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TREINTA Y UNO

Dale, rucio, casco y fuego, dale herradura y arena, coz y barro, avanza, corcel y cabalga, cuadrúpedo de aire y besos,jamelgo hecho de cielo, semental y centinela, trota, cabalga y llévarne, esparce arena, traga tierra, rema barro, mi rocín de pezuñas tristes, cae la cola y baja hecha un cometa, se alza la crin y trepida el herraje, cabalga y corre, corre, que te pilla la vieja de la guadaña, que te muerde las ancas con sus encías desdentadas, arranca, que te chupa la cincha, que tironea de tu montura, que quiere galoparte a pelo la vieja arrecha, dale lista y látigo, rucio del alma, guarda con la araña y la escoba mocha, mira que a tantos los ha barrido la bestia negra riéndose con el ojo bizco, corre, mi rocín, que ella te quiere mojar de luto, reventarte un sacristán borracho quiere la anciana, un esfuerzo más, mi boquiduro, mi boquifresco, y te libraré del bozal cuando podamos gritar que ella vive, hazle una aureola de aire con tus coces, enfríala con un galope de nubes, unta su fiebre con las nieves de la cordillera, dale, mi rucio, no me falles, mi mohíno, mi matungo, no te pongas percherón ni te redomes, corcovea y desbócate, porque mil caninos de perros te rasgan ya las grupas, son los mastines, los aullidos de los esqueletos que crujen cuando tú los aplastas, mi jadeante boquiabierto, mi grande de fauces, mi príncipe, mi rucio oración, aleteado y chicoteado de ángeles, que no se te quiebre el espinazo, que no me revientes en sangre, guarda con la guadaña que siega y ciega, coletea las avispas que te clavan en el sudor del lomo, Llévame de aquí, caballito mío, llévame al pueblo donde yo nací, la muerte en carretela de bueyes negros te espera ese recodo de nubes turbulentas derramadas en el cielo, sáltala como batiendo vallas, mófate de ella, sométela al escarnio, si tú corres, Victoria respira, si despliegas tus alas, mi centauro, ella se encenderá de estrellas, dame de vuelta lo único que tengo, no te alagartes ni bufes, brama libertad, haz brillar tus herraduras de plata entre las piedrecillas, socava los guijarros como si buscaras oro, corre que ya te pilla, que ahora te alcanza la muerte con su moganga, su vejiga de coágulos, sus ubres fláccidas de lecho, negra, córrete, córrala, córrele, por el cerro, por la arpor el esterito abajo, por la quebrá, dale, potrillito de flema y nervio, dale corazón y redoble, dale tensos los ijares, al tas las orejas y triunfal el esternón de atleta, no te que sin aliento, muere y resucita tranco a tranco, salto y corre por ella, llévala a un mundo sin riendas, al desboque y el desfogue, no te pares, caballito de mierda, ay, no caigas en la nadita, rucio de mis sueños, no jadees agónía pedazo de bestia, no te encabrites, te lo ordeno y te ruego, yo, tu dueño sin títulos ni cetro, guarda, que ya no va tocando esa murga de fantasmas, ya te maman la sangre los murciélagos, ya llega la muerte a mano airada, ya te trae el duelo de paladines grises y te roen los pies los duendes y sus cancerberos, ya tu manta se transforma en mortaja, ya las trompetas de los cazadores emiten fanfarrias fúnebres, ya estás en este umbral de llanto, Victoria Poncel tan exangüe, tan exánime e inanimada, ya salen expulsados del cine los babosos con sus sudarios, los lamedores amortajados, los espectros de saliva en ascuas, no te detengas, no te pares, rucio, respira profundo, mi reina, llena tus huesos de gracia, santa María, ruega por ella, rucio mío, gana la carrera, cualquiera que sea el tiempo que pongas, gánala.