se contacta discretamente para alertar al propio personal de seguridad en caso de crisis, el ver
– Ah, Sands, aquí esta, ya era hora. Tenemos a un individuo sos____________________sigo…; no le quitamos ojo, claro, pero si tuviera unliano, por no mencionar esa bolsa de forma tan extraña que trae conpechoso aquí abajo, mírelo, en el portillo más alejado, ¿lo ve? Nadie acaba de distinguir su acento, algunos creen que es irlandés, otros, ita dispositivo de relo_jería, no serviría de mucho, ¿verdad que no?
– El hombre con el traje verde brillante y esa especie de sombre__dad que no?ro de gondolero, salvo que eso que lleva ahí… no es una cinta, ¿ver
– Más bien una pluma, casi un penacho, la verdad, y bastante ex_tremado, ¿no cree?
– Podría ser italiano, supongo.
– Sí, alguna subespecie de moro, obviamente. El caso es cómo adi__nido para robar sellos, ¿verdad que no?vinar sus intenciones a corto plazo. No parece probable que haya ve
– La bolsa tal vez sólo sea para llevar el almuerzo.
– Típico de esa gente; ¿a quién más se le ocurriría comer una sus_tancia explosiva?
– A lo que me refería era a que, de hecho, podría llevar comida… en lugar de explosivos.
– Es posible, lo sé, pero también podría ser cualquier cosa, ¿verdad que sí? Su colada, por ejemplo.
– Ciertamente. Aunque, me pregunto qué podría volar con una bolsa de la colada.
– Oh, vaya, ahora se está sacando algo del bolsillo, ¡lo sabía!
Al instante, guardas uniformados empezaron a converger hacia el intruso, mientras fuera, en la calle, la policía metropolitana ocupaba todos los rincones desde St. Martin le Grand hasta Angel Street, des____________________cias, por ingenieros ataviados con un traje de dril gris y una gorra que centelleaba oscuramente.po de reponedores, y vigilados las veinticuatro horas del día, por si había fluctuaciones de entropía o fallos de vacío, entre otras incidenchos neumáticos al día, y que eran atendidos por un numeroso equipulsaban de aquí para allá, por toda la City y el Strand, miles de despalegráficos. Era un espacio inmenso y, para algunos, intimidante, en cuyo centro, por debajo del nivel de la calle, cuatro enormes motores de vapor trabajaban para proporcionar las presiones y vacíos que imtores mejor situados para crear una parálisis vehicular generalizada, por si servía de algo. El funcionario apostado ante el portillo se arrojó lloriqueando bajo una mesa cercana, y el sujeto recogió rápidamente su bolsa, salió por la puerta delantera y cruzó la calle hacia la Oficina de Correos del Oeste, desde donde se enviaban todos los mensajes teplazándose en masa entre el tráfico de motor y el de tracción animal, al tiempo que dejaban caer indicaciones en las orejas de los conduc
Gritos de «¡Allá va!» y «¡Quieto, maldito anarquista!» eran absor____________________sas y casilleros, y los clientes se inclinaban, paseaban o se asombraban ante mensajes que acababan de recibir o tenían que enviar, mientras la mortecina luz diurna de Londres descendía a través de las ventanas y del vapor produciendo una humedad casi tropical en aquel Templo Septentrional de Conexión…do, atendían cada uno a su equipo y apenas levantaban la vista de su universo de clics y silencios; chicos de los recados uniformados iban y venían por el laberinto de madera noble barnizada formado por meplejo. Cientos de telegrafistas, repartidos por el inmenso salón hundiba cada noche un ejército de limpiadoras invisibles y que centelleaba como halos de industriosos santos en un movimiento periódico combre las filigranas retorcidas y engrasadas de esas oscuras estructuras de hierro, resaltaba una serie de accesorios y ribetes de latón que lustrabidos por los polirritmos incesantes de la maquinaria de vapor. So
– A ver, Luigi, ¿adonde vamos tan deprisa? -se oyó cuando un al_guacil, que apareció inesperadamente entre el mármol, intentó una especie de placaje de rugby sobre el ágil mediterráneo, que aminoró el paso sólo lo suficiente para gruñir:
– Por el amor de Dios, Bloggins, soy yo, Gaspereaux, y si tuvieras la amabilidad de…
– Oh. Lo siento, jefe, no…
– No, no, no saludes, Bloggins, vengo disfrazado, ¿es que no lo ves?, sí, y lo que quiero que hagas ahora, tan rápido como puedas, es fin_gir que me detienes y llevarme arriba, sin demasiados codazos amisto_sos si es posible…
– (Lo he pillado, jefe.) Muy bien, allegro vivatchi, buen hombre, vamos a ponernos estos bonitos brazaletes, ¿verdad que sí?, es sólo una formalidad, claro, oh, éste es mi joven colega, el Agente de Policía que se hará cargo de su interesante bolsa en cuanto deje de mirarla tan fijamente, ¿verdad que sí, Agente?, sí, es un buen chico… -Escoltó al detenido, a quien las esposas no parecían estorbarle visiblemente la ges__tado de guardias uniformados, y después, bajo una imponente arcada, hasta las oficinas de la Seguridad Interior.ticulación étnica, hasta una escalera lateral que daba a un pasillo ates
– Vaya, si tenemos aquí al bueno de Gaspereaux, ¿qué haces con la cara pintarrajeada de maquillaje cutre? Por no hablar de ese horro_roso sombrero.
– Es el único modo de poder hablar contigo, Sands; es como si hu_biera ojos y oídos por todas partes…
En el extremo opuesto de la sala, un cilindro de gutapercha con un mensaje neumático dentro llegó a su caja receptora «D» acompa_ñado de un sonido sordo tintineante.
– Seguramente es para mí…-dijo extrayendo el formulario y exa_minándolo-. Sí… Las malditas sufragistas, no sé de qué me sorprendo. Oh, lo siento, Gasper, ¿qué me estabas diciendo?
– Sands, tú ya me conoces. El sentido de lo que he visto, si habla_ra de ello, no lo entendería, y si lo entendiera no sabría…
– Hablar, sí, sí, claro, cómo no, entonces, ¿te importaría compartir un taxi hasta Holborn…?
– En absoluto, además estarán esperando a que les devuelva este disfraz en Saffron HUI.
– A lo mejor encontramos un momento para tomar una cerveza por ahí.
– Conozco el lugar perfecto.
Que resultó ser el Smoked Haddock, uno de los muchos locales de Gaspereaux, en cada uno de los cuales lo conocían, esperaba Sands, con una identidad distinta.
– Buenas noches, Profesor. Todo bien, espero.
– No si puedo evitarlo -respondió cordialmente Gaspereaux, en un tono más alto y con un acento más aburguesado del que Sands le había oído jamás.
– A ver entonces de qué va todo esto, espero que ni pizca de la vieja grandiosidad colonial…
– Sands, necesito desesperadamente…
– Entre nosotros nada de prólogos, Gasper, tantum dic verbo, ¿no?
– Bien, en ese caso… -Y relató lo más desapasionadamente que pudo la situación de la que había escapado y lo que temía que le ha_bía sucedido a la H.M.S.F. Saksaul-, Se trata otra vez de la vieja histo__trado por fin.ria de Shambhala. Alguien, tal vez uno de los nuestros, la ha encon
– ¿Cómo?
Gaspereaux repitió los fragmentos que había escuchado.
– Y el lugar está… intacto. Otras ruinas de sub-superficie están llenas de arena, claro, pero en Shambhala la arena es mantenida a distancia por una invisible esfera de fuerza, como una gigantesca burbuja de aire…
– Así que cualquiera que sepa dónde está…
– Puede entrar y ocuparla, sin que le haga falta ningún equipo es_pecial.
– Bueno, es una noticia espléndida, Gasper. -Pero Gaspereaux le de_volvía una mirada fija y apesadumbrada-. Quiero decir que es un…, un momento de esplendor para Inglaterra, debería haber pensado…
– No somos los únicos que hemos llegado hasta allí, Sands. En este instante, todas las Potencias presentes en la región están llevando allí sus fuerzas. Las acciones contra fragatas como la Saksaul no son más que los primeros amagos. Cada día que pasa aumentan las posibilida__dad, con regimientos enteros como mínimo.des de que estalle un conflicto prolongado por la posesión de la ciu
– Pero si yo mantengo contacto telefónico permanente con Whitehall… ¿por qué no lo ha mencionado nadie?
– Oh, porque estoy loco, supongo, y todo esto no ha sido más que la fantasía de un loco.
– De eso se trata precisamente, chico, ahora sé que tus más desqui_ciadas afirmaciones no son más que un relato convencional contado prematuramente y sin pensarlo dos veces. -Sacó medio soberano con la forma de la cabeza del señor Campbell-Bannerman-. Supongo que tengo que buscar una cabina telefónica. Ohvayaohvayaohvaya. -Y sa____________________dad para imaginarse nada con claridad más allá de Dover.donado la esperanza de volver a ver cuando cruzaba el desierto, le ayudó lenta y comprensivamente a recuperar su entrañable incapacilió. El local tenuemente iluminado, que Gaspereaux casi había aban
El día que Dally se marchó a Nueva York, Merle, fingiendo has__gares que se le ocurrieron, abrió cajas, miró bajo las colchas y detrás del armazón de la carreta, y finalmente descubrió una vieja muñeca de peluche,ta para sí mismo que había perdido las gafas, rebuscó por todos los lu Clarabella, la única que se les había ajustado, como le gustaba decir a Dally, hacía años en Kansas City, y que ahora yacía olvidada en_tre el polvo de la casa, y le sorprendió sentir emociones que no le eran propias, como si la melancolía se debiera a la vieja Clarabella que tenía delante, abandonada a plena luz del día, sin ninguna niña que la reco____________________pezasen a fluir, y eso si no se desmoronaban del todo.teriorado la pintura, para que las malditas válvulas de un hombre emgiera. Bastaba una sola mirada a aquella cara, y ver cómo se había de
Esperó hasta el siguiente día de fundición del mineral y luego dejó el trabajo de amalgamador en Little Hellkite, recogió las sustancias químicas del revelado, las placas fotográficas y unas cuantas fotogra____________________dad que no había visto, una pieza concreta que, a menos que volviera a dar con ella y la utilizara, podía despojar de sentido a buena parte de su vida hasta ese momento, así de importante era. Dirigiéndose hacia el este, se dio cuenta de que Dally estaba en alguna parte casi dos mil kilómetros por delante, pero no tenía intención de llegar hasta el final. Sólo hasta donde tenía que hacerlo.bió por el paso de Dallas Divide, atravesó Gunnison y descendió por la larga vertiente oriental hasta Pueblo, sin poder quitarse de algún rincón de la cabeza la convicción de que años atrás, de camino hacia el oeste, rumbo a Colorado, se había perdido algo esencial, una ciugunas de las que se guardó podrían haber sido de Dally. Encontró un par de buenos caballos, se encaminó hacia las San Miguel, luego sufías que quiso conservar después de haber regalado todas las demás. Al
La noche del sábado, Merle entró en Audacity, Iowa. Era justo des__brado público, que deletreaban contra el día que moría el nombre del local de imágenes en movimiento de la ciudad:pués de la hora de cenar, todavía había un poco de luz en el cielo, unos carros agrícolas salían de la ciudad rodeados de una neblina que hacía que los pequeños robles parecieran redondos y lisos como pirulís; se fijó en una pequeña multitud que se removía, murmuraba y estaba a punto de alborotarse delante de un edificio de tablillas y tejado plano con lámparas de gas multicolores, encendidas ya antes que el alum drjeamtime movy. Merle aparcó la carreta y se acercó a ellos.
– Parece divertido.
Se fijó en que, como muchos locales rurales del mismo tipo, an____________________jarse arrastrar por el hechizo de un narrador de historias.ligiosas: en ambos casos la gente mostraba la misma disposición a denoritaria para pagarse un ministro, y había acabado reconvertida en cine. A Merle le parecía lógico, pues no veía mucha diferencia entre el público del cine y las multitudes que asistían a las celebraciones retiguamente había sido una iglesia de alguna confesión demasiado mi
– La tercera semana seguida -le informaron sin tardanza- en que el maldito aparato no funciona; estamos esperando a que Fisk salga y nos suelte las tonterías de siempre.
– Ha pasado en el momento más inoportuno posible, justo cuan_do ella está agarrándose a ese tronco en el río…
– … que la arrastra a la cascada que cae desde un acantilado…
– …la corriente es tan fuerte que no puede nadar; él acaba de en_terarse y cabalga para llegar a tiempo…
– ¡Y va y todo se descuajaringa! Fisk no sabe lo poco que le falta para que lo echemos de la ciudad.
– Ahí está por fin, el miserable memo.
Merle se acercó para hacer un poco de espacio entre el visible_mente disgustado Fisk y la multitud.
– ¿Qué hay, hermano de las lentes? ¿Qué ha pasado, se ha roto la película, se han quemado los carbonos?
– La película se sale todo el tiempo. La rueda dentada y el engra_naje, no sé qué más puede ser.
– Yo he manejado un par de estos chismes, ¿te importa que eche un vistazo? ¿Qué tienes, un mecanismo Powers?
– Sólo una Geneva normal. -Llevó a Merle a la parte de atrás de la sombría y pequeña ex iglesia y subieron por unas escaleras hasta lo que había sido la galería del coro.
– Casi lo único que sé hacer es ensartarla dentro, antes se encarga__tales a todo el mundo contando lo bien que se lo está pasando.ba Wilt Flambo, que es el relojero del pueblo, se conoce el aparato de arriba abajo; yo heredé el trabajo cuando Wilt se fugó con la mujer del tendero, y ahora anda por Des Moines o no sé dónde y envía pos
Merle echó un vistazo.
– El mecanismo de esta Geneva va bien, es la tensión de la rueda lo que no acaba de funcionar, seguramente la zapata necesita…, ahí, vale, quítale la luz ahora, ¿qué son, fogones de gas?
– Acetileno. -Ahora sí que funcionaba, y los dos se quedaron un momento mirando la pantalla mientras el filo de la peligrosa cascada se acercaba cada vez más.
– Más vale que lo rebobine hasta el principio. Me has salvado el pellejo, amigo. Te cedo el honor de darles la buena noticia.
– Sinceramente -confesó más tarde Fisk ante un amigable vaso de cerveza-, siempre me ha dado pánico, demasiada energía suelta en esa salita, demasiado calor, la nitro en la película…, da la impresión de que todo va a explotar en cualquier momento, ya sabes los rumores que corren por ahí, y si se tratara sólo de la luz, aún, pero esas otras fuerzas…
Se intercambiaron las amargas y resentidas sonrisas de labios apre____________________bía quedarse un hombre.nivela del proyector y las demoníacas energías cerca de las cuales dechoso estupor: en este caso, el simple esfuerzo físico de darle a la matados de los profesionales que conocen bien la magnitud del precio que hay que pagar para que la magia mantenga al público en su di
Merle trabajó allí durante un par de semanas, mientras Fisk vol____________________sión. Pero si la idea consistía en animar imágenes fijas, toria que se contaba en la pantalla y, sin dejar de darle a la manivela del proyector, reflexionaba sobre la extraña relación que tenían esas imágenes en movimiento con el Tiempo, tal vez no tan anómala como engañosa, pues todo se basaba en engañar al ojo, que era la razón por la que, imaginaba, tantos magos de la escena se dedicaban a la profevía a su tienda de piezas de carreta y se recuperaba. Al cabo de un rato, como ya le había pasado antes, Merle se desentendía de la histenía que ha____________________pia luz…nía que haber algo más directo, algo que pudiera hacerse con la progranajes, lentes múltiples, sincronizadores y mecanismos de relojero para que cada fotograma se detuviera una fracción de segundo. Teber un método mejor que aquel complejo artefacto de cadenas de en
Un día, bajo un cielo de cierto tono amarillo casi familiar, llegó a la orilla de un río en el que unos jóvenes hacían piragüismo, pero no con alegría o despreocupado coqueteo sino con cierta oscura per____________________leras de madera, las galerías, los desvanes, los banquetes al aire libre, los toldos callejeros, los grupos que se congregaban, la noche que caía, un pequeño cine, neón amarillo limón fuera…rías, los espacios para sentarse y hablar, o no hablar, los cafés, las escato la primera vez que anduvo por allí: las calles flanqueadas por librebía encontrado a él; entró a través de las puertas ruinosas del campus y reconoció el lugar que había estado buscando, el que no había visplejidad, como si estuvieran ahí por motivos más profundos pero no se acordaran de cuáles eran. Reconoció el estado de ánimo como un rasgo más del paisaje, como un explorador que descubre una montaña o un lago, algo tan simple como coronar la línea del horizonte de una cordillera: ahí estaba, extendiéndose tan limpiamente como un mapa de sí mismo. Había encontrado Candlebrow, o, si se prefiere, ella lo ha
Allí la tierra se combaba suavemente. Ninguna voz, fuera del esta____________________cias bíblicas cuando llegaban los primeros vientos y caían las primeras gotas de lluvia.nes para practicar el piragüismo. Tarde sí y tarde no, aparecían nubes de tormenta hacia el oeste y empezaban a acumularse, y entonces el cielo se oscurecía, adquiriendo un tono gris amarillento de resonanble río de Candlebrow, el Sempitern, famoso por sus buenas condiciovos duros, encurtidos y botellas de cerveza, hasta las orillas del apacites: trébol del prado, madreselva, reina de la pradera. Los que iban de picnic llevaban herraduras y ukeleles, cestas llenas de sándwiches, huedio deportivo, superaba el tono conversacional. Los caballos pastaban en el Patio de la Universidad. El olor a campo se filtraba por todas par
Los conferenciantes procedían de todo el mundo; había nihilistas rusos con nociones peculiares sobre las leyes de la historia y los proce____________________bre los principios de la vendetta, caldereros americanos como Merle con dudas electromecánicas concretas que aclarar. Todos sus espíritus dedicados de un modo u otro al asedio del Tiempo y sus misterios.po sobre las leyes del Karma, sicilianos con aprensiones similares sosos reversibles, swamis preocupados por los efectos del viaje en el tiem
– La verdad es que nuestra supuesta temporalidad lineal se basa en un fenómeno circular o, si lo prefiere, periódico: la propia rotación de la Tierra. Todo gira, hasta el propio universo entero. Así que podemos mirar la pradera, el cielo que se oscurece, el nacimiento de una nube- embudo para ver en su vórtice la estructura fundamental de todo…
– Esto, Profesor…
– … «embudo», claro, es un poco confuso, pues la presión en el vórtice no se distribuye en algo tan simple como un cono de lados rectos…
– Señor, discúlpeme, pero…
– …es más bien un cuasi-hiperboloide de revolución que…,eh, un momento, ¿adonde va todo el mundo?
Los asistentes, algunos a una velocidad más que considerable, ha____________________ballo más veloz soñaría to de rozar la tierra, acercándose, parecía que casi conscientemente, al campus que se cruzaba en su camino, a una velocidad que ni el caferencia, allí pendía, de las nubes hinchadas y pulsantes de luz, hacia el oeste, el clásico «tornado» de las praderas, alargándose hasta el punbían empezado a dispersarse, y la más breve mirada al cielo bastaba para explicarlo. Como si el Profesor le hubiera dado vida con la conalcanzar.
– ¡Corra…, por aquí!
Todo el mundo se dirigía al McTaggart Hall, la sede del Depar____________________dieron manguitos incandescentes y lámparas de tormenta, esperando la inevitable interrupción de la luz eléctrica.bía entre Cleveland y Denver. Los matemáticos e ingenieros encentamento de Metafísica, cuyo refugio contra ciclones era conocido en toda la región como el más espacioso y mejor acondicionado que ha
En el refugio contra ciclones, ante un café semilíquido y buñue_los de granja que habían sobrado del último tornado, volvieron al tema de las funciones periódicas y su forma generalizada, las funciones automórficas.
– Para empezar, el Eterno Retorno. Si podemos construir tales fun_ciones en abstracto, debe de ser posible crear también expresiones más seculares, más físicas.
– Como construir una máquina del tiempo.
– Yo no lo habría expresado así, pero si lo prefieren, muy bien.
Los vectoristas y cuaternionistas recordaron a todos los presentes la función que habían obtenido recientemente, conocida como la Lobachevskiana, abreviada Lob, como en «Lob a», mediante la cual, casi como un subproducto, el espacio euclidiano normal se transforma en uno Lobachevskiano.
– Entramos así en el torbellino. Se convierte en la esencia misma de una vida remodelada, proporcionando los ejes a los que se referirá todo lo demás. El tiempo ya no «pasa» con una velocidad lineal, sino que «retorna» con una angular. Todo se rige por la Dispensación Automórfica. Retornamos a nosotros mismos eternamente o, si lo prefie_ren, atemporalmente.
– ¡Renacidos! -exclamó repentinamente iluminado un cristiano presente en la reunión.
Arriba, la devastación ya había empezado. Y en ese momento al__ba simplemente de «un» tornado de los que se abatían sobre Candlebrow con angustiosa regularidad, sino que indiscutiblemente eraguien podría haber percibido algo raro en ese tornado. No se trata siempre el mismo tornado. Había sido repetidamente fotografiado, se había me__brosamente invariables. Al poco tiempo, se le dio un nombre,dido la velocidad del viento, su circunferencia, su momento angular, las formas que adoptaba a lo largo de su desplazamiento, y de una visita a la siguiente todos esos parámetros se habían mantenido asom Thorvald, y habían empezado a amontonarse ofrendas propiciatorias a las puertas de la Universidad, por lo general objetos de metal en láminas, que, se creía, eran una de las preferencias de la dieta de Thorvald. La alimentación humana, no tan común, estaba representada por diver__párselo.sos animales de granja, vivos y sacrificados, aunque, de vez en cuando se habían dispuesto banquetes enteros, cocinados y preparados para degustarlos sobre largas mesas de merendero; se requería un nivel de indiferencia al destino bastante superior al que poseía este conjunto de estudiantes despreocupados para llevarse algo o, peor aún, para zam
– ¡Supersticiones! -gritaban algunos profesores-. ¿Cómo vamos a poder mantener aquí la menor objetividad científica?
– Pero supongamos que intentáramos comunicarnos con Thorvald…
– Ah, se llama Thorvald, vaya, vaya, sí que somos amiguitos.
– Bien, en cualquier caso es cíclico, así que podría ser posible emi_tir algún tipo de señal utilizando la modulación de ondas…
De hecho, había dos diseños diferentes de Telégrafo Thorváldico a la venta en West Symmes, por donde Merle merodeaba aproxima____________________titud de chanchulleros y engatusadores en ese bazar del Tiempo para, go de kilómetros a la orilla del río, se congregaba una inmensa muldamente una hora al día. Cada verano, ahí, en Candlebrow, a lo larcon sus malas artes, vender relojes de bolsillo y de pared, elixires de la eterna juventud, certificados de nacimiento falsos debidamente auten____________________lar con ellos, sobre todo con los que tenían tarjeta de visita.domadamente avariciosos, Merle encontraba que merecía la pena charnejo» de algún tipo, así como chisteras extrañamente modificadas que servían para el mismo propósito, y salvo en el caso de los tipos más rebantes, túnicas, zapatos con puntas alargadas que ocultaban un «cones del Tiempo tal como las practicaban pueblos de todos los rincones del mundo, y la curiosidad que despertaban esos sujetos se suponía que era la verdadera razón oculta para asistir a esas reuniones estivales. No es de extrañar que un gran número de estos cursos de tipo espiritual los impartieran charlatanes y timadores, que con frecuencia lucían turro» -«Mire, el pollo vivo entra por este extremo de aquí…»- y, sobre todo, ofrecían instrucción sobre las numerosas formas de trascender el tiempo, la atemporalidad, el contra-tiempo, las huidas y emancipaciocánicos con extraños brillos que supuestamente procedían del «fututificados, sistemas de predicción para la Bolsa, resultados de carreras de caballos en hipódromos lejanos mucho antes de la hora de la carrera, junto con instalaciones telegráficas para realizar apuestas reales sobre los destinos de esos animales todavía no acelerados, artefactos electrome
Al poco, más rápido de lo que habría imaginado, se convirtió en un fijo de las reuniones estivales. El resto del año era una sucesión de días laborales idénticos entre sí cuya única función era permitirle, du____________________sagraba a los Misterios del Tiempo.mia, la fotografía y las chapuzas varias quedaron relegadas a trabajos diurnos habituales. Las noches, las huidas y viajes de la noche, las condía desmontarlo y ver cómo funcionaba. De ahí en adelante, la alquipo y compartirla con otros de la misma especie. Nunca se planteó de dónde había surgido esa preocupación, si procedía de su afición a la fotografía y su convergencia de plata, tiempo y luz, o se debía a que, con Dally lejos de casa, el Tiempo le pesaba tanto en las manos que se veía obligado a acercárselo un poco más a la cara, a mirarlo con los ojos entornados desde distintos ángulos, puede que para comprobar si porante un mes en verano, entrar en el reino de la obsesión por el tiem
Y un anochecer, a eso del crepúsculo, Merle creyó ver por el ra__naves Gigantes de 1896 y 1897, albillo del ojo, navegando por el cielo como una de las famosas Aero Inconvenience, y como era de espe_rar, un poco más tarde, en West Symmes…
– Y bien, ¿qué tal está, señor? Me he acordado mucho de usted y también, claro, de su encantadora hija, la señorita Dahlia.
Merle tuvo que entrecerrar los ojos para ver más allá del bigote, pero reconoció a Chick Counterfly sin la menor duda.
– Está haciéndose un nombre en el mundo del espectáculo, en el este -dijo Merle-; gracias por el interés. ¿Qué andáis haciendo última____________________cio de la demolición de campanarios.bando su Campanile, el cual, debo señalar, es el modelo que se siguió para el que hay aquí, en el campus, lo digo por si seguís en el negomente? Lo último que leí es que estabais por Venecia, en Italia, derri
– Estos días intentamos instalar algunos equipos de Hipops. A pro_pósito, ¿conoce a Roswell Bounce? ¿El padre del Aparato Hipops?
– Soy yo; si me acerco a menos de tres metros de cualquiera de esas unidades, empiezo a escuchar unas vocecitas que dicen: «¡Papi! ¡Papi!». Vaya, si tenemos aquí a Merle Rideout.
– Coño, Roswell, sí que ha pasado tiempo desde Cleveland -dijo Merle- Seguí aquel juicio con mucho interés.
– Oh, sí, fui a juicio, no tenía más remedio, pero ya te imaginas el tipo de abogados que me pude pagar, mientras que el hijo de perra de Vibe tenía a sus lacayos de Wall Street, Somble, Strool & Fleshway, todos alineados contra mí.
El juicio de la demanda de Bounce contra Vibe resultó una fuen__tal. Se esperaba que perdieran, tan ridículamente como fuera posible, aunque de vez en cuando una apuesta privada bien informada podía pagarse muy bien.te de diversión pública e incluso convirtió a Roswell en una especie de celebridad. En América los inventores excéntricos estaban por aquel entonces en boga como rivales improbables de los molinos del Capi
– Pasan los años, sin ningún resultado, y con el tiempo he desarro_llado una litigiomanía, «paranoia querulans», como la llaman los mata_sanos de los nervios; incluso intenté llevar ajuicio al viejo Vibe, para amortizar al menos los honorarios de los psiquiatras, pero, para variar, nada de nada.
– Pues se te ve muy animado -le pareció a Merle- para padecer P.Q. crónica.
Roswell guiñó un ojo.
– Ya sabes que hay quienes han encontrado a Jesús. Bueno, también me pasó a mí, aunque mi Salvador resultó ser un semidiós más clásico, a saber -fingiendo mirar furtivamente a izquierda y derecha-: Hércules.
Merle, que reconoció al instante el nombre de una popular mar_ca de agente detonador, parpadeó discretamente.
– Un tipo poderoso. Doce Trabajos en lugar de doce Apóstoles, creo recordar…
– Justamente -asintió Roswell-. Así que ahora se trata más bien de «paranoia detonans». El tipo me ha robado las patentes, pero todavía sé construir mi propio equipo. Me ciño ese Hipops y me desplazo bajo tierra tan tranquilamente como una ardilla por un jardín, hasta que un día tenga a ese cabronazo ladrón justo encima de la cabeza y…, bue_no, no seré demasiado concreto…
– Katapum, podrías decir.
– Oh, eso lo dirás tú, yo no soy más que otro inventor loco tan inofensivo como tu abuela.
A la tarde siguiente, la luz adquirió un matiz amarillento más in_tenso, y con ella volvió Thorvald. Merle rebuscaba en el carromato en busca de su equipo de vendedor de pararrayos cuando apareció Ros_well y se quedó mirándolo con interés.
– ¿No serás uno de eso tipos del Haz Anarmónico?
– Ni idea.
– ¿Qué estás haciendo con ese armatoste? -preguntó señalando un montón de agujas metálicas que apuntaban hacia arriba en distintas di__vistas de cables y conectores.recciones y que convergían en un único punto común en la base, pro
– Se pone en el tejado del establo y se engancha al pararrayos, es lo que en el oficio llamamos un copete -explicó Merle.
– Quieres decir que el rayo le da…
– Sí, es increíble. Suelta un resplandor. Dura un buen rato. La pri_mera vez te da la impresión de que estás soñando.
– Los profesores de geometría lo llaman Haz. ¿Y si lo atravesaras con un plano transversal de algún tipo, como si quisieras cortar las es__nicas o anarmónicas, dependiendo de…tacas a diferentes tamaños? Si le pones aislantes, tendrás diferentes corrientes en los diferentes segmentos, cuyas ratios pueden ser armó
– Todo depende de la afinación… -Y así siguieron, ajenos al inmi_nente ciclón.
– De cómo muevas el plano, evidentemente. Si lo haces móvil…
Thorvald se cernió sobre ellos por un instante, como si intentara determinar hasta qué punto se sentía criminal hoy, luego se ralentizó brevemente para recuperar al momento la velocidad, que era el equi__lante hacia presas más prometedoras.valente en un tornado a un encogimiento de hombros, y siguió ade
– Quiero conocer la luz -confesó Roswell-, quiero penetrar en sus misterios y encontrar su corazón, tocar su alma, coger un poco con mis propias manos, sea lo que sea, y traerla, como en la Fiebre del Oro, pero esta vez habría más en juego, quizá porque resulta más sen_cillo volverse loco: hay peligros en todas direcciones, más letales que las serpientes, la fiebre o los usurpadores de minas…
– ¿Y qué medidas estás tomando -inquirió Merle- para asegurar_te de que no acabarás vagabundeando por las malas tierras de nuestra justa república y desvariando sobre minas perdidas y demás?
– Me voy a California -respondió Roswell.
– Eso puede ayudar un poco -dijo Merle.
– Lo digo en serio. Es donde está el futuro de la luz, concretamen____________________mino, al menos en mi caso.medio para ella, el Sheriff tendrá que conformarse con el polvo del cate en el cine. El público adora esas películas, nunca se cansa, tal vez se trate de otra enfermedad mental, pero mientras nadie encuentre re
– Si hay algo que sobra es trabajo de proyeccionista, no te digo que no -comentó Merle-, pero la maquinaria misma es peligrosa y por alguna razón, no sabría decir cuál, más complicada de lo necesario.
– Sí, a mí me sigue asombrando -coincidió Roswell- este culto irracional por el mecanismo de la Geneva, y la idea de que un proyec____________________po, el tictac del tiempo en sólo una dirección, sin vuelta atrás posible. El único tipo de películas que llegaremos a ver en una máquina como ésa serán películas de reloj, que transcurren del principio al fin de la bobina, un fotograma detrás de otro.ra ser de otra forma. Los relojes de bolsillo y de pared son estupendos, no me malinterpretes, pero suponen una especie de reconocimiento del fracaso: existen para glorificar y celebrar un tipo particular de tiemtor de cine tenga que construirse como un reloj…, como si no pudie
»Uno de los problemas a los que se enfrentaron los primeros relo____________________yoría de posiciones en tres dimensiones con referencia a la gravedad de la Tierra, para que los errores se anularan mutuamente y volvieran el tiempo inmune a la gravedad. Pero supón que quisieras invertir los términos.ra sobre una pequeña plataforma propia, ajustada a la tercera rueda, que rotaba una vez por minuto, adoptando a lo largo del día la majeros era que el peso de las partes móviles afectaba al funcionamiento del reloj. El tiempo era vulnerable a la fuerza de la gravedad. Así, Breguet sugirió el torbellino, que aislaba el volante y la rueda de ánco
– ¿Volver la gravedad inmune al tiempo? ¿Por qué?
Roswell se encogió de hombros.
– Otra vez se trata de la cuestión del sentido único. Ambas son fuer__go de la cuarta, del nacimiento a la muerte.zas que actúan sólo en una dirección. La gravedad ejerce su potencia a lo largo de la tercera dimensión, de arriba abajo; el tiempo a lo lar
– Si se rotara algo a través del espacio-tiempo, adoptaría todas las posiciones con referencia al vector unidireccional «tiempo».
– Eso es.
– Me pregunto qué se obtendría.
Ahí aparecieron los haces patentados y…, bueno, hablando de ser inmune al tiempo, casi sin darse cuenta habían paseado varios kiló____________________que o con otros peinados recogidos, y en vestidos largos con motivos florales de se de la bronca río arriba o abajo. Las estudiantes, con moños a lo Psipotricaban chillándose en un curiosa e ininteligible jerga técnica. Los pescadores de caña abandonaron rápidamente sus puestos para alejarta atención aérea, y no a las diminutas figuras de abajo, que ahora desdas las hojas se giraron bruscamente y el árbol empezó a brillar de arriba abajo, como si fuera a estallar otra tormenta, como si el árbol mismo hiciera un gesto, se diría que dirigido al cielo, para llamar ciermetros río arriba y se detuvieron junto a un sicomoro. Sobre ellos, toguinga ligera, linón y seda pongée, interrumpieron sus pa_seos para mirar.
Nada raro. La política cotidiana de esta conferencia habría hecho que un recital básico de historia de los Balcanes pareciera tan simple como un chiste contado en una taberna. En el mundo de los teóricos, nadie, por más sabio que pareciera, podía eludir los complots, golpes, cismas, traiciones, disoluciones, intenciones malinterpretadas y men____________________ta, o a veces el simple grado de pureza que pudiera satisfacer sus cada vez más inescrutables necesidades.cón de la Tierra capaz de darles corriente con la fase o frecuencia exacran sospechas de los horizontes nocturnos, dónde podían dar con la zona discontinua, la veta exótica, el servicio público local de algún rincían demasiadas preguntas, qué artistas pirotécnicos italianos vendrían y les servirían de coartada cuando los habitantes de la ciudad tuviepidos eran dignos de confianza, por no mencionar qué sheriffs no habrían cómo mantenerse en contacto, qué telegrafistas y mensajeros rásajes perdidos que se retorcían y arrastraban bajo la alegre afabilidad del campus del Medio Oeste. Pero los mecánicos se comprendían unos a otros. Al final del verano serían estos testarudos caldereros, con sus fracturas torcidas mal curadas, cicatrices y cejas chamuscadas, irritados crónicamente ante la irreductible terquedad de la Creación, los que saldrían de estas reuniones festivas de viajeros en el tiempo con algún tipo práctico de impulso; y cuando los profesores hubieran regresado todos a sus estanterías, a sus protegidos y a sus intrigas persiguiendo este o aquel símbolo de prestigio en latín, serían los ingenieros los que sa
Un día hubo una nevisca de rumores que afirmaban que el fa__rencias donde se celebraría el acto, que luego era trasladado a otros más amplios, a medida que más gente se enteraba y quería asistir.moso matemático Hermann Minkowski venía de Alemania a dar una charla sobre el Espacio y el Tiempo. Se anunciaban salones de confe
Minkowki era un joven de bigote puntiagudo y cabello negro ri____________________se. Dio la conferencia en alemán, pero anotó las suficientes ecuaciones para que más o menos los asistentes pudieran seguirla.vedos, y parecía un hombre de negocios que hubiera salido a divertirzado, cepillado en un copete. Llevaba un traje negro, cuello alto y que
Cuando todos hubieron abandonado el salón, Roswell y Merle se quedaron sentados mirando la pizarra que había utilizado Min_kowski.
– Tres por diez elevado a cinco, en kilómetros -leyó Roswell-, es igual a la raíz cuadrada de menos un segundo. Eso si quieres que esa otra expresión de ahí sea simétrica en las cuatro dimensiones.
– No me mires así -se quejó Merle-, eso fue lo que dijo él, no ten_go la menor idea de lo que significa.
– Pues parece que ahí tenemos una inmensa, pongamos, astronó_mica distancia, que equivale a una unidad de tiempo imaginaria. Creo que llamó a la ecuación «preñada».
– Pues muy bien. También dijo «mística».
Se liaron unos cigarrillos, fumaron y miraron los símbolos de tiza. Un estudiante merodeaba por la parte de atrás del salón, pa_sándose una esponja de pizarra de una mano a la otra, esperando para borrarla.
– ¿Te has fijado en cómo la velocidad de la luz está por todas par_tes? -preguntó Roswell.
– Como si hubiéramos vuelto a Cleveland, con todos aquellos ti__minados.pos del Éter. A lo mejor entonces, sin saberlo, no íbamos desenca
– Lo que yo creo es que sólo nos hace falta traducir todo esto de aquí a algo material y duro, soldarlo bien, y nos meteremos en el ne_gocio.
– O en problemas.
– A propósito, ¿aquí quién de los dos es el pragmático y quién el soñador loco? Siempre se me olvida.
Frank volvió un día al oeste de Texas, salpicando gotitas del río fangoso que se transmutaban brevemente bajo una luz del sol que su corazón ya no sabía apreciar.
Siguió el curso del río a través de Nuevo México hasta San Ga__ra sumido hacía muchos años. Se dirigía a Nochecita, el ramal en que se había bifurcado su destino. ¿Dónde si no? Era como pedir que una maldita avalancha subiera colina arriba.briel, tomó el viejo Camino Español, que tendía hacia el oeste, y cada una de esas noches fue visitado por una sucesión de sueños peculiarmente nítidos sobre Estrella Briggs. Hasta que un día llegó a la región de McElmo, y fue casi como salir de un estupor en el que se hubie
En Nochecita, debido tal vez a los problemas al sur de la frontera, encontró que se habían instalado bastantes tipos duros. No eran peli____________________cimientos cotidianos, desplazados algunos de ellos a lugares más fríos y a tiempos más duros, hechos polvo, a la deriva, arrastrados al oeste por aquellas promesas del Pacífico, víctimas de su propio juicio errado…, pero Frank comprendió que él no iba a formar parte de aquello.quiera que hubieran sido, cada vez más presas de los fatigosos acontemas y suministros médicos, trabajadores del ferrocarril, ingenieros de caminos e hidráulicos, ninguno de los cuales miraba nunca a los ojos a Frank, ni respondía cuando él hablaba ni le reconocía salvo en silencio y furtivamente. Se preguntaba si él no sería su propio fantasma, que rondaba por esas habitaciones y pasillos como si la casi insignificante fracción de su vida que había transcurrido allí, allí siguiera, y de algún modo continuara palpitando, al otro lado de lo visible: Stray, Cooper y Sage, Linnet, Reef como el despreocupado calavera que había sido, todos estaban «allá», como viviendo en el mundo, sin ser ya quienesnaban más y comían mejor, a medida que la población se llenaba de representantes de las fabricas, vendedores inmobiliarios, viajantes de arba de subir mes tras mes, y seguían llegando nuevos inquilinos, que gataban niveladas. Y pese a todo, el alquiler, se quejaba la gente, no parabamiento en un futuro cercano cobraba fuerza. Los cimientos se habían ido deshaciendo en guijarros y polvo, y la lluvia se filtraba por todas partes. Había poca o ninguna calefacción, las tablas del suelo ya no espojaban de desconchones de un blanco sucio, y la amenaza de derrumco, y sus envejecidos clavos crujían, el yeso tendía a descascarillarse con sólo mirarlo más de un segundo, las paredes de las habitaciones se desto, y al ganar éste velocidad la presión disminuía, tanto que cuando las implacables ráfagas de la meseta atravesaban la ciudad, la estructura más antigua, endeblemente sujeta, era de hecho aspirada hacia un lado, y luego hacia el otro, durante toda la noche, balanceándose como un barvos edificios cerca de la vieja casa de Stray, a veces tan pegados unos a otros que sólo quedaban estrechos pasajes por donde arreciaba el vienbos más tiempo del estrictamente necesario. Se habían levantado nuegrosos, pero no cabía duda de que algunos de ellos vivían al margen de la legalidad; tipos sociables, pero poco dispuestos a aguantar a bo
A veces, cuando preguntaba, alguno de los recién llegados inten_taba explicarle dónde estaba Stray, pero él no lo entendía, las palabras no tenían ningún sentido. De repente, la ciudad se convirtió para él en un mapa ilegible. Desde su estancia en México, había sido dolorosamente consciente de las tierras fronterizas y de las líneas que podían cruzarse y de las prohibidas, y el día a día de su vida con frecuencia parecía alejarse de lo que él creía que era su vida verdadera.
Seguía pensando que la veía, a Stray, con el cabello suelto y el bebé en los brazos, haciendo recados por la ciudad o alejándose a caballo, alejándose siempre de él, hacia las colinas. Pero más tarde, a eso de las tres o las cuatro, cuando todos menos Stray y el bebé, o sus sombras, se habían ido, cuando, solo, podía regresar a las habitaciones vacías, sa____________________cas amputadas del resto del edificio y ocupadas, le gustase o no, por los muertos…do o gorgoteando-, procedentes de unas habitaciones fantasmagóriraba. Se preguntó si Stray, venida a «su lado», durante la más acentuada tristeza de estas horas del día, habría empezado a oír en otras partes de la casa sonidos cotidianos de su propia presencia -pasos, agua corrienpapelado, cuando la luz entraba, y entonces escuchaba, respiraba, espebía que dentro de poco, desde el otro lado de lo que fuera que los separase, empezaría a oírla diciendo: «La cena estará lista enseguida». Frank se quedaba ante la endeble puerta de cocina, con el cristal em
Frank no lo soportó más que tres noches, aunque, cuando se mar____________________drioso, como si compartiera esa actividad con otras más adultas.nutos para recordar a Frank. Seguía siendo una belleza local, y todavía daba clases en la escuela, pero había adquirido una especie de aire vitimo momento se topó con Linnet Dawes, que necesitó un par de michó, le parecieron semanas. Al salir por la puerta de la calle, en el úl
– Déjame adivinar a quién estás buscando -dijo Linnet, con frial_dad, o eso le pareció a Frank.
– A Reef.
– Oh. Tu hermano se pasó por aquí el año pasado, o puede que el anterior, para recoger a la señora Traverse -hasta Frank detectó cierto sarcasmo- y al pequeño Jesse, pero no se quedaron más que una noche. Algo oí sobre Nuevo México, pero no puede decirse que ninguno de los dos se confiara a mí.
– Pasa algo raro, no dejo de pensar que veo a Estrella aquí y allá, por toda la ciudad, son sólo imaginaciones mías, supongo… -¿Cómo?, ¿aca_so ella le estaba clavando la mirada?-. ¿Qué? ¿He pronunciado algo mal?
– Esa señorita -dijo ella sacudiendo la cabeza- montó muchos numeritos por aquí. ¿A quién le hacía falta una ópera cuando ella sola ya daba el espectáculo? Una llega a creer que la chica es como uno de esos sabios orientales, que está muy por encima de todas las mezquin__gó a calarla. Un gran error de todos nosotros, pobres bobos.dades y fruslerías, que nos mira a los demás desde las alturas, así que imagínate nuestra sorpresa al descubrir al fin a la redomada egoísta con la que hemos estado viviendo, en realidad tan redomada que nadie lle
– Entonces, ¿es a ella a la que no paro de mirar? ¿O no es ella? Per_dón, quería decir «ver», no «mirar».
– Ya no eres el mismo chico listo y mono de la' escuela de minas que recuerdo, parece que has hecho algunos cursos con provecho, así que tal vez no tenga que ser demasiado comprensiva con tus sen____________________vo México. Ella va allí a veces.mana y el marido de ésta estuvieran casi siempre a un par de días de viaje. Es un pequeño rancho en las afueras de Fickle Creek, en Nueño Jesse, a cada uno lo suyo, y no ha hecho daño a nadie el que su hertimientos. Tu hermano se marchó de la región, más concretamente abandonó a su mujer y a su hijo. Estrella está criando bien al peque
– Para tratarse de alguien que no te cae bien, no le quitas ojo.
– Son sólo reflejos profesionales. Tu sobrino es un pequeño muy seductor, ya lo verás.
– Si paso por allí.
Ella asintió, un lado de su sonrisa más marcado que el otro.
– Ya, ya. Saluda de mi parte.
Alcanzó el puerto en la cumbre casi cuando la noche del sábado caía sobre Fickle Creek; desde allí se oían con claridad los disparos y los gritos de diversión. Desde la cabaña del puerto, a través de las chis____________________do de puros y empezó a bajar.cho más abajo, veía una pequeña ciudad que se extendía alrededor de una plaza. Frank se tomó un vaso de whisky rojo, compró un puñapas gélidas que caían, impregnada de una luz verde, fría y neutra mu
Encontró un hotel viejo y destartalado que ocupaba una manza____________________mado grupo se pasaba la noche yendo de aquí para allá. Todo el mundo gorroneaba cigarrillos.quier sitio buscando un cigarrillo y conversación. En el patio, un anicura madrugada fuera, Frank vio que siempre podía entrar en cualban casi siempre como vecinos, y todo el mundo podía rondar por las habitaciones de los demás. No importaba qué avanzada hora de la osnicable. Las puertas se dejaban abiertas, los desconocidos se comportatema infalible, un predicador con una visión sólo parcialmente comubitaciones, sin excepción, había alguien trabajando a medianoche en algún proyecto imposible: un inventor loco, un jugador con un sisna, el hotel Noctámbulo, donde reinaba el insomnio. En todas las ha
Extrañas motocicletas, muchas de construcción casera, entraban y salían ruidosa y torpemente de la ciudad. Los poetas vaqueros habrían podido afirmar que ese ruido «resonaba como un eco por la ladera empinada» y descendía hasta el valle, pero sobre el terreno resultaba un sonido demasiado exótico para transmitir ningún mensaje, al menos para la mayoría, aunque ciertas tabernas de camino a la ciudad y algu_nas situadas a su salida ya habían ofrecido su hospitalidad a las bandas de motoristas.
Frank descubrió que no podía dormir, así que se dirigió a la can____________________censes de la pradera buscando un cambio de ventilación, desesperados casi imberbes que cantaban la armonía declaban artistas de la conducción que habían dejado los circuitos cirtes. Por toda la calle principal, en esas cantinas para motoristas se mezballos, ahora estaban aparcadas Silent Gray Fellows e Indian V-twins, modificadas expresamente para adaptarse a esas montañas, con pedales de embrague, correas, cadenas o cambios de velocidad muy resistentina más próxima. Delante, donde en el pasado sólo se ataban los ca Pie in the Sky de Joe Hill a curtidos ancianos nihilistas en cuyas palmas las líneas del corazón, las de la vida, los montes de Venus y demás hacía muchos años que ha____________________bragues y cárteres hasta que el sol daba en las ventanas.na gira motorizada, y que se pasaban la noche fuera hablando de emtos como Kansas, tras abandonar no del todo contra su voluntad alguquinas, establecidos en Cortez, invitaban a tragos dobles de whisky Taos Lightning a devotos aficionados que venían de lugares tan remotigadas por fuegos de leña, paredes de piedra, alambre de espino que se desenrollaba demasiado rápido, bayonetas en las prisiones de Coeur d'Alêne… Motoristas de la tristemente famosa Banda de las Cuatro Escripciones blancas que ninguna Gitana de feria osaría leer, palmas casbían sido cubiertos por infinidad de cicatrices, convirtiéndose en ins
Un individuo pálido con una capa negra entró silenciosamente y se sentó en la punta de la barra. Cuando el camarero colocó ante él botella y vaso, cruzando las muñecas con el gesto habitual para poner la botella a la derecha del cliente, el caballero dejó escapar inesperada_mente un grito que helaba la sangre, se protegió los ojos con la capa y se echó atrás con tal violencia que se cayó del taburete y se quedó en el suelo, pateando el serrín.
– ¿Qué coño ha pasado?
– Ese de ahí es Zoltan, monta una Werner, subió a todas las mon_tañas de su Hungría natal y ahora anda haciendo una gira mundial en busca de nuevos retos. Ha ganado trofeos que no tienen ni nombre todavía, no teme a ninguna montaña sea cual sea su tamaño, pero si le enseñas algo que se parezca remotamente a la letra equis, se pone tal como lo ves ahora.
– Tampoco le gustan mucho los espejos de las cantinas, por eso se sienta en el extremo más alejado, como ahora…
– ¿Y pasa siempre que entra? -preguntó Frank-. Entonces, ¿por qué no le sirven primero la botella, luego traen el vaso y por fin…?
– Me lo han sugerido varias veces, y te lo agradezco de verdad, pero esto no es precisamente Denver, aquí no hay muchos chicos que sepan divertirse, y el viejo Zolly ha resultado ser un pasatiempo adictivo. Y así vamos tirando.
A eso de la mitad del tercer turno, Frank fue a desayunar calle arri_ba, al Emporio de las Tortitas, donde no tardó mucho en enterarse de que Stray había estado en la planta superior desde el principio, con un fo_rajido motorista cuya famosa Excelsior azul estaba aparcada delante, y, bueno, la satisfacción que se dibujó en su rostro cuando por fin bajó a este minúsculo restaurante, su porte, su cabello, por el amor de Dios, bastaban para partir a un hombre por la mitad, y una mitad diría con toda la calma del mundo que si la mirabas cómo ibas a resistirte y de____________________ban) no dejaban de lanzarlemerosas de lo que el tamaño del local y la hora de la noche justificatero del restaurante de mocos y lágrimas, sin preocuparse de quién lo viera. Mientras bajaba, las camareras atractivamente ataviadas (más numás, y la otra se sentiría tan desbordada que empaparía el mantel en ciertas miradas…
Oh, vaya, ahora viene el amante en persona, Vang Feeley, famo____________________miento del motor.nica de la moto, como la derivación del silenciador, pues, dadas las complejidades de la vida de Vang en ese mismo momento, cuando los múltiples desenlaces posibles de la noche solían concretarse en uno solo en cuestión de segundos de reloj, todo podía depender del funcionaba fuera un buen rato y hablaba con Zoltan, que se había recuperado de su ataque de hacía unas horas, de cuestiones relativas a la mecában el local, quienes empezaron a hacer comentarios, Frank no pudo evitar pensar que sobre él; cuando por fin remitieron, Vang ya llevapierna de los pantalones de Vang, bueno, al menos en esa dirección… Guau. Ese comportamiento podía haber pasado inadvertido al propio Vang, pero no a las inmisericordes y divertidas camareras que atestata de que había estado mirando, desde hacía ya un buen rato, la entrereció a Frank, para que tuviera también una vertiente carnal, con su atuendo negro de motorista, austero, intocable. Pasó sin decir palabra al lado de Frank, cuya actitud no mejoró mucho cuando se dio cuenso en toda la región, con unos aires casi demasiado legendarios, le pa
Stray se había demorado terminándose media taza de café, son____________________tación, Frank también salió para decirle adiós con la mano.cilación llevó consigo y distribuyó gabardina y faldas en un gesto tan complejo como una reverencia antigua, alzándolas, de hecho, y para goce de los mirones, lo bastante como para no engancharse con el tubo de escape del vehículo. Y uniéndose a la cola de otros admiradores atentos como una fila de vaqueros pasmados ante los trenes en la escogieran, y con una mano metida relajadamente en un bolsillo de la gabardina salió con un paso digno de admiración por la puerta para montarse detrás del maldito Vang, y en el mismo movimiento de osriendo vagamente a todos a su alrededor, incluido Frank, a quien no reconoció, si es que lo había visto, y cuando hubo acabado estiró el brazo para dejar la taza encima de los platos a la espera de que los re
Cuando regresó a Denver, seguía siendo la ciudad de Ed Chase, y Frank volvió a caer en su antigua costumbre de despilfarrar tiempo y dinero, hasta que una noche, paseando por Arapahoe en algún pun____________________niatura y campanas que tañían en la ducía un extraño tranvía sin caballos, con una aguja de iglesia en mirado Negro honorario, aunque no resultó ser más que una broma de dudoso gusto, Frank se topó con el Reverendo Moss Gatlin, que conto entre Tortoni's y Bill Jones s, donde había oído que le habían declaparte de atrás, y, sobre la ventana delantera, donde solía ir el rótulo con el destino, las palabras ilumina_das cielo anarquista. Moss estaba ocupado recogiendo a cuanto vagabundo, niño de la calle, opiómano, tirado, fiambre borrachuzo, en fin, a cuanto ciudadano que aparentase un mínimo desamparo, y su_biéndolo a su C.A. Express. Frank debía de ajustarse al perfil, porque el Reverendo lo divisó de inmediato e inclinó su sombrero.
– Buenas noches, Frank -le saludó como si se hubieran visto el día anterior. Tiró de una palanca y el vehículo redujo la velocidad lo su_ficiente para que Frank subiera de un salto.
– ¿Se olvida de alguna cara? -preguntó Frank asombrado.
– De las de un par de esposas, tal vez -dijo Moss Gatlin-. A ver, Frank, nunca llegué a contarte lo terrible que fue lo de tu padre. ¿Sa_bes algo de las pústulas infrahumanas que lo hicieron?
– Estoy en ello -dijo Frank, que, desde el medio segundo de con_tacto con lo sobrenatural en Coahuila, no había encontrado a nadie con quien hablar del tema.
– Me han llegado un par de historias, pero no puede decirse que corriera la voz.
– Ahora que lo dice, últimamente un par de tipos de los perió_dicos me han estado mirando raro, como si fueran a decir algo.
– Espero que no hayas tenido demasiadas dudas de esas que para_lizan a un hombre como si lo hubieran noqueado.
– Ni una duda ni dos -dijo Frank encogiéndose de hombros-. Lo hecho, hecho está, ¿no?
– ¿Cómo se tomó la noticia tu madre?
– Bien.
– Oh, vamos, tienes que contárselo a la esposa de Webb Traverse. Ella es la única persona en este mundo que tiene que saberlo, y ade_más de tu boca.
– Me avergüenza confesarlo, Reverendo, pero no sé ni dónde está ahora.
– Ha estado viajando un poco, pero lo último que sé es que se encuentra en Cripple. Y será porque Dios así lo quiere, pero da la ca__pañía…sualidad, Frank, de que voy en esa dirección, así que si quieres com
– ¿Va hasta allí en este armatoste?
– ¿En esto? Sólo lo pedí prestado para esta noche. En realidad…
Un individuo de pelo cano, chillando con cierto nerviosismo, los había estado persiguiendo por la calle en una calesa, al parecer desde hacía un rato.
– Por los badajos del infierno -murmuró el Reverendo-. Sabía que lo malinterpretaría.
– Esa palabra de ahí delante, «Anarquista» -recordó Frank en ese momento-, parece que alguien la haya escrito a mano, y con bastan_te tosquedad, lamento decirlo.
– Jephthah dirige un rancho cristiano junto a la carretera en Cherry Creek, y así es como reúne a su rebaño. Creí que esta noche estaba fuera, así que… ¡No pasa nada, Jeff -Redujo la velocidad-. ¡No dis_pares!
– Esas almas son mías, Moss.
– ¿Quién se las ha trabajado? Me llevaré cincuenta centavos por cabeza.
– Que me arranquen la sotana si te dejo sacar más de veinticinco.
– Cuarenta -dijo Moss Gatlin.
Los pasajeros miraban con interés.
– ¿Reverendo? -dijo Frank-, En cuando a mi fe religiosa…
– ¿No podemos hablar de eso más tarde?
Fueron en tren hasta Divide y cambiaron al de vía estrecha. El Re_verendo contó historias sobre Webb, algunas conocidas por Frank, otras imaginadas y un par nuevas para él.
– A veces -reconoció Frank- me siento raro por lo de Sloat. Ten_dría que haber sido el otro, porque papá no era el tipo de misión que le habrían encargado a Sloat ni tampoco la hubiera cumplido por sí solo.
– Sloat era un traidor a su clase, Frank, el peor tipo de siervo al servicio de los plutócratas, y nos has hecho un favor a todos, tal vez al propio Sloat más que a nadie. Te lo digo por si te preocupas por él. No irá al Cielo Anarquista, pero, vaya a donde vaya, le hará bien a su alma.
– ¿Al infierno de los plutócratas?
– No me sorprendería.
Nada más llegar a Cripple Creek, Frank se dio cuenta de lo de____________________culiares gorras de punto sudeslavas. Los guardias de los campamentos mineros pisaban con ganas esas calles que ahora eran suyas, a la busca de extranjeros que, como sabían de antemano, no hablaban inglés, y a los que acosaban para comprobar el nivel de docilidad general que se había impuesto en la ciudad.ra para remover basura, o, lo que era más probable, a emigrar de forma inminente. Había esquiroles por todas partes, que lucían aquellas penos acuerdos a que llegaran para ser contratados de nuevo, aunque fuera de honrados luchadores sin trabajo, dispuestos a aceptar los indigto invisible, si es que quedaba algo de él, aunque para Moss Gatlin era como si tan sólo se hubieran marchado y dejado una población entella. Habían ganado los propietarios, claro. El Sindicato se había vuelvastado y arrasado que había quedado aquel reciente campo de bata
– Mi sacerdocio. -Movió la cabeza para abarcar un tanto vagamen____________________guista de mañana. Nada místico. Es lo que pasa. Espera y verás.gativos a rondar Colorado algún día, porque es una ley tan universal e implacable como la de la Gravedad que el esquirol de hoy es el huelte a toda la población sin trabajo-. Estos chicos austríacos que ahora mismo parecen tan sumisos y atentos volverán como espectros ven
– ¿Dónde se alojará, Reverendo?
– En ningún sitio más de una noche. Simplifica las cosas. En cuan_to a ti, me han dicho que esa casa en la otra acera está bastante bien. A no ser que prefieras el hotel Nacional o algo así.
– ¿Nos volveremos a ver?
– Cuando me necesites. El resto del tiempo seré invisible. Ve con cuidado, Frank. Dale recuerdos a tu madre.
Frank consiguió una habitación, se pasó por el Oíd Yellowstone Saloon, empezó a beber, se llevó una botella a la habitación, no tardó en emborracharse, se sintió desdichado y se sumió en el estupor, del que unos chillidos en la habitación contigua lo sacaron en algún mo_mento de la noche.
– ¿Todo bien ahí dentro?
Un chico de unos quince años estaba acuclillado contra la pared, con los ojos abiertos como platos.
– Claro, sólo nos peleábamos con unas chinches. -Movió las cejas con vigor y fingió que blandía una fusta-, ¡Atrás! ¡Atrás!
Frank sacó su bolsa de tabaco y papel de liar.
– ¿Fumas?
– Habanos, básicamente, pero no me importaría echarme uno de esos que estás liando.
Fumaron un rato; Julius, que así se llamaba el chico, había venido de Nueva York, formando parte de una compañía de cantantes, baila__dos y huido en plena noche.rines y cómicos de gira por todo el país. Cuando llegaron a Denver, se encontraron con que el artista principal había cogido la paga de to
– La patrona es amiga del señor Archer, por eso estoy aquí condu_ciendo la carreta de comestibles.
– Y supongo que los animales del tiro te están haciendo pasar un mal rato, ¿eh?
– Sólo cuando quiero dormir. -El chico fingió lanzar una mirada desquiciada alrededor, moviendo los ojos a toda velocidad-. Es la vie_ja maldición del mundo del espectáculo, ¿verdad? Buscas trabajo, lo que te den, y dices que sí a cualquier cosa. Fui tan loco como para decirle al señor Archer que sabía conducir una carreta. Todavía no sé cómo se hace, pero ahora sí que estoy loco de verdad.
– Los caballos de por aquí se conocen los caminos bastante bien. Se_guro que los tuyos sabrían ir y volver a Víctor sin conductor siquiera.
– Formidable, eso me ahorrará mucho trabajo la próxima vez.
– ¿Y por qué no pruebas a ver si te deja hacer algo más?
– Necesito el dinero. Al menos el suficiente para volver a la vieja Noventa y tres Este.
– Muy lejos de casa.
– Lo bastante. ¿Y tú?
– Ando buscando a mi madre; lo último que sé es que está aquí, en Cripple, mañana daré una vuelta. ¿O ya es hoy?
– ¿Cómo se llama?
– Señora Traverse.
– ¿Mayva? Vaya, si vive a un par de manzanas de aquí, lleva el lo_cal de helados, Cone Amor, detrás de Myers.
– ¿Te burlas de mí? ¿Es una señora de tu altura más o menos, con unos ojos muy bonitos y que fuma en pipa a veces?
– ¡Sí! Viene a la tienda a comprar sal de roca, chocolate para coci_nar, cosas así. Los mejores refrescos helados a este lado de las Rocosas. Y tanto. Así que es tu madre, ¿eh? Pues debiste de tener una infancia cojonuda.
– Bueno. Se pasaba el día en la cocina, preparando lo que fuera, no me sorprende que también haya aprendido a hacer helados. Mu_cho después de mi época, claro.
– Entonces le espera un buen festín, caballero.
Antes de saludarla con un beso, ella ya lo tenía dándole a la ma_nivela de la máquina.
– Albaricoque y cereza, el helado del día; suena raro, pero el ca_mión de Fruita sólo aparece cada dos días, y es lo que tenemos.
Salieron por una puerta lateral a un callejón, Mayva sacó su pipa de mazorca de maíz y la rellenó de Prince Albert.
– ¿Sigues rezando tus oraciones, Frankie?
– No todas las noches. Y no siempre arrodillado.
– Más de lo que esperaba. Yo sí rezo por ti, a todas horas.
Kit estaba en Alemania y escribía cartas con regularidad. Reef nunca escribió mucho, pero ella creía que también andaba por Euro_pa. Antes de que surgiera el nombre de Lake, se oyó un tintineo en la puerta de la calle y entró una acomodada matrona con un par de niñas de unos ocho y diez años. Mayva dejó la pipa en lugar seguro y fue a atenderlas.
– Las niñas quieren unos cucuruchos, señora Traverse.
– Ahora mismo, señora. Lois, qué bonito vestido de guinga, ¿es nuevo?
La niña cogió el cucurucho de helado y clavó la mirada en él.
– Y ten Poutine, éste es el tuyo, el helado del día, que resulta que también es mi favorito.
La hermana pequeña esbozó una rápida sonrisa de disculpa y em_pezó a decir en voz baja:
– No podemos hab…
– Poutine. -Las monedas tintinearon sobre el mostrador de már_mol. La mujer recogió a sus hijas y salió rápidamente dejando tras de sí una nube de aroma a manzana silvestre.
– Me temo que he dicho algo poco republicano.
– ¿Te ves con cosas así a menudo, mamá?
– Pues bastantes veces. Pero no te hagas mala sangre; yo no me la hago.
– ¿Qué está pasando?
– Nada que te convenga saber.
Temiendo lo peor, aventuró:
– Los propietarios te están pagando. Una indemnización de viudez, un cheque mensual que dejará todo perfectamente en orden.
– He estado recibiendo uno de éstos desde hace un tiempo, Frankie.
– Estás dejando que esos…
– No es que viva en la abundancia, por si no te has dado cuenta. -Cuando se rió, él vio que había perdido un par de dientes-. Son tiem_pos duros para todo el mundo, incluso para su gente.
Se hacía una vaga idea del alcance de los desprecios que ella ha____________________tón de esposas amargadas que habría habido en ellas sin nadie más a quien contar sus penas que Mayva…ba de salir por la puerta, de la cantidad de ciudades de paso y minas cerradas con indiferencia por las que habría tenido que pasar, y el monbría tenido que aguantar de personas respetables como la que acaba
Ella le miraba fijamente, con aquella mirada suya de siempre, pura como el humo.
– Me han dicho que has ajustado cuentas con Sloat Fresno.
– Debería de haber supuesto que te enterarías. Fue un espanto, mamá, en cuanto dejé de buscarlo me lo encontré.
– Algo te guía, hijo. Serán las oraciones que no siempre acabas.
Es posible que le faltara poco para preguntarle «¿Y del otro, qué?», pero desvió la mirada y se fue afanosamente tras el gato que estaba a punto de caer dentro del congelador de ocho litros; en cuanto a Lake, Frank supuso que prefería no hablar de ella. Cualquier tentativa de sa__to en detalle.car el tema, por cautelosa que fuera, sólo le granjeó miradas extrañas y un dolor en el rostro de Mayva que no podía soportar ver expues
La única ocasión en que ella mencionó a Lake fue su última no__to puesto en toda su vida. Estaban hablando de Webb.che en Cripple Creek. Habían ido al hotel Nacional a cenar. Mayva lucía una flor y el sombrero más nuevo que Frank jamás le había vis
– Oh, los dos creíamos que yo iba a salvarlo. Lo creí durante mu____________________yéndose que pueden salirse siempre con la suya, y por eso no paran de empujar, sólo para ver qué nos romperá…canta creernos ese cuento. Angeles que hacen todas las tareas duras, ésas somos nosotras, nunca nos hartamos. Así que los hombres acaban crecho tiempo…, que él quería que yo le salvara, pues a las mujeres nos en
– A lo mejor, lo que quería él era librarte de esa tarea -dijo Frank-; la de salvarle.
– Siempre estaba enfadado -dijo Mayva-; siempre había algo.
– Como lo estaba todo el mundo allí -le pareció a Frank.
– Tú sólo veías las minucias. Él os mantenía apartados de lo que le importaba de verdad, y en parte a mí también, aunque teníamos nues__cho desde entonces, algunos días no pienso en casi nada más. Puede que quisiera utilizar esa rabia para algo, enfocarla hacia algún bien, pero a veces…tras buenas charlas en la cocina de vez en cuando. En su empeño por protegernos, se olvidó de protegerse a sí mismo. Lo he pensado mu
– ¿Crees que…?
– ¿Qué, Frankie?
Cruzaron una mirada larga y silenciosa, no tanto incómoda cuan____________________dientemente de sus consecuencias, había hablado la voz con la que Webb no podía hablar en el mundo cotidiano de todos aquellos a los que él ansiaba -deseaba con desesperación, se le ocurrió a Frank- no hacer jamás daño.ras llenas de billetes, y subirse al siguiente tren con destino a Barbary Coast o más lejos aún, tanto daba. Y que en cada explosión, indepenbiera valido recoger sus brillantes bengalinas y tafetanes y sus cartegendario Dinamitero Fantasma de las San Juan, que los montones de damiselas y colegas del póquer que él había invocado para justificar sus ausencias a lo largo de los años eran todos ficticios, y que más les huto inquieta, como si no fueran a tardar mucho en interrumpirla; era uno de esos raros momentos en los que ambos sabían que estaban pensando lo mismo: que Webb había sido desde el principio aquel le
– Mamá -miró la comida en su plato e intentó que la voz no le temblara demasiado-, si sigo con esto, si intento dar con ese Deuce Kindred y ajustar las cuentas…, como hice con Sloat…
Mayva esbozó una lúgubre sonrisa.
– Y qué pasará si ella está con él cuando lo encuentres.
– Quiero decir que no es como arreglar el porche ni nada pare_cido…
– Lo que quieres saber es cómo debe acabar todo esto para que podamos dormir tranquilos por fin -dijo palmeándole la mano-. Yo duermo bien, Frankie. A veces uso un poco de opio de lechuga para conciliar el sueño, pero no estás obligado a darme ningún final feliz. Con Sloat fue suficiente, y siempre estaré orgullosa de ello.
– Es que cuando me enteré, la odié tanto…
– Al menos tuvo el valor de mirarme directamente a los ojos cuan____________________do ya hace mucho y no hay nada que hacer.siado conmocionada, y ella se fue por la puerta, y ahora todo ha pasado me dijo que iba a casarse con ese mierdecilla. Entonces, en aquel momento, podría haber hecho algo, pero supongo que estaba dema
– Voy a tomar un poco más de pastel -dijo Frank-, ¿y tú?
– Claro. Vosotros, los chicos, me disteis mucho trabajo, pero sólo era trabajo. Una hija parece más fácil, una damita que sonríe, que bai__cir al respecto, al menos a él.la…, toda la vida esperando el momento ideal para hacer el mayor daño posible. Y que me perdonen, pero me lo hizo -añadió con una luz en la mirada que advertía a Frank que no tenía nada más que de
Frank se fue de Cripple en el ferrocarril de vía estrecha, y tardó un poco en darse cuenta de que iba hacia el sur. Algo parecido a una capa de desesperación se abatía sobre su alma, útil como un guarda____________________fería permanecer invisible.to lo estaba endureciendo e insensibilizando a la piedad. Buscó por el vagón, por si el Reverendo, haciendo su circuito, anduviera por allí y pudiera ofrecerle algún consejo. Pero o Moss Gatlin no estaba o prepolvo en el camino. Aún no entendía lo mucho que ese sentimien
– Yo tenía el sueño de huir con los del circo -le había contado Mayva a Frank a la luz de la lámpara una noche, cuando ambos se ha____________________vo, pero el caso es que no paraba de preguntarme por qué no iba a trabajar allí, decía que ya le había pecé a hablar con un hombre que llevaba el número de la carrera de caballos que llamaban el Hippodrome; seguro que tenía algún moticían compañía-. Desde el verano que cumplí los doce años y fui a uno en Olathe. Plantaron sus tiendas junto al río y, no sé cómo, emhablado de mí al dueño, que podía__bía visto mis talentos naturales y todo eso…mos recorrer juntos todo el país, tal vez el mundo entero, que él ha
– Todo el tiempo, mientras crecíamos…-dijo Frank-, ¿quisiste huir y unirte a los del circo?
– Sí, y allí estaba yo, con todos vosotros, en el centro mismo de la feria, y ni siquiera me daba cuenta.
Y Frank esperaba ser capaz de recordar para siempre el modo en que ella se había reído.
Viajaban, alejándose de las montañas, sin mirar atrás casi nunca, a través del humo de las praderas del oriente de Colorado, hacia una tierra que parecía esperar que la ocuparan de nuevo las antiguas fuer__ción secreta que actuasen antes del acontecimiento.zas del mal…; en cada rostro, los palpos criminales de Deuce percibían una inminencia casi dolorosa, continua, como agentes de una infiltra
Durante un tiempo pareció que las únicas ciudades en las que descansaban eran aquellas que se habían ganado mala fama entre los que se veían obligados a visitarlas con regularidad: representantes de maquinaria agrícola, músicos de salón, viajantes de farmacia con enormes maletas rebosantes de muestras de tónicos para los nervios y pastillas para la sarna que pasaban por crecepelos. «Ah, ya, ese pue____________________pecto:bos de la estación siempre se encontraba la última palabra al resdos a nuestro pequeño pueblo, ¿van a quedarse mucho? En los lavación que algún día se definiría tan sólo con su nombre, pronunciado a su manera por los viajeros de escasos medios. No había lavanderías, ni baños ni restaurantes baratos cerca de la estación. Vaya, bienveniba con ciudades de las que era mejor mantenerse alejado, a menos que se estuviera acostumbrado desde hacía mucho a una desesperablo.» A lo largo de la frontera y por toda la región uno se encontra
Las rosas son rojas, las mierdas marrones, en este pueblo sólo viven mamones.
Cada río serpenteante ofrecía un contraste entre ambas orillas, prosperidad o penuria, integridad o inmoralidad, segura como el Cie_lo o condenada como Sodoma, envuelta en certezas o expuesta en todo su desamparo al firmamento y a un destino trágico.
Cuando Deuce abandonó esta parte del mundo, siendo muy jo__cerse, líneas de fuga que podían encaminarse en cualquier dirección, hacia un territorio que distaba mucho todavía de ser cartografiado, al Salvaje Oeste o al Este decadente, al norte hasta los campamentos de oro, al sur hasta el interior del Viejo México, y con todos los ángulos intermedios.ven, la geografía había favorecido la ausencia de vectores. De cualquier punto de esas llanuras partían rumbos de sobra por los que desvane
Antiguos empleados de banca cuyas cabezas adormiladas se apo__dotes; sacerdotes enamorados de sacerdotes; cuatreros y tramposos…, y así hasta el último de esos pecaminosos fugitivos era hijo de alguien, un hijo que no es que se hubiera marchado sino que había cometido conscientemente el pecado de la ausencia, y así yaban en carteras llenas de moneda americana que hacían las veces de almohadas; buscadores de oro de quince años que en su interior ya eran viejos y locos, para quienes crecer hasta convertirse en lo que ya eran consistía tan sólo en un engorroso trámite; chicas «en apuros» y chicos que las habían metido en ellos; esposas enamoradas de sacerhabía entrado rápida__taron otra vez, como salidos de la nada, como si sólo hubieran estado a una hora de camino, dijo él, la conoció en la tienda, ahí, en Rockford, y antes de que pasara el fin de semana ya estaban casados…» «No, no, ésa fue Oneida, la prima de Crystal, con una hilera de pequeños como elefantitos en el circo…» «No, ahora estoy seguro de que ésa fue Myrna…»mente en la leyenda familiar. «Entonces, un buen día, todos se presen
Cuanto más avanzaban, más convencido estaba Deuce de que des____________________cretos letales de una casa antigua, por detrás de la limpia carpintería del marco del cielo, y al momento resonaban como artillería.grura mordiente del torbellino que llegaba bajo el sol, así como las praderas de flores silvestres y los truenos, que empezaban retumbando como los contrapesos de las ventanas al cerrarse sobre los viejos secendía otra vez en dirección a aquello de lo que tanto había querido elevarse, hacia los que había abandonado indignamente y hacia los que había suplicado no volver a ver. La luz no dejaba de recordárselo, una luz de un amarillo que se oscurecía hasta el rojo y luego hasta la ne
– Y allá, en el viejo y bobo «Egipto» -le contaba su hermana Hope a Lake ante una receta de ensalada de patata que no había variado un ápice desde hacía generaciones: panecillos, maíz dulce y un pollo asa__cierro del que sólo algunos escapaban, como hizo Deuce, mientras que otros nunca podríamos. Pues también tenía que haber de nuestra clase.do recién salido del gallinero-, pasábamos nuestros días, hijos de un en
– Claro -dijo Levi, su marido, mientras fumaban en la parte de atrás-, pero, Deuce, ¿qué fue lo que hizo que te marcharas así?
– Miré al oeste, vi esas montañas…
– No desde Decatur, desde luego.
– Casi siempre había nubes, nubes de tormenta y demás… Pero a veces estaba despejado.
– Mojando otra vez en el láudano de la mamá Kindred, ¿eh?
– No la metas en esto, si no te importa.
– No te lo tomes a mal, lo que pasa es que la gente con historias como la tuya, si no se anda con cuidado, suele acabar en California.
– Podría ser.
– Tennos al corriente.
Y gracias y todo lo demás, pero dormían en el pueblo. A él le resul_taba imposible dormir en esa casa otra vez, nunca más podría…
Durante el par de días posterior a su boda, Deuce no había deja____________________ro que también estaba el viejo Sloat, y, tenía que admitirlo, en realidad tal vez no había estado tan solo… Pero luego siguieron las actividades compartidas entre los tres y, tras meses de aprendizaje doméstico, la fórmula que había empezado a murmurar, no siempre en silencio, se había transformado en: mierda, ¿y cuándo no he estado solo?cil creer que ella estuviera allí, dentro de la curva interior de su codo, capaz de cumplir todos los requisitos legales que se le plantearan. Clado de repetirse: ya no estoy solo. Se convirtió en una fórmula, algo que debía tocar para asegurarse, pues de otro modo le resultaba difí
Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, también empezó a buscar el perdón de Lake, como si fuera un trofeo guardado tan celo____________________contraba ocasiones de sobra para pifiarla en pequeñeces y naderías -rompiendo la maceta mexicana, olvidándose de arreglar el tejado antes de que estallara la siguiente tormenta, saliendo por las noches a gastarse el dinero del alquiler-, de manera que nunca le faltaran mojeto de su deseo. Deuce, acuciado por esa necesidad, hasta hace poco insospechada, que empezaba a carcomerle lentamente el cerebro, enra pasado demasiado tiempo en el campo desearía el inmaculado obsamente como la virginidad; lo deseaba como un boyero que hubietivos para pedir su perdón.
Lo que él no entendía era lo poco que aquello le importaba a ella a esas alturas. Como el matrimonio se parecía cada vez más a una par____________________ce el que pusiera todas las cartas sobre la mesa. Y el día en cuestión, el asunto se les echó encima con la inexorabilidad de una avalancha.bergaba demasiadas sospechas para no saberlo. Pero tenía que ser Deutre ellos. Deuce, que era demasiado ignorante en las artes del engaño, se delataba en mil pequeños detalles, y de hecho Lake ya lo sabía, o aldiatez del recuerdo de la muerte de Webb -de la vida de Webbse desvaneciera como el humo en el aire enrarecido que se oscurecía entida de póquer jugada en la mesa de la cocina, ella no le daba al perdón más valor que el de una ficha mediana. Lake había dejado que la inme
Con su aire habitual de saber y no saber, ella comentó algo como:
– ¿Tu padre todavía vive, Deuce?
– Sí, por esta zona. Es lo último que sé. -Esperó a que ella siguie____________________ba hasta la primavera.dre murió en las terribles heladas de 1900. No pudieron cavar su tumra la conversación, pero sólo recibió una mirada cautelosa-, Y mi ma
– ¿La echas de menos?
– Supongo que sí, claro.
– ¿Alguna vez lloró por ti?
– Llorar, lo que se dice llorar, no cuando yo estaba delante.
– ¿Alguien ha llorado alguna vez por ti, Deuce? -Esperó hasta que él se encogió de hombros y luego añadió-: Pues espero que no cuen__dre debió de llevarse las últimas, ¿tú qué crees? Porque, te lo aseguro, se me han acabado las lágrimas y la sequía es pertinaz. Te pase lo que te pase, creo que no lloraré. ¿Te parece bien?tes conmigo para eso, yo ya he gastado todas mis lágrimas. Mi pa
El la miraba de un modo extraño.
– ¿Qué? -preguntó Lake.
– Me sorprende, nada más. Lo de las lágrimas y todo eso, pensaba que tú y él no os llevabais bien.
– ¿Te he dicho yo eso?
– Bueno, no, no exactamente.
– Así que no tienes ni idea de cómo me sentía y, ya puestos, tam_poco de cómo me siento ahora.
En ese momento, él comprendió que más vaha cortar por lo sano y salirse por la tangente, pero no pudo, se veía empujado por algo más fuerte que su propio interés, no sabía de qué se trataba pero le asusta_ba porque no podía controlarlo.
– Tú recuerdas cómo eran las cosas por allí. No sólo en los ca____________________pecial, simplemente estaba por allí. Habrían contratado a cualquiera.taban para esos trabajos no tenías mucha elección. Yo no era nadie esminos de montaña estabas a un paso del filo del precipicio. La gente de la Asociación no se andaba con chiquitas, una vez que te contra
Por fin lo había dicho. Aquello ya era demasiado para él.
Pero Lake estaba preparada, y le espetó:
– Podrías haberte levantado.
– ¿A qué te refieres?
– Podrías haberte comportado como un hombre en lugar de arras_trarte como una serpiente.
Puede que en ese momento él suspirara, nada más.
– Sí, eso es lo que intentó tu padre, y mira lo que le hicieron.
– Perdona, ¿has dicho «hicieron»? ¿Quiénes lo «hicieron», Deuce?
– ¿Qué quieres decir, Lake?
– ¿Qué no quieres decir tú, Deuce?
Temeroso de los fantasmas, Deuce había esperado que Webb diera con él. En sueños que no se diferenciaban mucho de los de su igno____________________che, a la espera de conducir una carreta sin dueño ladera arriba, hasta el cementerio otoñal, y de que allí lo encontrara por fin el hombre al que había asesinado. Mosquitos del tamaño de animales de corral, con ojos tan reencarnados y expresivos como los de un perro, y cuerpos cálidos y mullidos como los de un conejo, chocaban contra él…ba a lo que hubiera allí a salir a campo abierto, un campo que se había vuelto maléfico. Esas noches sin reloj aguardaba a que aparecieran las montañas de kilómetros de altura que sólo surgen a la caída de la nodo en las sombras inconmensurables de graneros hechizados y desafiaminiosa juventud, él abandonaba a Lake por la noche, se metía gritan
A veces Deuce tenía la impresión de que había metido la cabeza en una habitación muy pequeña, no mayor, de hecho, que una cabe_za humana, sin eco, cerrada y silenciosa. «Bueno, a lo mejor…», apenas podía escuchar su propia voz, «¿podría salir y cargarme a un montón de otros tipos? En ese caso no me sentiría tan mal por éste…»
Como tarde o temprano les sucede a todos los malvados, Deuce se encontró un día poniéndose la estrella de ayudante del sheriff. En las montañas, ya desde el día en que los Propietarios fueron a buscar____________________vencido de que se había vuelto loco.dose seguro sólo cuando se movía, la decisión le pareció tan fácil que durante un minuto y medio, en una noche de insomnio, estuvo conlo, él no había creído que trabajara a un lado u otro de la Ley, sino que más bien esa elección le estaba vedada. Ahora, en plena huida, sintién
Un día, en una pradera de horizonte brumoso, Deuce y Lake di____________________brada, que en el pasado separaba al jadeante público del espectáculo de dentro.mazones de carretas, y que los pollos dormían en el viejo barracón y las estrellas giraban ilegibles por encima de la caseta sin techo de la adivina. La única estructura que no se había caído a trozos todavía era la propia Pared de la Muerte, un armazón cilíndrico de madera, de aspecto frágil pero destinada a ser la última en desaparecer, agrisada por la intemperie, con su taquilla, sus graderías alrededor y su alamcía ya mucho que algunos elementos estructurales de la noria se habían incorporado en los alrededores a vallados, refuerzos de edificios y arjando ruinas que se reconvirtieron para satisfacer los usos locales, y hadaron en entrar en la Pared de la Muerte, Misuri, erigida alrededor de los restos de una feria, una de tantas inspiradas en la vieja Exposición de Chicago. Al cabo de un tiempo, la feria había seguido camino, decidieron echar un vistazo. A medida que se acercaban, surgían detalles arquitectónicos entre la densa hierba y el resplandor del cielo, y no tartrecha parcela de color humo y, sintiendo una peculiar atracción, devisaron inesperadamente, al fondo de la circunferencia verde, una es
Visitada por peregrinos en motocicleta como si fuera una ruina sagrada, escenario de legendarias acrobacias, cuando se la contempla__midades al albur del capricho de los hombres, en los perímetros sin árboles que se transformaban en bulevares sombreados atestados de motociclistas y gente de picnic, mientras al doblar las esquinas oscuras, bajo los nuevos viaductos, en los callejones engrasados con noche, la pared gris, la Pared de la Muerte, persistía en el silencio e imponía el enigma de las estructuras que se desvanecen…ba desde arriba recordaba a los aeronautas muy viajados los anfiteatros de la antigua Roma dispersos por todo el imperio, elipses vacías en el centro de antiguas ciudades fortificadas, y se percibía el comienzo de una fatalidad suburbana en las viviendas que ya aparecían en las proxi
– A lo mejor hay alguna entrada de servicio por detrás -comentó Lake, y aminoraron el paso de sus caballos a ritmo más cauteloso.
Y, bueno, fue un poco raro, pero resultó que los que estaban den_tro los esperaban, o eso parecía, y se presentaron con guisos, tartas, pollos desplumados y sin desplumar; miembros selectos del coro Me_todista formaron una fila y cantaron For It Is Thou, Lord; el Sheriff, Eugene Boilster, que se había pasado toda la mañana de pie ante el alféizar delantero escudriñando el paisaje de hierba, y también segura__das en gesto de bienvenida.mente el cielo, avanzó dando pisotones y con ambas manos extendi
– Me alegro de que no se haya perdido. Los dos anteriores, o qui_zá fueran los tres anteriores, se perdieron.
Deuce y Lake comprendieron antes del siguiente aliento que los estaban tomando por el nuevo ayudante del Sheriff y su mujer, que debían presentarse ese día y que al final nunca aparecieron, y puede que intercambiaran una rápida mirada.
– Una pequeña y acogedora comunidad -dijo Deuce-, Si no ajus_tas la mirilla al viento, cualquiera podría errar el tiro y acabar quién sabe dónde.
– Le gusta la artillería, ¿eh?
– Es el último recurso cuando la razón y la persuasión fallan, por descontado, señor.
– Ya lo comprobará.
