37914.fb2 El Anillo En El Agua - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 10

El Anillo En El Agua - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 10

VOLVER A LOS DIECIOCHO

Lo había preparado con meses de adelanto. No se lo comenté a nadie. Estaba claro que Miguel y Manolo, más jóvenes que yo, no me iban a poder acompañar, así que decidí hacerlo solo, con nocturnidad y alevosía, por darme el gustazo de una vez por todas. El mismo sábado que cumplí dieciocho años bajé la calle Ruiz de Alda protegiéndome del viento como podía, me planté en la puerta del Cine Imperial, el carnet de identidad ardiéndome impaciente en la cartera. La película era fuerte, según decían, tanto o más queLa naranja mecánica; ya en la cartelera se veían un par de pechos hermosos, unos tirantes que debían de hacer daño en la piel mórbida y escuálida de Charlotte Rampling, una gorra negra con un antifaz y la calavera de plata; el contrasentido, o tal vez no, entre sexo y muerte que después he visto repetido en tantos sitios. Estrenaban Portero de Noche, y no había nadie que me pudiera impedir entrar a verla.

Me puse en cola, compré la entrada (porque, aunque no te dejaran pasar a ver la película, en taquilla nadie te ponía objeciones), y se la tendí al portero de siempre, no al del título de la película, con una sonrisita de oreja a oreja, a ver si tenía cojones de prohibirme el paso, con el carnet dispuesto para enseñarle la fecha, que hiciera cálculos si sabía sumar, curioso por averiguar de cuántas formas me pedía disculpas.

El portero rompió la entrada en dos, sin mirarme siquiera, sin reprocharme mi edad ya rebasada, sin que le importara mi barba inexistente o mi escasa altura. Me dejó pasar sin hacerme el más mínimo caso, como si estuvieran proyectandoBambi. La venganza se me vino a pique en un segundo, tras meses de preparación, después de montones de escenas imaginadas donde yo recuperaba por derecho propio mi asiento en la tercera fila de sillón.

No sé si existía o existe en efecto una frontera visible entre los diecisiete y los dieciocho años, algún matiz que sólo los porteros de cine eran capaces de desentrañar, o si la aceleración vertiginosa de los tiempos se había vuelto imparable, convirtiendo en caducas lo que ya eran prohibiciones obsoletas, pero lo cierto es que a partir de ese día jamás volvieron a pedirme el carnet para entrar en ninguna parte.

Y el caso es que no me gustó nada Portero de Noche.