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© Espido Freire, 2001
Comencé esta historia mientras volaba a México, hacia el oeste, siguiendo el recorrido del sol, en un viaje en el que no hubo noche. La di por terminada en Bergen, bajo el día eterno del verano noruego. Entremedias transcurrieron dos años y medio de oscuridad, en los que debo:
A Ángeles Martín, su constante apoyo silencioso.
A Mila Espido, el equilibrio de mi balanza.
A Vetle Lid Larssen, su consejo de que luchara por el diablo. Y una casa donde librar la batalla.
Aborrezco las deudas. Ojalá mi agradecimiento pague la que contraje con vosotros.
A Alicia, que conoce tanto mis fantasmas.
A Robin, “in memoriam”.
A Michael, siempre.
Ab omni malo, libera nos, Do mine. Ab omni pecato, li bera.
Ab ira tua, libera. A subita nea et improvisa morte, li bera.
Ab insidiis diaboli, libera.
Ab ira, et odio, et omni mala voluntate, libera.
A spiritu fornicationis, libe ra. A fulgure et tempestate, libera.
A flagello terraemotus, libera.
A peste, fame et bello, li bera.
A morte perpetua, libera.
Liberame, Domine, de morte aeterna in die illa tremenda quando caeli movendi sunt et terra dum veneris judicare saeculum per ignem.
Dies illa, dies irae, calamita tis et miseriae dies magna et amara valde dum veneris judicare saeculum per ignem.
(Líbranos, Señor, de toda maldad, de todo pecado. Líbranos de Tu cólera. Líbranos de la muerte repentina y sin confesión, de las acechanzas del diablo, de la venganza, del odio, y de toda mala intención. Del ansia por fornicar, de los rayos y las tempestades; del azote de los terremotos, de la peste, del hambre y de la guerra. Líbranos de la muerte infinita.
Líbrame, Señor, de la muerte eterna en ese día terrible en el que el cielo y la tierra temblarán, en el que vendrás a juzgar con fuego nuestro siglo. Ese día terrible, el día de la ira, las calamidades y las miserias, el día señalado y acerbo en el que vendrás a juzgar con fuego nuestro siglo.)