Pero no era de las minucias de los delitos cotidianos; de los penes pillados experimentando en escurridores de la colada; de los repeti____________________tipo de la policía, o telégrafo impresor, que había en la parte de atrás de la oficina del Sheriff. Un aparato de especialista, el siguiente paso en el siglo XX después de los rostros de hombres buscados en postales de un centavo.cesita un telescopio para mirar otro planeta- mediante la cinta de telebían contratado, sin enunciarlo en ningún momento, hasta el punto de que llegó a temer que su misión sólo pudiera revelarse -como se nedad más allá del horizonte sensible del quehacer diario. Para eso le hacubrir, su función consistía en estar de guardia el día entero para una emergencia más abstracta, la profecía que se cernía sobre la comunirias de Happy Jack La Foam, el farmacéutico local, quienes tenían que ser rescatadas de los postes de telégrafos y los campanarios; de las reuniones de abstemios; de las armas poco comprensivas de cónyuges engañados; tampoco del día a día del municipio; no, no era de nada de eso de lo que Deuce debía ocuparse, sino que, como no tardó en desdos robos del único automóvil del pueblo; de las víctimas volunta
Y un día, de debajo de la cubierta de cristal de ese aparato, llega____________________cano, del que no había una descripción precisa, que a continuación abandonó el establecimiento y a quien no se había vuelto a ver.ridas de bala infligidas según los testigos por otro varón norteameritra a letra mientras Deuce miraba) Sloat Eddie Fresno, muerto de heba sobre armas de fuego disparadas dentro de los confines del pueblo, encontró en la cantina Flor de Coahuila a un varón norteamericano de unos veinticinco años, identificado como (el nombre apareció lemaba el oficial C. Marín, quien, tras acudir a una llamada que alertaron repiqueteando noticias ingratas de México vía Eagle Pass. Infor
Los ojos de Deuce se llenaron inesperadamente de agua salada, una avalancha de emoción que hormigueaba justo detrás de su nariz, mientras se imaginaba a sí mismo ante una tumba pintorescamente azotada por el viento, con la cabeza gacha, el sombrero en la mano. «Pobre grandullón, menudo bobo, no supiste dejarlo a tiempo, estaba escrito que te encontrarían, ni siquiera tendrías que haber sido tú, tú sólo estabas allí de paso, cubriéndole la espalda a tu socio, tal vez te merecías una temporada de trabajos forzados, pero no que te mataran en una cantina rodeado de un idioma del que nunca has sabido mu_cho más que 'señorita chinga chinga' y 'más cerveza', viejo idiota, mal__pañado de la aceleración de sus latidos por el odio, un testigo co-consciente de todo su pasado común violado y atravesado por el dita sea, Sloat, ¿qué creías que estabas haciendo allá?» Mientras tanto, arrastrándose sigilosamente, le llegó por vía rectal el mensaje de que alguien podía estar más que dispuesto a cargárselo a él también, acomalambre de espino soberano de la muerte. Deuce tuvo que salir a toda hostia de esa oficina; necesitaba ensillar, levantar polvo, encontrar y reventar a tiros las entrañas del hijoputa que había matado a su colega de corre__do con las piezas de la colada, llenas de la luz del sol y que olían como el primer día del mundo, impregnadas de la débil sugerencia de que nada de eso tenía por qué llegar a suceder…rías, machacarlo una y otra vez, hasta que en las paredes quedara más mierda que sangre… Lake llegó en medio de esas reflexiones cargan
– ¿Qué pasa ahora, mi guardián de la Ley?
– El bueno de Sloat -temblaba-, ¿te acuerdas de él? ¿Mi socio?
Y también el tuyo, ¿te acuerdas? Lo han matado al otro lado de la frontera. Tal vez fue uno de tus malditos hermanos.
– Oh, Deuce, lo siento. -Hubiera querido ponerle la mano en el hombro, pero se lo pensó mejor. Sabía que no debía, pero sintió que, más que otra cosa, se alegraba de la noticia. Ante la mirada fija y ser_pentina de Deuce, intentó mostrarse razonable-. Se metía siempre en líos, ya lo sabes, tal vez no tuvo nada que ver con…
– Sigues siendo leal a esa familia anarquista de mierda en la que creciste. -Y no dijo más, salió por la puerta, sin un beso de cortesía siquiera, ni un toque en el sombrero, ni un volveré-pronto-cariño, tan sólo el sorprendentemente cuidadoso clic del pestillo tras él.
Los días empezaron a arrastrar sus tristes esqueletos por el camino del Tiempo, sin una palabra de Deuce. Mientras ella no le diera mu__biera ido.chas vueltas a lo que él hiciera por ahí, era casi un alivio que se hu
Más tarde, a solas, cuando se estaba sumiendo en el sueño, la des____________________tiva que la muerte pudiera presentar.tarla, confirmando así, como ella sospechara durante un tiempo, que, cuando quería, su pene era más duro que cualquier barrera obstrucpertó bruscamente un recuerdo familiar, anal y penetrante, y maldijo un rato, tras lo cual se sentó de golpe levantándose el camisón hasta las caderas, creyendo que Sloat había regresado de entre los muertos con la única intención de follársela en su postura favorita. No era el modo más tierno de recordar la defunción de un amado -bueno, pongamos que deseado de vez en cuando-, pero, bien mirado, había sido Sloat el que había salido de las ligas gimientes del vacío para venir a visi
Fue a verla Tace Boilster, sobre todo para sentarse a fumar cigarri_llos sin tener que soportar un bíblico sermón sobre esa costumbre, como el que recibía en su casa.
– Imagino adonde se dirige -dijo Lake-, a Texas. Pero puede ser que no esté allí, claro.
– ¿Lo busca alguien, Lake?
– No me sorprendería, pero esta vez cree que es él el que busca al otro.
– Oh, vaya. Entonces, ¿quieres decir que no es ésta la primera vez?
– Volverá. Tanto si encuentra a otro delincuente al que matar como si no, y no vendrá con muy buenas pulgas.
– Pues más vale que se porte bien delante de mí -dijo Tace. Pero se había quitado la cara de esposa del Sheriff, tal como un ayudante se despojaría de una estrella-. A lo mejor te apetece contarme un poco qué está pasando.
– ¿Ves esos cigarrillos liados?
– Claro. Me fumaré uno contigo.
– Ya tienes uno en la boca, Tace.
– Vaya.
Lake encendió el suyo y le contó a Tace toda la triste historia. Lo hizo con una incomodidad que a veces reducía su voz a un susurro o a un hilo ahogado casi inaudible. En un momento dado, vio que la expresión de Tace se volvía alerta y cautelosa a través de los velos de humo.
– Supongo que me pasa algo muy malo, ¿no?
– ¿Cómo? Sólo te casaste con alguien que mató a tu padre. -Se en_cogió de hombros y abrió los ojos de par en par, como preguntando con perplejidad.
– ¿Es que ves muchas cosas así por aquí?
Tace dejó escapar un breve suspiro por la nariz.
– De un modo u otro me acabo enterando de todo. Jóvenes pre__yáis ido un poco más lejos, eso es todo.tendientes, padres iracundos, nada nuevo. Puede que vosotros dos ha
– Aquel hombre me echó de casa. Me abandonó; de haber sido por él, habría acabado en un prostíbulo de México, o muerta. Debe_ría haber sido yo quien lo matara.
– Pero resultó que lo hizo Deuce. Y más tarde os conocisteis. Bue_no, ¿y qué? No quiere decir que lo planearais juntos, ¿no?
– Aun así, es algo terrible. Papá está muerto para siempre y yo no he dejado de odiarle. ¿En qué tipo de hija monstruosa me convierte eso? Se supone que una chica tiene que amar a su padre.
– Sí, sí, ya -dijo Tace-, en los cuentos de Elsie Dinsmore o por el estilo. Todas nos hemos criado con eso, y ha envenenado nuestras al__na vez…?mas. -Se llevó el cigarrillo a la boca y con gesto serio extendió una mano para apoyarla sobre la de Lake-. Cuéntame algo. ¿Intentó algu
– ¿El qué? Ah…
– ¿Abusar de ti?
– ¿Webb? Webb podía ser mezquino como él solo, pero no era tonto.
– El mío sí lo hizo.
– ¿Tu padre? El…
– Él y mi hermano Roy Mickey, para colmo -dijo con una son_risa peculiar, entornando los ojos a través del humo, como si retara a Lake a decir algo.
– Tace, oh, querida.
– Fue hace muchos años, no es el fin del mundo. Y, a decir verdad, yo estaba más preocupada por mi madre. En cualquier caso, tampoco duró mucho, todos se pusieron a discutir sin parar y, antes de que me diera cuenta, apareció Eugene y yo salí de aquella casa, a Dios gracias, no demasiado desmejorada.
– Eso nunca habría pasado en nuestra familia.
– Pues no lo digas con esa tristeza, no te perdiste gran cosa.
Ella soñó con Mayva.
Una ardilla en el poste de una valla.
– ¿Qué estás mirando, ojos brillantes? -La ardilla se irguió, ladeó la cabeza, pero no se movió-. Claro, ahora es muy fácil para ti, pero ya verás cuando cambie el tiempo. -Mientras, seguía tendiendo la co_lada sobre la valla, cuidando de no espantar a la ardilla-. Estáis mal de la cabeza, todas.
Así era Mayva, le gustaba hablar con los animales, casi conversar con ellos. Una ardilla o un pájaro se acercaban y se quedaban quietos así durante horas, mientras ella les hablaba y se interrumpía de vez en cuando por si querían responderle, algo que a veces parecían hacer. Lake juraba que había oído contestar a diferentes criaturas en sus pro_pios idiomas y a su madre asentir atenta, como si las entendiera.
– ¿Qué ha dicho ese halcón, mamá?
– Fuego de las praderas en Salida. Algunos de sus parientes se des_perdigaron. Ella está preocupada, naturalmente, eso es todo.
– Y luego, más tarde -los ojos de la niña abiertos de par en par como aguileñas azules en julio-, vino alguien y dijo que era verdad que había fuego por allí.
– Ya, ya, Lake -sus hermanos extendían los dedos al estilo mexica_no, como si dijeran 'atole con el dedo'-, pero mamá pudo enterarse en cualquier sitio. Ella sabe que te tragas todo lo que te cuenta.
– No es posible que se enterara antes de que llegara la carreta del correo. -Ellos se iban riéndose.
– Ella no era más que la hija de un dinamitero -decía Mayva en ese sueño-, pero los cebos se apagaban allá por donde pasaba…
– ¡Hiciste cuanto pudiste -le gritaba ella a su madre- para arrui__red de la muerte!narnos, y luego te escapaste, fuera de nuestro alcance, detrás de la pa
– ¿Quieres venir a por nosotros, hasta aquí, en la otra orilla del río oscuro, encontrarnos y leernos tu lista de agravios? Alguien, tarde o temprano, se alegrará de ayudarte a hacerlo. Te lo juro, Lake, te has vuelto una amargada con los años.
Lake se despertó, pero tan despacio que durante un rato le pare_ció que Mayva estaba en la habitación.
– Puedes esperar a que vuelva -le aconsejó Tace-. A veces pasa. Pero no cuentes con recuperar la antigua dicha hogareña.
– Quieres decir que tengo que aguantar al hijo de perra otra vez, y puede que más veces, porque no tengo más remedio.
– Y Eugene se está irritando con todo el trabajo de más.
– En ese caso, dile que rece también una oración de más.
Y un día que el viento aullaba en los cables telegráficos, Deuce regresó a caballo a la Pared de la Muerte. Ni se había acercado -como era de esperar- a adivinar quién mató a Sloat. Sólo había estado fue____________________tado encerrado.miento de un año entero, la cabeza gacha, pálido como si hubiera esra una semana, o puede que diez días, pero parecía arrastrar el agota
Por descontado, su regreso no puso fin a nada. Sloat empezó a apa_recerse en la ventana, surgiendo de la vacía llanura nocturna.
– Yuju, meado de hormiga, ¿cómo que no lo viste venir? ¿Era yo quien tenía que protegerte?
A lo que Deuce, si no estaba paralizado por el miedo a esas altu_ras, replicaba:
– Pero, pero…, creía que ése era el trato, a ver, tú siempre decías… -y así seguía dándole vueltas hasta que Lake se levantaba cansinamente con las primeras luces del poco prometedor nuevo día, murmurando:
– Aquí nadie puede pegar ojo…
– Siempre supe que ahí había un gran secreto. Por cómo se mira_ban cuando decían ciertas cosas de cierto modo… Y ahora por fin me estoy enterando…
– Oh, hija -dijo Tace Boilster-. Ahora estás segura.
Lake miró a la esposa del Sheriff. A sus pies, los bebés de Boilster gateaban, tropezaban, y tiraban, recogían y volvían a tirar las cosas.
– Lo único que tienes que hacer -prosiguió Tace- es dejarte ir, que eso te sirva de apoyo para seguir adelante, todo está así de claro porque ya no te resistes, las nubes de rabia se han disipado en tu cara, ves más lejos y más claro de lo que jamás pensaste que podrías… -Sí.
– Pise con cuidado, señora Kindred, por aquí está cada vez más hondo.
– El puede cambiar, Tace.
– ¿Y eres tú el ángel de la maldita piedad que va a cambiarlo?
– Sé que puedo.
– Claro -asintió risueña hasta que creyó que la chica se había tran_quilizado, y entonces le espetó-: ¿y en qué lo vas a cambiar?
Lake bajó un poco la cabeza fingiendo docilidad, pero sin apartar la mirada de la de Tace.
– Déjame adivinar. Vas a convertirlo en alguien mucho mejor de lo que es ahora, tanto que no tendrás que pensar más en lo que hizo. Pues ahórrate todas esas molestias.
– ¿Por qué no? -susurró Lake-. ¿Qué tiene de malo querer eso?
– ¿Querer? Bueno, querer… Si yo fuera tú, querría cambiarlo para que fuera aún peor. Más débil, más tonto, alguien con tan poco jui_cio que yo pudiera devolvérsela cuando quisiera.
Lake negó con la cabeza.
– Chiss. Ya se nota que estás casada con un hombre de la Ley. Cla__cho, ¿verdad?ro, no creas que no lo he pensado: ir a buscar su pistola una noche, apoyarla sobre su cabecita cuando está roncando -dio una palmada-, amén. Incluso a pesar de la sangre y todo lo demás que habría que limpiar después, y tu señor B. preocupado, claro…, pero no lo he he
Tace creyó atisbar una mirada, una sombra atravesando tan rápido el rostro de la joven, procedente de una fuente más profunda de pena, que más tarde no podría jurar haberla visto siquiera. Y mientras tan_to, Lake, puede que más animada de lo que cabía esperar, proseguía:
– Pero supongamos que… lo que él hizo… fue una especie de error, ya sabes, sólo un error, ¿acaso tú no te equivocas nunca?
– Acepta dinero por matar a tu padre, sí, ya, menudo error.
Sí, una de las grandes preguntas, que flotaba siempre en el am____________________ro para todo? ¿O tal vez para ir a por Webb en concreto?cerlo? ¿Había firmado sencillamente un contrato para ser su pistoleplicación al respecto, a saber: ¿cuánto sabía en realidad él antes de habiente, y ella no formulaba, y Deuce sin duda no daría ninguna ex
– Te crees que es muuuy bueno -siguió Tace-, sólo un niño extra__grar una especie de gracia redentora para los dos. Chorradas, jovencita.viado, ¿no? Y que puedes devolverlo al camino correcto, que lo único que tienes que hacer es amarlo lo bastante, amar a tu enemigo para lo
– Tace, si hubieras pisado alguna vez esas malditas montañas, lo comprenderías, era muy duro, nunca se bajaba el ritmo, trabajabas sin parar, y trabajabas para ellos. Ellos…, de eso se trataba. Ellos te decían que te fiaras de su juicio, ¿y qué podías hacer? Incluso si era algo malo, la gente hacía lo que podía. Deuce estaba más que dispuesto a hacerlo; yo no estaba allí y tú tampoco, a lo mejor creyó ver a papá con algo en la mano, en aquellos días de desesperación los mineros morían a tiros a todas horas, pero si aceptabas un puesto de ayudante, solían darte carta blanca.
Pero eso no era un tribunal ni Tace un juez. No había motivos para que Lake se esforzara tanto por convencer a nadie. ¿Iba Webb arma_do aquel día? ¿Era imaginable que Webb fuera a por Deuce primero y que éste sólo reaccionara para defenderse?
Saber que Webb se había ido para siempre ya era bastante duro, pero peor aún era esa extraña frialdad, ese camino perdido hacia lo que deberían haber sido recuerdos inmaculados, hacia su infancia entera, a la que se había puesto fin tan brutalmente, y mientras tanto vivir con alguien del que lo había acabado odiando todo, salvo cuando la toca_ba, y entonces, oh, entonces.
Y no puedo dejarle, escribió en el pequeño cuaderno escolar que utilizaba como diario, me da igual lo que me haga, tengo que que____________________sa, como si fuéramos figuras famosas de la vida pública tara despertarme y no pudiera…, y yo ya sabía que no podría, ¿verdad?, y también sabía, mucho antes de que nos casáramos, quién era él, qué fue lo que hizo, y aun así seguí adelante y me casé. No lo sabía, pero lo sabía…, tal vez desde la primera vez que lo sorprendí mirándome, llevaba inscrita una disculpa en sus ojos brillantes en forma de sonridarme, es parte del trato. No puedo huir…, a veces es como si inteny se supusiera que ambos nos conocíamos, y no movimos ni un dedo, ninguno, pese a todo lo que sabíamos. Hicimos un trato. Y así abrí un vacío perma____________________do y que no puedo despertarme…dre o que procuraba mantenerme ocupada, me decían que el tiempo pasaría y que volvería a la vida normal…, pero creo que estoy soñannente entre cómo se suponía que me debería sentir y qué me traía en realidad entre manos, que era escabullirme a Silverton una y otra vez, y nadie se daba cuenta, creían que era sólo el dolor por lo de mi pa
Ojalá esto fuera Denver…, ojalá fuera una corista… Tachó las palabras, pero siguió soñando despierta, y soñó novelas baratas enteras llenas de tramas lascivas. Candelabros y champán. Hombres cuyos rostros nun____________________to. Y su rostro joven, recordado por un centenar de inútiles a lo largo y ancho de las San Juan a causa de su nítida delicadeza, desprotegido ante los días y lo que el tiempo le estaba haciendo.lle. Amigas que yacían a su alrededor en lencería cara, compartiendo láudano en las largas y lentas noches de invierno. Una soledad que nada podía alterar. Un abrazo de habitaciones vacías y distantes, que el viento que las atravesaba eternamente mantenía limpias. Una escasez de luz propia de la alta montaña, una casa con una estructura de una pureza rectilínea absoluta, seca, blanqueada, silenciosa salvo por el vienca se veían con claridad. Dolor placentero, imaginado con todo deta
En cuanto a él le quedó claro que ella lo sabía, y a ella que él sa__ra muy interesada, y menos lo estaría a medida que pasara el tiempo.bía que lo sabía y demás, en cuanto se encontraron, por así decir, al otro lado de la puerta fatal que ambos tanto habían temido, abierta por unos guardianes invisibles y ahora cerrada a sus espaldas, y ella siguió como siempre y no dio ningún indicio de que planease pegarle un tiro ni nada por el estilo, a Deuce debió de resultarle más sencillo dejar de hacerse el duro, y así adoptó una actitud de súplica impotente y poco viril, y ya no pudo parar de dar explicaciones aunque ella no estuvie
– Me dijeron que era un dinamitero del Sindicato. ¿Es que tenía que preguntarle si era verdad? Ellos decían que tenían pruebas, que él llevaba una vida secreta que nadie conocía. Por supuesto, lo creí. Anar_quista, sin asomo de conciencia. Mujeres, niños, mineros inocentes, daba igual. Ellos dijeron…
– No te puedo ayudar, Deuce, yo nunca supe muy bien en qué andaba metido. ¿Por qué no hablas con un abogado? -¿Era ésa su pro_pia voz?
Pero incluso en los silencios de Lake, él creía oír algo.
– Era para salvar vidas, así lo veían ellos. Yo sólo era su instru_mento…
– Oh, ya estamos con el gimoteo otra vez…
– Lake…, por favor, perdóname… -Arrodillado de nuevo, con otra exhibición hidráulica de los globos oculares, algo que en un hombre no resultaba muy favorecedor, tal como ella había descubierto, al con_trario de lo que quieren hacerte pensar con los cuentos románticos de las revistas femeninas. Es más, a veces podía resultar repelente.
– Tal vez tenía la cabeza en otro sitio en esos momentos fatales, pero nunca escuché al cura sueco decir amor, honor ni perdón. Leván_tate, Deuce, no funciona. -Y además ella tenía trabajo que hacer, y eso no había manera de cambiarlo.
Pero lo más extraño fue que, a pesar de todo lo que podía haber____________________tencia ella había desconocido y que crecía con el paso de los días…, y entonces aprendió lo fácil que le resultaba hacer caso omiso a los ojos ardientes de Deuce al otro lado de la habitación, escapar de sus manos, elegir ella misma el momento y no sonreír con bres, como un interés bancario de una cuenta a su nombre cuya exisle atención, al comprender que eso se transformaba en poder para ella, un poder que salía fluyendo de la naturaleza insondable de los homlos mandado para siempre por caminos separados, él siguió deseándola tanto como antes, no, más que nunca, y Lake por fin empezó a prestardemasiada satisfacción cuando él le decía lo mucho que se lo agradecía, y no sentirse agredi____________________loquecido en busca, por fin, de sangre que le saciara.día permitirse relajarse, pues una palabra descuidada, un movimiento de ojos o un destello inadvertido de celos podían levantar la tapadera y que Deuce volviera a ser el de siempre: entonces saldría ciego y enración, y en tal caso cuándo lo haría, ni hasta qué punto sería sensato tensar la cuerda antes de que se despertara, tal vez demasiado rápido para que ella interpusiera entre ambos una distancia prudencial…; se requerían pasos cautelosos o, como poco, cierto tacto sensible, no poda ni gritar por nada de aquello. Lo que no estaba tan claro era si él acabaría despertando de ese sueño opiáceo obviamente de corta du
Tras todos aquellos años de elusión, de palabras falsas y de agota____________________sentaba.te devuelto a su propia vida, y qué decepcionante perspectiva se le predoras cabalgadas para escapar de todo, Deuce se veía irremisiblemen
Ahí fuera, haciendo lo que la vida le imponía a diario, compren__tas limitaciones forzosas habían pasado a la historia y que él era «libre», aunque tuviese la impresión de que era cualquier cosa menos eso.dió un buen día, cuya fecha concreta no recordaba, que las Furias ya no lo perseguían, fueran de Utah o de cualquier otra clase, que cier
Tanto Lake como él habían querido tener hijos, pero a medida que los días pasaban, rodando, que las estaciones se repetían y no lle____________________dencia pueblerina.llaron los rumores y sólo tuvieron que preocuparse de la condescentados de aconsejarles las palabras exactas que debían pronunciar. La reputación de ambos fue solidificándose en la zona, tras lo cual se acaca de un antídoto. Acudieron a herbolarios, homeópatas y magnetistas, la mayoría de los cuales acababan recomendando oraciones, y en el vecindario siempre había cristianos de diferentes confesiones encanrable, cantaba agitando chismes de pluma y hueso sobre su vientre, y Deuce se obligó a sentarse acuclillado en una humillación múltiple: otro hombre, un indio, su propio fracaso. Gastaron sumas irrazonables en medicinas, que abarcaban de las ineficaces a las peligrosas, lo que mandó a Lake en más de una ocasión a Happy Jack La Foam en buscia una remota casucha a la orilla del río, Lake se estiró en el suelo de tierra mientras un chamán sioux, con una mirada de melancolía incugaban los pequeños, acabaron temiendo que se debiera a eso que subyacía ponzoñosamente entre ellos, y que, a menos que hicieran algo al respecto, ninguna nueva vida sería posible. Salieron en plena noche ha
– No puedes permitir que te depriman esas mujeres, hija -dijo Tace-. No les debes absolutamente nada de nada, desde luego no les debes hijos. Vive tu vida y ten la esperanza de que estén lo bastante ocupadas con los suyos propios para no meterse tanto con los tuyos.
– Pero…
– Sí, ya lo sé, claro. -Extendió un largo brazo y alzó a la pequeña Chloe, que estaba a punto de caerse del porche a la mata de petunias. La sostuvo en alto y fingió que la estudiaba, como un viajante de co____________________nes, no sólo lo quería, sino que sabía que era mi destino. Phoebe Sloper y yo subíamos aquella cuesta por encima del río, nos poníamos unos grandes pañuelos en la cara y nos pasábamos el día imaginando cómo realizaríamos la hazaña. Hasta hicimos un juramento.dar sus propias familias, claro. Pero eso es sólo para algunas, Lake. Otras tienen otras tareas aquí. Mierda, cuando era niña yo quería asaltar tregunos de nosotros los cuidemos al menos hasta que ellos puedan funmercio examinaría una de sus muestras-. Tienen su atractivo, eso no puede negarse. Y el Señor, en sus misteriosos designios, quiere que al
– ¿Y qué pasó?
– ¿Tú qué crees que pasó?
Y así empezó, como una más de esas charlitas banales sobre el uni__to, que es raramente, y el verso conyugal que tienen las parejas cuando encuentran un momentema de ésta casi inmediatamente se centró en por qué Lake y Deuce tenían, o, de hecho, no tenían, hijos. En el pasado le habían echado la culpa a crisis o tensiones exteriores -una banda que depredaba el condado contiguo, acusaciones de mala con__tercambiarse cumplidos del tipo tu picha es muy corta o a lo mejor cogiste algún bicho cuando ibas golfeando por ahí, y las conferencias se interrumpían con las lágrimas de uno de los dos y la resolución de seguir intentándolo.ducta por parte de grupos de reforma al estilo de Kansas City-, pero al cabo de un tiempo todo se volvió más personal y empezaron a in
Esa noche ella cometió la imprudencia de preguntarle por qué es_taba tan desesperado por la cuestión, y él fue lo bastante insensato para responder:
– Simplemente siento que es algo que a lo mejor le debemos.
Por un momento ella no pudo creer que se refiriera a Webb.
– A mi padre.
– Que si nosotros…
– Un bebé. Nosotros le debemos al difunto Webb Traverse un bebé. ¿Y te parece que con uno bastará, o deberíamos echar dos o tres más en el trato para asegurarnos?
Deuce empezaba a hartarse.
– Sólo quería decir que…
– Que sólo con casarte conmigo no bastó, ¿no? Te creías que al re__drían en su sitio por sí solas. Pero ahora te has vuelto loco. Está claro que has doblado ese último recodo del río si crees que tener un hijo compensa un asesinato. Ciertamente hay un precio que pagar, pero no en bebés. Jamás.nunciar a la maravillosa libertad del asesino a sueldo, las cosas se pon
– No soy sólo yo. -Algo en la voz de él le advirtió en ese momento que fuera prudente.
Pero a ella no le apetecía.
– ¿A qué te refieres, Deuce?
– Los últimos días en Torpedo, sólo hablaba de ti. Él podía mar____________________lles que lo hacían oficial. Más vale que pienses en eso antes de cargar contra mí.dáver con un pico en la mano; la puesta en escena, Sloat y yo: detatima patada que le habían dado en la boca. Ya no era más que un cacharse asumiendo todo lo demás, salvo a ti, que eras, de verdad, la úl
Ella gruñó, fingiendo que sonreía como si él estuviera intentan_do avergonzarla en público.
– Es un cuento muy oportuno, fácil de inventar años más tarde, sin testigos.
– Gritó mucho, más de lo que nunca lo viste gritar tú. No paraba de repetir: «Hija de la Tormenta». Supongo que se refería a ti, ¿lo oís_te llamarte eso alguna vez? «Hija de la Tormenta.» -Y no sólo era la expresión sino también la asombrosa imitación de la voz de Webb.
Como Deuce era un tipo pequeño y no esperaba el golpe, no tuvo tiempo de prepararse, y ella lo derribó. Al ver que era algo tan limpio y fácil, Lake pensó que debía soltarle unos cuantos más antes de que pudiera ponerse en pie y se los devolviera. Deuce guardaba sus armas en la oficina, y Lake, como la mayoría de las mujeres que vivían en la ciudad, sólo recurría para defenderse a los objetos dispo____________________tén grande de mango más largo. Esa noche Lake pensó que una sartén Acmé de hierro colado de treinta rencia existente entre una sartén tipo cazo, de mango corto, y una sardor de la gravedad de la tentativa, los jueces solían reconocer la difecho de la tapa de la cocina y, por descontado, la tan popular sartén, que había aparecido en más de una denuncia por agresión en el condado de la Pared de la Muerte a lo largo del año anterior. Como indicanibles en casa, como el rodillo de amasar, el cucharón de sopa, el gancentímetros le bastaría, así que con ambas manos la quitó del gancho de la pared de la cocina con la in_tención de dársela a probar a Deuce.
– Oh, mierda, Lake, no -dijo con una voz demasiado lenta para lo que se le venía encima. Ya se había golpeado la cabeza con algo. Era un objetivo fácil.
Más adelante, ella se preguntaría si por eso dudó y buscó alrede__vió a la posición horizontal.dor otra arma más piadosa. Cuando Deuce se puso en pie y miraba ya el cuchillo de trinchar con cierto interés, Lake acababa de decidirse por la pala de la estufa. Funcionó bastante bien, a lo cual ayudó que a esas alturas ella hubiera asumido una rabia más fría y eficaz. Deuce vol
Tace y Eugene aparecieron en la puerta, el Sheriff todavía medio dormido y peleándose con los tirantes, Tace con los párpados oscu_ros y con una escopeta Greener, cargada y preparada.
– Basta ya -empezó Tace, y entonces vio que era Deuce el que ha____________________lante de su marido, que fingió no darse cuenta.pado-. Oh, Dios. -Se encendió un cigarrillo y empezó a fumar debía sido derribado y que estaba manchando de sangre el hule estam
Más tarde, cuando los chicos salieron en busca de whisky medi_cinal, Lake comentó:
– Bueno, al menos no fue fatal.
– ¿Fatal? ¿Y qué tendría de malo? La única razón de que no lo fue__jalata. ¿Es que el pequeño cabrón se ha redimido? ¿Cuándo?ra es que te portaste como una niña tonta al escoger esa pala de ho
Tace caminaba arriba y abajo.
– Una va a acabar pensando -dijo al cabo de un rato sin ninguna reticencia, como si se permitiera un lujo que no se daba desde hacía mucho- que tú eres tan mala como tu maridito. Que los dos habéis andado por ahí impíamente conchabados desde el principio, que tu ta__lante, cuidar de que salga y permanezca indemne de la venganza de todos los demás, incluidos tus propios hermanos.rea consistía en hacer todo lo posible para limpiar sus huellas y, en ade
Lake no respondió, y después de eso nadie le habló a nadie duran_te un tiempo, salvo cuando era imprescindible.
– Bueno, quizá lo hicieras, pero yo le vi el izquierdo, ¿no es ver_dad? -dijo Neville.
– No me cabe la menor duda -dijo Nigel sonriéndose-. Pero a ver, ¿a la izquierda del escenario o a la izquierda del público?
Nigel bajó la mirada.
– Este. -Señaló un pezón-. ¿Correcto?
Los dos jóvenes se encontraban en los baños de Great Court, ha_blando de la señorita Halfcourt, y sus desolados suspiros se fundían con el siseo del vapor.
– Ahora se rumorea que está ocupada con una especie de embrión de Apostolillo de Cambridge llamado Cyprian Latewood.
– ¿Latewood? ¿Como el de Papeles Pintados Latewood? No pue_de ser.
– El mismísimo descendiente casquivano.
– Estas muchachas mahometanas se enamoran de un sodomita -opi_nó Neville-. Es por la mentalidad del harén, la historia esa de ser ama_ble con los eunucos. Siempre que se trate de alguien así de imposible.
– Pero si ella no es… mahometana, ¿verdad que no? -se quejó Nigel.
– Bueno, pero sí una especie de mora del Oriente, Nigel.
– ¿Cómo dices?
– Oh, mi querido amigo -rezumó Neville-, no puede ser que to_davía te lo tomes como algo tan personal.
– Pero en cualquier caso es mejor que tomárselo públicamente, ¿no? -Era una referencia al largo soliloquio lloroso del propio Nevi____________________tornado joven con gran gasto y esfuerzo.prada en los alrededores de Clerkenwell por el temporalmente traslle en el Germán Sea, así como en otros establecimientos mucho más lejanos donde también se vendía alcohol, después de que Yashmeen le devolviera una joyita, de dudoso gusto en el mejor de los casos, com
Se repantigaron, humeando como pudines, mientras cada uno con____________________sidad como por lascivia. Y allí, bajo el resplandor de la luna, estaba Yashmeen entre sus sirvientas. Y su presencia provocaba una amplia variedad de comentarios, que iban de los latiguillos de la época, como «¡Div!», «Guachi» o «Allas para bañarse, por encima del Estanque de Byron, y cuanto más brillaba la luna más audaces se volvían. La noticia llegó a oídos de un grupo de chicos que también decidieron acercarse, tanto por curiotos los gitanos y los matemáticos que trabajan, se había extendido la tradición entre las chicas más temerarias de acercarse al río a hurtaditemplaba el pene del otro con letárgica irritación. Su charla sobre la desnudez de la señorita Halfcourt se debía a una furtiva excursión de la noche anterior. A la desconsolada hora en que sólo siguen despier eso me refería yo», a rapsodias que se alargaban toda la noche en las habitaciones de los amigos o sonetos apuntados más tarde, cuando la locura se había mitigado lo bastante para permi_tir al menos sostener una pluma, o sencillamente causaba un brusco tránsito a un embobamiento paralizante tras haberla espiado a ella, o a alguien que podría ser ella, en Cloisters Court.
Tanta atención pública, a los dos Enes -ostensiblemente dedica____________________sideraba un cabrón y, menos explicablemente, objeto del interés de Yashmeen.vaba una generación de arribismo socio-acrobático, y al que se concala conocida. Y ahora aparecía el tal Latewood, cuya familia sólo llete podían desembocar en una colaboración conyugal, pero ciertamente no se imaginaba a una chica de la belleza exótica y extravagante y la serenidad que presentaba Yashmeen. Eso era epatar a los burgueses, por no mencionar las creencias matemáticas, más allá de cualquier escas del estilo de la legendaria Philippa Fawcett, incluso romances con los tutores, como el de Grace Chisholm y Will Young, que con suerra con el encargo adicional de no quitarle ojo a Yashmeen, no sólo para el CRETINO sino también para ciertos despachos de Queen Anne's Gate- les resultaba un peculiar inconveniente. En Newnham y Girton, uno esperaba encontrar excelsas estudiantes de matemátidos al estudio de la filosofía y los clásicos en el King's College, y aho
– Nigel, el otro día descubrí la receta más tremendamente prome_tedora de cerveza de opio. Se fermenta opio con levadura de cerveza, casi como si fuera malta o cebada o algo así. Y se añade bastante azúcar, claro.
– Vaya. Pues me parece una verdadera degeneración, Neville.
– Pues lo es, Nigel; la inventó el duque de Richelieu en persona.
– ¿El tipo de la cantárida?
– El mismo.
Eso bastó para despertarlos de su laxitud húmeda y devolverlos a la importante tarea educativa de conseguir drogas suficientes para pa_sar el trimestre.
– Mando en plaza y Estado Mayor -recordaba Cyprian Latewood haber oído a su padre instruir a los niños-; cuartel general y puesto de mando avanzado, y el enemigo allá donde se os ocurra.
– ¿Estamos en guerra, padre?
– Ciertamente.
– ¿Eres un general?
– Digamos que más bien un coronel. Sí, por el momento al me_nos, así se estipula en el regimiento.
– ¿Tenéis uniformes tus hombres y tú?
– Venid a la City un día, y veréis los uniformes.
– ¿Y el enemigo?
– El enemigo, triste es decirlo, viste a veces el mismo uniforme que nosotros.
– Y por eso no siempre puedes estar seguro de…
– No, de eso nunca puedes estar seguro. Es uno de los numerosos aspectos crueles de un mundo cruel, pero más vale que os enteréis aho__blemente dañina.ra, de mi boca, a que lo aprendáis debido a alguna experiencia posi
– Y vosotros os lo tragasteis dócilmente, claro -dijo asintiendo irri_tado aunque comprensivo Reginald «Ratty» McHugh, unos quince años más tarde.
– Me lo tragué -supuso Cyprian- y no me lo tragué. Lo que me quedó grabado fue la impresión nítida de que era posible deshonrar una bandera más.
Los chicos holgazaneaban por las habitaciones de Ratty bebien_do Ale, fumando Sobranies balcánicos e intentando sin mucho éxito adoptar el aire de azucenas-y-laxitud típico de la década de 1890.
Cuando, con la inexorabilidad de ciertas convergencias matemáti_cas, surgió el tema de Yashmeen Halfcourt, todo el mundo tuvo baza que meter, hasta que Cyprian espetó:
– Creo que estoy enamorado de ella.
– Voy a decírtelo con toda la suavidad posible, Latewood…: Tú. Moña. Idiota. Ella, prefiere, su, propio, sexo.
– Jobar, entonces sí que estoy enamorado de ella.
– Qué ridículamente desesperado, Cyps.
– ¿Es que me quedaba otra opción? Tiene que haber tipos como nosotros, eso es todo; sin nosotros, el menú no estaría completo.
– Pues no es un sendero sencillo, hijo mío. Llamarlo «limitado» ni se acerca a describir el triunfo que uno puede esperar con ese tipo de mujer…
– Sí, bueno, «el tipo», de eso se trata, pero si fuera sólo por «el tipo», vaya, ahora yo andaría por ahí viendo qué puedo conseguir, ¿verdad?, por más escasas que fueran las posibilidades. Y puede que no me sin_tiera tan perdido como ahora.
– Así que entonces es la buena de Yashmeen…
– Es la señorita Halfcourt, en concreto.
– Pero, Latewood, si tú eres un mariconazo. ¿A que sí? A no ser que hayas estado fingiendo todo el tiempo, como todos los que andan por aquí.
– Claro, claro…, pero es que además estoy… enamorado -lo dijo como si fuera una expresión extranjera que tuviera que buscar cada dos por tres en un manual de conversación- de ella. ¿Que me contradigo? Pues muy bien, me contradigo.
– Ya, todo eso está muy bien, claro, si es que uno es el divino Walt, a quien el mundo le concede un poco más de margen para la anti____________________mente, expresar tu deseo? A menos, oh querido, que busques pasar de algún modo por uno de sus pequeños admiradores girtonianos, esos rubitos que se saico que eres tú. ¿Puedes precisarme cómo planeas, digamos físicanomia, y no me sorprende, en lugar de ser el deprimentemente prodesmayan cuando se ponen un traje de criquet.
– Te confío los más profundos secretos de mi corazón, Capsheaf, ¿y qué recibo a cambio? ¡Que me sometas a un examen público!
– Oh, mirad qué le hemos hecho al pobrecito. Puedes usar mi pa_ñuelo si…
– Más vale que no, gracias, vete a saber para qué lo has estado uti_lizando, Capsheaf.
– Eres un encanto, chico, pero recuerda que siempre podría haber sido peor, podrías haber acabado como el viejo Crayke, que mostró más cariño que sensatez con…, eh, con, esto… -Intentó deslizarse ha_cia la salida.
– ¿Con…?
– Bueno, creía que lo sabías, todo el mundo lo sabe. Ten… un tra_go de Ale fuerte, quizás…
– ¿Capsheaf?
Un suspiro.
– Con las Shedand…, vaya, no sé cómo…, bueno, en realidad con los ponis de las Shedand. D'accord? Ahora ya lo sabes.
– Crayke y…
– Oh, también con las hembras, al menos eso parece.
– ¿No tiene esa raza cierta reputación de…, de viciosa?
– Sí, pero menuda amargura para ellos, ¿no? -intervino Ratty McHugh-. Soñarían con conquistar un corcel árabe o un pura sangre, y se encuentran en cambio al viejo Crayke. Hay que ver.
– Y él… ¿anda todavía por aquí, por Cambridge?
– Pues la verdad es que se ha retirado al norte con su compañera, a una pequeña granja muy agradable que, según parece, pertenece a su familia desde hace siglos, en la isla Mainland, cerca de Mavis Grind…, ambos aparecen mencionados, con cierta regularidad, en las publica____________________galizar la situación, bueno, ya me entiendes, no sería barato, ¿verdad que no?sando que pudieran encontrar un registrador que creyera posible leciones de ortopedia… y se gastan una fortuna en notarios; aun pen
– El quiere… casarse…
– Sí, supongo que puede parecer raro…, a no ser, claro, que se haya conocido personalmente a Dymphna; entonces se comprende lo encantadora que puede llegar a ser, al menos la mayor parte del tiempo…
– Discúlpame, Capsheaf, pero ¿es éste el tipo de comprensión que puedo esperar encontrar por aquí?
– Pues más o menos sí. Escúchame, Cyps. En el poco tiempo que lleva por aquí, la tal Halfcourt ha roto barajas enteras de corazones. Lo mejor que puedes hacer, durante el poco tiempo que tú pases aquí, es encontrar un objetivo sano que requiera toda tu atención, como, di_gamos… ¿estudios académicos? Se podría empezar, sin ir más lejos, echándole un vistazo a Tucídides.
– No servirá. Seguro que ahí hay algo que me la recordaría.
Capsheaf alzó los brazos y abandonó la sala murmurando:
– Y mira lo que te digo, McHugh, ¿por qué te pones esa horro_rosa fragancia de heliotropo?
Mientras tanto…
– ¡Eeeh!, miraaad, chicas, es Pinkyyy.
– ¡Hooola, Pinkyyy!
– Ea, vamos a una fiesssta al aire libre en Honeys'ckle Walk, ¿por qué no te vieneees?
– ¡Sí, sí, ven, Pinkyyy!
– Dinos, Pinkyyy, ¿eres una buena matemática?
– ¿O una traviesa?
Lorelei, Noellyn y Faun, todas rubias, claro, pues en aquella épo____________________cas de un albedo intenso», las instruían, «las chicas de la oscuridad de plata sobre el negativo, del brillo dorado sobre el papel…»mente importante, así como ser fotografiada, con tanta frecuencia como fuera posible y mediante todos los procesos disponibles. «Sois las chigía plenamente desarrollada. No llevar sombrero se consideraba igualca la rubiez en Newnham y Girton había ido mucho más allá de una simple cuestión de pigmentación y se había convertido en una ideolo
La rubiez de ese lugar estaba amenazando la cordura de Yashmeen. Un admirador con inclinaciones poéticas la llamaba «la roca oscura en nuestra costa septentrional, contra cuya lustrosa indiferencia una turbulencia de chicas, chicas rubias con sus blancos velos, se estrellan sin esperanza, una y otra vez».
– Soy tan…
– ¿No se te ocurre la palabra, Pinky? Prueba con «cruel».
– Prueba con «ensimismada».
– Prueba con «satis merci».
– Prueba a no acabar con la paciencia de todos -murmuraron Ne__mente escucharon la conversación.ville y Nigel, que, sin andar por allí espiando, casual e involuntaria
A Cyprian le cautivaban los ojos, pero sólo los que se apartaban, fuera con indiferencia o con desagrado patente. A ella no le bastaba con devolverle la mirada. Tenía que dirigirla luego a otras cosas. A él le daba como un soponcio, que se prolongaba durante todo el día y, a veces, durante parte del siguiente. Sintiera ella lo que sintiese, no era fascinación, pero al poco se encontraban charlando, por lo general mientras paseaban de una obligación universitaria a otra.
– Pero, de verdad, Pinky…
– ¿Es que ni siquiera te das cuenta de cuánto detesto ese nombre? Voy a empezar a pensar que eres una más de esas bobas.
La expresión con la que él volvió su cara hacia ella delataba una esperanza muy imperfectamente disimulada. Al menos, Yashmeen no se rió, aunque bien podría haber esbozado, le pareció a Cyprian más tarde, una sonrisa menos, pongamos, deprimente.
– Estás quemando incienso en el altar equivocado -susurró ella, sa__dilla de idiotas, todos.bedora del efecto que ejercía su voz sobre él cuando susurraba-. Pan
Cyprian jamás hubiera creído que la voz de ninguna chica, sólo la voz, al decir cualquier cosa, pudiera producir una erección. Pero allí estaba, innegable. «Ay, ay…» Pero ella ya se había dado media vuelta y se encaminaba hacia la Girton Gatehouse, y él se quedó con aquella poco elástica incomodidad que no daba signos de mitigarse. Ni siquiera con__cos, algo tan eficaz en otras circunstancias, parecía funcionar.jugando verbos griegos para sus adentros en oscuros tiempos gnómi
– ¡Cómo! ¿No baila?
– Ni un paso.
– Que lo deje plantado -aconsejaron al unísono Lorelei, Noellyn y Faun.
– Sinceramente, no puedo imaginarme que ve en él Pinky -se que_jó Faun-, ¿y tú, Lorelei?
– «Si ella se da por satisfecha con un amor vegetal…» -trinó Lo_relei con un precioso encogimiento de hombros.
– Dependerá de qué vegetal se trate -supuso Noellyn, la reflexiva.
– Oh, el bueno de Cyps está bien -objetó Yashmeen.
– Para ser un sodomita de cara pálida sin el menor control sobre sus impulsos públicos, querrás decir -dijo Faun frunciendo el ceño.
– Lleva una sombrilla -añadió Lorelei.
– Y el incalificable traje azul de Oxbridge.
– Pero me hace reír.
– Sí, eso sí lo saben hacer -concedió con seriedad Noellyn-, aun_que una escucha más de lo que le gustaría esa justificación de «es que me hace reír». Pero, chica, hay risas y risas.
– Y si es reír lo que te gusta… -Lorelei extendió una de las bote_llas de vino Maconnais que habían traído.
– Y pese a todo -dijo Yashmeen- no hay ni una sola de nosotras, ni siquiera tú, Noellyn, con esa preciosa nariz tuya metida en un libro, que no iría detrás de…, no sé, George Grossmith, con que sólo nos guiñara un ojo.
– Umm, ¿el padre o el hijo?
– Y no nos olvidemos del alegre Weedon -dijo Lorelei fingiendo suspirar.
Cyprian conoció al Profesor Renfrew a través de Ratty McHugh.
– Otra de esas vidas emponzoñadas -concluyó Ratty- que sueña con hacer daño internacionalmente, pero sin ninguno de los recursos requeridos y, por tanto, confinado en los antiguos muros de esta dimi_nuta universidad, peligroso hasta un punto alarmante.
Renfrew, con su peculiar omnisciencia, captó inmediatamente lo que pasaba entre Cyprian y Yashmeen, y debidamente archivó un in____________________rable.ran a petición suya y reunieran la información necesaria para reducir la blanca y chillona extensión de lo No Conocido a un tamaño toledo que hay que perdonarle a todo geógrafo sensible, y disparaban sus esperanzas de que jóvenes exploradores lo bastante intrépidos partieles de viaje; en privado él los denominaba su «Mapa del mundo». Los espacios en blanco de ese mapa le producían el típico horror refinañas, algún indicio de trauma infantil, cf. expediente de Guillermo II». A esas alturas los datos llenaban varias salas que se veía obligado a alquilar con ese propósito, así como extrañas vitrinas, armarios y baúrar directamente a nadie en situaciones formales» o «Manos pequenes, de las que dejaba constancia en entradas del tipo: «Reacio a miquet hasta eminencias del Ministerio de Exteriores, pasando incluso por jefes de Estado, aunque la presencia de estos últimos se limitaba a poco más que apretones de manos en una cola durante las recepciomino, lo que incluía desde camareros, limpiacristales y árbitros de criforme sobre el particular, que se sumó a la creciente acumulación de dosieres que llevaba sobre cualquiera que se hubiera cruzado en su ca
Ratty, por alguna razón, era uno de los preferidos actuales de Ren_frew, e incluso iban juntos de vez en cuando a Newmarket durante la temporada de carreras.
– Y yo que me creía el único obsesionado…-se burlaba Cyprian cuando descubría a Ratty, en contra de su reputación de juerguista, con la cabeza enterrada en algún pesado volumen de informes gu__munal en la antigua tradiciónbernamentales o, con la ayuda de los ocho volúmenes de Morse y del Diccionario Búlgaro-Inglés de Vassilev, esforzándose por dominar las complejidades de la propiedad de la tierra en Rumelia oriental desde el Congreso de Berlín, sobre todo la repercusión de la agricultura co zadmga.
– Sólo porque ha formado parte de un conjunto -empezaba a ex_plicar Ratty-, desde que se arruinaron las viejas tchifliks turcas, mira tú, y sobre todo en vista de la tendencia, más notable últimamente, a la movilidad en este sistema de gradinarski druzhini… -hasta que se daba cuenta de la expresión que había asomado en el rostro de Cyprian-, no es que me costara mucho tirarte este libro a la cabeza, Latewood, y, dada tu tenue naturaleza, no causaría ningún daño ni al misil ni al blanco.
Palmas de las manos hacia arriba, todo inocencia.
– A veces me gustaría que mis profesores fueran así de exigentes, eso me libraría de meterme en infinitos problemas.
– No todos somos criaturas de Renfrew, ya lo sabes.
– ¿Por qué mira así a Yashmeen?
– ¿Así cómo? Por interés sexual corriente, espero, en esta institución no todos tienen que ser sodomitas, oh, disculpa, no pretendía ofender tus sentimientos, quería decir mariconzones, claro.
– No, no es eso, hay algo más.
Ciertamente lo había. Ratty había oído vaguedades acerca del «Mapa del Mundo» de Renfrew, pero no veía razón para contarle nada sobre el particular a Latewood, quien a esas alturas era absolutamente inmune a la llamada de la información y sus usos. Ratty, por su parte, no había abierto todavía ningún expediente sobre ella, pues la consideraba una delicada inglesita, aunque, por los comentarios grandilocuentes, las habladurías y los rumores desacreditados que le llegaban, cualquiera hubiera dicho que la señorita Halfcourt tenía relaciones con el este, una expresión a la que Renfrew estaba acostumbrado y que garantizaba el despertar en él de cierta esperanzada curiosidad.
Los trimestres fueron pasando…, Cuaresma y Pascua, hasta llegar a las Largas Vacaciones. Yashmeen regresó a su diminuta buhardilla en Chunxton Crescent y al poco percibió, si no exactamente una diver____________________ñero social, así que casi no le quedaba más opción que las largasquiera el expediente apropiado. Lew Basnight andaba por allí, pero las actividades de la Icosaedíada lo volvían imprevisible como compapetir los mismos inútiles y cansinos trámites ante subordinados, con frecuencia deslumhrados pero muchas veces incapaces de localizar sina Colonial y a la brigada de Queen Anne s Bridge, sino que incluía también las atenciones menos visibles de la Ojrana, Ballhausplatz y WilhelmstraBe, lo que requería visitas periódicas a Whitehall para reciencia respecto a lo que había acabado suponiendo a esas alturas su «protección»: una vigilancia implacable que no se limitaba a la Oficigencia entre el CRETINO y ella, sí al menos una creciente impa soirées estivales infestadas de idiotas. Para escapar de ellas, como un bro____________________dos sus ceros no triviales tenían una parte real igual a un medio.pótesis -casi distraídamente incluida en un artículo de 1859 sobre la cantidad de números primos menores que un valor dado- de que topezó, como muchos otros en aquella época, un viaje al interior del territorio movedizo de la Función Zeta de Riemann y su famosa hiba en la habitación superior con varias obras matemáticas, y así emte en un jardín de un bulbo invisible o de una semilla muy enterrada, verde, asombrosa, emergía su fascinación casi erótica por las ideas de la antigua eminencia de Gotinga G.F.B. Riemann. Yashmeen se aisla
Neville y Nigel se pasaron el verano poniendo a prueba su pro_pia hipótesis de que podía recurrirse a todos los miembros de la raza china sin excepción para conseguir derivados del opio.
– Sólo tienes que esperar a que aparezca un chino -explicó Nigel- y tarde o temprano te llevará a un «fumadero» y todo irá rodado.
Acababan con tanta frecuencia por Limehouse que al final alqui_laron unas habitaciones.
De regreso en el domicilio familiar de Knightsbridge, Cyprian fue fríamente recibido, que no acogido. De joven lo había introducido en las actividades sodomitas un tío con el que viajó a París a vender pa__mente masculino. «Como pez en el agua», informó Griswold al padre de Cyprian, cuya decepción se debía pel pintado; para celebrar la consecución de un gran contrato con el Hotel Alsace, en la Orilla Izquierda entre la rue Jacob y el río, el tío Griswold había llevado al chico a un local de mala fama exclusivano a su hermano sino a su hijo. «Era una prueba de personalidad», le informó su padre; «fallaste. A lo mejor, al final, resulta que Cambridge es tu sitio.»
Aunque Cyprian tenía una vaga idea de la dirección de Yashmeen, no la visitó aquel verano. Al cabo de poco tiempo, para el mutuo ali_vio de todos, tomó el tren y el barco rumbo al continente y acabó pasando varias semanas en Berlín, notorias por sus excesos.
Con la llegada del fresco otoño, todos volvieron. Se habían pues____________________mo de cerveza, en tal cantidad y tan rápido como fuera posible.diodía a fin de batirse en duelos de pega para ver quién sabía dibujar y calcular más deprisa con las reglas de cálculo de Tavernier-Gravet, que esa temporada estaba de moda llevar en fundas de cuero sujetas al cinturón. Por aquel entonces New Court era todavía un refugio de rebeldes, y el interés por el cálculo no tardaba en dar paso al consuritas privilegiadas aparecieron con el mismo flequillo que lucían las trabajadoras de las fábricas. Las charlas sobre criquet se centraban en Ranji y C.B. Fry y, por supuesto, en la temporada australiana recién iniciada. Los estudiantes de ingeniería se reunían en New Court al meto de moda nuevos colores, en especial el Rojo Coronación. Seño
Cyprian, pese a que rechazaba la fe anglicana de su familia, había empezado, por raro que parezca -sobre todo cuando podían oírse los responsorios de Mags, Nuncs y Maitines de los servicios religiosos en el Trinity y el King s College-, a atisbar que, precisamente a causa de sus imposibilidades, del caos de engreídos arribistas y funcionarios ob____________________cido entre los escolares miembros de coros, desde Staindrop a St. Paul, como el «Tedium de Filtham».to de toda la legislación sobre el trabajo infantil, además de por un despiadado cromatismo que habría inquietado al mismísimo Richard Strauss, demasiado «moderno» como para conservar la menor fuerza necesaria para penetrar y dejar sagradamente anonadado, ya era conomemoración de la Elección Caqui», de Filtham, que, aunque en la profesión de la escritura de himnos se considerase que estropear un Te Deum es labor casi imposible, ya que las fórmulas salmódicas están claramente establecidas, incluso en cuanto a las notas con que acabar, pues aun así, por su extensión atrofiante, en patente incumplimientaba pasando a su escepticismo, que apenas se sentía estimulado esos días, salvo por ejemplares tan horripilantes como el «Te Deum en Concognoscible y denso Cristo, que traería el secreto de cómo una vez, en la cima de una colina que no era Sión, había vencido a la muerte. Por la noche, en las Completas, Cyprian se situaba delante de la luz que proyectaban los ventanales de la capilla y se preguntaba qué le esto pese a esa misma red enmarañada de imperfecciones humanas, sino gracias a ella- en la emergencia del misterio inconmensurable, del insesionados con la jerarquía, de los chicos del pueblo que formaban el coro y no paraban de bostezar y moverse nerviosos, y del sermoneo narcotizante, era posible tener esperanza -paradójicamente, no tan
Mientras tanto, Yashmeen se estaba hartando cada vez más de Girton: la idiocia epidémica, las lamentables normas en el vestir y no di____________________mento, podía quitarse del todo de la cabeza la cuestión, casi como si él se la estuviera susurrando al oído, de por qué Riemann había planteado la cifra de un medio al principio en lugar de inferirla más adelante… «Por descontado, uno querría tener una prueba rigurosa», había escrito el matemático, «pero he dejado la búsqueda a un lado… ba de puntillas después del toque de queda y se metía desnuda en la estrecha cama de Yashmeen; ni siquiera en ese raro y silencioso moles del techo en forma de arco, bañando las mesas anidadas, el lino y a las chicas parlanchínas. Se refugiaba cada vez más en el problema de la función Zeta, con el cual se distraía incluso cuando la compañera de clase cuya mirada había cruzado y mantenido durante el día entragamos ya la comida, que no se veía precisamente mejorada por la luz rubia saturada que se abatía sobre el refectorio a través de los cristatras algunos fugaces y vanos intentos, porque no es necesario para el objetivo inmediato de mi investigación.»
Pero ¿acaso eso no implicaba…? La tentadora posibilidad queda_ba sencillamente fuera de su alcance…
… e imaginemos que en Gotinga, entre sus documentos, en algún informe escrito sólo para sí mismo y todavía sin catalogar, él hubiese sido incapaz de no volver al problema, obsesionado como todos los de____________________bieseñaló Hardy…, y que lo hubiese revisitado, que en cierto sentido humás desde entonces, incapaz de no volver a la serie exasperantemente sencilla que había encontrado en la obra de Gauss y ampliado para explicar por completo el mundo especular «imaginario» que incluso Ramanujan, aquí en Trinity, había pasado por alto hasta que se lo se reiluminado la escena, posibilitando la demostración de la hipóte_sis con todo el rigor que desearía cualquiera…
– A ver, Pinks, estás aquí, ¿verdad?
– ¿Y dónde estás tú, insolente? No parece que donde deberías, pero eso vamos a arreglarlo, ¿verdad que sí?…-dijo agarrando a la chica por el cabello rubio con bastante rudeza, y, en un único y elegante movi__das sobre la carita impertinente…miento, se levantó el camisón y al mismo tiempo se sentó a horcaja
– Así que te vas a la tierra de los Lederhosen, ¿verdad? -dijo Cyprian dejando traslucir el menor fastidio posible. En ese momento, lo que pudiese existir entre ellos no incluía los sentimientos heridos.
– Es feo por mi parte, obviamente, pero no me conocía a mí mis_ma lo suficiente hasta que…
– Por Dios, no te disculpes. ¿Te encuentras bien?
– Cyprian, no se trata de nada que hubiera esperado. A la mayoría de nosotros nos traen aquí, ¿verdad que no me equivoco?, para quitar____________________tras que Hilbert no piensa en otra cosa, y él está en Gotinga, y es esa obsesión lo que necesito, por eso me voy a Gotinga.dizaje…, todo eso es secundario. Para que algo llegue de verdad a… encenderse, es… Nadie me creería, si yo…, oh, bueno, puede que uno o dos de los chicos de las clases de Hardy, pero con seguridad nadie en Chunxton Crescent. Hardy conoce los ceros de la función t, en términos generales, pero no está lo bastante obsesionado por ella, miennos de en medio, para no molestar: los libros, la enseñanza, el apren
– Algo… matemático -parpadeó él. Ella empezó a mirarle con ra_bia, pero al instante captó lo que él quería decirle-. Sabía que algún día me arrepentiría. Nunca fui capaz de sacar más que las medias del criquet, ya sabes…
– Tú crees que soy una lunática…
– ¿Por qué debería importarte ya lo que…, lo que yo crea? -Oh, Cyprian, se dio una bofetada mental a sí mismo, ahora no, por favor, ahora no.
Ella se mostraba paciente ese día.
– ¿Y qué piensas de mí, Cyprian? Ha sido la iluminación escéni_ca bajo la que me ves, esa que a veces amenaza con quemarme, que me transforma en un Beau-idéal… ¿A quién no le gustaría convertirse, siquiera por un instante, en esa criatura fulgente…, por más que su des__to que no podía controlar.tino sean las cenizas? -Apoyó la mano en la de Cyprian, y él sintió bajo las orejas y por el cuello un rápido y delicado estremecimien
– Claro. -Encontró un cigarrillo y lo encendió, luego le ofreció otro a ella, que lo aceptó diciendo que se lo guardaba para más tar____________________zado, como hasta el mismo garlo, era inequívocamente deseo, aunque de un tipo muy especialijando que te adoren. No sé nada de Riemann, pero al menos sí sé lo que es una obsesión. ¿Verdad? -Y por eso no apartaba la mirada de la larga y seductora curva de su cuello desnudo. Ella no podía nede-. Tienes poco futuro si te quedas por aquí holgazaneando y deCyprian reconocía.
Habría sido esperar demasiado del Profesor Renfrew que repri____________________ces que ella no sabía diferenciarlo).ña de incentivación, por no decir de seducción pura y dura (había vemiera su tendencia a entrometerse, así que en cuanto se enteró de la inminente partida de Yashmeen para Gotinga, emprendió una campa
– No se trata de un plan de asesinato -le aseguró el Gran Cohén en una de sus numerosas recursiones de fin de semana a Chunxton Crescent en el ferrocarril Great Eastern, para hacer consultas-. Eso podría significar también su propia destrucción. Es posible que quie__misa de partida, que sigue siendo tan despreciable como siempre.ra que usted ponga en peligro la salud mental de su homólogo, Werfner. Es una fantasía profesoral que se remonta al menos a los tiempos de Weierstrass y Sofia Kovalevskaia, cuando esa épica historia entró en el folclore del esfuerzo académico. Los años no han redimido su pre
Ella frunció el ceño.
– Bueno, usted es guapa, eso es innegable. Cuando se transmi_gre en su próximo cuerpo, debería plantearse algo menos atractivo para la vista. Algún miembro del reino vegetal suele ser una apuesta segura.
– ¿Quiere que intente renacer como una verdura?
– Nada en la doctrina pitagórica lo prohibe.
– Es un gran consuelo, Gran Cohén.
– Sólo quiero decir que se ande con cuidado. Aunque ambos pue__do dado.dan ser todo lo carnales que quiera, su lealtad no es para con el mun
– Vaya, ¿la carne pero no el mundo? Qué curioso. ¿Cómo puede ser? Suena un poco como las matemáticas, aunque quizás algo más práctico, diría.
– Ah, a propósito, ha llegado esto para usted.
Le entregó un paquete que parecía haber sufrido un iracundo tra_tamiento en la oficina de correos. Ella desanudó un trozo de cuerda, desgarró la envoltura de papel que ya estaba rota y descubrió un tomo en folio de encuadernación barata, con una cromolitografía a cuatricomía en la cubierta de una joven en el tipo de pose provocativa que se veía en las postales enviadas desde la costa, con el dedo ante sus gruesos y brillantes labios.
– «Vestido Silencioso de Snazzbury» -leyó Yashmeen en voz alta-, «Funciona siguiendo el principio de la interferencia de ondas, soni_do que anula sonido, al ser el acto de caminar básicamente un fe_nómeno periódico y el "frufrú" típico de un vestido una complicación fácilmente computable a la frecuencia ambulatoria subyacente… Se des__bury, en la Universidad de Oxford, que cada atavío individual podía cubrió hace muy poco en el laboratorio científico del Doctor Snazzajinarse a sí mismo mediante ciertos ajustes estructurales en su fabri_cación…»
– Se materializó en el refectorio -dijo el Cohén encogiéndose de hombros- o lo hicieron aparecer bruscamente como si se hubiera ma__ta por todas partes.terializado. Obra de Renfrew. Lleva la marca de la burla rancia inscri
– Tiene una nota: «Toda chica debe tener uno. Nunca se sabe cuán_do se necesitará. Se ha organizado su visita. Traiga a sus encantadoras amigas». Una dirección, una fecha y una hora.-Le pasó el trozo de papel.
– Podría ser peligroso.
Pero a Yashmeen le interesaba el problema en general.
– Damos por supuesto que el dispositivo silencioso sólo tiene sen____________________mente pantalones y blusa?tar una mujer el frufrú de su vestido? ¿Por qué no ponerse simpletido puertas adentro, pero ¿es para el sigilo, la meditación, un medio para un fin, un fin en sí mismo?, ¿bajo qué circunstancias querría evi
– Cuando se vea obligada a presentar una apariencia razonable_mente femenina en público -conjeturó el Gran Cohén-, mientras en privado cumple alguna misión clandestina.
– Espionaje.
– El debe saber que usted nos contará todo.
– ¿Lo haré?
– Señorita Halfcourt, ¿está intentando coquetear conmigo? Desis__rá usted. Mi consejo es que vaya para probar el artilugio y echar un vistazo. Luego cuente lo que quiera.ta. Los Gran Cohens están hechos a prueba de coqueteos. Es parte del Juramento. Reconozco que siento curiosidad, como sin duda la senti
En realidad, fue algo más siniestro que eso. Aquellos cuyo trabajo consistía en seguir la pista de cualquier invención reciente que pudie____________________tos de tropas en los Balcanes hasta el precio de los diamantes en Bélgica.tensificado en los últimos días, con la debida alarma, lo cual dio lugar a prolíficos informes en los que se incluía de todo: desde los movimienra utilizarse como arma, por remoto que fuera su potencial, y encontrar su relación, si la hubiera, con los acontecimientos políticos y militares en Europa, observaron el tráfico de Vestidos Silenciosos, que se había in
– Sí, es precioso de verdad. Me llevaré cien.
Pausa.
– Eso requiere una suma por adelantado. Ustedes, caballeros, son…, es decir…-Su mirada se quedó clavada en el enorme fajo de billetes que el emisario extrajo de un maletín de cuero oscuro con el mem_brete del Sello pertinente.
– ¿Le parece bien?
Y cuando los personajes casi habían abandonado ya el recinto:
– Un centenar de mujeres moviéndose, ¿todas en silencio? ¿Du_rante cuánto tiempo? Permítame expresar cierto escepticismo. Rayas verdes, blancas y malvas, espero.
– No, no son sufragistas. Ellas quieren crespón negro y forro de tela italiana. No tenemos ni idea; en este asunto sólo somos inter_mediarios.
Sin embargo, sus voces se estremecieron ligeramente con ginecofobia, o miedo a las mujeres, a las mujeres silenciosas en esos vestidos negros absolutamente silenciosos, avanzando por pasillos que parecían perderse hasta el infinito tras ellas; tal vez miedo también a los propios pasillos, en los que no resonaba eco alguno, sobre todo en ciertas con____________________tino ocultaban? Y, más inquietante todavía, ¿con cuánto apoyo oficial contaban?nía, sin el consuelo de las palabras, sus manos libres de sombrillas o abanicos, de lámparas o armas… ¿Debería uno esperar, retirarse, darse la vuelta presa del pánico y echar a correr? ¿Qué propósito clandesdiciones de poca luz…, sin el menor fragmento de música en la leja
Yashmeen, Lorelei, Noellyn y Faun, ausentes por un día en Lon____________________ban a las entradas del metro de París, rezaba:gaba tras doblar una esquina eternamente a la sombra de los edificios más altos que lo rodeaban. El rótulo, con letras modernas que recordacadas en un taller ubicado en un lúgubre edificio industrial, puede que más cerca de Charing Cross Road que de Regent Street, al que se lledres con las pruebas de Snazzbury como excusa, habían sido convo l'arimeaux et queurlis, tailleurs pour dames.
– Estos son los modelos básicos… ¿Mademoiselles? Si son tan amables.
Bajando por una rampa helicoidal, cuya geometría concreta resul____________________ración, sin sombrero, sin colorete, el cabello recogido y prendido con alfileres, tan ceñido a la cabeza que podrían haber pasado por chicos ambiguos, de ojos gro, tan silenciosamente que incluso podía oírse su cautelosa respitaba difícil de discernir en la ladina estructura de sombras de la que parecía formar parte, se deslizaba una fila de jóvenes vestidas de neenormes y enigmáticos, labios fijos en lo que nues_tras señoritas universitarias reconocerían como crueles sonrisas, en las que no faltaba su matiz erótico.
– Pues a mí -murmuró Lorelei estremeciéndose un poco- me gusta ésa.
– ¿La ropa o la chica? -preguntó Noellyn.
– Pues a mí no me parece gran cosa ni la una ni la otra -dijo Faun olisqueando.
– Oh, Faun, eres demasiado crítica. Y esa otra, la que viene justo detrás, te ha estado lanzando miradas incendiarias todo el rato, ¿no te has fijado?
Sí, y más tarde, en los probadores, resultó que aquellas altivas mani____________________bulos a tomar las medidas más íntimas. Las quejas fueron inútiles.ciosas, que se abalanzaron calladamente sobre ellas con cintas métricas y extraños calibradores de gran tamaño y empezaron sin más preámtablecimiento. Yashmeen, Faun, Noellyn y Lorelei, en corsés, medias y ropa interior, se encontraron a merced del cuerpo de Vestidoras Silenquíes cumplían también las funciones de ayudante de vestuario en el es
– Discúlpeme, le aseguro que conozco mis medidas, y ciertamen_te mis caderas no son tan enormes como la cifra que ha anotado ahí, aunque sea en centímetros…
– Oh, por favor, qué falta hace medir el interior de mis extremi_dades cuando seguramente bastaría con el exterior… Y ahora me está haciendo cosquillas, bueno, no exactamente cosquillas sino más bien un…, umm…
Pero sus torturadoras siguieron adelante con silenciosa resolución, intercambiando miradas intencionadas entre ellas y de vez en cuando buscando las de las chicas, lo que a menudo provocaba rubores y des__destino- le hubiera resultado difícil determinar el nivel de inocencia en la sala.concierto, aunque a un observador accidental -o, digamos, a uno clan
Yashmeen creía que el secreto del vestido de Snazzbury radicaba en el forro, en la precisa, cómo se diría, microscópica y delicada estruc____________________recían británicos de fiesta, muy ocupados en zamparse su provisión de bocadillos de embutido, buccinos y pasteles de cerdo.tropolitano, apretujadas con otros treinta o cuarenta pasajeros, que pasorbido hasta tal extremo que sólo con un respingo desconcertado, comparable al despertarse del sueño, se encontró a sí misma y a sus amigas en la cima de la enorme Noria de Earl's Court, a cien metros de altura sobre Londres, en una cabina del tamaño de un autobús mecribía lo que se hacía sobre el telar… Esos pensamientos la habían abda, cada una de cuyas entradas correspondía a un coeficiente que desdad en cuanto a la forma en que se urdían los hilos, la cual variaba punto por punto sobre la superficie dada, como una matriz extenditura de la sarga, que, tras su inspección, parecía distar de la uniformi
– No nos movemos -murmuró Faun al cabo de un rato.
– Tarda veinte minutos en dar una vuelta completa -comentó Yash_meen-, para que cada cabina disfrute de una pausa arriba del todo.
– Sí, pero la nuestra ya lleva cinco minutos arriba, como poco…
– Una vez se quedó parado durante cuatro horas -afirmó una per__ble fortuna, fueron presurosos al primer magistrado que encontraron e hicieron la proeza de invertir el dinero en acciones del ferrocarril chino del Turkestán, y no volvieron la vista atrás.sona de aspecto nítidamente suburbano-. Por las molestias, mi tío y mi tía, que entonces eran novios, recibieron un billete de cinco fibras, igual que en la canción…, y así, al reunir entre ambos una considera
– ¿Te apetece un poco de anguila en gelatina? -preguntó uno de los ociosos haciendo oscilar en el aire una porción del preciado bo_cado, muy cerca de la cara de Noellyn.
– Me parece que no -dijo ella, y estuvo a punto de añadir: «¿Estás loco o qué?», pero recordó dónde estaban y lo que tardarían en vol_ver a tierra firme.
– Mira, ¡allí está West Ham!
– ¡Y ahí Park, y Upton Lañe!
– ¡Hay unos chicos vestidos de azul y burdeos!
– ¡Le están dando patadas a algo!
En el mundo, desde la Exposición de Chicago de 1893, se había puesto de moda la rotación vertical a gran escala. El ciclo, conjeturó Yashmeen, podía sólo parecer reversible, pues una vez arriba y de re_greso abajo, uno cambiaba «para siempre». ¿No? Entonces derivó sus pensamientos a cuestiones de aritmética modular y su relación con el problema de Riemann, y finalmente al inicio de un sistema para jugar a la ruleta que algún día la haría rodearse de dueños de hotel y sommeliers y otros tipos de liminalidad lupina, y convertirse en el asombro y la desesperación de los administradores de los casinos de todo el Continente.
El grupo que se había reunido en la estación de Liverpool Street para despedirla incluía a Cyprian, Lorelei, Noellyn y Faun, además de muchos jóvenes locamente enamorados, a ninguno de los cuales na_die parecía conocer, y el entrometido y nocivo Profesor Renfrew, que le regaló un ramo de hortensias. Hubo telegramas, incluido uno de Hardy, caprichoso hasta el punto de resultar ilegible, aunque cuando se quedó a solas se lo guardó en lugar seguro, entre su equipaje. Las hortensias las tiró por la ventana.
Tomaría la combinación tren-barco de las 8.40, que llegaba a Parkeston Quay, en Harwich, a eso de las 10.10, y desde ahí cruzaría en vapor el negro y turbulento Mar del Norte, despertándose a cada es__do el barco llegase al Hoek van Holland.tampido de una ola, interceptando en anónimas charlas oníricas los sueños fragmentarios de otros, perdiendo los suyos, olvidándose de todo en las primeras, frías e implacables estribaciones del alba, cuan
– Vaya, Cyprian, ¡pareces que estás un poco verde!
– Por no mencionar esas manchas.
– Me parece que voy a palparlo para ver si está maduro -dijo, y Cyprian añadió varios chistes vegetales más, lo que proporcionó a Lo__ca, tenía que abatirse el silencio en algún momento.relei, Noellyn y Faun una útil distracción de su propia tristeza, que de otra manera, podía suponerse, se habría vuelto insoportable. Pero en toda partida, como si se obedeciera una inflexible tradición dinámi
Cyprian esperó la terrible certidumbre intestinal de que no volve____________________dad de que nada de «eso» -fuera lo que fuese- había acabado todavía.dió que una perversa variedad del Destino, ya conocida por él, que no prometía nada sino que más bien lo retenía todo, le ofrecía la seguribridge, pero no sufrió tal ataque de tristeza, y al momento comprennas, por así decirlo; esperó aquella noche y el día siguiente (mientras el tren de Yashmeen cruzaba canales, pasaba ante laderas de boscosas colinas y por el manicomio de Osnabrück, y después ella cambiaba de tren en Hannover para dirigirse a Gotinga), y luego otra noche y otro día más, esperó mucho tiempo desde que ella se marchara de Camlómetros, con cuadrillas de criados escurriendo fregonas y más fregote para que le diera tiempo a volver a sus habitaciones y entregarse allí a las lágrimas, y eso se prolongaría indefinidamente, no se sabe si para siempre, aburriendo a todo el mundo en un radio de varios kiría a verla. Él resistiría entonces la afligida recaída, al menos lo bastan
El alto casco negro se alzaba sobre ellos como un monumento a los peligros del mar, sin ninguna relación visible con las oleadas de alegría que se agitaban abajo. Taxis vacíos se alineaban en forma__titud se despidiera deseando bon voyage y fuera volviendo las caras, una a una, de nuevo tierra adentro, dispuestas a adentrarse en el día del que habían extraído aquella breve hora.ción de cuatro y hasta de cinco al fondo del muelle. Los conductores, con sus sombreros altos, negros y brillantes, esperaban a que la mul
– Sólo salgo un momento a la calle, Kate, estoy de vuelta antes de que te des cuenta.
– Lo último es que tu viejo amigo R. Wilshire Vibe fue tan ama_ble de proponerme una audición, yo acudí y acaban de llamarme para una segunda prueba, de manera que quizá…
– ¡No lo digas! ¡Qué noticia más espantosa!
Katie se ruborizó un poco.
– Vaya, el viejo R.W. no es tan malo al fin y al cabo…
– Katie McDivott. Es asombroso lo que les está pasando a nuestros jóvenes, ¿no te parece? -Pero la sirena del barco soltó un bramido que calaba hasta los huesos e interrumpió todas las charlas previas a la sa_lida en el muelle.
Katie se quedó hasta que el buque de pasajeros reculó, viró y em____________________mirativas en su dirección.nó las horas pasadas entre las gigantescas boyas tripuladas, los barcos oficiales, los puestos de inspección a mitad del río. Sus padres, como todos los demás, habían zarpado de Cobb, pero ella había nacido más tarde, y nunca había estado en el mar. Si ellos habían navegado hacia el futuro, hacia alguna forma incognoscible de vida en el más allá, ¿qué era este viaje de Dally en el otro sentido? ¿Una especie de liberación de la muerte y del juicio para volver a la infancia? Dio vueltas a la sombrilla con gesto reflexivo. Un par de taxistas lanzaron miradas adpezó a perderse de vista por las complicaciones del puerto. Se imagi
Hasta que Erlys y Dally no estuvieron en alta mar, ninguna de ellas le habló ni escuchó a la otra, como si la inmensidad inhumana que las rodeaba les concediera por fin el permiso para hacerlo. Camina____________________bles de las antenas cantaban…ros con bandejas cargadas… Las chimeneas se alzaban al viento, los caban despacio por la cubierta de paseo, cogidas del brazo, saludando con la cabeza de vez en cuando a otras pasajeras cuyos sombreros con penachos se agitaban bajo la brisa del océano, evitando a los camare
– Sé que ha debido de ser una conmoción.
– Bueno, sí y no. Puede que no tanto como parece.
– Merle sigue siendo el mismo, ya lo sabes.
– Sí. Y eso siempre ha tenido su lado bueno y su lado malo.
– A ver, Dahlia…
– Y tú…, tú hablas igual que él.
Su madre calló un momento.
– Uno nunca sabe lo que le deparará el futuro. Al volver por Euclid desde el cementerio con tan sólo un par de dólares, apareció Mer__tada a que pasara precisamente yo.le en una vieja carreta destartalada y me preguntó si quería que me llevara. Como si él hubiera estado esperando en aquella callejuela apar
– ¿Tienes debilidad por las mujeres de luto? -Erlys no pudo evi_tar formular la pregunta en voz alta.
– Casi ha anochecido y vas a pie. Eso era todo.
El olor acre a petróleo flotaba en el aire. Los primeros cichstas del verano, con suéteres chillones, gorras y calcetines de rayas, pasaban zumbando alegremente en formación de batalla por el gran viaduc_to, montados en tándems que aquel año parecían estar de moda en la ciudad. Los timbres de las bicicletas no paraban de sonar, creando co____________________dad, y luego a mirarse.ble el movimiento de las brisas; las verjas de hierro rodeaban las villas de los acaudalados; las cunetas rebosaban de tréboles blancos; el sol empezaba a ponerse temprano, pero se demoraba, con un esplendor que llevó a ella y a Merle a detenerse a contemplarlo con incredulibra densa sobre los patios y las calles, verdaderos bosques de olmos en los tiempos en que todavía había olmos en Cleveland, que hacían visiros confusos en todas las variantes de armonías rotas, tan altos como las campanas de la iglesia el domingo, aunque es posible que con una textura más delicada. Los matones entraban y salían por las puertas de las cantinas, y a veces por las ventanas. Los olmos proyectaban una som
– ¡Fíjate en eso! -Extendió una manga de crespón negro hacia el oeste-. Como los crepúsculos de cuando era niña.
– Me acuerdo. Estalló un volcán en algún lugar de las Antillas, el polvo y las cenizas se quedaron en el cielo, todos los colores cambia_ron, duró varios años.
– El Krakatoa -dijo ella asintiendo, como si fuera una criatura de un cuento infantil.
– El cocinero de barco con el que viví un breve tiempo, Shorty, estuvo allí…, bueno, pongamos que a unos trescientos kilómetros en la dirección del viento, tampoco importaba mucho, y dijo que fue como el fin del mundo.
– Creía que las puestas de sol siempre serían así. Todos los niños que yo conocía también. Lo creímos durante un tiempo, hasta que las cosas empezaron a volver a ser como antes, y entonces pensamos que era culpa nuestra, que se debía a algo que tenía que ver con hacer____________________pongo que no son maneras de hablar de los difuntos, ¿verdad?dió ni me decepcionó descubrir lo poco que me importaba. Suse mayor, que a lo mejor todo estaba destinado a desvanecerse de ese modo… Cuando Bert me pidió que me casara con él, ni me sorpren
– Pero sigues siendo una niña.
– Más vale que te pongas gafas, viejo amigo.
– Oh, puedes sentirte todo lo vieja que quieras, faltaba más. -En cuanto ella se hubo acomodado en el asiento contiguo, su ondulante atuendo de viuda se recolocó para dejar al descubierto su visiblemen_te grávida cintura, ante cuya visión, él asintió-, ¿Para cuándo esperas a la niña?
– En torno al primero de año, tal vez. ¿Quién ha dicho que vaya a ser niña?
– Enséñame la mano. -Ella la extendió, con la palma hacia arriba-. Sí, niña sin duda. Con la palma hacia abajo, es un niño.
– Tonterías de gitanas. Debería haberme dado cuenta con sólo ver esta carreta.
– Oh, ya lo veremos. Apuesta si quieres.
– ¿Tienes pensado estar por aquí tanto tiempo?
Y así lo acordaron, más rápido de lo que ninguno de los dos se percató en ese momento. El nunca le preguntó qué hacía sola y a pie a una hora tan intempestiva, pero ella se las apañó para explicárselo: las deudas del faro, el láudano, el láudano con las copas de whisky que se____________________tante para no tomarse como no debía lo que él le ofrecía.jando que se las contara en detalle, hasta que ella se tranquilizó lo basblerinas, ampliadas a la escala de Cleveland, como aquellas con las que Merle debía de haberse topado ya un par de veces en sus correrías a lo largo de los años, pero por consideración se sentó a escucharlas detaban el aire que ella respiraba; toda una lista de mezquindades pueguían, malos préstamos y peores acreedores, la familia de Bert, que eran los Snidell de Prospect Avenue, sobre todo sus hermanas, que detes
– No es ninguna mansión de Euclid Avenue, ya has debido de dar__pensión de ballesta diseñada por mí mismo que te hará creer que vas montada en una nube.te cuenta, pero es cálida y está sólidamente construida. Tiene una sus
– Ya, claro, menos mal que estoy acostumbrada a ser un ángel. -Pero la parte más brillante de aquel cielo de la infancia llamativo y restallante lo tenía ahora justo detrás de su cara; parte de su cabello se había soltado, y Erlys detectó en la mirada de él lo que debía estar viendo. Los dos se quedaron callados.
Merle tenía algo alquilado en el West Side. Calentó una tetera de sopa en una cocina que funcionaba con el sobrante de queroseno de las fábricas de la Standard. Después de cenar se sentaron y contem_plaron los Fíats y el río, que reflejaba las luces del tráfico de barcos de vapor, las lámparas de gas y los fuegos de las fundiciones kilómetros arriba, por los recodos y revueltas del Cuyahoga.
– Es como mirar hacia abajo y ver el cielo -dijo ella, adormilada tras el largo día.
– Más vale que duermas un poco -dijo Merle-, tú y tu amiguita de ahí dentro.
El tenía razón con respecto a la carreta. Más tarde, ella recordaría que había dormido allí como nunca hasta entonces en su vida, y pue____________________tarse más calmada, dejar que sus preocupaciones se deslizaran hacia otros temores, prestar toda su atención al bebé en camino, hasta que un día comprendió con toda claridad «que no sería sólo "una niña" sino tú, Dally; soñaba contigo una noche sí y otra también, soñaba tu carita con exactitud, y cuando por fin saliste al mundo, ya te conocía, eras el bebé de esos sueños…».ron a Tennessee, adelantándose a las estaciones cambiantes del año, parando en pueblos de los que ella no tenía noticia, donde él siempre conocía a alguien, algún colega artesano que le indicaba dónde había trabajo, tanto daba cuál, desde tender cables para los tranvías a cavar un pozo; y en cuanto ella empezó a tranquilizarse al ver que, incluso en aquellos tiempos difíciles, era posible encontrar trabajo, pudo senble extendido sobre unos palos, aunque algunas noches él se iba a la ciudad a hacer de las suyas, algo sobre lo que ella no preguntaba, y no regresaba hasta la siguiente salida del sol… A medida que se acercaba el otoño, se encaminaron hacia el sur, pasaron por Kentucky y llegade que tampoco después. El tiempo era todavía tan clemente que Merle podía dormir fuera, envuelto en una colcha bajo un impermea
Con paciencia exagerada, tras pensárselo un momento:
– Sí, pero lo que sigue es que, en cuanto se te presentó la prime_ra oportunidad, tú…
– No. No, Dally, yo tenía pensado volver a buscarte. Creía que ten__tigo sin decir adonde.dría tiempo, pero parece que Merle no quiso esperar, se marchó con
– Todo fue culpa de él, ¿es eso?
– No, Luca también le daba largas…, no paraba de repetir: «Sí, po_dríamos hacerlo», pero nunca decía «Hagámoslo ya»; sin embargo…
– Oh, entonces todo fue culpa de él.
Una sonrisa de labios apretados, una sacudida de cabeza.
– Nada de piedad, nada de piedad, esta vez no.
La chica fingió sonreírle, pero no tenía malicia para más, lo cual permitió a Erlys replantearse qué era lo que su hija todavía no po_día perdonarle.
– No voy a engañarte. Luca Zombini fue la primera pasión ver____________________cia pasada, más bien amarga, diría yo.mos sorprendidos por algunos momentos sueltos de deseo, aunque él era, siendo justos, lo que tú llamarías reacio a imponerse a una joven viuda embarazada, no tanto por cortesía como por alguna experiendadera de mi vida, ¿cómo iba a negarme a ella? Con Merle, sí, nos vi
– De manera que Luca y tú perdisteis la cabeza en cuanto os visteis.
– Y todavía nos pasa, en eso al menos…
– ¡Cómo! Los dos…
– Ummm, ummm, ummm -cantó Erlys, con una mirada profun_da y desarmante, en una tríada menor descendente, más o menos.
– Yo pensaba que los bebés tienden a fastidiarlo. Estaba segura.
– Pues ése, como no tardamos en descubrir, no fue el caso. Y yo te echaba cada vez más de menos, a medida que pasaban los años, uno tras otro, con aquellos hermanos y hermanas que deberías haber te_nido a tu alrededor, y además tenía tanto miedo…
– ¿De qué?
– De ti, Dahlia. No habría podido soportar que…
– Por favor, ¿qué iba a hacer yo? ¿Sacar una pistola?
– Oh, cariño. -Dally no se esperaba la voz de tiple sofocada que oyó entonces, y menos aún lo que parecía delatar (más vaha tarde que nun__dir lo que quieras, no estoy en condiciones de…ca, supuso): remordimientos, incluso pesar-. Sabes que me puedes pe
– Lo sé. Pero Merle me dijo que no debía aprovecharme. Por eso nunca planeé hacer otra cosa que pasarme por allí, saludar y seguir mi camino.
– Ya. Devolvérmela haciendo lo mismo que yo cuando te aban_doné aquel día. Oh, Dally.
La chica se encogió de hombros, con la cabeza inclinada hacia aba_jo, el pelo acariciándole las mejillas de atrás adelante.
– Pero en cualquier caso, resultó otra cosa.
– ¿Peor de lo que imaginabas?
