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Y al llegar al extremo del bosque, al lugar desde donde se veían ya las primeras casas del pueblo, Nehi les dijo:

– Ya es de noche. Y ya estarán preocupados por vosotros. Marchaos a casa y, si queréis, podéis venir de vez en cuando a nuestro escondite en las montañas, podéis quedaros con nosotros durante unas horas, o durante un día entero o más. Y mientras tanto tened mucho cuidado de no contagiaros también vosotros de la enfermedad del desprecio y la burla. En vez de eso, podíais intentar alejar poco a poco a vuestros amigos, o al menos a algunos de ellos, de las vejaciones. Habladles. Hablad también a los que ofenden, e incluso a los que maltratan y a los que se alegran de la desgracia ajena. Hablad a todo aquel que quiera escuchar. Intentad hablar incluso a quien se burle de vosotros, a quien os critique y desdeñe. No les hagáis caso e intentad seguir hablando sin cesar.

»Es posible que un día cambien los corazones y bajemos de la montaña, es posible que nazca en nosotros un corazón nuevo y todas las criaturas, hombres y animales, y todos los que comen carne se acostumbren a comer tolanios en vez de depredar. Entonces también nosotros, todos mis amigos y yo, así como Nimi el potro, podremos salir de la cueva del bosque, volver al pueblo y vivir hasta el fin de nuestras vidas en sus casas y sus patios, en los campos, en los pastizales y en la ribera del río, y mi sentimiento de venganza se desintegrará y caerá de mí como la piel seca de una serpiente, y trabajaremos, amaremos, pasearemos, cantaremos, tocaremos, jugaremos y charlaremos sin depredar y sin ser depredados, y también sin burlarnos los unos de los otros. Ahora, marchaos en paz. Y no olvidéis. Incluso cuando crezcáis y seáis mayores, y tal vez tengáis vuestros propios hijos, no olvidéis. Que descanséis, Maya y Mati. Buenas noches a los dos.

Cuando el bosque se oscureció y Maya y Mati bajaron cogidos de la mano y se acercaron a las luces del pueblo, Mati le dijo a Maya:

– Hay que contárselo a Almón. Hay que contárselo a Emmanuela. Hay que contárselo a Danir.

– No sólo a ellos, Mati -dijo Maya-. Debemos contárselo a todos. A mi madre. A los ancianos. A tus padres. Y no va a ser fácil.

Y Mati dijo:

– Nos van a decir que hemos contraído la relinchitis.

– También hay que encontrar a Nimi -dijo Maya-. Hay que traerlo de vuelta a casa.

Y Mati dijo:

– Mañana.

Arad, agosto de 2004