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Al hilo de lo que estábamos hablando: hace un puñado de años escribí un algo biográfico. Digo un algo porque no sé si es novela o simple recopilación de recuerdos, lo que sería semilla de eso que José Joaquín Moreno o Luis G. Prado llamaron "Las aventuras del joven Rafa Marín". O sea, la crónica de mi iniciación tardoadolescente en la literatura, el periodo de mi vida que quizá sea el que luego más me ha formado como persona.
Hace justo treinta años de aquello, en ese año de nuestro señor de 1977 que quizá será reconocido algún día como el año que marcó profundamente los años por venir (hagan ustedes cuenta de todas las cosas que pasaron). Escribí este libro intentando ser fiel a los hechos, sin inventar nada, haciendo caso omiso al consejo de Juan José Téllez, que me sugirió que inventara y no memorizara.
(…)Creo que en el fondo es un libro que marcó un antes y un después en mi trabajo. Por la gramática, por la música, por la obligatoria simplificación de estilo. Me lo pasé muy bien ordenando recuerdos, dolido de nostalgia fuera de lugar, aclarando de dónde venía, de dónde veníamos, y dónde nos habíamos quedado por el camino.
Es un libro sin capítulos: pequeñas islas de prosa que van avanzando en el tiempo, un argumento diluido a lo largo de casi un año de vivencias personales y colectivas. No esperen ustedes grandes revelaciones, ni grandes momentos humorísticos: es la memoria de un grupo de adolescentes que quisieron ser poetas y que, durante algún breve periodo, hasta lo consiguieron.
El título se debe al célebre poema de Blas de Otero:
Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré como un anillo al agua
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Señoras y señores, con ustedes durante unos cuantos días, y hasta que se cansen, entre otras reflexiones y otras aventuras,El anillo en el agua…
RAFAEL MARÍN (Crisei, 8/12/2007)