– ¿Sabes qué me esperaba? Una especie de Svengali, un tipo con capa, y a ti atontada, dominada por su hechizo hipnótico y…
– ¿Luca? -Dally ya había visto reír entre dientes a su madre, pero jamás ponerse públicamente en ridículo. Los paseantes, de hecho, re____________________güenza.do Erlys recuperó el aliento, añadió-: Ahora encima te hago pasar vertrocedieron y caminaron en la otra dirección para verla mejor. Cuan
– Lo que quería decir es que me parece muy raro que él me re_cuerde tanto a papá. A Merle.
– Puedes decir «papá» -comentó todavía ruborizada y con los la____________________do de los brazos de un mago a los de otro.dante Glamurosa, ¿no te parece?, condenada para siempre a ir pasanbios encendidos-, Y puede que yo sólo sea una especie de vieja Ayu
Se acercaba la hora de la comida. Destacamentos de personal del restaurante salían a toda prisa del invernadero del barco con ramos de claveles, rosas de té y cosmos encarnados. Los camareros se arrastra__mohadillados con terciopelo. Los olores de los fogones empezaban a salir por los respiraderos de las cocinas. Madre e hija estaban junto a la barandilla de popa, abrazadas por la cintura.ban por las cubiertas golpeando gongs en miniatura con martillos al
– No está mal la puesta de sol -dijo Erlys.
– Bastante bonita. A lo mejor ha estallado otro volcán en alguna parte.
Antes de cenar, mientras Dally la ayudaba a peinarse, Erlys pre_guntó distraídamente:
– ¿Y qué te parece ese joven que no te quita ojo en el comedor?
– ¿Cuándo ha sido?
– Señorita Corderito Inocente.
– ¿Cómo iba a saberlo?, ¿estás segura de que no miraba a Bria?
– ¿No te gustaría averiguarlo?
– ¿Por qué? Una semana en esta barcaza y luego todo se acabó.
– Es una manera de verlo, supongo.
Dally fingió que le fascinaba el filo acerado del horizonte. Su ma_dre, faltaba más, cualquiera lo sabía, habría caído al instante. ¿Cómo iba a olvidarlo? ¿Cuándo se suponía que iba a empezar a olvidarlo? Preguntas incómodas, porque ella bien podría haber regresado al sa__cendental.lón de baile de R. Wilshire Vibe y recibir aquella primera mirada tras
Erlys dijo:
– Es un hombre de Yale. Va a Alemania a estudiar matemáticas.
– Vaya, mi tipo, ni pintiparado.
– El creé que lo estás despreciando.
– Menudos son los de Yale, saben hablar, eso sí, fueron ellos quie__bes lo que él…?, ¿mamá? ¿Has estado hablando de mí? Con un…nes inventaron el desprecio…, pero, un momento, espera… ¿cómo sa
– Estudiante de Yale.
– Empezaba a pensar que podía fiarme de ti.
Eso parecía algo más que una simple burla. Erlys bajó los ojos pe_queños y brillantes hacia la chica, preguntándoselo.
El comedor de primera clase estaba lleno de palmeras, helechos, membrillos en flor. Candelabros de vidrio tallado. Una orquesta de veinte instrumentos interpretaba canciones de opereta. Cada vaso de agua afinado cuidadosamente a la 440, las copas de champán una octava más altas. Cuando afinaba la orquesta, por tradición se animaba a los viajeros a golpear los bordes de sus vasos vacíos, de manera que justo antes de las comidas un agradablemente chispeante campanilleo llenaba el recinto y repercutía por los pasillos.
La cuarta clase estaba separada de las cubiertas de abrigo por ape_nas unas delgadas mamparas de cristal y de guillotina; era un espacio largo y estrecho como el vagón de pasajeros de un tren, con filas y más filas de bancos, y portaequipajes arriba. Había camareros, como en las otras clases, que traían mantas con la insignia del Stupendica bor____________________llos e insultarse unos a otros; Kit descubrió que prefería ese entorno antes que sus alojamientos palaciegos dos o tres cubiertas más arriba, delante de las chimeneas.ta de estudiantes americanos que iban a Europa a estudiar viajaban en cuarta clase, y se reunían regularmente en el salón para fumar cigarridada, café triestino en tazas, periódicos en varias lenguas, bollería vienesa, bolsas de hielo para cabezas con resaca. Una colección comple
Aparte de él, el único matemático era Root Tubsmith, que se di____________________sado desembarcar en Marsella.de que demasiado apegado a la botella, y además, como él, tenía pencia de lenguajes, a Kit Root le pareció un tipo animado, aunque puemetría Tetradimensional tras estudiar con el Profesor Manning en Brown. Al contrario que en el departamento de matemáticas de Yale, en el de Brown sí se enseñaban Cuaterniones, pero, pese a la diferengendario Frobenius, inventor de la fórmula para grupos simétricos de caracteres que llevaba su nombre, y famoso por impartir unas clases perfectas en Alemania. Root había decidido especializarse en Georigía a la Universidad de Berlín a estudiar con Fuchs, Schwarz y el le
Esa noche Root era su invitado en primera clase, y en cuanto se sentaron y Root se concentró en la carta de vinos, Kit se puso a mirar hacia la otra punta del salón, a una joven con una llamativa cabelle____________________dad, que, pronto se hizo evidente, ejecutaban con gran profesionalidad. Nada se vertía, goteaba ni se rompía, y flores, pájaros y pañuelos de seda emergían del aire vacío. El plandecientes, mientras otros hacían girar bandejas en las puntas de varitas flexibles, al estilo de las Indias Orientales. Los camareros, los sommeliers y otros empleados del comedor, lejos de recriminárselo, los animaban e incluso aplaudían las diversas exhibiciones de habilira pelirroja que acababa de entrar acompañada de un numeroso grupo de artistas italianos, cuyos niños ya empezaban a hacer malabarismos con la vajilla, procurando no hacerse daño con los filos y las puntas resCapitán se levantó de su mesa y fue a sentarse con aquella familia, cuyo patriarca puso cordialmente la mano detrás de su oreja y sacó una copa rebosante de champán todavía es__rantela. La joven estaba allí pero también parecía no estar. Kit sabía que la había visto antes en algún lugar. El recuerdo le escocía en los rincones de la memoria. No, se trataba de algo más sobrenatural aún. Se conocían, era casi como si ya lo hubiera soñado…pumeante, mientras la orquesta de la cena atacaba una especie de ta
Después de cenar, cuando los caballeros se retiraron a la Cubierta de Fumadores, Kit se acercó a la larga hilera de Zombinis de variadas tallas y Erlys lo presentó de una forma vaga, lo cual evitó a Dally la cháchara inane. A ella le alegró no tener que empezar a farfullar in_mediatamente.
A diferencia de las Chicas Gibson de la época, a las que les gusta__se indiferentes, Dally no sabía cómo dejar de mirar a alguien por quien ni siquiera sentía el menor interés, aunque bien sabía Dios que no era ése el caso.ba desviar la mirada, por no decir la nariz, como si no fuera tanto el aspecto de un joven cuanto su olor aquello a lo que querían mostrar
El la miraba con los ojos entornados atractivamente.
– Te he visto antes -dijo ella-, en la residencia de R. Wilshire Vibe en Greenwich Village si no me equivoco, en una de sus peculiares ce_lebraciones crepusculares.
– Sabía que tenía que ser en algún sitio así. Tú estabas con una chica que llevaba un vestido rojo.
– Siempre es agradable que te digan que has dejado huella. Mi amiga se llamaba Katie, es un poco tarde para presentártela, aunque creo que podrías saltar por el saliente de popa, volver nadando a Nue_va York y buscarla…
Kit estaba de pie, balanceándose levemente al ritmo de la música de baile y parpadeando educadamente.
– Sí, y ahora, en cuanto a la Universidad de Yale, si no te impor_ta que te pregunte, ¿había algún otro Traverse en tu clase?
– Creo que yo era el único.
– ¿No tendrías un hermano en el sudoeste de Colorado, verdad que no?, ¿Frank?
La mirada que le devolvió él no fue tanto de sorpresa como a la defensiva.
– ¿Es que eres…? ¿Eres de por allí?
– Estuve de paso un par de meses, que me parecieron dos años, no lo echo mucho de menos, ¿y tú?
El se encogió de hombros.
– Allí no me echan de menos. -Ninguno de los dos se estaba bur_lando del otro-. ¿Cómo está el bueno de Frank?
– Lo último que sé de él es que se iba de Telluride, no estoy se_gura de que fuera por voluntad propia.
Un bufido amistoso.
– Parece muy lógico.
– El me dijo que te buscara.
Se dio unos toquecitos en un sombrero invisible.
– Pues veo que lo has hecho. -Luego se sumió en un silencio que se alargó demasiado.
Un hombre bastante agradable, cuando no se perdía en sus pensa_mientos.
– Esto… ¿señor Traverse?, eh, ¿señor? Podría darme un ataque o algo así, ¿serviría de algo?
Lo que tardíamente hizo que él le clavara la mirada de vaquero a la que al menos ella estaba acostumbrada, el tiempo necesario para que Dally se percatara, además de todo lo demás, del precioso matiz de azul de sus ojos. Malditas lobelias.
El miró a su alrededor. La familia Zombini había acabado de ce_nar hacía un rato y ya había abandonado la mesa. La orquesta había vuelto a Víctor Herbert y Wolf-Ferrari, y los bailarines empezaban a ocupar la pista.
– Vamos.
Él la llevó fuera, a la cubierta de paseo del Stupendica, ilumina____________________nas en su equipaje, podría haber pensado en declararse o al menos en robar un beso. Dally se sentía como una botella de seltz a punto de ser utilizada en el interludio de un vodevil. No cabía la menor duda de que no podía tratarse de eso que llaman Amor a Primera Vista. O a Segunda.teo, mientras la luz eléctrica que se derramaba por los ojos de buey atenuaba el rostro de Kit hasta convertirlo en una críptica mancha difuminada de sí mismo. Otro joven, en algún otro lugar y con otras peda por las estrellas, con una luna lo bastante luminosa para permitir divisar los imponentes contornos de las nubes; las parejas paseaban arriba y abajo junto a la barandilla sin pensar en otra cosa que el flir
– Dime, ¿te habló Frank de la situación de la familia?
– Me habló de unos tipos a los que buscaba, él y también tu her____________________pado porque alguien lo buscaba a él.bía marchado, pero nadie sabía adonde, y Frank estaba muy preocumano; el otro, el jugador de faro, ya había estado en Telluride y se ha
– Muy locuaz para ser Frank, se ve que se fiaba de ti.
Ella esbozó una sonrisa forzada. La gente con problemas no solía ser su primera elección como acompañante de sobremesa tras la cena, aunque, bien mirado, ¿qué otro tipo de gente conocía?
– Quiero mucho a esos dos cabezas de chorlito -su susurro se iba haciendo cada vez más apasionado-, son mis hermanos, se creen que intentan protegerme, pero no saben que estoy metido hasta el cuello en todo esto…-con el gesto abarcó el barco entero, la orquesta, la no_che-, el traje que llevo puesto, comprado y pagado con dinero de la misma cuenta corriente que…
– ¿Crees que tienes que contármelo? -preguntó con la mirada multiusos de ojos desorbitados que había aprendido a utilizar en Nue_va York cuando intentaba ganar tiempo para pensar algo que decir.
– Tienes razón. Quizás un punto demasiado serio para una jovencita…
– ¿Jovencita? -fingió un interés educado-, ¿qué edad tienes tú, niñato, para llamar eso a nadie? Hasta me sorprende que te hayan deja_do salir a jugar al patio.
– No te dejes engañar por la cara, soy más sabio que mis años.
– Es posible que ya no te mees encima, eso sí te lo concedo.
– Hasta hace unos veinte minutos, creo, estaba navegando tranqui_lamente por Moonlight Bay, de vacaciones, alejándome de todo eso. Entonces apareces tú, Frank y lo demás, y si hay algún peligro, a lo mejor no quiero verte cerca.
– Ya, claro, más vale estar completamente solo. Un hombre de verdad.
– Usted no tiene ni idea, señorita. Con un paso en falso basta. -Se tocó el ala de un sombrero imaginario y desapareció tan rápido como lo había sido ese gesto.
– Bien podría haber sido Luca agitando su varita mágica -le dijo a Erlys-. No me parece a mí que dé la taha para novio, mamá.
– Tiene tendencia a los cambios de humor, más bien.
– No sé qué le pasa a esa gente, como tampoco lo sabía en Colo_rado. Salvo que tienen problemas, y gordos.
– Bien, no me cabe duda de que te enterarás.
– ¡Yo! Si tú me has arrojado a sus brazos…
Pero Erlys se rió y se puso a apartarle el pelo de la cara, un me__cantara el mero gesto, el tacto del chón cada vez; era una tarea que parecía no tener fin, como si le encabello de Dally en los dedos, la repetición, como si tejiera… Dally se acomodó en una especie de vér__pre, deseando estar en otro sitio…tigo, escuchando, sin escuchar, deseando que se prolongase para siem
– Siempre eres una revelación, Dally -dijo ella al cabo de un rato-. Me temo que al final tendré que agradecerle algo a Merle.
– ¿A qué te refieres?
– A que por fin te haya podido conocer. -Lenta, reflexivamente, abrazó a la joven.
– Vas a llorar otra vez, ¿me equivoco?
– Supongo que puedo esperar hasta más tarde.
– Los sacrificios de la maternidad. Algo he oído sobre eso en al_guna parte.
– Sin duda, te has vuelto majara -comentó Bria.
– Creía que lo disimulaba bastante bien.
– Un poco joven para los universitarios, ¿no te parece?
Dally se miró las rodillas, luego se asomó por el ojo de buey, y muy rápidamente volvió a mirar la carita divertida de Bria.
– No sé qué está pasando, Bri, sólo lo vi una vez en aquella fiesta en Nueva York, en la que, dicho sea de paso, tú también estabas, lan__lo de la cabeza, y ahora aquí está otra vez. Eso tiene que significar algo, ¿verdad?zándoles cuchillos a todos, y desde entonces no he podido quitárme
– Claro, significa que lo has visto dos veces.
– Oh, Bri, es inútil.
– Escúchame: infórmate sobre su amigo, ¿sabes quién te digo?, ese tipo rubio y bajo que se pasa la cena bebiendo pero nunca se des_ploma.
– Root Tubsmith, recién salido de Brown.
– ¿Por qué lo encerraron?
– No, de la prisión de Brown, no, de la universidad, y es otro lin_ce de las matemáticas.
– Si se le dan bien los números, será ideal como acompañante en un viaje de compras; mira, es mi tipo de hombre.
– Bria Zombini, no tienes vergüenza.
– Últimamente no mucha. ¿Podrás arreglármelo?
– Ja. Ya lo he captado. Se supone que eres tú la que tienes que ha_cer de acompañante.
– Pues yo diría que es más bien al revés.
Había empezado a dar la impresión de que Kit y ella navegaban en barcos distintos, versiones diferentes del Stupendica que se alejaban len_tamente con rumbos disparejos, cada uno hacia un destino diferente.
– Me estás menospreciando -le saludó Dally. No dijo «a nosotros, los Zombini»; a esas alturas ya utilizaba el singular.
Kit se quedó mirándola un buen rato. «Soñando despierto.» Para muchos de nosotros, quizá la mayoría, un viaje transoceánico, sobre todo con un billete de primera clase, ocupa un lugar destacado en la lista de goces humanos. Sin embargo, Kit, ajeno al mar durante toda su vida hasta que llegó a New Haven y contempló las maravillas del Long Island Sound, no compartía esa consideración por el medio acuá__ción de maldad, de conspiración, de persecución… Cuanto más mar adentro navegaban, más se imponía el horizonte, y menos capaz era Kit, o, ya puestos, menos voluntad tenía, de resistirse a aceptar el robo irreversible de su vida, la imperiosa tico. El recinto cerrado, la repetición de los mismos rostros cada día, las molestias de cualquier sitio intensificadas allí por la inaccesibilidad de la tierra firme, todo ello generaba con poco esfuerzo una sensay simple realidad de la ausencia de Webb.
Se sumía en el silencio, en el letargo, durante momentos sin esca____________________do con la cabeza. No, no se trataba de eso. No era la palabra exacta para definirlo.ración», se habría encogido de hombros y liado un cigarrillo, neganla le asaltaban recuerdos de la meseta desértica, de cimas montañosas, de praderas llenas de pasto indio y prímulas silvestres, de algún río inesperado a dos pasos del camino, y luego los recuerdos lo soltaban y volvía a su velocidad de veinte nudos hacia lo increado. No sabía muy bien qué era lo que sentía. Si alguien hubiera dicho «desespe
Y no es que tampoco el S.S. Stupendica fuera todo lo que parecía. Tenía otro nombre, un nombre secreto, que sería dado a conocer al mundo a su debido tiempo, una identidad secreta, latente en su con____________________tino delra guerra europea en el mar cuyo inexorable estallido esperaba todo el mundo. Algunos transatlánticos, a partir de 1914, se emplearían para transportar tropas, otros se transformarían en barcos hospital. El desformación actual aunque invisible para el simple pasajero. En lo que se convertiría finalmente, de hecho, era en un participante en la futu Stupendica era recuperar su identidad latente como el buque de guerra S.M.S. Emperor Maximilian, uno de los varios acorazados de 25.000 toneladas contemplados en la planificación naval austríaca, pero que, al menos hasta donde explica la historia oficial, nunca lle____________________po que durase la provisión de carbón.dos de las mismas turbinas Parson que se encontraban por entonces en los navíos de guerra británicos de más tonelaje, capaces de alcanzar los veinticinco nudos o más, si la ocasión lo requería, durante el tiembros de su consejo de dirección daba lugar a enconadas disputas en ministerios de toda Europa. En los círculos navieros, nadie conocía a ninguno de ellos. El espionaje naval británico estaba desconcertado. Aunque sus calderas parecían seguir el diseño Schultz-Thorneycroft, el preferido por Austria-Hungría, los motores eran primos modificaseía y explotaba el barco parecía haber surgido misteriosamente, de la noche a la mañana, de la nada. La simple identificación de los miemgó a construirse. La línea de vapores eslavona que en ese momento po
Root Tubsmith lo había descubierto husmeando por los espacios inferiores del buque, a pesar de los rótulos escritos en las lenguas principales que advertían del funesto destino que aguardaba a quien entrara por allí. Encontró potenciales salas de obuses y gigantescos polvorines a proa y a popa, por no mencionar, varias cubiertas más arriba, ubicados simétricamente alrededor del barco, algunos camaro_tes circulares de curioso aspecto, que parecían destinados a ser torretas aunque por el momento se mantuviesen plegados justo debajo de la cubierta principal, listos en todo caso para, en caso de necesidad, ser alzados hidráulicamente a una altura operativa, y sus cañones de doce pulgadas, almacenados mucho más abajo, alzados con grúas y monta_dos en cuestión de minutos.
La cubierta de abrigo ocultaba una santabárbara llena de torpe____________________sadas articulaciones, y así convertirse en blindajes y casamatas para las armas de menor calibre. Al mismo tiempo, elplegarse hacia arriba y en otras direcciones mediante unas enrevedos. Las cubiertas superiores más ligeras estaban diseñadas para des Stupendica también era capaz de encogerse eliminando las cubiertas superiores, y entonces adoptaba un perfil de buque de guerra clásico, hasta quedar agazapa____________________do instrucción intensiva para el rápido aparejo de las plataformas por encima de los andariveles, que, cuando se les ordenara, saltarían con la agilidad de unos artistas aéreos para pintar a toda prisa los costados del buque con pintura «deslumbrante» que mimetizaba los colores del mar, el cielo, las nubes de tormenta, en diedros falsos de dos tonos para que parecieran las proas del barco o, formando ángulos cho y bajo, buscando pelea. Los marineros de cubierta habían recibido sobre la superficie marina sin más francobordo del necesario, ancerca de la in__sibles a medida que los dibujos se enredaban y desenredaban con el caos de cabrillas. «Hay algo ahí delante, Fangsley, puedoclinación de las olas, para acabar desvaneciéndose y volviéndose invi sentirlo», «No se ve bien, señor», «¿No? Y entonces, ¿qué coño es eso?», «Vaya, bien mirado parece un torpedo, y se encamina directo hacia la crujía», «Ya lo veo, idiota, sé qué pinta tiene un torpedo…», momento en que la interesante conversación se veía abruptamente interrumpida.
A medida que Kit y Root bajaban escala tras escala hacia las salas de motores del Stupendica, descubrieron que el barco era aún más hondo de lo que habían imaginado y que su disposición general era mucho menos horizontal. Las caras se volvían para mirarlos. Ojos que bri__goneros cada vez que se abrían las puertas de las calderas.llaban como llamas dentro de hornos parpadeaban y se cerraban. Los jóvenes ya sudaban a chorros antes de llegar bajo la línea de flotación. En el fondo del barco, los tripulantes empujaban vagonetas llenas de carbón para amontonarlo en pilas delante de las calderas. Latidos de luz del color del infierno iluminaban los cuerpos ennegrecidos de los fo
Por lo que Root había podido averiguar previamente, el trans_atlántico de pasajeros Stupendica, esa pacífica expresión de lujo de la alta burguesía, había sido construido en Trieste, en el Arsenal austría__razadoco de Lloyd. Al mismo tiempo, en paralelo, en el vecino Stabilimento Técnico de Trieste, la armada austríaca parecía haber construido el aco Emperor Maximilian. En un momento dado del programa de construcción, los dos proyectos…, a todas las fuentes de Root les re_sultó difícil transmitir la idea…, se fundieron. ¿Cómo? ¿A requerimien__ras de la noche, sin un alma a la vista sobre la cubierta, silencioso, alto, rodeado de una neblina de una luz un tanto extraña.to de quién? Nadie estaba muy seguro de nada, salvo de que un buen día sólo había un único barco. Pero ¿en qué astillero? Los diferentes testigos recordaban astilleros distintos, otros juraban que el buque ya no estaban «en» ninguno y que simplemente, sin previo aviso, apareció una mañana fuera del Promontorio, recién bautizado a altas ho
– Esto empieza a parecer un cuento de lobos marinos -opinó un fogonero americano llamado O.I.C. Bodine, que holgazaneaba apo____________________tarse-. Cuatro hélices. Incluso almente fermentado como preludio al fin de su guardia, antes de acosyado en un mamparo mientras se bebía un puré de patatas espantosa Mauretania le basta con tres. Esto no es una construcción civil. Las de aquí son turbinas de crucero. Oh, oh, ahí viene Gerhardt. Zu befehl, Herr Hauptheitzer!
El Jefe de Fogoneros estalló en una pintoresca y espectacular exhibición de maldiciones.
– Se enfada con facilidad -les confió O.I.C.-. Menuda boca tiene el tío. Acaba de imaginarse que el telégrafo estaba a punto de mover_se. Imaginaos cómo se pone cuando de hecho se mueve. Pero siempre tiene que verse el lado bueno de cada persona.
– Así que, en el fondo, es un tipo decente.
– Mierda, ni hablar. Intentaos tomar alguna libertad con él, y ya veréis. Y en tierra es incluso peor.
De pronto, fue como si la Pandilla Negra al completo fuera vícti____________________ron gritos demente señalada. Se apagaron las turbinas de crucero, las presiones del aceite y el vapor empezaron a subir, el Oberhauptheitzer, tras haber sacado de algún sitio una Mannlicher de ocho disparos, la blandió ante los indicadores de presión del vapor con gran irritación, como si fuera a dispararles si no le daban las lecturas que esperaba. Se oyema de un violento paroxismo. El telégrafo del puente empezó a tañer como todas las catedrales del Infierno juntas una festividad especial «Dampf mehr!» procedentes de varias direcciones. Kit buscó a su alrededor la escala más próxima para salir al aire libre, pero por todas partes reinaba una confusión multilingüe. De repente, una gigantesca mano bituminosa le agarró la cabeza y lo empujó rápida__gaban carbón en vagonetas que eran arrastradas hasta los hornos de las calderas.mente, a través de los feroces espasmos de luz y el impío estrépito de acero, hacia los búnkeres del costado del barco, donde los hombres car
– Claro -murmuró Kit-, lo único que tenías que hacer era pre_guntar.
Durante lo que le parecieron horas, hizo el mismo viaje de ida y vuelta, y fue perdiendo poco a poco la camisa y la camiseta, mientras recibía insultos en lenguas que no hablaba pero sí entendía. Le dolía todo. Creyó que se había quedado un poco sordo.
De manera similar, en la parte de arriba también se había desata____________________co que no procedía de ningún sitio que estuviera exactamente «en» el mundo, sino más bien de un contínuum colateral a éste… A media tarde, elceptores en la sala de Marconi del barco estaban captando un tráfinaturalmente inestable de la «realidad» del momento actual, los rejaran por el Éter hubiesen sido sometidos a influencias que nosotros desconocemos en la actualidad, o tal vez debido a la naturaleza antido el infierno. Como si unos mensajes sintónicos sin cables que via Stupendica había recibido un mensaje cifrado, en el sentido de que grupos de combate alemanes y británicos estaban enzarzados en una batalla en la costa marroquí, y que debía darse por sentado que había estallado una guerra generalizada en Europa.
Voces angustiadas que salían de megáfonos que hasta ese momen____________________de podían a toda prisa, en medio del alboroto.bes de polvo y hollín descendían de los techos por todo el barco, y la población de cucarachas, recién nacidas, ninfas y viejas canosas por igual, imaginándose alguna calamidad generalizada, corrían por doncos sobre las cubiertas de acero; sándwiches y pastas perdidas con las que la entropía había tenido pocos miramientos se daban a conocer de nuevo en medio de expresiones multilingües de desagrado; nudo acababan sobre la cabeza de los oficiales… «¡A toda máquina!», y entretanto tazas de café olvidadas reaparecían sólo para hacerse añijetos cayeron de las barras que hacían las veces de estanterías cerca de las literas superiores, en una lluvia de pipas, bolsas de tabaco, naipes, petacas, vulgares souvenirs de escalas exóticas, que de vez en cuandose unos encima de otros, pisándose y desgarrándose la ropa de alta costura; en los camarotes de la tripulación, un variado surtido de obbre la superficie de los tocadores; las copas de vino se volcaron en el comedor y empaparon la mantelería de lino; las parejas de baile, que hubieran preferido mantener una distancia apropiada, acabaron echánnares de pequeños incidentes: los frascos de perfume se deslizaron sodos y cada vez más asustados. «¡Todo a babor!», gritó el Capitán, y a lo largo y ancho del gigantesco bajel, a medida que el timón respondía y el barco se escoraba marcadamente, acercándose cada vez más a su inclinación máxima de nueve grados, empezaron a producirse centetos a los civiles, que hacía sólo un momento se las habían dado a ellos y que ahora, en su mayoría, deambulaban por los pasillos desorientavales austrohúngaros azules oscuros, y empezaron a dar órdenes a gridos. Campanas, gongs, pitos y sirenas se sumaron a la cacofonía. Los camareros se quitaron las libreas blancas para descubrir uniformes natales, en medio de esa metamorfosis metálica de estrépitos y chirritas enteras empezaron ruidosa y pesadamente a deslizarse, desplegarse y rotar; y los pasajeros se encontraron, a veces con consecuencias lera sus puestos. Los sistemas hidráulicos se pusieron en marcha y cubierto nadie había visto procedieron a ordenar a la tripulación que ocupa
Dally se cayó de la litera y rodó hasta la cubierta, igual que, un se__clamando:gundo más tarde, le pasó a Bria, que aterrizó justo encima de ella, ex
– Porca miseria! Pero ¿qué es esto?
Cici entró corriendo.
– Debe de ser papi, que se ha vuelto loco otra vez.
– Sí, echadle la culpa al mago -comentó el Zombini mayor, que apareció embozado en el umbral-. No es más que el viejo truco De Transatlántico a Acorazado. ¿Todos bien?
Por extraño que pudiera parecer, era Kit quien preocupaba a Dally.
Tras dar vueltas como un loco alrededor del mismo círculo cerra____________________cias a la gran brújula magnética montada en el comedor para diversión de los pasajeros, el cambio de rumbo fue pronto de dominio público.trol de sí mismo, se ralentizó por fin, recuperó con facilidad la vertical y se estabilizó para seguir un nuevo rumbo, sudeste cuarta al este. Grado, a toda velocidad y varias veces, el barco, como si retomara el con
– ¿Y entonces adonde coño vamos?
De varios bolsillos salieron atlas de bolsillo.
– Veamos, si giramos más o menos por aquí…
La costa que parecía quedarles más cerca por delante era la de Marruecos.
En las salas de máquinas, las cosas fueron volviendo lentamente a la normalidad, fuera lo que fuese lo que eso significara allí abajo. El telégrafo moderó sus requerimientos de velocidad, por fin se avi_só que se podía abandonar la situación de alerta y se reanudaron los turnos normales de guardia de babor y estribor. Tiempos de paz de nuevo.
Cuando los insultos ya habían emigrado a otros objetivos y Kit había alcanzado cierto grado de invisibilidad:
– Bueno, todo esto ha resultado tremendamente instructivo -anun_ció-, y supongo que ahora ya puedo irme a mi camarote, gracias por todo, especialmente a usted, Oberhauptheitzer en jefe…
– No, señor, no, no lo entiende, no hay camarotes, ahí arriba ya no está el Stupendica. Ese admirable bajel ha continuado navegando rum_bo a su destino. En las cubiertas no encontrará más que el acorazado de Su Majestad Emperor Maximilian. Cierto es que durante un tiem_po ambos barcos compartieron la misma sala de máquinas. Un «nivel más profundo» donde se resuelven las dualidades. Una especie de lío de chinos, nichí wahr?
Al principio, Kit se tomó todo eso como una especie de divertimento de la Pandilla Negra, y en cuanto pudo se acercó sigilosamen_te a las escalas para echar un vistazo. En el hueco de la escotilla se topó con guardias de la marina empuñado Mannlicher.
– Soy un pasajero -se quejó Kit-, soy de América.
– Eso me han dicho. Pues yo soy de Graz. Vuelve abajo.
Lo intentó en otras escalas, por otras escotillas. Ascendió por hue____________________nas bocanadas de aire fresco.rales, orquestas de baile, alta cocina-, aunque agradeció un par de buecos de ventilación y se escondió entre la ropa sucia, pero nada de eso le sirvió durante más de cinco minutos en ese mundo militar gris y lúgubre, desprovisto de comodidades civiles -sin mujeres, arreglos flo
– No, no, cangrejo de sentina, esto no es para ti. Vuelve a las pro_fundidades inferiores con los tuyos, ahora.
A Kit le dieron una litera en la zona de la tripulación, que ocupa__quiera de arriba, dedicándose por lo demás a cumplir sus turnos como fogonero.ba un estrecho espacio en el vértice de la proa, y O.I.C. Bodine se pasó a verlo para comprobar si estaba bien. Se convirtió en el Fantasma de las Cubiertas Inferiores, y aprendió a esconderse cuando aparecía cual
Para tratarse de un teutón con rango ejecutivo, el Capitán del bar_co parecía excepcionalmente indeciso, puesto que cambiaba de opi_nión cada pocos minutos. Durante unos días el S.M.S. Emperor Maxi_milian rondó por la costa, desplazándose primero hacia el norte, luego hacia el sur, adelante y atrás, cada vez más desesperado, como si in__ra escala sería Tánger -por entonces, según los rumores que corrían, bajo el control del señor de la guerra Mulai Ahmed er-Raisuli-, el Capitán había optado por ir mucho más al sur, a Agadir, la Reina de la Costa de Hierro.tentara encontrar la épica batalla naval que el Capitán creía todavía que se estaba librando… Aunque se había informado de que la prime
Kit descubrió la razón de ese cambio cuando se fijó en una pila de bandejas y platos del comedor de primera clase que había delan____________________quier parte de Marruecos.rior pertenecía a la tribu de los sus, que no acogían con amabilidad a europeos en su territorio. De hecho, la costa estaba cerrada a todo comercio con el exterior según un edicto del joven sultán Abdel Aziz, a pesar del acuerdo al que habían llegado Francia, España e Inglaterra, que concedía a la primera el derecho de «penetración pacífica» en cualción como colonos encubiertos forzosos; su cometido sería el de crear granjas, por más que la región no fuera propicia para la agricultura, pues la costa quedaba a merced de los vientos, mientras que el intelas de máquinas, y su presencia la conocía tan sólo el Capitán, entre cuyas órdenes iban codificadas un par de cláusulas sobre su instalaría de las cuales hablaba alemán. Parecía que iban a ser desembarcados y plantados en la costa atlántica de Marruecos como «colonos», cuya presencia allí justificaría a posteriori el interés alemán por la zona. Por razones diplomáticas los mantenían secuestrados allí abajo, en las sadas, que vivían allí dentro desde el principio de la travesía, la mayote de uno de los bunkeres de carbón vacíos. Por curiosidad, metió la cabeza y para su sorpresa descubrió a un grupo de personas escondi
Como en un sueño, más allá de la marcha implacable y gris de los rodillos, los colonos acabarían imaginando que podían ver en el hori____________________rían y zarparían en pequeños botes o incluso huirían a nado, sin que se volviera a saber nada de ellos.to encarnarían su única esperanza de liberación. Muchos enloquecezonte, incluso olerías en el viento, las legendarias Canarias, que pron
– ¿Qué ha pasado? Nos acostamos en Lübeck y nos hemos des_pertado aquí.
– Yo voy a Gotinga -dijo Kit-, si quieren que lleve algún recado de su parte, estaré encantado de hacerlo.
– ¿Qué oportunidades tiene de llegar allí si se esconde aquí como nosotros?
– Lo mío es un revés temporal -masculló Kit.
Habitantes de ciudad, comerciantes de Susi, bereberes del valle, mercaderes llegados en caravanas de las montañas y el desierto de más allá dejaban a un lado las minucias cotidianas para acercarse a la playa y mirar, sin saber muy bien si corrían algún peligro. Pocos de ellos ha__pían su búsqueda del fruto que parecía una oliva para contemplar la visita metálica. Los músicos gnaoua invocaban elbían visto nunca un navío mayor que una barca de pesca, salvo las siluetas lejanas que divisaban mar adentro, cuyo tamaño les resultaba indescifrable. Las cabras, subidas a las ramas de erguenes, interrum mlouk gnaoui, lla____________________dad de una de «Las Grandes Potencias» no aclaraba mucho la cuestión, pues esa expresión, aquí, en esta costa aislada, abarcaba posibilidades que escapaban a la geografía secular.tas del bien y del mal. Todo el mundo coincidía en que el barco debía de proceder de algún lugar muy remoto, y suponer que era propiemando al portero de los Seigneurs Noirs para que abriera las puer
Las paredes blancas brillantes de la ciudad se ofrecían al gigantesco depredador, que se deslizaba arrogante y sin adornos, interrumpiendo aquel día sin incidentes, proyectando sombras de bordes afilados a tra_vés de una niebla producida por la combustión tanto de sus chimeneas como de las hogueras apresuradamente encendidas en la costa, aunque no se sabía si como señal de amistad o de temor…
Como si se tratara de una reencarnación después de algún estadio intermedio o de Bardo, una noche sin luna los pasajeros civiles, Kit entre ellos, se escabulleron uno tras otro por una abertura que había en un costado del Emperor Maximilian, destinada en principio al lanza__dó en encontrar acomodo entre el puerto y la carretera de Mogador, y así empezó a rondar por un bar de la costa, el Tawil Balak.miento de submarinos enanos, y fueron conducidos en barcas de remos y en secreto hasta la costa, tras lo cual el acorazado zarpó de nuevo mar adentro. Kit, que no estaba convencido de tener mucho futuro en la Marina de los Habsburgo, había decidido desembarcar allí, y no tar
– En esta ciudad somos bastante cosmopolitas -le dijo Rahman, el camarero-, pero yo de usted no me adentraría mucho en el valle.
Una noche un pescador desembarcó de un pesquero de vapor, el Fomalhaut, que trabajaba por libre desde el puerto de Ostende, y del que se habían bajado un par de tripulantes en Tánger.
– Vamos escasos de marineros -le dijo el patrón a Kit-, estás con_tratado.
El resto de la velada transcurrió en una neblina. Kit recordaba ha_berse enzarzado en una discusión sobre el problema de los dos Stu_pendica con Moisés, un místico judío que residía allí.
– En realidad, tampoco es tan raro por estos lares. Jonás es el ejem_plo clásico. Recuerda que se dirigía a Tarsis, cuyo puerto, a quinientas millas al norte de aquí, hoy llamamos Cádiz, uno de cuyos nombres alternativos es Agadir. Pero la tradición en este Agadir sostiene que Jo_nás llegó a tierra justo al sur de aquí, en Massa. Hay una mezquita que conmemora el suceso.
– Dos Agadires -dijo Kit asombrado-. ¿Salió al Atlántico? ¿Desem_barcó en ambos lugares a la vez, a quinientas millas de distancia?
– Como si el estrecho de Gibraltar hiciera las veces de punto de confluencia metafísico entre los mundos. En aquellos tiempos, atra____________________tad de bilocación? ¿Dos peces, dos Jonás, dos Agadires?ción de que no se puede estar en más de un lugar al mismo tiempo… Una vez atravesado, ¿el barco tomó dos bordadas a la par? ¿Soplaba el viento en dos sentidos? ¿O era el pez gigante lo que poseía la faculvesar esa brecha abierta hacia el vasto e incierto campo del Océano era dejar atrás el mundo conocido y puede que también la conven
– Este humo que he estado respirando -dijo Kit-, ¿no será por ca_sualidad…, esto, hachís?
– Jamás oí hablar de tal sustancia -respondió aparentemente ofen_dido el santo varón.
En el local se estaba a oscuras. Como si las fuentes de luz ordina____________________bles para todos salvo para quienes tocaban.ban el laúd y llevaban el ritmo con percusión metálica, y eran invisirias fuesen consideradas inútiles, había una única lámpara que ardía con grasa de oveja nauseabunda. En la Kasba, la gente alcanzaba el trance cantando. En algún lugar de la calle, los músicos gnaoua toca
Salieron de la bahía de Agadir bordeando Ighir Ufrani cuando la luz del sol rozaba las cumbres de las montañas, después pusieron rum_bo al canal de la Mancha y pronto perdieron de vista la costa. Salvo por algo de pescado marroquí, arenque de Mogador, alimzah y tasargelt la pesca, a medida que se desplazaban hacia el norte, variaba en_tre mala e insípida, algo que el resto de la tripulación achacaba a la presencia de Kit, hasta que de repente, una mañana, en el golfo de Vizcaya, el Fomalhaut tropezó como por arte de magia con un gigan____________________nos. Fíjate en sar», supuso el Capitán, «el maldito Jonás a la inversa, ni más ni metesco banco de peces de varias especies, tan abundante que sometió a peligrosa tensión a arbotantes y cabestrantes. «Algún día tenía que paesto.» Ciertamente, varias especies de peces parecían es____________________ciaban al rodaballo del rémol, al bacalao de la merluza, el lenguado, la platija y el besugo.dos del barco cada vez que se desataban los copos de las redes. A Kit lo pusieron a trabajar clasificando la pesca, confiándole al principio sólo la tarea de separar el pescado comestible de la morralla, aunque no tardó en desarrollar la capacidad de captar los matices que diferentar presentes en el dinámico resplandor plateado que se derramaba en la bodega, y también, pródigamente, por la cubierta y por los costa
En cuanto se hubo vaciado la red de arrastre de estribor, lanza____________________brió que ahora le miraban todavía más raro que antes.tal con el que habían topado parecía no acabarse nunca. Kit descuron de nuevo la de babor. Ese banco de peces de tamaño continen
La pesca se prolongó durante todo un día y toda una noche, has____________________nar en… «Ah,das, peces que se derramaban por las portillas y se caían de las cartas marinas al desplegarlas sobre la mesa de mapas, y horas más tarde los tripulantes todavía encontraban peces en sus bolsillos, por no menciota que ya no quedó espacio libre a bordo ni para una solitaria sardina, y entraron casi desbordados en Ostende, en el Staketsel, con las bordas casi inundadas. Había peces en los lazaretos y los armarios de cuer pardon, mon chou, eso no es lo que crees que es…»
Mientras tanto, dejando que su doble militar vagara entre las bru_mas, el Stupendica prosiguió su viaje civil.
Bria intentó animar a Dally.
– Eh, ya sabes lo que dicen de los amoríos a bordo.
– Ah, ¿es que era un amorío?
– Tú lo sabrás mejor que yo, que eres la aventurera.
– ¿Y qué me dices de su amigo?
– ¿Del bueno de Rooty-Toot? Ya le he preguntado: me ha dicho que se separaron en la sala de máquinas y que desde entonces nadie ha visto a Kit.
¿Hasta qué punto tenía que volverse loca por eso? Dally recorrió el barco de punta a punta, de la cubierta de luna al sollado, pregun__bían visto a Kit. Sin suerte. En la cena abordó al Capitán.tando a pasajeros, camareros, fogoneros, tripulantes y oficiales si ha
– Puede que haya desembarcado en Agadir, pero de todos modos enviaré un telegrama -le prometió el Capitán.
Ya. A esas alturas, lo único que ella deseaba era que el veleidoso estudiantillo de Yale no se hubiera caído por la borda. Registró los espacios menos frecuentados del barco y se estiró en una tumbona fulminando con la mirada a las olas, que servicialmente se tornaron os__capotaba; al instante, una tormenta se abatió sobre ellos desde la proa.curas, intencionadas, escarpadas y espumosas, mientras el cielo se en
En Gibraltar, el barco se detuvo como si esperara autorización de paso. Dally soñó que se permitía bajar a tierra durante unas horas a los pasajeros y que ella contemplaba el paisaje desde una aguilera noc____________________queño y destartalado bote hacia las grises inmensidades, como si se dispusiera a embarcarse en un viaje imposible…to Kit? Por un momento se le apareció una nítida imagen de él muy abajo, en la base de la escarpada pared rocosa: parecía empujar un peturna, desde las tormentosas alturas, justamente por encima del «Atlántico» inmisericorde y negro. ¿Por dónde habría desaparecido el maldi
El Stupendica reemprendió la navegación manteniéndose cerca de la costa mediterránea, dejando atrás un puerto tras otro, con casas y follaje que se desparramaban sobre los acantilados pálidos, con perso__turaban a dar vueltas a su alrededor como polillas.nas afanadas en sus quehaceres cotidianos a lo largo de las empinadas calles de cada pueblo, mientras pequeñas barcas de velas latinas se aven
Erlys se mantenía a una distancia considerable, poco dispuesta a martillear ese revés amoroso de Dally, sobre todo porque ninguna de ellas parecía tener siquiera una idea aproximada de su posible impor____________________ta de pasajeros de cuarta clase, como si fueran peces de un estanque ornamental.sejo sensato que ella le hubiera podido dar en el pasado y se puso a coquetear no sólo con Root Tubsmith sino con buena parte de la lissar por eso, pero sin saber muy bien cómo, calladamente y sin ningún esfuerzo que su madre pudiera ver, Bria hizo oídos sordos a todo contancia. Dally había esperado que Bria fuera la primera en hacerla pa
Como si hubiera salido por un breve instante de su propia vida y le hubieran concedido la facultad de viajar en un curso paralelo, lo bastante «cercano» para verse a sí misma siguiéndolo, Dally descubrió una vía alternativa para viajar por tierra, de puerto en puerto, más rá_pido de lo que el barco avanzaba… Así pues, aceleró, según parecía un poco por encima de la tierra, atravesando el fragante crepúsculo de finales de verano, en paralelo al rumbo del barco…, quizá, de vez en cuando, por encima de una grieta en las dunas, los matorrales o las paredes bajas de cemento, divisando por un momento el Stupendica, que avanzaba a lo largo de la costa eterna, terco y lento, con todos sus detalles, pliegues y salientes agrisados como el cuerpo de una mosca visto a través de sus alas…, a medida que caía la noche y el barco, más lento que ella, se arrastraba por detrás… Después ella volvía a su tum__bara de escapar de algo que amenazara su integridad.bona sin aliento, sudando, exultante sin ningún motivo, como si aca
Hicieron escala en Venecia, en plena noche de niebla, para dar tiempo a una breve y fantasmagórica transacción. Dally se despertó, se asomó por el ojo de buey y vio una flotilla de góndolas negras, cada una con un solo farol y un único pasajero a bordo, embozado en una capa; todos permanecían en pie, mirando con fijeza hacia delante, ha____________________ron por fin en el puerto de destino deldaba haber pensado antes de volver a acostarse. Por la mañana entracia algo que sólo ellos parecían comprender. ¿Es esto Venecia?, recor Stupendica, Trieste. En la Piazza Grande se había congregado una gran multitud para dar la bienveni____________________da militar tocaba popurrís de Verdi, Denza y del compositor local preferido, Antonio Smareglia.ciales del ejército austrohúngaro uniformados de azul, escarlata y oro, paseaban por la Riva con toda la certidumbre de un sueño. Una banda al barco. Damas con enormes sombreros, cogidas del brazo de ofi
Dally se dejó llevar suavemente a la costa, arrastrada por el ajetreo del desembarco. Le dio la sensación de que estaba quieta. Hasta ese momento, ni siquiera había sabido de la existencia de esa ciudad. Te_nia que olvidarse de Kit por el momento. ¿Dónde estaba ella?
Seguido por miradas equívocas de la tripulación del Fomalhaut, Kit recogió su paga en Ostende y dio pasos tambaleantes por el Mue____________________bros arrojados a la playa. Y, bien mirado, también olía igual. Salió del hotel y se subió a otro tranvía, que lo llevó al centro de la ciudad a lo largo del sonal, estaba a punto de invocar el nombre de Vibe cuando se atisbo a sí mismo en uno de los espejos con marco de oro del vestíbulo, y le sobrevino la cordura. Cristo bendito. Tenía el aspecto de unos escompuesto que habría una habitación reservada esperándole. Pero en el hotel no tenían noticia de él. Tomándoselo casi como una ofensa perlle de los Pescadores, se subió al tranvía eléctrico y se dirigió hasta el lejano Continental, donde, por no se sabía qué razón, daba por suBoulevard van Iseghem, antes de girar un par de veces a la iz____________________de había salido, Kit se apeó y, sin saber muy bien qué hacer, entró en un pequeñonos que él. En el Quai de l'Empéreur, casi en el mismo sitio de donquierda y encaminarse de vuelta hacia los muelles. Las multitudes que veía tenían una apariencia mucho más presentable en términos urba estaminet y se sentó en un rincón con un vaso de cerve_za de doce céntimos dispuesto a repasar su situación. Llevaba encima suficiente dinero para pagarse el alojamiento de una noche en algún sitio antes de averiguar cómo llegar a Gotinga.
Sus cavilaciones se vieron interrumpidas por una violenta discusión que había estallado en el rincón opuesto, entre una pandilla de desarra__po tan numeroso de seguidores de esa religión en peligro reunidos en un mismo lugar. Y, todavía más raro, tenía cada vez mayor certeza de que ellos parecían haberle reconocido, y no es que se intercambiasen señas y contraseñas masónicas, pero aun así…pados, mejor dicho, desastrados, de variadas edades y nacionalidades, cuyo único lenguaje común Kit reconoció instantáneamente como el de los Cuaterniones, aunque no recordaba haber visto jamás un gru
– ¡Por aquí, Kellner!, media pinta de Lambic para ese tipo de ahí con algas en el traje -exclamó un individuo alegremente desquiciado con un sombrero de paja ajado que parecía haber encontrado en la playa.
Kit hizo lo que esperaba que fuese el signo universal de que se anda corto de fondos dándole la vuelta a unos imaginarios bolsillos de pantalón y encogiéndose de hombros.
– No te preocupes, esta semana todo corre a cuenta del departa____________________tó como Barry Nebulay, de la Universidad de Dublín, le hizo sitio y Kit se unió a la políglota pandilla.viendo ecuaciones de bicuaterniones, pero si les enseñas una cuenta de gastos, por fortuna para nosotros, se quedan en blanco. -Se presenmento de matemáticas del Trinity; puede que sean unos brujos resol
Durante toda la semana anterior y la presente, no habían parado de llegar cuaternionistas a Ostende para celebrar una de sus irregu____________________cripción y el exilio eran castigo insuficiente.gracia, habían acabado encarnando, a los ojos de la religión científica establecida, una fe subversiva, más aún, herética, para la que la prostonas cuyos nombres eran difíciles de recordar o partes de animales ocultas por salsas opacas -que ahí, en Bélgica, eran sobre todo formas variopintas de mayonesa-, cuyas combinaciones de colores iban hasta el añil y el aguamarina, con frecuencia bastante vividos, de hecho… Sí, pero ¿qué otras opciones les quedaban, si es que les quedaba alguna? Habiendo sido inseparables desde la ascensión del electromagnetismo en los asuntos humanos, los seguidores hamiltonianos, caídos en desvaban miles de ecos; observados con suspicacia por camareros que, en cazuelas descomunales de aleación de acero, les servían verduras autócban en esplendor desde el terciopelo francés a la albañilería nativa, elesierto americano, en las yermas alturas alpinas de Suiza; reuniéndose furtivamente en hoteles de ciudades fronterizas, celebrando comidas en salones alquilados, en vestíbulos de hoteles cuyas paredes, que variapletamente, en el mejor de los casos habían acabado cayendo en la irrelevancia, de modo que esos días podía encontrárselos vagando por el mundo, dispersados, bajo los cielos amarillos de Tasmania, en el detes-, los auténticos cuaternionistas, aun sin haber sido derrotados comlarmente espaciadas Convenciones Mundiales. Tras las desavenencias transatlánticas de la década de 1890 conocidas como las Guerras Cuaternionas -de las que Kit sabía que Yale, como sede de los Vectores Gibbsianos, había figurado como uno de los principales beligeran
El Grand Hotel de la Nouvelle Digue quedaba bastante retirado, en el interior del Boulevard van Iseghem, lejos del dique que le daba nombre, y resultaba atractivo sobre todo para los de cartera pruden____________________ñera, así como en colchas, cortinajes y pantallas de lámparas.tivos, pensionistas, amantes abandonados que imaginaban haber dado con las antesalas de la muerte. En realidad, las apariencias casi siempre engañan. Las habitaciones estaban implacablemente amuebladas con objetos de bambú falso confeccionados en pino, pintados con colores exóticos como el rojo chino, y la superficie de las mesas era de mármol barato, puede que sintético. En una tentativa de captar los matices del Art Nouveau belga en toda su modernidad, se encargaron de incluir motivos híbridos de mujer/animal en los accesorios del lavabo y la bate, entre ellos el surtido habitual de turistas de temporada baja, fugi
Kit miró alrededor.
– Muy bonito. De lujo.
– A estas alturas -dijo Barry Nebulay-, nadie presta mucha aten_ción a quién es o no huésped registrado. No debes de ser el único que pulula por aquí gratis.
Kit, que había decidido probar suerte en el Casino para pagarse el viaje a Gotinga, se encontró durmiendo en un rincón entre monto__dos cuyos nombres, si llegó a oírlos alguna vez, no tardó en olvidar.nes de despojos cuaternionistas y una población fluctuante de refugia
En el pasillo vivía una célula de nihilistas belgas -Eugénie, Fatou, Denis y Policarpe, vestidos al estilo «Jóvenes Congoleños»-, individuos que despertaban un interés inagotable en la Garde Civique belga, así como en los hombres del servicio de espionaje francés que visitaban regularmente Bruselas. Cada vez que Kit se cruzaba con alguno de esos jóvenes -lo que parecía ocurrir con más frecuencia de lo que el azar explicaría-, siempre había un instante de intenso reconocimien_to, casi como si de hecho él, en el pasado, sin saber muy bien cómo, hubiera pertenecido a la pequeña phalange, hasta que había sucedido algo, algo demasiado espantoso para recordarlo, al menos tan trascen_dental como el destino del Stupendica, después de lo cual todo, ade____________________nimiento el Digue, de casi ocho metros de alto y bordeado de hoteles elegantes, con el mar al otro lado, batiendo con furia, más alto que la ciudad, le asaltaba incontenible la imagen de una fuerza consciente, en busca de un punto débil, destinada a inundar el paseo marítimo y a asolar Ostende.pezando una nueva vida, a partir de cero-, ese estado ingrávido en el que se movía resultaba lo bastante peculiar como para temer que se volviera peligroso en cualquier momento. Cuando miraba con detevencerle de que había escapado a la maldición de Vibe y estaba emmamente. Aunque suponía un verdadero alivio no sentirse abrumado más que por el peso de su propia ropa -y aunque casi era posible conmás del recuerdo de lo sucedido, se había ido desvaneciendo, no sólo sumiéndose en el olvido sino perdiéndose también a lo largo de otros ejes del espacio-tiempo. Era una sensación que tenía a menudo últi
– Y así las hordas negras del Congo -reflexionó Policarpe-, que los belgas, en su neuropatía de los Países Bajos, se imaginan como un oleaje continuo, elevándose silenciosamente, cada vez más alto, tras un muro de fuerza y muerte que nadie sabe cómo reforzar lo bastan_te para impedir que lo arrasen todo…
– Es por su inmerecido sufrimiento -sugirió Denis-, su superio_ridad moral.
– Difícilmente. Son tan salvajes y degenerados como los europeos. Y tampoco se trata simplemente de una cuestión de números, pues aquí, en Bélgica, tenemos la mayor densidad de población del mun____________________za pública golpea a un obrero del caucho, o apenas profiere el menor insulto, las fuerzas de la marea se intensifican, elno de nuestro dominio allá abajo. Cada vez que un miembro de la fuerdo, y a nadie le sorprende demasiado. No, nosotros lo creamos, me parece, lo proyectamos desde el co-consciente, a partir del fango alucinatorio que cartografía sin descanso el inagotable e inagotado infier digue de la contra_dicción interna se debilita aún más.
Era como estar de vuelta juntos en el khágne. Todos andaban por allí en una suerte de inercia concentrada, bebiendo, pasándose cigarri__do geografía con Reclus en la Universidad de Bruselas, Fatou y Policarpe huían de órdenes de detención emitidas en París, donde incluso la intención de defender el Anarquismo se consideraba un delito.llos, y acababan olvidando a quien se suponía que amaban hasta la obsesión, si es que amaban a alguien. Denis y Eugénie habían estudia
– Como los nihilistas rusos -explicó Denis-, en el fondo somos metafísicos. Se corre el peligro de volverse demasiado lógico. Al aca_bar el día, uno sólo puede consultar a su propio corazón.
– No le hagas caso a Denis, es un stirneriano.
– Anarcho-individualiste, aunque eres demasiado imbécil para apre_ciar esa distinción.
Aunque en la pequeña phalange había centenares de ocasiones para aclarar ese tipo de matices, África era el término sobrentendido y prohibido que los mantenía unidos, firmes y resueltos. Eso y la obli_gación moral, si bien había quienes lo habrían calificado de obsesión, de asesinar a Leopoldo, el Rey de los belgas.
– ¿Os habéis dado cuenta -aventuró Denis- de cuántas y cuán va__nistros) han estado cayendo últimamente bajo el implacableriadas figuras del poder en Europa (reyes, reinas, grandes duques y mi Juggernaut de la Historia? ¿La de cadáveres de los poderosos que son derrocados en todas direcciones con una frecuencia mayor de la que podría atri_buirse al azar?
– ¿Acaso estás autorizado a hablar en nombre de los dioses del Azar? -preguntó Eugénie-. ¿Quién sabe cuál se supone que es la tasa de ase_sinatos «normal»?
– Sí -intervino Policarpe-, tal vez no sea bastante alta, todavía. Sobre todo teniendo en cuenta lo científicamente inevitable que es el acto.
El grupo había cobrado renovados ánimos con el ejemplo del jo__sa de Gales en Bruselas, en la Gare du Nord. Falló cuatro disparos a corta distancia; Sipido y su banda fueron detenidos y más tarde absueltos; y el Príncipe era ahora Rey de Inglaterra.ven anarquista de quince años Sipido, que, en solidaridad con los Bóers de Sudáfrica, había intentado asesinar al Príncipe y a la Prince
– Y los británicos -dijo encogiéndose de hombros Policarpe, el realista del grupo- siguen tratando como basura a los Bóers. Sipido debería haber prestado más atención a las herramientas de nuestro ofi__cionar un cargador más grande.cio. Se ha de valorar la necesidad de ocultarse, desde luego, pero si uno va a por el Príncipe Heredero, lo que necesita es calibre, por no men
– Pues imaginemos que ponemos una bomba, en el Hipódromo -propuso Fatou, ruborizada, con la cabeza descubierta y una falda más corta que las de las chicas del circo, aunque todos, salvo Kit, fingían no darse cuenta.
– O en el Pabellón de Baño Real -dijo Policarpe-. Cualquiera pue_de alquilarlo por veinte francos.
– ¿Quién tiene veinte francos?
– Algo de la familia del pícrico podría servir -prosiguió Fatou, mientras desplegaba mapas y diagramas por la diminuta habitación-. Por ejemplo, polvo de Brugère.
– Yo siempre he sido partidario de la pólvora de Designolle -mur_muró Denis.
– O podríamos contratar a un pistolero americano -dijo Eugénie mirando intencionadamente a Kit.
– Por favor, mademoiselle, sólo con acercarme a un arma ya ne_cesitaría zapatos de acero para protegerme los pies.
– Anda, Kit, a nosotros puedes contárnoslo. ¿A cuántos bandidos has… agujereado para que los atravesara la luz?
– Resulta difícil decirlo, no empezamos a contar hasta que lleva_mos más de una docena.
En la cúspide del crepúsculo, se encendían las luces y las farolas por las calles para hacer frente a las sombras acechantes de fuerzas semi-visibles… Más allá del Digue, las olas rompían estruendosas contra la playa invisible. Policarpe había traído absenta, azúcar y todo lo demás. Era el dandi de la falange, y lucía, siguiendo el estilo de Monsieur Santos-Dumont, un sombrero Panamá a cuya ala se afanaba en aplicar el desarreglo preciso, dedicándole el tiempo que otros jóvenes invertirían en acicalarse el bigote. Sus amigos y él eran absintheurs y absintheuses, y pasaban muchas horas sentados cumpliendo con los complicados ri__dianoche.tuales de la bebida. La Hora Verde con frecuencia se alargaba hasta me
– O, como decimos por aquí, l'heure vertigineuse.
A eso de la medianoche, se oyeron un par de voces discutiendo en italiano al otro lado de la puerta, y la discusión se prolongó du____________________do, elnes habían robado de los astilleros Whitehead de Fiume los planos ultrasecretos de un torpedo tripulado de baja velocidad que pretendían montar ahí, en Bélgica, para ir con él tras el yate real del Rey Leopolrante un rato. Hacía poco, los Jóvenes Congoleños habían unido sus fuerzas con un par de renegados navales italianos, Rocco y Pino, quie Alberta. A Rocco, siempre serio, puede que le faltara algo de imaginación, mientras que Pino, que parecía personificar cuanto tie____________________lado: la incapacidad de Rocco para imaginar nada prometedor en lo no regulado -aunque pudiera funcionar de vez en cuando- servía para moderar las fantasías exuberantes pero poco provechosas de Pino.formaban un equipo perfecto para un trabajo con un torpedo tripune de inmoderado el temperamento de los italianos del sur, se veía a menudo distraído por la estolidez mental de su socio. En teoría, con
El Siluro Dirigible a Lenta Corsa representaba un breve pero ro____________________te simplificados, aunque el factor de lalos matemáticos de la trayectoria y de la puntería se veían enormemenmántico capítulo en la historia de los torpedos. Con unos blancos limitados a objetos inmóviles, tales como barcos anclados, los cálcu virtu personal adquiría una se____________________nocidas de los puertos hasta queto sin que lo detectaran a través de defensas con frecuencia descoñalada importancia, pues el equipo tenía que trasladar el letal artefac tocara físicamente el casco del objetivo buscado, y tras iniciar una confusa secuencia de cuenta atrás, debían exfiltrarse tan rápido como pudieran antes de que estallara la carga. El uniforme de faena solía ser un traje de buzo de caucho vulcanizado para mantener el calor durante horas en aguas gélidas, pues el torpe_do se deslizaba casi siempre bajo la superficie pero muy cerca de ella, como también, por fuerza, debían hacerlo Rocco y Pino.
– ¡Menuda noche! -exclamó Pino-, Hay Garde Civique por todas partes.
– Cada vez que te das la vuelta te encuentras sombreros de copa y uniformes verdes -añadió Rocco.
– Bueno, tranquilos, tomad, si es que todavía no sois alérgicos al verde -dijo Policarpe ofreciéndoles la botella de absenta.
– ¿Cuántos barcos habéis…, habéis volado en realidad, Pino? -Fatou ya estaba coqueteando, mientras Rocco, lanzándole temibles mi_radas, murmuraba algo al oído de su socio.
– …es el tipo de pregunta que te haría una espía austríaca; piensa, Pino, piensa.
– ¿Qué te está diciendo, Pino? -preguntó Fatou dándose unos golpecitos en una oreja, cuyo lóbulo se había dejado misteriosamente sin ornamentar-. ¿De verdad Rocco se cree que soy un espía?
– Mira, hemos tenido tratos con un par de damas espías -ronroneó Pino, fingiendo una mirada de casta apreciación que no engañó a na____________________tejar toda la noche, mediante sus obsesiones sobreda narcosis a muchas reuniones, incluso a gitanos con cuerpo para festras que yo puedo tomarme estos episodios como gajes del oficio, el pobre Rocco no es capaz de olvidar. Ha hecho caer en una profungaba a reposar en nada, y menos todavía en la cara de nadie-. Mienrecer fino se veían contradichos por una maraña de rizos del sueño, un desaliñado uniforme de faena de la Marina Real Italiana manchado de vino y de lubricantes de motor y una mirada dispersa que nunca lledie, pues los esfuerzos que estaba haciendo en ese momento para pa el peligro de las da_mas espías.
– Macché, Pino! Ellas…, ellas me interesan, no hay más. Como ca_tegoría.
– Ehi, stu gazz', categoría.
– Conmigo está a salvo, Teniente -lo tranquilizó Fatou-. Para que un gobierno me contratara como espía, tendría que estar compuesto de completos imbéciles…
– ¡Justo ahí quería llegar yo! -dijo Rocco mirando con densidad virtuosa.
Ella le echó un vistazo superficial, ante la posibilidad recién des_cubierta de que, como el indiferente mezzogiornismo de su compa__te con ella.ñero Pino, ésta fuera la forma de Rocco de coquetear sibilinamen
– Para variar -le había advertido Eugénie a Fatou-, eres demasia_do suspicaz. Tienes que aprender a escuchar mejor a tu corazón.
– Mi corazón. -Fatou negó con la cabeza-. Mi corazón sabía que él era un canalla, mucho antes de que se acercara lo bastante para oír_lo latir. Por supuesto, es un mal partido, pero ¿qué tiene eso que ver con nada de esto?
Eugénie tocó con timidez la manga de su amiga.
– Pues resulta que, a lo mejor, me…, me… podría gustar… Rocco.
– ¡Aah! -Fatou se derrumbó en la cama y la aporreó con puños y pies.
Eugénie esperó a que acabara.
– Lo digo en serio.
– ¡Podríamos ir juntos a bailar! ¡A cenar! ¡Al teatro! ¡Como hacen los chicos y las chicas! Sé que lo dices «en serio», Génie, y eso es lo que me preocupa.
Ambas mujeres se sentían un tanto inquietas cada vez que el dúo italiano tenía que pasar un tiempo en Brujas, la Venecia de los Países Bajos, que estaba tan sólo a un corto trayecto por canal, y que desde la Edad Media era famosa por sus jóvenes bonitas. Eso no importaba tanto, juraban Rocco y Pino repetidamente, como la necesidad de rea__les nocturnos, invisiblemente, hasta la costa y ciertolizar frecuentes ejercicios a medianoche con el Torpedo, cuyo motor de combustión interna estaba siendo modificado por el personal del Atelier de la Vitesse de Raoul, casi todos ellos mecánicos rojos de Gante. Cuando todos estuvieron satisfechos con el funcionamiento, Rocco y Pino planearon llevarlo por aquellos fantasmagóricos cana royal rendez-vous.
– Le han colocado un Daimler de seis cilindros -explicó Rocco-, con un carburador militar austríaco, todavía altamente secreto, y un tubo de escape múltiple rediseñado, lo que significa que tenemos una potencia de cien caballos, y eso a velocidad de crucero, guaglion.
– ¿Por qué no les vendisteis los planos a los ingleses? -se le había ocurrido preguntar a uno de los mecánicos de Gante-. ¿Por qué dár_selos a una pandilla de anarquistas sin estado?
Rocco se quedó de piedra.
– ¿Robar a un gobierno para dárselo a otro?
Pino y él se miraron.
– Matémoslo -sugirió animadamente Pino-. Yo maté al último, Rocco, ahora te toca a ti.
– ¿Por qué se escapa? -dijo Rocco.
– ¡Vuelve, vuelve! -gritó Pino-. Oh, bueno. Vaya si son secos por aquí.
El personal del hotel, que iba menos acicalado que si estuviera de servicio a plena luz del día, mantenía un delicado equilibrio entre la irritación y el desconcierto ante el espectáculo de esos artistas del Cuaternión que, a esas alturas, ya llevaban varios años retirados de su lucha por la existencia pero seguían todavía resueltos e insomnes. Si ésta era la otra vida, sólo algunos de los que vestían las libreas del Grand Hotel de la Nouvelle Digue podrían clasificarse como ángeles guar__niosos.dianes; los demás estaban más cerca de ser diablillos molestos e inge
– ¿Se trata de una reunión masculina o es posible que asistan un par de damas cuaternionistas? -preguntó Kit, se diría que con cierto tono quejumbroso.
– Raras aves -dijo Barry Nebulay-, aunque, claro, está la señorita Umeki Tsurigane, de la Universidad Imperial de Japón, una discípula del Profesor Knott cuando él enseñó allí. Una joven asombrosa. Ha pu__mo la tenemos -dijo haciendo un gesto con la cabeza hacia el bar.blicado tanto como el que más (artículos, monografías, libros), y creo que Kimura ha traducido algunos de sus textos al inglés… Ah, ahí mis
– ¿Aquélla?
– Sí. Atractiva, ¿no te parece? Deberías llevarte bien con ella, aca_ba de llegar de América. Ven, te la presentaré.
Pantalones negros, sombrero de vaquero…, pantalones negros de cuero, es más, de cuero de guante.
– ¿No te parece que sería mejor dejarlo para otro mo…?
– Demasiado tarde. Señorita Tsurigane, el señor Traverse, de New Haven.
Alrededor del esbelto cuello, la hermosa asiática llevaba también un furoshiki con un motivo boscoso estampado en azul eléctrico, gris oscuro y rojo chino, plegado en forma de triángulo para que pare_ciera un pañuelo de vaquero, y a un ritmo vertiginoso se echaba al gaznate whiskies y cervezas. Se había montado ya una modesta porra sobre cuánto tiempo aguantaría antes de desarrollar cierta forma de parálisis.
– «Algunos esquemas cuaternionistas para representar el Haz Anarmónico y formas relacionadas» -recordó Kit-, Leí el resumen en Comptes Rendus.
– ¡Otro hacísta anarmónico! -le saludó ella, tranquila y, por lo que parecía, lúcida-. Según me han dicho, se ha convertido en todo un culto. Se esperan toda clase de… ¡cosas raras!
– Umm.
– El Simposio de Geometría Proyectiva… ¿intervendrá en él?
– Umm.
– ¿Intervendrá en algún otro acto? ¿Cuándo?
– Anda, dejadme que os invite a un par más de ésos -se ofreció Barry Nebulay, que, seguidamente, como un ángel de los alcohólicos, partió a realizar otros buenos actos.
– Yale… ¿estudió allí? Kimura-san, que está ahora en nuestro Ins_tituto Naval… ¿lo conoció?
– Estuvo un poco antes que yo, pero se le recuerda con sumo respeto.
– Su condiscípulo americano, De Forest-san, y él han hecho con__ca sintónica. El sistema de Kimura-san, esta noche, en alguna parte, está prestando sus servicios a la armada japonesa, contra los rusos. Ambos caballeros estudiaron Vectores con el eminente Gibbs Sensei. ¿No es toda una coincidencia?tribuciones muy prácticas en el campo de la comunicación inalámbri
– Con las Ecuaciones de Maxwell en el centro del asunto…
– Justamente. -Se puso en pie y le clavó una mirada más o menos devastadora, desde debajo del ala de su sombrero de vaquero-. La fies_ta es ahí dentro… ¿le importaría acompañarme?
– Vaya, en lo más mínimo, señorita.
El único inconveniente fue que apenas habían dado dos pasos den____________________nes se reducían a una.se por allí y ver qué más podía pasar. Aunque, bien mirado, sus opciotro del Grand Salón cuando ella se perdió de vista, o tal vez fue él, y transcurrieron varios días antes de que volvieran a verse. Él tenía dos opciones: o marcharse e ir a enfurruñarse a cualquier parte, o pasear
Kit se abrió paso serpenteando por el Grand Salón, cuyas paredes estaban empapeladas de una anilina de un verde azulado y un naranja brillante pero ácido, aparentemente con motivos florales, aunque po____________________sibles, y eso que la charla sociable o banal tan sólo resultaba un poco menos problemática.sas, vomitando en los bolsillos de desconocidos, enzarzándose en largas y ásperas discusiones mantenidas con fluidez en esperanto e Idioma Neutral, conversaciones técnicas que eran en gran parte incomprenlegas cretinos y propiedades inmobiliarias, tanto sobrevaloradas como todo lo contrario, haciendo garabatos sobre las ropas de los demás, realizando números de desaparición y reaparición con cigarrillos y billetes justo delante de las narices ajenas, bebiendo Monopole de la Maison, bailando encima de las mesas, agotando la paciencia de espoto sobre puestos académicos vacantes, matrimonios compulsivos, colados con descuido cuando no desastrosamente, todos, puede que no con más cuota de ladridos y babeos de la habitual, cotilleando sin alienpado hasta quedar tan fino como el papel, para que dejara pasar la luz de sus bombillas eléctricas, alborotando esa noche aquel hervidero de cuaternionistas llegados de todos los rincones del globo, de todas las creencias, por no mencionar a sus apóstatas, cuasi-gibbsitas, pseudo-heavisiders y declarados grassmanníacos, que daban vueltas por todas partes con ganas de follón, vestidos con atuendos excéntricos, acicacos insistirían en ese punto, y que estaba iluminado por centenares de apliques de aspecto moderno, con pantallas de marfil del Congo ras
– …la torpe tentativa de Heaviside de descuaternionizar las Ecua_ciones del Campo de Maxwell…, ni siquiera ellas se han librado del ataque…
– Afrontémoslo. La Kampf ums Dasein se terminó, y hemos perdido.
– ¿Quiere eso decir que ahora sólo nos imaginamos que exis_timos?
– Ejes imaginarios, existencia imaginaria.
– Fantasmas, fantasmas.
– Sí, Hermano-C, y el tuyo es un caso especialmente deprimente. Desde los errores de tu última ponencia, tu lucha debería llamarse una Kampf muy Dasein.
– Somos los judíos de las matemáticas, vagando por aquí en nues_tra diáspora…, algunos con destino al pasado, otros al futuro, incluso unos cuantos capaces de emprender, desde ángulos desconocidos de la línea sencilla del Tiempo, viajes que nadie puede predecir…
– Claro que perdimos. Los anarquistas siempre pierden, mientras que los bolcheviques Gibbs-Heaviside, con su visión siempre a lar__cia de que son el futuro inevitable, el pueblogo plazo, persiguen siniestramente sus metas, protegidos en su creen xyz, el partido de un único Sistema de Coordenadas Establecidas, presentes en todos los rin_cones del universo, gobernando con un poder absoluto. Nosotros no somos más que la pandilla de ijk, vagabundos que plantan sus tien_das de trabajo tan sólo mientras lo exija el problema, luego levantan el campamento y siguen adelante, siempre ad hoc y localmente, ¿qué esperabas?
– De hecho, los Cuaterniones fracasaron porque pervirtieron lo que los vectoristas creían saber de las intenciones de Dios: que el es_pacio es sencillo, tridimensional y real, y que, de existir un cuarto tér_mino, uno imaginario, se asignaría al Tiempo. Pero los Cuaterniones llegaron y le dieron la vuelta al planteamiento, definiendo los ejes del espacio como imaginarios y dejando que el Tiempo fuera el término real, y también escalar…, simplemente inadmisible. Por descontado, los vectoristas fueron a la guerra. Nada de lo que sabían del Tiempo per_mitía que éste fuera tan sencillo, como tampoco podían permitir que el espacio se viera comprometido por números imposibles, el espacio terrenal que habían luchado por penetrar, por ocupar, por defender desde hacía incontables generaciones.
Como acompañamiento de esas lamentaciones sonaba una músi__tono y tambores, y que cantaba en un vivaz compás de 6/8:ca inapropiadamente animada, y Kit se acababa de acercar lo bastante para poder oírla. Al piano se sentaba lo que parecía una contralto de music-hall en una especie de vestido de Poiret, acompañada por un conjunto callejero formado por acordeón, glockenspiel, saxofón barí
Oh, el, estrambótico y rarito cuater-nio-nista, la criatura de i-j-,
¿por qué tiene esa sonrisa tan intrigante, y anda con tanto sigilo?
De Waterloo a Tombuctú, los hay a montones…
¡Están, dicen, en Tasmania -ay, y hasta en los árboles!
Y si te encontraras a uno en tu salón con luna llena,
te evitarías alguna incomodidad,
cantándole esta pequeña melodía… (-2-3-y…)
Una vez vi a un tipo del Cuater-nión, se
comportaba, oh, de manera tan rara…,
una cosa más bien verde y larga
se metía en la oreja…,
sí, podría ser un pepinillo,
si no lo fuera, ¡oh, Dios mío!, ¡ese
estrambótico y rarito cuater-nio-nista!
Tema que la cautivada concurrencia había estado cantando incansa____________________bilidad de siempre, estaba Root Tubsmith.ble de abandonarse a un baile salvaje, significara lo que significase eso en aquel lugar. Los choques se sucedían, a menudo con violencia, y Kit sólo pudo esquivar uno al reconocer, justo antes del contacto, una voz profunda y familiar. Y allí, como era de esperar, con su exaltada sociablemente, una y otra vez, acompañando a la cantante desde que había llegado, con una frecuencia rítmica que reproducía la antigua magia de la tarantela y hacía que los asistentes sintieran un deseo irresisti
– ¡Creía que te habías fugado con aquella pelirroja! -saludó a Kit.
– Me enrolaron en la armada -dijo Kit-. O algo así. Últimamente nada ha sido rigurosamente lo que uno llamaría «real». ¿El que te vea en este estado significa que todo ha vuelto a ser normal?
– Claro -respondió pasándole una botella de vino sin nombre-. Si_guiente pregunta.
– ¿No tendrás un esmoquin para prestarme?
– Ven conmigo. -Encontraron los alojamientos de Root, quien, como Kit, parecía compartirlos con una docena aproximada de otros creyentes hamiltonianos. Ropa en una amplia variedad de colores, ta__lo-, Supongo que puedes elegir lo que quieras. Es lo más cerca que estaremos del Anarquismo en toda nuestra vida.maños y niveles de formalidad cubría el espacio disponible de sue
De vuelta en el salón, el ruido y los joviales movimientos centrí_fugos habían subido marcadamente de tono.
– ¡Maniacos -gritó Root-, todos y cada uno de nosotros! Claro que cincuenta años atrás lo eran todavía más; hoy los verdaderos ma____________________nos no como las de antes. ¡Ah,juntos, a la abstracción absoluta, como si participaran en una carrera para ver quién puede adentrarse más en los territorios fronterizos de lo no existente. Y ya no se trata estrictamente de una «manía», al meniacos se dedican al trabajo de fundamentación, a la teoría de con los viejos tiempos! Grassmann era alemán y, por eso, automáticamente, se contaba entre los poseídos; Hamilton se vio castigado por un genio precoz y paralizado por un primer amor que nunca pudo superar. Beber mucho, aunque quién soy yo para de_cir nada, no es que ayude demasiado. A Heaviside lo llamaron una vez «el Walt Whitman de la Física Inglesa»…
– A ver, perdona, pero ¿qué significa todo eso?
– Pregunta sin respuesta. Algunos han detectado en Heaviside cier__lencia que domina las distintas esferas estos días.to nivel de pasión o puede que sólo de energía, más allá de la trucu
– Pues si Heaviside es el Whitman -comentó un asistente británi_co que estaba cerca, y que lucía un chillón conjunto amarillo-, ¿quién es el Tennyson?
– Clerk Maxwell, ¿no le parece? -sugirió un tercero mientras otros se sumaban a la conversación.
– Lo que convierte a Hamilton, imagino, en el Swinburne.
– Sí, pero entonces, ¿quién es Wordsworth?
– ¡Grassmann!
– Vaya, qué juego más divertido. ¿Y Gibbs? ¿El Longfellow?
– ¿No habrá por casualidad un Oscar Wilde?
– ¡Vamos todos al Casino! -gritó alguien invisible.
Kit se preguntó cómo iba a llegar ninguno de los presentes si____________________so al Casino.sultó que los cuaternionistas disfrutaban de diversos privilegios en su calidad de miembros del Kursaal, entre los que se encontraba el accequiera hasta la puerta, y no digamos ya cómo iban a entrar; pero re
– Se abre un nuevo y fascinante campo -le confió Root cuando entraban-. La Probabilidad Cuaternionista. Parece que, a medida que se desarrolla una partida de bacará, puede describirse cada coup como una serie de, bueno, los llamaríamos vectores: diferentes largos que se_ñalan en diferentes direcciones…
– Algo así como tu pelo, Root.
– Pero en lugar de encontrar una única resultante -prosiguió Root-, aquí estamos trabajando con tasas de cambio, rotaciones, di_ferenciales parciales. Rotacionales, Laplacianos, en tres dimensiones y a veces en más…
– Root, tengo mi salario del pesquero, nada más.
– Quédate conmigo, hijo mío, y pronto te revolcarás en francos.
– Ya. Me parece que sólo daré una vuelta.
Acostumbrado a un tipo de ambiente más tabernario, a Kit los modales europeos le resultaron opresivos, sin rastro de faroleos, ca____________________nión pública en todo el mundo civilizado.wood Vibe, al caucho, el marfil, la fiebre y la miseria del África negra cuyos espantosos abismos sólo ahora empezaban a horrorizar a la opitinado al dolor, las almas perdidas y los futuros anulados, a todo cuanto no debía salir a la luz aquí, pues éste era un templo del dinero, ¿no?, aunque eso llevara de vuelta a su propio Inefable, a figuras como Fleetlegadas para más tarde, o puede que a un salón entre bastidores deslumnias, engaños ni peleas a puñetazos, o eso parecía. ¿Dónde estaba la diversión? Salvo por un grito de vez en cuando, y aun entonces de una polaridad difícil de entender, las emociones fuertes quedaban re
Los camareros con zapatos de suelas forradas entraban y salían repartiendo champán, puros, polvos opiáceos y correspondencia in____________________testable función de onda, el mar.güedad en los espacios intermedios. Y en alguna parte, aquella inconnación eléctrica mantenía el escenario visible y limpio, todo sucedía por pasos, por números enteros, dejando poco margen para la ambicidos por ruletas, zapatos de vestir o de baile y dados llenaban la sala y lo que, de otro modo, habría sido un silencio insoportable. La ilumibezas que caían vencidas por el sueño se topaban con superficies de tapete provocando una audible percusión. Ruidos en staccato produjes se iban empañando lentamente de sudor y lágrimas, las barbas se despeinaban, los pañuelos se manchaban, no pocas veces de sangre de labios mordidos. Las alas de las chisteras se cubrían de billetes. Las caterna del Casino sellada en sobres pequeños y pesados. Los maquilla
Por extraño que pareciera, se fijó Kit, la sala también estaba pla__mento de despiste o de demasiada confianza, hubiera permitido que en el marco del espejo entrara algo que no debía ser visto, y todo se hubiera mezclado. Se topó por fin con una cara simétrica en la mesa de la ruleta, de una clase conocida por esos lares comogada de maquillajes abstractos, y no sólo en los rostros de las mujeres; había simetrías rotas por todas partes, como si cada uno, en un mo esfinge Khnopffiena. La mujer, asomada a la ruleta, miró directamente a los ojos de Kit, excluyendo de buenas a primeras todo tipo de charla introduc____________________vía la mirada.gaba a alcanzar el blanco titanio que los rodeaba. Dicho de otro modo, supuso que si ojos tan incoloros como ésos pertenecieran a un perro, lo primero que uno pensaría es que no era un perro el que le devoldiferencia absoluta hacia la mayoría de las formas de terror, entre ellas las que los anarquistas de la época consideraban a menudo necesario utilizar. La dificultad radicaba en el extraordinario ámbar pálido de sus iris -demasiado pálido para ser tranquilizador-, no tanto un matiz cuanto un defecto producido por la ictericia, que sin embargo no lletoria, con una mirada animal, atemporal, como si ya hubiera asumido lo que ahora le parecía a él -o llegaría a parecerle más delante, si no se le presentaban asuntos más desesperados a los que atender- una in
Este seductor enigma lo observaba a través del humo de un puro fino.
– ¿Está disfrutando de un momento de independencia alejado del resto de la pandilla con la que ha venido?
Kit sonrió con malicia.
– Unos pájaros de aspecto sospechoso, ¿no le parece? Así acaban los hombres que se pasan todo el tiempo sentados puertas adentro y mi_rando fijamente números.
– ¿Son esos matemáticos que están en el Nouvelle Digue? Mon Dieu.
– ¿Y usted se aloja en el Continental?
Ella alzó una ceja.
– Lo digo por esa «piedra» que lleva, ni más ni menos.
– ¿Esto? Es quincalla. Claro que si no sabe diferenciarlo…
– Mierda, se lo perdonaría, fuera lo que fuese.
– Así es justamente como hablan los ladrones de joyas. Ahora es_toy segura de que no puedo fiarme de usted.
– Entonces me temo que no tiene mucho sentido que le ofrezca mis servicios.
– Es usted americano.
– Lo que no significa que no haya recorrido algunos bulevares -afir_mó Kit-, ni que no haya entrado y salido por puertas de callejones.
– Uno de esos yanquis ingeniosos. -Exhibió, como si lo sacara del aire, un rectángulo pequeño de color marfil, el cual llevaba un dibujo fino de color violeta de un rayo de luz que atravesaba varias capas de cristal de un techo para iluminar un fragmento de las vigas de hierro de unos soportales y, en una de las esquinas inferiores, en tipografía sans-serif moderna, el nombre Pléiade Lafrisée, con una dirección de París-. Mi tarjeta de visita.
– No voy a preguntarle a qué asuntos se dedica, porque es asun_to suyo.
– Conseilleuse -dijo ella encogiéndose de hombros.
– ¡He ganado! ¡He ganado! -se oyó un profundo aullido proce_dente del otro lado de la sala.
– Venga -le dijo Kit haciéndole una seña con la cabeza por enci_ma de una mesa de chemin-de-fer-, voy a enseñarle algo. Felicidades, Root. Es bastante divertido, ¿verdad?
– ¡Aaah, pero se me olvidó llevar la cuenta de todo! -Los globos oculares de Root Tubsmith casi daban vueltas en sus cuencas, las fi____________________núsculas, y lo miró frunciendo el ceño-. Me parece que lo mejor será que reajuste algunos parámetros: la temperatura de la sala, el índice de irracionalidad del jugador, un par de coeficientes de la matriz de retroversión…bería haber anotado, bien podría haber sido sólo fruto del azar y la suerte. -De su bolsillo sacó un trozo de papel maltratado, cubierto de fórmulas llenas de triángulos boca abajo, eses mayúsculas y cus mimente detrás de cada oreja-. Valores de las cartas, hora del día, lo dechas se le caían por todas partes y llevaba una encajada descuidada
– Ma foi.
– Si quiere, mademoiselle -se ofreció Kit-, podemos hacer una pe_queña apuesta en su nombre.
– Dejo los detalles en sus manos, caballeros, ustedes son los mate_máticos y todo lo demás.
– Eso es.
Casi sin darse cuenta, Pléiade había ganado diez mil francos.
– Este es el momento en que vienen los detectives del Casino y me hacen devolverlo todo.
– Estamos a salvo -la tranquilizó Root-, ellos están a la última: pris__taja de estar tan anticuada es que ya nadie la reconoce cuando la ve.mas de Nicol, monóculos estroboscópicos y equipos de telegrafía sin hilos en los zapatos. Pero nuestra magia es más antigua, y la gran ven
– Así que tengo que agradecérselo a… ¿cómo los llaman? ¿Cuaterniones?
– Eso podría suponer alguna dificultad…; si quiere, puede agrade_cérnoslo a nosotros.
– En ese caso, vengan, los invito a todos a cenar.
Tras una breve resistencia del Código de Caballeros y su rápida derrota ante la posibilidad de un ágape gratis, casi todo el grupo acep_tó la invitación y se encaminaron al restaurante contiguo a la sala de juego.
Fuera lo que fuese lo que ese bombón pretendiera, no era nin__tas. En un momento dado, tras la sopa, Pléiade preguntó sin dirigirse a nadie en concreto:guna muerta de hambre. A cuanto pedían los Cuaters, ella encargaba más de lo mismo. El vino tenía nombre y fechas añejas en las etique
– Sí, pero ¿qué es un cuaternión?
La hilaridad en la mesa fue general y prolongada.
– ¿Qué «es» un Cuaternión? ¡Ja, jajajaja!
Los tacones martillearon impotentes en la alfombra, se volcó el vino, las patatas demasiado fritas se arrojaron de aquí para allá.
– El famoso hijo de Cambridge Bertie «Perro Loco» Russell co_mentó -comentó Barry Nebulay- que la mayoría de los argumentos de Hegel acaban reduciéndose a juegos de palabras con «es». En este sentido, lo que pasa con lo que «es» un cuaternión es que nos vemos obligados a encontrarlo de más de una guisa. Como un cociente vec_torial; como una forma de representar números complejos en tres ejes en lugar de dos; como una lista de instrucciones para transformar un vector en otro.
– Y si se considera subjetivamente -añadió el Doctor V. Ganesh Rao, de la Universidad de Calcuta-, puede tomarse como el acto de alargarse o acortarse mientras se gira al mismo tiempo, entre ejes cuyo vector unidad no es el familiar y reconfortante «uno», sino la absolu_tamente turbadora raíz cuadrada de menos uno. Si usted fuera un vector, mademoiselle, empezaría en el mundo «real», cambiaría de largura, en_traría en un sistema de referencia «imaginario», rotaría hasta de tres modos distintos y volvería a la «realidad» convertida en una persona nueva. O en un vector nuevo.
– Fascinante, pero los seres humanos no son vectores, ¿verdad que no?
– Discutible, mi joven dama. De hecho, en la India los Cuaterniones son ahora el fundamento de una escuela moderna de Yoga, una disciplina que siempre se ha basado en operaciones tales como estirar____________________sos de la mesa cuando el Doctor Rao se desvaneció de repente.do y agitando un dedo vehemente y se encontraba ya a sólo dos pase y girarse. Vea, por ejemplo, que en el tradicional «Triángulo Asana» -se puso en pie y lo ejecutó- la geometría es bastante sencilla. Pero al poco uno pasa a formas más avanzadas, en los espacios complejos de los Cuaterniones… -Desplazó algunos platos, se subió a la mesa y anunció-: El «Versor Cuadrante Asana». -Y comenzó un número que rápidamente pareció digno de un contorsionista y, de vez en cuando, hasta se diría que contrario-a-lo-posible, lo cual atrajo la atención de otros comensales y finalmente hasta del maître, que se acercó corrien
– Uwe moer! -El empleado se quedó de piedra, toqueteándose la boutonniére.
– ¡Lo captamos, Doc! -dijo riéndose entre dientes Root.
Pléiade se encendió un puro. Barry Nebulay buscó debajo de la mesa compartimentos ocultos. Salvo para un par de los compañeros de mesa del Doctor Rao, que aprovechaban para rebañar afanosamen__mento oyeron gritar al Doctor desde la cocina:te los restos de comida de su plato, el asombro era general. Al mo
– ¡Por aquí! ¡Todos…, vengan a ver!
Y, como era de esperar, había reaparecido con un pie dentro de un tarro de mayonesa, aunque, curiosamente, ya no era la misma persona que antes de ejecutar el Asana. Para empezar, era más alto.
– Y además ahora es rubio -comentó perpleja Pléiade-. ¿Puede hacerlo a la inversa y volver a ser el que era?
– Todavía no he aprendido cómo. Se dice que algunos maestros yoguis sí saben, pero para mí sigue siendo no conmutativo; de to_dos modos, me gusta ir dando saltos por ahí. Cada vez que lo hago me convierto en otro. Es como una reencarnación a cuenta, sin tener que preocuparse por el elemento del karma.
Pléiade, de quien Kit había concluido que más valía no fiarse, se entretuvo tomándose otra botella de vino antes de sacar de su ridícu__bozar una deslumbrante sonrisa de disculpa social.lo un reloj Vacheron & Constantin, abrir de golpe la saboneta y es
– Debo irme volando. Perdónenme, caballeros.
Alguna de esas asesorías, supuso Kit.
Root le hizo una señal al camarero seguida de amplios aspavien_tos hacia Pléiade.
– Ella se encarga de la cuenta…, haar rekening, ja?
Pléiade tenía una cita con un tal Piet Woevre, antiguo miembro de la Forcé Publique, cuya afición a la brutalidad, refinada en el Con_go, les había parecido inapreciablemente útil a las fuerzas de seguridad de la metrópoli. En Bélgica, sus objetivos no eran, como podrían in____________________tilar o asesinar, y ya había perdido la cuenta de cuántas veces lo había hecho, sin la menor vacilación ni temor a las consecuencias.nía necesidad de algún tipo de expresión corporal, siempre podía muquívoca. Pero Woevre era indiferente a la mayoría de suposiciones y claves de la sexualidad cotidiana. Había dejado esas cosas muy atrás, en junglas desconocidas. Que los demás pensaran lo que quisieran; si tepo a su acicalamiento diario, que incluía carmín y una colonia no inetas», que era como decir eslavos y judíos. Sólo con ver por la calle el perfil de una levita más larga y holgada de lo que la llevaría un gentil, ya sacaba el revólver. El parecía rubio, aunque el resto de su tez no era coherente con ese tono. Había indicios de que dedicaba mucho tiemdicar los intereses periodísticos, tanto los alemanes cuanto los «socialis
El pertenecía al reino de lo ininterrumpido y sus simplicidades: el fluir del río, la luz y la no luz, las transacciones en sangre. En Europa había demasiado que recordar, una red inagotable de cautelas y estra_tagemas. Pero allá abajo él ni siquiera necesitaba un nombre.
A primera vista, no parecía haber mucha diferencia entre la Le__so de luz, en radiante absolución, el otro buscaba, en la penumbra de la fétida selva, alcanzar lo contrario de la expiación: proclamar que la suma de los pecados cometidos en Europa, por siniestros que fueran, no habían sido más que la necesaria fase de aprendizaje para entrar en la fraternidad de los voluntariamente perdidos. Cuyos rostros, después, resultarían tan imposibles de recordar como los de los nativos.gión Extranjera francesa y la Forcé Publique belga. En ambos casos, uno huía de sus apuros para servir en África. Pero donde el primer cuerpo militar imaginaba la penitencia en el desierto bajo un exce
A Woevre le bastaba con una mirada a los Cuaters que deambu__queños billetes sobresaliéndoles de los bolsillos, para que se le cayera la baba, como se dice entre los ayudantes del mal. Es decir, para que deseara abandonar la vigilancia y archivar los expedientes de todas sus demás misiones en marcha, y así concentrarse en esa pandilla de laban por la ciudad, con hebras de tabaco pegadas en la camisa y perastaquouères que habían irrumpido en la ciudad tan caóticamente. Por no mencionar la presencia en el mismo hotel de los «Jóvenes Congo_leños».
– Puede que no sean más que simples matemáticos inocentes, su_pongo -murmuró el oficial de sección de Woevre, De Decker.
– «Que no sean más.» -A Woevre le hacía gracia-. Algún día me explicará cómo es eso posible. Puesto que, bien mirado, todas las ma__mano.temáticas conducen, tarde o temprano, a algún tipo de sufrimiento hu
– Vaya, su especialidad, Woevre. Camaradas de armas, se diría.
– No cuando el sufrimiento podría ser fácilmente el mío, por no decir el de ellos. Porque no hacen distinciones.
De Decker, que no era precisamente un filósofo y sentía una vaga alarma cada vez que se topaba con esas inclinaciones entre los agen_tes sobre el terreno, pareció desviar su interés hacia unos papeles que tenía delante.
El hombre era un bobbejaan. Woevre sintió un escozor familiar en los nudillos, pero la conversación todavía no había acabado.
– Este tráfico telegráfico con Amberes y Bruselas -dijo, pero De Decker no levantó la vista-. De un grupo particular, el «MKIV/CDO», que nadie sabe identificar, ¿tal vez su gente…?
– Sí, nuestros criptos creen que se trata de cierto tipo de armas… ¿Algo relacionado con torpedos? Quién sabe. «Mark IV o no sé qué.» Tal vez no le importaría a usted investigar. Sé que no cae dentro de sus competencias -dio la impresión de que Woevre estaba a punto de quejarse-, pero en cualquier caso otro grupo de «antenas» sería bien recibido.
– Una manera muy fina de expresarlo. Considéreme otro leal gatkruiper. -Estimulado por la conciencia del decreciente agradecimien_to, Woevre salió rápidamente por la puerta.
– Como si no tuvieras ya bastante que aguantar -comentó más tar_de Pléiade Lafrisée.
– ¿Es ésa toda la comprensión que me ofreces?
– Oh… ¿es que había una cantidad estipulada? ¿Es que colaste eso también en nuestro acuerdo?
– Con tinta invisible. Pero lo que nos gustaría esta noche es echar un vistazo a su habitación. ¿Puedes mantenerlo ocupado una hora o así?
Pléiade tenía las manos entretenidas en el cuerpo de Woevre. Vaci__tal, y entonces continuó. Más tarde, en el baño, se inspeccionó algunos moratones y le pareció que todos eran elegantes salvo el de la muñeca, que a unló un momento, se lo pensó, hasta que percibió cierta inminencia bru connaisseur le sugeriría cierta carencia de imaginación.
Woevre vio cómo salía de la habitación. Las mujeres tenían me____________________tal de Alemania, dominaba las veinticuatro horas del día.gica, había encontrado un número creciente de tales complejidades, desplegadas a su alrededor como trampas o minas. La obligación de no ofender al Rey, de permanecer atento a los servicios rivales y a sus propios planes ocultos, de calibrarlo todo en relación con la masa morjer entrara en una habitación con la cara por delante en vez de con el culo? Era otra de esas bizantinas complejidades civilizadas que le hacían echar de menos la vida en la selva. Desde su regreso a Bélpertar entonces? ¿Por qué se empeñaba esta sociedad en que una mujor aspecto vistas desde atrás, pero uno sólo las veía así al marcharse, cuando uno ya había acabado con ellas, ¿y qué interés podían des
¿Acaso importaba quién espiaba para quién? Las familias reinantes de Europa, emparentadas por sangre y matrimonio, habitaban su úni____________________ba, para no trabajar para tantos amos, y a lo largo de tantos ejes, como se pudiera asumir sin confundir a la propia memoria.dores, todos estaban atrapados en ese juego… Pero si, como Woevre, uno había visto el interior de la farsa del poder europeo, no había la menor razón, a la terrible luz transhorizontal de lo que se aproximacracias estatales, los ejércitos, las Iglesias, los burgueses, los trabajaca, inmensa e incestuosa parodia de poder, riñendo sin fin: las buro
Y, aún más, ¿cómo interpretar el último rumor, que se desplaza____________________tar sobre el mundo energías inimaginables hasta el momento, ocultas -De Decker seguro que diría «inocentemente»- dentro del término w? Se decía que un artículo matemático del inglés Edmund Whittaker, que aquí pocos podían entender, era crucial. Woevre se había fijado en que los asistentes a la convención no dejaban de lanzarseformación de que existía un arma Cuaterniona, un medio para desaba justo por debajo de la capacidad de Woevre para recibir la señal con la mínima claridad -un ruido inidentificable que despierta al durmiente con el corazón martilleando y las entrañas vacías-, la in miradas peculiares unos a otros. Como si todos estuvieran al tanto de un se__gar de reunión posible para los guardianes de los sellos y los códigos?creto cuya fuerza terrible hubiera sido oportunamente apartada a un lado, como si sólo pudiera encontrarse en un mundo paralelo en el que no sabían muy bien cómo entrar o, una vez dentro, cómo salir. Y este lugar, este trecho de territorio estratégico bajo el nivel del mar, esta tierra rehén de las ambiciones europeas, a la espera, insomne sin remisión, de los golpes que se abatirían sobre ella, ¿no era el mejor lu
La noche siguiente, Kit, tras acompañar, contra lo que le dictaba el sentido común, a Pléiade a su suite, se encontró sumido en una es____________________binando cuidadosamente absenta y champán para crear un extraño y desvaído brebaje espumoso. Y entonces, sin que hubiera transcurrido ningún tiempo perceptible, en las habitaciones comenzó a resonar la ausencia. Junto al espejo de pie, Kit se fijó en una bata pálida, de una gasa casi inmaterial, que no estaba echada sobre una silla, sino quetana que daba al mar, recortándose contra la incierta luz marina, comción de la hora, ella se había desvanecido misteriosamente. Le dio la impresión de que hacía sólo un instante ella estaba allí, junto a la venpecie de perplejidad, pues en algún momento de la profunda maldi per_manecía erecta y ondeaba de vez en cuando a causa de corrientes de aire que de otro modo no habría notado, como si hubiera alguien dentro, agitada tal vez por fuerzas invisibles y hasta innombrables, y cuyos mo__flejaba su imagen en el espejo.vimientos, inquietantemente, no siempre coincidían con los que re
Ahora no se oía nada, ni siquiera el océano, en la habitación, aun____________________ban el alterado vectorista y ese espectro de Pléiade Lafrisée. ¿Era algo que había bebido? ¿Tenía que entablar conversación con unblar. En aquel silencio curiosamente sellado de la habitación, esperaque las ventanas daban a las largas olas heridas por la luna. Y a la luz de la luna, desafiando la gravedad, la bata allí erguida, sin rostro, sin brazos, parecía interpelarle, como si en cualquier momento fuera a ha negligé?
Con el fondo del pulso distante del mar, entre las sombras moni_torias de sombreros altos, regresó a su hotel y descubrió que habían registrado su petate, lo que no les habría llevado más de un minuto, y lo primero que le vino a la cabeza fue Scarsdale Vibe o uno de sus agentes.
– Los vimos -dijo Eugénie-. Era la policía política. Creen que eres uno de los nuestros. Gracias a nosotros te consideran un forajido ni_hilista.
– No pasa nada -dijo Kit-, siempre quise ser algo por el estilo. ¿Os molestó alguno, chicos?
– Nos conocemos todos -dijo Policarpe-, es un juego peculiar al que todos jugamos. Ante lo que se cierne en el crepúsculo del futuro europeo, no tiene mucho sentido este fingir que se sigue como si nada con lo cotidiano, ya sabes, sólo esperando. Todo el mundo esperando.
– En Francia -dijo Denis- hablan de El que Vendrá. No es el Me_sías. No es Cristo ni Napoleón. No era el General Boulanger. Él es innombrable. No obstante, uno tendría que estar excepcionalmente aislado, sea mental o físicamente, para no sentir Su acercamiento. Y para no saber lo que Él trae. Qué muerte y qué transfiguración.
– Nosotros también esperamos aquí, pero no, como los franceses, a un Napoleón, nada así de humano, sino que somos rehenes de cier_ta Hora militar, que sonará cuando decidan los estados mayores.
– ¿No se supone que Bélgica es neutral?
– Zeker -un encogimiento de hombros-, si hasta hay un Tratado, lo cual hace que sea cosa segura que nos invada al menos uno de los signatarios, pues ¿no sirven acaso para eso los Tratados de Neutralidad? Cada Potencia tiene su propio plan para nosotros. Von Schlieffen, por ejemplo, quiere mandar treinta y dos divisiones alemanas contra las, pongamos, seis nuestras. Guillermo ha ofrecido a Leopoldo parte de Francia, el antiguo ducado de Borgoña, si, cuando llegue el mítico momento, rendimos todos nuestros famosos fuertes a prueba de bom____________________pa tiene la clarividencia de imaginar más que como un ejercicio para oficinistas.ca se afana en lo que mejor sabe hacer: ofrecer dócilmente sus tierras bajas, ideales como campos de batalla, a botas, cascos y ruedas de hierro, esperando ser la primera en caer ante un futuro que nadie en Eurobas y dejamos intactas las vías férreas… Una vez más, la pequeña Bélgi
– Piensa en Bélgica como si fuera un peón. No es accidental que se celebren tantos torneos internacionales de ajedrez aquí, en Ostende. Si el ajedrez es la guerra en miniatura…, tal vez Bélgica se tome como la primera pieza sacrificada en un conflicto general…, aunque es posible que no, como en un gambito, para posibilitar un contraataque, pues un gambito puede ser rechazado, ¿y quién rechazaría tomar Bélgica?
– Así que… esto es como Colorado, con cambios de signo mate_mático…, por la altitud negativa, este vivir por debajo del nivel del mar o algo así, ¿no?
Fatou se acercó a él y lo miró a través de sus pestañas.
– Es la pena de la espera, Kit.
La siguiente vez que vio a Pléiade Lafrisée fue en un café restau_rante al lado de la Place d'Armes. Hasta mucho más adelante no se le pasaría por la cabeza que ella podría haber organizado el encuentro. Llevaba un peau de soie violeta claro y un sombrero tan seductor que Kit casi no se sorprendió al notar su erección. El estudio de esas cuestiones acababa de empezar, y sólo unos pocos arrojados pioneros, como el Barón Von Krafft-Ebing, habían osado asomarse al territorio des_conocido y extrañamente crepuscular del fetichismo del sombrero; y tampoco es que Kit se fijara de ordinario en detalles así, pero resultó tratarse de una toca gris de terciopelo, adornada con encaje antiguo y una larga pluma de avestruz teñida del mismo tono de violeta que su vestido…
– ¿Esto? Se puede encontrar en la mitad de las tiendas de modis_tillas, y por apenas unos céntimos.
– Oh. Debo de haberme embobado mirando. ¿Qué te pasó la otra noche?
– Ven. Invítame a una Lambic.
El local era como un museo de la mayonesa. Se vivía esos años el momento álgido del cuite de la mayonnaise que por entonces se exten____________________ta el más recóndito recoveco.teriales como nubes, junto con imponentes masas de mayonesa verde, cuencos de mayonesa cocida, mayonesa en suflés, por no mencionar cierta cantidad de mayonesas no del todo consumadas, que cumplían una oscura condena o, a veces, pasaban por otra cosa, inundando hasdad a la que se hubiera podido añadir, montañas de mayonesa Chantilly se alzaban incontenibles en picos inmunes a la gravedad e inmadecían rojizos como si el brillo procediera de dentro, mientras que, aunque guardara poca relación, por decir algo, con una comida de verdía por Bélgica, y muestras desproporcionadas de la emulsión ovooleaginosa se veían por todos los rincones. Montones de Mayonnaise Grenache, rodeados de bandejas de pavo y lengua ahumados, resplan
– ¿Cuánto sabes de La Mayonnaise? -preguntó ella.
Él se encogió de hombros.
– Me parece que hasta la parte que dice «Aux armes, citoyens»…
Pero ella fruncía el ceño, con una seriedad que él raramente le ha_bía visto.
– La Mayonnaise -explicó Pléiade- tiene su origen en la sordidez moral de la corte de Luis XV; aquí, en Bélgica, la afinidad no debe____________________fligen al mundo en el que tenemos que vivir los demás.der oprimiendo a los inocentes. Es útil la comparación entre Cléo de Mérode y la marquesa de Pompadour. Los neurópatas reconocerían en ambos reyes el deseo de construir un mundo autónomo y cerrado en el que vivir, lo que les permite proseguir el inmenso daño que ingañaron monumentalmente a los hombres y se mantuvieron en el poría ser demasiado sorprendente. Las cortes de Leopoldo y Luis no son muy diferentes, salvo por el tiempo, ¿y qué es el tiempo? Ambos en
»La salsa la inventó el duque de Richelieu como una nueva sen_sación para los paladares ahitos de la corte, y al principio se la conocía como mahonnaise, por Mahón, el principal puerto de Menorca, esce__tunado Almirante Byng. Básicamente, Richelieu era el proveedor de drogas y putas de Luis, pero también adquirió cierto renombre por sus recetas de opio nario de la discutible «victoria» del duque en 1756 sobre el desaforajustadas a cada ocasión, y se le atribuye la introduc____________________cuestionablemente sádico en la mayonesa. No puede pasarse por alto.neros hablan de batir, azotar, liar, penetrar, someter, rendir. Hay algo indamente los pantalones de Kit-, ¿Qué puede tener en común ese afrodisíaco con la mayonesa? El que los escarabajos deban ser reunidos y sacrificados exponiéndolos a los vapores del vinagre indica un interés en las criaturas vivientes, o que vivían hasta hacía poco (la yema del huevo tal vez podría considerarse una entidad consciente), y los cocición en Francia de la cantárida o mosca española. -Miró intenciona
A esas alturas, Kit estaba un tanto confuso.
– Pues a mí siempre me había parecido un poco, no sé… ¿sosa?
– Hasta que miras dentro. La mostaza, por ejemplo, mostaza y can_táridas, n'est-ce pas? Ambas despiertan la sangre. Hacen ampollas en la piel. La mostaza es la clave bien conocida para la resurrección de una mayonesa fallida, como la cantárida lo es para revivir un deseo apagado.
– Has estado dándole muchas vueltas a la mayonesa, mademoiselle.
– Quedamos esta noche -dijo con un repentino y feroz susurro-, en la Fábrica de Mayonesa, y tal vez entenderás cosas que sólo unos pocos llegan a saber. Habrá un carruaje esperándote.
Le apretó la mano y se marchó en medio de una bruma de espicanardo, tan bruscamente como la otra noche.
– Suena demasiado bien para dejarlo pasar -le pareció a Root Tubsmith-. Sin duda, ésa es una chica peligrosa. ¿Te hace falta compañía?
– Lo que me hace falta es protección. No me fío de ella. Pero ya sabes…
– Oh, eso no es verdad. Ella intenta convencerme de que le enseñe mi método de Probabilidad Cuaternionista. Bueno, puede que «con__tudiar los Cuaterniones, y vaya, que no para de presentarse para que le dé más clases.vencerme» no sea la palabra exacta. Yo le repito que antes tiene que es
– ¿Aprende algo?
– Yo sí aprendo.
– Rezaré por tu seguridad. Mientras tanto, si no vuelves a verme… -Anda, sé optimista. Ella es una bondadosa chica trabajadora, ni más ni menos.
La Usine Régionale á la Mayonnaise o Fábrica Regional de la Mayonesa -donde se preparaba toda la mayonesa del Oeste de Flandes y desde donde se mandaba a distintos restaurantes en una amplia gama de variedades, cada una de las cuales se presentaba como «Es____________________tinuara sin el peligro de ser interrumpida por los disyuntivos efectos de los truenos.zaban docenas de modernas cubas de acero, con aceites de oliva, de sésamo y de algodón, que se transportaban a través de otro laberinto de tuberías y válvulas a la gran Facilité de l'Assemblage, con conexión a tierra y aislada eléctricamente para permitir que la producción consibles durante el día a kilómetros de distancia, entre las arenas, se aljaban allí. Entre las dunas al oeste de la ciudad, junto a un canal, visión, raramente se la mencionaba, si es que eso ocurría alguna vez, en las guías, con lo cual recibía pocos visitantes aparte de quienes trabapecialidad exclusiva de la Casa»-, aunque ocupaba una gran exten
Sin embargo, después de la puesta de sol, este ejemplo alegremen_te racional de la ingeniería del siglo XX se disolvía en sombras más pre_carias.
– ¿Hay alguien ahí? -gritó Kit, vagando por pasillos y pasarelas, ata____________________ción de Huevos.che, con un zumbido amortiguado, a través de un complejo dédalo de toboganes almohadillados con gutapercha, hasta la Zona de Recolecban y ponían huevos que rodaban sin cesar, aparentemente día y nonamos, y enormes baterías de gallinas italianas cacareaban, cloqueaviado con un traje de calle prestado y unos elegantes botines afilados como navajas. En algún lugar, ocultas en la oscuridad, siseaban las dí
Pero había algo desconcertante: ¿no tendría que verse un poco más de actividad por aquí? No veía a ningún trabajador por ningún lado. Todo parecía funcionar sin intervención humana, con la excep____________________zaban a su lugar girando sobre lasdo percuciente, las cintas transportadoras y poleas que se ponían en movimiento tras unas sacudidas, los cabezales de goteo que se desplación, repentina, de la mano de quien fuera que acababa de darle a un interruptor que lo había puesto todo en marcha. En circunstancias normales, a Kit le hubieran fascinado los detalles técnicos, como los gigantescos mecheros de gas que se encendían abriéndose con un rui cu ves d'agitation, las bombas de acei__locidad.te en marcha, los batidores elegantemente curvados que adquirían ve
Pero ni un solo par de ojos, ni el sonido de un solo paso inten_cionado, por ningún sitio. Kit, que raramente era presa del pánico, sentía que estaba a punto de que éste lo dominara, aunque puede que todo se debiera a la mayonesa.
No puede decirse que echara a correr, pero sí aceleró el paso. Cuan____________________taba tragando una mayonesa espesa, pringosa y de olor amargo.sa ya había superado la puerta de salida y que no podría abrirla, y eso en el caso de que hubiera conseguido llegar hasta ella, claro. Se lo estro. ¡Y subía rápidamente! Kit había caído en arroyos que corrían más lentos que éste. Miró a su alrededor y vio que el nivel de la mayonepresión de que estaba sentado dentro de la sustancia, que tenía ya sus buenos diez centímetros de hondo, qué digo, más de un cuarto de mebrero, que se alejaba deslizándose sobre una corriente clara semilíquida. Sintió algo pesado y húmedo en la cabeza. ¡Mayonesa! Le dio la imdo llegó a la Clinique d'Urgence pour Sauvetage des Sauces, para la resurrección de mayonesa potencialmente fallida, al principio no notó nada salvo que el suelo estaba un poco resbaladizo, pero al instante se encontró caído de espaldas, con los pies en alto, en menos tiempo del que le llevó reparar en que se había resbalado. Se le había caído el som
Mientras intentaba limpiarse los ojos de la sustancia, resbalándose una y otra vez, medio nadó medio se tambaleó hacia donde recorda____________________dad, lo arrastró a través de la ventana rota y lo lanzó fuera en una gran arcada de vómito que le hizo caer en el canal de abajo.yonesa, como una bestia consciente que buscara huir de su cautivital y el marco, y sin darle tiempo a pensar cómo alcanzaría la invisible apertura para después subir hasta ella y salir, la presión de la misma maba haber visto una ventana y, a ciegas, lanzó una patada desesperada que, como era de esperar, le hizo caer de culo una vez más, no antes, eso sí, de que percibiera un esperanzador resquebrajamiento en el cris
Emergió a tiempo para oír que alguien gritaba: «Cazzo, cretino!», por encima del traqueteo de alguna máquina. Se acercó una sombra borrosa y húmeda. Eran Rocco y Pino en su torpedo dirigible.
– ¡Aquí!
– E il cowboy!
Los italianos, en sus trajes de faena vulcanizados y satinados, frena_ron para pescar a Kit de las aguas. El se fijó en que lanzaban miradas ansiosas hacia el canal que había quedado a sus espaldas.
– ¿Os sigue alguien?
Rocco aceleró de nuevo y Pino explicó:
– Acabamos de sacarlo del taller y decidimos echarle un vistazo al Alberta, pensando: no puede ser peligroso ahora que no hay armada belga, vero? Pero va y resulta que hay Garde Civique, ¡en barcas! ¡Nos habíamos olvidado! ¡Y van recorriendo todos los canales de arriba abajo!
– Tú te habías olvidado -murmuró Rocco-. Pero no importa; con este motor corremos más que nadie.
– ¡Enséñaselo! -gritó Pino.
Los chicos se afanaron con los estárteres, los distribuidores y las palancas de aceleración, y al momento, lanzando hacia arriba una cola de gallo de agua y humo de aceite negro, la embarcación rugía por el canal a cuarenta nudos, o puede que más. Quien estuviera allá atrás a esas alturas ya habría interrumpido la persecución.
– Vamos a parar aquí y darles un susto a las chicas -dijo Rocco.
– Si es que no nos lo dan ellas a nosotros -dijo Pino en lo que Kit reconoció como un tono de ansiedad romántica-. Le bambole anarchiste, pona miseria.
Un par de kilómetros más allá de Oudenberg, viraron a la izquier_da, entraron en el canal de Brujas, se acercaron sigilosamente a Ostende y dejaron a Kit en el Quai de l'Entrepot, antes de partir en busca de un amarradero a salvo de las atenciones de la Garde Civique.
– Gracias, ragazzi, nos vemos, espero… -se despidió Kit, que pro__jaban sus salvadores de una muerte por mayonesa.curó no quedarse pasmado demasiado tiempo mirando cómo se ale
A la tripulación del Inconvenience se le había ordenado ir a Bru____________________les con el retrato del General impreso en un mortecino color marrón, sellos de aspecto totalmente legítimo que abarcaban de un céntimo a veinte francos, pero que en realidad erantre la burocracia de los Chicos del Azar pervivía un insolente vestigio de boulangerismo. Por ejemplo, en la correspondencia oficial de los capítulos franceses todavía se veían sellos de correos amarillos y azucidio, una ceremonia no exenta de connotaciones políticas, pues enselas a presentar sus respetos en una misa en memoria del General Boulanger, celebrada cada 30 de septiembre, el aniversario de su sui timbres fictifs, posiblemente de origen alemán, obra de un emprendedor que esperaba venderlos des____________________nia tendría mejores opciones militares contra una política revanchista dirigida por el hasta cierto punto descompuesto General que contra cualquier otra política puede que un poco más elaborada.biente siniestros indicios de la intervención del «IIIb», el servicio de espionaje del estado mayor alemán, reflejo de la teoría de que Alemapués de un golpe boulangerista, aunque también flotaban en el am
La visita a Bruselas resultó tan triste que los chicos solicitaron, y para sorpresa general les concedieron, permiso para desembarcar en Ostende, la escala acreditada más próxima. Al poco, aparentemente por azar, se enteraron de la convención de los cuaternionistas en el exilio que se celebraba en el Grand Hotel de la Nouvelle Digue.
– No había visto a tantos pájaros de éstos juntos desde Candlebrow -dijo Darby, mirando a través de uno de los visores a larga dis_tancia.
– Para esta discutida disciplina -dijo Chick-, en los tiempos de las Guerras Cuaternionas, Candlebrow era uno de los escasos refugios seguros.
– Vamos a tropezamos con unos cuantos conocidos.
– Sí, pero ¿nos reconocerán ellos?
Era ese momento del día en que el viento cambiaba de sentido y la brisa ya no procedía de la tierra sino del mar. Por debajo de ellos, la multitud avanzaba a lo largo del Digue como una corriente de vuel_ta a los hoteles, hacia las meriendas-cenas, las citas secretas, las siestas.
– En otros tiempos -dijo Randolph con una ya muy antigua me_lancolía- se habrían parado en seco, y habrían levantado embobados y pasmados la cabeza hacia nosotros. Hoy en día nos vamos volvien_do cada vez más invisibles.
– Eeehiii, apuesto a que si me saco la salchicha y la meneo hacia ellos nadie se dará ni cuenta -se carcajeó Darby.
– ¡Suckling! -dijo Lindsay con voz entrecortada-, aunque se ten____________________ciones sobre las que nos aventuramos a pasar, incluyendo en muchos casos el mar abierto, y sólo puede interpretarse como un síntoma de una disposición cada vez más criminalmente psicopática.querirían una modificación de cualquier metáfora salchichera hacia el diminutivo, siendo «wiener» quizá la más apropiada, la actividad que insinúas está prohibida por las normas en la mayoría de las jurisdicgan en cuenta consideraciones como la dimensión, que en tu caso re
– Eh, Noseworth -replicó Darby-, la otra noche te pareció bas_tante grande…
– Vaya, pequeño, y quiero decir «muy pequeño»…
– Caballeros -les suplicó su comandante.
Por más que hubiera conseguido hurtarse a la vista del público en general, el Inconvenience había llamado inmediatamente la atención del grupo de De Decker, que mantenía una especie de primitiva estación de vigilancia electromagnética en las dunas entre Nieuport y Dunquerque, y últimamente había estado captando misteriosas transmisio_nes con niveles inauditos de intensidad de campo. Estas iban dirigidas al dispositivo de Tesla del Inconvenience, uno de los diversos recepto__formación con los recientes rumores de un arma Cuaterniona que tanto intrigaban a Woevre.res de potencia compactos asignados a las aeronaves que vagaban por el globo para sus necesidades de energía auxiliar. Los emplazamientos de los transmisores se mantenían tan en secreto como era posible, pues eran vulnerables a los ataques de empresas de energía que se sentían amenazadas por el menor indicio de competencia. Desconocedora del sistema de Tesla y alarmada por la fuerza de los campos eléctrico y magnético, la gente de De Decker relacionó naturalmente esa in
Woevre no siempre podía ver la aeronave, pero sabía que estaba allí. Cuando el viento se enfilaba entre las dunas, oía los motores arri____________________derse las vistas.legiales en busca de diversión, con las manos en los bolsillos, sin perba, veía que las estrellas quedaban ocultas tras grandes formas móviles negras sobre el negro… También le pareció distinguir a la tripulación en el dique, moviéndose desgarbadamente como una pandilla de co
Ya era octubre, la temporada alta había quedado atrás y las brisas eran frescas, aunque todavía no tan frías como para alejar a los pa__gradable.seantes del Digue, por más que a Lindsay le pareciera un lugar desa
– Demasiado desolado, la cara te escuece por la sal, uno se siente como la mujer de Lot.
A la luz del mar y de las ilusiones ópticas, con todas las demoli____________________tad interior. De ahí, tal vez, la preferencia que ya habían percibido en Ostende por los interiores: casinos, balnearios, suites de hotel en una amplia variedad de versiones -pabellón de caza, gruta italiana, salón del pecado-, lo que fuera que el huésped con los recursos suficientes deseara para pasar la noche.yección, sobre un cielo quizá demasiado receptivo, de alguna dificulciones y construcciones que había en marcha, los chicos a menudo no sabían muy bien qué podía ser cierta masa que se distinguía a lo lejos: nube, buque de guerra, rompeolas o puede que tan sólo la pro
– Decidme, ¿quiénes son esos extraños civiles que de repente an_dan sigilosamente por todas partes? -quiso saber Darby.
– Las Autoridades -dijo Chick encogiéndose de hombros-, ¿y eso qué importa?
– ¡«Autoridades»! Sólo con jurisdicción de superficie. Nada que ver con nosotros.
– Tú eres el Oficial Jurídico -le recordó Lindsay-. ¿Dónde está el problema?
– «El» problema, Noseworth, es tu problema, como Oficial de Se__dos hubieran subido a escondidas a bordo y lo hubieran revuelto todo.guridad: nada está ya donde debería estar. Es como si unos desconoci
– Pero cuesta imaginar -señaló Randolph St. Cosmo- que pueda pasar nada sin que se dé cuenta Pugnax. -Ciertamente, con el paso de los años, Pugnax había evolucionado desde mero perro guardián a complejo sistema defensivo, con un gusto muy desarrollado, además, por la sangre humana-. Desde aquella misión en los Cárpatos -recor__pulsó a aquel escuadrón de ulanos en Temesvár, como si hipnotizara a los caballos para que descabalgaran a sus jinetes…dó Randolph frunciendo un poco el ceño-. Y el modo en que ex
– ¡Menuda fiesta! -se carcajeó Darby.
Pese a todo, la admiración que despertaban las habilidades mar_ciales de Pugnax se mezclaba últimamente con cierta aprensión. El leal can mostraba un extraño brillo en la mirada, y el único miembro de la tripulación que seguía comunicándose con él era Miles Blundell. A los dos se les había visto sentados juntos en el saliente de popa, ca_llados hasta en las horas de la guardia de media, como si mantuvieran una especie de relación telepática.
Desde la misión en el Asia Interior, Miles se había involucrado cada vez más profundamente en un proyecto espiritual que, le parecía, no era capaz de compartir con los otros miembros de la tripulación, aunque para los demás era obvio que su trayectoria actual podía lle____________________haceres cotidianos. ¿Cómo era posible que no se dieran cuenta de aquella inconmensurable Venida? Y así buscó aparente… Incapaz de dormir o conversar, a veces perdía la noción de las recetas, se olvidaba de batir la masa de los panecillos, fastidiaba el café del cielo, mientras los demás realizaban con tranquilidad los querada sólo por una delgada franja de Tiempo, una pantalla fina que se extendía allá donde mirara, que se volvía cada vez más frágil y transras conversando con el Capitán Toadflax sobre la mejor forma de buscar Shambhala, Miles se sentía atormentado por la prefiguración, cuya nitidez resultaba casi insoportable, de la Ciudad sagrada, sepacupadamente de escala en escala, y Lindsay y Randolph pasaban hovarle tal vez más allá de donde sería capaz de volver. Bajo las arenas del Taklamakán, mientras Chick y Darby perdían el tiempo despreo Pugnax, en cuyos ojos la luz de la comprensión era un faro en medio de aquellos cielos, que, sin previo aviso, se habían convertido en peligrosos.
Pues de manera inquietante, la luz anterior, la gran luz, había de____________________mas, un mapa entero de vecindarios de las afueras sin iluminar, que se esparcía sobre las dunas y los pequeños pueblos…les, que se plegaban y se plisaban siempre hacia dentro, sobre sí misdiado, con una ambigua disposición del mar y de la tierra, hasta las sombras costeras que se perdían en la creciente oscuridad, sombras que no siempre podían relacionarse con construcciones arquitectónicas reasaparecido, la certidumbre se quebraba como las promesas de los que moraban en el suelo, el tiempo recuperaba su opacidad, y un día los chicos, transportados aquí, hasta Bélgica, como por ensalmo de un agente del mal, empezaron a descender hacia tierra entre olores de humo de carbón y de flores fuera de temporada, hacia un litoral ase
Miles, asomándose a las húmedas distancias desde las alturas, a la vacilante oscuridad en la que poco podía verse a lo largo de unas tierras bajas fijadas desde antiguo a un destino, si 110 del todo a una maldición, contemplaba la pálida inmensidad del crepúsculo en su sus_pendida y críptica insinuación. ¿Qué estaba a punto de emerger de la noche justo por detrás de la curvatura de la Tierra? La bruma de los canales ascendía hacia la nave. Un bosquecillo de sauces aislado y borroso emergió por un momento… A lo lejos, unas nubes bajas em____________________gras, tempestad y visitación, profecía, locura…te tono negruzco de toda la luz que recorría esta tierra baja, fluyendo sobre ciudades muertas, canales inmóviles como espejos…, sombras netices de grises oscuros y rosas rotos…, nada tan sagrado ni anhelantemente buscado como Shambhala, sino mancillado con el persistenpañaron el sol, haciendo que la luz se quebrara y ofreciera indicios de una ciudad oculta detrás de lo que era visible aquí, esbozada en ma
– Blundell -la voz de Lindsay perdió su filo habitualmente irrita_do-, el Comandante ha ordenado formar el Piquete de Despegue. Por favor, ocupa el puesto que se te ha asignado.
– Claro, claro, Lindsay, sólo me había distraído un momento.
Tras recoger el rancho de esa noche, Miles fue a buscar a Chick Counterfly.
– He visto a uno de los Intrusos -dijo-. Ahí abajo. En el paseo ma_rítimo.
– ¿Te reconoció?
– Sí. Nos vimos y hablamos. Era Ryder Thorn. Estaba en Candlebrow. En el taller de ukelele aquel verano. Daba clases sobre el acorde de cuatro notas en el contexto de la atemporalidad, y se describía como cuaternionista. No tardamos en descubrir que compartíamos la afi____________________car una melodía es introducir el elemento del tiempo, y por tanto de la mortalidad. Nuestra manifiesta reticencia a abandonar la atemporalidad del acorde tañido nos ha hecho merecer a los intérpretes de ukelele la reputación de niños irresponsables y bufonescos que jamás crecerán.cluimos, al uso casi exclusivo del uke como productor de acordes, de acontecimientos únicos, atemporales, aprehendidos todos a la vez en lugar de sucesivamente. Notas de una melodía lineal a lo largo de un pentagrama, que son un registro del tono contra el tiempo: toción por ese instrumento -recordó Miles- y hablamos del desprecio general del que son objeto los intérpretes de ukelele, atribuible, con
– Nunca me lo planteé desde ese punto de vista -dijo Chick-, lo único que sé es que suena mejor que cuando cantamos aquí a cappella.
– En cualquier caso, Thorn y yo descubrimos que nos seguíamos llevando tan bien como antes. Fue como estar de nuevo en Candle_brow, aunque quizá no tan peligroso.
– Entonces tú nos salvaste, Miles. Lo viste claro. No es de extra_ñar que…
– Vosotros os habríais salvado por vuestro propio sentido común -afirmó Miles-. Tanto si yo hubiera estado como si no.
Pero en su voz había aparecido una especie de matiz de distanciamiento que Chick había aprendido a reconocer.
– Hay algo más, ¿no?
– Puede que no haya acabado.
Miles inspeccionaba su puño de hierro, que se ajustaba al regla_mento de los Chicos del Azar.
– ¿Qué estás planeando, Miles?
– Hemos quedado.
– Podrías correr peligro.
– Ya veremos.
Y así Miles, tras haber presentado debidamente una solicitud es_pecial y recibir la aprobación de Randolph, descendió vestido de civil como un grupo de permiso en tierra formado por un solo miembro, con la apariencia de un paseante más entre la multitud estacional que se arrastraba por la ciudad regia de abajo, eterna rehén del mar.
Era un día espléndido; en el horizonte, Miles divisaba apenas la mancha carbón de un transatlántico. Ryder Thorn lo esperaba en el ángulo del Digue junto al Kursaal, con dos bicicletas.
– Ya veo que has traído tu uke.
– He aprendido un nuevo y «vigoroso» arreglo de un nocturno de Chopin que podría interesarte.
Se pararon en una pastelería para tomar un café y bollos y luego pedalearon hacia el sur, en dirección a Diksmuide, mientras el aire calmado se iba acelerando hasta convertirse en brisa. Era una ma_ñana vivaz de finales de verano. La estación de la cosecha tocaba a su fin. Había jóvenes turistas por todas partes, en los carriles y junto a las orillas de los canales, apurando sus temporadas de exención de las preocupaciones, que se preparaban para volver a escuelas y trabajos.
El terreno era llano, fácil para pedalear, lo que permitía velocida__dos, pero no se detuvieron a charlar con ellos.des de hasta treinta y cinco kilómetros por hora. Adelantaron a otros ciclistas, que iban solos o en grupos de paseo alegremente uniforma
Miles miró la campiña, fingiendo estar menos asombrado de lo que en realidad estaba. Porque la luz del sol tenía la misma oscuridad interior que el crepúsculo acuoso de la noche anterior, era como pa____________________cado y amontonado en gavillas que, siguiendo la costumbre de la zona, no se enriaban hasta la primavera siguiente, los canales relucientes, las esclusas, los diques y las carreteras de carros, las vacas lecheras bajo los árboles, las nubes pacíficas y afiladas. Plata deslustrada. En algún punto de ese cielo estaba el hogar de Miles, y todo lo que conocía de la virtud humana, la nave, permanecía allí de guardia, puede que vigilándole en ese mismo momento.pos cosechados, el olor del lúpulo secándose en hornos, el lino arransar a través de un negativo fotográfico que lo envolviera todo: la tierra baja casi en silencio salvo por el canto de los tordos de agua, los cam
– Mi gente sabe qué pasará aquí -dijo Thorn-, y mi misión es ave_riguar cuánto sabe la tuya, si es que sabe algo.
– Sólo soy un cocinero de rancho de un club aerostático -dijo Mi_les-. Sé preparar un centenar distinto de sopas. Sé mirar a los ojos de un pescado en el mercado y decir lo fresco que es. Soy un mago con el pudín en grandes cantidades. Pero no sé prever el futuro.
– Intenta comprender el brete en que me encuentro. Mis jefes creen que sí sabes. ¿Qué se supone que debo decirles?
Miles miró a su alrededor.
– Es un país bonito, pero un poco tirando a inmóvil. Yo no diría que vaya a suceder gran cosa por aquí.
– Blundell, recuerda Candlebrow -dijo Thorn-, eras capaz de ver lo que no veían tus compañeros. Nos espiaste hasta que te descubrimos.
– No es así. No había razones para eso.
– Te has negado obstinadamente a cooperar en nuestro programa.
– Puede que parezcamos ingenuos pueblerinos, pero cuando apa____________________tra en acción, eso es todo. No se nos puede reprochar nada, y tampoco vamos a sentirnos culpables por ello.siado bien para ser ciertas…, bueno, digamos que el sentido común enrecen unos extraños salidos de la nada con ofertas que suenan dema
Cuanto más se calmaba Miles, más nervioso se ponía Thorn.
– Chicos, pasáis demasiado tiempo ahí arriba. Perdéis de vista lo que en realidad está pasando en el mundo que creéis entender. ¿Sabes por qué establecimos una base permanente en Candlebrow? Porque todas las investigaciones sobre el Tiempo, por más complejas o abs_tractas que sean, tienen en su verdadera base el miedo humano a la mortalidad. Porque nosotros tenemos la respuesta para eso. Vosotros creéis que os deslizáis por encima de todo, inmunes a todo, inmorta_les. ¿Sois tan estúpidos? ¿Sabes dónde estamos ahora mismo?
– En la carretera entre Ypres y Menin, según los rótulos -dijo Miles.
– Dentro de diez años, a lo largo de cientos y aun miles de kiló_metros alrededor, pero sobre todo aquí… -Pareció contenerse, como si hubiera estado a punto de dejar escapar un secreto.
Miles tenía curiosidad, y ahora sabía dónde dolían las agujas y cómo rotarlas una vez clavadas.
– No me cuentes demasiado ahora, soy un espía, ¿recuerdas? In_formaré de esta conversación entera a la Sede Central Nacional.
– Maldito seas, Blundell; malditos seáis todos. No tenéis ni idea de dónde os estáis metiendo. Este mundo que consideráis «el» mundo morirá y se hundirá en el Infierno, y toda la historia posterior será, con propiedad, la historia del Infierno.
– Aquí mismo -dijo Miles recorriendo con la mirada la tranquila carretera de Menin.
– Flandes será la fosa común de la Historia.
– Vaya.
– Y eso ni siquiera es lo más perverso. Todos abrazarán la muerte. Apasionadamente.
– Los flamencos.
– El mundo. A una escala todavía inimaginable. No será una pin__sión humana de esa misma ausencia total de misericordia, pues ni una sola pared de un solo pueblo permanecerá en pie. Leguas y leguas de inmundicia, de cadáveres por miles, incontables, y el aire que ahora respiras tranquilo se volverá corrosivo y mortífero.tura religiosa en una catedral, nada de El Bosco ni de Brueghel, sino esto, lo que ves ahora, la gran llanura, reventada y arrasada, con todo lo que yace debajo sacado a la superficie, inundada deliberadamente, y no será el mar el que venga a reclamar lo que se le adeuda sino la ver
– Pues sí que suena desagradable -dijo Miles.
– No te crees nada. Pues deberías.
– Por descontado que te creo. Tú vienes del futuro, ¿no? ¿Quién podría saberlo, si no?
– Me parece que sabes de qué estoy hablando.
– No tenemos los conocimientos técnicos -dijo Miles, fingiendo una inmensa paciencia-. ¿Te acuerdas? Sólo somos jockeys de aero__mos a hacer con cuatro?naves, ya tenemos bastantes problemas con tres dimensiones, ¿qué íba
– ¿Crees que hemos elegido venir aquí, a este lugar espeluznante? Turistas del desastre montados en una máquina del tiempo, ¡alehop!, ¿por qué no vamos a Pompeya este fin de semana, o tal vez al Krakatoa?, pero bien mirado los volcanes son muy aburridos, erupciones, lava, se acaba en un minuto, probemos algo que de verdad…
– Thorn, no tienes por qué…
– No nos ha quedado elección -dijo con rabia, abandonando la comedida forma de hablar en público que Miles había acabado aso____________________zoso que sea, para ir del principio al final de cada día corroído.vés del desgarrón, sin vuelta atrás posible, convertidos en huérfanos y exiliados que descubren que harán lo que haya que hacer, por vergongir qué lugares rondar… Vosotros vagáis como niños en un sueño, todo es suave, no hay interrupciones ni discontinuidades, pero imaginaos que el tejido del Tiempo se ha desgarrado, y os veis arrastrados a traciando a los Intrusos-. No más que a los fantasmas cuando han de ele
Miles, asaltado por una desolada iluminación, alargó la mano, y Thorn, adivinando su intención, se contrajo y retrocedió, y en ese ins____________________to para ellos.luznante singularidad en el suave fluir del Tiempo que se había abiermo, en esa zona del Oeste de Flandes donde se hallaban, por la espena jugada maestra técnica, en realidad ningún «viaje en el tiempo», que la presencia en este mundo de Thorn y los suyos se debía tan sólo a un error azaroso en un atajo tomado por las desconocidas topografías del Tiempo, posibilitado por lo que quiera que fuese a suceder ahí mistante Miles comprendió que no había habido ningún milagro, ningu
– No estás aquí -susurró en un éxtasis especulativo-. No de una forma plenamente manifiesta.
– Ojalá no estuviera aquí -lloró Ryder Thorn-, Ojalá nunca hu____________________greso, ésa es vuestra fe, vuestra patética fe de niños de los globos.yerais que os corresponden por derecho, todas las Bendiciones del Probiera visto estos Vestíbulos de la Noche, ojalá no estuviera condenado a regresar una y otra vez. Habéis sido tan fáciles de engañar (al menos, la mayoría de vosotros), sois los tontos crédulos en el circo, mirando boquiabiertos vuestras Maravillas de la Ciencia, esperando, como si cre
Miles y Thorn encaminaron sus ruedas de vuelta al mar. Cuando ya comenzaban a caer la noche, Thorn, que al menos cumplía las pe_queñas promesas, sacó su ukelele y tocó el Nocturno en mi menor de Chopin, y las tenues notas, a medida que la luz se desvanecía, adqui__gablemente, y regresaron a Ostende con la luz del crepúsculo.rían sustancia y profundidad. Encontraron una posada y cenaron ami
– Podría haberle atravesado con la mano -informó Miles-, como si hubiera habido algún fallo en la transferencia física…
– Lo que los espiritistas habrían denominado una «histéresis plásmica» -asintió Chick.
– No hay nada inmortal en ellos, Chick. Nos han mentido a todos, incluidos los Chicos del Azar de otras unidades que hayan sido tan tontos como para trabajar a su servicio a cambio de la «eterna juven_tud». No pueden proporcionarla. Nunca pudieron.
– ¿Te acuerdas de lo desconsolado que me quedé en Candlebrow después de que me llevaras a conocer al «señor As»? No pude parar de llorar durante horas porque entonces supe, sin ninguna demostración, sin ninguna prueba razonada, simplemente supe, en cuanto lo vi, que todo era falso, que la promesa no era más que un cruel timo.
– Tendrías que habérnoslo dicho -dijo Chick.
– Pese a lo abrumado que me sentía, Chick, sabía que saldría ade__manos míos?lante. Pero vosotros… Lindsay es muy frágil, de verdad; Darby finge ser un viejo y curtido nihilista, pero apenas ha salido de la infancia. ¿Cómo podría haber sido tan cruel con cualquiera de vosotros, her
– Pero ahora tengo que contárselo.
– Esperaba que supieras encontrar el modo de hacerlo.
Viktor Mulciber -traje a medida, cabello plateado y engominado-, aunque lo bastante rico para mandar a un ayudante, se presentó en persona en el Kursaal, en un estado de fervor no disimulado, como si esa misteriosa arma C fuera una vulgar pistola y esperara que el ven_dedor le permitiría realizar unos disparos de cortesía.
– Soy el que mandan cuando Basil Zaharoff está ocupado con una nueva pelirroja y no puede molestársele -se presentó-. La gama de las demandas es muy variada en todas partes, desde porras y machetes a submarinos y gases venenosos; los trenes de la historia no acaban de funcionar, tong chinas, komitadji balcánicas, bandas africanas, cada gru____________________pre en su sitio, ya asignado, el motivo es en todo lugar el miedo, y cuanto más inmediato, más elevados los múltiplos.do en geografías apenas esbozadas a lápiz en el dorso de un sobre o un albarán. Un simple vistazo al presupuesto de cualquier gobierno en cualquier parte del mundo cuenta toda la historia: el dinero está siempo con su correspondiente población de viudas potenciales, a menu
– Vaya, ¡pues me he equivocado de negocio! -exclamó Root ale_gremente.
El magnate del armamento resplandeció casi como desde lejos.
– No, no se ha equivocado.
Con la intención de entender algo sobre los principios de fun__rigane, a la que se había enganchado Kit debido a su últimamente cada vez más intensa fascinación por la belleza nipona.cionamiento de la repentinamente deseable arma, el afable mercader de la muerte se encontraba charlando en un cafetín apartado con un puñado de cuaternionistas, entre ellos Barry Nebulay, el Doctor V Ganesh Rao, hoy metamorfoseado en negro americano, y Umeki Tsu
– Nadie parece saber qué son estas ondas -dijo Barry Nebulay-. En sentido estricto no puede llamárselas hertzianas, porque, para em__tudinales a la vez que transversales. Es posible que los cuaternionistas lleguen a comprenderlas algún día.pezar, se comportan de modo distinto con el Éter, parecen ser longi
– Y los traficantes de armas, no nos olvidemos -sonrió Mulciber-. Se dice que el inventor de esta arma ha encontrado el modo de in__canzarse las fuerzas invisibles.troducirse en la parte escalar de un Cuaternión, donde pueden al
– De los cuatro términos -asintió Nebulay-, el escalar, o térmi____________________ma intensificada del Tiempo mismo.trada en ese término puede considerarse debida al Tiempo, una forno w, como el barítono en un coro de peluquería o la viola en un cuarteto de cuerda, siempre ha sido señalado como el excéntrico. Si se toman los tres términos vectoriales como dimensiones en el espacio, y el término escalar como el Tiempo, entonces toda la energía encon
– El Tiempo -explicó el Doctor Raoes el Término más Avanza_do, ¿me sigue?, que trasciende y condiciona i,j, y k, el visitante oscuro del Exterior, el Destructor, el que satisface la Trinidad. Es el inmisericorde latido del reloj del que todos queremos escapar para alcanzar la falta de pulso de la salvación. Es todo eso y más.
– Un arma basada en el Tiempo…-comentó reflexivamente Viktor Mulciber-, bien, ¿y por qué no? Es la única fuerza que nadie sabe cómo derrotar, resistir o invertir. Mata todas las formas de vida tarde o temprano. Con un Arma de Tiempo uno puede llegar a ser la perso_na más temida de la historia.
– Preferiría ser la más amada -dijo Root.
Mulciber se encogió de hombros.
– Porque usted todavía es joven.
No era el único comerciante de armas de la ciudad. De algún modo el rumor había llegado a otros, allá donde estuvieran: en sus compartimentos de tren, en las camas de las esposas de ministros de aprovisionamiento, de vuelta a la maleza en afluentes inexplorados, ex____________________das de sus viajes y se fueron a Ostende, como si asistieran a un torneo internacional de ajedrez.ravillas…; y uno tras otro presentaron sus excusas, cambiaron las agentendiendo sus mantas en alguno de los mil desolados claros que había en la abrasada y baqueteada laterita roja donde nada volvería a crecer, exhibiendo ante los lesionados y los despojados sus inventarios de ma
Pero llegaron demasiado tarde, porque Piet Woevre se les había adelantado desde el principio; y así sucedió que cierta tarde de oto_ño, entre los atestados Bulevares Interiores de Bruselas, auténtico vi____________________ta o en disposición de trueque. Más adelante, Woevre se enteraría de que podría haber conseguido el artículo más barato en Amberes, pero había demasiados barrios en esa ciudad, sobre todo en las cercanías de los muelles, que ya no podía visitar sin más precauciones que las que tal vez mereciera el objeto.nes robados, tomaron una cerveza para guardar las formas y salieron por detrás para cerrar el trato. A su alrededor, el mundo estaba en venleza. Se reunieron en una taberna frecuentada por receptores de biesumó por fin la adquisición con Edouard Gevaert, con quien ya había hecho negocios en el pasado, aunque no exactamente de esa naturavero de lo ilícito en los alrededores de la Gare du Midi, Woevre con
Cuando lo tuvo en sus manos, a Woevre, que había sido incapaz de imaginárselo como algo distinto de un arma, le sorprendió y de____________________tada a la medida perfecta, un despliegue de luz entre un cuidadoso desorden de ángulos, un centenar de borrosos destellos…caras de la Italia septentrional para que se ajustara a la perfección a las facetas exactas del objeto que había en su interior, una piel negra cortuche de cuero, confeccionado con delicadeza por fabricantes de máscepcionó un poco descubrir que era tan pequeño. Había esperado algo del orden de una pieza de artillería Krupp, tal vez montado a partir de diferentes partes, que, para su transporte, requeriría trenes de mercancías. Pero en lugar de eso era algo que cabía en un lustroso es
– Estará seguro de que es esto, ¿no?
– Espero no ser tan tonto como para venderle algo que no sea lo que usted piensa que es, Woevre.
– Pero la enorme energía…, sin ningún componente periférico, ni una alimentación de fuerza de algún tipo, como…
Mientras Woevre no paraba de dar vueltas al aparato a la luz in__dad que vio en el rostro del agente. Era un deseo tan desmesurado…, nada que este intermediario hasta cierto punto ingenuo ni ninguna otra persona hubiera visto antes: el deseo de poseer un arma única que pudiera aniquilar el mundo entero.cierta del crepúsculo y las farolas, a Gevaert le sorprendió la serie
Cada vez que Kit se ponía a pensar en sus planes, que no hacía tanto incluían Gotinga, se le planteaba siempre la interesante pregunta de por qué estaba demorándose en este punto con forma vagamen__do en común, con unte glandular del mapa, asediado, detenido al borde de la historia, no tanto una nación cuanto una profecía de un destino que sería sufri ostinato de miedo casi sub-audible…
Hasta hacía poco no se le había ocurrido que Umeki pudiera de____________________daba de su cerebro a ese milagro, a esa hechicera del Oriente.vida, tensa, silenciosa, a la cama, y entregó lo que por entonces quequisitas piernas aferrándole el cuello, se puso de pie y la llevó, ingrállarse, adorar su florido coñito con la lengua y la boca hasta que ella se abandonara al silencio, y seguidamente, como si lo hiciera todos los días, asiéndola todavía por cada nalga justamente en medio, con sus expo libre de su vida hasta ese momento. En esa valoración no resultaba de mucha ayuda que ella luciera su sombrero de vaquera. Supo, con la certidumbre del que recuerda una vida anterior, que debía arrodifunda sensación de que había desperdiciado la mayor parte del tiemsempeñar algún papel en todo aquello. Ambos habían sabido buscarse excusas para ir cayendo cada vez más dentro del campo emocional del otro, hasta que una tarde fatídica en la habitación de la chica, con la lluvia en descenso otoñal al otro lado de la ventana, ella apareció en el umbral desnuda, la sangre, bajo la piel tan fina como una lámina de plata que vibrara, casi cantando por el deseo. Kit, que se tenía por un hombre de cierta experiencia, se quedó pasmado al comprender que era inútil imaginar que las mujeres tuvieran otro aspecto. Tuvo la pro
Kit siguió viendo de lejos a Pléiade Lafrisée de vez en cuando, por el Digue, en las salas de juego o en las gradas del Hipódromo Wellington, por lo general asistiendo a las actividades caprichosas de al____________________peraba que ella ya hubiera dado lo peor de sí. Pero se preguntaba qué pintaba todavía aquella mujer en la ciudad.más, tras el desgraciado incidente en la fábrica de mayonesa él sólo esgún deportista de visita. Todos esos tipos parecían bastante ricos, pero siempre podía ser simple fachada. Aunque, con Umeki y lo demás, no daba la impresión de que él se desviviera por retomar el contacto, y sabía qué limitado era el uso que ella le había dado hasta ahora; ade
Un día, Kit y Umeki volvían caminando del café de la Estacade y se tropezaron con Pléiade y Piet Woevre, que venían de cara con_versando animadamente.
– Hola, Kit. -Atravesó con la mirada a la señorita Tsurigane-. ¿Quién es la mousmée?
Kit, con un movimiento inverso de la cabeza hacia Woevre:
– ¿Quién es el mouchard?
Woevre le devolvió la sonrisa con una sensualidad directa y som_bría. Kit se fijó en que iba armado. Vaya. Si alguien podía saber cómo fabricar muerte con mayonesa, Kit estaba seguro de que era ese simio. Pléiade había tomado a Woevre por el brazo e intentaba alejarlo de allí.
– Una antigua novia -conjeturó Umeki.
– Pregúntale al Doctor Rao, me parece que últimamente están sa_liendo.
– Oh, ella es ésa.
Kit hizo chiribitas.
– Vaya, los cuaternionistas no dais más que para cotilleos, ¿es que tenéis que hacer algún tipo de juramento que os comprometa a lle_var una vida disoluta o algo así?
– ¿La monotonía es algo de lo que os enorgullecéis los vectoristas?
El 16 de octubre, el aniversario del descubrimiento de Hamilton, en 1843, de los Cuaterniones (o, como diría un discípulo, del des__terior al final oficial de la temporada de baños en Ostende. En esta ocasión el Doctor Rao dio el discurso de despedida:cubrimiento de él por ellos), por tradición la jornada culminante de todas las Convenciones Mundiales, también era casualmente el día pos
– El momento, ni que decir tiene, es atemporal. Sin principio ni fin, sin duración, la luz en descenso eterno, no una consecuencia del pen____________________se, de los vigilantes carroñeros de la Epifanía.midos para darse cuenta de la llegada, ni mucho menos para asustarnes del pesimismo Victoriano estaban demasiado profundamente dorsamiento consciente sino caída sobre Hamilton, puede que no desde una fuente divina, pero sí caída al menos cuando los perros guardia
«Todos conocemos la historia. Un lunes por la mañana en Dublín, Hamilton y su mujer, Maria Bayley Hamilton, caminan por la orilla del canal al otro lado del Trinity College, donde Hamilton va a pre____________________mas), y corre al puente y graba en la piedra r =milton asiente de vez en cuando y dice "sí, querida", y entonces, de repente, al acercarse al Puente de Brougham él profiere un grito y se saca un cuchillo del bolsillo (la señora H. se sobresalta violentamente, pero al instante recobra la compostura: no es más que un cortaplusidir una reunión del consejo. Maria charla despreocupadamente, Ha f = k~ = ijk = – i -en este punto los congregados murmuran, como harían ante un him__mientos de los hombres.no reverenciado-, y ése es el momento Pentecostal en que descienden los Cuaterniones para ocupar su residencia terrenal entre los pensa
En las festividades que acompañaron a la partida, los amoríos, la embriaguez y la locura se adueñaron de todo; tantas puertas de pasi____________________jar aquella bitaciones equivocadas, que la oficina de De Decker, declarándolas oficialmente Ocasión para el Delito, envió al hotel a cuantos agentes pudo librar, entre ellos a Piet Woevre, quien hubiera preferido traballos se abrían y cerraban, tantos invitados entraban y salían de las hanoche para fines más siniestros. En cuanto vio a Woevre, Kit, suponiendo que iba a ser objeto de un intento de asesinato, se di____________________do mismo, Edad Dorada.ducciones teatrales que intentaban reproducirlas tan fielmente como fuera posible se denominaron «farsas de las cuatro puertas», y el periollos tiempos era la textura cotidiana de las vidas de la gente. Las pronas se repitieron hasta mucho después de que anocheciera. En aquevocaron al doblar una esquina de un pasillo, se equivocaron también de puerta, gritaron y salieron de nuevo a la carrera. Este tipo de esceción era esencial, volvieron a entrar a hurtadillas en el hotel, se equita, los pañuelos, las revistas ilustradas y otros artículos cuya recuperarigió a la carrera al laberinto de escaleras y pasillos de la parte de atrás del hotel. Root Tubsmith, pensando que Kit intentaba escaquearse para no saldar la deuda de una apuesta que había hecho unas noches antes en el Casino, lo persiguió. Umeki, que había dado por supuesto que Kit y ella pasarían el día y la noche juntos, imaginó inmediatamente que había otra mujer en el cuadro, sin duda aquella furcia parisina otra vez, y se unió a la persecución. Mientras, Pino y Rocco, temiendo por la seguridad de su torpedo, salieron por piernas presas del pánico; Policarpe, Denis, Eugénie y Fatou, al reconocer varios rostros familiares entre los agentes de policía que atestaban todos los rincones, llegaron a la conclusión de que la largamente esperada operación contra los Jóvenes Congoleños había empezado, y saltaron por diversas ventanas bajas a la maleza, pero luego, al acordarse de las cucharitas de absen
Kit vagó de un lugar público a otro, se subió a tranvías, se sentó en cafés, intentando mantenerse en zonas iluminadas y entre el gentío. No vio indicios de ninguna emergencia en la ciudad, sólo la Garde Civique en su trajín habitual, con los buenos modales de siempre, y los cuaternionistas que divisó casualmente tampoco le parecieron más locos de lo normal; aun así, no pudo desprenderse de la temible certi_dumbre de que era el objetivo de fuerzas que deseaban su destrucción. Finalmente, le rescataron de su compulsivo deambular Pino y Rocco, que lo abordaron a eso de la medianoche junto a la Minque, o lonja de pescado.
– Volvemos a Brujas -dijo Rocco-. Luego puede que sigamos has_ta Gante. Por aquí hay demasiada policía.
– ¿Quieres que te llevemos? -se ofreció Pino.
Y así fue como Kit se encontró avanzada la noche, más tarde de lo que imaginaba que era, alejándose en torpedo por el canal, en di_rección a Brujas.
En algún momento de su veloz y alegre desplazamiento, los chi__más, no había luces de navegación a la vista.cos parecieron darse cuenta por fin de que era de noche y de que, ade
– No creo que nos persiga nadie -dijo Rocco.
– ¿Quieres reducir la velocidad? -dijo Pino.
– ¿Tenemos prisa por llegar a Brujas?
– Hay algo ahí delante. Más vale que aceleres por si acaso.
– Cazzo!
Sin saber cómo, habían dado un giro equivocado y ya no se en____________________lar o a un ritmo humano, más probablemente fruto de los carillones con mecanismos de reloj tan típicos pezado a sonar carillones, un nocturno armónico en modo menor con una precisión demasiado desolada para atribuirlo a una fuerza muscudeciente, disimulados entre ecos e interferencias de fase, habían emnificar cruzar entre los mundos. Allá, en medio de la noche resplanseúntes que no parecían pertenecer al norte cristiano, sino más bien a alguna fe más exótica, a alguna noción colateral de lo que podría sigte encajadas y no tenían ventanas, atravesado por puentes para trancontraban en el canal principal, sino que se habían adentrado en un pasaje fantasmagórico, barrido por la bruma, casi estancado por falta de uso, cuyas paredes eran de mampostería con piedras delicadamende esta región de Bélgica, que habían sustituido al carillonneur vivo, cuyo arte, se decía, estaba en de_cadencia…
La ciudad, que en el pasado había sido un próspero puerto hanseático, accesible desde todos los rincones de la Tierra, por la que se paseaban y deambulaban burgueses ahitos y felices con sus esposas e hijas opulentamente ataviadas, enriquecida por el negocio de la lana y el comercio con ciudades tan remotas como Venecia, se convirtió, desde que su canal al mar se obstruyera con sedimentos allá por 1400, en un lugar silencioso y espectral, como Damme y Sluis, con una luz del día líquida, tenebrosa incluso con luna llena, sin ningún navío que turbara la calma funeraria de las superficies de los canales. Lo extraño era lo limpio y ordenado que parecía el lugar. No es que la arena, la sal y los fantasmas contribuyeran mucho a la suciedad urbana. Pero al__tando afanosamente las paredes de piedra, regando con mangueras las estrechas callejuelas, recolocando tornillos en los refuerzos inferiores de los puentes. Criaturas que tal vez no casaban con la idea de lo que consideramos humano.guien debía de andar activo por ahí, en las horas más oscuras, rejun
A la deriva, como si estuvieran permanentemente desamarrados de la vigilia cotidiana, los insomnes habían salido a mirar, y las órbi__jar pasar la casi insoportable luz de la luna. Una sombra se separó y se acercó, haciéndose más marcada y sólida a medida que se aproximaba. Kit miró alrededor. Rocco y Pino habían desaparecido.tas de sus ojos se volvían negras cuando la bruma se disipaba para de
– ¿Y ahora qué coño pasa?
La sombra estaba haciendo algo con las manos.
Woevre. Ahí mismo, delante de él. Kit no había estado huyendo de su probable destrucción, sino más bien corriendo hacia ella.
Sonó siseante un disparo, que le salpicó la mejilla con diminutos fragmentos de piedra, y el ruido repercutió entre las antiguas superfi_cies. Se dirigió al refugio más próximo, un pasaje abovedado bajo el cual podía esperarle cualquier cosa, y gritó:
– ¡Está disparando al hombre equivocado!
– Tanto da. Tú me sirves.
Cuando sonó el siguiente tiro, Kit, con el corazón desbocado, ya se había agazapado y estaba bien oculto, hasta donde podía intuir. Tal vez él no era el único objetivo, o a lo mejor Woevre sólo disparaba por disparar. El melancólico campaneo proseguía.
Woevre estaba al descubierto bajo la luz nocturna, presa de una exaltación que no había sentido nunca, ni siquiera en sus tiempos en África. Ya no estaba siquiera seguro de a quién disparaba ni de cómo había llegado hasta allí. Creía que tenía algo que ver con los italianos y su torpedo tripulado, algo que estaba en el mensaje que había llega__cido a un obús acuático en esos canales brillantes y vacíos. La actividad verdaderamente interesante parecía desarrollarse en el cielo.do a la oficina antes, ese mismo día, pero no veía moverse nada pare
Cada vez que se aventuraba a mirar hacia arriba, allá estaba, jus_to encima de él, el objeto que llevaba viendo varios días, que emergía ahora del cielo, desde detrás del cielo, transportando a los visitantes sin identificar que había visto paseando por el Digue, como si estuvieran en la ciudad en una misión organizada.
Sabía que tenía que intentar derribar la nave voladora. Se metió su Borchardt en el bolsillo y buscó el arma que había traído de Bru_selas, sin la menor idea de cómo abrir el estuche ni, mucho menos, de cómo usar lo que había dentro. No sabía si tenía que cargarlo de algún modo, con munición. Pero eso no eran más que detalles. El era quien era, y confiaba plenamente en su intuición con cualquier arma cuando llegara el momento.
Pero Woevre no la había visto antes, al menos no al aire libre, en una noche como ésta, bajo la inmisericorde luz de la luna. Le abrumó la certidumbre de que la cosa tenía conciencia, que lo miraba, y no pa__da, y percibió una delicada vibración. ¿Cómo era posible? Gevaert no había mencionado nada al respecto, ¿o sí?recía especialmente contenta de ser una posesión suya. Estaba templa
– Jou moerskont! -gritó.
No sirvió de nada, fuera cual fuese el idioma en el que se pudie____________________ran sido orquestadas con precisión diabólica en un inmenso coro.ñó al destello no era de los que le hubiera gustado volver a escuchar en su vida, como si las voces de todos a los que había matado hubiedando su campo visual de un verde luminoso. El sonido que acompase gritar a la máquina, ciertamente no el afrikaans, puesto que parecía proceder de algún lugar muy alejado de aquellas selvas, de aquellos ríos lentos y fatales… Algo centelleó, cegándole por un instante, inun
Levantó la mirada. Se había caído, no sabía cómo, estaba boca arri_ba sobre la acera, esforzándose por respirar, y el americano estaba allí, agachándose para ayudarle a levantarse.
– ¿Qué le ha pasado, amigo, se le ha disparado? Es un trozo de quin_calla muy traicionero, ese que lleva…
– Quédeselo. Quédese esa mierda. No puedo soportarlo…, esa luz espantosa… Voetsak, voetsak!
Se alejó tambaleándose por el canal, cruzó un puente, se perdió en la intrincada red de paredes limpias de la ciudad muerta. Kit oyó va____________________ma del hombro, con la intención de examinar el contenido más tarde.panas callaron por fin y el humo de la cordita se hubo disipado por completo, cuando los mirones volvieron uno por uno al pliegue del sueño y la luz de la luna se tornó oblicua y metálica, Kit se encontró a solas con el enigmático objeto, guardado de nuevo en su estuche de cuero. Se lo colgó despreocupadamente echándose la correa por encirios disparos más procedentes de aquella dirección, y cuando las cam
Kit no acababa de entender el motivo de tanto alboroto. Pero Umeki no tardó en pasarse horas con el instrumento, frunciendo y relajando el ceño como si sucesivamente la apabullara un pesar y a continuación se librara de él, como si contemplara a través del visor el despliegue de un prolongado, quizás interminable, espectáculo dra__mente del instrumento, pasaban a estar desenfocados, hinchados, como sometidos a otro conjunto de leyes. Cada vez que Kit preguntaba qué pasaba, ella empezaba respondiendo en una voz baja y como ronca de tabaco, con conmovedora largueza, en lo que él suponía que debía de ser japonés.mático de su propio país. Cada vez que sus ojos se apartaban fugaz
Y por último:
– Muy bien. En primer lugar, los espejos… Mira aquí, uno semiazogado, pero no sobre cristal sino sobre calcita, y esta pieza… ¡es tan pura! Todo rayo de luz que entra se escinde en dos: uno «ordinario» y el otro «extraordinario». Al llegar a uno de estos fondos semiazogados, cada rayo es en parte reflejado y en parte refractado, así que se dan cua____________________tro «dimensiones» del espacio-tiempo minkowskiano o, en un sentido más trivial, a los cuatro picos de la superficie recíproca a la de la onda, lo que los cuaternionistas denominan la superficie índice. Tal vez se supone que hemos de olvidarnos de la óptica por completo, como si los rayos ya no se refractaran doblemente, sino que semos que cada uno de los cuatro estados está asociado a una de las cuaponesa, literalmente fatal. El mismo carácter con el que designan la muerte. Tal vez fue eso lo que me atrajo de los Cuaterniones. Digatro posibilidades, ambos rayos reflejados y ambos refractados, uno de cada, y a la inversa. El fatídico número cuatro; para la mentalidad ja emitieran doble_mente, desde todo objeto que observamos a través de esto…, como si en lo consciente hubiera un equivalente del Rayo Extraordinario y nosotros miráramos con el ojo de ese reino inexplorado.
»Y eso es sólo el visor.
Ella quitó una cubierta, metió la mano dentro, pareció realizar unas hábiles y elegantes rotaciones y desplazamientos, y la sacó sosteniendo un cristal del tamaño de un ojo humano. Kit lo cogió y examinó de cerca cada cara.
– Todas estas caras son equilaterales.
– Si, es un verdadero icosaedro.
– El sólido regular, no un 12 + 8 como el que se encuentra en las piritas, sino… Esto es imposible. No existe tal…
– ¡No es imposible! ¡Hasta hoy sencillamente no se ha identifica_do! Y la esfera descrita mediante doce vértices…
– Espera, no, no me lo digas. No es una esfera ordinaria, ¿me equi_voco? -El objeto centelleó en sus manos, como si le guiñara un ojo-. Algo así como… una esfera de Riemann.
Ella esbozó una sonrisa resplandeciente.
– El reino de x + ry, ¡estamos dentro! Tanto si queremos como si no.
– Un icosaedro imaginario. Fenomenal -dijo intentando recor_dar lo que podía del magistral Vorlesungen iiber das Ikosaeder de Félix Klein, que había sido lectura obligatoria en Gotinga, aunque sin mu_cha fortuna.
– «Imaginario» -se rió ella-, ¡no es el mejor modo de llamarlo! -Cogió el cristal con cierta reverencia, o eso le pareció a Kit, y vol_vió a colocarlo dentro del aparato.
– ¿Para qué sirve esto?
Una delgada manija de ebonita sobresalía de una ranura con re_borde de latón, que se desplazaba en una complicada curva. Cuando Kit intentó tocarlo, ella le apartó la mano de una palmada.
– ¡No lo toques! Es un «Compensador de Deriva Ohmica», re_gula la cantidad de luz que puede entrar en el azogue del espejo. ¡Un tipo especial de refracción! ¡Calibrado con un índice imaginario! ¡Es peligroso! ¡Es primordial!
– Esta unidad no abulta más que una pistola -dijo Kit-, ¿Tan po_deroso puede ser?
– No es más que una conjetura, pero piensa en la velocidad de la Tierra moviéndose a lo largo de su órbita. ¡Casi treinta kilómetros por segundo! Haz la raíz cuadrada y multiplica el resultado por la masa del planeta…
– Un buen pedazo de energía cinética.
– Hace poco, en el artículo de Lorentz publicado en los Proceedings de la Academia de Amsterdam, con Fitzgerald y los demás, se con_cluía que un cuerpo sólido que atraviese el Éter a una velocidad muy alta podría acortarse ligeramente a lo largo del eje del movimiento.
Y Lord Rayleigh, buscando efectos de segundo orden, se planteaba si tal movimiento no haría que un cuerpo cristalino se volviera doble__sultados negativos. Pero si partimos de ese principio, le damos la vuelta ymente refringente. Hasta el momento, esos experimentos ofrecen re empezamos por un cristal en el que la doble refracción se deba a un conjunto de ejes que ya no es uniforme, con las unidades del mismo espacio ya alteradas de hecho, debido al movimiento de la Tierra…, entonces, en un cristal así, estaría, implícita, encarnada en él, esa in_mensa velocidad planetaria, esa energía inmoderadamente vasta que ahora alguien ha sabido asociar de algún modo a…
– La verdad, no me hace mucha gracia pensar en eso -dijo Kit si_mulando que se tapaba los oídos.
Una mañana temprano, en un sueño, ella se le apareció sostenien____________________davía no existe».cede a la primera en lo increado todavía sin luz, donde la salvación tocuro, la guía del peregrino corrupto, la innominada Estación que pregil, demasiado permeable, para ser segura… Dentro del espejo, dentro del término escalar, dentro de la luz del día, de lo obvio y de lo dado por sentado, siempre ha subyacido, como a la espera, el itinerario osna entre los mundos se ha tornado en muchos lugares demasiado frátores y Cuaterniones, subyace una serie de direcciones, un itinerario, un mapa de un espacio oculto. La doble refracción aparece una y otra vez como un elemento clave, pues permite ver otra Creación que se encuentra al lado de la nuestra, tan cerca que se solapa, y la membraportamiento de la luz, las ecuaciones de campo, las ecuaciones de Vectudinales, si viajaban a través del Éter de un modo similar a como el sonido viajaba a través del aire, entonces, siguiendo con el conjunto de analogías con el sonido, en algún lugar del régimen tenía que haber música…, que inmediatamente escuchó, o recibió. El mensaje parecía comunicar que «En el fondo de las ecuaciones que describen el comños de matemáticos que salen de vez en cuando a la superficie en el folclore. Comprendió que si las ondas C eran en algún sentido longido el objeto ante sus ojos. Estaba desnuda y lloraba. «Entonces, ¿tengo que coger el pavoroso instrumento y huir a otras costas?» Su voz, sin el filo de frío sarcasmo de la vigilia, indefensa, le llamaba a compartir su tristeza. Era un sueño sobre Umeki, pero también uno de esos sue
Por primera vez desde hacía mucho tiempo, se despertó sabiendo exactamente qué tenía que hacer. Era como si el seno se le hubiera descongestionado de golpe. Todo estaba claro. Este objeto metálico había resultado ser un peligro supremo, tan capaz de hacer daño al que lo utilizaba como a su objetivo. Si el espionaje militar aquí, en Bél____________________lorarlo…bierno. Por otro lado, si hubiera alguien que supiera entenderlo y vagica, lo estaba confundiendo con un «arma Cuaterniona», mítica o no, no cabía duda de que otras potencias también mostrarían mucho interés. Lo cual metería a la inmensa población de los inocentes del mundo en más problemas de los que quisiera afrontar cualquier go
Umeki se dio la vuelta a propósito, retorciendo las sábanas, tara_reando una melodía suya, y le mordió el pezón.
– Konichiwa a ti también, mi pequeña flor de ciruelo.
– Soñé que huías en una aeronave.
– Nunca tendré que marcharme. Si…
– Lo harás. Y yo me quedaré sin ti.
Pero en su voz no resonó nada de la tristeza cuyo peso la aplas_taba en el sueño.
Más tarde, fumaban tumbados, a punto de marcharse por última vez de la habitación.
– Hay una nueva ópera de Puccini -dijo ella-. Un americano trai__ricanos no? ¿Acaso es queciona a una japonesa. Butterfly. El tendría que morirse de vergüenza, pero no se muere, la que muere es Butterfly. ¿Cómo lo interpretamos? ¿Es que los japoneses mueren de vergüenza y deshonor, pero los ame no pueden morir nunca de vergüenza porque carecen del bagaje cultural requerido? Como si, en cierto sentido, tu país estuviera mecánicamente destinado a seguir adelante sin tener ja_más en cuenta si hay alguien en el camino o bajo sus pies.
Como si acabara de acordarse, él dijo:
– Será mejor que te dé una cosa.
Ella lo miró sobre el saliente de una almohada.
– Nunca fue tuyo como para que se lo des a nadie. Era mío antes de saber siquiera que existía.
– Sé que es tu modo de decir gracias.
– Tendré que enseñárselo a Kimura-san para ver qué puede hacer con él.
– Claro.
– El gobierno japonés…, de ellos no estoy tan segura.
– ¿Vuelves a casa?
Ella se encogió de hombros.
– No sé dónde está mi casa. ¿Y tú la tuya?
En la estación de Ostende-Ville, hubo un momento -que no tar_dó en disiparse entre el alboroto y el humo de carbón, la alegría de la cerveza, Root Tubsmith rasgueando enérgicamente un popurrí con el ukelele que incluía la tremendamente popular La Matchiche de Borel-Clerc- en el que Kit intuyó que Ostende tal vez no era tan sólo una ciudad de placer más para gente con demasiado dinero, sino el punto de anclaje occidental de un sistema continental que incluía ca____________________juntos que lo explicaba, pero el tren ya se movía, su cerebro estaba embotado, su corazón incomunicado, y las dunas fueron quedando atrás, luego el canal de Brujas, y las alondras se alzaron de los rastrojos de los campos, formando un frente defensivo contra el otoño.nos estaba, más estaba. Kit supuso que había algo en la teoría de connecía y adonde no. Ella no estaba allí, no podía estarlo. Y cuanto metre la muchedumbre de los andenes, incluso entre los subconjuntos donde difícilmente podía estar, maravillándose ante los protocolos del destino, de que lo llevaran, de que lo alejaran, de saber adonde pertesualmente el Orient Express, el Transiberiano, el Berlín-Bagdad, y así sucesivamente, en una proliferación de acero a lo largo y ancho de la Isla-Mundo. Sin saber todavía lo familiar que, en el curso de sólo unas estaciones, iba a llegar a ser para él el Imperio del Vapor, ni que, desde Ostende, gracias a la Compagnie Internationale des Wagons-Lits, uno podía, por la módica suma de menos de doscientos francos, ser llevado al Oriente, vertiginosamente, tal vez para siempre. Buscó a Umeki en
Dally lo habría explicado si alguien hubiera insistido: la Exposi____________________mado acompañante: «Oh, todo el mundo dice que al cabo de uno o dos días empezarás a no ver el momento de salir de aquí», lo cual hizo que Dally mera vez tras una vida errante estuvo segura de que, significara lo que significase para ella el «hogar», esto que veía era más antiguo que la memoria, que la historia que ella creía conocer. Le daba la impresión de que el corazón le iba a reventar y tenía que hacer un gran esfuerzo para contener sentimientos que más tarde podría haber lamentado, como cuando cerca de ella un turista, con una exhibición mezquina y mocosa de acento británico, sonrió con satisfacción a un entusiascendiéndose en la Piazzetta, con San Giorgio Maggiore enfrente, al otro lado del agua, iluminado con una palidez angelical, tan distante como el cielo, y aun así aparentemente sólo a un paso, como si el aliento y el anhelo de Dally pudieran llegar a él y tocarlo; por pripulso culminante del crepúsculo cotidiano, con las farolas de luz enpezó a agitarse mientras el vaporetto se alejaba de la estación de tren por el Gran Canal, hasta que, justo en el crepúsculo, llegó a su destino en San Marco, y allí estaba el puro atardecer veneciano, las sombras verdes y azuladas, los lavandas, los ultramarinos, los sienas y los ocres del cielo, y el aire cargado de luz que ella respiraba, el asombroso imba un par de recuerdos de barcos silenciosos en los canales, y algo emción de Chicago se había celebrado hacía mucho, pero ella conservapensara en buscar un remo de góndola para darle un buen golpe, o más de uno. Pero el propio atardecer, extendiendo misericor_diosamente su profunda capa, se encargaría de que ese insecto nocivo y sus réplicas a miles, que eran como los mosquitos que se elevaban en nubes a la caída de la noche con el propósito de infestar el verano veneciano, realzaran su esplendor con irritación terrena, pasaran de largo tan rápido como debían y fueran expulsados, olvidados.
Ella, mientras tanto, había decidido quedarse a vivir allí para siempre.
El primer compromiso de los Zombini, en el Teatro Verdi de Trieste, había sido un triunfo. Recibieron críticas extasiadas no sólo locales sino también en los periódicos de Roma y Milán, y se les re__nas de antelación.tuvo una semana más, así que cuando por fin llegaron a Venecia, su contrato ya había sido ampliado y las localidades agotadas con sema
– Así que éste es el Malibran.
– La casa de Marco Polo está al doblar la esquina.
– Eh, ¿crees que vendría si le regaláramos unas entradas?
– Aquí, Cici, piensa rápido.
– ¡Yaagghh!
Cici recordó que en realidad aquello sólo parecía un elefante de tamaño natural trazando un arco por el aire a punto de aterrizar en__tante, aunque hoy se dice que vaga cómodamente por las selvas de su África nativa. Otra Famosa Hazaña de Paquidermo Volante resuelta con soltura.cima de él y aplastarlo. Dio un paso al lado en el último momento, ejecutó un limpio paso «pincette» y se guardó el animal en uno de los bolsillos secretos de su chaqueta de mago, donde se desvaneció al ins
Entre bastidores, Vincenzo Miserere, el representante de ventas de la fábrica de espejos de la Isola degli Specchi, contemplaba el espec__bía tenido que tomar un tren a Trieste) le pareció bien merecida.táculo apreciativamente. A lo largo de los años había visto números de todo tipo, y la gran reputación de los Zombini (para ir a verlos ha
– Creo que en el pasado ya hubo unos Zombini por Venecia -le dijo a Luca-. Hace mucho tiempo. Pásense por la fábrica mientras es__sidad de Pisa, nos está echando una mano. A lo mejor encuentra algo.tén por aquí, tenemos una biblioteca completa llena de documentos antiguos que estamos catalogando. El Professore Svegli, de la Univer
Bria había oído hablar de los Zombini venecianos desde que era niña, cuando un día su padre la había hecho pasar a su estudio y ha_bía extraído de su suntuoso caos un antiguo volumen encuadernado en piel de tiburón, The travels and adventures of Niccolo dei Zombini, Specchiere. En el siglo XVII, la familia había enviado a Niccolo como aprendiz a los fabricantes de espejos de la isla, que, como los sopla____________________bro que Luca le enseñó a Bria arrancaba con su partida de la isla. Luca adoptó la costumbre de leer a los niños para dormirlos: undores confinados en una pequeña isla pantanosa, como prisioneros, con la prohibición de marcharse: el castigo para quien lo intentara era la persecución y la muerte. Pese a todo, Niccoló consiguió huir, y el lidores de vidrio de Murano, protegían fanáticamente los secretos de su oficio. Las corporaciones de hoy en día son amables y respetuosas en comparación con aquellos primigenios propietarios de fábricas, cuyo secretismo y obsesión no hacían más que agravarse a medida que se sucedían los años y las generaciones. Mantenían a sus trabaja guaglion per__ternacionales de espías, cuando lo único que se necesitaba para ir por delante era más velocidad y un poco de imaginación. Niccoló se las ingenió para desaparecer en medio de todo aquel ruido y confusión, pues eso era Europa por entonces.seguía a otro, de una punta a la otra por todo el mapa de Europa, a lo largo del Renacimiento, sin telégrafos, sin pasaportes, sin redes in
– Según una versión de la historia -dijo Luca-, acabó embarcán____________________neros, vaqueros, jugadores y, ¿sabéis qué?, ¿en el sur antes de la Guerra de Secesión? Un par de nosotros fuimos negros.je, incluidos nosotros, pero ningún Zombini más se dedicó nunca al negocio de los espejos, y eso que fuimos de todo: picapedreros, cantidose para América, donde se casó, tuvo hijos, empezó un nuevo lina
– Ya.
– Cómo, ¿es que nunca habéis visto el árbol genealógico de la fa_milia? Tened, mirad, Elijah Zombini, maestro de chefs, la primera lasagna al sur de la línea Mason-Dixon, que utilizaba sémola en lugar de ricotta, ¿no lo conocíais?
Y como había sucedido desde que Bria era bebé, Luca pasó a otra de sus historias y, uno tras otro, los niños se fueron quedando dormidos…
Isola degli Specchi figuraba en algunos mapas pero estaba ausen__ricamente que no existía. El día que la visitaron Luca y Bria, parecía una isla bastante normal, a la que llegaba un vaporetto normal, con talleres de espejos normales, salas de fundición, de crisoles, talleres de pulido, con el único elemento peculiar de un ala entera a la que no se animaba a entrar a los visitantes, en cuya puerta se leíate en otros. Parecía depender del nivel de las aguas en la Laguna, que variaba de un día para otro. También, tal vez, era una cuestión de fe, pues había venecianos muy bien informados que aseguraban categó terapia.
El Professore Svegli estaba en los archivos de la fábrica rodeado de documentos escritos en papel antiguo y pergamino.
– Los registros de su ancestro -les dijo como saludo- son tan difí_ciles de localizar como lo fue el mismo hombre.
– Me sorprende que no destruyeran todos los registros que pu_dieran.
– No se les habrá ocurrido. Hoy en día estamos acostumbrados a pensar en la identidad como el mero contenido de un dossier. Pero por entonces un hombre podía tener múltiples identidades, los «docu__do en el manicomio de San Servolo, pero, por alguna misteriosa razón (¿simulaba locura como parte de un plan para huir?, ¿tenía amigos en el Palazzo Ducale?), no le hicieron nada pese a un comportamiento que hubiera mandado almentos» se inventaban o falsificaban con facihdad. El caso de Niccoló dei Zombini es especialmente complejo, porque en cierto momento también se volvió loco, un gaje del oficio bastante frecuente entre aquellos perfeccionistas fabricantes de espejos. Debería haber acaba manicomio a cualquier otro, y se le permitió seguir trabajando. Tal como fueron las cosas, puede que fuera el úni_co que supiera por qué.
El Professore escogió cuidadosamente una hoja casi transparente de vitela y la colocó sobre una superficie plana de celuloide blanco.
– Se cree que esto es un dibujo original del denominado paramorfico, realizado sobre vitela uterina, muy rara y cara, y que no está prepa__teriales utilizados para pulir: la brea, el colorete y demás. Según parece, Niccoló escapó de aquí alrededor de 1660, llevándose unrada para que le dé mucha luz del día. También parece que existen plantillas de trabajo entintadas en pergaminos de menor calidad, pero la mayoría de ellas se han deteriorado por el uso, así como por los ma paramo fico, y no volvió a saberse de él.
– ¿Para qué sirve? -preguntó Luca a Vincenzo Miserere-. ¿Todavía los hace alguien? ¿Podría usar uno en mi número?
Miserere lo miró por encima de sus quevedos.
– Usted encargó algo parecido el año pasado -dijo hojeando un taco de copias de facturas-. Vidrio, calcita, azogados. Lo llamamos La Doppiatrice.
– Muy bien, muy bien. Y ahora que estamos en ello, tendría que hablar con la gente que le ayuda.
Y pasó a poner al tanto a Miserere del inexplicable fallo que ha_bía generado una pequeña población de sujetos ópticamente partidos por la mitad caminando por Nueva York, mientras Bria procuraba que no se le notara que alzaba la vista al techo.
El representante respondió una llamada de teléfono en su mesa y, mantuvo una breve conversación en dialecto veneciano, y unos mi_nutos más tarde Ettore Sananzolo, quien de hecho había diseñado el aparato, entró con un haz de dibujos técnicos bajo el brazo.
– Se trata tan sólo de una variación del clásico gabinete Maskelyne de hace cuarenta años -explicó-, en el que se colocaba un espejo ladeado dentro de un gabinete vacío en un ángulo de cuarenta y cin____________________dad es un reflejo de una de las paredes laterales. Para desaparecer, el sujeto simplemente entra en el gabinete y se oculta en el ángulo de cuarenta y cinco grados de detrás del espejo.miento de terciopelo, el público cree que sigue mirando directamente a la pared del fondo de un gabinete vacío, cuando lo que ve en realico grados, de manera que dividiese uno de los rincones del fondo en una mitad perfecta. Con un espejo lo bastante bueno y un revesti
»Para el truco análogo en cuatro espacios, teníamos que pasar de un espejo bidimensional a otro tridimensional, y es ahí donde entra el paramorfico. En lugar de la rotación sencilla de noventa grados en la que un plano representa otro en tres espacios, ahora tenemos que sus__cios. Y así pasamos de un sistema de tres ejes puramente espaciales a otro con cuatro: espacio más tiempo. De este modo conseguimos que el tiempo entre en juego. Los dobles que usted dice haber generado son de hecho los sujetos originales, pero ligeramente desplazados en el tiempo.tituir un volumen (el interior del gabinete) por otro, en cuatro espa
– Así es aproximadamente como el Profesor Vandeijuice, de Yale, ve el problema. Y bien, ¿cómo lo arreglamos?
– Desgraciadamente, primero tendrá que encontrar a cada pareja y convencerlos para que vuelvan a entrar en el gabinete.
Por el rabillo del ojo, vio que Bria se echaba las manos a la cabe____________________cerle una visita. No a todo el mundo le resultaría tranquilizador, pero Luca intentaba que así fuera.puso, de gemelos, con la salvedad de que éstos llegaban al mundo ya adultos, y lo más probable es que ninguno de ellos volviera para havergentes, algo inevitable en una ciudad tan gigantesca como Nueva York: habrían seguido viviendo y conocido a atractivos desconocidos, habrían cortejado, se habrían casado, tenido hijos, cambiado de empleo, mudado a otros lugares…; intentar siquiera encontrarlos sería como intentar volver a meter el humo dentro de un cigarro, y más difícil sería aún esperar que un par de ellos reentrase voluntariamente en La Doppiatrice. Era como engendrar un gran número de hijos reales, susiado tiempo con sus propias vidas, ya no tan combinadas cuanto diza y se esforzaba por no decir nada, pero curiosamente Luca sentía ahora los primeros escalofríos de esperanza. Lo que Ettore pedía era claramente imposible. A esas alturas, aquellos sujetos llevaban dema
Ettore comentó que los dibujos eran ajustes que había que hacer, así como nuevas partes que instalar, para evitar la repetición del pro_blema.
– Me ha tranquilizado -murmuró Luca-, No sé cómo agrade_cérselo.
– ¿Con dinero? -sugirió Ettore. Vincenzo Miserere encendió uno de aquellos puros negros duros como piedras y guiñó un ojo. Bria miraba a su padre como si se hubiera vuelto loco.
Volvieron a Venecia dando bandazos en un vaporetto, entre los fantasmas inquietos de todos los fabricantes de espejos enloqueci_dos, que entraban con el salso desde la Laguna y volvían a salir, dentro y fuera de la ciudad, sujetándose a barcos de pesca nocturna, vapores, sandoli, buscando la última oportunidad, el hogar perdido…, deslizán____________________guna razón, se encontraron aferrándose unos a otros para no caer en el sueño colectivo y no salir corriendo por los pasillos alejándose de los trenes que entraban en la estación de Santa Lucia, o para no arrojar objetos a las villanías especialmente monstruosas de los melodramas breves, o para asegurarse de que estaban en sus butacas y no a bordo de un barco en el Gran Canal.yectaba una película entre dos actos teatrales. En Nueva York, los hijos de Zombini acostumbraban a ir a escondidas al centro para acudir a los nickelodeones, y se tenían por muy espabilados, pero aquí, por alpecialmente receptivo a los muertos sin hogar… A veces también se hacían visibles en los bordes de la pantalla del Malibran, cuando se promento de un antiguo espejo, pues allí abajo el azogue sobrevivía a la corrosión del mar y del tiempo, desde hacía mucho tiempo era esdose bajo la superficie para curiosear por los antiguos talleres; a veces incluso llegaban a atisbar sus propios espantosos reflejos en algún frag
Aquella noche en el teatro, después de la función, Dally se quedó un rato en el abrupto vacío agrandado de ausencias y de ecos para ayudar a recoger el atrezo y el equipo y montar algunos de los efec__zarle miradas, todas dirigidas tan intencionadamente como uno de los cuchillos de Bria. En un momento dado, se encontraron cara a cara, cada una a un lado de una jaula de palomas.tos que emplearían en la actuación de la noche siguiente. Erlys, que últimamente había estado trabajando la lectura del pensamiento y tal vez se sintiera un poco más intuitiva de lo habitual, no dejaba de lan
– ¿Qué pasa? -dijeron las dos a la vez.
Mientras Dally intentaba decidir cómo empezar, Erlys añadió:
– Da igual, yo sé qué pasa.
– Sé que se espera que me explique -dijo Dally-. Ojalá pudiera. Tú ya sabes cómo es, llegar a un sitio, tras una larga sucesión de luga_res en los que nunca hubieras querido pararte, ni mucho menos vivir, no comprendes siquiera que alguien pueda pensar lo contrario, y a lo mejor sólo es la hora del día, o el clima, o lo que acabas de comer, no hay forma de saberlo, pero no eres tú la que vas, sino que es el lugar el que sale y te envuelve, y sabes que es ahí adonde perteneces. No hay ya nada como este lugar en ningún otro sitio, y sé que es aquí adonde pertenezco.
Varias docenas de objeciones se daban codazos en la mente de Erlys para enunciarse la primera. Ella sabía que Dally ya las había exa_minado y descartado todas. Asintió, lentamente, un par de veces.
– Déjame hablar con Luca.
– Así que ahora tengo que dejarla marchar -dijo Erlys-; no sé cómo voy a poder. -Estaban en su hotel, en el extremo de San Polo, que daba, al otro lado del canal, a Cannareggio; el sol a sus espaldas se combaba en una de aquellas melancólicas combinaciones de luz y nebulosidad tan frecuentes por allí-. Aquí está, por fin, el precio que tengo que pagar por lo que hice. La encuentro, la vuelvo a perder.
– Nada de lo que ocurrió fue culpa tuya -dijo Luca-, Fui yo. Es_taba loco.
– Yo no era más sensata, por entonces sólo era una chiquilla, pero eso no es disculpa, ¿verdad que no? La abandoné. Es algo que no pue__rezco vivir. ¿Cómo pude ser tan egoísta?do cambiar. Las hermanas Snidell de Cleveland me calaron desde el principio. Todavía me persiguen en mis sueños y me dicen que no me
– Eh, vamos. No es como si la hubieras abandonado -se quejó él-. Sabías que el lugar más seguro donde podías dejarla era con Merle, sa_bías que ella tendría calor, que sería querida, que nunca pasaría hambre.
Asintió, abatida.
– Lo sabía. Eso hizo que me resultara más fácil marcharme.
– E intentamos encontrarlos otra vez. Durante un par de años, si no recuerdo mal.
– Pero no con el bastante empeño.
– Nosotros también teníamos que seguir trabajando. No podía_mos dejarlo todo para emprender la persecución de Merle por medio país. Y también él podía haber intentado buscarnos, ¿no?
– Debió de sentirse muy traicionado. No quería verme más, ni tampoco me quería cerca de ella.
– Eso no lo sabes.
– ¿Es que estamos discutiendo?
El alargó la mano para apartarle el pelo de la cara.
– Yo tenía miedo. Pensaba que un día te marcharías a buscarla sola y yo volvería a mi anodina vida de antes, sin ti. Estaba tan desesperado que hasta pensé en candados y cadenas, pero, claro, tú ya habías apren_dido los trucos.
– Nunca tuve intención de dejarte, Luca, no era a Merle a quien amaba, te amaba a ti.
Estaban sentados uno al lado del otro en la cama, sintiéndose trein__bitación.ta años más viejos de lo que eran. La luz se fue escurriendo de la ha
– Aquel día volví al apartamento -dijo Luca-, y allí estaba aque_llo…, no sé, creí que se había caído de una estrella.
– Así me sentí yo cuando nació ella.
El nunca llevaba pañuelos encima, pero sabía cómo sacar de la nada uno de seda del color que se quisiera. Este era violeta. Se lo alcan_zó con una fioritura.
– Déjame utilizarlo cuando acabes.
Erlys se acarició los ojos con él y cuando se lo devolvió el pañue_lo había cambiado de color, ahora era de un turquesa verdoso.
– Stronzo. Tú tampoco quieres que se vaya.
– Pero ya no pintamos nada. Es parte del trato.
– ¿Es que vamos a dejarla así en Venecia? ¿Cómo sabemos que esta vez sí estará a salvo?
– Escúchame, si fuera una chica indefensa, o una cabeza loca, sería distinto, pero esta joven ha vivido entre guerras tong sin recibir un ras____________________dir que la vigilen discretamente.cernos, se comerá Venecia con los ojos cerrados. Tal vez un par de francos a su nombre en la Banca Veneta no le vendrían mal, ya sabes, sólo por si acaso. Y conozco alguna gente de aquí a la que puedo peguño. Ha actuado en el Bowery. Los dos la hemos visto en acción; si fue capaz de salir bien parada de Nueva York antes incluso de cono
Y así fue como Dally se quedó sola en Venecia. Un día el vaporetto se alejó de la parada de San Marco, y había tantos Zombini des____________________tando:brero con el brazo extendido, el cabello en una maraña agitada, gripidiéndose desde la barandilla que el barco se ladeó. Más tarde, por alguna razón, Dally recordaría a Bria, esbelta, firme, agitando su som
– Empieza el espectáculo, ragazza. In bocc'al lupo!
Antes de darse cuenta ya se estaba ganando la vida, dándole un uso a las muchas habilidades de sus manos ligeras y dedos veloces, y a la charla rápida que las acompañaba, que había empezado a aprender con Merle antes de aprender a andar, y de los jugadores y tramposos que, en las diversas ciudades por las que pasaba, se le acercaban dan__bién de Luca Zombini, que las extendió a los malabares y los trucos de magia.do tumbos, desde que sus manos fueron lo bastante grandes para que le cupieran en la palma naipes de bridge, y más tarde aprendidas tam
Donde se sentía más cómoda actuando era en los pequeños campielli cuyas iglesias sólo contenían pinturas menores, y que tenían las proporciones perfectas para congregar a niños y turistas de camino a hitos más conocidos de la ciudad. No tardó en llegar a odiar a los tu____________________cional que apenas las captaba siquiera.da de sí misma, con todos sus siglos de ebullición histórica reducidos a unas pocas y simples ideas, vendidos a una inundación humana estaristas y lo que veía que le hacían a Venecia, transformando la ciudad real en una imitación hueca y de vez en cuando completamente falli
A medida que avanzaba el verano, se fue asentando en la ciudad. Miraba a las chicas americanas, paseando resueltas por la Riva, sin preocupaciones, aseadas, almidonadas, luminosas y alegres, con sus blu____________________mente las cosas.bién hacía las veces de única almohada por la noche…; esos días se vestía como un chico y se libraba así de toda atención masculina, salvo de la que algunos deparan a los chicos, aunque a esas aves de paso, cuya estancia no se alargaba más de un par de noches, les aclaraba rápidarar, y se preguntaba si jamás había existido la menor posibilidad de que se hubiera convertido en una de ellas. A esas alturas, el sol la había bronceado, estaba delgada y ágil, llevaba el pelo muy corto, recogido en rizos que cabían bajo una gorra de pescador de lana roja que tamsas marineras y sus faldas de navegar, los ojos brillantes bajo las alas de sombreros de paja, fingiendo no hacer caso a las miradas ávidas de los oficiales de la marina, guías y camareros, riéndose y hablando sin pa
No era ya la Venecia que recordaban los más viejos. El Campanile se había desmoronado hacía unos años y todavía no lo habían recons_truido, y las historias sobre su caída se multiplicaban. Corrían relatos sobre un encuentro en el cielo, que algunos describían como angélico. Los pilluelos callejeros y los lucciole contaban que habían visto, en una población de visitantes que no llamaba la atención por su extrava__troversia, desplazándose entre los laberintos de agua como fantasmas de tiempos pasados o, especulaban algunos, de tiempos venideros. «Has visto los cuadros antiguos. Esta siempre ha sido una ciudad para ver ángeles. La batalla en el cielo no acabó cuando Lucifer fue desterrado al Infierno. Siguió librándose; se fibra todavía.»gancia, a jóvenes de uniforme, cuya nacionalidad era objeto de con
Esa era la versión de un pintor inglés, un artista típico, puede que incluso genuino, llamado Hunter Penhallow, que se había estado pre_sentando todas las mañanas en la jondamenta de Dally con un caballete y un equipo completo de pinceles y tubos de pintura, y, mientras lo permitía la luz del día, sólo interrumpía su trabajo para tomar ombreta y café, empeñado en poner a Venecia «aquí abajo», como él decía.
– Aquí hay kilómetros de calles y canales, míster -quiso infor__resante que la de al lado, ¿por qué limitarse a este rinconcito de la ciudad?marle ella-, decenas de miles de personas, cada una de ellas más inte
– Aquí la luz es buena.
– Pero…
– Muy bien. -Un par de minutos de trabajo con el lápiz-. Tan__de nos encontramos en este momento es un microcosmos de toda Venecia.to daría. Imagínate que dentro de este laberinto que ves hay otro, pero a una escala menor, reservado exclusivamente, pongamos, para gatos, perros y ratones, y luego, dentro de éste, otro para hormigas y moscas, luego otro para microbios y el mundo invisible entero, y así bajando por la escala, pues una vez que se acepta el principio del laberinto, no sé si me entiendes, ¿por qué detenerse en una escala en concreto? Es algo que se repite a sí mismo. El punto preciso don
Él hablaba con calma, como si ella entendiera qué significaba todo aquello, y lo cierto es que, como Merle también solía hablarle así, no perdía el hilo del todo, e incluso era capaz de no poner los ojos en blanco. Inhaló profundamente la colilla de su cigarrillo, y luego lo lanzó con un aspaviento al río.
– ¿Eso también se aplica a los venecianos?
Como era de esperar, la pregunta la hizo merecedora de una mirada.
– Quítate el gorro, echemos un vistazo. -Cuando ella se soltó los tirabuzones-: Eres una chica.
– Más bien diría una mujer joven, pero no discutamos por eso.
– Y te has estado haciendo pasar, maravillosamente bien, por un curtido pilluelo callejero.
– Hace que la vida resulte más fácil, al menos hasta cierto punto.
– Tienes que posar para mí.
– En Inglaterra, signore, al menos eso es lo que se dice, una mo_delo puede ganar un chelín por hora.
Él se encogió de hombros.
– No puedo pagar tanto.
– Que sea la mitad, entonces.
– Eso son doce soldi. Tendría suerte si vendiera un cuadro por un franco siquiera.
Pese al rostro joven, casi adolescente, de Hunter, lo que ella veía de su cabello era gris, casi blanco, cubierto con un sombrero de paja elegantemente retorcido para cambiar su forma original de estilo Santos-Dumont, lo que sugería al menos alguna residencia previa en París. Se preguntó cuánto tiempo llevaría en Venecia esta pieza. Fingió que entrecerraba los ojos ante los lienzos de una manera pro_fesional.
– No eres Canaletto, pero tampoco te subestimes, he visto cosas peores que éstas vendidas por diez francos, y en temporada alta puede que más.
Por fin él sonrió, un momento de fragilidad, como un trecho de niebla que se disipara.
– Tal vez podría pagarte seis peniques a la hora si…, si además me hicieras de agente.
– Claro, ¿diez por ciento?
– ¿Cómo te llamas?
– Casi todos me llaman Beppo.
Montaron su tenderete cerca de Bauer-Grünwald, en la estrecha callejuela entre San Moise y la Piazza porque, tarde o temprano, to_dos los visitantes de la ciudad acababan pasando por allí. Mientras tanto, en fondamenta, él la esbozaba o pintaba en varias poses: ha____________________des, alzando la mirada hacia ventanas que daban aminada sólo por la luz del sol que reflejaba el pavimento, soñando entre paredes rosas, paredes de ladrillos rojos, canales navegables verciendo volteretas a la orilla del canal, comiendo una rodaja de sandía de un rojo sangrante, simulando estar dormida al sol con un gato en el regazo, con un garabato de trepadora escarlata sobre una pared de blanco hueso a sus espaldas, recostada en un umbral, con la cara ilu calli tan estrechas que parecía que bastaba con estirar el brazo para tocarlas, pero no era así, con flores delante desbordándose de balcones de hierro forjado, posando para él como chico y, al instante, con ropa prestada, como chica.
– Espero que no te sientas demasiado incómoda con falda.
– Me estoy acostumbrando, gracias.
Hunter había acabado estableciéndose allí después de que, a causa de una herida misteriosa, lo desmovilizaran de una guerra de la que nadie sabía nada, buscando refugio del tiempo, seguridad detrás de las capas y máscaras y las nieblas de mil nombres de Venezia.
– ¿Hubo una guerra?, ¿dónde?
– En Europa. En todas partes. Pero nadie parece saberlo… aquí… -vaciló, con una mirada cansina-, todavía.
– ¿Por qué no? ¿Acaso está tan lejos que «todavía» no ha llegado la noticia? -Dejó escapar el aliento y añadió-: ¿O es que «todavía» no ha sucedido?
El le devolvió la mirada, no exactamente con inquietud, sino más bien como si le concediera un extraño perdón, como si fuera reacio a culparla por no saberlo. ¿Cómo iba a saberlo ninguno de ellos?
– Entonces supongo que debes de ser un viajero del tiempo que viene del futuro. -Lo dijo sin asomo de burla, de verdad, ni tampoco demasiado sorprendida.
– No lo sé. No sé cómo podría suceder.
– Muy fácil. Alguien en el futuro inventa una máquina del tiempo, ¿me sigues? Todos los empresarios desquiciados de ambas orillas del Atlántico han trabajado en eso, está claro que alguno de ellos lo con_seguirá, y cuando lo haga, esos artefactos serán tan comunes como los taxis de alquiler. Así que…, dondequiera que estuvieras, debiste de parar uno. Te subiste de un salto y le dijiste al conductor a cuándo que_rías ir y ehi presto! Y aquí estás.
– Ojalá pudiera acordarme. De cualquier cosa. Sea cual sea la in_versión del tiempo que suponga «recordar»…
– Bueno, lo cierto es que parece que has escapado de tu guerra. Estás aquí…, estás a salvo -lo dijo sólo con la intención de tranquili_zarlo, pero la expresión de abatimiento de Hunter se acentuó.
– «A salvo»…, a salvo.-Fuera quien fuese con quien hablara en ese momento, ya no era ella-. El espacio político tiene su terreno neutral. Pero ¿y el Tiempo? ¿Existe algo parecido a una hora neutral?, ¿una hora que no vaya ni hacia delante ni hacia atrás? ¿Es eso esperar de_masiado?
En ese preciso instante, no del todo como una respuesta, de uno de los navíos de guerra reales anclados en Castello resonó el Cañonazo de Retreta, una campanada de advertencia, profunda y sin melodía, que repicó por toda la Riva.
Fue por entonces cuando Dally empezó a llevarle los lienzos, el caballete y el resto del equipo, ahuyentando a los pilluelos demasiado molestos, y a ocuparse en general de las faenas que podía.
– … Inesperadamente, durante un partido, el Doctor Grace se me apareció en un sueño, me mandó a Charing Cross y al tren que enla_zaba con el barco… para el continente…
– Sí, sí.
– … era muy real, llevaba traje blanco de criquet y una de aque____________________ra fosa común de Europa, como si un poco más adelante hubiera una puerta de hierro, entreabierta, que diera a un país bajo y sombrío, con una multitud incontable de gente por todos lados, deseosa de pasar adentro, que me llevaba con ella, sin tener en cuenta mis propios deseos…ba yo, rindiéndome a la extraordinaria llamada de la fosa, de la futución, pero sencillamente ahí no la percibía por ninguna parte…, no era accesible. Ya me ves, sólo soy un chico sanote de pueblo, un pintorzuelo aficionado, sin nada profundo de lo que hablar. Pero allí estatrucciones sobre mi deber, había una…, una guerra, dijo en «Europa Exterior», eso dijo, una geografía muy extraña, ¿verdad?, incluso para un sueño…, y nuestro país, nuestra civilización, estaba en peligro. Yo no tenía el menor deseo de intervenir, ni la menor pasión, más bien al contrario. Ya había participado en «aventuras», conozco esa exaltallas gorras anticuadas, sabía cómo me llamaba y empezó a darme ins
Se alojaba en un hotel de Dorsoduro, con un restaurante en el piso de abajo. Las maravillas envolvían los herrajes.
– Imaginaba que te alojarías en una pensione, hay un par un poco más arriba de aquel pequeño Rio San Vio.
– Esto es más barato, de hecho… las petisioni incluyen la comida, y si me hubiera parado a comer, me habría perdido la mejor luz, y si no, pagaría por una comida que no me comería. Pero aquí, en La Calcina, la cocina está abierta a todas horas, y puedo pedir casi todo lo que quiero. Además, tengo la compañía de fantasmas eminentes, Turner y Whistler, Ruskin, Browning y tipos así.
– ¿Murieron aquí? ¿Seguro que es buena la comida?
– Oh, en ese caso llámalos «rastros de conciencia». La Investigación Psíquica está empezando a aclarar estas cuestiones. Los fantasmas pue_den ser…, bueno, mejor míralos. -Levantó y bajó el brazo abarcando el Zattere-. Todos los turistas que ves pasando por ahí, todos los que planean dormir esta noche en una cama extraña son potencialmente ese tipo de fantasma. Por alguna razón, las camas de paso son capaces de captar y retener esos sutiles impulsos vibracionales del alma. ¿No te has dado cuenta de que en los hoteles, a veces inquietantemente, tus sueños no son tuyos?
– No donde yo duermo.
– Bueno, es verdad, sobre todo en estos lugares más pequeños, don__dos para mantener alejados a losde los armazones de las camas suelen ser de hierro o acero, esmalta amia. De algún modo, el armazón de metal también se comporta como antena receptora, permitiendo que los soñadores capten rastros de los sueños de quienquiera que haya dormido ahí antes que ellos, como si, durante el sueño, emitiéramos en frecuencias todavía no descubiertas.
– Gracias, lo probaré alguna vez.
Camas y dormitorios, vaya. Ella lanzó un rápido parpadeo lateral. Hasta el momento, él no había insinuado nada que pudiera conside_rarse impropio, ni a Dally ni a nadie con quien se hubieran cruzado a lo largo del día. No es que él le interesara desde el punto de vista romántico; por descontado, no era su tipo, aunque había días, tenía que reconocerlo, en que cualquiera era su tipo: nudosos pescadores, gigolós con hoyuelos, austríacos en pantalón corto, camareros, gondolieri, un deseo que tenía que aliviar discretamente por su cuenta, pre_feriblemente a horas tardías de la noche, cuando la luz de la luna era tenue.
Se preguntaba si esa «Guerra» de la que él tanto hablaba era la causa de la extirpación de la pasión física de su vida. ¿Cuánto tiempo tenía él pensado quedarse en Venecia? Cuando el bora soplara desde las montañas, anunciando el invierno, ¿se subiría a él para marchar_se de la ciudad? ¿Y ella? En septiembre, cuando llegara el vino forte de Brindisi, Squinzano y Barletta, ¿desaparecería también él a las dos semanas?
Un día, paseando por la Piazzetta, Hunter la llevó bajo los sopor_tales, entraron en la Biblioteca y le señaló la Traslación del cuerpo de San Marcos, de Tintoretto. Ella lo contempló un rato.
– Vaya, no me digas que no es lo más espeluznante que has visto nunca -murmuró Dally por fin- ¿Qué está pasando? -Hizo un ges__tasmagóricos huían, ya demasiado tarde, siempre puertas adentro, ante un agravio impío.to nervioso hacia las viejas sombras alejandrinas, donde testigos fan
– Es como si estos pintores venecianos hubieran visto cosas que nosotros ya no podemos ver -dijo Hunter-, Un mundo de presencias. De fantasmas. La historia pasa, Napoleón, los austríacos, un centenar de formas de literalismo burgués, que conducen a su encarnación defi_nitiva, el turista…, qué asediados debieron de sentirse. Pero quédate un tiempo en esta ciudad, mantén los sentidos abiertos, no rechaces nada, y de vez en cuando los verás.
Unos días después, en la Accademia, como si continuara ese pen_samiento, añadió:
– El cuerpo, es otra forma de ir más allá del cuerpo.
– Hasta el espíritu que hay tras él…
– Pero no para negar el cuerpo, sino para reimaginarlo. Aunque -dijo haciendo un gesto con la cabeza hacia el Tiziano colgado en la pared más lejana- «en realidad» sólo sean diferentes tipos de barro en_grasado untado sobre tela, reimaginarlo como luz.
– Más perfecto.
– No tiene por qué. A veces, mi terrible…, mortal, doliente, defor_me, incluso descoyuntado, fragmentado en superficies geométricas, pero siempre, de alguna manera, cuando el proceso sale bien, trascendido…
Trascendida ella, supuso Dally. Ella intentaba seguirle, pero él no se lo ponía fácil. Un día le contó una historia que ella ya había oído, como una especie de cuento para dormir, de boca de Merle, que la consideraba una parábola, tal vez la primera de la que se tenía cons_tancia, sobre la alquimia. Estaba extraída del Evangelio para la Infancia del Pseudo Tomás, uno de los muchos fragmentos de las Escrituras que la política de la Iglesia primitiva había impedido que se incluyera en el Nuevo Testamento.
– Jesús, de niño, era una especie de gamberro alborotador -en la versión que le contó Merle-, de hecho, el tipo de joven díscolo con el que siempre te veo en compañía, y que conste que no me quejo -aña____________________de lima, no verde Kelly, ¿eres ciego a los colores o qué?», no, esta vez cada pieza es del color exacto que debía tener.nía que debía tener, y no sólo eso, sino también con el tono exacto de ese color; ya no habría más amas de casa aullando: «Eh, quería vervantada en el aire, igual que en los cuadros, tranquilo como siempre: «Calmaos, calmaos todos», y empieza a sacar las telas de la tinaja y, quién lo diría, cada tela emerge justamente del color que se supocancía. Incluso los gamberrillos amigos de Jesús creen que esta vez se ha pasado de la raya, pero entonces reaparece Jesús con la mano letes de que nadie pueda detenerlo, llega hasta la tinaja más grande, la del tinte rojo, sumerge en ella todas las telas y se aleja corriendo sin parar de reír. El tintorero, furioso, grita maldiciones asesinas, se mesa las barbas, se revuelca por el suelo; acaba de ver arruinada toda su mertorero, donde hay muchas tinajas con tintes de distintos colores y montones de telas al lado, todos ordenados y cada pila preparada para que la tiñeran de un color distinto. Jesús dice: «Mirad», y agarra todas las telas formando un gran fardo, mientras el tintorero grita: «¡Eh, Jesús!, ¿qué te dije la última vez?», deja lo que estaba haciendo y sale corriendo tras el chico, pero Jesús es demasiado rápido para él y, ancos a sus padres, por no decir a la mayoría de los vecinos adultos, que siempre iban a su casa a quejarse: «Más vale que le digáis a Jesús que se ande con cuidado». Un día sale con algunos amigos sin más intención que meterse en líos, y pasan casualmente por delante del taller del tindió mientras ella se incorporaba en la cama y buscaba algo con lo que agredirle-; el caso es que andaba por la ciudad haciendo las típicas chiquilladas, modelando muñequitos de barro a los que insuflaba vida, pájaros que volaban, conejos que hablaban, y cosas así, lo que volvía lo
– No es que sea muy distinta -siempre le había parecido a Dally-, bien mirado, de aquella narración sobre Pentecostés que se encuen_tra en los Hechos de los Apóstoles, y que sí entró en la Biblia, pero en ese caso no eran colores sino lenguas: los Apóstoles están reunidos en una casa de Jerusalén, como recordarás, y entonces desciende el Espíritu Santo como un viento poderoso, con lenguas de fuego y todo lo demás, y los tipos salen a la calle y empiezan a hablar a la multitud, que hasta entonces farfullaba en diferentes lenguas, pues hay romanos y judíos, egipcios y árabes, mesopotámicos y capadocios y tipos del este de Texas, todos esperando escuchar el mismo dialecto galileo, pero esta vez cada uno se queda pasmado al oír a esos Apóstoles hablándole en su propio idioma.
Hunter lo comprendió.
– Sí, bueno, se llama redención, ¿no? Uno espera el caos, pero en vez de eso recibe orden. Expectativas decepcionadas. Milagros.
Un día, Hunter anunció que se pasaba a los nocturnos. Y a partir de entonces, todos los crepúsculos salía de su alojamiento y, cargado con su material, emprendía camino para dedicar toda la noche al tra_bajo. Dally también invirtió su día para adaptarse.
– Y esa luz veneciana de la que siempre estás hablando…
– Ya verás, es luz nocturna, del tipo que requiere un barniz azul verdoso. La humedad de la noche en el aire, los contornos borro_sos, los destellos y la dispersión del cielo, la luz de las farolas reflejada en los rii, y por encima de todo, claro, la luna…
A veces Dally se preguntaba qué habría pensado él de la luz ame____________________ras de las iglesias o se filtraban entre los árboles en verano, proyectando parábolas brillantes sobre paredes de ladrillos pálidos o aureoladas de insectos, farolas en postes de granjas, velas en cristales de ventanas, cada luz sujeta a una vida que venía de antes y seguiría después, mucho después de que Merle, ella y la carreta hubieran pasado, y la tierra muda se elevaba una vez más para anular la breve revelación, la oferta tácita, la mano de cartas nunca repartida por completo…mas de los puentes sobre grandes ríos, o las que salían por las vidriedo volar la imaginación, casi rindiéndose a la imposibilidad de llegar jamás a sentirse de ningún sitio, ya desde la infancia, cuando ella y Merle habían pasado por todos aquellos pueblos perfectos, atraídos por las luces a las orillas de los arroyos y las luces que definían las fortemplando paisajes de ventanas iluminadas y sin luz, llamas vulnerables y filamentos a miles ondeándose como agitados por las olas del mar, las superficies rotas y en movimiento de las grandes ciudades, dejanricana. Ella se había sentado a la deriva, insomne durante horas, con
Aquí, en esta antigua ciudad que progresivamente se iba transfor__traluz, puertas de canales en la penumbra húmeda y fría,mando en una máscara de sí misma, empezó a buscar espacios de con sotopórteghi cuyas salidas no podían verse, rostros ausentes, farolas desaparecidas al fondo de las calli. Y así se le revelaba, noche tras noche, con una clari____________________ciaban aquellos que se aprovechaban del ilimitado apetito de jóvenes cuerpos que parecía converger aquí, procedente de toda Europa y aun de más allá.pidos, y con mucha frecuencia desaparecían, como se haría desaparecer una moneda o una carta, con la misma intercambiabilidad que desprecos de su edad y más jóvenes aún eran arrastrados, infectados, corromdad cada vez más deprimente, una ciudad secreta y tenebrosa, perdida en aquellos laberintos infestados de ratas, donde presenció cómo chi
Ella se sentía mucho más cómoda trabajando por las noches y bus____________________lía a la legendaria luz de la luna y todas las dudas, y la mayoría de las esperanzas, se desvanecían.to con claridad, que sólo se había intuido en hipnotizantes atisbos, saguiendo un código estricto, hasta que la presa, temblando contra la acera, entraba al trapo. Entonces el arma que todavía no se había visres y cigarrillos, se mantenían a una distancia respetuosa, jugaban sidores nocturnos se acercaban, susurraban, coqueteaban, ofrecían flocando algún sitio donde dormir durante el día. Las noches se estaban volviendo demasiado peligrosas. Por supuesto que la habían abordado, incluso algunos tipos manifiestamente malsanos, también de esos que llevaban cicatrices en la cara como un certificado de sus historiales profesionales y, visibles bajo las chaquetas de traje negras, pistolas Bodeo de 10,4 mm como prueba de su dedicación al negocio. Los depreda
Dally se esforzaba por no bajar la guardia hasta que ellos pasaran de largo, que era lo que habían hecho hasta ahora, pues todo jugaba a favor de los depredadores, sólo tenían que esperar. Uno, Tonio, mos_traba un interés especial por ella; traje inglés, un inglés casi sin acento.
– Conozco a muchas como tú, chicas americanas que salen a diver_tirse todas las noches, con ropa bonita, al Casino, los grandes hoteles, los bailes de disfraces de los palazzi. ¿Qué buscas por aquí? ¿Dormir con las ratas? Un encanto de jovencita como tú. Menudo desperdicio.
Lo único que ella tenía que hacer era empezar a preguntar por la ropa, o qué clase de habitación podría pagarse -Dally había oído a hurtadillas ese tipo de conversaciones-, y sin darse cuenta de cuándo exactamente, las apuestas de partida habrían pasado a ser de vida y muerte, y la esperanzada criatura quedaría envuelta en la oscuridad irreversible de la medianoche bajo la foschetta.
Ese descubrimiento la situó en una situación peculiar, sin que men__quier callejuela. Hunter decía que ésa era la razón de que tanta gente hubiera amado Venecia, precisamente por el «chiaroscuro».guaran sus sentimientos hacia la ciudad, pero ahora con un elemento de temor que no podía ser ignorado a voluntad, y que cada noche le traía nueva información sobre el mal que aguardaba al fondo de cual
– Gracias por la noticia, supongo que para ti es bastante fácil, pero las noches aquí, sobre los maségni, no son tan románticas como para los turistas.
– ¿Estás llamándome turista?
– Algún día te marcharás, ¿cómo llamas tú a eso?
– Bueno, cuando me vaya, ven conmigo.
El cañón de mediodía disparó. Una barca llena de contrabandis__pezó a descargar. Las campanas tañían por toda la ciudad.tas de cigarrillos amarró apresuradamente en la orilla del canal y em
– Oh, patrone -dijo ella por fin-, Beppo, mira tú, ella no lo tiene claro…
Eso añadió unas líneas a la biografía del pintor, pero luego el tiempo siguió su curso habitual, y un día sopló el bora, y otro llegaron los primeros trenes con vino desde Puglia y, quién lo habría dicho, él no se marchó.
El invierno se acercaba, y Dally necesitaba algún sitio seguro don_de dormir durante el día, pues a esas alturas ya había descartado las fondamente. Salía adelante a salto de mata, durmiendo en patios, cuchi_triles de estudiantes, habitaciones traseras de osteríe, cambiando de sitio, pero finalmente, a desgana, acudió a pedir consejo a Hunter.
– ¿Por qué no lo pediste antes? -dijo él.
– Tú qué crees.
El apartó la mirada.
– Nada hay más fácil.
Y de la noche a la mañana, él le había conseguido una habitación en el palazzo de la relativamente famosa Principessa Spongiatosta, una de las muchas relaciones de Hunter cuya existencia desconocía Dally.
Ella se imaginaba una mujer mayor de facciones deterioradas, una especie de palazzo humano. Pero allí tenía a esa gota de rocío de ojos brillantes por la que el Tiempo no parecía haber pasado, o, tratándose del Tiempo, ni siquiera rozado. También había un Príncipe, pero ra_ramente se le veía por allí. Se encontraba de viaje, según Hunter, pero estaba claro que no le contaba todo.
Lo que intrigaba a Dally de los espacios interiores de Ca' Spongiatosta, cuando se tomaba unos momentos para pasear por los pasi____________________ses, mirtos, geranios, fuentes, ban la casi teatral expansión desde las callejuelas cómodas, oscuras y a escala humana a la inmensidad luminosa y sin rastros de la Piazza San Marco. Baldosas rojas oscuras, un pórtico de Orden Compuesto Romano, urnas decorativas gigantes, luz marrón, membrillos japonellos y las antesalas, eran las rápidas variaciones de escala, que remedaparedes altas, vías navegables estrechas y puentes en miniatura incorporados a la estructura del palazzo, con demasiados sirvientes para que Dally llevara la cuenta. De hecho, tal vez hubiera más de una Princesa, pues ella parecía estar en todas par_tes, y de vez en cuando Dally habría jurado que sus apariciones eran simultáneas y no consecutivas, aunque lo que veía por el rabillo del ojo siempre hubiera tenido para ella el mismo estatus de los sueños. ¿Trucos con espejos? Luca lo habría descubierto. Allá donde estuviera; y Erlys.
Pronto recibió noticias. Un día, un sirviente le entregó una nota. -Y, sorpresa, Bria Zombini había llegado con el bora a la ciudad. Se alojaba en un pequeño hotel al otro lado del Puente de Hierro, en Dorsoduro. Dally se presentó con un vestido que la Princesa fue tan amable de dejarle. Bria llevaba zapatos de tacón alto, que compensa__ra. Dally vio a esta joven dama muy segura de sí misma, con el pelo recogido bajo un sombrero parisino de ala ancha, aunque se quitaba el sudor del labio superior con gestos rápidos y repetíaban los dos o tres centímetros que Dally había crecido más que ella el año anterior, así que se saludaron mirándose a los ojos, a la misma altu «Porca miseria!» como siempre.
Se cogieron del brazo y pasearon por el Zattere.
– Hemos estado por todas partes -dijo Bria-, Retenidos a peti_ción popular y por un par de testas coronadas, ya sabes, lo habitual. Están a punto de regresar todos en barco, tengo que reunirme con ellos en Le Havre, y como me encontraba por casualidad a este lado de los Alpes, decidí hacerte una visita.
– Oh, Bri, os echo tanto de menos a todos, ya sabes…
Bria entornó un poco los ojos, asintió.
– Pero Venecia te ha atrapado, y tú crees que quieres quedarte aquí.
– ¿Es que lees el pensamiento últimamente?
– Lo que leía es todas las cartas que nos has mandado…, y no es difícil de ver.
– ¿Qué tal está nuestra madre?
Bria se encogió de hombros.
– Supongo que es más fácil echarla de menos cuando hay cierta distancia de por medio.
– Vosotras… ¿os habéis peleado?
– ¡Ja! Ella no se dará por contenta hasta que yo haya muerto o me haya marchado por la puerta.
– ¿Y qué tal con Luca?
– ¿Que qué tal? Es italiano, es mi padre. Se cree que soy una mon__mazos por el precio de uno, fenomenal, ¿verdad?ja novicia a la que hay que encerrar bajo llave. Así que tengo dos pel
Dally agachó la cabeza y la miró desde abajo a través de las pes_tañas.
– Los chicos…
– Los chicos, los hombres, qué más da. Se espera que ignore todas las atenciones, ma vía, ya sabes cómo son por aquí.
Bria esbozó aquella sonrisa picara que Dally recordaba; ella sonrió también, y antes de darse cuenta habían juntado las frentes, los me_chones sueltos de pelo se entrelazaban, los terceros ojos se tocaban, y ambas se reían a gusto y a la vez, sin ninguna razón particular.
– Bueno, ¿y qué les digo, vas a ser para siempre la chica que vive de los giros postales?
La risa de Dally se apagó…
– Vaya, creo que no.
– ¿Por qué no? Papá creyó que querrías quedarte. Dice que puede pagarlo.
– No se trata de eso.
– ¿Ah? Ya, algún caballero amigo, debería haberme dado cuenta. Esa dirección en Spongiatosta.
– No es exactamente eso.
– Así que nada, ya… -dijo agitando las manos expresivamente.
– ¡Ja! Ni en sueños.
– Eh, disfrútalo mientras puedas, todavía eres una niña.
– Ojalá lo fuera…
Sin pensárselo dos veces, Bria abrió los brazos y allí estaba Dally, sollozando. Al cabo de un rato:
– Vamos, vamos, no aparentas ni un día más de los treinta años que te echaría cualquiera.
– Lo que necesito ahora mismo es un cigarrillo, no tendrás, oh…
– Aquí mismo.
– Vaya, bonita pitillera.
– Agente de seguros suizo. Wolf. No, Putzi.
– Sí, Wolf era el que tenía mujer e hijos.
– Gracias.
Encendieron los cigarrillos.
Un día Hunter se presentó con gafas de sol, un sombrero de paja de ala ancha y blusón de pescador.
– ¿Te apetece dar una vuelta por el agua?
– Déjame que pida un sombrero y enseguida estoy contigo.
Algunos amigos artistas tenían un topo para ese día. El agua de los canales era de un verde opaco. En la zona de la Dogana, donde se unen el Gran Canal y la Laguna, el color se tornaba azul.
– No lo hace nunca -dijo Hunter.
– Pues hoy sí -dijo un rabioso joven sentado al timón.
Se llamaba Andrea Tancredi. Hunter lo conocía, se había topado con él en los aledaños de las reuniones anarquistas, en cafés de expo____________________mente se dedicaban a venir a la ciudad y saquear el arte italiano. Dally optó por no decir de dónde era.cia las variedades del brutalismo americano. De hecho, los americanos parecían irritarle sobremanera, en especial los millonarios que últimabirse como «futuristas», pero no acababa de compartir su atracción hatizaba con Marinetti y los que le rodeaban, que empezaban a descrisiciones de pintura experimental. Tras visitar París y ver las obras de Seurat y Signac, Tancredi se había convertido al divisionismo. Simpa
Comieron al aire libre en la isla de Torcello, en un huerto de gra_nados desierto, bebieron primitivo, y Dally reparó en que se estaba fi____________________ciéndole el ceño a Venecia.nas, el cielo lavanda y verde, la ciudad boca abajo reflejada justo bajo las olas, con el corazón dominado como siempre y para siempre por ese hogar inesperado, percibió la presencia de Tancredi a su lado, frunpoco con lo que ella habría llamado fascinación. Al regresar por la tarde, navegando con el acompañamiento del tañido de las campajando en Andrea Tancredi más de lo que podía explicarse, y cuando él se dio cuenta, le devolvió una mirada fija, sin irritación, pero tam
– Mírala. Algún día la echaremos abajo y usaremos los escombros para llenar estos canales. Desmontaremos las iglesias, recuperaremos el oro, venderemos lo que quede a coleccionistas. La nueva religión será la higiene pública, cuyos templos serán las depuradoras y las plan__tas islas se tas de tratamiento de residuos. Los pecados mortales serán el cólera y la decadencia. -Ella habría respondido algo, seguramente soltado un comentario desabrido, pero él se había apresurado a añadir-: Todas esunirán por carreteras. Habrá electricidad por todas partes, el que quiera ver la luz de la luna veneciana tendrá que ir a un mu_seo. Habrá unas puertas colosales aquí, alrededor de la Laguna, para el viento, para mantener alejados tanto el siroco como el bora.
– Oh, no sé qué decirte -intervino Hunter, que había visto la irri_tación de Dally y se había colocado silenciosamente entre ambos-. Yo, si he de serte sincero, he venido aquí por los fantasmas.
– El pasado -se burló despectivo Tancredi-, San Michele.
– No exactamente. -Hunter se dio cuenta de que no sabía expli_carse.
Gracias a la misericordia ciega de Dios, como le contó a Dally unos días después, cuando iban de camino al estudio de Tancredi en Cannareggio, tras escapar de la destrucción y la guerra en lugares que ya ni siquiera recordaba con claridad, había encontrado asilo en Vene____________________ción y de tendencias suicidas más marcadas. Pero últimamente -¿era por Venecia?, ¿era por Dahlia?-, empezaba a sentirse menos incómodo como uno de los perdidos.bre de haber fracasado en su cometido, como una de esas mascotas que sólo daban mala suerte a cuantos confiaban en ellas, destinadas a acabar en una habitación barata al final de alguna calle de las afueras, indiferentes finalmente a sus propios destinos, leyendas torvas, a las que se prohibía acompañar a todos menos a los viajeros de peor reputaterránea por la que lo había llevado y esa fe fría, sin consuelo, en la ciencia y la racionalidad que había mantenido firmes en su huida a todos sus colegas refugiados, y también su propia y desolada certidumdad devastada hacía mucho tiempo, así como la contra-Ciudad subcia, sólo para toparse un día con las visiones de Tancredi y reconocer el vehículo futurista que le había puesto a salvo sacándolo de la ciu
Así que Dally pensó que tenía que echar un vistazo.
Las pinturas de Tancredi eran como explosiones. Prefería la pale_ta de fuego y explosión. Trabajaba rápido. Estudios preliminares para una máquina infernal.
– ¿Funcionaría de verdad? -quiso saber Dally.
– Claro -respondió Tancredi con cierta impaciencia.
– Es una especie de experto en máquinas infernales -comentó Hunter.
Pero Tancredi mostraba una curiosa reticencia a hablar de lo que ese diseño haría en realidad. Qué cadena de sucesos llevarían al «efecto».
– El término «infernal» no se aplica a la ligera, ni siquiera metafó____________________do lealtad como a una amada patria.prender que el Infierno es real y que en el ordenado mundo de la superficie se mueve un ejército silencioso de agentes que le han juraricamente. Uno tiene que empezar por aceptar el Infierno, por com
Dally asintió.
– Los cristianos hablan así.
– Ya, los renacidos. Siempre con nosotros. Pero ¿qué pasa con los que han vuelto a morir y han ido al Infierno desde un estado de muer_te normal, imaginando que lo peor ya ha pasado y que ahora ya nada puede aterrorizarlos?
– Estás hablando de un dispositivo explosivo, vero?
– No en Venecia, nunca. El fuego aquí sería una locura suicida. No traería jamás el fuego. Pero sí el Infierno en un pequeño espacio limitado.
– Y… eso sería…
Tancredi se rió sombríamente.
– Eres americana, crees que tienes que saberlo todo. Otros preferi____________________diría tos en el mundo cotidiano de abajo… Pero el espacio finito se expansuelve los problemas desde su oficina celestial, corrigiendo los defecrían no saberlo. Algunos definen el Infierno como la ausencia de Dios, y es lo mínimo que podemos esperar de la máquina infernal, que los burgueses se vean despojados de lo que más les sostiene, del que rerápidamente. Para revelar el futuro, debemos dejar de lado la inercia de la pintura. La pintura quiere quedarse tal como es. Nosotros deseamos la transformación. Así que esto no es tanto una pintura cuan_to un argumento dialéctico.
– ¿Sabes de qué está hablando? -le preguntó Dally a Hunter.
El alzó las cejas, ladeó la cabeza como si pensara.
– A veces.
Aquello acabó recordándole un poco a Merle y su fraternidad de inventores locos, cuyas discusiones escolares sobre los misterios de la ciencia la acompañaban hasta las puertas del sueño en lugar de las canciones de cuna.
– Tiene que ver con el Tiempo, claro -dijo Tancredi enfadado, con el ceño fruncido y excitado sin quererlo ante la posibilidad de que ella hubiera reflexionado por su cuenta sobre la cuestión-, cuanto imagi__trar tanto de ese tránsito como podamos, dada lanamos real, sea vivo o inerte, pensado o alucinado, está en trance de transformarse en otra cosa, del pasado al Futuro, y nuestro reto es mos detestable inmovilidad de la pintura. Por eso…-Pasó el pulgar por un pincel cargado de ama____________________gar a ser…, en elleta de manganeso; el trecho de lienzo que recibió los colores pareció iluminarse como un pastel de cumpleaños, y antes de que se secara se había lanzado sobre él con un pincel fino hasta lo imposible, de no más de un par de cerdas, clavando diminutos puntos entre los más grandes-. Las energías del movimiento, las tiranías gramáticas del lleguida por otra pincelada de bermellón escarlata y una tercera de viorillo de oropimento, lanzó una salpicadura controlada a su lienzo, se divisionismo descubrimos cómo quebrarlas en sus fre__lidad…cuencias constituyentes…, definimos el elemento más pequeño de la imagen, un punto de color que se vuelve la unidad básica de la rea
– No es Seurat -le pareció a Hunter-, no hay ni rastro de aquella fría calma estática, de algún modo has conseguido que los puntos se comporten dinámicamente, conjuntos violentos de estados de energía, movimiento browniano…
Y, de hecho, la siguiente vez que visitó a Tancredi, Dally pensó que veía emerger del campo resplandeciente de partículas, como torres entre la foschetta, una ciudad, una contra-Venecia, la realidad casi previsual que subyacía detrás de lo que los demás convenían en definir como «Venecia».
– A diferencia de Marinetti y su círculo -confesó Tancredi-, amo de verdad el viejo pueblucho. -La condujo hasta una pila de lienzos en una esquina que ella no había visto todavía. Eran todos nocturnos, sa_turados de bruma-. En Venecia tenemos un par de miles de palabras para la niebla (nebbia, nebbietta, foschia, caligo, sfumato), y la velocidad del sonido, siendo una función de la densidad, es distinta en cada una. En Venecia, el espacio y el tiempo, que dependen más del oído que de la vista, están modulados por la niebla. Así que ésta es una secuencia relacionada. La Velocita del Suono. ¿Qué estás pensando?
Era su primera visita sin Hunter. Lo que estaba pensando era que ojalá la besara Tancredi, y pronto.
– Huele como una curtiduría -le pareció a Kit.
– Tal vez…, porque Gotinga una curtiduría es -señaló Gottlob.
– Sobre todo el departamento de matemáticas -añadió Humfried-. Acuérdate: aquí conservan el cerebro de Gauss. Al fin y al cabo, ¿qué es el córtex de un cerebro sino un trozo más de piel animal? Ja? En Gotinga escabecharán el tuyo, lo teñirán, lo tratarán para darle una forma diferente, impermeable al viento, a la descomposición carnal, a los insultos menores, tanto físicos como sociales. Una capa de inmor__pió y se quedó boquiabierto mirando a la puerta-,talidad…, un futuro perseguido en tiempo presente…-Se interrum Heiliger Bimbam!
– Vaya, Humfried, se te va a caer el monóculo.
– Es ella, ¡ella!
– Bueno, sí, puede que muy «à la mode», con esa montura de ca_rey, pero…
– No hablaba de las gafitas, idiota -dijo Gottlob-. Se refiere a nues_tra «Kovalevskaia de Goringa», que, por improbable que parezca, acaba de dar con este pantano de degeneración nuestro. Si alguna vez te senta__tecimientos.ras de cara a la puerta, te perderías menos de estos maravillosos acon
– Mírala, tan serena como un cisne.
– Impresiona, ¿eh?
– Ni siquiera en Rusia se dan mujeres así.
– ¿Es rusa?
– Ese es el rumor que corre por ahí.
– Esos ojos…
– Esas piernas.
– ¿Cómo podéis saberlo?
– Gafas de rayos de Roentgen, natürlich.
– Esas curvas son continuas en todas partes, pero en ningún sitio diferenciables -suspiró Humfried-. Noli me tangere, ya lo sabéis. So_metida a criterios superiores, como una función de una variable compleja.
– Ella es compleja, sí, eso sí -dijo Gottlob.
– Y variable.
Los chicos se rieron a carcajadas, tan fuertes y pueriles que a cual__ta pérdida de confianza. Pero no a la belleza dueña de sí misma que ahora se aproximaba. Ni aunque la miraran fijamente sin disimulo -con más asombro, ni que decir tiene, que indignación-, Yashmeen Halfcourt dejó de deslizarse, a través del humo turco y de los vapores de la cerveza, directamente hacia ellos, sin que hubiera en su porte el menor indicio de que fuera a ponerse a bailar, con pareja o sin ella, una polca. ¡Y ese sombrero! Las tocas de terciopelo cubiertas siempre habían sido la perdición de Kit.quier mujer joven de la época se le habría perdonado al menos cier
– Es formidable que la conozcas tan bien… ¡vaya!, ¿serías tan ama_ble de presentarme?
En medio de un gran crujido y revuelo de mobiliario de cerve_cería, los acompañantes de Kit se desvanecieron rápidamente.
– Convergiendo hacia cero -murmuró él-, menuda sorpresa… Buenas noches, señorita, ¿estaba buscando a uno de esos chicos que de repente ya no están?
Ella se sentó, lo miró. Los ojos orientales, la tensión de cuyos pár__lidez y el análisis, ciertamente prometían mal de amores.pados inferiores había encontrado un equilibrio perfecto entre la ca
– Usted no es inglés. -Su voz sonó inesperadamente un poco chirriante.
– Americano.
– ¿Y eso que lleva es un revólver?
– ¿Esto? No, es lo que llaman ¿Hausknochen? Sirve para entrar des____________________dos-. Por aquí todo el mundo lleva una.gresión de la escala normal, más allá de todos los parámetros del gusto, había provocado incomodidad incluso en los espíritus más comedide la calle y subir por la escalera. -Sacó una llave gigantesca cuya trans
– No todo el mundo. A mí sólo me han dado esto. -Sostuvo en alto e hizo tintinear un aro plateado con un pequeño par de llavines-. Femenino, ¿verdad? Esto además de, claro, una larga serie de señas y contraseñas que ni siquiera puedo usar, pues se me acompaña sin pie__ciones?dad. ¿Cómo se espera que nadie demuestre la hipótesis de Riemann cuando pierde la mitad del tiempo saliendo y entrando de habita
– Otra de las zetamaniacas, ¿eh? Estáis viniendo a montones a la ciu__linas, y demás.dad, es como una mina de plata en Colorado, fama eterna en sus co
Yashmeen se encendió un cigarrillo austriaco, lo apretó entre los dientes y sonrió.
– ¿Dónde has estado? Esto ha sucedido por todas partes, desde que Hadamard, o Poussin, si quieres, demostró el Teorema de los Números Primos. La primera pepita del suelo, como dirías tú. ¿Es el problema lo que te molesta o los que intentamos resolverlo?
– Ni lo uno ni lo otro, lo considero una búsqueda honorable, sólo un tanto obvia, nada más.
– No seas condescendiente conmigo. -Ella esperó una queja, pero él se limitó a sonreír-. ¿«Obvia»?
Kit se encogió de hombros.
– Podría enseñarte.
– Oh, por favor, hazlo. Y, ya que estamos, también podrías ense_ñarme cómo funciona tu Hausknochen…
Supuso que oía cosas raras, pero al poco, tras haber salido por la puerta sin mayores contratiempos, caminar por la calle y subir las es_caleras, ahí estaban, en su habitación, con dos botellas de cerveza que él había encontrado en la moderna Kühlbox. Se sentó un momento a asimilar la imagen de ella, y al momento aventuró:
– Me han dicho que eres famosa o algo así.
– En Gotinga las mujeres forman un subconjunto un tanto ase_diado. -Miró alrededor-, ¿Y qué haces tú por aquí otra vez?
– Beber cerveza, vivir de mi asignación, lo habitual.
– Te tomé por un matemático.
– Bueno…, puede que no sea de los de tu clase…
– ¿Ah, no? Venga, no te hagas el listillo.
– Muy bien, te lo explicaré. -Se irguió, se limpió una imaginaria espuma de cerveza del bigote casi maduro y, esperando que ella de__culpa-, Soy una especie de, umm… ¿vectorista?sapareciera casi tan rápido como la espuma, hizo una mueca de dis
A pesar de la sombra de un inminente encogimiento de hombros, ella le sorprendió con una sonrisa que, pese a su semejanza con las son_risas que uno dedica a los enfermos, petrificó las extremidades de Kit. Es decir, una sonrisa con todas las de la ley.
– ¿Enseñan vectores en América? Me asombra.
– Nada que ver con lo que ofrecen aquí.
– ¿No deberías estar ahora en Inglaterra? -le preguntó como a un niño travieso del que se espera que, dentro de un rato, se vuelva aún más travieso.
– Allí no hay más que Cuaterniones.
– Oh, no, por favor, las Guerras Cuaternionas otra vez o no. Eso también se está difuminando en la historia, por no decir en el folclore… ¿Por qué seguís con eso?
– Ellos creen, los cuaternionistas, que Hamilton no descubrió el sis_tema sino que más bien lo recibió de algún lugar del más allá… ¿Algo parecido a los mormones, sólo que distinto?
Ella no sabía hasta qué punto estaba hablando en serio, pero al cabo de un tiempo prudencial dio unos pasos y se le acercó.
– Discúlpeme, señor Traverse, pero se trata de un sistema vecto__lizar lo que a todas luces son incapaces de entender comorial, algo para ingenieros, para ayudar a los pobres imbéciles a visua verdaderas matemáticas.
– Como tu problema de Riemann.
– Die Nullstellen der Funktion -lo dijo como otra chica habría dicho «París» o «Richard Harding Davis», pero también con una en____________________to y largo.derloin, se había topado con nada tan apasionado como esa elástica nuca y esa cara erguida. Con un cuello tan excepcionalmente esbeltonación que advertía que aunque ella poseyera un activo sentido del humor, éste no se extendía a Riemann. Pocas veces, o ninguna, durante aquellos años recorriendo el camino Nueva York-New Haven de ida y vuelta, de chicas de alta sociedad a ninfas del Ten
– Siento mucho tener que decírtelo, pero no es tan difícil de demostrar.
– Ya, una demostración vectorista, sin duda. Y sólo un exceso de hu_mildad te ha impedido publicarla.
Rebuscó entre el desorden doméstico un trozo de papel en el que quedara algún espacio en blanco.
– La verdad es que he estado buscando una forma no de resolver el problema de Riemann sino de aplicar la función t, a situaciones vec__riales como si fuera aplicable en el conjunto de números complejos e investigando sus propiedades y demás, empezando con sistemas de vectores en las dimensiones de números primos, los conocidos dos y tres, claro, pero también cinco, siete, once y demás.toriales, por ejemplo tomando un conjunto de posibilidades vecto
– Sólo primos. Saltando la cuarta dimensión, entonces.
– Saltando cuatro, lo siento. Me cuesta imaginar un número me_nos interesante.
– A menos que estés…
– ¿Qué?
– Lo siento. Sólo pensaba en voz alta. -Ya.
¿Estaba coqueteando con él esta chica asombrosa? ¿Por qué le costaba tanto saberlo con certeza?
– Muerto para revelarlo, me temo.
– ¿De verdad?
– Bueno…
Y así fue como Kit oyó hablar por primera vez del CRETINO de Londres, y del fantasmagórico culto neopitagórico de la tetralatría o adoración del número cuatro, que últimamente era el no va más en ciertos círculos europeos, «por no mencionar las elipses y las hipér____________________fesor Johann K.E Zöllner y de otros, gozaba de cierto predicamento, «por no decir "predicación"», comentó Yashmeen.NO. Esos días, entre los inclinados al estudio de lo místico, la cuarta dimensión, debido a la obras del señor C. Howard Hinton, del Proboles», vagamente aliados, a modo de corresponsales, con el CRETI
– Muy bien. Aquí tienes la demostración de Riemann… -La ano_tó, de un tirón, apenas una docena de líneas-. Sin incluir todas las transiciones obvias, claro…
– Claro. Sí que tiene una pinta excéntrica. ¿Me dices otra vez qué son estos triángulos boca abajo?
De repente se oyó un horroroso traqueteo y golpeteo metálico procedente de la entrada de la calle, acompañado, desde debajo de la ventana, por una vulgar canción de bebedores de cerveza sordos al tono. Ella miró fijamente a Kit, apretando los labios, asintiendo enfá_ticamente con la cabeza.
– Así que todo ha sido una trampa. ¿Verdad que sí? Sí. Una mise_rable trampa.
– ¿Qué?
– Prepararlo para que tus amiguitos cerveceros se presentaran justo cuando estaba a punto de descubrir la falacia chillona y obvia de esta… «demostración» tuya.
– Sólo son Humfried y algunos amigos, intentando meter una Hausknocheti en la cerradura. Si quieres esconderte, te recomiendo ese armario, el de ahí.
– Es que… ¿viven aquí?
– Aquí no, pero ninguno de ellos vive a más de un par o tres de manzanas. ¿O es que los seguidores de Riemann decís «a un par de in_tervalos métricos»?
– Pero ¿por qué usa tu amigo su llave…?
– Lo cierto es que resulta que todas las Hausknochen encajan bas_tante bien en todas las cerraduras.
– Por tanto…
– La vida social es impredecible.
Ella negó con la cabeza y clavó la mirada en el suelo.
– Auf wiedersehen, Herr Professor Traverse.
Por error, la puerta que escogió para salir no era la trasera, aunque lo parecía y, por su vaivén, pesaba casi igual, es más, parecía localiza____________________que cumplía funciones similares.cho, para empezar, ni siquiera era una puerta, sino algo diseñado para permitir que el cerebro humano lo interpretara como una puerta porda en la misma zona de las habitaciones de Kit que la puerta trasera, pero pese a todo, extrañamente, no lo era. ¿Cómo podía ser? De he
Al otro lado de la misma, se encontró en la calle, en la esquina de PrinzenstraBe con WeenderstraBe, conocida por los matemáticos de aquí como el punto de origen del sistema de coordenadas de la ciudad de Gotinga. «Vuelta al cero», murmuró para sí. «Empezar de nuevo.» No le pareció que ese tipo de excursión se saliera de lo normal; ya había pasado antes y una vez se cercioró de que era inofensiva, ha_bía sido capaz de no hacerle caso y seguir adelante con sus cosas. No resultaba más perturbador que despertarse de un sueño lúcido.
En el espacio cotidiano, Kit, tras observar que Yashmeen aparen____________________viales que fueran.ramente se les veía por separado, pues los impulsaba una fascinación compartida por los detalles de las vidas ajenas, sin importarles lo tribrarse antes de que, tras subir las escaleras, irrumpieran ruidosamente en la habitación Humfried y su criatura, Gottlob. Lo cierto es que ratemente atravesaba una pared sólida, apenas tuvo tiempo de asom
– Muy bien, ¿dónde está ella?
– ¿Dónde está quién y, hablando de dónde, Gottlob, dónde están los veinte marcos que me debes?
– Ach, der Pistolenheld! -gritó Gottlob, intentando ocultarse detrás de Humfried que, para variar, andaba buscando algo que comer.
– No, no, Gottlob, contrólate, no va a dispararte aquí, a ver, vea_mos esta interesante salchicha…-De la que se comió la mitad al instante y luego ofreció el resto a Gottlob, que negó vigorosamente con la cabeza.
Humfried llevaba un tiempo obsesionado con cierta relación que creía ver entre las funciones automórficas y el Haz Anarmónico, o, como él prefería decir, das Nichtharmonischestrahlenbündel, aunque ha_bía decidido escribir todos sus artículos en latín, algo que nadie hacía desde Euler.
Por su parte, Gottlob había venido a Gotinga desde Berlín para estudiar con Felix Klein, después de que éste publicara su magistral Mathematical Theory of the Top (1897), abordada mediante funciones de una variable compleja, y también para escapar de la siniestra in_fluencia del difunto Leopold Kronecker, los guardianes de cuya llama contemplaban el dominio de los complejos con suspicacia, por no decir absoluta aversión; pero lo cierto es que en Gotinga se encon__pital, por no decir en el mundo entero. Se sabía que kroneckeritas fundamentalistas se lanzaban en incursiones periódicas sobre Gotinga, de las que no todos regresaban.tró con una variedad enana de la misma disputa monumental entre Kronecker y Cantor que entonces se libraba violentamente en la ca
– Ach, der Kronecker! -gritó Gottlob-, en cuanto salía a la calle, los perros rabiosos huían a la carrera o, sabiendo lo que les convenía, recuperaban la cordura al instante. Sólo medía metro y medio, pero tenía la fuerza excepcional de los poseídos. Cada vez que aparecía, uno podía dar por sentado que vendrían semanas de pánico.
– Pero… la gente dice que era muy sociable y extrovertido -dijo Kit.
– Tal vez, tratándose de un fanático loco que creía que «los enteros positivos son obra de Dios, y todo lo demás del hombre». Ni que de_cir tiene: es una guerra religiosa. Kronecker no creía en pi ni en la raíz cuadrada de menos uno…
– Ni siquiera creía en la raíz cuadrada de más dos -dijo Humfried.
– Frente a eso, Cantor con su Kontinuum, profesando una creencia igual de intensa en esas mismas regiones, infinitamente divisibles, que se extienden entre los números enteros, aquellos que acaparaban toda la devoción de Kronecker.
– Y eso es lo que ha estado llevando una y otra vez a Cantor de vuelta a la Nervenklinik -añadió Humfried-, aunque sólo se preocu_paba por los segmentos de línea. Pero aquí, en el espacio y tiempo tetradimensional del Doctor Minkowski, dentro del más diminuto «intervalo», tan pequeño como quieras, dentro de cada diminuto hipervolumen de Kontinuum, debe de haber siempre un número infi__dos. ¡Universos!nito de otros puntos, y si definimos un «mundo» como un conjunto muy grande y finito de puntos, entonces debe de haber muchos mun
De hecho, se rumoreaba que un culto cantoriano místico de lo muy insignificante, es más, tan insignificante que desaparecía, por siem__nía semanalmente en Der Finsterzwerg, una cervecería al otro lado de las antiguas murallas de la ciudad, cerca de la estación de tren.pre pretendiendo escapar a un mundo epsilónico sin límites, se reu
– Una especie de Sociedad Geográfica para la exploración ilimi_tada de las regiones que bordean el Cero…
Kit no tardó en descubrir que en Gotinga abundaban este tipo de excentricidades. Las discusiones se alargaban hasta bien entrada la ma__gúndrugada, el insomnio era la norma, aunque si alguien deseaba dormir por alguna razón, siempre quedaba el hidrato de doral, que contaba con su propio círculo de devotos. Veía a Yashmeen de vez en cuando, habitualmente a través de las profundidades enrarecidas de humo de al Kneipe de mala fama a orillas del río, pero raramente hablaban. Una noche caminaba por casualidad por el paseo sobre las viejas for_tificaciones y, cerca de la estatua en la que Gauss le hacía a Weber un comentario petrificado para siempre en las páginas del silencio, la encontró asomada sobre las tejas rojas de la ciudad, en el instante en que las luces se encendían.
– ¿Cómo está esa vieja función Zeta?
– ¿Te divierte algo, Kit?
– Cada vez que veo una de esas Zetas pienso en una cobra alzán_dose sobre su cola, hipnotizada por un encantador de serpientes, ¿no te habías fijado?
– ¿Ésas son las reflexiones en las que ocupas tu tiempo?
– Déjame decirlo de otro modo. Cada vez que veo una, pienso en ti. En la parte del «encantador», en cualquier caso.
– ¡Ag! Todavía más trivial. ¿Es que ninguno de vosotros es capaz de ver más allá de estas paredes? Hay una crisis ahí fuera. -Frunció el ceño al resplandor anaranjado del sol que acababa de desvanecerse, mientras el humo se elevaba de cientos de chimeneas-, Y Gotinga no está más a salvo que en la época de Riemann, durante la guerra con Prusia. La crisis política en Europa se proyecta sobre la crisis en las matemáticas. Funciones de Weierstrass, Continuo de Cantor, la capa____________________ta y riesgo.co de ilusionista. Las conexiones están ahí, Kit, ocultas y venenosas. Los que debemos movernos entre ellas lo hacemos por nuestra cuendo, entre las naciones, como en el ajedrez, el suicidio era ilegal. En el pasado, entre los matemáticos, «el infinito» era poco más que un trucidad igualmente inagotable de Russell para hacer daño…, en el pasa
– Anda -dijo Kit-, deja que un tipo trivial te invite a una cerveza.
Ese invierno, en San Petersburgo, los soldados del Palacio de In____________________bía desviado Su atención a otros lares.mana en el Asia Interior. Si Dios no se había olvidado de Rusia, sí hamanas del resto del mundo y, como la gente fue entendiendo poco a poco, detuvo el curso de la historia. En diciembre, el Ejército derrotó otro levantamiento importante. En el Este se peleaba a lo largo de las líneas ferroviarias, había bandidaje, al poco estalló una rebelión musulbastopol. Hubo disturbios callejeros en Moscú. Las Centurias Negras llevaron a cabo pogromos contra los judíos. Los japoneses ganaron la guerra en Oriente, aniquilando por completo la Flota del Báltico, que acababa de dar media vuelta al mundo para intentar levantar el asedio de Port Arthur. En otoño, una huelga general aisló al país durante setaban con respeto e inocencia. Hubo cientos de heridos y muertos. En Moscú fue asesinado el Gran Duque Serguéi. Siguieron más huelgas y enfrentamientos, a la par que insurrecciones campesinas y militares, hasta entrado el verano. La Armada se amotinó en Kronstadt y Sevierno dispararon a miles de huelguistas desarmados que se manifes
Para el resto de Europa, el año que siguió sería recordado como el año de los rusos, que andaban por todas partes, huyendo en un exi_lio masivo mientras la Revolución desmoronaba todo a su paso; si se quedaban, sólo les aguardaba la Fortaleza de Pedro y Pablo y, tarde o temprano, la muerte. ¿Quién habría imaginado que el Zar tenía tantos enemigos?
Kit había empezado a fijarse en los rusos en la WeenderstraBe. Yashmeen estaba convencida de que habían ido a la ciudad a espiarla a ella. Procuraban pasar inadvertidos, pero ciertos matices elocuentes -sombreros de piel, enormes barbas descuidadas, una inclinación en las calles a dejarse caer y empezar a bailar el kazatski con música que sólo ellos oían- los delataban.
– Dime, Yash, ¿qué pasa con todos estos rusos?
– Procuro no tomármelo personalmente. Mis padres eran rusos. Cuando vivíamos en la frontera, mi familia y yo fuimos capturados en una incursión y nos vendieron como esclavos. Más tarde, el Mayor Halfcourt me encontró en un bazar en Waziristán y se convirtió en mi segundo padre.
Sin sentirse tan sorprendido como debería, Kit preguntó:
– ¿Y todavía anda por ahí?
– No tengo ni idea de qué se trae entre manos, pero tiene la sufi_ciente importancia política como para que alguien crea que puede utilizarme.
– ¿Os mantenéis en contacto?
– Tenemos nuestros propios medios, que salvan la distancia y el tiempo.
– Telepatía o algo así.
Ella frunció el ceño.
– A lo mejor te crees que soy una niña con Éter entre las orejas, fácilmente influenciable por las creencias del CRETINO.
– Mierda, Yash, acabas de leerme el pensamiento -comentario que, esperaba, fuera un guiño lo bastante evidente como para que ella no se lo tomara a mal, pues sus imprevisibles ataques de rabia, aunque di_vertidos, seguían consternándolo un tanto.
Ella jugueteaba con su cabello tan trascendentalmente interesante como siempre, gesto que era una señal de peligro a la vista.
– Incluso con la Revolución, llegan noticias. Pese a los miles de kilómetros, la multitud de lenguas, los testigos poco fiables, la desin__dente, incluso el Ministerio de la Guerra reconoce que en conjunto es mejor «info» que la suya propia.formación deliberada y todo lo demás, encuentran el modo de llegar a la gente del CRETINO en Chunxton Crescent, y lo que sale de sus oficinas puede ser digno de confianza con una frecuencia sorpren
– Si puedo hacer algo, sólo tienes que decirlo.
Le miró fijamente.
– En este mundo de por aquí, tengo reputación de ser «mi propia dueña»…, pero también soy, siempre…, suya. Mi otra familia ha vivi____________________ros recuerdos no empiezan hasta el momento en que él me vio por primera vez en el mercado… Yo era un alma empalada, justo en el vértice entre niña y jovencita, un vértice que sentía, literalmente, como si me penetrara, como si me biseccionara… Espero que eso no sea un rubor, Kit.lor aquí, en el pecho, el dolor de la cruel incompletud. Mis verdadedo destinos que no puedo ni imaginar. Sólo en sueños los atisbo, en momentos tan fugaces, tan tenues, que después siento un intenso do
Bueno, era algo parecido, pero más fruto de la perplejidad que del deseo. Hoy ella lucía una moneda antigua, perforada y colgada con sencillez de una cadena de plata fina alrededor de su cuello siempre fascinante…
– Es un dírham afgano, de la primera época del Imperio Gaznávida. Me lo regaló él, para que me diera suerte. -A lo largo de los nueve o diez siglos que llevaba circulando, los ladrones habían mor____________________jaría irse así como así, sólo con esas palabras, sin esperar ningún favor a cambio.co. -Lo dijo con los ojos bailando en el lujo de creerse que él la deta, Kit. Si pasa algo, no dudes de que te pediré consejo. Te lo agradezblema externo de una historia oculta de agresión y persistencia, la verdadera historia de aquella región y tal vez también de esta joven, en esta vida y quién sabía en cuántas anteriores-, Gracias por la oferdisqueado y desgastado la plata de todo el borde exterior, pero el círculo interno sobrevivía, cubierto de escritura antigua. Era el em
Él lo devoró todo como un helado de cucurucho de parque de atracciones, aunque tuviera que fingir indiferencia. Uno no encon__bían flirtear así. Esto es el mundo, reflexionó Kit; y un par de noches más tarde, a eso de las tres de la madrugada, como un azote más de la vara de bambú:traba cosas como ésa en New Haven. Ni siquiera en Nueva York sa Ella es el mundo.
Mientras tanto, Yashmeen, que siempre afinaba cuando se trataba de despreciar lo trivial, había empezado a salir con un acaudalado magnate del café llamado Günther von Quassel. En su primera cita, Günther, un devoto del no universalmente respetado Ludwig Boltzmann, había intentado explicarle el problema de Riemann mediante la mecánica estadística.
– A ver, dime, por favor, si n se hace infinitamente grande, ¿cuál es el «N-ésimo número primo?
Un suspiro, pero no de deseo.
– Su valor, como cualquier niño que vaya a la escuela y esté remo_tamente familiarizado con el Teorema de los Números Primos sabe, se aproxima a n logaritmo de n.
– Bien. Así que mirando la entropía de un sistema…
– Parece una especie de palabra de…, de máquina de vapor, ¿no? ¿Soy una mecánica de calderas, Günni?
– Con la excepción de las constantes habituales -siguió hablando él mientras escribía-, se podría expresar la entropía como… la suma de p(Ek) veces el logaritmo de p(Ek). ¿Todo correcto hasta ahora?
– Claro, pero eso sólo son estadísticas. ¿Cuándo llegamos a las ma_temáticas?
– Ach, díe Zetamanie…, ¿es que tu Teorema de los Números Pri_mos no es estadístico?
Pero ella miraba lo que él acababa de garabatear, los dos algo lo_garitmo de algo.
– ¿Esta Ek…?
– La energía de un sistema dado; la k se utiliza para indexar cuando hay más de uno, y suele haberlo.
– ¿Y hay locos en tu familia, Günther?
– ¿No te parece raro que el N-ésimo número primo para una N muy grande pueda expresarse como una medida del caos en un sis_tema físico?
Nada de lo cual impidió que Yashmeen siguiera manteniendo la relación.
– Del mismo modo que un crimen -señaló Humfried-, a menu____________________tas, por no decir subir y bajar escaleras, mientras se habla sin parar y, en días propicios, se grita.cia no es más que un pretexto para el planteamiento y la resolución de un enigma narrativo, en esta ciudad el amor con frecuencia sólo se busca como poco más que un pretexto para entrar y salir por puerdo del tipo más grave, cometido en una novela policiaca, con frecuen
Un día Yashmeen oyó a hurtadillas a Günther confesarle a su ami_go íntimo Heinrich:
– Sólo hay una chica en esta ciudad a la que he querido besar. -Se trataba de una charla de estudiantes de doctorado, desde luego, aun____________________variando en el intento.ticas para besar la estatua de la pequeña cuidadora de gansos que había en la fuente de la plaza del Rathaus, empapándote y, con suerte, desque Yashmeen, en su obsesión riemanniana, parecía no estar al tanto de la tradición de Gotinga que exigía tener un doctorado en matemá
Yashmeen adquirió experiencia.
– ¿Quién es esa persona? -preguntó a Heinrich, que creyó que ella se estaba burlando.
– Lo único que sé es que ella espera todos los días cerca del Rathaus. -¿A quién? A Günther no, ¿verdad? Heinrich se encogió de hombros. -¿Se mencionaron gansos? -¿Gansos de verdad o estudiantes universitarios? Y así ella empezó a irrumpir en la Platz, por donde merodeaba amenazadoramente. Durante días. Günther aparecía por ahí o no apa____________________ña estatua. Un día oyó que él cantaba:te, ella no le prestó mucha atención a la fuente cercana ni a la pequerecía, pero nunca en compañía de ninguna posible rival. Naturalmen
Su idea del pudor
seguramente no es la de Cantor.
Tampoco sabe decir en voz baja
los axiomas de Zermelo,
la han besado genios a montones,
frobeniuses aficionados,
uno tras otro, en sucesión de fanfarrones,
brillantes como Poincaré,
y… aunque a ella
puede que no le importe Cauchy más que Riemann,
nosotros sólo podemos seguir soñando… Que
llegue pronto el día en que, Whittaker y Watson
mediante, convergencias repentinas, milagros inesperados,
bailes epsilónicos, y azares pequeños pero finitos, den paso al amor…
Preocupados por la estabilidad mental de Yashmeen, todos se sin_tieron obligados a dar su opinión, incluido Kit.
– Yash, anda, olvídate de ese listillo, no es para ti. Quiero decir, qué más da que sea alto, musculoso, incluso que tenga esa extraña pinta de alemán que algunos consideran presentable…
– Se te ha olvidado decir inteligente, divertido, romántico…
– Pero ¿no ves que te mueve tu memoria racial? -afirmó indigna_do Humfried-: has salido por ahí a buscar un huno.
– ¿Me estás diciendo que quiero que me invadan y conquisten, Humfried?
– ¿He dicho yo eso?
– Pues bueno…, supongo que sí, lo que pasa es que, uno, no es asunto de ninguno de vosotros; dos, ¿tengo que pedir perdón por lo que siento?; dos punto uno…
– Yash, has dado en el clavo -asintió Kit-, sólo somos jinetes noc_turnos perdidos en un sendero flanqueado por postes, amargándonos la vida. Deberían dispararnos, apuntarnos al menos.
– Puede que Günther sea todo lo que dices y más, pero hasta que no vivas las emociones como lo hacen las mujeres, no encontrarás más que problemas y obstáculos en tus relaciones con nosotras.
– Creo que podría lloriquear un poco, ¿serviría de algo?
Yashmeen casi había salido por la puerta, frunciendo el ceño por encima del hombro como reproche, cuando he aquí que, salvando con atléticos saltos los peldaños de la escalera, subía el Adonis en discu_sión, sí, Günther von Quassel en persona, blandiendo una Hausknochen en gesto amenazante, acercándose, a medida que las escaleras lo lleva_ban al límite superior, a un nivel comparable de rabia bruta.
– A ver, Günni -lo saludó-, no vas a matar a Kit, ¿verdad que no?
– ¿Qué está haciendo éste aquí?
– Yo vivo aquí, salchicha descomunal.
– Oh. Ja. Eso es verdad. -Pensó un momento-. Pero Fräulein Yashmeen… no vive aquí.
– Vaya, Günther, eso es muy interesante.
Günther lo miró durante lo que cualquiera salvo los eróticamente enamorados habrían considerado demasiado tiempo. Mientras tanto, Yashmeen, juguetona como raras veces la había visto Kit, no paraba de quitarle de la cabeza la gorra de la sociedad de duelos a Günther y simular que se la tiraba escaleras abajo. Y cada vez él tardaba varios segundos en reaccionar a la travesura, aunque lo hacía con tanta brus_quedad como si acabara de suceder. De hecho, según Humfried, discípulo del Profesor Minkowski, debería ser evidente para todos que Günther habitaba su propio «marco de referencia» idiomático, en el que las dis__que no esenciales.crepancias de tiempo como ésta eran características importantes, aun
– El no está «aquí» -explicó Humfried-, no del todo. Está ligera_mente… en otra parte. Y es así hasta el punto de que supone ciertos inconvenientes para cualquiera que aprecie su compañía.
– ¿Ah, sí?, pues no deben de ser muchos.
– Oh, todos sois unos antipáticos -dijo Yashmeen.
Mientras tanto, Günther insistía en que la presencia allí de Yash_meen implicaba una cuestión de honor.
– Obviamente, ahora tenemos que librar un duelo.
– ¿Por qué?
– Usted me ha insultado, ha insultado a mi prometida…
– Esto, ¿Günni?
– Ja, Liebchen?
– No soy tu prometida, ¿te acuerdas? ¿Te acuerdas de que ya lo habíamos hablado?
– Egal was, meine Schatze!… Mientras tanto, al señor Traverse, como parte retada, le corresponde la elección de armas; qué suerte haber pro_vocado la disputa aquí, en la capital de los duelos de Alemania. A mi disposición, y a la suya, tenemos pares a juego de Schläger, Krummsabel, Korbrapier, incluso, si ése es su vicio, la épée, un arma que, aunque no está a la altura de los estándares alemanes, me han contado que vive una edad de oro ahora en Inglaterra…
– En realidad -dijo Kit-, estaba pensando más bien en algo así como, quizás… ¿pistolas? Resulta que tengo un par de Colt de seis dis_paros que podemos usar, pero en cuanto a lo de que sean «a juego», bueno…
– ¡Pistolas! Oh, no, no, mi impulsivo y violento señor Traverse, aquí no hacemos duelos a muerte, ¡no! Aunque por descontado desea_mos mantener inmaculado el honor de la Verbitidung, el anhelo más profundo de cada uno de nosotros es inscribir su marca en la cara del otro, de manera que un hombre lleve a la vista de todos la prueba de su va_lentía personal.
– ¿Es lo que se le ve en la cara, eso que parece una tilde mexicana?
– ¿Inusual, no? Más tarde resolvimos la frecuencia probable a la que debió de vibrar la hoja, el momento en que volvió a su posición de partida, las constantes elásticas, todo al más caballeresco estilo, co_sas de las que, estoy seguro, sus pistoleros americanos no tienen la menor idea. Oh, es verdad, ja, que entre nosotros se han infiltrado cier_tos maniacos desesperados que han dirimido sus diferencias acabando con cicatrices de bala reales en la cara, pero eso requiere un grado de indiferencia a la mortalidad con el que pocos nos hemos visto ben_decidos.
– ¿Está diciendo que las pistolas son demasiado peligrosas para us__nas?…, tal vez incluso ¿cobardes?ted, Günni? Cuando se trata del Honor, al menos así es en el lugar de donde yo procedo, un hombre se ve obligado a utilizar una pistola. Las armas de hoja son, no sé cómo decirlo… ¿silenciosas?, ¿mezqui
Las orejas de Günther temblaban.
– Debo entender, caballero, que usted pretende así catalogar a los alemanes como una subespecie de raza menos valiente, ¿me equivoco?
– Espere… ¿no me diga que le he insultado de nuevo? Me está re_tando… ¿por segunda vez? ¡Vaya! Eso sin duda sube las apuestas, ¿no? A ver, si se va a ofender a cada nimiedad, más vale que carguemos, seis tiros por cabeza, ¿qué le parece?
– Este cowboy -dijo Günther con voz quejumbrosa- parece desco_nocer que a los seres civilizados nos repele el hedor de la pólvora.
– Escucha, tonel de cerdo, ¿de qué va todo esto? Ya te he dicho que no iba a converger, así que nunca pasará tal cosa.
– Ya está. Otra vez. Y van tres.
– Tanto da, a medio camino se ha saltado un paso. Por no men__tió el signo un par de veces, e incluso llegó a dividir por cero, sí, lo hizo, Günni, mire, justo aquí, tiene suerte de que alguien dedicara su tiempo a leérselo a fondo…, errores estúpidos básicos…cionar que en una de sus series agrupó mal algunos términos, invir
– ¡Cuatro!
– … y en vez de tanto incordiar a la gente, debería plantearse si éste es en realidad el mejor campo de estudio para usted, si lo único que quiere es verse el careto en una postal de recuerdo.
– ¡Ahora ha insultado al Geheimrat Hilbert!
– Al menos él lleva el sombrero correcto.
Tras repetidas consultas a la biblia del duelo prusiana, un peque_ño volumen marrón conocido como el Ehrenkodex, Kit, Günther y sus padrinos se encontraron junto al río en cuanto hubo luz sufi____________________tos. De vez en cuando, alguien recobraba la conciencia y recordaba que todavía llevaba puesto suroleses, gafas de colores, zapatillas y exóticos pijamas con grabados orientales hacían cola adormilados para apostar sumas disparatadas a los corredores de apuestas que siempre rondaban estos acontecimiendo, casi como espectros curiosos. Estudiantes en bata, sombreros tigían de las brumas. Los bañistas tempraneros se acercaban parpadeanmiento, y el aire aún olía como el campo por el que había pasado. Los sauces oscilaban seductoramente. Más allá, atalayas en ruinas emerbles que almas más racionales habrían elegido celebrar de un modo menos letal. Las curtidurías todavía no funcionaban a pleno rendiciente. Era una de esas mañanas primaverales profundamente agrada Schnurrbartbinde, o protector de bigotes nocturno. Los más implicados formaron un pequeño grupo y se pu_sieron a hacerse reverencias unos a otros. Apareció un vendedor con una carreta provista de una bañera humeante llena hasta el borde de salchichas cocidas, y también llegó cerveza, tanto en barriles como en botella. Un fotógrafo plantó su trípode y su «Palmos Panoram» Zeiss para quien deseara recuerdos visuales del encuentro.
– Muy bien, dividí por cero, una vez tan sólo, mea máxima culpa, sin ninguna consecuencia en el resultado. No omití ninguno de los pasos que usted dijo. Más bien lo que pasa es que usted parece incapaz de seguir mi argumentación.
– Tonterías, Günther; mire, entre pasos, de aquí a aquí, esta fun__ta, cuando en reahdad…ción del tiempo, usted da por supuesto que es conmutativa, y se la sal
– ¿Qué?
– Sencillamente no puede dar eso por supuesto.
– Hago lo que quiero.
– No cuando esto requiere un signo menos aquí… -Y así, pese a la agitación de la multitud, que estaban cantando Auf die Mensur! des____________________dido con respecto a Yashmeen, de modo que algunos la consideraban una valiente y moderna joven, como Kovalevskaia, y otros una furcia infiel cuya misión en la vida era llevar a prometedores matemáticos a una prematura muerte en duelo, como la infame Mademoiselle du Motel había hecho con el padrino de la teoría de grupos Évariste Galois allá por 1832.nidad, que estaba al tanto de los detalles del romance, se había divitos de «Stephanie du Motel!» y silbidos maleducados, pues la comupólogo licenciado que la había venido a ver desde Berlín y que tenía la esperanza de definir aquí, entre los clubs de duelistas de Gotinga, un «grupo de control» para estudiar los significados más profundos de la inscripción fatal, sobre todo tal como se practicaba entre las tribus norteñas de las Islas Andamán; y ambos se fueron, de hecho, entre gricho se había ido mucho antes, cogida del brazo ansioso de un antrozados en otra conversación matemática, lo que pronto aburrió tanto a todos que acabaron marchándose, incluida Yashmeen, quien de hede hacía ya un buen rato, los jóvenes se encontraron de nuevo enzar
Entre los visitantes rusos de Gotinga había algunos de inclinacio__tecimientos trascendentales que se desarrollaban tan cerca. En 1906 había rusos por todas partes, corriendo y huyendo hacia el oeste, y muchos compraban ejemplares denes claramente místicas. Yashmeen los reconocía en cuanto los veía, pues se había encontrado, y a veces esquivado, a varios en Chunxton Crescent; pero aquí, más al este, no había manera de evitar los acon La cuarta dimensión, del joven Ouspenski.
Se veía con frecuencia a un individuo desarreglado, de un único nombre, vagamente oriental, yendo por ahí con Humfried y Gottlob.
– Es un buen tipo. Es un teosofoide. Es Chong. Casi como un teó_sofo, pero no del todo. Ha venido a estudiar la Cuarta Dimensión.
– ¿La qué?
– Y las demás, claro.
– ¿Las demás…?
– Dimensiones. Ya sabes, la quinta, la sexta y así sucesivamente.
– Cree que Humfried ha sido su profesor en una vida anterior -añadió Gotdob amablemente.
– Qué raro. ¿Hay educadores entre los invertebrados?
– ¡Mira por dónde! -exclamó Yashmeen-, no es un bolchevique chino, es el viejo Sidney, que me aspen si no es el viejo Kensington Sid, con algún tinte vegetal… ¡Eh, Sid! ¡Soy yo! ¡Yashmeen! ¿Cam_bridge! ¡El Profesor Renfrew! ¿Te acuerdas?
El personaje oriental le devolvió una mirada poco clara, luego, como si hubiera tomado una decisión, empezó a hablar con cierta in__lia lingüística. La mayoría de los oyentes enterados lo tomaron como un intento de distracción.tensidad en una lengua que nadie supo identificar, ni siquiera su fami
El Doctor Werfner, claro, lo había visto inmediatamente y dio por sentado que era uno de los agentes de Renfrew, algo parecido a lo que pensó Yashmeen, convencida de que había ido allí a espiarla, pues Chong parecía mostrar un interés extraordinario por los rusos que pasaban por la ciudad. Allá donde ellos buscaran a Yashmeen para ha_blar de las dimensiones transtriádicas, allá aparecía él sin falta.
– Cuatro es el primer paso más allá del espacio que conocemos -dijo Yashmeen-. El Doctor Minkowski insinúa un contínuum en____________________nos imperfecta.derar la «cuarta dimensión» como si fuera tiempo, pero es en realidad algo independiente, y el «Tiempo» tan sólo nuestra aproximación metre las tres dimensiones del espacio y la del tiempo. Podemos consi
– Pero más allá de la tercera -insistió uno de sus visitantes rusos-, ¿existen dimensiones como algo más que un capricho de algebristas? ¿Podemos acceder a ellas de algún modo distinto al mental?
– El espiritual -afirmó Gottlob. Hasta donde todos los presentes eran capaces de recordar, era la primera vez que utilizaba esa palabra.
– ¿El alma? -dijo Humfried-, ¿los ángeles?, ¿el mundo invisible?, ¿la otra vida?, ¿Dios? -Antes de acabar la enumeración había esbozado una sonrisa satisfecha-. ¿En Gotinga?
Mientras tanto, Kit había empezado a frecuentar el Instituto de Me____________________dos de golf en Long Island había conocido lator se había posado como un ave de plumaje renovado al borde de la historia. Kit no prestaba mucha atención a la aerodinámica desde su descerebrado periodo junto a Vibe, cuando en el curso de los particánica Aplicada. Desde el reciente descubrimiento de Prandd de la capa límite, las cosas se habían disparado allí, con intensas investigaciones en cuestiones como la sustentación y la resistencia, y el vuelo de mo guttie, una pelota de gu____________________lota -sobre todo cuando acaba de golpeársela desde eldo pequeños bultos por toda la superficie. Lo que no le pasó por alto, pese a que no le volvía loco el juego, tan desaforadamente practicado por tipos semejantes a Scarsdale Vibe, fue un peculiar misterio en su vuelo: la innegable elevación del corazón que se siente al ver una petapercha cuya esfera perfecta se deformaba sistemáticamente moldean tee- que de re_pente asciende bruscamente, en una negación entusiasta de la gravedad que no hace falta ser golfista para apreciar. Y había bastantes detalles sobrenaturales más en las calles de juego. Cada vez más atraído por el microcosmos que se extendía al otro lado de BürgerstraBe, Kit no tar____________________mensión sino en una eufórica línea de universo a través de la «física de cuatro dimensiones» de Minkowski.mente implicaciones para la Tierra, un esferoide de superficie grumosa a gran escala que, en su paso por el Éter, se elevaba no en la tercera ditaban estudiantes de física e ingeniería, algunos sugerían inmediataciones mantenidas en los bares que, a lo largo del Brauweg, frecuengándole su destino en el cielo. Cuando lo comentaba en las conversara en turbulencias que tenderían a arrastrar la pelota hacia abajo, nedó en comprender que la textura de la superficie de la pelota de golf constituía una forma de impedir que la capa límite se separara y caye
– ¿Qué ha pasado con el vectorismo? -se burló Yashmeen.
– Hay vectores -replicó Kit- y vectores. En el taller del Doctor Prandd, todos son sencillamente sustentación y resistencia, velocidad y demás. Pueden hacerse dibujos, del viejo espacio tridimensional de toda la vida si quieres, o sobre el Plano Complejo, si lo que te va es la Transformación de Zhukovski. Vuelos de flechas, lágrimas. En la clase de Geheimrat Klein, estábamos acostumbrados a expresar los vectores sin dibujos, puramente como una serie de coeficientes, sin relación con nada físico, ni siquiera con el espacio mismo, y a anotarlo en varias di_mensiones, según la Teoría Espectral, hasta el infinito.
– Y más allá -añadió Günther, asintiendo con seriedad.
Un día, en clase de Hilbert, ella levantó la mano. Él le hizo un guiño para que hablara.
– Herr Geheimrat…
– Con «Herr Professor» basta.
– Los ceros no triviales de la función 'C,… -Ah.
Ella temblaba. No había dormido mucho. Hilbert había visto antes ese tipo de comportamiento, sobre todo desde la entrada en el nuevo siglo, desde su muy famosa conferencia en la Soborna, supuso, en la que había enumerado los problemas más destacados de las ma_temáticas que se resolverían a lo largo del siglo que empezaba, entre ellos el de los ceros de la función t,.
– ¿Podrían estar relacionados con los valores propios de un opera_dor Hermítico que todavía no se ha determinado?
El parpadeo, como algunos dirían más tarde, se moduló en una pulsación constante.
– Una sugerencia inquietante, Fräulein Halfcourt. -Habitualmente se dirigía a ella como «hija mía»-. Pensemos por qué. -La miró aten__ros detamente, como si ella fuera una aparición que él intentara ver con más claridad-. Aparte de los valores propios, que por su naturaleza son ce alguna ecuación -soltó amablemente.
– También está esta… columna de realidad. -Más adelante ella re_cordaría que de hecho dijo «Rückgrat voti Wirkíichkeit»-. Aunque los miembros de un hermítico pueden ser complejos, los valores pro_pios son reales. Las entradas sobre la diagonal principal son reales. Los ceros de la función t, que se extienden a lo largo de la parte Real = xh son simétricos, alrededor del eje real… -Dudó. Ella lo ha_bía visto, por un instante, con toda claridad.
– Pensémoslo un poco -dijo Hilbert-. Ya hablaremos de esto más adelante.
Pero ella dejaría Gotinga poco después, y nunca tendrían ocasión de hablar de ello. Con el paso de los años, Yashmeen se iría volviendo borrosa en la memoria de Hilbert y sus palabras acabarían parecien_do las de un duende interior demasiado juguetón para expresar una proposición formal, o para que la considerara una Musa con todas las de la ley. Y la idea en sí evolucionaría para convertirse en la famosa Conjetura de Hilbert-Pólya.
Una mañana, Lew entró en el salón de desayunos de Chunxton Crescent y se encontró al Inspector de Policía Vanee Aychrome, an____________________ferían ayunar a competir con su insaciabilidad casi legítima.midos, con sandalias brillantes, procuraban evitar al Inspector, y preban con expresiones faciales místicas. Los que se habían quedado dordos, tortillas, patatas fritas, tomates fritos, gachas de avena, bizcochos, panecillos, bollitos para untar y distintos formatos de pan de molde. Acólitos embatados se deslizaban tímidamente entre las mesas y la gran cocina, con carritos, soperas y bandejas. Algunos también cargación, que incluía salchichas de imitación, arenques ahumados y salagelicalmente bañado en los primeros rayos de sol que se filtraban por las vidrieras de la cúpula superior, dando despiadada cuenta de un Desayuno Inglés Completo ajustado a la dieta pitagórica de la institu
– A uno le apetece una fritanguita a estas horas -pudo articular Aychrome entre bocados, a modo de saludo dirigido a Lew, que, son__diferencia al café.riendo sombríamente, fue a buscar un poco de café, misión imposible aun en las mejores mañanas, y ésta ya no lo era. Estos ingleses eran un pueblo con muchos misterios, pero ninguno tan peculiar como su in
– ¡Muy bien! -gritó-, ¿quién se ha llevado la maldita máquina Spong otra vez? -Y no es que importara mucho, pues el café de ahí solía saber a cualquier cosa menos a café, debido a la costumbre de esta gente de utilizar el único molinillo de la casa para preparar polvo de curry, incienso y hasta pigmentos para obras de arte incomprensibles, así que acabó, para variar, con una taza astillada llena de un té pálido y anodino y se sentó delante de Aychrome, que lo miraba con cierta fascinación. Dando por supuesto que no estaba ahí tan sólo para trans____________________nos Mayores y fue colocando las cartas sobre la mesa una por una, entre los restos de uncia de retirarse del caso del Caballero de las Bombas, Lew se sacó de un bolsillo interior una baraja de Tarot reducida a los veintidós Arcamitirle otra amable sugerencia de Scotland Yard sobre la convenien haggis vegetariano y una fuente rebosante de buñuelos de guisante, hasta que Aychrome empezó a asentir frenéti_camente y a menear un dedo que goteaba lo que Lew esperaba sólo fuera melaza.
– ¡ Ggbbmmhhgghhkkhh!
Y tanto que sí. La carta no era al fin y al cabo el número XV de Renfrew/Werfner, sino el XII, El Ahorcado, cuyos velados significa____________________ción en la Icosaedíada la ocupaba un tal Lamont Replevin, de Elflock Villa, Stuffed Edge, Herts.sonal por haber sido la primera carta «futura» que Neville y Nigel habían descubierto para él. La última vez que había mirado, su posicialmente crítica. Lew había llegado a considerarla como su carta perdos secretos siempre parecían remitirla a un área de investigación espe
Cuando por fin la boca de Aychrome pareció relativamente deso_cupada, dijo:
– Y bien, Inspector -todo lo animadamente que pudo dada la hora del día-, espero que no se trate de nada político.
– Umm -dijo como si hablara para sí-, un poco de este… kegderee, me parece…, sí, muy rico…, y por dónde anda aquel tarro de merme__que, a lada…, sí, espléndido, ciertamente. -Lew estaba pensando en dejar que el hombre saciara a solas su apetito cuando Aychrome, como si le hubiera picado un insecto, le clavó una mirada de ojos saltones, se limpió el bigote y ladró-: ¡Político! Yo diría que más bien sí, aunpoco que lo piense, todo es política, ¿verdad?
– Según el expediente, el tal Replevin es un marchante de anti_güedades.
– Sin la menor duda, salvo que hay una ficha sobre el tema de más de medio kilómetro de largo. La obra de Lombro resulta muy estimu_lante, sí, ciertamente muy sugerente.
Lew sabía que el Inspector Aychrome era un fanático discípulo de las teorías criminológicas del Doctor Cesare Lombroso, en especial de la que se había hecho más popular, según la cual las deficiencias morales iban acompañadas de una ausencia de tejido correspondiente en el cerebro, y en consecuencia de un desarrollo craneal pervertido que podía ser observado por el ojo instruido en la estructura facial de un sujeto.
– Algunas caras son caras criminales, en resumidas cuentas -afir_mó el veterano metropolitano-, y pobre del que lo ignore o no lo sepa interpretar como es debido. Éste -le pasó una pequeña foto policial-, como puede ver, lleva el Delito Internacional inscrito por toda la cara.
Lew se encogió de hombros.
– Pues parece un tipo bastante sano.
– Tenemos hombres vigilando el lugar, ¿sabe?
– ¿Por qué?
Aychrome echó un rápido y melodramático vistazo y bajó la voz.
– Alemanes.
– ¿Cómo ha dicho?
– El sujeto Replevin tiene una tienda en Kensington, donde co____________________to de Shambhala, y, por si fuera poco, la Oficina del Gas está al borde del ataque de nervios con lo que llega a sus oídos.des». Y entonces se presenta Sands con el lío del Asia Interior, el asunsa perfecta para que esos visitantes entren en el país con docenas de sus enormes cajas oportunamente etiquetadas como «Antigüedaqueológicas de por ahí la han realizado equipos alemanes, una excutablecimiento de Replevin. La mayor parte de las excavaciones arres, encubridores y receptores de artículos robados…, pero nuestra principal preocupación en el Yard es la elevada proporción de tráfico alemán entre aquí y el Asia Interior que siempre ha pasado por el esterrumpido de sospechosos, a algunos de los cuales ya conocemos, granujas con sólo ver sus tipologías faciales, falsificadores y timadomercia, según su expediente, en «Antigüedades del Trans-Oxus y greco-budistas», sean lo que sean, y recibe visitas de un flujo inin
– «Oficina del Gas».
Empuñando expresivamente cuchillo y tenedor en cada mano, el Inspector pasó a dar explicaciones a gusto. Lamont Replevin, según parecía, era un dedicado practicante de la comunicación mediante el gas de hulla, es decir, que la red de suministro de gas de la ciudad y el extrarradio, en su mapa de Londres, funcionaba como un sistema de redes de comunicación, en todos los sentidos, como las líneas neu_máticas o telefónicas. La población que se comunicaba mediante el Gas, que de hecho no estaba dispuesta a comunicarse de otro modo, parecía bastante numerosa y, según Aychrome, crecía diariamente, a medida que continuaban estableciéndose interconexiones secretas entre redes de gas urbanas, locales o de pueblos, y el sistema se expandía, al modo de una red, como si se pretendiera que pronto abarcara toda Gran Bretaña. Para los privilegiados que disfrutaban de juventud, di__nales, incluidos aquellos tan agriamente descontentos con el servicio de correos que podrían haber salido a tirar bombas a los buzones de no ser por las muchas sufragistas que hacían cola para tirarlas antes. Scotland Yard, tomándose el nero y tiempo de ocio, venía a ser poco más que un juego a la última moda, aunque muchos se escribían con gas por razones más emociovivo interés que cabría esperar, había crea_do un departamento para vigilar el tráfico de Gas.
– En cuanto a Replevin, la verdad es que en el Yard tenemos opi__temporánea, pero reconozco los códigos cuando los veo, y nuestro Lamont parece utilizar uno especialmente diabólico. Los criptos han estado trabajando sobre él las veinticuatro horas del día, pero hasta ahora no lo han descifrado.niones divergentes. Algunos creen que él sólo participa, como dicen allá, por la estética del método. No estoy muy puesto en poesía con
– ¿Se envía algo en alguna lengua conocida? ¿En inglés?, ¿alemán?
– Oh, sí, por no mencionar ruso, turco, persa, pastún y también un poco de tayiko montañés. Por allá se está cociendo algo, eso está claro. Por supuesto, no se nos permite visitar las instalaciones oficial__nes legales con la que nosotros sólo podemos soñar…, bueno, ya me entiende.mente, pero nos preguntábamos si, a la vista de este lío de Shambhala, dado que usted se mueve por el CRETINO como Pedro por su casa y disfruta personalmente de una libertad respecto a las restriccio
– ¿Si fuera yo? Yo abriría una de las cajas y miraría qué hay dentro.
– Y la encontraría llena de preciosa basura china, y a continuación ya me veo en Seven Dials, cumpliendo las peores guardias y metiendo la linterna en los cubos de basura. No, gracias. -Contempló las con__días cocidas en estas instalaciones? Nunca veo ningunas.secuencias ruinosas de su desayuno-. ¿No habrá un buen plato de ju
– Es por algo religioso, me parece. -Lew agitó el pulgar hacia un rótulo sobre la entrada a la cocina que rezaba tcuáxtDV 'anéyov, «Evi_tad las judías», según Neville y Nigel una cita directa de Pitágoras en persona.
– En fin, qué le vamos a hacer, más vale que me acabe este pudín de pasas, ¿verdad?
No era eso lo único que tenía el Inspector en la cabeza, pero se zampó un arenque de Yarmouth y varios bollos con pasas antes de abordar la cuestión.
– Se supone que debo reiterar una vez más el escaso entusiasmo que despierta por el Yard su continuado interés por el denomina_do sujeto de las bombas de Headingley.
– Están estrechando el cerco en torno a él, ¿no?
– Tenemos algunas pistas prometedoras, y la investigación se en_cuentra en este momento en una fase difícil.
– Me suena.
– Sí, y quién sabe si no lo habríamos detenido ya a estas alturas, sin esos diletantes no autorizados que se pasan el día molestando y me_tiendo las narices donde no deben.
– No me diga. ¿Cuántos somos?
– Uno. Aunque parece una docena.
– Pero sabe que voy a por él. Creía que ustedes, los del Yard, agra_decerían contar con un señuelo ahí fuera, para atraerlo, tal vez para forzarlo a cometer un error.
– Vaya, sí que estamos sobraditos hoy.
– En circunstancias normales, me sobraría la mantequilla de los bollos del desayuno, pero no parece que haya quedado gran cosa.
– Sí, bueno, si no le importa me parece que probaré un poco de este «donut» de aquí, un color raro, debo admitirlo, me pregunto de qué estará hecho, mgghhhmmbg…
– A lo mejor prefiere no saberlo.
En ese momento se acercó un acólito con un recado para Lew: debía presentarse con toda diligencia en el despacho del Gran Cohén Nookshaft. El Inspector Aychrome se limpió laboriosamente la cara, suspiró con aire trágico y se dispuso a retirarse de nuevo a Embankment, su frío hogar laboral de ladrillos mugrientos, lámparas azules y olor de caballos.
El Gran Cohén recibió a Lew vestido con sus galas oficiales, en las que destacaban las superficies de lamé y los adornos de imitación de armiño. Sobre la cabeza, en un vivido tono de magenta, con letras do__do por unradas en hebreo bordadas por delante, se apoyaba lo que habría pasa yarmulke de no ser por su alta corona, mellada como un sombrero flexible por delante y por detrás.
– Si tiene que darme coba, joven, más vale que aproveche mien__tar de este ingrato arrastrarse ante el desprecio de un Alto Directorio, el cual sólo se dedica a reducir los presupuestos año tras año, mientras, como misioneros enviados a costas hostiles, se nos deja en manos de Dios, y aquí, al otro lado del mar, en sus acogedores hogares, aquellos que firman nuestros edictos de exilio rugen y retozan.tras pueda, porque mi mandato toca a su fin, sí, el pequeño Nick Nookshaft volverá a ser el Cohén Asociado, una bendita liberación, la verdad; llega el turno del siguiente pobre «bobo» que deberá disfru
– Sin duda parece que se está cociendo algo por aquí -dijo Lew.
– No sabe cuánto lo lamento -dijo cabizbajo-. Me lo está repro_chando.
– A ver, Cohén, yo nunca…
– Oh, sí, sí, tampoco sería el primero… Ya ve en qué estado me encuentro… Hermano Basnight, no habríamos querido meterle en este asunto de Shambhala, pero ante la inminencia de las hostilidades, que tal vez ya hayan estallado en este mismo momento, necesitamos a to_dos en sus puestos. El Inspector Aychrome le ha informado sobre Lamont Replevin, pero hay ciertos aspectos del tema que el Met no sabe valorar, y por eso me corresponde a mí añadir que Replevin se ha hecho con un mapa de Shambhala.
Lew silbó.
– Que todos buscan.
– Pero que carece de valor a menos que se observe a través de un aparato llamado Paramorfoscopio.
– ¿Quiere que se lo requise?
– Si Replevin sabe lo que tiene, lo habrá puesto a buen recaudo. Pero puede que esté actuando según un conjunto de supuestos com_pletamente distintos.
– Imagino que eso significa que tendré que ir a echar una ojeada. ¿Puede darme una idea de qué estoy buscando?
– Tenemos un mapa similar de Bujara, un mapa que, según se cree, data del mismo periodo.
Sacó una hoja en la que se reproducía un dibujo al que Lew no le veía ni pies ni cabeza.
Tras una rápida consulta en el Kelly i Suburban Dictionary, Lew bus____________________cia la remota y espantosa ciudad de Stuffed Edge.brero sobre los ojos, las ruedas arrancaron pesadamente y él partió hasas se aproximaba a lo siniestro. Los primeros pálidos maridos de la noche esperaban de pie los trenes del extrarradio que nunca llegaban a ningún destino en el mapa de ferrocarriles, como si, para que los llevaran a algún refugio esa noche, tuvieran que adentrarse antes en cierta región de gracia hasta ese momento sin definir. Lew entró en un compartimento, se dejó caer en un asiento, se echó el ala del sombreros, produciendo un brillo que para ciertas constituciones nerviocó su sombrero y salió. Cuando llegó a la estación de tren, ya caía la noche, con la correspondiente niebla invernal que se espesaba por momentos y las gotas de agua que se condensaban en todos los som
El extrarradio que cruzaba de camino tendía a ser un conjunto de versiones corrompidas de la Ciudad Madre: pequeños quistes se____________________nando tal vez que, invocada las veces necesarias, aparecería con algún tipo de comida.tor funcionaran en otro plano de la realidad, cerca pero casi invisibles. Las farolas, supuso, llevaban horas encendidas. Muy lejos, cerca de la comisaría, un perro aullaba a una luna que nadie podía ver, imagisa, casi inalterada por la vegetación…, un aroma de aceite de luz del día se cernía sobre el escenario, como si fantasmales vehículos de mobáceos que combinaban lo peor de la excentricidad aldeana y de la tristeza de la gran ciudad. Al bajarse en el andén de la estación de Stuffed Edge, Lew se encontró una perspectiva desoladora y silencio
Elflock Villa resultó una residencia semiadosada de singular mons____________________sencia, ninguno estaba a la vista, es más, extrañamente para esta hora suburbana, se veía luz en muy pocas ventanas.po, «de los Problemas». Si alguno de los vecinos se percató de su prenuarse al mismo ritmo que el día. Ya antes de entrar, Lew olió el gas de hulla: «el olor», como había escrito en más de un informe de camtruosidad, pintada en un verde amarillento vivo que se negaba a ate
Tras introducir una Ganzúa Universal Vontz, ante la que la cerra____________________currentes elcos y bíbhcos de peor fama, entre los que parecían especialmente relestos, en el comedor, la cocina e incluso (puede que sobre todo) en los baños, grupos escultóricos a tamaño natural exhibían los temas clásichos preparados para tal función sino también, como huéspedes motas con Lincrusta-Walton repujadas con motivos asiáticos, no todos tenidos por respetables. Colocados por todas partes, no sólo en los nidura de la puerta, como si le hubiera leído los pensamientos, cedió suavemente, Lew entró en el abrumador olor de coque alquimizado y en una habitación de sombras equívocas, cuyas paredes estaban cubier bondage y la tortura, con cuerpos de atlética perfección, realizados en materiales que no se limitaban al mármol blanco, con cor____________________tora postura de contención, desnuda y encantadoramente despeinada, al tiempo que en su rostro asomaba la conciencia de los placeres que la esperaban en las profundidades hasta ese momento sin iluminar del tormento y todo lo demás.camente más baja que la otra, o a una doncella cautiva en una seductinajes desplegados para revelar y excitar. Cualquier razón alegórica servía de excusa para presentar a una joven con una cadera impúdi
Todo lo silenciosamente que pudo, Lew cruzó un suelo de baldo____________________bre la red plateada…, como sitantes con inclinaciones matemáticas habían querido ver patrones que se repetían. Otros, dudando de su solidez, a menudo temían pisar sogonos escalenos de diversas formas y tamaños, tenían una negrura radiante que aun así no llegaba a la del ónice o el azabache. Los visiciendo con un suave brillo. Las baldosas, una combinación de polísas negras, todas rodeadas de una lechada plateada, algunas resplande Algo la hubiera construido…, Algo que esperaba…, que sabía exactamente cuándo hacer que cediera bajo el visitante desprevenido…
Lew bajó a la cocina, el rayo profesional de su Linterna Sin Chis____________________tapercha. Mientras cortaba el gas y abría las ventanas, Lew descubrió que el «cadáver» respiraba.ra articulada de magnalio, conectada al horno por mangueras de gudes interiores estaban repugnantemente forradas con los restos de un pastel de cerdo que había reventado, casi con toda certeza, debido al error de no haberle practicado orificios en la costra para que respirara el vapor. La cara del colgado estaba cubierta en parte por una máscanosamente, igual que la figura de la carta del Tarot, salvo que tenía la cabeza apoyada a medias en la puerta abierta del horno, cuyas paremana, colgada del techo de un pie, junto a la cocina, que siseaba omipa Apotheosis recorrió la penumbra hasta que reveló una figura hu
– A ver, por favor, ¿sería tan amable de sacarme de aquí? -gruñó, haciendo aspavientos hacia el techo, donde Lew vio un montaje de polea, cuya cuerda corría hasta un taco de la pared.
Lew desató la cuerda y bajó cuidadosamente a Lamont Replevin (pues era él en persona) hasta el elegante suelo de linóleo. Tras qui_tarse el dispositivo metálico de la cara, Replevin se arrastró hasta un depósito cercano de oxígeno presurizado, también equipado con una máscara de respiración, y se administró una dosis del útil elemento.
Tras una pesquisa llevada a cabo con mucho tacto, Lew se ente__frutando de la emisión diaria del dramaró de que, lejos de desear una partida prematura, Replevin estaba dis El lento y el estupefacto, que causaba furor entre la comunidad de adictos al gas.
– ¿Lo escucha? ¿Lo ve, lo huele?
– Todo eso y más. A través del medio del Gas, un conjunto cuida____________________bre las orejas, la nariz y la boca.nes hasta nosotros, el público, mediante los conductos apropiados hasta la máscara receptora que ha visto, que uno, claro, debe colocarse sodosamente modulado de ondas viaja desde la instalación de emisio
– ¿Ha pensado alguna vez -la pregunta no le surgió en un tono tan amable como le hubiera gustado- que…, que esto es envenenamien_to por gas? Una especie de…, de alucinación…
Como si sólo entonces se diera cuenta de la presencia de Lew, Replevin lo miró fijamente, con un brillo frío en los ojos.
– ¿Y quién es usted, dicho sea de paso? ¿Qué está haciendo aquí?
– Olí gas, creí que podría haber algún peligro.
– Sí, pero no era ésa la pregunta, ¿verdad que no?
– Oh, lo siento. -Le presentó una de las varias tarjetas falsas que siempre llevaba a mano-. Pike's Peak Vida y Accidentes, me llamo Gus Swallowfield, agente de seguros.
– Estoy satisfecho con mi cobertura por el momento.
– Para incendios me ha quedado claro, con tanto gas alrededor, pero qué me dice del robo.
– ¿Seguro de robo? Qué raro, eso le digo.
– Por el momento la mayoría de las pólizas de robo se suscriben en Estados Unidos, pero tienen un gran futuro aquí, en Gran Bretaña. Ya ha visto con qué facilidad he entrado, y sepa que me he hecho una idea más que precisa de lo que hay de valor en su casa nada más en____________________cios, caballero, un recibo de venta legal y no se puede acusar a nadie como receptor.mión de mudanzas para ser revendido en una docena de mercados, mucho antes del amanecer de mañana. Ya sabe cómo son los negotrar. En menos de media hora, todo eso podría estar dentro de un ca
– Umm. Bueno, acompáñeme…
Replevin guió a Lew al piso de arriba, a través de la red resplan__minada por una lujuriosa escultura realizada en piedra púrpura con venas en varios colores de la familia del rojo.deciente del suelo del recibidor, hasta una suite privada de oficinas, do
– Pavonazzetto -dijo Replevin-, también conocido como mármol frigio, que en el pasado, se cree, adquirió su color de la sangre del jo_ven frigio Attis, al que de hecho está viendo aquí, que se volvió loco por los celos de la semidiosa Agdistis y que se muestra en el acto de castrarse y así fundirse con Osiris, por no mencionar Orfeo y Dioniso, y convertirse en una figura de culto entre los antiguos frigios.
– Vaya si se tomaban las cosas a pecho por entonces, ¿eh?
– ¿Lo dice por éste? Pues me temo que es plenamente contempo_ráneo, La mutilación de Attis, de Arturo Naunt, del mismísimo Chelsea, que lleva epatando a los burgueses desde 1889. Si quiere ver algunas pie_zas frigias auténticas, hay muchas por aquí.
Lo condujo entre bridas, trozos de seda del Turquestán chino, sellos de cerámica y tallados en jade.
– Aquí, por ejemplo, un cuenco de koumiss escita, del siglo VI a.C. Puede ver claramente la influencia griega, sobre todo en el friso. Y casi con toda seguridad se trata de una imagen de Dioniso.
– Que vale unas cuantas de las que ustedes llaman libras.
– Ya veo que no es coleccionista.
– Sé apreciar que es antiguo. ¿Cómo encuentra material como éste?
– Ladrones, expoliadores de tumbas, empleados de museos tanto de aquí como del extranjero. ¿Es una crítica moral lo que estoy per_cibiendo?
– Lejos de mi intención, pero si quiere puedo fruncir un poco el ceño.
– Ahora se ha desatado una fiebre del oro -dijo Replevin-. Los alemanes en concreto están por todas partes. Se llevan caravanas en__mello.teras. Naturalmente, de vez en cuando siempre se cae algo de un ca
– ¿Qué es esto? -Lew señaló con la cabeza hacia un rollo de per__tos, como si alguien lo hubiera estado consultando.gamino que había sobre la mesa, desplegado sesenta centímetros jus
Replevin se puso inmediatamente a la defensiva, y Lew fingió que no se daba cuenta.
– Uigur tardío. Acabó en Bujara, como tantas de estas piezas. Me gustó el diseño, de una interesante complejidad, una serie de deidades iracundas del Budismo Tántrico, diría yo, aunque, dependiendo del ángulo en que uno lo sostenga, a veces no se parece a nada de nada.
Bien podría haber estado gritando «¡No te fíes!». A Lew le pare_cían símbolos, palabras, números, tal vez un mapa, tal vez incluso el mapa de Shambhala que tanto querían ver en Chunxton Crescent. Sonrió vagamente y fingió que desviaba su atención a una estatuilla de bronce de un caballo con su jinete.
– ¡Se ha fijado! Es una criatura magnífica y poderosa, ¿verdad?
– Eran sobre todo jinetes -dijo Replevin-; ustedes, los cowboys americanos, se habrían sentido como en casa.
– No le importará si… -dijo Lew sacando una diminuta cámara de mano alemana a la que quitó la cobertura del objetivo.
– Por favor, adelante -dijo Replevin tras vacilar el tiempo justo para que Lew comprendiera que había estado evaluando su idiotez ino_fensiva y finalmente la consideraba genuina.
– ¿Podemos subir la luz de gas?
Replevin se encogió de hombros.
– No es más que luz cruda, ¿no?
Lew acercó también algunas lámparas eléctricas y empezó a to__se el pergamino incluyera también otras piezas, sólo como tapadera. Salió del despacho para tomar algunas más, manteniendo siempre una charla profesional para seguir con el engaño.mar instantáneas, asegurándose de que cualquiera en la que aparecie
– Espero que no me malinterprete, pero ¿colgarse boca abajo con la cabeza metida en el horno y el gas encendido? Considerando es_trictamente el punto de vista del riesgo, no cumpliría con mi deber si no le preguntara cómo le arreglaron el seguro de vida.
Replevin no se mostró reacio a regalar los oídos de Lew con ex____________________ra análoga al voltaje en un sistema electromagnético, podía modularse para transmitir información.brimiento histórico de Schwärmer de que la presión del gas, de maneplicaciones sobre la gasofilia, que, podía decirse, se remontaba al descu
– Ondas en un flujo atemporal de Gas incesante, de gas iluminador en concreto, aunque incluye también ondas de sonido que podrían, como en ese pilar de la ciencia victoriana, la Llama Sensible, modu_lar las ondas de luz. Para la nariz del conocedor en particular, el sector olfativo, u olor, como se suele denominar, puede ser un medio para la más exquisita poesía.
– Suena casi religioso, caballero.
– Bueno, en el sur de la India, si se entra en un tipo particular de templo, por ejemplo el de Chidambaram, en el Salón de las Mil Co__cío», aunque claro que está vacío, pero de otro modo, que no quiere decir que allí no haya nada, no sé si me sigue…lumnas, y pide ver a la diosa Shiva, lo que le enseñan es un espacio vacío, salvo que no es en realidad lo que nosotros entendemos por «va
– Claro.
– Ellos le rinden culto a ese espacio vacío, es su forma más elevada de adoración. Este volumen o, supongo, no volumen de Akasha, que es la palabra en sánscrito para lo que nosotros denominamos Éter, el elemento más parecido al Atman, que todo lo impregna y de lo que todo lo demás ha surgido, que en griego luego se convierte en «Caos» y así hasta Van Helmont en su taller de alquimista, quien, siendo ho_landés escribe la fricativa del principio como una G en lugar de una chi, lo que nos da Gas, nuestro Caos moderno, nuestro portador de sonido y de luz, el Akasha que fluye de nuestro manantial sagrado, las fabricas de gas locales. ¿Se pregunta ahora por qué algunos adoran el Horno de Gas, como si fuera un altar?
– Pues la verdad es que no. Aunque también es verdad que nunca me pregunto nada.
– ¿Le estoy aburriendo, señor Swallowfield?
Por la experiencia de Lew con el inglés inglés, eso solía significar que estaba a punto de sobrepasar los límites de su hospitalidad.
– He acabado. Llevaré esto a la oficina, le mandaremos un borra__chazarla.dor de la póliza, no dude en hacer los cambios que quiera, o en re
Y así se retiró de nuevo al alumbrado del extrarradio vacío, a la noche estridentemente despoblada.
Un día, el día en que acabaría asumiendo su propia idiotez por no haberlo visto venir, Kit fue convocado a la sucursal local del Banco de Prusia en la WeenderstraBe y conducido a sus regiones traseras por Herr Spielmacher, el Director Internacional, que hasta entonces se había mostrado amistoso, pero hoy, cómo decirlo, parecía más bien un poco distante. Llevaba un fajo de documentos.
– Hemos recibido una comunicación de Nueva York. Su Kreditbriefya no está…-Se quedó mirando un buen rato una interesante fo_tografía del Káiser en una mesa contigua.
¿Por dónde íbamos?
– Vigente -sugirió Kit.
Animándose, el banquero se aventuró a echar una mirada rápida al rostro de Kit.
– ¿Ha tenido noticias de ellos?
Desde el principio, se dio cuenta Kit en ese momento, sólo que no atendía.
– Estoy autorizado a pagarle el saldo de los fondos que todavía no se han retirado de este periodo.
Ya tenía la suma preparada en una pequeña pila de billetes, casi todos de cincuenta marcos.
– Herr Bankdirektor -Kit extendió la mano-, es un placer ha_cer negocios con usted. Me alegro de que podamos despedirnos sin vergonzosas demostraciones de sentimentalismo.
Se escurrió afuera, aceleró el paso, giró por algunos callejones traseros y entró en el Banco de Hannover, donde, a su llegada a Go__to una cuenta con sus ganancias en las mesas de juego de Ostende, una cuenta que, esperaba, quedara al margen de cualquier manejo de Vibe.tinga, tal vez con algún talento oculto para la presciencia, había abier
– Pareces alterado -comentó Humfried esa noche-. Por lo gene_ral se te ve más americano, con la cabeza siempre vacía.
Más tarde, cuando iba a reunirse con Yashmeen, Kit pudo hacerse cierta idea de la situación. Le parecía ahora que Scarsdale Vibe había aceptado de demasiada buena gana su plan para ir a Gotinga. Fuera cual fuese el plan a largo plazo, aparentemente había llegado el momento decisivo. Kit no acababa de verlo con tanta claridad como le hubiera gustado, pero lo había percibido en las miradas brillantes que le habían dirigido en el banco.
Encontró a Yashmeen en la tercera planta del Auditorienhaus, como siempre en la sala de lectura, un caos de libros abiertos que con__cuadernado de lavergían hacia su cara radiante y atenta. Reconoció un ejemplar en Habilitationsschrift de Riemann, de 1854, sobre los fundamentos de la geometría, pero no vio el artículo de 1859 sobre los números primos.
– ¿Cómo?, ¿nada de función £,?
Ella levantó la mirada, sin que se la viera distraída en lo más mí_nimo, como si hubiera sabido el momento exacto en que él llegaría.
– Esto ha tenido algo de evangélico para mí -dijo-. Ahora en__bitualtiendo que la hipótesis estaba ahí sólo como tentación para atraerme a cierta distancia, a fin de prepararme para la verdadera revelación: su asombrosa re-imaginación del espacio; se trata de algo más que el ha Achphánomen…, un ángel, demasiado brillante para mirarlo di_rectamente, iluminando una por una las páginas que debo leer. Me ha transformado en una persona difícil.
– A mí me lo vas a decir.
Salieron del Auditorienhaus y pasearon al anochecer.
– Hoy he recibido una noticia importante -empezó Kit cuando, de detrás de un matorral, saltó un joven enloquecido gritando:
– Tchetvyortoye Izmereniye! Tchetvyortoye Izmereniye!
– Yob tvoyu mat -suspiró Yashmeen un tanto exasperada, eludien_do su agarrón antes de que Kit pudiera intervenir. El joven se alejó corriendo por la calle-. Tendría que llevar un arma.
– ¿Qué aullaba?
– «¡La Cuarta Dimensión!» -dijo ella-, «¡La Cuarta Dimensión!»
– Ah; bueno, supongo que ha venido al lugar adecuado. Tendría que ir a ver a Minkowski.
– Últimamente andan por todas partes. Se autodenominan «otzovistas», Constructores de Dios. Un nuevo subconjunto de herejes, esta vez contra Lenin y sus bolcheviques, se dice que son antimaterialistas, devotos lectores de Mach y Ouspenski, obsesionados como ma____________________do refutar la «cuarta dimensión», y lo que defiende, hasta donde quiciar a los Materialistas de Ginebra. Se dice que hasta el propio Lenin está ahora mismo escribiendo un libro gigantesco, intentanniacos por algo que ellos llaman «la cuarta dimensión». Que el Doctor Minkowski, o, de hecho, cualquier algebrista, se reconozca como tal es otra cuestión. Pero la verdad es que no les ha costado mucho destengo entendido, es que sólo puede derrocarse al Zar en tres.
– Una idea inquietante… Pero ¿qué quieren esos tipos de ti?
– La cosa ya dura cierto tiempo. No hablan mucho, por lo general se limitan a quedarse ahí, clavándome esas miradas obsesivas.
– A ver, déjame adivinar. Ellos creen que tú sabes cómo viajar en la cuarta dimensión.
Ella puso cara de pocos amigos.
– Ya sabía yo que tú lo entenderías. Pero cada vez es peor. El CRETINO, según parece, también ha intervenido. Quieren que me vaya de Gotinga y vuelva bajo sus alas. Tanto si quiero como si no.
– Los vi, me preguntaba quiénes serían. Tus amigos pitagóricos.
– «Amigos.»
– Bueno, Yash.
– Anoche, en la cena, Madame Eskimov, tal vez la conozcas, dijo que cuando los espíritus andan, los seres que viven en un espacio tetradimensional atraviesan nuestras propias tres dimensiones, y las extrañas presencias que parpadean entonces en las lindes de la con____________________mientos que, estamos seguros, ya hemos vivido antes, hasta el último detalle, es posible que hayamos dado un paso fuera del Tiempo tal como suele transcurrir, más allá de esta repetición de los días a la que estamos condenados como galeotes, y hayamos tenido un atisbo del futuro, del pasado y del presente -hizo un gesto compresivo-, todo junto.so a la luz del día normal y corriente, en una sucesión de aconteciciencia son esos momentos de intersección. Cuando entramos, inclu
– Lo que sería interpretar la cuarta dimensión como Tiempo -dijo Kit.
– Lo llaman «lo ya visto».
– ¿Para eso han venido aquí? ¿Para eso creen que pueden utilizar_te? -Creyó descubrir una relación-. Riemann.
– En el centro de todo. Pero Kit… -Ella realizó aquel extraño es__mera vez-. Mira, resulta que es verdad.tiramiento atildado del cuello que había llamado su atención la pri
Se acordó de que la primera noche que se habían visto, presenció su desaparición a través de una pared sólida.
– Muy bien. ¿Se trata de algo que puedes controlar? ¿Puedes en_trar y salir a voluntad?
– No siempre. Empezó de manera bastante inofensiva, cuando era mucho más joven y reflexionaba sobre las funciones complejas por primera vez, de hecho. Mientras miraba fijamente el papel pintado de la pared. Una noche, a una hora intempestiva, comprendí que ya no me contentaba con un solo plano, que necesitaba dos, uno para el argu_mento y otro para la función, cada uno de ellos con un eje real y otro imaginario, es decir, cuatro ejes, todos perpendiculares entre sí en el mismo punto de origen, y cuanto más intentaba verlo, más desquiciado se volvía el espacio normal, hasta que lo que llamarías i,j y k, los vec_tores unitarios de nuestro espacio dado, rotaron cada uno un número desconocido de grados, alrededor de aquel inconcebible cuarto eje, y creí que tenía fiebre cerebral. No dormí. Dormí demasiado.
– La maldición del matemático.
– Entonces tú…
– Oh… -Kit se encogió de hombros-, pienso en ello, claro, como todos, pero no más de lo que debo.
– Sabía que eras un idiota.
– Esa es mi maldición. ¿Quieres que las intercambiemos?
– No querrías la mía, Kit.
Por un momento pensó en sermonearla acerca de cuál era su ver_dadera maldición, pero se lo pensó mejor.
– La primera vez que estuve en tu habitación, pasó algo parecido. Creí que había encontrado cierto tipo de Schnitte, uno de esos «ata__nario antes de darme cuenta, y al cabo de un rato la memoria se desvaneció. Fue entonces cuando sucedió en realidad. En Rohns Garten, sentado en una mesa con compañeros de clase, comiendo una extraña sopa alemana y, sin previo aviso,jos» que conectan los planos de espacios multiconectados de Riemann, algo que daría acceso a un…, no sé cómo llamarlo, ¿«conjunto de condiciones» diferentes?, ¿«espacio vectorial»? Irreal, pero no de manera convincente…, estaba de regreso en el espacio-tiempo ordi Batz!, aquí estaba la habita_ción, la vista por la ventana, pero tal como eran realmente, una sección tridimensional a través de un espacio de una dimensionalidad más elevada, tal vez cuatro, tal vez más… Espero que no vayas a preguntar_me cuántas…
Entraron en un café donde era improbable que los interrumpieran.
– Enséñame a desaparecer, Yash.
Había algo raro en la voz de Kit. Ella entrecerró los ojos.
– Me han cortado las cartas de crédito.
– Oh, Kit. Y aquí estoy yo dándote la lata… -Alargó una mano y la posó sobre una de las de él-. Puedo dejarte…
– No, nichevo, ahora mismo no es tanto el dinero lo que me preo____________________cer amables conmigo. Me han tachado. Enviado al exilio.te hay demasiadas cosas que no sé. Salvo que ya no tienen que parebierto cuánto sé en realidad. A lo mejor ha ocurrido algo en Estados Unidos, tuvimos suerte y agarramos a uno de ellos o ellos han cogido a otro de nosotros… -Alzó la cabeza un breve instante-. Sencillamencupa cuanto mantenerme con vida. Mi padre siempre decía: si no funciona con oro, el paso siguiente será el plomo. Supongo que he acabado siendo una amenaza para ellos. Tal vez al final hayan descu
– Puede que yo me encuentre en el mismo brete, y pronto. Con triviales cambios de signo, claro. Nadie dice nada con claridad. Es la maldita costumbre inglesa de hablar en código, así que hay que des_cifrarlo todo. Tiendo a pensar que desde la revolución en Rusia, la posición de mi padre se ha vuelto precaria. Y así, en consecuencia, también la mía. Además, está la Entente Anglo-Rusa, y el asunto de la cuarta dimensión, que al fin y al cabo es lo que ahora está de moda en la investigación física. Elige lo que quieras. -Pero había más, algo que le daba miedo. Hasta Kit, que no era muy perspicaz, lo percibió, aunque ella guardaba un silencio inquieto.
Yashmeen abrió los ojos de par en par de nuevo, con expresión especulativa, y aspiró hondo un par de veces.
– Bien, entonces eres libre.
– ¿Que soy qué?
– Creía que los americanos conocíais la palabra.
– Me parece que el término que buscas es «pobre».
– ¿Tus acuerdos con la gente de Vibe se han cancelado?
– Anulados por completo.
– Y no les debes nada.
– Bueno, es posible que ellos no lo crean así.
– Pero si recibieras otra oferta…
– ¿Te refieres a tu gente del CRETINO?
Ella se encogió de hombros con un gesto precioso, más del cabe_llo que de los hombros.
– Puedo preguntar.
– Sin duda.
– Entonces… ¿pregunto?
– Dependerá de lo que paguen, supongo.
Ella se rió y él pensó en aquella chica alegre que se paseaba orgullosa hacía tanto tiempo ya entre el humo de la Bierstube.
– ¡Oh, ya verás cómo pagan!
Kit miró, apartó la mirada y volvió a mirar. Salvo por la ausen____________________drían escribirse libros enteros… Bueno, de hecho, era un conjunto sport de tres piezas, de moda unos años antes, tejido de manera que mostraba diferentes colores según el ángulo desde el que se mirara, entre los que se incluían, aunque no exclusivamente, el rosa marronáceo, el uva saturado y cierto amarillo necrótico.recía percatarse, pese a la elocuente propensión de Foley a lo chillón, plasmada aquí en un conjunto indescriptible de cuya falta de gusto pogel, si no de la muerte sí al menos de la puta mierda, y nadie más paludaban; obsesivos zetamaniacos a punto de salirse del filo del Paseo, rescatados por sus compañeros…; una ciudad que nunca había amado se convirtió de golpe en un lugar cuyos detalles más cotidianos, ahora que, según parecía, estaba obligado a abandonarla, resplandecían con una nitidez casi dolorosa, un lugar marcado ya por la memoria y el no retorno del exiliado, y allí, como para oficializarlo todo, estaba el ánsando a los transeúntes; bebedores de cerveza que se peleaban y se sacia de bigote, allí delante, justo en el centro de Gotinga, estaba la viva imagen de Foley Walker. Sombrero y todo. Kit sintió como si alguien acabara de dispararle. La vida en Gotinga parecía seguir a su aire, con sus sacudidas de siempre: ciclistas con bicicletas recién estrenadas que chocaban entre sí, o corrían descontrolados a toda velocidad disper
Como era de esperar, cuando Kit volvió a mirar ya no estaba Foley, si es que había estado allí alguna vez. La cuarta dimensión, sin duda. A pesar de la oportuna cita de Yashmeen del akousmaton pitagórico que reza: «Cuando estás lejos de casa, nunca mires atrás, porque las Furias te persiguen» (Jámblico, 14), Kit se encontró prestando mucha atención a la calle y lo que sucedía en ella, por no mencionar que comprobaba dos veces puertas y ventanas antes de intentar conciliar el sueño, aunque sólo fuera durante un par de horas, algo que se es_taba tornando un arduo esfuerzo. ¿Por qué no se había dado la vuelta Foley, se preguntaba, aunque sólo fuera para saludar? ¿Es que creía que no lo había visto?
Pero Foley, como si poseyera la Hausknochen maestra para toda Gotinga, reservaba sus visitas para la noche, y así resultó que, sin la menor transición, con las palmas de las manos y las plantas de los pies doloridos y el pulso martilleando, Kit se incorporó en la cama a oscu_ras y se encontró ante ese eidolon, vestido con tan poca elegancia que atentaba contra una lista entera de normas de la decencia pública, y que se había presentado con aire de reproche y jadeando para violar el insomnio de Kit.
– Déjame que te hable de la bala Minié que llevo en la cabeza -empezó Foley- y de cómo a lo largo de los incómodos años se ha transformado, supongo que un aficionado a la química diría «trans____________________ban ahí, donde raramente las escucha ninguno de nosotros, ondas procedentes de muy lejos, que están viajando eternamente, a través del Éter, el frío y la oscuridad. Sin la cantidad suficiente del mineral correcto concentrada ahí, en tu cerebro, puedes vivir toda tu vida sin oírlas jamás…néticas de uno u otro tipo. El Circonio, la Galena argentífera, uno de ésos. La Vibe Corp. lo extrae de vetas de todo el mundo, incluido de tu Colorado nativo. Y por eso podía oír aquellas voces, a través de esta pequeña esfera de metal alabeada con precisión, pues todas estamutado», no en oro, eso sería esperar demasiado, sino en uno de esos raros metales que, según se dice, son sensibles a las ondas electromag
– No pretendo interrumpir, pero ¿cómo ha entrado aquí?
– No me has estado escuchando, Kit, por favor, es por tu propio bien.
– Como lo fue dejar de enviarme mi dinero.
– ¿«Tu» dinero?, ¿desde cuándo?
– Teníamos un acuerdo. ¿Es que su gente no cumple los tratos con honradez?
– No tengo ni la menor idea de qué es la honradez, te ahorraré ese sermón, pero sí puedo explicarte qué es venderse y ser comprado, y las obligaciones que eso implica.
– Debe de sabérselas de memoria.
– Mira, se trata de lo que creíamos que tú sabías. Imaginábamos que eras un chico listo. Dimos demasiado por supuesto.
– Si Vibe se ha echado atrás en lo prometido es que algo ha cam_biado. ¿El qué, Foley?
– No jugaste limpio. Sabías cosas, pero no nos las contaste.
– ¿Que yo no jugué limpio? -La conversación se acercaba dema____________________teme lo que quiera.me. Tomó un cigarrillo y lo encendió- ¿Qué quiere saber? Pregúnsiado al filo del abismo, y Kit distaba de sentirse con los pies en fir
– Demasiado tarde. ¿Te molesta si cojo uno?
Kit le acercó la cajetilla empujándola.
– ¿Ha hecho un viaje tan largo para amenazarme, Foley?
– El señor Vibe está realizando en estos momentos un viaje por Europa y quería que echara un vistazo.
– ¿Para qué? El me excluyó de su vida, lo que, a mi parecer, limi_taría mis obligaciones de seguir socializando con ustedes.
– Se trata de la curiosidad científica del jefe: ¿cómo reacciona__peraría?, ¿cedería a tentaciones suicidas?ría un sujeto ante una filantropía a la inversa, en la que se le retira la limosna en lugar de dársela? ¿Se enfadaría?, ¿se entristecería?, ¿se deses
– Pues dígale que soy más feliz que una mosca en la mierda.
– No creo que sea eso lo que quiera escuchar.
– Entonces invéntese lo que quiera. ¿Algo más?
– Sí. ¿Cómo se divierte un hombre en esta ciudad?
Cuando estuvo seguro de que Foley se había marchado, Kit en_contró una botella de cerveza, la abrió y la alzó hasta su tenebrosa cara reflejada en el cristal de la ventana.
– «Lejos de Gotinga no hay vida» -citó el lema inscrito sobre la pared del Rathskeller y, al poco, el de su familia-: «Bueno. Creo que 'tengo que' sacar 'el' funking culo de 'aquí'».
No parecía que hubiera llegado el fin de semana, no parecía que siguiera ya en vigor ningún calendario. Sin embargo, cuando ano__queño grupo de compañeros de clase.checía sobre la ciudad, Kit fue abordado y casi secuestrado por un pe
– Zum Mickifest! Komm, komm!
Entre los estudiantes de matemáticas de por allí, la droga preferida era el hidrato de doral. Tarde o temprano, fuera cual fuese el proble____________________catrices de duelo de la cloralomanía». Los sábados por la noche en Gotinga, nunca faltaba una fiesta cloral ogaban a reconocerse unos a otros por los efectos secundarios, los más visibles: las erupciones de espinillas rojas, conocidas como «las citancia-, y sin darse cuenta se habían convertido en habitúes y llemir -el mismísimo Geheimrat Klein era un gran defensor de la susma con el que se hubieran estado peleando, tras haberse obsesionado hasta el insomnio, empezaban a tomarse unas gotas sedantes para dor Mickifest.
Fue una reunión peculiar; sólo a ratos, diríamos, animada. Los asistentes hablaban por los codos, a menudo para sí mismos y sin que aparentemente hicieran pausas para respirar, o bien se estiraban presas de una agradable parálisis sobre el mobiliario o, a medida que avan_zaba la noche, cuan largos eran, por el suelo, sumidos en una pro_funda narcosis.
– ¿En Estados Unidos tenéis K. O. Tropfen? -le preguntó una dulce jovencita que atendía por Lottchen.
– Claro -dijo Kit-, se ve mucho en las bebidas, a menudo con in_tenciones delictivas.
– Y ten presente -anunció Gottlob, con largas pausas entre las pa_labras- que la palabra inglesa «pun» al revés es… «und».
Kit entornó los ojos, esperando que acabara el razonamiento. Pero finalmente sólo dijo:
– Yo, bueno…, en realidad no estoy muy seguro.
– Implicaciones de la teoría de grupos -explicó Gottlob lenta_mente-, al principio…
Alguien empezó a gritar. Poco a poco, todos fueron mirando alre_dedor y luego se dirigieron a la cocina para ver qué había pasado.
– Está muerto.
– ¿Qué quieres decir con muerto?
– Pues muerto; míralo.
– No, no, no -dijo Günther negando irritadamente con la cabe__zontal-. ¡Has vuelto a envenenarte! -Humfried emitió un alarmante ronquido-. Primero tendremos que despertarlo. -Günther buscó a su anfitrión-.za-, lo hace siempre. ¡Humfried! -gritó al oído del matemático hori Gottlob! Wo ist deine Spritze?
Mientras Gottlob iba a buscar la jeringuilla, que parecía un acce_sorio habitual en estas reuniones, Günther fue a la cocina y encontró una olla de café que se había dejado enfriar, reservada para este tipo de contingencias. Humfried había empezado a murmurar, pero no en alemán, sino en un idioma que ninguno de los presentes reconocía.
Gottlob trajo una jeringuilla gigantesca de una aleación mellada y deslustrada, que llevaba grabado «Propiedad del Zoo de Berlín» y «Streng reserviert für den Elefanten!», y le enganchó una larga cánula de ébano.
– Ah, gracias, Gottlob, y ahora que alguien me ayude a darle la vuelta…
– Este es el momento en que me voy -dijo Lottchen.
Humfried, cuyos ojos se abrieron parpadeando como alas lo bastante para atisbar la jeringuilla, se puso a gritar e intentó escapar arrastrándose.
– A ver, dormilón -le regañó juguetonamente Günther-, lo que te hace falta es un poco de café, sólo para reanimarte, pero no queremos que te lo bebas, ¿a que no?, y que se te derrame por toda la camisa, no, así que procura que vaya por donde tiene que ir…
Los que todavía se mantenían despiertos empezaron a congregar_se alrededor para mirar, algo que Kit sabía que era rutinario en estas Mickifesten. Cobró fuerza la intensidad del monólogo de Humfried, como si fuera consciente de su público y de sus obligaciones como artista. A esas alturas, Gottlob y Günther le habían bajado los panta_lones e intentaban insertar la enorme cánula en su recto mientras discutían los detalles técnicos. Alguien, en la cocina, preparaba un emético de mostaza y huevos crudos.
Cualquiera que esperara una oportunidad de asomarse a los misterios de la muerte y la resurrección se sentiría decepcionado esa noche.
– ¿Sólo el vomitivo? ¿No vais a administrarle estricnina?
– La estricnina es para los escolares franceses, no es un antídoto tan bueno para el cloral como el cloral lo es para la estricnina.
– ¿Entonces no es conmutativo?
– Asimétrico, en cualquier caso.
Günther echó un vistazo profesional a Humfried.
– Me temo que tendrá que ir al hospital.
– Dejad que me encargue yo de eso -dijo Kit, que se sentía me_nos amable que ansioso sin saber por qué, hasta que, a una manzana del hospital, apareció Foley, inmenso y fuera del control de nadie, y menos que nadie de él mismo, corriendo hacia Kit con algo en la mano.
– ¡Traverse! ¡Ven aquí, maldito!
Puede que el tipo estuviera borracho, pero Kit no se engañó a sí mismo suponiendo que eso le concediera la menor ventaja sobre Foley.
– Un amigo tuyo -dijo Gottlob, que sostenía a Humfried por el otro lado.
– Le debo dinero. ¿Se te ocurre algún modo de que nos libremos de él?
– Esta zona de la ciudad es mi segundo hogar -empezó a decir Gotüob cuando se oyó el sonido, desalentadoramente nítido, de un disparo-. Verfluchter cowboy! -gritó Gottlob, y salió corriendo.
Humfried, debilitado por el doral, pero que repentinamente ya podía andar, agarró a Kit por el brazo y lo empujó rápidamente a la entrada más cercana del hospital.
– Confía en mí -farfulló-. Achtung, Schwester! ¡Aquí tenemos a otro drogadicto!
Antes de darse cuenta, Kit estaba rodeado de enfermeros que lo arrastraban por un pasillo.
– Esperad un momento, chicos, ¿dónde está el tipo que he traído? -Pero no había rastro de Humfried.
– Síndrome del acompañante imaginario, típico -murmuró un interno.
– Pero si yo soy el sobrio.
– Claro, quién lo duda, y aquí tienes un recuerdo especial que regala__dió clavándole con destreza una hipodérmica. Kit se desplomó como una piedra. Y así fue a parar a lamos a todos los visitantes como recompensa por estar tan sobrios -aña Klapsmühle.
A Foley, vestido con uno de sus conjuntos canónicos, se le vio marcharse de la ciudad a la mañana siguiente, con lo que fue descri_to como una expresión malhumorada en el rostro.
Kit se despertó y vio cerniéndose sobre él la cara de un tal Doc_tor Willi Dingkopf, enmarcada por un corte de pelo que infringía más de una ley de la física, y una llamativa corbata de color fucsia, heliotropo y turquesa verdoso, regalo de uno de los pacientes, como el Doctor se molestó en explicar al instante con una voz áspera de tanto fumar cigarrillos:
– Pintada a mano como terapia, para expresar, aunque lamentable_mente no para controlar, ciertos impulsos recurrentes de naturaleza homicida.
Kit miró, o tal vez se perdió en, el diseño ultramoderno de la cor____________________rarse, ¿cómo se diría?, divertidas…ger formas conocidas, algunas de las cuales incluso podrían considebía? Tal vez, si se estudiaba el tiempo necesario, empezaran a emerbata, en el que el perturbado artista no había incluido gran cosa de lo que podría encontrarse en el mundo natural, aunque ¿quién sa
– ¡Eh! ¿Qué hace…? ¡Acaba de pegarme con…, con esa vara!
– Una técnica antigua, extraída de los zenistas de Japón. ¿Por qué miraba tan fijamente mi corbata?
– ¿Lo hacía? No me he dado cuenta…
– Umm…-anotó algo en un cuaderno-,y ¿ha escuchado alguna… voz?, ¿de esas que parecen surgir en los tres espacios clásicos pero que de hecho, si diéramos un paso más, conceptualmente casi trivial, lo hace en una más lejana, como ustedes dicen…, dimensión…?
– ¿Voces, Doc?, ¿de otra dimensión?
– ¡Muy bien! Capacidad de razonar, ¿lo ve? ¡Ya está recuperando la cordura! No tiene por qué sentirse solo en esto, señor Traverse. ¡No! Simplemente ha sufrido una pequeña perturbación del Co-consciente agravada por el abuso del cloral, que, una vez superada su fase aguda y en este entorno saludable, suele pasarse rápidamente.
– Pero yo no he dicho que oyera voces, ¿verdad que no?
– Umm, cierta pérdida de memoria también…,y, y «Traverse», ¿qué clase de apellido es ése…? Por un casual ¿no será también hebraico?
– ¿Qué? No lo sé…, la próxima vez que hable con Dios se lo pre_guntaré.
– Ja…, bueno, de vez en cuando se encuentra un indicio hebraico, acompañado del sentimiento de no ser lo bastante gentil, es bastan_te común, con angustias a modo de corolario por sentirse demasiado judío…
– El que suena angustiado es usted, Doc.
– Oh, más que angustiado, alarmado, a diferencia, según veo, de usted, que extrañamente no lo está. Ante los millones que ahora es_tán entrando a raudales en su país… ¿hasta qué punto deben de ser ingenuos los americanos para no ver el peligro?
– ¿Los judíos son peligrosos?
– Los judíos son listos. El judío Marx, impulsado por su inteligen_cia antinatural a atacar el orden social…, el judío Freud, que finge sa__ciendo que los habitantes de Gotinga se vuelvan paranoicos y vengan gritando a mi puerta, donde, claro, se espera que yo me ocupe de todo…nar las almas (ésa es, por cierto, mi manera de ganarme la vida, me lo tomo como ofensa personal)…, el judío Cantor, la Bestia de Halle, que pretende demoler los cimientos mismos de la matemática, ha
– Un momento, discúlpeme, Herr Doktor -soltó alguien inespera__tó ser durante una sesión de terapia de grupo-. Cantor es un luterano practicante.damente la siguiente vez que Dingkopf impartió su charla, que resul
– ¿Con un nombre como ése? Por favor…
– Y, lejos de a la ruina, puede que nos haya llevado a un paraíso, tal como lo ha descrito públicamente el Doctor Hilbert.
– El Doctor… David Hilbert, se habrá fijado.
– Tampoco es judío.
– Hay que ver lo bien informado que está todo el mundo hoy en día.
La Kolottie resultó ser un complejo bien ventilado de edificios de ladrillo vidriado amarillo, sólidamente erigidos sobre los principios del Invisibilismo, una escuela de la arquitectura moderna que creía que cuanto más «racionalmente» se diseñara una estructura, menos visible parecería y que, en casos extremos, convergería al denominado Tér__nimamente vinculada al mundo físico.mino Penúltimo, el paso anterior a la liberación en lo Invisible o, como algunos preferían decir, «en su propia metaestructura», ya mí
– Hasta que un día uno se queda apenas con rastros del mundo, unas pocas madejas de alambre de espino delimitando la vista en plan_ta de algo que ya no es posible ver…, tal vez también con ciertos olores, que se filtran avanzada la noche desde algún punto, traídos por el viento, un viento que posee en sí el mismo índice de refracción que la Estructura desaparecida…
Eso se lo explicaba con toda seriedad a Kit un individuo con uni__traba un cerebro humano estilizado, con una especie deforme de guardia, a quien él, en su inocencia, creía justamente un guardia. En la hombrera del uniforme se veía un parche que mos hoja de hacha teutónica hundida en el medio, que Kit tomó por una insignia de la Kolonie. El arma era negra y plateada y el cerebro de una alegre ani_lina magenta. El lema que tenía encima rezaba «So Gut Wie Neu», o «Como nuevo».
Habían salido al «Campo del Dirigible», una especie de superfi_cie plana teórica donde las actividades del Klapsmühle incluían el des__trumentos de topografía que parecían reales y todo lo demás, y que no parecían internos de laplazamiento de tierra, la excavación de rocas y el alisamiento de la superficie, bajo la supervisión de un pelotón de «ingenieros» con ins Kolonie, aunque allí dentro nunca se sabía.
Hoy reinaba un gran nerviosismo en la Kolonie, porque se es__bía visto nunca uno, pero bastantes se atrevían a describírselo sin el menor recato a los demás:peraba que en cualquier momento llegara y aterrizara en el campo de Dirigibles ¡un Dirigible de verdad! La mayoría de los internos no ha
– Vendrá a liberarnos, todos son bienvenidos, es el vuelo expreso a Doofland, la patria ancestral de los enfermos mentales, descenderá, un triunfo gigantesco de la decoración bohemia, luminiscente en to_dos los colores del espectro, y la Banda de la Nave tocará antiguos éxitos como O Témpora, O Mores y La ballena negra de Askalon mien__dida exactamente en el Punto del Infinito, pues el Nombre secreto del Dirigible es Elipsoide de Riemann… -Y así sucesivamente.tras subimos alegremente a bordo, a la góndola aerodinámica suspen
Una pelota de fútbol, pateada desde muy lejos, pasó volando por arriba y alguien la confundió momentáneamente con el Dirigible, cuya llegada, se esperaba, no perturbaría ninguno de los partidos de fútbol que parecían jugarse en el Campo del Dirigible a todas horas, sobre todo cuando oscurecía, que de hecho era el momento preferi_do pese a imponer un estilo de juego diferente.
– Esta pelota bota casi tanto como la cabeza de Juan el Bautista -ex_clamó alguien, una alusión a una reciente excursión terapéutica que habían hecho los internos a Berlín para ver una función de la ópera Salomé de Richard Strauss, de la que el Doctor Dingkopf había sali_do murmurando algo sobre «una grave crisis neuropática que recorre la Alemania actual», aunque los miembros del grupo, y no sin razón, dada la descripción del propio Strauss de la obra como un scherzo con un desenlace fatal, no habían parado de carcajearse como posesos, y las carcajadas pronto se extendieron desde las butacas de marco y medio a la gente «normal» que había en el resto del teatro. Desde esa excursión, los guardas de la Kolonie se habían visto obligados a aguan__medor («¿Qué hay de comer?», «Parecetar la nueva muletilla, tanto en el campo de fútbol como en el co la cabeza de Juan el Bautista»), o a escuchar las discusiones religiosas de los Cinco Judíos, que por alguna razón era el único fragmento de la ópera que todos, al pare____________________tando «Judeamus igitur, Judenes dum su-hu-mus…»tor Dingkopf, que al poco empezó a acusar la tensión, y al que se veía vagando por los terrenos de la institución a horas intempestivas cancer, habían memorizado, nota por nota, tal vez para enfadar al Doc en un distraído tono de tenor.
– Ich bin ein Berliner!
– ¿Cómo ha dicho? -El paciente parecía ansioso por hablar con Kit.
– No le hará daño -le tranquilizó el Doctor Dingkopf mientras los celadores se llevaban al paciente con habilidad-. Ha acabado cre__ricanoyéndose que es cierto famoso pastelito de Berlín, semejante a su ame Jelly-doughnut, como dirían ustedes.
– ¿Cuánto tiempo lleva aquí?
Encogimiento de hombros.
– Un caso difícil. El Jelly-doughnut es una metáfora tan potente para el cuerpo y el espíritu que encontrar el camino de vuelta a la cordura simplemente mediante la razón resulta muy problemático, así que tenemos que recurrir a la Fenomenología, y aceptar la verdad li_teral de esta ilusión, por eso lo llevamos a Gotinga, a cierta Konditerei donde se lo empolva de pies a cabeza con Puderzucker y se le permite sentarse, o de hecho recostarse, en uno de los estantes reservados nor_malmente para la bollería. Cuando empieza con su «Ich bin ein Berliner», la mayoría de los clientes se limita a intentar corregir su dicción, como si él fuera de Berlín y hubiera querido decir «Ich bin Berliner»…, aunque en ocasiones llegan a comprarlo de verdad… «¿Quiere una bolsa para llevárselo, madame?» «No, gracias, me lo comeré aquí mismo, si no le importa.»
– Bueno…, si eso no lo devuelve a la realidad…
– Ach, ni por asomo, él permanece inmóvil, incluso cuando in_tentan… morderlo…
Varias horas más tarde, Kit se percató de la presencia de una masa enorme, blanda y borrosa en la penumbra del dormitorio, que des_prendía el aroma inconfundible de la pasta recién horneada.
– Chiss…, no haga nada, por favor.
– Muy bien. Sólo estaba tumbado aquí, mirando el papel pintado a oscuras.
– ¿Ah? ¿De verdad? ¿Es eso lo…, qué es lo que le dice?
– Me ha llevado a ciertas conclusiones inesperadas sobre las fun_ciones automórficas. Y a usted, ¿cómo le va?
– Bueno, antes que nada, permítame aclararle que en realidad yo no soy un jelly doughnut.
– Pues debo decir que el parecido es, vaya, asombroso, y ¿sabe ha_blar y todo lo demás?
– Era el único modo de ponerme en contacto con usted. Me en_vía su amiga, la señorita Halfcourt.
Kit miró con atención. Otra víctima del hechizo; lo único que Yashmeen tenía que hacer, le pareció, era darle un beso a su cliente.
– Es como la divisibilidad -prosiguió la aparición-, aunque un poco distinto. La mayoría de la gente se niega a admitir que me ha visto. Y así, en efecto, no me ven. Aparte está, claro, la cuestión del canibalismo.
– El…, no acabo de…
– Bueno, eso los confunde, ¿no? Me refiero a que, si soy huma_no y ellos están pensando en tomarme de desayuno, eso los convier_te en caníbales, pero si soy en realidad un donut, entonces, tratándose de caníbales, todos ellos también tienen que ser donuts, ¿lo entiende? -Empezó a reírse con ganas.
Kit levantó la mirada hacia la esfera de radio del reloj de la pared. Eran las tres y media de la madrugada.
– Pongámonos en marcha ¿le parece? -El desproporcionado pastelito le condujo por un pasillo, doblaron algunas esquinas, hasta que salieron por una sala de herramientas a la luz de la luna-. Me gusta_ría acompañarle hasta el final, pero pronto será la hora del desayuno y…, bueno, ya me entiende.
Encontraron a Kit dormido junto a la valla. El Doctor Dingkopf le esperaba en su consulta con un gran fajo de documentos que auto_rizaban su salida, pendientes de que él los firmara.
– Sus amigos británicos han intercedido por usted. Qué importa mi propia opinión profesional, mis veinte años de experiencia clínica, frente a esta siniestra conspiración tribal…, incluso en Inglaterra…, que ya no es la nación de sangre pura que fue en el pasado… ¿Halfcourt…? ¿Halfcourt? ¿Qué clase de apellido es ése?
Yashmeen lo encontró en el café donde habían estado unas no_ches antes. Él no había podido dormir más ni tampoco había creído que importara afeitarse.
– Vamos. Paseemos por Der Wall.
Era una mañana tranquila, la brisa agitaba las hojas de los tilos.
– ¿Cuánto sabes de Shambhala, Kit?
El volvió la cabeza, la miró por un solo ojo. ¿No estaba todo el mundo demasiado preocupado por cuestiones profesionales esta ma_ñana?
– Es posible que haya oído mencionarla un par de veces.
– Una antigua metrópolis de lo espiritual, algunos dicen que ha____________________contado, siempre habrá quienes te dirán que la verdadera Shambhala está dentro de nosotros.gún punto bajo las arenas del desierto del Asia Interior. Y, por desbitada por los vivos, otros dicen que vacía, en ruinas, enterrada en al
– ¿Y? ¿Cuál es?
Ella frunció rápido el ceño.
– Supongo que es un lugar real sobre el planeta, en el mismo sen__nes para «descubrir» el lugar es, sin duda, bien real. Las fuerzas políticas que se han desplegado…, políticas y militares también…tido que el Punto del Infinito es un lugar «sobre» la esfera de Riemann. El dinero que hasta la fecha han invertido las Potencias en expedicio
– Pero no se trata precisamente de un plato de tu gusto.
– Mi…-Se permitió un semisilencio puntuado-. El Coronel Halfcourt tiene algo que ver. Estoy intentando descifrarlo correctamente.
– ¿Tiene problemas?
– Nadie lo sabe. -No era la primera vez que le asaltaba la desa_lentadora sensación de que ella esperaba algo de él que él ni siquiera sabía nombrar ni, mucho menos, darle-. Hay mil razones por las que debería estar allí con él…
– Y una sola por la que no deberías.
¿Tenía que intentar adivinarle el pensamiento o algo así?
Se miraron fijamente a través de lo que podrían ser distancias etéricas.
– Con tu nivel de intuición, Kit -dijo ella por fin con una sonri_sa inquieta-, podríamos pasarnos horas aquí.
– ¿Quién se queja de las horas pasadas en encantadora compañía?
– Me parece que se dice «en tan encantadora compañía».
– Glups.
– La última vez hablamos de un empleo en el CRETINO.
– ¿Fue eso lo que me sacó del Klapsmühle?
– Lionel Swome. Estás a punto de conocerlo. ¿Qué estabas hacien_do allí?
– Ocultándome, supongo. -Le contó la visita nocturna de Foley.
– Parece como si lo hubieras soñado.
– Tanto da. Lo que importaba era el recado que me transmitía. Cuanto antes salga de aquí, mejor.
– Paseemos un poco por el Hainberg, ¿quieres?
Sin dejar de mirar hacia delante y a sus espaldas, ella lo condujo hasta un restaurante en una ladera, con vistas a las murallas de la tran__brilla y desapareció montaña abajo.quila ciudad, donde estaba el coordinador de viajes del CRETINO, Lionel Swome, sentado a una mesa bajo una sombrilla para protegerse de la luz vespertina, con una botella de Rheinpfalz del otoño anterior y dos vasos. Tras las presentaciones, Yashmeen abrió su propia som
– Bien -empezó Swome-, según me han dicho está a punto de largarse.
– ¡Increíble! Acabo de decidirlo hace sólo un par de minutos, cuando subíamos para aquí…, pero ustedes, claro, con su telepatía…, siempre me olvido.
– Y no tiene ninguna restricción con respecto al lugar adonde que ir.
Kit se encogió de hombros.
– Cuanto más lejos, mejor, a mí tanto me da, ¿por qué?, ¿a uste_des no?
– ¿Asia Interior?
– Me va bien.
Swome estudiaba su vaso de vino, sin beber.
– Algunos prefieren otros Deidesheimers, Herrgottsackers y por el estilo, antes que estos del Hofstück. Pero, año tras año, si uno se toma su tiempo…
– Señor Swome.
Un encogimiento de hombros, como si hubiera llegado a un acuerdo consigo mismo.
– Muy bien… Encontrándose la señorita Halfcourt en una situa_ción comparable, ustedes dos están a punto de resolver sus dificultades mutuas… fugándose juntos a Suiza.
Kit tiró de una invisible ala de sombrero echándosela sobre la cara.
– Sí, claro. Y todo el mundo se lo va a tragar.
– Tal vez ninguno de sus conocidos. Pero aquellos a quienes nos in____________________gue? Bien…, y al poco, presto…, cada uno habrá desaparecido en una dirección diferente; en su caso, hacia el este.ted se comportarán como recién casados… ¿Señor Traverse? ¿Me sipondencia bancaria y demás. Hasta cierto punto, la joven dama y usteresa engañar sí podrían creérselo, sobre todo cuando suministremos pruebas abundantes: permisos de estancia, reservas de hotel, corres
Kit esperó que siguiera. Y por fin preguntó:
– ¿Y…?
– ¿La futura ex novia? Umm, ni idea. El tema está en otra mesa. Mientras tanto, como usted estará allí, tal vez haya un pequeño servi_cio que no le molestaría prestarnos.
– Y… eso tendría que ver con, esto, cómo se llamaba…
– Shambhala. Sí, en cierto sentido.
– No soy un teósofo, ni siquiera un gran viajero. Espero que al_guien le haya informado. A lo mejor lo que buscan es al menos un poco de experiencia sobre el terreno.
– Ésa es precisamente su principal virtud. Por allí nadie tiene ni la más remota idea de quién es usted. Tenemos a varios veteranos del Asia Interior merodeando en los oasis y bazares habituales, pero allí todos se conocen, la situación está estancada, ahora lo mejor es inyectar un elemento de lo desconocido.
– Yo.
– Y viene muy bien recomendado por Sidney Reilly.
– Umm…
– Sin duda lo recuerda con el nombre de «Chong».
– ¿Aquel tipo? ¿El que iba por ahí todo el tiempo con un turban_te? Pues menudo paleto estoy hecho, creí que era auténtico.
– Oh, Sidney es así, no se preocupe. Puede toparse otra vez con él cuando llegue a cualquiera de esos países cuyos nombres acaban en «stán», porque siempre anda de aquí para allá, pero seguramente tam_poco lo reconocerá.
– Así que si me meto en problemas…
– No será él el encargado de eso. -Una mirada penetrante-. No padecerá «de los nervios», espero.
– ¿Le parezco un poco alterado ahora mismo? Debe de ser por esos tipos que me persiguen, por no mencionar lo que piensan hacerme y demás. Pero ¿allá? ¿En el Asia Interior, a dos millones de kilómetros de ningún sitio? Mierda, seré como un dandi.
– Bien, entonces le explicaré lo que queremos que haga por no__dos de toda la vida: Oficina Colonial, Savile Row número 1, y con otras relaciones menos oficiales. Podemos dejarle -añadió trazando una ruta vacilante con la punta del dedo- al menos en Kashgar.sotros. -El empleado del CRETINO, asintiendo, sacó un mapa de una funda y lo desplegó sobre la mesa-. Contamos con nuestros acuer
– Ahí es donde está destinado el padre de la señorita Halfcourt.
– De vez en cuando. Lleva una vida peripatética. Pero como le pi_llará de camino…
– Espere un momento -Kit alargó la mano para coger uno de los cigarrillos de Swome de su cajetilla, que estaba sobre la mesa-. Ellos no tienen la menor idea de dónde está él, ¿verdad que no?
– Las líneas, en cierto sentido, se han caído. Temporal pero en____________________chos, tenemos que mantener cierto control sobre la historia…dido. Y, siendo esencial el tiempo, obviamente, no queremos que los demás, Alemania o Austria sobre todo, impongan su versión de los hecupa… -hizo una pausa, como si esperara que Kit acabara la frase. Kit no le complació-… cuanto tener su informe sobre lo que quiera que haya acabado de suceder en Shambhala, pues, según parece, todas las Potencias estaban involucradas, y es inconcebible que él se lo haya perterior de Asia, y las consecuencias todavía no están claras. Auberon Halfcourt lleva operando por allá desde los problemas afganos, no hay apuro del que no sepa salir. No es tanto su seguridad lo que nos preola en Rusia, ya lo sabe, y ha seguido las vías de ferrocarril hasta el ingorrosamente. Nunca se había producido una revolución a esa esca
– He visto a muchos rusos en la ciudad -dijo Kit, esperando que le respondiera que se ocupara de sus asuntos, pero al parecer Swome también había estado dándole vueltas a los otzovistas.
– Supongo que se refiere a esos bolchis antileninistas. Sí, vaya que sí. Con su resuelta obcecación por la señorita Halfcourt y sus habili__TINO está por encima de la política internacional.dades tetradimensionales, parecen dispuestos a pasar por alto todos los riesgos seculares, sobre todo los que puede correr la reciente Entente Anglo-Rusa. Por consiguiente, hemos tenido que recurrir a ciertas actividades de distracción, aunque en teoría se supone que el CRE
»Uno debe andarse siempre con cuidado. Estas almas tan espiri__ción antes de convertirse en la Ojrana… Y lo que importa en realidad, sean materialistas o espiritualistas, es que todos son unos malditos tirabombas, ¿no es así? Bastante fáciles de manejar, claro, bien mirado es casi una ventaja para la Entente, basta dejar caer una palabra en el oído apropiado y que se salve el bolchi que pueda.tuales no siempre son lo que parecen. A menudo resultan ser menos metafísicos de lo que uno esperaría, de hecho, los hay tan apegados al mundo sólido que uno empieza a sentirse como un místico, sólo por defecto. Madame Blavatsky en persona, acuérdese, trabajaba para el servicio secreto zarista, conocido por entonces como la Tercera Sec
– ¿Tendré problemas con ellos? Ya que me encamino en esa di_rección…, era lo que quería saber.
– A mí me parecen demasiado europeos para Kashgar, no los veo muy dispuestos a ir allí, es mucho más cómodo aquí o en Suiza. Kashgar es la capital espiritual del Asia Interior, todo lo «interior» que se puede llegar, y no sólo geográficamente. En cuanto a lo que yace bajo aquellas arenas, usted puede elegir: o bien Shambhala, lo más pa__quezas plutónicas, y la posibilidad de crear otra clase subhumana más de trabajadores para extraerlas. Una visión, si quiere, espiritual, y la otra, capitalista. Inconmensurable, claro.recido a la Ciudad Celestial que ha conocido la Tierra, o bien Bakú y Johannesburgo otra vez, reservas sin explotar de oro, petróleo, ri
– Y por tanto, el trabajo…
– Es encontrar a Auberon Halfcourt, ver qué tiene que informar y hacérnoslo llegar con el máximo detalle y con tanta rapidez como sea posible.
– ¿En persona?
– No es necesario. Tenemos en cuenta su necesidad de pasar inad_vertido durante un tiempo. Le daremos un listado de mensajeros entre aquí y allá, todos dignos de confianza… Oh, en el caso de que tenga que salir rápidamente, le sugerimos que lo haga vía Constantinopla, por_que nuestras líneas son un poco más seguras por ahí.
– ¿Y por qué tendría que salir rápidamente?
– Por varias razones, elija la que prefiera. Otra revolución, levan_tamientos tribales, desastres naturales, sabe Dios, señor, si tuviéramos que cubrir todas las contingencias bien podríamos escribir novelas de e spionaje.
Yashmeen lo esperaba al borde de la ciudad.
– Bueno… -dijo Kit con lo que esperaba fuera un tono animado-, nos fugamos juntos.
– Espero que no estés enfadado, ¿verdad que no lo estás, Kit?
– Oh, no te preocupes, Yash…, saldremos adelante.
– Así es como funcionan sus cabezas.
– Será divertido.
La fugaz mirada de Yashmeen sólo con dificultades podía distin_guirse de la alarma.
– «Divertido.»
Disponiendo de un día libre, Kit, Yashmeen y Günther decidie__lieron hacia el Brocken. A medida que avanzaban, el terreno, cubierto de maleza, se iba tornando accidentado y se diría que embrujado, las nubes procedían de direcciones indeterminadas y tapaban el sol.ron hacer una visita de despedida al poco conocido pero gratificante Museum der Monstrositáten, una especie de equivalente nocturno de la inmensa colección de modelos matemáticos del Profesor Klein en la tercera planta del Auditorienhaus. En una diligencia de motor sa
– Una Alemania más a la antigua -comentó Günther con una sonrisa que distaba de ser tranquilizadora-. Más profunda.
No se trataba tanto de un museo convencional cuanto de un tem____________________to, hubiera sido extraída de él. De vez en cuando se veía una estatua con la figura de un ángel, alas, cara y vestimenta estilizados casi hasta la geometría pura, blandiendo armas quevisible») reino de los números, la negra sustancia con la que estaba construido no parecía tanto un mineral conocido cuanto el residuo de otro sin nombre, después de que la luz, mediante cierto proceso secreque no había exterior, aparte de una entrada que enmarcaba un tramo de escalones negros como el carbón que se inclinaban hacia abajo en un túnel sin fondo conducente a desconocidas criptas. Como si se quisiera expresar el «imaginario» (o, como lo denominaba Clifford, «intemática europea…; no se sabía si estaba pensado para la exposición, el culto, el estudio o la iniciación, al menos visto desde el exterior, porplo subterráneo o contratemplo, dedicado a la «crisis» actual en la ma todavía no eran identificables, pero en las que se distinguían electrodos, aletas de refrigeración y demás.
El interior les pareció extrañamente vacío, iluminado tan sólo con unos pocos apliques de gas que se perdían por los pasillos aleján____________________gadamente ortogonales de las instituciones académicas…ciones de suspiros que a veces alcanzaban la fuerza del viento…, una tristeza, una exclusión salvaje dominaban los planos de planta remildad todavía perduraba. Los pasillos parecían recorridos por generadose de las sombras del vestíbulo de entrada. Pero se percibía el olor del orden y la limpieza alemanes en constante práctica, de Sapoleum y cera para el suelo, de aplicaciones masivas de formalina cuya caustici
– ¿No hay nadie trabajando aquí? -preguntó Kit-. ¿Guardas, per_sonal?
– A lo mejor se ocultan de los visitantes desconocidos -apuntó Günther encogiéndose de hombros-. ¿Cómo se pueden controlar los nervios aquí abajo?
De vez en cuando, donde había luz, era posible distinguir espacio_sos murales, de precisión casi fotográfica, de colores inalterados por las purificaciones interiores diarias, que representaban acontecimientos de la historia reciente de las matemáticas, como el Descubrimiento de las fundones Weierstrass, de Knipfel, y el instalado hacía poco de El Profesor Frege en Jena tras recibir la carta de Russell acerca del conjunto de todos los conjuntos que no son miembros de sí mismos, de Von Imbiss, que mostra_ba efectos parallax cuando uno pasaba por delante, con figuras en el fondo como Sofia Kovalevskaia o un maliciosamente hidrofóbico Bertrand Russell que entraba y salía de la escena, dependiendo de la posición y la velocidad del espectador.
– Pobre Frege -dijo Günther-, estaba a punto de publicar su libro sobre aritmética, y va y pasa esto, aquí más que nada está diciendo «Kot!», que es la palabra alemana para decir: «¿Cuánto me costará revisar todas estas páginas?». Fijaos en el modo en que se golpea la fren_te, que el artista ha insinuado con inteligencia mediante las pequeñas rayas que irradian color verde y magenta…
Los rótulos los llevaron por un pasillo abovedado con puntales de hierro, que conducía a una serie de panoramas de una nitidez pas____________________beza, presentado ópticamente como tridimensional, más vivo que una figura de un museo de cera, incluso se veían las miles de gotas de sudor que caían por las caras de todos…mas de París» que esperaba ver resueltos durante el siglo siguiente, sí, aquí estaba Hilbert sin la menor duda, el sombrero Panamá en la capresión de haber entrado en el salón de conferencias de la mismísima Sorbona, donde Hilbert, aquella histórica mañana de agosto de 1900, presentaba al Congreso Internacional la lista de los famosos «Probletual cuya iluminación era remedada mediante la fluorescencia de capas de gas empapadas en ciertas sales radiactivas…, o daban la imgóricos descalzos y con túnicas, captados en cierto transporte espiriradamente ante una tormenta que se aproximaba, con discípulos pitamosa; éstos pretendían convencer al más escéptico de los visitantes de que se encontraba rodeado de una vista de 360 grados de la antigua Crotona de la Magna Grecia, bajo un cielo que se oscurecía apresu
Según la filosofía del diseño de la época, entre el observador si_tuado en el centro del panorama y la pared cilíndrica sobre la que se proyectaba la escena, se extendía una zona de naturaleza dual, en cuyo interior debía disponerse correctamente cierto número de «objetos reales» apropiados al escenario -sillas y mesas, columnas dóricas intac____________________moslo así, «ficcionales»; este surtido de objetos híbridos había sido diseñado para «fundirse gradualmente» en la distancia hasta la pared curvada y un estado final de imagen pura.tricto, sino más bien en parte «reales» y en parte «pictóricos», o, digátas y dañadas-, aunque no se los pudiera llamar «reales» en sentido es
– Y así -comentó Günther- uno se ve arrojado al paraíso cantoriano de la Mengenlehre, con un conjunto bastante numeroso de pun_tos en el espacio que se sustituye continuamente por otro, perdiendo suavemente su «realidad» como una función del radio. El observador lo bastante curioso para cruzar ese espacio -lo que no estaba, parece, prohibido- se vería lentamente apartado de su entorno tetradimensional y llevado a una región atemporal…
– Querrás ir por ahí, Kit -dijo Yashmeen señalando un rótulo que rezaba zu den quaternionen.
Ya, claro, claro, no era asunto de Kit, ellos obviamente necesita____________________ciones imperiales, promesas de lucha, castigo y sacrificio sangriento-, se encontró por fin ban incómodas hasta para los que estaban moderadamente en forma -como si las hubieran modelado siguiendo el patrón de un espacio de reunión antiguo, como el Coliseo de Roma, cargado de intenban un rato a solas, con la partida inminente, cosas que decirse… A su aire, Kit descendió unas escaleras oscuras tan empinadas que resultaante un telón de goma y se quedó esperando, hasta que el telón fue misteriosamente descorrido y él se vio impulsado hacia el resplandor amplificado de una lámpara de Nernst hasta el límite de la explosión blanca, y allí estaba él, incuestionablemente en la orilla del canal en Dublín sesenta años atrás, mientras Hamilton re____________________taba expuesta en una galería cercana dedicada a «accesorios» famosos en el gran drama matemático, trozos de tiza, tazas de café a medio beber, incluso unpectiva perfecta, la figura de la señora Hamilton lo contemplaba con tranquila consternación, Hamilton en persona grababa en el puente su famosa fórmula con una navaja en parte real y en parte imaginaria, una navaja «compleja», diría uno, aunque una reproducción «real» escibía los Cuaterniones de una fuente extrapersonal encarnada en esa misma luz, el Puente Brougham retrocedía ante sus ojos en una pers pañuelo completamente arrugado, del que se decía había pertenecido a Sofía Kovalevskaia y databa de los tiempos de Weierstrass en Berlín, un ejemplo de la tristemente famosa «superfi____________________de hubiera estado, Yashmeen reapareció, le cogió del brazo y miró un rato la melancólica reliquia.trujado de nuevo hasta convertirlo en una bola compacta? ¿Era un vestigio, un recuerdo químico, de alguna relación extraordinaria entre el amable profesor y la estudiante de ojos elocuentes? De allá dontantemente renovada de nitrógeno puro. ¿Cómo entró este pañuelo en su estado sin tangente? ¿Fue reiteradamente estrujado dentro de un puño apretado? ¿Fue abierto, empapado en lágrimas y mocos, esticos hasta el presente, allí en su vitrina de pie, bajo un hemisferio de cristal, iluminado desde abajo, preservado en una atmósfera conscie desprovista de planos tangentes» de Lebesgue, un primo lejano y excéntrico de la familia de las funciones, continuo por todas partes y en ningún momento diferenciable, con el que Weierstrass, en 1872, había inaugurado la gran Crisis que seguía desvelando a los matemá
– Ella fue siempre mi inspiración, ¿lo sabías?
– ¿Todo bien por ahí, entre tú y el dios teutón?
– Está muy triste. Dice que te echará de menos. Quiere decírtelo en persona, me parece.
Ella se alejó cuando Günther, con los ojos brillantes bajo la som__funda, aunque no insondable, insatisfacción. Tenía que irse a México a dirigir una de las plantaciones de café de la familia. Su padre se había mostrado inflexible, sus tíos esperaban ansiosos su llegada.bra del ala del sombrero, se acercó a Kit con una expresión de pro
– Es casi mi zona -dijo Kit-. Si subes hasta Denver…
– Se trata de nuestro extraño vértigo alemán, todo en movimien____________________queño papel en ello.león III antes…, y sin duda yo desempeño algún patético y ciego pedo tropismo del espíritu alemán hacia todas las manifestaciones de lo mexicano, allá donde ocurran. El Káiser busca ahora en México las mismas oportunidades para hacer daño a Estados Unidos que Napoto, como el agua escurriéndose por el fregadero, este no reconoci
– Günni, hoy parece que andas un poco escaso de, no sé, esa vieja seguridad en ti mismo tan tuya.
– Tenías razón, ya lo sabes. El día de nuestro duelo. Yo sólo he sido un Rosinenkacker de vacaciones más, perdido en sus banales ilusiones. Ahora debo despedirme de la vida que podría haber llevado, y reto__brá más matemáticas para Von Quassel. Es una línea de universo por la que, después de todo, nunca viajaré.mar el camino de piedra, como un peregrino en penitencia. No ha
– Günni, fui un poco brusco, me parece.
– Sé bueno con ella -con un, se diría, énfasis germánico en el im_perativo que Kit no sabía hasta qué punto debía tomarse en serio.
– Voy a ser su compañero de viaje durante una semana aproxima_damente, nada más. Luego, o eso me han dicho, intervendrán otras fuerzas.
– Ach, das Schicksal. Del doral al café -se puso melancólico Gün_ther-. El viaje antipodal desde una punta de la conciencia humana a su contraria.
– El Destino está intentando decirte algo -conjeturó Kit.
– El Destino no habla. Lleva un Mauser y de vez en cuando seña_la nuestro camino.
Siguieron adelante con pesar y reticencias, percibiendo a través de la pesada envoltura de piedra la tarde que caía. En la ciudad, les espe____________________cer algún día aquel abrazo abismal?dios matemáticos sino también, de hecho, de toda esperanza de conosecuencia de la observación sin mediaciones de la belleza. ¿Eran sus inminentes partidas una despedida no sólo de los programas de estudía sugerir que se alejaran de esos pasillos que rendían tributo a las personas que ellos mismos, en el pasado, se habían imaginado que serían algún día…, quienes, todos y cada uno de ellos, habían optado por someterse a la posibilidad de alcanzar el terrible éxtasis como conraba otra noche con su penultimancia coactiva, y aun así ninguno po
– Niños. -La voz era ilocalizable, resonaba por todos los rincones de los pasillos-. El Museum cierra. La próxima vez que lo visitéis tal vez no se encuentre donde hoy está.
– ¿Por qué no? -Yashmeen no pudo reprimir la pregunta, aunque ya sabía la respuesta.
– Porque la piedra angular del edificio no es un cubo sino su aná_logo tetradimensional, un hipercubo. Algunos de estos pasillos llevan a otros tiempos, épocas, que podríais querer reclamar con demasiada fuerza, y perderos en la perplejidad de la tentativa.
– ¿Cómo lo sabe? -dijo Günther-. ¿Quién es usted?
– Ya sabes quién soy.
Frank había jurado que una vez saliera de México se olvidaría, y que su asunto pendiente en Norteamérica sería prioritario para él. La política mexicana no era de su incumbencia, aunque hubiera po_dido hacerse cierta idea de la situación y las correlaciones de fuerzas, lo cual raramente ocurría. Así que, como era de esperar, ahí estaba él, de vuelta en el viejo caldo tlalpeño.
Trabajaba en las afueras de Tampico, no muy lejos de donde em__do del anarquismo rural al tráfico de armas, y al poco él y Frank movían modestos alijos de material bélico, casi siempre como meros intermediarios.pezaba una zona que llevaba directamente a la frontera con Estados Unidos, donde los contrabandistas se movían a sus anchas. Había vuelto a encontrarse con Ewball Oust, cuyos intereses habían pasa
Una noche, mientras cenaba en la Calle Rivera, cerca del merca____________________do Günther von Quassel. Cuando intercambiaron sus tarjetas y vio el nombre de Frank, se le arquearon las cejas.jilla derecha, con forma de tilde. En México lo conocían como «El Atildado», término que también designaba a un hombre de impecable porte personal, un talento con el que igualmente había sido bendecido, entablaron conversación con un viajero alemán, un cultivador de café que tenía una finca en Chiapas y una cicatriz de duelo en la me
– Conocí a un Kit Traverse en Gotinga.
– Mi hermano pequeño, seguro.
– Poco faltó para que una vez nos batiéramos en duelo.
– ¿Le hizo eso Kit? -preguntó moviendo la cabeza hacia la mejilla de Günther.
– La cosa no llegó tan lejos. Lo resolvimos pacíficamente. En rea_lidad su hermano me daba mucho miedo.
– Pues entonces seguro que era Kit.
Günther le contó a Frank cómo Scarsdale Vibe y sus ayudantes habían obligado a Kit a abandonar Gotinga.
– Bueno, tal vez sea una suerte -dijo Frank demasiado malhumo_rado para creerlo, en realidad-. Esos malditos tipejos.
– Es un joven con iniciativa. Saldrá adelante. -Günther llevaba consigo un termo lleno de café caliente-. Si me hace el honor -ofre_ció-. Una nueva variedad. Bohtien gigantes. Lo llamamos Maragogipe.
– Gracias. Pero he de decir que yo siempre he sido un hombre de Arbuckle. -Frank percibió que algo muy parecido a un estremeci_miento cruzaba el rostro del 'cafetalero'.
– Pero… ellos le añaden ceras -Günther adoptó un tono ofendi_do-, Resina de…, de árboles, creo.
– Crecí tomándolo, el favorito de la esposa de la frontera, vaya, desde que era un pequeñín, siempre he bebido Arbuckle.
– Ach, cómo han degradado su sentido del gusto. Pero parece jo_ven, todavía. Tal vez estemos a tiempo de corregir ese trastorno.
– Bromas aparte -dijo Frank sorbiendo-, es un café muy bueno. Se ve que conoce su negocio.
Günther resopló.
– No es mi negocio. Estoy aquí porque me lo impuso mi padre. Trabajo en la empresa familiar.
– He pasado por eso -dijo Ewball-. ¿La vida en la plantación no es lo que esperaba?
El joven Von Quassel se permitió esbozar una sonrisa gélida.
– Es exactamente como esperaba.
Ewball parecía condenado a toparse con viejos conocidos 'del otro lado' y de tiempos pasados, de los días en que hacerse mayor todavía no significaba hacerse peor y, a veces, alcanzar una mala fama que tampoco se habría imaginado en aquellos tiempos de alegría y des____________________fica compra de acciones baratas del norte, siempre en fuga, incapaz todavía de dejar de timar tan alto y rápido como podía, y que un día se presentó en la ciudad en medio de una breve tormenta de arena y fue a parar al mismo pequeño patio donde Ewball, Frank, Günther y un par de docenas de mirlos se habían refugiado casualmente. Elgería a los demás que lo llamaran «Ramón», huido de cierta catastrópreocupación. Estaba, por ejemplo, «Steve», que en la actualidad su 'norte' aulló como a una luna invisible. La arena silbaba y repiqueteaba sobre el elegante hierro forjado, y «Ramón» los entretuvo con cuentos de deudas sin fin.
– Lo que os digo, estoy cada vez más desesperado. Si os enteráis de algo que os parezca demasiado descabellado o peligroso para vosotros, vaya, pasádmelo. En el norte hay una crisis de liquidez. Ahora mismo me follaría un caimán al mediodía en la Plaza de Toros si pudiera sa_car un peso.
Antes de desaparecer desgarbadamente en la opacidad amarilla, los invitó a todos a que lo visitaran esa noche en su villa, donde habría juerga.
– Venid a verla mientras la finca todavía sea nuestra, conoceréis a mi nueva esposa. Una pequeña 'reunión', un centenar de tipos o así, que durará una semana si queremos.
– Suena bien -dijo Ewball.
Günther se fue a hacer negocios con la numerosa colonia alema_na de Tampico y les estrechó la mano a Frank y Ewball.
– ¿Irán a esa fiesta esta noche?
– Nos alojamos en el Imperial -dijo Frank-, en el sótano, muy atrás. Pásese e iremos juntos.
Apartados, hacia el oeste y la Sierra, en espléndidas residencias apenas visibles a través de las brumas que se elevaban de las palúdi____________________sadoras, prometiendo justo castigo por crímenes ya olvidados…flejando columnas de llamas mientras los pozos ardían y explotaban, sin nada por delante más que el exilio, la pérdida, la desgracia, ningún futuro en ningún sitio al norte de Río Bravo, voces invisibles en el hedor del petróleo, que salían de los canales enfermos, señalando acusierto, cielos inmisericordes, ojos en los que no sólo los iris sino toda la superficie era negra, que brillaban en sus cuencas, implacables, reto nativo que todos creían inminente, mientras yacían boca arriba en sus dormitorios, noche tras noche, acosados, en las pocas horas que podían dormir, por pesadillas casi idénticas de huidas a través del demontorios fluviales azotados por el viento, a la espera del levantamiencas tierras bajas, la población gringa se encogía en la cima de sus pro
Frank y Ewball deambularon por la fiesta de Steve/Ramón y des____________________rar aquello, esta riqueza antinatural, esta desbordada violación de la realidad?daba entre las sombras del futuro próximo, pues ¿cuánto podía dulera de baúles, cerrados y preparados para el viaje. Los mismos baúles que se veían en la mayoría de las villas alquiladas por los gringos del círculo social de Ramón, como un recordatorio del abismo que aguartados bebían gin-fizz Ramos y mascaban coca fresca de las junglas de Tehuantepec. En la sala, las carcajadas eran más o menos constantes, pero de algún modo más fuertes y angustiadas que, pongamos, en una cantina un sábado por la noche cualquiera. En el vestíbulo delantero, ocultos por macetas gigantescas cargadas de orquídeas, había una hirejas bailaban versiones tropicales del bolero y el fandango. Los invizaban de una palmera ornamental a otra. Tocaba una orquesta. Las pates revestidas de azulejos, donde los loros, fuera de las jaulas, se deslicubrieron un salón de baile tranquilo y lleno de murmullos con fuen
– Es Bakú con mosquitos -le aseguraron viejos trabajadores del petróleo a Frank.
– Ha llegado la hora de marcharse del país -se oyó decir a juer_guistas más de una vez-, porque aquí, a este lado de la frontera, todos somos rehenes, en el norte están pidiendo préstamos como si llegara el fin del mundo, la mitad con acciones como garantía secundaria, y si los depósitos se hunden no importará cuánto petróleo haya en el suelo, será un adiós 'chingamadre', por así decirlo.
Günther se había presentado con una belleza alta y rubia llamada Gretchen, que no hablaba inglés ni español y sólo unas palabras de su alemán nativo, como «cocktail» y «zigarette». Resultó que mostraba cierta tendencia, rara en una joven dama tan llamativa, a desaparecer, y Frank reparó en la expresión preocupada de Günther.
– Se supone que la estoy cuidando para un socio -le explicó-. Tiene un historial de actos impulsivos. Si no fuera por… -dudó, como si estuviera a punto de pedir la intercesión de Frank.
– Si puedo ayudar…
– Tu nombre ha sido mencionado hoy, en un contexto que acabo de empezar a investigar.
– He tenido algunos tratos con la colonia alemana. En Tampico resulta difícil no tenerlos.
– Esto tenía que ver con cierta entrega en Tampico para un trans_bordo a Chiapas.
– Maquinaria para la recolección de café -sugirió Frank.
– Algo así. -Gretchen reapareció deambulando a la deriva ante las puertaventanas de un soportal, con una mirada vidriosa en los ojos, visible incluso a aquella distancia-. Cuando tenga un momento…, en cuanto yo haya… -Distraído, se apresuró a partir tras la inquieta valquiria.
El cargamento en cuestión era cierta cantidad de semiautomáticas Mondragón traídas de Alemania y destinadas al Ejército mexi_cano.
– Es una pequeña preciosidad -dijo Frank- que empezó siendo un diseño mexicano hace veinte años, y los alemanes la llevan refinando desde entonces. El cerrojo salta hacia atrás, expulsa el casquillo, carga en la recámara una nueva bala, ni tiene que tocarse. Pesa como un Springfield, lo único que hay que hacer es disparar hasta que se vacíe el cargador, eso son diez balas, a no ser que encuentres uno de esos cargadores Schnecken de treinta que hoy en día fabrican para los aviones alemanes.
– Ya preguntaré -dijo Günther.
Las cajas de fusiles podían ser re-expresadas como «maquinaria para las minas de plata», una de las mercancías para cuyo transporte se habían construido al principio las líneas de ferrocarril aquí y al norte, y así encontraban una forma de transporte segura, ajustada a las dobleces de un orden económico que algún día tal vez destrui__dicato de estibadores, que eran, por naturaleza, antiporfiristas.rían. A este fin, no habría problemas para conseguir la ayuda del sin
– Puede que también te interese hablar con Eusebio Gómez, que es el subagente -dijo Günther.
Frank lo encontró en los muelles del Pánuco; el flanco tosco de hierro de un vapor se elevaba a sus espaldas.
– Cobro mi comisión en mercancía en lugar de efectivo -explicó Eusebio-, porque tengo la teoría de que las Mondragón te ayudarán a salvar las épocas sin dinero, caso que no se da a la inversa, como le dirá cualquiera que haya intentado disparar a algo con un hidalgo.
– Habla un inglés increíblemente bueno, Eusebio -dijo Frank asintiendo.
– En Tampico todos hablan norteamericano, por eso lo llamamos «Gringolandia».
– Estoy seguro de que también ve a muchos irlandeses por aquí, ¿verdad?, '¿irlandeses?'.
– ¿Señor?
– Oh, son fáciles de distinguir: nariz roja de borracho, bocazas, ignorantes y sucios, ideas políticas idiotas…
– ¿Y qué coño sabrás tú?… 'Este…, perdón', señor, quería decir, claro…
– Ah, ¿ajá…? -Frank sonrió y meneó el dedo.
Los puños y cejas de Eusebio empezaron a relajarse.
– Bien, me ha pillado, sí. Wolfe Tone O'Rooney, señor, y sólo es__gado a tomar medidas.pero que usted no trabaje para los malditos británicos, o me veré obli
– Frank Traverse.
– ¿No me digas que eres el hermano de Reef Traverse? -Era la primera vez que Frank oía hablar de Reef desde Telluride.
Encontraron una pequeña cantina y pidieron un par de botellas de cerveza.
– El quería acabar el trabajo solo -dijo Wolfe Tone-, No le pare_cía bien pasarte la carga.
Frank le contó lo de la Flor de Coahuila y el fin de Sloat Fresno.
– Así que ¿se ha acabado?
– Por lo que a mí respecta, sí.
– Pero ¿y el otro?
– Deuce Kindred.
– ¿Todavía anda por ahí?
– Tal vez. No soy el único que lo busca. Alguien lo atrapará, si es que no lo han hecho ya. Si esa zorra sigue con él, incluso podría ser ella, no me sorprendería demasiado.
– Tu… hermana.
Mención que hizo que Frank entrecerrara inquisitivamente los ojos a través del humo de su cigarrillo.
– Ella tiene las mejores cartas ahora.
– ¿No significa eso que lo hará?
– Sería gracioso, ¿no te parece? Ya sabes, que llevara todo este tiem__rando el momento oportuno, y entonces, bueno, caput.po fingiendo: primero se casa, simula llevar esa vida de esposa, espe
– Alguien diría que la echas un poco de menos.
– Y una mierda. Lo que echo de menos es que se me ponga a tiro.
Al principio, Wolfe Tone O'Rooney buscaba armas para la causa irlandesa, pero a medida que se prolongaba su estancia en México, se vio cada vez más atraído por la revolución que se estaba gestando allí. Ewball y él se cayeron bien de inmediato y al poco los tres se habían convertido en pasajeros habituales del tranvía que iba a Doña Cecilia, donde también abundaban estibadores, matones y familias de camino a la playa.
Su lugar favorito para hacer negocios en Doña Cecilia era una cantina y timba llamada La Fotinga Huasteca. La banda del local la for_maban guitarras gigantes, violines, trompetas y un acordeón, y el ritmo lo marcaba una 'batería' que incluía timbales, güiros y congas. Todos se conocían las letras, así que el local entero cantaba.
Y quién iba a entrar tan campante en ese paraíso tropical más que su viejo compañero de cárcel Dwayne Provecho, comportándose como si fuera el dueño. Las orejas de Ewball se tensaron y separó los pies, pero Frank sólo sintió una leve vejación, algo parecido a la dispep__te lista.sia crónica, ante este último añadido a una ya de por sí preocupan
– Vaya, mirad a quién tenemos aquí -gruñó Ewball a modo de saludo-, creía que a estas alturas estarías en el Infierno, metiéndote en la cama con aquel sucio traidor de Bob Ford, que sólo disparaba por la espalda.
– Así que todavía andamos cargados con viejos 'resentimientos' -dijo Dwayne sacudiendo la cabeza-, algún día va a afectar a tu alcance y precisión, colega.
– Cuidadito, que yo no soy tu colega.
– Tómate una cerveza tibia -sugirió Frank sin molestarse en que no se le notara el cansancio en la voz.
– Vaya, chaval, qué caritativo te veo -dijo Dwayne, que se acercó una silla y se sentó.
Las cejas de Frank descendieron brevemente más allá de la som_bra del ala de su sombrero.
– Te quedaste en mi lado bueno puede que unos ocho segundos, Dwayne, ¿te has planteado montar en el rodeo? A ver, Mañuela, este caballero de pinta tan próspera quiere invitarnos a cervezas Bohemias a todos, puede que con algún Cuervo Extra de acompañamiento, do_bles si no le importa.
– Suena bien. -Dwayne sacó un fajo de billetes americanos con los que se podría haber empapelado el local y separó uno de diez dóla_res-. Estoy forrado, los negocios me van estupendamente, ¿y a voso_tros, colegas?
– Creía que te habían pagado con queso cheddar- murmuró Ewball.
– Estoy a punto de abriros las puertas a una nueva carrera profe_sional ¿y así me lo agradecéis?
– Eres nuestro ángel de la guarda -dijo Frank cogiendo su vaso de tequila.
– Con lo que circula por las vías de por aquí -dijo Dwayne-, no se trata sólo de dinero, es historia. Y la parada siguiente podría ser al norte, porque nadie necesita una revolución, y menos que nadie los gringos.
– Y, entonces, ¿por qué no estás allá? -fingió preguntar Frank.
– Prefiere andar por aquí, vendiéndose por cuatro cuartos -explicó Ewball-, ¿a que sí, Dwayne, a que prefieres joder a todos esos cuates cuyas vidas no te importan nada?
– Bueno, yo creo que ésta es mi gente – replicó Dwayne con un aire de despectiva santidad. Lo que no parecía captar era lo mucho que había cambiado Ewball desde la última vez que se habían visto. Es posible que todavía creyera que trataba con el mismo muerto de ham_bre de la próspera ciudad.
– Ya estamos, insultando al país entero. Pues la verdad -prosiguió Ewball, cada vez más animado e irritado- es que la gente de por aquí al menos tiene una oportunidad, algo que los 'norteamericanos' per__béis puesto en manos de capitalistas y predicadores, y cualquiera que quiera cambiar las cosas al otro lado de ladieron hace mucho. Para todos vosotros ya es demasiado tarde. Os ha 'frontera' es traicionado y vendido al momento, aunque no me cabe duda de que tú sabes cómo evitarlo, Dwayne.
Comentario que debía de haber provocado en Dwayne un ata_que de dignidad ofendida, pero que, en lugar de eso, como esperaba Frank, lo volvió tan pringoso y serpentino como el Río Pánuco un día ajetreado.
– A ver, chicos -dijo-, no agriemos lo que podría ser una reunión dichosa, porque estoy tan agobiado en este momento que sería casi un acto de misericordia que me quitarais parte del negocio de las ma_nos. Sobre todo viendo lo bien conectados que estáis en Tampico…
– Mierda -dijo Ewball como si se le acabara de ocurrir-, por eso no lo hemos visto por aquí antes… ¡Dwayne!, el bueno de Dwayne, has llegado hoy mismo a la ciudad, ¿no?
– Dejadme que os demuestre mi buena fe -dijo Dwayne-: ¿qué me diríais de una buena remesa de rifles Krag-Jorgensen?
– ¡Blam! ¡Blam! -fue lo que dijo Ewball-, ¡Pañiún, blam!
– Vamos a ver, a todo el mundo le gusta un Krag. Con ese carga_dor de apertura automática tan apañado… Desde hace años es una de las armas preferidas por los fusileros de muchas naciones, incluida esta en la que nos encontramos ahora.
– ¿A quién nos vendes esta vez? -preguntó suavemente Ewball.
Cuando Dwayne partió hacia el siguiente segmento de su impor_tante día, Frank dijo:
– Bueno, por aquí las cosas van despacio.
– Tú verás. Yo me voy a mantener tan lejos de ese pequeño bas_tardo venenoso como pueda sin tener que renunciar al alcohol.
– Dice que los tipos que tenemos que ver están en Juárez. Un día, ida y vuelta.
– A no ser que se trate de una de las sorpresitas especiales de Dwayne, claro. Ve, por un día yo me ocuparé del negocio, pero si caes en una encerrona no me vuelvas llorando, y yo procuraré no decir que ya te había avisado.
– Por mí está bien.
– 'Vaya con Dios, pendejo.'
¿Qué clase de traficante de armas escogería un sitio como ése para reunirse? Parecía otro de esos detestables locales donde se reu____________________rez, en todas las manzanas florecían estos malditos pequeños salones de té. Volvió a mirar la tarjeta que le había dado el contacto de Dwayne en Juárez: «E.B. Soltera, Material de regeneración».sado todo lo interesante fuera de la ciudad, al otro lado del río, a Juápre se podía saltar? Desde que los buenos ciudadanos habían expulnían las damas, al lado del vestíbulo de un hotel decente cerca de la Union Depot, con mesas dispuestas alrededor de un patio, limpio como una patena, con cal en unas paredes blancas como nuevas, una escala para gringos que hacían su primer viaje al sur, con simpáticas señoritas luciendo encantadores vestidos nativos que servían el té de la tarde en vajilla a juego y demás. Ni punto de comparación con el viejo El Paso, el de hacía tres o cuatro años, claro, antes de que la Liga de la Ley y el Orden entrara en escena. ¿Adonde habían ido a parar todas aquellas diminutas trastiendas en el Chamizal, el humo de puros, el comportamiento autodestructivo, las ventanas por las que siem
Aunque no muy al corriente de las emanaciones femeninas, Frank se fijó ahora en un repentino bajón en el volumen de las char__ron las cabezas entre sí para, tras las alas de sus sombreros de blanco puro, hacerse comentarios sobre la recién llegada que se deslizaba hacia Frank por el salón. A él no se le ocurrió otra cosa que seguir abanicándose con la tarjetita, mientras la contemplaba con las cejas arqueadas.las cuando, en las mesas, las respetables esposas y madres, envueltas en inmaculados vestidos blancos, primero volvieron y luego inclina
– Es mi nombre profesional. Hola, Frank.
Era Stray, claro. Debían de haber transcurrido muchos días y no__bro. Y ahora, mírala. Indemne a las penurias del camino, más rosácea y rellenita, con aire ciudadano, aunque parte de esa impresión podía deberse al vestido, el carmín y lo demás…ches, él siempre demasiado ocupado por los negocios del camino, para imaginar que volverían a verse jamás; pero no es que se la hubiera quitado de la cabeza, pues ella se le aparecía puede que una vez por semana, y a veces hasta le devolvía la sonrisa por encima del hom
– No esperaba de ninguna manera… -De pie, sacudiendo lenta_mente la cabeza-. Bueno, ni siquiera habría apostado.
– Oh, lo único que tienes que hacer aquí, en El Paso, Texas, es sentarte tranquilo y esperar, y tarde o temprano aparecen todos los que has conocido, tu vida entera, brincando como judías mexicanas saltarinas.
Estaba a punto de empezar el numerito del caballero, pero ella se sentó sin aspavientos, así que Frank volvió a sentarse también, toda_vía un poco descompuesto.
– Menudo sitio, ¿eh?
– Adecuado para cierto tipo de negocios. Supongo que al final te hartaste del viejo y pequeño Smith -apuntó con la sombrilla a una de las mironas maduras y gordas, que se apresuró a desviar la mirada-. Estos Krag-Jorgensen eran el arma oficial del Ejército de Estados Uni__cado, si sabes dónde buscar. Y no es que yo ponga las manos sobre la mercancía, claro.dos y, como sabes, la han estado reemplazando por un modelo de Mauser más sofisticado, así que hay montones de Krags en el mer
– Intermediaria.
– Sí, un porcentaje de un porcentaje, la misma vieja historia de siempre. Los negocios con el Ejército ya no son lo que eran, se aca__tro, rápido fuera, mierda, si se pasan el día entero al teléfono, Frank, incluso tienenbaron las juergas de dos o tres días con tus buenos compadres, los sargentos de intendencia, ahora todo está cronometrado, rápido den telégrafo sin hilos. Así que, aunque no debería decirlo yo: comprador, ándate con cuidado.
– Tomo nota, pero seguramente conseguirás lo que pidas, en la otra orilla del río se están volviendo cada día más locos, y el dinero de esta orilla llega de algunos bolsillos inesperados.
– Mejor no me lo digas, ya escucho demasiadas cosas.
Durante un minuto entero permanecieron sentados cara a cara, como si esperaran que el tiempo se ralentizase. Luego hablaron ambos a la vez.
– Creo que sé qué estás pensando… -soltó Frank.
– Esto antes era… -empezó ella. El sonrió con amargura y le hizo un gesto con la cabeza para que prosiguiera-. Esto era el territorio de tu hermano aquí, en El Paso. De uno de ellos. Iba por los sanatorios haciéndose pasar por un niño rico del este con problemas pulmona____________________cibía miradas sospechosas de algunas enfermeras. Me fijaba en algunas manos de póquer de vez en cuando, pasaba la información, nada que nadie planeara demasiado. Y luego nos marchábamos. O puede que me fuera yo sola, ya no me acuerdo.cuencia eran considerables. Yo llegaba, fingía que era su hermana, reres, y entraba en las salas para los ingresados como quien entra en un casino buscando pardillos. Pero nunca logró imitar un buen acento. Cuando encontraba una enfermera que le guardara el secreto, hacía que le ingresara, incluso se repartía con ella las ganancias, que con fre
– Los buenos tiempos.
– Qué va.
Frank se miró la cinta del sombrero.
– Oh, pero -lentamente- nunca se sabe con este Reefer, cualquier día reaparecerá como si tal cosa…
– No.
– Pareces muy segura.
– No, conmigo nunca más.
– Vamos, Stray. Te apuesto un cucurucho. -Le contó que había conocido a Wolfe Tone O'Rooney, y que Wolfe había visto a Reef en Nueva Orleans-. Así que sabemos que al menos llegó hasta allí.
– Por el amor de Dios, de eso hace tres años, lo que no quiere de_cir que siga vivo, ¿verdad?
– Yo tengo la sensación de que sí, ¿y tú?
– Oh, la «sensación», lo último que supe de él fue que intentaban matarlo, mierda, los vi, Frank. Bajaron por aquella montaña como si estuvieran persiguiendo a Gerónimo o algo así. Eran tantos que ni pude contarlos. Podría habérmela jugado, supongo, encontrar una pe____________________rando, los dos. Hay mujeres a las que les gusta esperar, que incluso lo aman, he conocido algunas. Lo confunden con una buena obra o algo así. Es más probable que lo que les guste sea la tara en el suelo ya estaban sobre la siguiente montaña, que bien podría haber sido el fin del mundo, porque no volvieron a aparecer. Pero allí esperamos. No sé…, todos los días Jesse se despertaba pensando que vería a su papá, eso estaba claro, pero luego el día iba pasando, y otro día, y otro, y había muchas cosas que hacer. Todavía seguimos espequeña Derringer para el bebé, enseñarle rápidamente cómo apuntar a los bastardos; pero ellos siguieron su camino, Jesse y yo no íbamos a hacerles perder su precioso tiempo, antes de que el polvo se deposipaz y la tranquilidad. Pero eso no es para mí.
– Bueno. ¿Y qué hace el pequeño Jesse?
– Camina, habla, no le tiene miedo a ningún hombre por gran__bación.de que sea, y cualquier día de éstos se subirá a un coche y se pondrá al volante. Willow y Holt tienen una pequeña finca en el norte de Nuevo México, casi siempre está allí con ellos cuando yo viajo. -Lo miró a los ojos, como si buscara la forma que adoptaría su desapro
Pero Frank estaba demasiado atareado sonriendo como un tío.
– Sería agradable verlo antes de que sea demasiado rápido para mí.
– Demasiado tarde. Para colmo, ya está jugando también con la di_namita. -Y añadió, antes de que Frank tuviera tiempo de decir nada-: Sí, igual que su papá.
Más tarde, fuera, cuando regresaban de un paseo por la orilla del polvoriento río verde, Frank vio, acercándoseles rápidamente por detrás a lo largo de la acera, casi como un espejismo en el estruen__trópolis del mal, caras o, al menos, maneras de andar que podría haber visto antes.do de calor y luz, a dos tipos locales que parecían salidos de alguna me
– Si ésos son amigos tuyos…
– Oh, vaya. Debe de ser el viejo Hatch y su colega del día.
Ella no se dio la vuelta para mirar, pero rebuscó con naturalidad en el interior de su gabardina y sacó una pequeña pistola de cañón superpuesto. Se puso a juguetear con la sombrilla, supuso Frank que para distraerse.
– Bueno -dijo él comprobando su propia arma-. Esperaba un poco más de calibre, pero me alegra ver que vas armada; a ver, uno por bar_ba, ¿qué te parece? No parecen demasiado profesionales.
– Es un placer volverla a ver en público, señorita Estrella. ¿Es éste su novio?
– ¿Y éste es tu novio, Hatch?
– No buscamos líos -avisó el otro-, sólo queríamos ser buenos vecinos.
– Hay mil kilómetros vacíos entre aquí y Austin -añadió Hatch-, a veces sólo puedes contar con los buenos vecinos.
Nadie llevaba ningún arma que Frank pudiera ver, pero estaban en la ciudad.
– Bueno, vecinos -la voz de Stray mantenía un suave tono de con__cho tan largo camino para nada.tralto-, estáis muy lejos de vuestro barrio, y me fastidia que hayáis he
– Eso sería fácil de arreglar, supongo.
– Claro, si no fuera más que un simple y maldito robo.
– ¿Oh? ¿Quién de los aquí presentes es un maldito ladrón? -pre_guntó Hatch con lo que alguien le debía de haber dicho que era un tono amenazante.
Frank, que había estado vigilando los pies del hombre, dio un paso corto ladeado para conseguir un acceso más rápido a su Pólice Special. Mientras tanto, se desabotonaron los abrigos, las alas de los sombreros se reajustaron al ángulo del sol y se produjo una perceptible disminu_ción del tráfico de transeúntes alrededor del pequeño grupo.
Aunque no hacía mucho que se había visto obligado a disparar a Sloat Fresno y mandarlo al Más Allá, y todavía no había abandonado la esperanza de hacerle lo mismo a su socio, Frank continuaba abri____________________dría haberse dado cuenta y estarse planteando la interesante cuestión de hasta qué punto iba a respaldar a su secuaz.bía dejado muchas vacilaciones morales a lo largo del camino, y este Hatch, que tal vez tenía menos propensión que él a lo homicida, pogando demasiadas dudas sobre el recurso al gatillo como para ir por ahí repitiéndolo con cualquiera…; pese a todo, no podía negar que ha
Pues en realidad el problema era su secuaz. Un tipo nervioso. Cabello rubio, el sombrero echado hacia atrás de manera que la am____________________tre dientes la popular cancióntando lentamente una postura que sólo los más imprudentes habrían tomado como coquetería. La luz del día se había espesado, como antes de una tempestad en las praderas. Nadie hablaba ya mucho, así que Frank supuso que la introducción oral había acabado y se les echaba encima el desenlace práctico. El secuaz élfico silbaba suavemente enplia ala creaba una especie de halo alrededor de su cara, mirada baja y brillante, y orejas puntiagudas como las de un elfo. Frank comprendió que era el que le había tocado en suerte, pues Stray había ido adop Daisy, Daisy, que desde la famosa répli__ba con un descaro no exento de compasión a los ojos de su victima, esperando el gesto fatídico.ca de Doc Holliday a Frank McLaury en O.K. Corral era una especie de código telegráfico entre los pistoleros para designar el cementerio en el que acababan quienes morían con las botas puestas. Frank mira
Desde un lugar indeterminado:
– Vaya, hola a todos -intervino una voz-, ¿qué estáis haciendo? -Era Ewball Oust fingiendo no ser un anarquista frío y de mirada si_niestra que había dejado muy atrás cualquier duda práctica sobre sus actividades, en las románticas brumas de su juventud, cuando quiera que ésta hubiera sido.
– Mierda -dijo el tipo de orejas puntiagudas en un suspiro no correspondido.
Todos, cada uno a su ritmo, procedieron a reubicar sus yos coti_dianos.
– Ha sido un placer volver a verla -dijo Hatch como si se dispu_siera a besar la mano de Stray-, y no tenerla ya por una extraña.
– Hasta la próxima -dijo el secuaz asintiendo, con una sonrisa con_movedora dirigida a Ewball-; a lo mejor en la iglesia. ¿A qué iglesia van? -preguntó con voz zalamera.
– ¿Yo? -se rió Ewball con mucho más humor del que el momen_to propiciaba-. Soy mexicano ortodoxo. ¿Y tú, qué me dices, amigo?
Después de lo cual el secuaz dio un par de vacilantes pasos hacia atrás. Stray y Hatch intercambiaron una mirada sobre la copa del som_brero que él tenía en la mano.
– Siento haber llegado tarde -dijo Ewball.
– Has llegado justo a tiempo -dijo Frank.
– Mi guardián -Frank presentó a Ewball a Stray. Habían renun__tados en una cantina en la otra orilla del río-. Se preocupa por mí a todas horas.ciado a buscar un local de bebidas decente en El Paso y estaban sen
– ¿Estás metido en este negocio? -preguntó Stray con una mira_da más chispeante, le pareció a Frank, de lo que requería una charla de trabajo.
Ewball desplazó la mirada dos o tres veces entre ella y Frank an_tes de encogerse de hombros.
– Lo lleva casi todo Frank. -Esperó un segundo antes de añadir-: Al menos esta vez. Yo sólo pasaba por aquí para asistir a una conven_ción de abstemios.
– Ella tiene la mercancía, Ewb -dijo Frank-, y estamos decidiendo el lugar de encuentro. Al fin y al cabo, parece que Dwayne jugaba limpio esta vez.
– Estoy esperando el regreso inminente del pequeño Jesús cual_quier día. -Ewball se acabó su vaso de tequila, cogió la cerveza de Frank para rematarla, se levantó y tomó la mano de Stray-, Ha sido un placer, señorita Briggs. Chicos, portaos bien. Todos los ojos de Texas os contemplan.
– ¿Dónde estarás más tarde? -preguntó Frank.
– Por lo general, la medianoche me encontrará en la cantina de Rosie.
– En el sur de la ciudad, si no recuerdo mal -dijo Stray-, un poco a las afueras.
– Por suerte sigue abierta, es una pequeña y alegre cantina, ¿no era la que tenía alguna bailarina presentable?
– Justo ésa. La LLO hace algo de ruido, pero no demasiado desde que sus diecisiete cowboys a caballo empezaron a patrullar.
Después de que Ewball saliera, ella se quedó mirando a Frank un momento.
– Esperaba verte más, no sé, tranquilo, más frío, a estas alturas. Como les pasa a los hombres a veces.
– ¿A mí? Soy el mismo culo de mal asiento de siempre.
– Tengo entendido que encontraste a Sloat Fresno.
– Por suerte.
– Y eso no…
– Estrella, a lo mejor hay jovencitos por ahí a los que una muesca convierte en tipos duros, pero los caballeros de cierta edad no siempre tenemos tantas ganas de hacer carrera con el gatillo.
– Pues parecías más que dispuesto a cargarte al amigo de Hatch hace un rato.
– Oh, pero ellos no parecían nada serio. Lo de Sloat era algo que tenía que hacerse.
Ella pareció vacilar.
– Tenía que hacerse. Porque… ¿qué?, ¿porque Reef no lo hizo?
– Reef está por ahí haciendo lo que esté haciendo, nada más. Aquella vez simplemente tropecé con Sloat. Y no he tenido la mis__co por mi parte.ma suerte con Deuce, así que el bueno de Sloat puede que sea el úni
– Ya llevas bastante tiempo con esto, Frank.
Él se encogió de hombros.
– Mi padre sigue muerto.
Frank, que durante el día nadie hubiera dicho que se dejara lle____________________rededor. Lake nunca aparece. Frank quiere dez que se yergue ante él. Por lo general, Reef y Kit también andan por allí, aunque su cercanía depende del silencio que haya a su albién se refiere al lado de la pared en el que está Webb, y espera que el doble sentido baste, que sea lo bastante potente o elegante, como una contraseña en un cuento antiguo, para franquearle la entrada. Aunque intenta controlarse, su llanto, en cierto momento, pasará de la pena a una rabia áspera, a un ataque temerario contra la sorda soliso llora: «Papá, ¿creíste alguna vez que yo servía para algo?, ¿no me quieres contigo?, ¿a tu lado?». En el sueño, entiende que «lado» tampes cada vez más desesperados de Frank. Que al final suplica, inclumente de matiz, la geometría a profundizarse y variar, e igual de inesperadamente se abra la ruta hacia algún lejano interior hasta ese momento ni siquiera soñable, un pasaje cuya posible salida se halla tan adelante, tan alejada en el sueño que no le preocupa. El cielo está siempre despejado y gris, con esa luz de última hora de la tarde que se va desvaneciendo. Gracias a la clarividencia de los sueños, Frank está convencido de que ve, y de hecho lo ve, a su padre al otro lado de la puerta cerrada, negándose a hacer caso de las llamadas a goltual, no exactamente, que llegue la hora no señalada en que por fin las sombras en los bordes de la puerta empiecen a cambiar lentatrole quién entra y quién no; una puerta lisa, que apenas se distingue de la pared en la que está encajada, silenciosa, inerte, sin manija ni pomo, sin pestillo ni cerradura, tan bien engastada en la pared que ni siquiera puede introducirse entre ambas la hoja de un cuchillo… Podría esperar al otro lado de la calle, montar guardia toda la noche y el día y la noche siguientes, suplicando, aunque no al modo habipre la misma puerta, encajada en una pared, puede que en el centro anónimo de una manzana urbana, sin vigilancia, sin nadie que convar demasiado por su imaginación, se veía asaltado de noche por un sueño recurrente sobre Webb, en diversas versiones. Está ante una puerta que no se abre, a veces de madera, otras de hierro, pero siempreguntar dónde está, pero como sus motivos son visiblemente impuros, cada vez que in__palda y es entonces cuando se despierta, en las tierras fronterizas de las primeras horas de la madrugada, tras haber comprendido que el sueño es un preludio y un acercamiento a lo que le aguarda más adentro.tenta hacerlo o que siquiera lo parece, sus hermanos le dan la es
Había llovido por la noche y algunos ocotillos habían retoñado. Stray acababa de enterarse de que los Krags habían sido entregados sin problemas y se hallaban de camino hacia su destino invisible.
– Es hora de volver a nuestros asuntos, supongo -dijo.
– Yo voy y vengo continuamente -dijo Frank-. Quién sabe si vol_veremos a cruzarnos. Como dices, en El Paso sólo hay que quedarse sentado el tiempo necesario.
– Cuando te vi en aquel pequeño salón de té, por un instante creí que eras Reef. Penoso, ¿verdad? Después de tanto tiempo.
– Cosas más raras se han visto -dijo Frank con una sonrisita tor_cida-. Ten fe.
– Siempre creí que sería yo la que se iría. -Miraron a la otra ori__mos invencibles…lla del río. Bajo las primeras luces, Juárez estaba toda teñida de rosa y rojo-. Cada vez que se ponía a mi lado, aquella famosa noche en Cortez, en Leadville a todas horas, claro, en Rock Springs cuando nos perseguían sin parar de dispararnos…, y él siempre allí, entre ellos y yo, asegurándose de que yo saliera indemne; no reniego de nada, cómo iba a hacerlo, pero ¿es demasiado pedir que una chica pueda devolver los favores recibidos, aunque sólo sea un par de veces, y no con una pistolita precisamente? ¿Creede? Buf… Durante un tiempo, allí fui
»Sin embargo, cuando llegó Jesse, tal vez teníamos que habernos dado cuenta ya entonces, éramos demasiado mayores para esa vida, li____________________na de antelación dónde hurgarme la nariz.dad?, hasta el punto de que a veces tenía que planear con una semabrarse de una no implicaba la menor esperanza de que nos libráramos para siempre, en el mejor de los casos sólo nos daba un respiro hasta que el siguiente perseguidor se nos echara encima. Y mientras tanto, se nos acercaban cada vez más, el cerco se estrechaba día tras día, ¿ver
Frank la miraba con la cara que a veces se les pone a los hombres en los salones de baile, casi una sonrisa.
– No es que yo fuera una damisela -admitió con dudas-, pero me acostumbré a ciertas comodidades a las que no quería renunciar… ¿dónde las encontraría otra vez? Mierda, hasta los veinte no tuve si__caparates, donde todavía encontraba cierta piedad en la luz.quiera un espejo ante el que sentarme y mirarme. Eso sí fue un error, lo devolví inmediatamente, y volví a los espejos de los bares y los es
– Oh, no me digas, yo te vi cuando tenías veinte. -Si no lo hu__guna mujer tan hermosa, y no la he visto, hasta que entraste en aquel pequeño salón de pañitos el otro día.biera conocido, ella habría tomado su mirada por resentida. El añadió por fin-: Stray, la primera vez que te vi, supe que nunca vería a nin
– Es lo que saco por pasear tanto.
– ¿Eso significa que el trato está roto?
– Frank…
– Eh, que yo también le quiero.
Pero, claro, no todo había sido ir de paseo. A veces se sentía dema__vir un tiempo de prestado. Porque pese a todos los inviernos vividos y los regresos al valle y a la orilla del arroyo en primavera, pese a todo el penoso cabalgar noche y día a través de la artemisa haciendo saltar como un rayo a los urogallos a derecha e izquierda, cuando el ritmo antes perfecto del caballo que montaba se volvía titubeante y mortal, ella sabía que había comprado su siado cerca del borde, de una fecha de caducidad, tenía miedo de visuerte con la misma moneda des____________________pia triste historia de Stray, su sueño, recurrente como una pesadilla, roto, nunca hecho realidad.cho o lo que tendrían que hacer para librarse de aquellos que se creían con derecho a juzgar al prójimo… Stray estaba aquí, y ellas ya no, y Reef estaba sabía Dios dónde…; el conmovedor parecido familiar de Frank, el padre de Jesse y el improbable vengador de Webb, y la prollón con la fotografía de una madre o un hijo, abandonados al otro lado de una cuenca, y cuyo nombre de pila también habían perdido, tras alias adoptados por razones comerciales o de simple seguridad, en algún rincón apestado y demasiado remoto como para que Dios se fijara, ni tampoco es que le importara mucho lo que ellas habían hedidos por su propia pasión explosiva y nocturna, con sus manos de niña aferradas, demasiado fuerte para soltarlas, alrededor de un medagastada que todas aquellas chicas que se habían ido para no volver, que habían caído antes de que fuera su hora, las Dixies, las Fans y las Mignonettes, demasiado rubias para estar solas, demasiado locas para la ciudad, que acababan sus días prematuramente en locales de mala muerte, en refugios excavados superficialmente que no protegían de la implacable gelidez de la ladera, por mor de chicos demasiado atur
Entre las partidas de cartas en los vestuarios y los pelotones de damas que se congregaban al final de cada turno en las entradas de los túneles de cada país, no podía decirse que ni Reef ni Flaco ahorraran mucho, aunque trabajo no faltaba: «Es un mercado de vendedores», oían mientras iban como cíngaros de un túnel europeo a otro, «voso____________________teros en las cordilleras de Tauern y Wochein.vés de las montañas, con otras tantas oportunidades para los dinamillara en cualquier momento, por viejas reivindicaciones territoriales que Reef no estaba seguro de haber llegado a entender, y aunque los países siguieran en paz, Austria quería desplazar fuerzas masivas al sur siempre que le viniera en gana. Entre 1901 y 1906, sólo para la nueva Karawankenbahn, se perforaron cuarenta y siete nuevos túneles a tratros al menos podéis elegir». Los Alpes austríacos en concreto bullían de actividad. Todos esperaban que la guerra entre Austria e Italia esta
En el Simplón, desde 1898 llevaba en marcha un monumental proyecto de un túnel para conectar las líneas férreas entre Brigue, en Suiza, y Domodossola, en Italia, y sustituir así un viaje de nueve ho____________________sonas que se ponen nerviosas en los lugares estrechos.tener la obra: una puerta de hierro contenía un gran depósito de agua muy caliente de casi trescientos metros de largo. Todos los esfuerzos se concentraron entonces en el acercamiento que se realizaba al mismo tiempo desde el lado italiano, donde los manantiales de agua caliente eran un poco menos engorrosos. Como se estaban construyendo dos galerías paralelas en la misma montaña, con frecuencia era necesario cruzar de la una a la otra y recular a lo largo de cortos tramos en la dirección opuesta. No parecía muy recomendable ser una de esas pernantiales de agua caliente habían expulsado a todos y obligado a deras en diligencia tirada por caballos. Reef y Flaco llegaron a tiempo para encontrarse con algunas épicas dificultades. Del lado suizo, ma
Barrenas perforadoras de más de medio metro se desgastaban has____________________llo de piedra, que las nuevas brocas Brandt, montadas sobre trípodes bía que cambiarlas docenas de veces al día. El ruido era infernal, el aire húmedo, caliente y sofocante cuando no estaba saturado de polvita reducirse a siete centímetros más deprisa que la tiza de billar, y hacual ametralladoras Hotchkiss, como eran más rápidas, se suponía que debían limitar. Pero no había bastantes para todos, y Reef se encon_traba a menudo picando o perforando con un peto de protección que le permitía apoyar el pie del taladro contra su cuerpo.
La primera vez que se adentraron en la montaña, los veteranos del equipo -Nikos, Fulvio, Gerhardt, el cantante de ópera, el albanés- iban preparados para luchar con roca helada, pero se encontraron un corazón apasionado, un interior hirviente, agua mineral a casi cin_cuenta grados, y algunos días tuvieron que librar una verdadera batalla simplemente para salir vivos al acabar el turno, aunque algunos nunca lo consiguieron…
– Estamos como cabras -informaba Nikos a Reef varias veces cada día, gritando por encima del estruendo de la perforación-. Hay que estar loco para trabajar aquí.
Algunos de los chicos del turno eran anarquistas a tiempo parcial interesados en ahondar en su educación química. La mayoría hacía cuanto podía para mantener la cara oculta a los visitantes que desfila____________________nes, cámaras de flash de magnesio y preguntas que abarcaban desde las muy entrometidas a las estúpidamente repetitivas.tificarse. Ingenieros, inspectores, empleados de la empresa, parientes políticos ociosamente curiosos, policía de los gobiernos de todas las jurisdicciones europeas se presentaban inesperadamente con maletiban por allí a diario, pocos de los cuales consideraban necesario iden
– Si quieres quitar de en medio a alguno de ellos -ofreció Ramiz, el albanés-, te haré un buen precio, tarifa plana, sin extras. No tengo nada que perder, porque no puedo volver. -Huía de una an__garse mientras él no saliese de sus tierras-. Por eso en casi todas las aldeas hay una familia o, a veces, dos como la mía, encerradas en sus casas.tigua vendetta sangrienta en su país. El antiguo código de la región, conocido como Kanuni Leké Dukagjinit, permitía a cada familia agraviada un disparo de rifle por el que no se le perseguiría, pero si el ofensor seguía vivo veinticuatro horas más tarde, no podían ven
Reef sintió un interés personal.
– ¿Y cómo coméis?
– A las mujeres y a los niños se les permite ir y venir.
– ¿Fuiste tú el que…?
– Yo no, yo era un bebé por entonces. Fue mi abuelo: se cargó a un invitado de la otra familia, que se alojaba con ellos una noche, por algo relacionado con la Liga de Prizren y los combates que se libra__quiera, al cabo de poco tiempo, del nombre del hombre muerto. Pero en el Kanuni las normas son las mismas para los invitados y para la familia.ban en aquella época. Más tarde, nadie se acordaba de mucho, ni si
Cuando Ramiz llegó a la adolescencia y se convirtió él mismo en un objetivo legítimo, verse encerrado no tenía para él el mismo atrac_tivo que hubiera tenido para un individuo más maduro. Una noche…
– Tal vez me volví loco, no me acuerdo -… salió por una ventana, subió un barranco, atravesó las colinas y llegó hasta el mar, donde en_contró un barco-. Turcos. Sabían lo que pasaba, claro, pero vivían según un código distinto.
– Y entonces… tu abuelo, tu padre, ¿siguen en casa?
Se encogió de hombros.
– Eso espero. No he vuelto a verlos. Jetokam, jetokam! Lo raro es que yo esté vivo. ¿Cómo os vengáis en América?
Reef le contó una versión de su propia historia. En ella, Deuce Kindred y Sloat Fresno aparecían más como criaturas del mal puro que como pistoleros a sueldo, y por supuesto que no había normas sobre si uno podía refugiarse en casa; de hecho, había tardado todo ese tiempo en caer en la cuenta de que en América no había nada ni lejanamente parecido al Kanuni de Ramiz, aunque a todos les gusta__bar los detalles.ba hablar del Código del Oeste como si existiera de verdad y pudiera pedirse en préstamo un ejemplar en la biblioteca local para compro
– Vengar a tu propia familia está todavía permitido, me parece, aunque últimamente, a medida que la civilización va entrando sigilo_samente desde el este, las autoridades suelen fruncir cada vez más el ceño. Y dicen: «No te tomes la justicia por tu propia mano».
– Entonces, ¿en manos de quién hay que dejarla?
– Del alguacil, del sheriff.
– ¿La policía? Pero eso… es no crecer, seguir siendo un niño.
Reef, que se había sentido bastante tranquilo hasta ese momento, notó que se le secaba la garganta. Se quedó allí sentado, con un ci__te, sin valor para mirar a los ojos al otro hombre.garrillo liado a mano pegado a los labios y consumiéndose lentamen
– Méfal. Quiero decir que no…
– No pasa nada. Yo no me fui por eso.
– Tú los mataste.
Reef se lo pensó un poco.
– Tenían amigos poderosos.
Entre las muchas supersticiones que corrían por dentro de la mon____________________rarse, otros eran privados y menos propicios al comentario.toria. La sufrían, y también iba a ser su libertadora, si es que de algún modo conseguían sobrevivir para ver ese día. En las duchas, al final del turno, el sufrimiento podía verse en todos los cuerpos, como un documento cubierto de insultos a la carne y a los huesos: cicatrices, deformaciones, miembros perdidos. Se conocían entre ellos como otros hombres más afortunados, en las salas de vapor de los balnearios, por ejemplo, no llegarían a conocerse jamás. Extracciones de balas y recolocaciones de huesos realizadas por aficionados, cauterizaciones y marcas al hierro; algunos recuerdos eran públicos y podían compataña, estaba la creencia de que el túnel era «territorio neutral», ajeno no sólo a las jurisdicciones políticas sino también al Tiempo mismo. Los anarquistas y socialistas del turno tenían sus dudas sobre la his
Un día, Reef se fijó casualmente en que Fulvio llevaba lo que pa_recía un mapa de ferrocarril realizado en tejido cicatricial.
– ¿Cómo te lo hiciste? ¿Te interpusiste entre dos linces que esta_ban fornicando?
– Un encuentro con una Tatzelwurm -dijo Fulvio-. Dramático, non é vero?
– No sé qué es -dijo Reef.
– Una serpiente con garras -explicó Gerhardt.
– Cuatro patas, tres dedos en cada garra, y una boca inmensa llena de dientes muy afilados.
– Hiberna aquí, dentro de la montaña.
– Eso intenta. Pero que Dios ayude al pobre que la despierte.
Se sabía que algunos hombres habían dejado de trabajar aquí afir_mando que las Tatzelwurms estaban furiosas por las perforaciones y las explosiones.
Reef se imaginó que se trataba de algún tipo de novatada a la que sometían a los recién llegados, pues ése era su primer trabajo en un túnel. Una especie de tommyknockers alpinos, se imaginó, hasta que empezó a ver largas formas en movimiento fluido en lugares ines_perados.
Los trabajadores de los túneles llevaban pistolas a sus puestos y dis_paraban cada vez que creían ver una Tatzelwurm. Algunos prendían cartuchos de dinamita y se los tiraban. Pero eso sólo conseguía que las criaturas se volvieran más descaradas, o tal vez más indiferentes a su destino.
– Por aquí no hay muchas ratas de mina.
– En Europa -especuló Philippe-, las montañas son mucho más antiguas que en América. Cuanto vive en ellas ha tenido más tiem_po para evolucionar hacia un tipo de criatura más letal o menos amistosa.
– También es un buen argumento para el Infierno -añadió Gerhardt-, para algún plasma primordial de odio y castigo en el centro de la Tierra que adopta diferentes formas a medida que se acerca a la superficie. Aquí, bajo los Alpes, se hace visible como la Tatzelwurm.
– Es un consuelo imaginar que se trata de una manifestación ex_terior y visible de otra cosa -dijo entre dientes uno de los austríacos mientras daba caladas a una colilla-, pero a veces una Tatzelwurm no es más que una Tatzelwurm.
– Lo más inquietante -dijo Fulvio con un escalofrío- es cuando ves una, ella levanta la mirada y se da cuenta de que la estás observando. A veces sale corriendo, pero si no, preparaos para el ataque. Ayuda no mirarla a la cara demasiado tiempo. Incluso en la oscuridad sabes dón_de está, porque chilla, un chillido silbante y agudo que te calará hasta los huesos como el frío invierno.
– Una vez que has tenido uno de esos encuentros -coincidió Gerhardt-, te acompaña para siempre. Por eso creo que nos las en_vían, nos las envían a algunos en concreto, con un propósito.
– ¿Cuál? -preguntó Reef.
– El de decirnos que no deberíamos hacer esto.
– ¿Construir túneles?
– Tender vías férreas.
– Pero nosotros no lo hacemos -señaló Reef-, lo hace la gente que nos paga. ¿Ven ellos alguna vez la Tatzelwurm?
– Los visita en sus sueños.
– Y entonces tiene nuestro aspecto -añadió Flaco.
Reef debería haber sabido qué iba a pasar cuando soplara el favogn. De repente, veteranos curtidos en inundaciones de aguas hirvientes, explosiones y derrumbamientos de galerías se volvieron lánguidos y apáticos ante el asalto de este viento cálido, seco e implacable, capa__ladradora. Se suponía queces apenas de levantar una taza de hojalata, mucho menos aún una ta el favogn procedía del desierto del Sáhara, como el siroco, aunque había debates interminables al respecto. El viento estaba vivo. Hablar de la compresión dinámica y de los gra_dientes adiabáticos no tenía tanto peso como la certidumbre de su intencionalidad consciente.
Desde hacía ya años, el túnel en construcción era una escala ha_bitual para los balneomaniacos ociosos de la época, que viajaban de balneario en balneario, por toda Europa y más allá, adictos a las aguas minerales, buscadores de compuestos de elementos que todavía no se habían descubierto, de algunos de los cuales se rumoreaba que proporcionaban rayos terapéuticos a los que todavía no se les había asignado letra en ningún alfabeto, aunque los conocían y hablaban sobre ellos los cognoscenti de balnearios desde Baden-Baden a Wagga Wagga.
Un día se presentó un grupo de esos visitantes, una media doce__dos más o menos aletargados por el viento. Con una excepción:na, tras avanzar a tientas a través de nubes de Moazagotl y demás. To
– Oh, vengan a ver a estos graciosos hombrecitos con sus grandes bigotes, corriendo por ahí en ropa interior y colocando dinamita, ¡es divertidísimo!
Reef se quedó consternado al reconocer la voz de Ruperta Chir_pingdon-Groin. Por Cristo Bendito, ¿cuánto tendría que correr para no cagarla otra vez y revivir los mismos errores, sin duda uno por uno? Acercándose, con una vieja y conocida sensación vibrándole entre el pene y el cerebro, echó un vistazo con cuidado.
Ay, chico. Deseable como siempre, puede que más, y en cuanto a su nivel de ingresos, bueno, la piedra que centelleaba en la penumbra subterránea parecía bastante real, y apostaría su salario a que el vesti__ciándose sin vergüenza. Esa galantería llamó la atención de Ruperta durante un rato, hasta que miró bien y finalmente reconoció a Reef.do que lucía venía directamente de París. Un par de perforadores más miraban también boquiabiertos, incapaces de cerrar la boca, acari
– Vaya, tú otra vez. ¿Por qué no te has sacado también la tuya, o es que me he vuelto tan poco atractiva?
– Me habré olvidado de qué hacer con ella -respondió Reef ra_diante-, esperaba que tú me lo recordaras.
– Después de lo de Nueva Orleans ni siquiera sé si debería hablar contigo.
Un joven caballero italiano de edad universitaria, vistiendo lo que parecía un traje de caza retocado para actividades de montaña, se adelantó:
– Macché, gioia mia, ¿algún problema con este troglodita?
– Cálmati, Rodolfo. -Ruperta empuñó con más firmeza el ele_gante bastón de montañero de ébano que llevaba, con la impaciencia justa para que su acompañante se diera cuenta y quedara advertido-. Tutto va bene. Un amico di pochi annifa.
El joven dirigió una breve y perversa mirada a Reef, retrocedió y fingió que recuperaba el interés por la perforación hidráulica.
– Me alegra ver que mantienes los estándares -asintió Reef-, para qué ser una desclasada.
– Pasaremos un par de noches en Domodossola. En el Hotel de la Ville et Poste. Estoy segura de que lo conoces.
Ella se divertía esperando a que Rodolfo se quedara dormido y luego engalanándose con seda artificial púrpura, envuelta en bisutería de ambroides, para ir con las chicas que merodeaban en la salida del túnel, y a menudo se la encontraba a una hora avanzada de la noche a gatas en Calvary Hill, penetrada por una pequeña cola de trabajadores del túnel, con frecuencia dos a la vez, que la maldecían en lenguas des__sión que se le presentó.conocidas, y pareció ansiosa de contárselo a Reef en la primera oca
– Manos grandes y endurecidas por el trabajo -murmuró-, ma__pre Usa y suave, aquí, toca aquí… ¿te acuerdas…?gullándome, arañándome, y eso que procuro mantener la piel siem
Reef, que siempre sabía lo que ella quería (al fin y al cabo, Ruper__fo en una habitación contigua, jodieron hasta llegar a una explosión mutua memorable sólo hasta la siguiente vez, que iba a ser al cabo de un rato.ta no presentaba ninguna complicación cuando se trataba de follar, y, para serles sincero, ésa era una de sus mayores ventajas), la agarró con cuidadosa brutalidad, le aplastó la cara entre las almohadas, desgarró su ropa interior de Uno cara y, a pesar de la presencia del joven Rodol
Sin embargo, el momento decisivo no llegó sino en el curso de uno de los largos monólogos poscoitales que Ruperta creía necesa__garrillo.rios y que a Reef habían acabado por parecerle relajantes. Estaba a punto de quedarse dormido cuando el nombre de Scarsdale Vibe emergió en la corriente de la charla ociosa, y entonces buscó otro ci
– Me suena el nombre.
– Eso pensaba. Uno de tus semidioses americanos.
– ¿Y ahora anda por aquí?
– 'Tesoro', tarde o temprano todos acaban por aquí. El tal Vibe ha estado comprando arte renacentista con una prisa indecente incluso para un americano. Según los cotilleos, su siguiente objetivo es Vene_cia. A lo mejor hasta la compra entera también. ¿Es amigo tuyo? Me cuesta imaginármelo, pero pronto iremos a Venecia, y allí quizá puedas presentarnos.
– No sabía que estaba invitado.
Lo miró de arriba abajo y, posiblemente a modo de invitación formal, le asió el pene.
Philippe había sido alumno de la infame prisión infantil parisina conocida como la Petite Roquette, y desde pequeño había aprendi__tura trascendente, en la que el túnel haría las veces de ábside.do a apreciar los espacios institucionales. Sentía especial debilidad por las catedrales y le gustaba imaginarse esa montaña como una estruc
– En una catedral, lo que parece sólido nunca lo es. Las paredes es____________________terrumpió un grito.cen a fondo. Son los sacerdotes de su propia religión oscura… -Lo inres, con un escondrijo dentro de otro, y las Tatzelwurms se la conotán huecas por dentro. Las columnas contienen escaleras de caracol. Esta montaña es aparentemente sólida, pero en realidad está formada por una serie de arroyos de aguas calientes, cuevas, fisuras, corredo
– Ndih'mé! -Procedía de una pequeña galería lateral-. Nxito!
Reef entró corriendo en el olor de los puntales de pino recién colocados y vio la Tatzelwurm, mucho más grande de lo que le ha__timidar a sus víctimas, como si las hipnotizara para que se rindieran a su destino, y parecía que le estaba saliendo bien con el albanés.bían hecho creer, sobre Ramiz. La criatura utilizaba la mirada para in
– ¡Eh, campeón! -gritó Reef.
La Tatzelwurm volvió la cabeza como un látigo y le miró direc_tamente a los ojos. Ya te he visto, era el mensaje, eres el siguiente en mi lista. Reef buscó algo con lo que golpear. El pedazo de broca que lle__sibilidad era ir a por el martillo pilón. Cuando se le ocurrió, había pasado algo raro con la luz, pues habían aparecido sombras donde no debería haberlas y la Tatzelwurm había desaparecido.vaba en la mano estaba desgastado y era demasiado corto, los picos y palas más próximos no estaban a su alcance, parecía que su única po
Ramiz, que había ido a trabajar en ropa interior, tenía un largo tajo en la pierna por el que sangraba abundantemente.
– Más vale que vayas al spítal -dijo Reef-, a que te miren eso. ¿Puedes andar con la herida?
– Me parece que sí.
Habían llegado Philippe y un par más.
– Ahora voy con vosotros -dijo Reef-, sólo quiero comprobar que se ha ido.
– Ten. -Philippe le lanzó un Mannlicher de ocho tiros, y Reef, por el peso, supo que tenía el cargador lleno. Avanzó cuidadosamente en_tre las sombras.
– Hola, Reef. -La criatura pareció surgir de un salto de la superfi_cie rocosa, condensada en un borrón cinético de músculos y garras letales, chillando mientras se aproximaba.
– La muy puta. -Con la Tatzelwurm a menos de medio metro, Reef sólo tuvo tiempo de disparar una vez, y la bestia estalló en una gran nube verde pestilente de sangre y tejido. Disparó otra vez sólo por principios.
– ¿Sangre verde? -dijo Reef más tarde, tras una larga ducha.
– ¿Se nos olvidó mencionarlo? -dijo Philippe.
– Pronunció mí nombre.
– Ya, bien sur.
– Lo oí, Philippe.
– Me has salvado la vida -afirmó Ramiz-, y aunque ambos pre_feriríamos olvidar todo el asunto, ahora estoy obligado a, algún día, de algún modo, recompensarte. Un albanés nunca olvida.
– Creía que los que nunca olvidaban eran los elefantes.
Trabajó hasta el final del turno, se duchó otra vez, desató la cuer____________________ta Domodossola sin volver la mirada. Habían sido buenos amigos, esos trabajadores. Era un periodo muy agitado de la historia. Tal vez los vería de nuevo.sión se dirigió a la oficina, recogió su paga y bajó trabajosamente hasda de su polea personal, bajó su ropa desde arriba, colgó su equipo de trabajo húmedo del gancho, lo subió de nuevo y cerró el candado de la cuerda, se vistió, igual que cualquier otro día. Pero en esta oca
Se decía que los grandes túneles como el Simplón o el San Gotardo estaban hechizados, que cuando el tren entraba en ellos y había que renunciar a la luz del mundo, tanto diurna como nocturna, du____________________timo, con el Tiempo.tes del olvido, que no podían percibir a los visitantes con la nitidez con que lo hacían los fugitivos, los exiliados, los dolientes y los espías, es decir, todos aquellos que habían llegado a un acuerdo, a veces muy ínpreocupadamente de la cristalería tallada de los vagones restaurante, se difuminaban entre las formas ascendentes del humo del tabaco, susurraban propaganda del recuerdo y la redención a los vendedores, a los turistas, a los ociosos, a los suciamente ricos y a otros practicancían entre los pasajeros de pago, ocupaban asientos vacíos, bebían desvía imposible la conversación, ciertos espíritus que habían optado por refugiarse en la feroz tiniebla intestinal de la montaña reaparerante el tiempo de paso, por breve que fuera, y el rugido mineral vol
Se sabía que algunos de ellos, raramente pero nunca por casuali_dad, entablaban conversación con un pasajero. Reef estaba solo en el vagón de fumadores, a una indeterminada hora de la noche oscura, cuando una presencia no del todo opaca se materializó en el asiento afelpado de delante.
– ¿En qué estarías pensando? -preguntó. Era una voz que Reef no había escuchado antes pero que, sin embargo, reconocía.
– ¿Sobre qué?
– Tienes una mujer y un hijo que cuidar y un padre que vengar, y aquí estás, vestido con un maldito traje de calle que no has pagado, fumando unos puros que, en circunstancias normales, no sabrías dón_de comprar ni, menos aún, cómo pagar, en compañía de una mujer que nunca ha tenido una sola idea que no naciera entre sus piernas.
– Muy franco.
– ¿Qué te ha pasado? Eras un joven y prometedor dinamitero, hijo de tu padre, habías jurado alterar el orden social, y ahora no eres mu_cho mejor que la gente que querías volar. Míralos. Demasiado dinero y tiempo libre, y ni una jodida pizca de compasión, Reef.
– Me lo he ganado. Dediqué mi tiempo.
– Pero nunca te ganarás el respeto de esta gente, ni siquiera la menor credibilidad. Nunca conseguirás mucho más que desprecio. Quí____________________do llegues a Venecia, Italia. Mejor aún, más que mirarlo, ponlo en el punto de mira. Todavía puedes detener esta inane jodienda, darte la vuelta y volver a ser tú mismo.naran. Scarsdale Vibe está al alcance ahora. Scarsdale «qué os parece si todos vivís en la mierda y morís jóvenes para que yo me aloje en hoteles de lujo y me gaste millones en bellas artes» Vibe. Míralo cuantate toda esa dichosa mierda de la cabeza, intenta recordar al menos cómo era Webb. Luego piensa en el hombre que hizo que lo asesi
– Dando por supuesto, por seguir la argumentación…
– Estamos saliendo del túnel. Tengo que irme a otro sitio.
Kit y Yashmeen salieron del pequeño hotel de Intra y remonta____________________rarla cada uno o dos pasos, aunque era como mirar fijamente al sol.tas de mercancías pasaban por la carretera. La tramontana agitaba el pelo de Yashmeen, echándoselo hacia atrás. Kit no podía evitar miron la orilla del lago hasta llegar al cementerio de Biganzano, donde estaba la sepultura de Riemann. Vapores de lujo, lanchas privadas y veleros se veían a través de los árboles, en el lago. Carruajes y carre
Habían hecho el mismo viaje que Riemann, quien había llega__te estaba por todas partes. Cassel y Hannover habían caído en manos prusianas; el ejército de los Hannover, al mando de Von Arentschildt, veinte mil hombres, se había concentrado en Gotinga y empezaba a marchar hacia el sur intentando escapar de las columnas prusianas que convergían sobre él, pero se vio detenido por Von Flies en Langensalza y se rindió el 29 de junio.do allí en junio de 1866, en su tercera y última visita, para la que los profesores de Gotinga Wilhelm Weber y el Barón Von Waltershausen habían conseguido algún dinero del gobierno. Riemann sabía que se estaba muriendo. Si creía que estaba huyendo de algo, no era desde luego de la boca hambrienta de la muerte, pues hizo la visita en medio de lo que se conocería como la Guerra de las Siete Semanas, y la muer
Y no es que Riemann encontrara Italia más tranquila. Un poco al este del Lago Maggiore, se libraba la batalla final por el Véneto, en_tre Austria e Italia. Riemann había pasado del infierno racionalizado de la lucha por Alemania a la soleada Italia y el verano de Custozza, y a nueve mil muertos y cinco mil desaparecidos, y pronto a su propia inscripción en la lista de bajas.
Cuarenta años más tarde, durante su propia expedición al fondo de la Alemania Profunda, al folclore tenebroso de la Selva Negra, donde se decía que había espacio para cien mil soldados y diez veces más de elfos, Kit y Yashmeen descubrieron que querían pasar tanto tiempo como fuera posible en el tren. En Gotinga, al menos, se te__traba cada vez menos atractivos, y por todas partes se veían grutas de elfos, castillos erigidos dramáticamente en cumbres y a los que no había accesos visibles, gente de las cercanías ennía la sensación de que se seguía conectado, aun de un modo tenue, al resto de Europa. Pero a medida que se desplazaban hacia el sur y las consonantes se volvían más borrosas, el espíritu racional encon dirtidls y curio_sos sombreros verdes, iglesias góticas, destilerías góticas, y sombras de colas ondulantes y de alas en movimiento sobrevolaban el suelo de los valles.
– A lo mejor necesito una copa -dijo Kit-Schnapps, o algo así. ¿Qué te apetece, tortolita mía?
– Si me vuelves a llamar eso una vez más en público -le advirtió ella con serenidad-, te daré un palo con lo primero que pille.
Los demás pasajeros estaban encantados.
– ¿No son una monada? -comentaban las esposas, y los maridos los bendecían con el humo de sus pipas.
En la Haupt-Bahnhof de Frankfurt, la mayor estación de trenes de Alemania, conocida en la ciudad como «la Maravilla arquitectónica del Campo del patíbulo», el restaurante parecía respirar vacilante, como si todavía no se hubiera recuperado del todo del momento wagneriano de hacía cinco o seis años, cuando le fallaron los frenos a la loco_motora de un Orient-Express y éste se salió de las vías e irrumpió en el restaurante entre las columnas de mármol, los candelabros y las chácharas de los comensales, otra incursión en la calma burguesa que se sumaría a los desplomes, apenas un año antes, del Campanile en Vene__lentes no letales de una bomba anarquista, aunque algunos creían que no menos intencionados.cia y del techo de la estación de Charing Cross en Londres, equiva
A Kit y a Yashmeen les pareció más bien la venganza de la Alema____________________te de lima tras una dieta constante de patos asados y productos de oca variados.rición de una laxitud espesa como la grasa, una rendición progresiva al desvergonzado primitivismo alemán que se cernía por todas partes. Suiza apareció justo a tiempo, elevándose ante ellos como un sorbenia Profunda contra la moderna era del vapor. Compraron sándwiches en la cafetería y se mantuvieron cerca del tren, aferrándose con creciente desesperación a la maquinaria de transporte frente a la apa
Ante la tumba de Riemann, ella se quitó el sombrero y se quedó con la cabeza inclinada, permitiendo que el viento de la montaña hi_ciera lo que quisiera con su pelo.
– No -dijo como si respondiera a una voz que acabara de suge_rírselo-. Creo que no debería llorar.
Kit esperó con las manos en los bolsillos, respetando lo que fuera que la tuviese tan dominada.
– En Rusia, cuando era niña -prosiguió Yashmeen al cabo de un momento-, no debería recordarlo ahora, pero, no sé por qué, me ha venido a la cabeza, vagabundos, hombres que parecían desquiciados, llamaban a nuestra puerta buscando refugio, como si tuvieran dere_cho. Eran stranniki…, en el pasado habían llevado una vida como la de los demás, tenían su familia y su trabajo, una casa llena de muebles, juguetes de niños, sartenes y ollas, ropa, todo lo que acarrea una vida doméstica normal. Entonces, un día, sencillamente, abandonaron, salieron por la puerta y se alejaron, se alejaron de todo cuanto los hu____________________gando. La gente los llamabacubrir, tal vez sin buscar nada que tuviera un nombre, tal vez sólo vaños y melodramas, cuya sangre y deseo nosotros empezábamos a destábamos historias sobre aquellos embajadores de algún misterioso país remoto, incapaces de volver a su hogar porque el camino de vuelta estaba oculto. Tenían que seguir vagando por el mundo, cuyos engabién comprendíamos que era nuestro deber ayudarlos en su tránsito. En su misión sagrada. Incluso cuando ellos estaban debajo de nuestra casa, dormíamos tan tranquilos como siempre. Tal vez más. Nos conbierno los temía más que a los socialdemócratas, más que a los que tiraban bombas. «Muy peligrosos», nos decía mi padre, y sabíamos que no se refería a que fueran peligrosos para nosotros, como tamca lealtad era para con Dios. En mi pueblo, y se decía que en toda Rusia, las familias habían excavado habitaciones secretas bajo las casas para que estos hombres pudieran descansar durante sus viajes. El godo, mucho menos ante el Zar, sólo Dios podía reclamarles y su únibiera retenido allí: la historia, el amor, las traiciones perdonadas o no, las posesiones, nada importaba, ya no eran responsables ante el mun podpol'niki, hombres del subsuelo. Suelos que antes habían sido sólidos y firmes se trocaron en velos sobre otro mundo. No era el día que conocíamos lo que proporcionaba a los stranniki su luz.
Kit tuvo uno de esos momentos de comprensión extralógica más apropiados para el trabajo matemático.
– Entonces, dejar Gotinga…
– Dejar Gotinga. No. Nunca dependió de mí -dijo como si in____________________biera vial. No cuando significa el exilio a… -en el gesto que hizo no acabó de incluir a Kit- esto. Fueran cuales fuesen las esperanzas que yo humorado aquí cuarenta años como si esperara la única confesión junto a su tumba que no podía perderse-, ni se debió a ninguna razón tritentara explicárselo a Riemann, a la fracción de él que se había deabrigado sobre la función sobre la nueva geometría, sobre la trascendencia mediante cualquiera de esas teorías, tenía que abando____________________pulsado del jardín. Ahora, en una Línea de Universo bastante suave, llega esta terrible discontinuidad. Y en la punta más lejana, descubro que también soy unacales por la muralla alrededor de la ciudad vieja. Ahora me han extación, ninguna profecía, ningún plan, sólo estaba a salvo…, a salvo en mis estudios, entrando y saliendo cómodamente por las puertas de las farsas y los flirteos diarios, disfrutando de tranquilos paseos domininarlas, como reminiscencias de la credulidad de una jovencita, una chica a la que ya apenas conozco. En Gotinga no tuve ninguna visi strannik. -Sus extraordinarios ojos seguían cla____________________cho, los teoremas, las demostraciones, las dudas, el estremecimiento que te deja sin respiración ante la belleza de un problema irresoluble, todo lo cual tal vez no fuera más que una ilusión.cia otro tipo de alma, en el que debemos desprendernos de todo, no sólo de los objetos que poseemos sino de cuanto hemos tomado como «real», todo lo que hemos aprendido, todo el trabajo que hemos hecontraremos en una situación de partida eterna. Partimos para morar noche tras noche en los subsuelos de Europa, en otro tipo de viaje harencia durante un tiempo, nos permiten ver cosas particulares y luego nos hacen seguir adelante, sin tener en cuenta qué habíamos llegado a sentir por ellos. Nos vamos, y me pregunto si ahora, tal vez, no nos envados en la tumba-. Hay mentores. Mentores que nos sirven de refe
A él le pareció que ella lo estaba expresando demasiado dramáti_camente:
– Abandonar todo eso -Quería encender un cigarrillo, pero se contuvo, tenso-. Un gran paso, Yashmeen.
Ella miró un rato a través del viento hacia Monte Rosso, y los ilu_minados picos suizos de detrás.
– Era tan fácil olvidar este mundo de aquí, con sus enemigos, in__día elegir, pero Kit, tú…, tal vez, después de todo, nadie tenía derecho a preguntar…trigas y secretos pestilentes… Sabía que me reclamaría otra vez, no po
– Sólo un inocente cowboy americano que no sabe dónde se ha metido. ¿Por qué dices, que no podías «elegir»? ¿Quieres explicarme qué está pasando?
– No. En realidad no.
Yashmeen había acordado volver a ponerse en contacto con ele____________________ces causaba furor en Europa. Tuvieron que dar vueltas durante veinte minutos antes de hacerse siquiera una idea de cómo preguntar una dirección. De alguna parte llegaban sonidos de una orquesta de baile, aunque todavía era bastante temprano.cía una variadísima gama de posibilidades para satisfacer todos los gustos, desde el más espantoso kitsch hasta la austeridad de antesalas de la muerte que se ajustaban a la moda chic del tísico que por entonbía si sería bien recibido. Era un establecimiento gigantesco, que ofrementos del CRETINO en el célebre Sanatorium Bópfli-Spazzoletta, en la orilla suiza del Lago Maggiore. Kit la acompañó, aunque no sa
– Compórtate con normalidad, Kit. Y no digas mi nombre.
En cualquier caso, Kit habría tardado como mínimo un minuto en reconocer a Reef -no podía ser otro-, dado que su hermano había experimentado ciertos reajustes: el sombrero era un Borsalino negro de copa alta al que le había modificado el ala para que al menos le protegiera de la lluvia, el traje no parecía de corte americano, llevaba el pelo más largo y extrañamente engominado, se había quitado el bi____________________tonces, y el resto del tiempo cansado y distante.ricanas: bien parecido cuando la situación lo requería, pero sólo encunstancias tan duras que era imposible no reconocerlas como amegote. Kit lo habría tomado por un turista procedente de algún lugar de la Europa Profunda, de no ser por la voz y por la antigua y afable inclinación de la cara, maltratada por muchos años viviendo unas cir
– Ha pasado mucho tiempo desde las San Juan -farfulló Kit-, ¿de dónde coño sales? -preguntó sintiendo la sigilosa llegada de la emo_ción. Pero Reef se mostró cauto.
– He estado construyendo túneles para el ferrocarril -dijo hacien____________________tes por Newport, Rhode Island, jugando a polo o lo que sea?guieron sentados un rato, asintiendo y sonriendo-. Una partida de cartas en los balnearios, de vez en cuando. Y tú, ¿cómo es que no estás en Estados Unidos, codeándote con aquella pandilla de veraneando un gesto hacia fuera con la cabeza-, por los Alpes, aquí y allá. -Si
– Supongo que podría decirse que estoy huido. -Mientras, Reef negaba lentamente con la cabeza y fingía una risa burlona. Kit le con____________________ble ese momento.to delicado, algo que tenía que ver con su padre y un terrible cálculo, con hermanos que volvían a encontrarse, con caminos, promesas y demás que se cruzaban de nuevo, y Kit quería posponer todo lo posigresar, pero… -Pero no se le ocurría cómo seguir. En algún punto, no muy por debajo de esas formalidades de rigor, esperaba un momenberme bajado del tren antes de Glenwood Springs, dar la vuelta, retó una versión resumida, hasta el momento en que vio a Foley en Gotinga-. En realidad, todo se fastidió nada más empezar, debería ha
Reef reconoció su incomodidad.
– Una de estas noches no nos acostaremos e intercambiaremos los reproches que hagan falta; mientras tanto, date por contento con ha_ber resistido más que yo, al menos.
– Sólo por ser un estúpido. Sólo por ser corto de entendederas. No puedo creerme que tardara tanto en darme cuenta. -Kit estaba sentado, mirando al suelo como si éste estuviera a punto de hundirse, asintiendo como si se escuchara a sí mismo.
Se acercó un camarero y Reef le pidió algo en un dialecto que le deparó una socarrona segunda mirada por encima del hombro.
– Como si el tipo nunca hubiera oído italiano de túnel.
Ruperta Chirpingdon-Groin y su grupo habían descendido por el túnel San Gotardo a través de leguas y leguas de picos semejantes a olas oceánicas congeladas, que se desvanecían en una luz implacable, ten____________________sical repetido que tocaba un cuerno alpino.tela del Bópfli-Spazzoletta. Desde algún lugar llegaba un motivo mucos de montacargas. Se habían apeado del tren en Bellinzona, donde los esperaba la diligencia motorizada del Sanatorium para llevarlos a la afamada institución que dominaba las orillas suizas del Lago Maggiore. Las cabras que pastaban junto a la carretera volvían la cabeza a su paso, como si estuvieran familiarizadas desde hacía mucho con la cliense tontamente, bastantes de ellos británicos, corriendo por los pasillos, saltando por los balcones a los montones de nieve amontonados por el viento, escondiéndose en las despensas de servicio y cayendo por huetales, sólo para que el correo llegara a alguna de las oficinas oficiales del servicio postal suizo, establecimientos atestados de bobos riéndodiendo a la eternidad, por un circuito de hoteles y balnearios alpinos tan remoto que los hoteles tenían que emitir sus propios sellos pos
Aunque no estaba preparado para compartirlo con su hermano, ni siquiera Reef se había librado de la locura que reinaba allí.
– ¿Qué clase de perro es ése? -le preguntó a Ruperta en un mo_mento dado.
– ¿Mouffette? Es una papillon…, una especie de perro faldero, una lamechichis de las damas francesas, vamos.
– Una… ¿cómo has dicho? -los engranajes de su cerebro arranca____________________cesas» con la lengua, para el goce de su dueña-: ¡Vaya! Las dos estaréis muy…, muy unidas en ese caso, ¿me equivoco?perta había enseñado a su spaniel enana a proporcionar caricias «franron-, ¿«lame»…, un perro francés que lame? -Intuyendo ya que Ru
– Amooo a mi pequeñina guauguau, ¡claro que sí! -dijo estrujando al animal, casi parecería que dolorosamente, de no ser por el visible placer con que Mouffette hacía ojitos.
– Umm -dijo Reef.
– Y hoy tengo que cruzar el lago, y los señores viejos y malos de ahí no permiten que mi preciosa chuchita venga con mami, y las dos nos preguntábamos si el bueno de tío Reef la cuidaría todo el día, y se encargaría de que reciba su filete picado y su faisán hervido, porque ella es muy particular.
– ¡Claro, faltaba más! -La imaginación se le disparó. ¡El día ente_ro a solas con una perra «lamedora» francesa!, ¡que sin duda estaría más que dispuesta a hacerle a Reef lo que ya le hacía a la buena de 'Pert aquí presente!, ¡que, de hecho, a lo…, a lo mejor llevaba todo este tiempo babeando por un pene, sólo para variar, y sabría un montón de tru_cos! Y…, y…
Ruperta se tomó su tiempo para acicalarse a la perfección y sacar su polisón por la puerta. Reef se encontró dando vueltas arriba y aba_jo y fumando, y cada vez que echaba un vistazo a Mouffette habría ju__jer, habría considerado coquetas. Por fin, tras una larga despedida, llamativa por el copioso intercambio de saliva,rado que ella también estaba inquieta. Tenía la impresión de que la perra le lanzaba miradas de reojo que, de haber procedido de una mu Mouffette caminó len__traba su confianza en que él no se molestaría. Todo lo contrario, la única reacción de Reef fue una erección.ta y silenciosamente hacia el diván, donde Reef estaba sentado, y de un salto se acomodó a su lado. Subirse a los muebles era algo que Ruperta raramente le permitía y el modo en que miró a Reef mos Mouffette la miró fijamente, apartó la mirada, la volvió a depositar en la zona y de repente saltó sobre su regazo.
– Uy, uy, uy. -Acarició a la diminuta spaniel un rato hasta que, sin previo aviso, ella se bajó de un salto del diván y entró lentamente en la habitación, volviendo la mirada sobre el lomo de vez en cuando. Reef la siguió, se sacó el pene, resoplando-. Ten, Mouffie, un bonito y gordo hueso de perro para ti, mira esto, ¿has visto muchos última_mente? Vamos, huele bien, ¿verdad? ¡Umm, yum! -y demás; mientras tanto, Mouffette ladeó la cabeza, se acercó y olisqueó con curiosidad-. Así, muy bien, ahora, aaabre…, buena chica, mi buena Mouffette, ahora vamos a poner esto… ¡uaaaag!
Lector, le mordió. Tras lo cual, como sorprendida por la vehe_mencia de la reacción de Reef, Mouffette saltó de la cama y, mien__ba raro.tras él iba a buscar un cubo de hielo, se escapó al inmenso hotel. Reef la persiguió durante un rato, hasta que notó que el personal lo mira
Durante los días siguientes, Mouffette aprovechaba cada ocasión que se le presentaba para saltar al regazo de Reef y mirarle a los ojos -con sarcasmo, le parecía a él-, abriendo la boca sugestivamente, a ve_ces incluso babeando. En cada una de esas ocasiones, Reef se esforzaba por no encogerse. Y Ruperta, exasperada, gritaba:
– Francamente, no es para tanto, no es que quiera morderte.
– Reef, permíteme que te presente a la señorita Yashmeen Half_court. Yash, este caballero de pinta tan rara es mi hermano Reef.
– Un placer, señorita Halfcourt.
– Señor Traverse. -Por un instante creyó estar viendo a Kit y a su doble un poco envejecido o gravemente lesionado-. Veo que ha en_trado en la alta sociedad -dijo dirigiendo la mirada hacia el grupo de Chirpingdon-Groin.
– Es el azar de las vías, señorita -un reajuste pícaro que Kit ya había visto muchas veces empezó a asomar en los rasgos de su her_mano-, resulta que un día necesitaban un cuarto jugador para el juego que llaman bridge «de subasta», ahora de moda en los clubs de Londres, según me han dicho, se dan muchos más puntos que en el bridge normal, ¿sabe?, aquí si uno juega a tanto el punto, bueno…
– Ahí estaba el viejo y melancólico encogimiento de hombros, como si dijera: «Pobre de mí, ¿qué le voy a hacer? Es mi maldición, nunca he sa_bido resistirme a un buen bote». Kit tuvo que esforzarse para no mirar al techo.
– Sí, es muy parecido a un juego ruso que llamamos vint.
– He oído hablar de él. Pero nunca he entendido cómo se cuen_tan los puntos. A lo mejor algún día podría enseñarme.
Al otro lado de la inmensa recepción, las orejas de Ruperta, emer_giendo de su peinado, su pusieron cada vez más incandescentes.
– Vaya -diría ella más tarde-, la morenita de tu hermano parece haberte gustado bastante. Él tampoco está mal, tal vez podríamos or_ganizar un intercambio, ¿qué me dices?
– Se trataba estrictamente de negocios, 'Pert.
– Obviamente. No podrías justificarte con su nobleza, es el tipo más superficial de avantyuristka, me cuesta creer incluso que dejen en_trar aquí a personas como ella, mira, me parece que voy a decirle a Marcello unas cuantas cosas al respecto.
– A ver, 'Pert, intenta recordar, no hace tanto que tú estabas ju_gando una mano muy pero que muy parecida.
– Mala bestia.
Mientras tanto, Kit y Yashmeen cenaban sentados a una mesa con vistas al lago, cada vez más oscuro, y a una tormenta vespertina que se acercaba desde el sur.
– Reef siempre fue el inquieto -recordaba él-, lo que la gente llama un «salvaje», y Frank era el razonable, puede que perdiera la ca_beza de vez en cuando, durante un minuto y medio, pero yo nunca lo vi.
– ¿Y tú, Kit?
– Oh, yo sólo era el pequeño.
– Yo creo que eras el religioso. -En ese momento resultaba difícil saber si sólo se estaba burlando-. Mira en qué te has metido. Guerras sectarias de vectores, tráfico con lo invisible, sacerdocios y herejías…
– Supongo que todo eso siempre fue bastante práctico para mí. -No lo fue, pero tenía que esperar a un poco del insomnio de las tres de la madrugada típico de los matemáticos para aclararlo.
Mientras tanto, ella lo miraba de un modo que él sabía que de_bería haber descifrado.
– En el mundo. Del mundo. No -negó con la cabeza-, votos de abstinencia o…
A su abrupta confusión no le sentaba bien que Yashmeen se hu____________________mente preciosa, era lo que habría dicho él.dosamente pintada de un matiz cereza oscuro anunciaba la primera derivada de un beso de desconocida duración… Sencilla e imposibletido que parecía confeccionado sólo para coquetear, su boca cuidabiera presentado excepcionalmente radiante: el cabello negro se le derramaba hasta la cintura, donde susurraba contra el lazo de un ves
– En los vectores no hay dinero -soltó Kit entonces-, pero sí lujos inimaginables. La abstinencia llega por sí sola, en gran medida.
– Pero la distracción nunca acababa. ¿Esperabas eso? Yo no. Siem_pre parecía haber algo más. -Ella miró hacia él, experimentalmente-. O alguien más.
– Oh -se le alteró el pulso-, ayuda tener una vista rápida, sin duda.
Ella sonreía, pero con los ojos entrecerrados. Parecía esperar que él siguiera el hilo de sus pensamientos, aunque Kit no tenía la menor idea de hacia dónde.
– Bueno -dijo maldiciéndose al instante-, me pregunto qué se traerá entre manos el bueno de Günni. A estas alturas debe de andar por México.
De repente ella apartó la mirada, como alejándola a un reino pri_vado de irritación.
– ¿De verdad te habrías batido en duelo por mí, Kit?
– ¿Te refieres a Günni y a mí, o sólo a mí? -¿Pero en qué coño es_taba pensando? -A ti, Kit.
Eso pedía al menos un momento de mirada reflexiva, pero Kit sólo supo replicar:
– Vaya, claro, ¿quién no? -Ella esperó lo que duraba un latido, en_tonces dejó su vaso en la mesa y buscó alrededor su ridículo-. ¿He dicho algo…?
– Es más bien lo que no has dicho. -Ya estaba de pie y extendía una mano enguantada-, Ite, missa est.
Lionel Swome no puso objeción a que Kit durmiera en el Sanatorium, y Reef se lo encontró en su habitación abriendo la botella de champán que regalaba la institución.
– He llegado a tiempo.
– Pensaba bebérmela yo solo, pero tal vez pueda dejarte un par de gotas.
– ¡Eh! Anímate, pringado. ¿Sabes qué?
– ¿Debería saberlo?
– Puede que esta vez, para variar, hayamos pillado una buena mano.
Kit hizo saltar el corcho hasta la otra punta de la habitación, don_de impactó con un retrato fotográfico en sepia de Bóphi y Spazzoletta, posando junto a una bomba hidropática. Se bebió el chorro que se desbordó y le pasó la botella a Reef.
– Miedo me da tu concepto de buena mano.
– Se trata de tu viejo benefactor Scarsdale Vibe.
Kit se puso inmediatamente en estado de alerta rectal. Las manos le dolían y empezó a sudar.
– Parece que anda por aquí, por Europa -prosiguió Reef-, a la bús__tinente de arriba abajo, haciendo lo que hacen los millonarios. Y en este momento, de hecho, está por la vecindad, camino de Venecia, Italia.queda de alguna pieza del Bello Arte que comprar, recorriendo el con
– Foley ya lo mencionó. No eran buenas noticias entonces. No lo son ahora.
– Todo depende, ¿no? El destino nos lo está poniendo en bandeja, Kit, puede que no tengamos mejor ocasión.
– Ocasión de…
Reef miró fijamente a su hermano pequeño, como si estuviera en una habitación mal iluminada.
– Todavía es demasiado pronto para saberlo. La mano no ha sido repartida aún.
Kit se acercó a la ventana y vio la bruma que ascendía por el lago para chocar con las montañas. Su táctica consistente en mostrar un optimismo juvenil a toda costa empezaba a irritarle incluso a él; ade_más, ya ni siquiera funcionaba.
– ¿Y quién -preguntó con un repentino agotamiento- acompaña a Vibe estos días? Aparte de Foley, claro.
– Puede que haya un par de tipos de Pinkerton encubiertos, ten_dremos que andar con cuidado.
– Así que vamos a buscarlo y lo matamos, ¿es ése el plan?
Reef fingió que miraba hacia arriba con los ojos entrecerrados, a través de un telescopio imaginario.
– Bueno, tú eres un tipo sediento de sangre a pesar de ser tan pe_queño, ¿no?
– Entonces… ¿no lo matamos? ¿Reefer? ¿Qué hacemos? -Desde la última vez que había estado cara a cara con Scarsdale Vibe, en las oficinas de Pearl Street, a Kit no le costaba imaginarse apuntando y disparando con mano firme y espíritu sereno. Así estaban las cosas. Hasta ahora.
Por su parte, Reef parecía andar tan sobrado de pasión como fal_to de planes.
– Un rifle de largo alcance, claro, pero cara a cara sería mejor, pon_gamos que adoptamos un, no sé, llamémosle método italiano. ¿Cómo te manejas con el puñal? Puedo cubrirte…, pegarme un bigote falso, fingir que soy un camarero o algo así, quizá servirle una copa de cham_pán envenenado.
– Reef, ¿no te parece que sería mejor pensárselo un poco más?
¿Es que Reef creía que a Kit, el científico, iba a ocurrírsele un plan?
– Es una pena que no podamos hablar con papá.
– Según algunos amigos de Yashmeen…
– Oh, no, tú también, no, por favor, ya tengo que aguantar ese ro__mano.llo día y noche de 'Pert y su pandilla, y no lleva a ninguna parte, her
– ¿Hacen sesiones de espiritismo? -Kit alcanzó el paquete de ci_garrillos que había en la mesa, entre ellos, y encendió uno-. ¿Y no has intentado nunca contactar con papá? Es sólo por curiosidad.
– Para ellos no es más que una moda pasajera. Me enganchan de vez en cuando, y no me importa, sobre todo si tengo que sentar__de llevar cogerse de las manos en la oscuridad, pero no hablo de papá, ni de nosotros, ni de Colorado, de nada de eso. Creen que soy de tu parte del país, de Harvard o por ahí.me junto a alguna joven dama interesante, nunca se sabe a qué pue
– Yale.
– ¡Eso! Pero me preocupas un poco, Kit, ¿no se suponía que eras el curtido hombre de ciencia?
Kit se encogió dentro de un envoltorio de humo.
– No sé lo científico que es, pero últimamente ha salido algo que se llama «Investigación Psíquica»: laboratorios, experimentos y demás.
– Y no son sólo bobadas.
– Tanto como lo eran las ondas inalámbricas no hace tanto. Los rayos de Roentgen, o los próximos que aparezcan. Es como si cada día alguien descubriera un nuevo trozo del espectro, más allá de la luz visible, o una nueva extensión de la mente, más allá del pensamiento consciente, y puede que en algún sitio, muy lejos, ambos dominios es_tén conectados.
Reef negó con la cabeza, como si estuviera avergonzado.
– Sí construyen un teléfono inalámbrico con el que podamos ha_blar con papá, me lo dices, ¿vale?
Y resultó que ese atardecer, mientras el crepúsculo se extendía so____________________da, mientras contemplaba afablemente a los hermanos, aunque con sus propios parámetros de paciencia.dó en la barra de nogal del hotel todavía con su traje de excursión y dio unos sorbos a un añejo escocés, contenido en un pesado vaso de cristal de Bohemia con la ilegible heráldica Bópfli-Spazzoletta grabamanos, pero no sus planes de venganza a más largo plazo. Se acomoto de materializarse, en su plano terrenal, en la persona de Madame Natalia Eskimov. La bondadosa extática, radiante tras una caminata por las montañas, captó inmediatamente la melancolía de los herbre las habitaciones y las suites, algo parecido a ese aparato estaba a pun
– Espero que no anden buscando ningún ridículo espectáculo a oscuras -dijo-, gigantescas amebas resplandecientes que dejan resi__lizan de habitación en habitación sin tocar el suelo con los pies.duos pegajosos. Niños de caras blanquecinas en pijama que se des
En los círculos I.P., las sesiones de Madame Eskimov eran cono_cidas, uno diría que tristemente famosas, por su impertinencia.
– Como si las presencias con que una se topa fueran tan frágiles que se ofendieran o se enfurruñaran si la pregunta es demasiado di_recta. Bozhe moi! ¡Esa gente está muerta! ¿Hay algo más grosero?
Encontraron una habitación, cerraron las cortinas contra la noche insoportable, la luna creciente gibosa y las alturas de las montañas casi tan brillantes e inaccesibles como el país de los muertos, las estrellas reveladas de vez en cuando a través de la nieve que caía en largos ve__meen y Ruperta, que asistía para supervisar la estrategia de quién se sentaba al lado de quién.los desde los picos, kilómetros de restos barridos, helados, territorio neutral deshabitado e inhabitable para siempre. Madame Eskimov apagó las luces. Entre los presentes se encontraban Kit, Reef, Yash
– Me voy al interior del país, va a ser más difícil mantenerse en con__téis aquí nos reuniremos otra vez, espero que os encarguéis de todas las tareas que yo hacía, pues ahora es menos importante para mí, cada vez lo será menos, y tampoco es que nunca pudiera hacer mucho…tacto, tengo otras cosas que hacer, más lejos, aunque cuando todos es
La voz que surgía de los labios oscuramente pintados de Madame Eskimov, mal articulada, forzada, como si le costara arrancarse de la parálisis del sueño, pronunciaba las palabras de Webb pero guardaba poca semejanza con lo que ambos hermanos recordaban de la voz de su padre. Esperaban escuchar la aspereza del fumador de puros bara__me Eskimov, las lágrimas se acumularon en sus ojos. Pero cuando emergió a la superficie no conservaba ningún recuerdo de la pena ni, de hecho, de ninguna emoción.tos, el deje del habitante de las montañas, pero lo que oían era un acento europeo, con las inflexiones fronterizas que los representantes comerciales, los marchantes y los espías adquirían en ese continente después de pasarse años sobre el terreno. El silencio final, cuando llegó, fue cortante como un grito. El color volvió a la cara de Mada
– Ni siquiera era la voz de papá -dijo Reef en un irritado su_surro-. Kit, esto es un timo, te lo digo yo.
– Esa era la voz de su control -señaló Yashmeen-. También es un mensajero, pero que trabaja desde el otro lado. Nosotros utilizamos mé_diums, los médiums utilizan controles.
– Sin ánimo de ofender -murmuró Reef-, pero, hablando como el viejo tramposo que soy, ése es el tipo de truco que yo utilizaría si no supiese cómo hablaba el difunto pero quisiera que los demás cre_yeran que es él quien habla…
Le sorprendió ver que Madame Eskimov asentía y sonreía, como en gesto de agradecimiento.
– El fraude es el elemento en que todos volamos, ¿no? -dijo-; nos mantiene en alto, no hay ni uno solo de nosotros que no haya recurri____________________dianes del mundo de la luz del día, que no tienen ni idea de lo fácil que es detectar ese tipo de truco, por lo general en médiums que no saben manejar un trance. Algunos nunca lo conseguirán. Exige una gran capacidad de entrega y la voluntad de renunciar a todo recuerdo de lo que pase durante la sesión.ciendo con la punta del zapato?»). Engreídos e insoportables guardo a él en un momento u otro de su vida, hasta que aparece algún maldito listillo, un juez materialista («¡Ja! Lo he visto, ¿qué estaba ha
– Bueno, eso también viene muy bien, ¿no cree?
– Sí, ciertamente, y cuando me plantean dudas como la suya, lo que suelo sugerir es que el escéptico pruebe por sí mismo.
– ¿Lo que acaba de hacer? Gracias, pero no soy un tipo de hom_bre muy sobrenatural…
– Nunca se sabe, el don aparece en la gente más inopinada. -Tomó a Reef suavemente de la mano y lo condujo de vuelta a la mesa.
– No se trata tanto de entrar -intentó explicar él-, sino de salir luego.
– Lo hará muy bien.
– Quiero decir que no me gustaría que, eh…
– Quieto.
– Ahí va.
Yashmeen y un flaneur conocido de Ruperta llamado Algie or____________________no, aunque Kit sabía con absoluta certeza que Reef carecía de oído musical y que no podía entonar ni elpezó a cantar, con aires operísticos, en el registro de tenor y en italiaganizaron rápidamente un grupo de cuatro, como si fueran a jugar una partida de bridge. En cuanto los participantes unieron las manos, Reef se hundió, tal cual, en una especie de subéxtasis. Al instante em For He's a Jolly Good Fellow sin desafinar. Sin embargo, al cabo de un rato llegó el control en do alto y lo sostuvo lo bastante como para mandar al personal del Sanatorium corriendo a buscar asistencia médica.
– He visto a otros morir en sus camas -empezó a hablar Webb, y esta vez era verdaderamente Webb-, cerca de todo lo que construye_ron y amaron, rodeados al final por hijos, nietos, amigos, vecinos del pueblo que nadie sabía cómo se llamaban, pero eso no era lo que yo tenía reservado, no, en este mundo miserable que nos fue dado para que trabajáramos y sufriéramos en él, ni siquiera se contemplaba esa posibilidad.
»No tiene sentido disculparse. Podría haber hecho otras cosas. Como no alejaros de mí. Podría haber pensado otro modo de honrar a quie__tos. Algún otro habría sido lo bastante inteligente para saber hacerlo. Yo también habría podido. Y tampoco es que estuviera solo, disponía de ayuda, incluso de dinero.nes trabajan bajo tierra, sin ver jamás el sol, y mantenernos todos jun
»Pero vendí mi rabia muy barata, no comprendí lo preciosa que era y la malgasté, dejé que se escurriera entre mis dedos gritando a la gente equivocada, a May, a los niños, y cada vez juraba que no volve_ría a hacerlo; nunca me gustó, pero empecé a rezar por eso, sabía que tenía que guardar la rabia bajo alguna tapa, reservarla al menos para los malditos propietarios; sin embargo, un buen día Lake se escabulle a la ciudad, vagabundea por ella, uno de los chicos me mira, algunos días basta con una mirada, y vuelvo a chillar, pero ellos están mucho más lejos, y no sé cómo recuperarlos…
Podría haber sido una conversación íntima en un salón acogedor.
Pero esa noche sus hijos no conseguirían lo único que querían. Que__trarlo y ventilarse al muy hijo de puta.rían escuchar decir a Webb, con la seguridad omnidireccional de los muertos, que, dado que Scarsdale Vibe había pagado a sus asesinos, lo menos que podían hacer los hermanos en ese momento era encon
Después, como era de esperar, Reef no recordaba nada. Madame Eskimov y Yashmeen fueron a los baños turcos y Algie se encaminó al salón de billar. Kit se sentó a la mesa y miró a su hermano.
– No he hecho nada vergonzoso, ¿verdad que no? -quiso saber Reef.
– Era él, Reef. Su voz…, mierda, si hasta parecías él.
– Puede haber sido por la luz.
– No sé qué pensar.
– Haz una foto la próxima vez. A ver qué sale, si es que sale algo. -Reef parecía extrañamente inseguro. Contempló con resentimien_to su sombrero-. Mírame. Este sombrero. ¿Qué estoy haciendo con esta gente? Creía que había tomado una decisión en Nueva Orleans. Creía que había elegido el Anarquismo, hasta el final, hasta que acabaran conmigo, porque es el tipo de creencia que sólo tiene una salida, ¿no, Kit? -Sonó casi como una petición de ayuda-. Ya ni siquiera sé quién coño soy.
En el sueño, están todos juntos en un acto social, el paisaje corres_ponde a un lugar alto, sin nombre pero familiar, con píceas y ála____________________cadas con números, sino queque no se hubiera visto jamás, violines, guitarras, un acordeón y gente bailando, y, un poco alejado, Kit ve a su padre solo, en una mesa de merendero de madera con una baraja de cartas, jugando un póquer solitario. Se da cuenta enseguida de que las cartas no sólo están marrientes lejanas, cada rostro casi insoportablemente nítido, familiar aunbreros trinchando y sirviendo, costillas a la parrilla y judías cocidas, cucuruchos y tartas de boniato, chicas guapas, muchas de ellas pamos, agua corriendo por todas partes, arroyos, estanques, fuentes, más comida que en un banquete dominical, cocineros con grandes som son en cierto modo números, algunos reales, otros imaginarios, algunos complejos e incluso trascendentes, y Webb los va disponiendo cada vez en una matriz de cinco por cinco cuyo valor propio no queda muy claro, pero al mismo tiempo, Kit, que todavía tiene unos seis años, se acerca corriendo a Webb.
– ¿Estás bien, papá?
– Estupendamente, Christopher. ¿Y tú?
– Creí que…, parecía que…, que te sentías muy solo.
– ¿Porque me has visto aquí sentado solo? Por el amor de Dios, estar solo no es lo mismo que sentirse solo. No tiene nada que ver. ¿Todavía no te lo han enseñado en la escuela? Ven. -El niño se acerca y Webb lo rodea con un brazo mientras sigue poniendo las cartas, sin dejar de hacer comentarios-: Fíjate en esto.-O-: ¿Qué tenemos aquí? -Y Kit intenta identificar polinomios característicos, al tiempo que se arrima a su padre cuanto puede-. Hay cosas peores que sentirse solo, hijo -le dice Webb al cabo de un rato-, Y de eso no se muere, a veces uno incluso lo necesita. -Pero cuando Kit estaba a punto de preguntar para qué se necesita, algo en el inmenso balneario que nunca duer_me, un estornudo, una sartén para hacer tortillas que se había caído, el silbido de un empleado, lo despertó.
Kit se fundió lentamente en la oscura hora institucional en que los huéspedes yacían tras la jornada, archivados, numerados, irrelevan____________________taba vedada durante el día, miraba con la boca abierta, hacia arriba a la nada, a la esperanza, o puede que sólo a lados voces, fluidos y repeticiones mecánicas cuya comprensión le estes. Confuso por un instante, creyendo que estaba en la cárcel, que los sonidos del entorno, en el curso de su lenta vida digestiva, eran to vis inertiae que le había mantenido hasta entonces en movimiento, y que se escurría mientras él se asomaba a una espantosa certidumbre que no supo nombrar de inmediato pero bajo cuyo peso, eso sí lo sabía, tendría que vivir a par_tir de entonces.
Desde el principio, tendría que haber deseado ser el único hijo en quien Webb pudiera creer; sin importar qué líos Reef anduviera bus____________________dido con un poco más de voluntad de supervivencia. Constreñido ahora a sesiones de espiritismo y sueños, ya no podía decírselo a Kit con esas palabras exactas, sino que tenía que recurrir a las metonimias sombrías y desgarradas de los muertos.quina de Estados Unidos, y antes de que pudiera recordar siquiera quién era, Webb había muerto. Si hubiera tenido más confianza en Kit, tal vez cuando le reclamó la hora terrible podría haberse defense cuenta, se encontró allí, lejos de casa, perdido en la parte más meztre ambos, nada al menos que él pudiera ver. Pero entonces, sin darcándose por ahí, o hasta qué punto las ambiciones de Frank para hacerse ingeniero resultaran favorables o contrarias al Sindicato, Kit siempre había pensado que estaría al lado de su padre pasara lo que pasase, simplemente porque no había nada que se interpusiera en
El que Webb no lo hubiera denunciado esa noche no significaba que Kit hubiera sido perdonado. Había traicionado a su padre, eso ya no podía cambiarlo -había colaborado con los asesinos de su padre, vivido la vida de niño rico que ellos le pagaron-, y ahora que había acabado, comprendía que, por más que quisiera, ya no podía utilizar como disculpa su juventud ni lo que pudiera quedar de su compro_metida inocencia. Se había vuelto contra Webb la noche que regresó de Colorado Springs con la proposición de Foley, y no había hecho el menor esfuerzo por arreglarlo hasta que ya era demasiado tarde para solucionar nada.
Estaba allí tumbado, asqueado y vacío por la vergüenza. ¿Cómo había podido pasar? Lo que había sido su hogar estaba a ocho mil kilómetros en línea recta y a otros tres o cuatro mil subiendo y ba__mensa luz del sol, con el peso de todo aquel metal resplandeciente bajo tierra oponiéndose a ella y a lo que ella quería, que, bien lo sabía Dios, siempre había sido muy poco.jando, y la única persona de allí que aún le importaba era Mayva, la figura menguante y resuelta en la estación, bajo el viento y la in
– Tu padre se pasó casi toda la vida ahí abajo… Cuánto les dio para lo poco que le devolvieron… esas sabandijas mercenarias, y todavía hay rastros de su sangre por todo el país, que aún gritan, en el caso de que la sangre grite, claro…
Habría sido un consuelo considerarse uno de los vagabundos san____________________ción de Kit.nada por deudas y créditos y demasiados detalles ni siquiera anotados. Y Gotinga, abierta a la irrupción de cualquier enemigo, ya no era un refugio, del mismo modo que los vectores nunca habían sido la salvate que seguía en la nómina de Vibe, que se le pagaba de una cuenta cuyo libro mayor era el que él más deseaba cerrar y vaciar, el libro mayor sin encuadernar de una vida que en el pasado había estado en blanco pero que en un abrir y cerrar de ojos había quebrado, arruivalo cada vez más amplio de espacio-tiempo, y no sabía volver a ellos más de lo que sabría volver a Colorado. El Vectorismo, en el que Kit había pensado en el pasado que podía atisbar la trascendencia, un mundo de imaginarios coexistente, el «reino del espíritu» por el que la leyenda de Yale Lee De Forest imaginó que viajaba, no le había mostrado a Kit, al final, una vía de escape del mundo gobernado por los números reales. Su padre había sido asesinado por hombres que, por más que a menudo invocaran en voz bien alta a Jesucristo y su reino, eran exclusivamente leales al eje real. Kit se había engañado a sí mismo, había llegado a creer que Gotinga sería otro paso adelante en un viaje hacia una condición más pura, olvidando oportunamentos de Yashmeen, pero sabía que lo más cerca que había estado de la religión eran los vectores, y éstos también se alejaban por un inter
En algún lugar, más adelante, en la bruma del futuro, entre aquí y Venecia, estaba Scarsdale Vibe. La convergencia que Kit había evitado definir aguardaba su hora. Al hombre se le había permitido seguir de__se. Lo único que poseía.masiado tiempo con sus deshonrosos manejos sin recibir castigo. Que era lo único que le quedaba a Kit. Lo único a lo que podía aferrar
A medida que la luz empezaba a filtrarse por los bordes de las persianas de la ventana, Kit se durmió de nuevo y soñó con una bala encaminada al corazón de un enemigo, una bala que viajaba durante muchos años y recorriendo muchos kilómetros, que topaba de vez en cuando con algo y salía rebotada en un ángulo diferente, pero si__dió que ese zigzagueo a través de un espacio-tiempo tetradimensional podía expresarse como un vector en cinco dimensiones. Fuera cual fuese el número de dimensionesguiendo viaje como si fuera consciente de su destino, y él compren n que la bala habitara, un obser_vador necesitaría una más, n + 1, para verla y relacionar los extremos, y así obtener una única resultante.
Mientras Kit pasaba inquieto el momento mortecino e infruc__por con un número indeterminado de turistas erotómanas, Ruperta Chirpingdon-Groin ponía punto final al jugueteo de toda la noche con Yashmeen, la mayor parte del cual, lamentablemente, se había perdido en negociaciones: no había posibilidad de dulce igualdad, ni siquiera de simetría. Como tuoso de la noche que los chinos que conocía llamaban la Hora de la Rata, y Reef se entretenía en un baño hidropático lleno de vaeste proceso de regateo y fintado, coque_teo y engaño conllevaba su propia energía erótica de baja intensidad, aparentemente no degeneró en una fastidiosa tarea como ocurre a menudo cuando se da entre hombres y mujeres, así que la larga velada no fue un desperdicio total. Yashmeen había tenido un respiro de diez minutos de sus preocupaciones por su incierto futuro, y los celos de Ruperta, una bestia con una dieta exótica, se habían saciado. A las mujeres les sorprendió encontrarse un cielo lleno de luz matinal al otro lado de las cortinas, con el sol a punto de iluminar los picos y un par de veleros ya en el lago.
Todo el mundo enamorado del amor, salvo, al parecer, Kit, por cuyos deseos nadie preguntaba, y menos que nadie, él mismo. Cuan__ganza.do Yashmeen y él se encontraron en el Kursaal avanzado el día, los dos estaban desorientados por la falta de sueño, y él le anunció, no sin cierta brusquedad, su desvío a Venecia con propósitos de ven
– ¿Puedo aclararlo con el Hermano Swome? Dice que tengo que tomar el tren para Constantza, y, según el horario que me dio, se tar_da un poco más en llegar allí. ¿Cuánta prisa crees que tiene?
– Me parece que lo que les importaba era sacarme de Gotinga. Tú les venías bien para eso, y has cumplido tu tarea. Ya no tienes que sen_tirte obligado con ellos.
– Pero de esto…, de este otro asunto, tenemos que ocuparnos mientras podamos. Y dado que Reef cree que me necesita para que le cubra, no puedo desentenderme. Pase lo que pase, será rápido.
Ella lo miró, con el entrecejo fruncido.
– Entonces es una suerte que tu billete sea para Kashgar, ¿no?
– A lo mejor no pasa nada.
– O puede que te maten.
– Yashmeen, ese hijo de puta ha destruido mi familia. Lo que soy…
– No es más que envidia. Tú tienes la suerte de saber a qué ate_nerte. Un nombre, alguien a quien hacer responsable. La mayoría de nosotros sólo podemos esperar, sentados como bobos, a que algo surja de la oscuridad, golpee y vuelva al lugar de donde ha salido, como si fuéramos demasiado frágiles para un mundo de familias felices, cuyos destinos tranquilos requiriesen el sacrificio del resto de nosotros.
– Pero si estuvieras en mi lugar, y tuvieras la oportunidad…
– Claro que lo haría. Kit. -Le puso una mano sobre el brazo sólo el tiempo justo-. Ya no soy yo quien decide mis planes, la gente del CRETINO cree que les debo mi prolongada supervivencia y ha deci_dido que éste es el momento de cobrar su deuda.
– ¿Así que te llevan de vuelta a Londres?
– Primero iremos a Viena, luego a Buda-Pest. Por cierto miste__tegridad del estudio.rioso auge de actividad en la Investigación Psíquica. Intuyo que voy a ser utilizada como sujeto experimental, pero cuando pregunto los detalles me dicen que si yo supiera demasiado comprometería la in
– ¿Merece la pena escribirte a la atención del CRETINO, o abri_rán y leerán tu correo?
– Ojalá lo supiera.
– Entonces, ¿de quién podemos fiarnos?
Ella asintió.
– Noellyn Fanshawe. Estudiamos juntas en Girton. Aquí tienes su dirección; pero no esperes respuestas rápidas.
– Y tu padre…
Ella le dio un sobre sellado del Sanatorium, con los habituales blasones grandiosos a modo de membrete.
– ¿Qué es esto? Pensaba que vosotros dos sólo os comunicabais por telepatía. -Se lo guardó en un bolsillo interior de la chaqueta.
Yashmeen esbozó una sonrisa fina, formal.
– La telepatía, por más maravillosa que sea, no tendrá… ¿cómo decís vosotros, «ni punto de comparación»?, pues eso, ni punto de comparación con lo que sucederá en el momento en que pongas esto en sus manos.
Ella le habría dicho cosas más halagadoras, supuso, pero nada de tanta confianza. Kit tuvo un fugaz atisbo de ambos como vistos des_de fuera: dos renegados que mantenían la profesionalidad aunque la profesión casi hubiera acabado con ellos.
Él la fue a despedir a un pequeño muelle donde esperaba un va__lla blusa y una falda, también un chubasquero con capucha, pero no sombrero. Él no habría sabido cómo suplicar con ojos bovinos ni aunque le hubieran dado lecciones. Le cogió la mano y se la estrechó formalmente, pero no se la soltó al instante:por del lago. Hombres del CRETINO pululaban por allí, lanzándole repetidas miradas de impaciencia y, casi se diría, de reproche. El cielo se oscurecía con veloces nubes de tormenta. Ella llevaba una senci
– ¿Crees que…?
– ¿Que nos habríamos fugado juntos en la vida real? No. Y me cuesta imaginar que haya nadie tan estúpido como para creer que lo haríamos.
El barco retrocedió adentrándose en el lago, viró y se la llevó, sin que ella se molestara en mirar atrás. Kit se encontró a Reef cerca de allí, fumando, fingiendo que no se había dado cuenta.
Kit se dejó llevar por un momento y pensó cuántos más de esos adieux sin lágrimas iba a vivir antes del que verdaderamente no ne_cesitara, antes del que, al fin, estaría de más.
Y ahí volvían Neville y Nigel, bebiendo jarabe opiáceo británico para la tos y agua gasificada de un seltzógeno portátil, con el que tam_bién habían estado regando a los transeúntes, lo cual provocó leves gruñidos entre los miembros del CRETINO. En aquel momento, ambos se dirigían a una representación de la opereta cómica Bailando el vals en Whitechapel, o Un idilio destripado, basada vagamente y, según algunas críticas, con mal gusto en los asesinatos de Whitechapel de finales de los años ochenta.
– ¡Aahh! -Neville se asomaba a su reflejo en el espejo-. ¡Pantalo_nes! ¡En Piggott's deberían tener «pantalones»!
– Ven con nosotros, Lewis -dijo Nigel-, nos sobra una entrada.
– Sí, y dicho sea de paso -añadió Neville-, ten esto también. -Pero Lewis esquivó fácilmente el chorro de seltz, que alcanzó a Nigel.
Esa noche, el Strand, como de común acuerdo, exhibía ese gusto típicamente británico por lo oscuro y lo brillante que tan bien cono____________________tante y afligido.lle y Nigel, sabían oírlo, el equivalente luminoso de un chillido conssosegante. El alumbrado de las calles emitía, para los que, como Nevidiosos de los chimpancés: multitudes con gabardinas, botas de charol y chisteras, el atractivo mancillado de los pendientes y broches de marcasita, sienes engominadas preparadas para atenuar el brillo bajo el alumbrado público…; incluso las aceras, resbaladizas por la lluvia y las exudaciones aceitosas, contribuían a ello con su propio albedo desacen los expertos en neuropatía erótica, por no mencionar a los estu
En la calle, los músicos ambulantes brincaban y giraban ante las colas de los teatros, los magos sacaban de la nada pequeños animales, los acróbatas hacían números de cráneo-y-acera con un margen que se movía típicamente en la escala milimétrica, mientras delante del Duke of Cumberland's Theatre un cuarteto de ukeleles interpreta_ba un popurrí de melodías de Bailando el vals en Whitechapel que in_cluía una que, al estilo de Gilbert y Sullivan, intentaba cantar un coro de policías a un número parejo de paseantes:
Tú ya sabes que es una vil propagan-da decir que
los policías nunca cortejan, jan, jan
Tú ya sabes que sería tan cariñoso como un
Paaan-da,
si supiera
que tú quieres achucharme,
tan_to en Kenia como en Tanganica o en Ugaaan-da,
y no te sorprendas…, porque no es
más que una sucia campaña de propagan-da
decir que un pasma no puede enamorarse.
En el teatro, Lew dejó caer un chelín en la caja del respaldo del asiento que tenía delante, sacó un par de gemelos y empezó a escru____________________neral, acercándose al estado de una de esas estatuas que hay en los parques frecuentados por los espíritus problemáticos.cago, con la salvedad, tal vez, de que se había vuelto un poco más mitía un uniforme extranjero, a quien Lew sólo tardó un momento en reconocer como su antiguo colega de vigilancia archiducal, el Capitán Trabant, ahora convertido en Coronel del Landwehr K &K, Max Kháutsch, que apenas había cambiado desde los tiempos de Chitar la multitud. El campo de visión en movimiento se detuvo un buen rato en nada menos que el copropietario de la carta XV del Tarot, el Profesor P. Jotham Renfrew, que, según parecía, había venido desde Cambridge para asistir a la función, con la cara aplanada en un cromo bidimensional de sí misma, sentado en un palco con alguien que ves
Pero Lew pudo entretenerse poco con esos recuerdos, pues me_diante un ruidoso estruendo de platillos la orquesta dio inicio a la obertura.
Bailando el vals en Whitechapel resultó ser una de esas obras mo_dernas en las que un grupo de intérpretes se esfuerzan por montar una comedia musical sobre Jack el Destripador.
– En vez de dejar que el bueno de Jack vaya trinchando por ahí a su aire -se empezó a quejar Nigel ya durante la ovación que siguió al primer número.
– Pero, a ver, Nigel, en cualquier caso el tipo de ahí arriba sería un actor, ¿no? -objetó Neville.
– Puede que sea así, Neville -dijo sacando a hurtadillas de su cha_queta un frasco plateado de preparado para la tos Morphotuss, del que echó un par de tragos-, pero es un actor que interpreta a un actor que interpreta a Jack, ¿a qué viene tanto artificio?
– Sí, pero todo es artificial, Nigel, incluyendo la sangre por la que ha venido todo el mundo al teatro, y lo único que hay que hacer es pasarlo por alto, ¿no?
– Si prefiere sangre de verdad -intervino una voz tranquila desde un asiento de detrás-, estoy seguro de que algo podrá hacerse.
– Pues vaya -dijo Neville removiéndose en la butaca como si fue_ra a mirar hacia atrás.
– Por el amor de Dios, Neville -siseó Nigel con los globos ocu_lares disparándosele hacia delante y hacia atrás-, no te des la vuelta, podría ser El.
En el entreacto, Lew se dirigió al bar y se encontró al Coronel Khäutsch dando buena cuenta de un brandy con soda. Si le sorpren_dió ver allí a Lew, había madurado su cautela profesional a lo largo de los años para que no se le notara.
– Trabajo, siempre trabajo. Uno preferiría un par de semanas de permiso en Berlín, pero los asuntos de K. und K. a menudo le obligan a uno a posponer sus diversiones…-Kháutsch se encogió de hombros alzando las cejas a diferentes alturas-. Ya estoy otra vez quejándome. Souneso… ¿Cómo le va la vida, Lewis? ¿Ya no trabaja como «sabueso»?
– Últimamente más bien como matón a sueldo. Y usted, ¿ya no hace de pastor de Francisco Fernando, verdad?
Una sonrisa amarga y una sacudida de la cabeza.
– El imbécil irresponsable que nos volvió locos una vez sigue siendo exactamente el mismo que era; al fin y al cabo, ¿cuánto puede cambiar esta gente? Pero desde entonces el Imperio ha encontrado, misericordiosamente, otras formas para que lo sirva… Ah, pero aquí está alguien a quien quizá quiera conocer. -Hacia ellos se abría paso entre el público el Profesor Renfrew.
Bueno, no exactamente. No puede decirse técnicamente que Lew saltara, pero varios grupos musculares de su cuerpo sí parecieron disponerse a hacerlo. Reprimió el deseo de agarrarse la cabeza y rea_lizar un violento aunque sólo vagamente imaginado reajuste.
– Permítame que le presente a mi colega alemán, el Professor-Doktor Joachim Werfner.
El profesor alemán sin duda se parecía mucho a Renfrew, aun_que puede que tal vez fuera vestido un poco más informal, puños deshilachados, pelo despeinado, gafas tintadas de un extraño verde magullado.
Procurando no mostrarse demasiado impresionado por el pareci_do, Lew extendió el brazo para estrecharle la mano.
– ¿De visita en Londres, Profesor? ¿Se lo está pasando bien?
– Sobre todo he venido por trabajo, aunque Max ha sido tan ama_ble de darme a conocer Piccadilly Circus, donde es cierto que puede encontrarse un tipo de cerveza de Munich.
– Le entiendo perfectamente, es probable que compartamos la misma opinión sobre la cerveza inglesa, es como beberse la cena.
Estuviera hablando un rato de lo que la prensa popular había dado en llamar «Destripareta».
– Es curioso -dijo Kháutsch- que estos asesinatos de Whitecha_pel ocurrieran un poco antes que la tragedia de Mayerling, lo que para algunos de nosotros en Austria siempre ha sugerido un origen común.
– Otra vez no -fingió Werfner que gruñía.
– Es una de esas fuertes impresiones de juventud que se te quedan grabadas -explicó Kháutsch-, Por entonces yo era un teniente que se las daba de detective, así que pensé que podría resolverlo.
– El Príncipe Heredero austríaco y su novia tenían un pacto de suicidio o algo así -intentó recordar Lew-, y por eso acabamos con el viejo F.F.
– Al mundo se le contó un Liebestod para tontos románticos. Pero la cruda realidad es que a Rodolfo se lo quitaron de en medio.
Lew miró alrededor.
– ¿No deberíamos…?
Kháutsch se encogió de hombros.
– Sólo un pequeño e inofensivo Fachsimpelei. La muerte violenta en las alturas siempre ha despertado nuestro interés profesional, ¿no? El caso se cerró hace mucho, y lo cierto es que la «verdad» nunca fue tan importante como las lecciones que el sucesor de Rodolfo, Fran_cisco Fernando, extraería de ella.
– ¿Está diciendo que alguien de las altas esferas…?
Kháutsch asintió con solemnidad.
– Elementos que no habrían tolerado la presencia de Rodolfo en el trono. El heredero no encontraba mucho de admirable en Austria, y sus creencias eran sencillamente demasiado peligrosas, no paraba de despotricar contra nuestra corrupción, nuestro culto a los militares, sobre todo a los militares alemanes, temía la Triple Alianza, veía an__ban los Habsburgo, y además fue tan insensato como para publicar esas opiniones, naturalmente en periódicos judíos.tisemitismo por todas partes, en general detestaba cuanto representa
– Y la novia…
– Ach, die Vetsera. Regordeta y pequeña, nadie se la podía imaginar como objeto de una gran pasión; se trató más bien del tipo de histo_ria que distrae la curiosidad pública, que de otro modo puede resultar fatal, cherchons la femme, siempre útil en política.
– Entonces, ¿quién cree que lo hizo?
– Por un tiempo, mi sospechoso favorito fue el chambelán del Emperador, el Conde Montenuovo, pero luego, un buen día, tuve una iluminación desde las alturas y supe que en realidad tenía que haber sido Jack el Destripador -murmullos generales- en persona, traba____________________miliarizara con su objetivo, ¿no?rededor de noviembre del 88 y Mayerling ocurrió a finales de enero del 89, hubo tiempo suficiente para que Jack llegara a Austria y se fajando a sueldo. Teniendo en cuenta que desapareció de Londres al
– Les dispararon, Max -se quejó Werfner con exagerada amabili____________________te debe de estar el verdadero Destripador, impensable que cualquier otro lo hubiera podido hacer, hasta que el siguiente fanático da un paso al frente con una nueva versión. Cientos, miles a estas alturas, de narraciones, todas igualmente válidas… ¿qué puede significar?mas de fuego, la única semejanza es que la lista de sospechosos en el caso del «Destripador» también es lo bastante numerosa como para poblar una pequeña ciudad, cada uno más plausible que el anterior, una por una las historias nos convencen de que ahí, al fin, seguramendad-, no los descuartizaron. Jack no era de los que les gustan las ar
– Universos múltiples -soltó Nigel, que había aparecido levitando desde no se sabe dónde.
– ¡Exactamente! -exclamó el Profesor-, El «Whitechapel» del Destripador era una especie de antesala en el espacio-tiempo…, uno tendría que imaginarse una gigantesca estación de tren, con miles de puertas dispuestas radialmente en todas las dimensiones, que condu_cen a vías de partida hacia todo tipo de historias alternativas…
Gongs chinos, vigorosamente golpeados, anunciaron que el se____________________pección, Neville y Nigel escogieron la bebida más letal del bar, que hacía furor por entonces en Londres, una espantosa combinación de cerveza negra y champán conocida como «Terciopelo».queña orquesta de baile mientras las parejas experimentaban con el «Boston». Se veía gente con turbantes y algún fez. Tras una rápida inspán con hielo, alfombras gruesas y arañas eléctricas. Tocaba una pelidad, entre ramos de flores cortadas, mujeres jóvenes razonablemente vestidas, ayudas de cámara caminando de puntillas y tomando chammopolita cuyos elementos no siempre podían identificarse con facigundo acto estaba a punto de comenzar. Quedaron en verse más tarde, en una recepción en uno de los gigantescos hoteles de Trafalgar Square, y al llegar la encontraron a reventar, con una multitud cos
Como dos valientes, intervinieron de vez en cuando en la charla hasta que, casi invisible para los demás, detectaron cierta Presencia Oriental saliendo por la puerta.
– Vaya -se dijeron el uno al otro, e intercambiaron una mirada in_tencionada mientras tarareaban a la par, en armonía «china», el muy conocido tema musical pentatónico
Tngtngtngtng tong-tong Tng-tng tong…,
tras lo cual los dos adictos se quedaron adormilados, ciegos como ma_rineros.
Poco después, una seráfica joven con traje de calle pasó deslizán__pándose, desapareció en su propio laberinto de deseo.dose al lado del grupo y su ojo más próximo pareció desviarse una fracción de grado en la dirección del Coronel Kháutsch; éste, discul
El Professor-Doktor se colocó el monóculo y le guiñó el ojo a Lew, acción que rápidamente se convirtió en un parpadeo confidencial.
– ¿Max y usted cuidaron del Príncipe Heredero en el pasado?
– Sí, en Chicago…, cuando el Príncipe era un cachorro. Yo sólo es_tuve semana y media. El Coronel Kháutsch hizo todo el trabajo.
– Le sorprendería, quizá horrorizaría, ver en qué se ha convertido Francisco Fernando. Con su hasta cierto punto indecente impacien____________________do en graves problemas un día de éstos, y Max nunca se equivoca, su conocimiento de la situación en los Balcanes no tiene parangón en Europa.cipe Heredero acaricia las más malsanas fantasías, por ejemplo sobre Bosnia, unas ambiciones que Max teme que nos acabarán metienpre coinciden plenamente con los de la Ballhausplatz, el propio Príngió para el Príncipe Eugenio de Saboya. El círculo que lo rodea lo compone gente a la que resulta difícil admirar, sus intereses no siemcia por ocupar el trono cuando muera Francisco José, ha formado su propio estado en la sombra en el Belvedere, el gran palacio que se eri
– El dice lo mismo de usted.
Werfher se encogió de hombros.
– Mi valor de mercado tiende a fluctuar. En este momento va al alza, debido a la Entente Anglo-Rusa. Alemania se ha pasado años in_tentando impedir el acercamiento de esos dos países, y ahora tiene que sentarse a mirar cómo todo ese esmerado trabajo se desmorona. Así que, como cualquiera mínimamente al tanto, WilhelmstraBe tiene que estar prestándole atención, aunque sólo sean diez minutos más de lo habitual.
Lew escuchaba con cautela a esta encarnación de un gemütlicher alter Junge. Según la mayoría de las historias sobre Werfner que había oído, montones de vidas dependían de cada una de sus pausas para to_mar aliento. El misterio de por qué Werfner estaba en la ciudad, tan lejos de su terreno, tan cerca de su adversario británico, no se aclaraba. Parecía la clásica escena de pesadilla en la que el hombre está justa_mente donde no debería. A pesar de las frecuentes y rotundas negativas por parte de los dos profesores de que fueran gemelos, cierta simetría se estaba rompiendo, infringiendo. Eso bastó para que Lew volviera a su pernicioso hábito de mordisquear Ciclomita. Fue a buscar un lavabo donde pudiera hacerlo, aunque supuso que también podría extender la sustancia a escondidas en una galleta y tomársela así.
– Werfher está en Londres -le dijo Lew al Cohén al día siguiente.
– Eso han informado los dos Enes. -A Lew le dio la impresión de que el Cohén le miraba de una manera rara. Peor que rara, pero ¿cuánto peor?-. Las cosas se están complicando. Tenemos a otros agen__zado (contará con la confianza) para asumir cualquier iniciativa que considere oportuna. Si se presenta la ocasión.tes atentos, claro, pero creo que a partir de ahora usted estará autori
Lew percibió una nota sombría.
– Cohén, ¿podría ser más concreto?
– Me temo que tendré que ser metafórico. Imagínese a esos dos profesores como si fueran «crótalos» en el camino. A veces un hombre tiene la suerte de evitarlos. A veces debe dar otros pasos.
– ¿No estará insinuando que…?
– No insinúo nada. Sencillamente es mejor que todo el mundo esté preparado. -Los ojos del pequeño Nick Nookshaft se abrieron como dos oes, sus labios dibujaron un pequeño círculo.
Lew no cayó en la cuenta inmediatamente de lo que eso signifi____________________do, conservado en hielo, reservado y preparado para cuando llegara la hora terrible.sieran boca arriba, ahí estaría él, un simple pistolero americano a sueltos ingleses hubiera podido aprender, porque cuando las cartas se punatos y la muerte no iban a figurar de manera tan prominente en la resolución de los casos como en el pasado, en los viejos tiempos en Estados Unidos. Qué civilizado, qué inglés creía que se había vuelto, mientras que el CRETINO, lo veía cada vez más claro, sencillamente había ido a la suya, y les importaba un piojo que él llevara sombrero de cowboy o bombín, o qué sonidos vocálicos o códigos sociales oculpliegues de cuchillos, golpes de porras, puños o contundentes piezas de mobiliario, había abrigado ingenuamente la esperanza de que los asesicaba ni, menos aún, de a qué habían jugado con él todo ese tiempo, pero tampoco tardó mucho en hacerse una idea. De algún modo, tras superar un largo periodo ahí, en Inglaterra, sin tiros, inesperados des
Pero si algo tenía Londres es que el dolor del orgullo herido no dolía por mucho tiempo, porque siempre había otro insulto espe__tarse de un talento oculto del Cohén, el de poner esa cara de póquer, pero, bien pensado, supongamos que…rando nada más doblar la esquina. Mucho más inquietante resultaba en ese momento la absoluta falta de sorpresa que había mostrado el Cohén ante la noticia de que Werfner estaba en la ciudad. Podía tra
Lew fue a buscar a los dos Enes, que habían estado comiendo fram__ces de reprimir sus ganas de cantar y repetirbuesas marinadas en éter y ahora, entre risitas tontas, se veían incapa da capo una melodía del tercer acto de Bailando el vals en Whitechapel, que Nigel acompañaba con acordes de ukelele, así:
¡Oh, pá_jaro cantor, de Spitalfields,
todo parece desolador, sin-sin tu me_lodía!
¿Cuándo mi verderón de Brick Lañe
gorjeará otra vez, a mi cerebro latiente,
su amado estribillo suavemeeente?
Aun_que sea primavera en Stepney, según dicen,
aquí mi corazón siente frío y se desespera
como en un mar embravecido,
hasta que mi pájaro cantor de Spitalfields,
posado en sus pequeños tacones,
¡vuelva con pasitos ligeros a miií!
(Amada mía, te quiero)
[D.C.]
Durante una pausa para recuperar el aliento, Lew se aventuró a preguntar:
– Vosotros habéis estudiado con el Profesor Renfrew, ¿no?
– Sí, en el Kings -dijo Neville.
– ¿Y el Profesor Werfner, con quien nos topamos en el teatro ano_che, no se parece a Renfrew como una gota de agua a otra?
– El pelo es distinto -Nigel se divertía.
– Y la manera de vestir era un poco más descuidada, creo -añadió Neville.
– Pero, Neville, fuiste tú el que dijo: «Oh, Nigel, ¿por qué habla el Profesor Renfrew con ese chusco acento alemán?». Y tú dijiste: «Pero, Neville, no puede ser el viejo Renfrew que conocemos, no con esos espantosos zapatos», y luego…
Pero en ese preciso instante Lew vio algo extraordinario, algo que nunca habría creído posible con ese par, y es que estaban intercam__nos y los ojos al modo de unos actores en una sátira de vodevil:biando señales, no exactamente de advertencia sino señas con las ma estaban interpretando a idiotas británicos. Tras ese instante luminoso y empaña____________________NO lo sabían, muy probablemente lo habían sabido desde siempre, todos salvo Lew. ¿Por qué no se lo había contado nadie? ¿Para qué otra cosa estarían utilizándole que requiriera mantenerle tan a oscuras? Debería haberse cabreado, pero supuso que, para tratarse de Londres, no era mayor falta de respeto de la habitual.tidianas en dos universidades diferentes, y que todos en el CRETIdo también comprendió, demasiado tarde en el partido, que Renfrew y Werfner eran la misma y única persona, que lo habían sido desde el principio, que esa persona tenía de algún modo el poder paranormal de estar al menos en dos lugares al mismo tiempo, llevando vidas co
Una vez que estuvo dispuesto a aceptar a ambos profesores como una única persona, Lew se sintió curiosamente aliviado, como libe_rado de una servidumbre cuyos términos nunca hubiera acabado de entender. Bueno. Llevarse su dinero y llamarle tonto. Tan simple como eso.
Se pasó el resto del día en el piso de arriba, entre las estanterías de la biblioteca del CRETINO, intentando reducir un poco su ig____________________dos por una línea, muy marcada y resplandeciente, entrelar, atravesar paredes, realizar milagros adéticos de fuerza y velocidad… Y este viajero doble no era un espectro ingrávido; los demás podían verlo, sólido y con claridad, de hecho demasiado claramente, pues muchos contaban cómo la figura y el fondo se mantenían separades motoras del día a menudo ampliadas con facultades como vomo se quedaba atrás, casi paralizada salvo para las actividades básicas como roncar, tirarse pedos y darse la vuelta en la cama, mientras otra parte se iba tranquilamente hacia mundos inesperados para cumplir las obligaciones propias de cada uno de ellos, utilizando las habilidanorancia. Había varios estantes de libros y manuscritos, algunos en idiomas que no reconocía ni menos aún, sabía leer, sobre el extraño y útil talento de estar en dos lugares o más a la vez, conocido en los estudios psíquicos desde hacía unos cincuenta años como «bilocación». Los chamanes del norte de África en particular parecían poseer ese talento. La práctica había empezado a conocerse en la antigua Grecia alrededor del siglo VII a.C. y se convirtió en un elemento más de las creencias órficas y, poco más tarde, de las pitagóricas. No se trataba de una posesión por parte de espíritus, demonios o, en definitiva, fuerzas exteriores, sino más bien de un viaje que el chamán emprendía desde el interior, un viaje que tenía una estructura, hasta donde Lew pudo entrever, muy parecida al sueño, en la que una versión de uno mis dos tipos de luz distintos…
En cierto momento, el Doctor Otto Ghloix, un alienista suizo a quien Lew conocía del comedor del CRETINO, asomó la cabeza por una esquina y ambos entablaron conversación.
– Al parecer, esta persona Renfrew/Werfner padece -opinó al momento el Doctor Ghloix- una profunda y fatal contradicción, más profunda de lo que él pueda apreciar conscientemente, y en conse_cuencia el conflicto no puede canalizarse hacia otro sitio que no sea hacia fuera, exteriorizarse, y en el mundo exterior se plasma en lo que técnicamente denominamos Schicksal, o Destino, con lo que el mundo a su alrededor se ve obligado a sufrir la disyunción que él mis_mo no puede, no debe, admitir…,y por eso finge ser dos «rivales» que representan los intereses de dos «naciones distintas», las cuales son muy probablemente expresiones seculares de una ruptura en el seno de una única alma dañada.
»Y después de todo, ¿quién mejor que un geógrafo caído para en__cretas de lascarnarlo, para ocupar el número XV, El Diablo, alguien que podría haber respondido a una llamada más alta, aprendido las geografías se beyules, o tierras ocultas, y habernos llevado a los demás, con nuestra ruina y polvo, nuestra locura e ignorancia, a la lejana Shambhala y al renacimiento en la Tierra Pura? Existe crimen más censurable que el de traicionar la obligación sagrada por las mez_quinas recompensas que pueden recibirse de Whitehall o de la WilhelmstraBe?
– Supongo que lo que me preocupa en este momento -dijo Lew- es cuánta cooperación ha recibido él, supongo que puede decirse «él», por parte de la gente de aquí, del CRETINO.
– Porque nadie le contó lo que sabían.
– Bueno, ¿y no se lo tomaría usted, no sé cómo decirlo, como algo personal?
– Puede que no le haga falta, después de todo en estas órdenes ocultas es bastante frecuente encontrar seglares y sacerdotes, jerar__mica imperativa que funciona desde dentro del Conocimiento mismo.quías de conocimiento de los Misterios, iniciación secreta en cada etapa, y se asume que uno se entera de lo que se ha de enterar sólo cuando llega el momento. Nadie lo decide, es sencillamente la diná
– Ya. -Lew fue capaz de mantener una expresión impasible, asentir y liarse en silencio un cigarrillo, que se encendió en el crepúsculo que caía con la brasa del Corona del Doctor Ghloix-. Simplifica las cosas, en cierto sentido -supuso a través de una exhalación de humo tur____________________nal, uno ya podía despedirse del concepto de coartada, ¿no?lancia, mierda, si algo de eso hubiera llegado alguna vez a un tribuquisas, intentando que sus dos historias encajaran: relatos de testigos presenciales, talonarios de billetes de transportes, informes de vigico-. Teniendo en cuenta el tiempo que habría perdido con las pes
Después de que el Doctor se marchara, se hiciera de noche, Lew encendiera una pequeña lámpara Welsbach sobre la mesa y el gong de la cena sonara, amortiguado por la distancia, ¿quién iba a aparecer más que el Gran, y pronto futuro Asociado, Cohén, sujetando una bande_ja con un vaso alto de zumo de chirivía y un análogo vegetariano del Pastel de Cerdo Melton Mowbray sobre un plato de porcelana?
– Le hemos echado en falta en la cena.
– Me parece que he perdido la conciencia del tiempo. Gracias.
– Esta noche hay una lectura poética aquí, la da un tipo indio, rollo místico, todo un éxito entre las hermanas, a lo mejor puede ayu_darme a encender el viejo P.L. -con lo que se refería al Plafond Lumitteux, un moderno dispositivo mixto de manguitos y bombillas eléctricas incandescentes que se extendía formando un arco a lo lar__parente de cierto celuloide patentado que suavizaba las fuentes de luz, cuando por fin se habían encendido todas, uniéndolas en una cúpula insondable de una luminosidad mucho más brillante que su suma.go de todo el techo de la biblioteca y se cubría con un toldo trans
El Cohén miró la mesa donde Lew había estado leyendo y to_mando notas.
– Así que bilocación, ¿eh? Un tema fascinante. Imagino que de un especial interés para usted, toda esa historia de ir de aquí para allá atravesando umbrales.
– A lo mejor me hago chamán de mayor, busco un pequeño y acogedor iglú y cuelgo mi placa.
La expresión del Cohén Nookshaft no carecía de comprensión.
– Pues tiene que ponerse manos a la obra y adoptar un enfoque sistemático. Años de estudio, si es eso lo que quiere.
– Si fuera lo que quiero.
Miraban el techo, su suave y constante radiancia.
– Bastante agradable, ¿no le parece? -dijo el Cohén-. Por supues_to, ayuda mantener cierta lealtad a la luz.
– ¿Qué quiere decir?
Como si le desvelara un secreto que Lew, sin saber por qué, sen_tía que por fin estaba preparado para escuchar, el Cohén dijo:
– Somos luz, ¿sabe?, nada más que luz: somos la luz que se les ofre____________________terna, a través del cristal y, con el tiempo, aunque corramos el riesgo de partirnos por la mitad, a través del espato de Islandia, que es una expresión en cristal de la velocidad de la Tierra mientras corre por el Éter, alterando las dimensiones y creando una refracción doble…-Se detuvo ante la puerta-. Coma algo, es usted un buen chico.llando sobre la carretilla del vendedor ambulante… Cuando perdimos nuestro ser etéreo y nos encarnamos, nos ralentizamos, espesamos y congelamos en…-se agarró ambos lados de la cara y los agitó-…, en esto. El alma misma es un recuerdo que conservamos de los tiempos en que nos desplazábamos a la velocidad de la luz y con su densidad. La primera etapa de nuestra Disciplina aquí consiste en aprender cómo se recupera esa rarefacción, esa condición luminosa, para ser de nuevo capaces de ir a donde deseemos, a través de los cuernos de linficio alto, las estrellas y nebulosas en plena gloria nocturna, la luna creciente a través de los cables del tranvía, la lámpara de nafta brice a los bateadores de criquet al final del día, los ojos brillantes del amado, el resplandor de la cerilla de seguridad en la ventana del edi
Lo único que en realidad podía hacerse era intentar pillar a Ren____________________dir más tarde, a punto de entrar en Kinsley s a la hora de cenar, donde le aguardaba un bistec con su nombre encima.dos espasmos estomacales del exilio, y se encontró con que anhelaba Chicago, y se vio una tarde de otoño, con o sin una cita a la que acufrew desprevenido. De camino a Cambridge una vez más: la campiña inglesa, verde y brumosa, retumbando al pasar, las pistas de ladrillo dentro de pequeños túneles que giran con pureza helicoidal, el olor a pantano, la extensión distante de cielo líquido reflejando el Mar del Norte; por primera vez desde hacía mucho, Lew sintió los desola
Y luego se remontó en el tiempo, corriendo por su propio pasa____________________die… Se despertó cuando una voz, tal vez la suya misma, susurró: «Por no mencionar que es un arma ideal para suicidarse…».co que siempre llevaba encima, una bonita pieza, estrictamente para autodefensa, no el tipo de arma con la que se saldría a dispararle a nado, hasta el momento en que Troth lo había dejado, y se preguntó cuánto de todo aquello le había sucedido en realidad a él y cuánto a la otra versión de Lew Basnight, bilocalizada en algún lugar del que él no podía hacerse una idea clara. Se sumió en uno de esos sueñecitos de media tarde que no duran más que minuto y medio, y soñó con la pequeña FN Browning del calibre 25, el arma de bolsillo de chale
Sooo, alto ahí, detective Basnight. Era normal tener de vez en cuando ese tipo de pensamientos, lo que se conocía en la profesión como Ideas Malhumoradas, y suponía que había conocido o tenido por compañeros de trabajo a más que suficientes agentes de Pinkerton y soplones que acabaron fichando a la salida antes del final del turno, y quién sabe hasta dónde le habría llevado su propia contrición después de trabajar tanto tiempo como llevaba en el bando equivo__to en la cuenta, casi desde el principio, de lo poco que en realidad deseaba las recompensas por las que sus colegas se dedicaban a esto: los automóviles, las galas a la orilla del lago, las mujeres deseables y los hombres poderosos útiles que cado, para la gente equivocada; aunque al menos él había caído pronles presentaban, en unos tiempos en que «detective» era la palabra en clave por la que se entendía universalmente «matón de la patronal»…; en algún otro lugar estaba la versión bilocacional de sí mismo, el otro, un tipo de sabueso a lo Sherlock Holmes, luchando contra cerebros criminales que apenas se distin_guían de la clase de magnates que contrataban «detectives» para que se chivaran de las actividades sindicales.
Puede que desde el principio hubieran tenido razón todos aque____________________carnación: «Ser incapaz de recordar los pecados de una vida anterior no te exonera de hacer penitencia en ésta. Creer en la realidad de la penitencia es casi tener una prueba del renacimiento».rante aquel invierno en Chicago, otro argumento a favor de la reenlacos en Chicago, mexicanos en Colorado y demás, y no hubiera nada más en el ciclo repetido de los días que penitencia, aun sin haber pecado nunca, puede que vivir en el mundo no significara más que hacer penitencia… En fin, como había señalado su maestro Drave dullos católicos con que se había topado en el trabajo, irlandeses y po
Lew encontró a Renfrew en un estado de agitación, casi de de____________________traban pero que se aproximaban al rosa, al amatista, al oropimento y al cerúleo.turas Renfrew o bien sabía que Lew estaba al tanto de la verdadera historia, o bien, lo cual era más probable, le daba igual, y en cualquier caso sería una distracción del asunto que se traía entre manos, del que Lew todavía no tenía la menor idea. Mientras tanto, Renfrew había descolgado de la pared un gigantesco mapa de los Balcanes de escala uno seiscientos mil, en varios colores que raramente se encontapador, sólo para ver cómo reaccionaba, pero creyó que a esas aljar caer unos cuantos comentarios intencionados sobre Jack el Destos desparejos, bebía agua de un jarrón de flores y su pelo estaba casi tan descuidado como el de Werfher la otra noche. Lew pensó en desesperación, como jamás había visto antes. El Profesor llevaba zapa
– El mejor método para estudiar los Balcanes -le instruyó Ren_frew- no es mirar los elementos aisladamente, porque al cabo de un rato uno empieza a correr por la habitación gritando como un loco, sino todos juntos, reunidos en una única instantánea atemporal, del mismo modo en que los maestros del ajedrez contemplan el tablero.
»Las vías férreas parecen ser la clave. Si uno no aparta la mirada del mapa mientras retrocede lentamente por la habitación, a cierta preci____________________tema ferroviario evoluciona hacia cierta forma, hacia cierto destino… Dios mío, empiezo a hablar como Werfner.nidores de movimiento, no sólo los reales sino también los invisibles, los potenciales, y hasta tipos de cambio como los que determinan cuán rápido puede desplazarse una masa relevante hacia una frontera dada…, y más allá subyace una teleología, en la medida en que el sistarlas los diversos intereses existentes…, todos estos patrones defisa distancia, el principio estructural salta de golpe a la vista: cómo se conectan las diferentes líneas, cómo no, dónde pueden querer conec
»Pobre hombre. Esta vez me temo que se ha metido en un beren____________________te, menuda insensatez, en instalar por toda la península, a partir de este punto, un poco al este de Sofía, aquí, y resiguiendo más o menos la Cordillera Balcánica y la Sredna Gora, que coincide con la frontera superior de la antigua Rumelia Oriental, hasta llegar por fin al Mar Negro,da de ferrocarril. Ha estado trabajando en su propia solución a largo plazo de la Cuestión Macedonia, el gran secreto entre los secretos de la Wilhelmstrasse, y que sólo recientemente ha llamado mi atención. Su plan -una mano colocada como si sostuviera un puntero- consisjenal del que no puede sacarle ningún tren de ninguna línea conoci das Interdikt, como él lo llama, de más de trescientos veinte kilómetros de largo, invisible, a la espera de ciertos pasos en falso inesperados, pero una vez que se ponga en marcha será irreversible, implacable… -Se quedó en silencio, como si cierto agente hubiera estado escuchando y le hubiera ordenado silenciosamente que no dijera más.
– Y este asunto del Interdikt, ¿qué era exactamente? -Lew tuvo la repentina certidumbre de que en ese mismo momento, en Gotinga, un Lew bilocacional estaba planteándole a Werfner la misma pregun_ta, cuya respuesta ninguno de los dos que era él quería escuchar pero no podía dejar de plantear. Y de que, en ambos lugares, ambos Lew Basnights estarían recibiendo la misma mirada ofendida.
Era evidente que no había dormido mucho últimamente, y Ren_frew suspiró con intención:
– Lleva mucho tiempo estudiándose en Charlottenburg, se lo ase_guro.
– Gracias, Profesor, eso lo aclara del todo. ¡Bueno! Si no hay nada pendiente me parece que me voy a tomar algo mientras analizo el asunto en profundidad. ¿Quiere acompañarme?
– Tiene que ver con el Caballero de las Bombas -soltó Renfrew-, oh, el Caballero de las B. está ciertamente muy metido en esto, lo que convierte su inmediata detección y detención en un asunto mucho más urgente, ¿me entiende?
Lew, que no lo entendía, se detuvo en la puerta con una ceja le_vantada, animándole a que siguiera.
– Se ha informado de su presencia en los alrededores de Cam_bridge -dijo Renfrew, casi molesto-, merodeando por Fenner, como si estuviera reconociendo el terreno.
– ¿Y cuándo se juega el próximo partido de criquet?
– Mañana, con I.Z.
– Muy bien, pongamos que ha planeado lanzar uno de sus arte_factos especiales de asfixia, ¿qué tiene eso que ver con el plan Interdikt de su… -puede que vacilara un poco antes de añadir-, de su colega el Doctor Werfner?
No hubo respuesta, sólo un zigzagueo de su cara insomne ante el mapa multicolor, al que se había acercado tanto que la nariz le que__ma del terreno.daba a sólo un par de centímetros, unos quince kilómetros, por enci
– ¿Gas venenoso? ¿Werfner piensa utilizarlo de algún modo como parte de este Interdikt?
– No puedo decirlo, de hecho -susurró.
– Pero el Caballero de las Bombas podría ser más locuaz si alguien le detuviera el tiempo necesario para interrogarle, ¿se trata de eso? Bueno, veré si puedo reunir más gente para mañana, y a lo mejor te_nemos suerte con ese pirado.
Lew se acercó al campo de criquet de Fenner, a la luz mortecina de aquella hora, con el cielo amenazando lluvia, sólo para echar un vistazo. Siempre cabía la posibilidad, francamente atractiva, de que al final resultara que Renfrew había perdido la cabeza debido al estrés de los acontecimientos internacionales. Ciertamente eso haría más fácil la vida de Lew. Pero, un momento… ¿quién era ese que estaba en el sen_dero de ceniza, en la podredumbre de la luz de última hora de la tarde, con el mundo repentinamente evacuado, como en respuesta a una advertencia cívica que todos salvo Lew hubieran oído?
Observó las manos y los pies de la figura, esperando la aparición, en la penumbra cada vez más densa, de una esfera de cierto tamaño. Se desabotonó la chaqueta del traje y el peso de la pequeña Browning osciló suavemente, a su alcance. La figura tal vez se percatara, porque empezó a alejarse.
– Eh, ¿no nos conocemos? -preguntó Lew con el acento más ame_ricano de que fue capaz, dada la nubosidad e incertidumbre de la hora.
La respuesta fue una risa inesperadamente alegre y un apresurado desvanecerse en la noche y la lluvia que se aproximaba. Cuando em_pezó a caer una suave llovizna, el extraño ya había desaparecido por completo; no hizo acto de presencia al día siguiente, y el partido, que se disputó en un terreno bastante húmedo, lo acabaron ganando I Zingari por ocho wickets.
De vuelta en Londres, Lew se acercó a Cheapside para consultar al Doctor Coombs De Bottle, que parecía un poco más andrajoso e inquieto que la última vez.
– Es la décima o puede que la centésima persona que me pregunta por el cloruro de carbonilo esta semana. Algo en ese orden de mag__pués de la Incursión de Jameson. Ahora nos están volviendo locos otra vez. ¿Qué cree que se está tramando?nitud. La última vez que la jerarquía mostró tanta curiosidad fue des
– Esperaba que usted me lo dijera. Acabo de divisar a lo lejos a nuestro viejo amigo el Caballero de las Bombas, en Cambridge, pero estaba demasiado oscuro para dispararle. Lo que ustedes llaman mala luz.
– Los Metropolitanos guardan un curioso silencio sobre él últi_mamente. Yo esperaba más bien que hubiera dejado el país, como Jack el Destripador o algo así.
– Esa historia sobre el fosgeno de la que he oído hablar…, es algo distinto, más bien como una palanca de disparo que está ahí hasta que un objetivo se acerca, y todo a una escala mucho mayor que un soli_tario lanzador de bombas.
– Parece una combinación de proyector de gas y mina terrestre -comentó en un tono de leve asombro, como si fuera algo completa_mente nuevo para él.
– Pues es todo lo que sé. Un poco incompleto, me temo.
– El fosgeno se volatiliza a ocho grados, así que tendría que ser almacenado en depósitos de presión de algún tipo. La palanca, me____________________tros, por hora.plegado por unidad de longitud de línea, pongamos en kilos por meza con la que se quisiera proyectar el gas. Tal como yo lo entiendo, la teoría consiste en dirigir el agente a lo largo de una línea, pongamos contra unas líneas de soldados que avanzaran. Se calcula en peso desdiante un mecanismo apropiado, sencillamente abriría una válvula. La presión en el depósito sería más o menos alta dependiendo de la fuer
– Pongamos mejor toneladas por kilómetros.
– Dios mío. ¿Qué envergadura tiene esto?
– Los chicos del Ministerio de la Guerra ya deben de saberlo, pero la cifra que tengo es de trescientos veinte kilómetros. Usted podría hablar con ellos.
El Cohén tendía a una visión filosófica.
– Imaginemos que el Caballero de las B. no sea un simple terro____________________mente, más tarde, obedecido…cencia en el que su mensaje pueda ser estudiado con calma y posiblemovilidad, en el que la supervivencia dependa de un estado de quiesde que, al fin y al cabo, no se pretenda que mueran las víctimas, tal vez la intención del Mensajero sea benévola, un modo de obligar a la innaba requería cuatro o cinco horas de absoluto reposo-. Así que el fosgeno no es una garantía de muerte segura -dijo el Cohén-. Y puerista sino un ángel, en el antiguo sentido de «mensajero», y que en la letal nube que trae, pese a su olor insoportable, el sofoco corrosivo, hay un mensaje. -Según Coombs De Bottle, algunos sí sobrevivieron a los ataques. Incluso en los casos fatales podría haber un retraso de hasta cuarenta y ocho horas. Se sabía que el tratamiento que funcio
Entonces, una mañana, Lew entró a trompicones en el salón del de____________________litos y los nuta fracción de segundo de diferencia, produciendo la ilusión de la presencia de espíritus que repetían las palabras de los vivos. Los acódo en Colorado, eso habría indicado la visita inminente de un grupo de buen tamaño, sin duda armado y con ganas de apretar el gatillo, en cuyo caso irse de la ciudad no habría sido más que un paso prudente. Pero nadie en particular se presentó por Chunxton Crescent. Lew esperó, pero el lugar sencillamente parecía seguir tal cual, respirando en silencio, los pasillos vacíos, las superficies de las paredes, de dentro y de fuera, devolviendo ecos que llegaban a cada oreja con una dimisayuno y descubrió que todos se habían marchado. Si hubiera ocurrisirvientes andaban por allí como siempre, sin mucho que decir. El Cohén Nookshaft y Madame Eskimov habían desaparecido, Neville y Nigel también, nadie parecía ya al cargo de la institución. Si_guieron llegando los pedidos de carbón, hielo, leche, pan, mantequilla, huevos y queso.
Llovía. La lluvia caía sobre las estatuas del jardín. Goteaba de las na____________________rara, y no había más que hablar.meen. ¿Era ahí adonde habían ido todos, a Suiza? Sin decírselo a Lew, claro. Pistolero a sueldo y todo lo demás, no hacía falta que se enterecían por todas partes entre la correspondencia diaria de Chunxton Crescent, como gotas de sangre en la nieve. Tarjetas postales, sobres de diferentes tamaños que no era probable que hubiera enviado Yashrices de sátiros y ninfas. Lew contempló una fotografía de Yashmeen a la luz gris que entraba a través de las ventanas que daban al jardín. Había recibido una postal suya hacía una semana; llevaba sellos suizos oficiales, así como el membrete rojo brillante del hotel privado del Sanatorium Bópfli-Spazzoletta, y en ella decía que se iba a Buda-Pest, sin explicar el motivo. Una joven despreocupada de turismo por el continente, le pareció a Lew. Salvo que los mismos sellos rojos apa
Repasó sus opciones. Ya no quedaba nadie con quien pudiera ha____________________quilamente a otro gorila.do que Lew pudiera servirles de algo. Pues, en ese caso, muy bien. En esta ciudad habría suficiente trabajo de detective para tener satisfechos a los recaudadores de impuestos, y hacía mucho tiempo que Lew se había establecido por su cuenta. El CRETINO podía contratar tranblar, hasta Otto Ghloix había desaparecido, sin duda estaría de vuelta en su Suiza natal con todos los demás. Lew debería haberse sentido más abandonado de lo que en realidad se sentía, pero extrañamente tenía la impresión de que se había liberado de un mal contrato. Fuera lo que fuese lo que los alterara, a ninguno de ellos se le había ocurri
– ¡Pero es tu destino! -suplicó el Cohén.
– Sí, Lewis, aquí, dale una calada a esto y piénsatelo mejor.
– Lo siento, chicos. No voy a seguir persiguiendo cartas del Tarot, no, de ahora en adelante me dedicaré a maridos angustiados, collares perdidos y venenos exóticos, gracias.
Y aunque no fuese eso exactamente lo que él era -aunque, sin haber deseado ya gran cosa desde hacía tiempo, no fuese eso exacta__sible luna.mente lo que él «quería»-, al menos estaba resuelto a no tener que volver nunca, a no acabar nunca más en el sendero que atravesaba el páramo como recadero de enigmas, aullando a la inexpresiva e insen