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De acuerdo, señor Frías, basta de ocultamientos, le diré la verdad, y le advierto que no le va a gustar. En realidad, no me queda más remedio, llegado a este punto. Usted ha sido un obstáculo en nuestros planes. Uno de esos imprevistos con los que, por desgracia, hay que contar, que no sabes cuándo van a surgir ni desde dónde, ni de qué naturaleza ni con qué consecuencias, pero en todo plan, por bueno que sea, siempre tiene que reservarse un hueco en blanco con un interrogante, yo lo llamo el gap maldito, para estar preparados en el momento en que aparezca y complique las cosas. Un gap, un hueco vacío, un roto, una discontinuidad, así opera el gap maldito, creando una laguna de incertidumbre, hay que contar con ese gap en el proyecto, sobre el papel, lo pones en cualquier parte del desarrollo porque en realidad el imprevisto es por naturaleza imprevisible, no sabes ni siquiera si te lo encontrarás al principio, al final o en medio del meollo, es esa contrariedad que no puedes suponerla ni aunque todo un equipo de expertos se estruje el cerebro pensando qué podría ocurrir para complicarlo todo: un robo, un incendio, un tornado, un golpe de Estado, una repentina enfermedad, una deserción, lo que sea. No contábamos con que llegara usted para unirse al proyecto, me siguiera hasta el cuartel de operaciones y me robara información.
Lamento que se haya tropezado con Andrew en este momento y que él le haya convencido para participar en su proyecto. Lo cierto es que usted venía predispuesto. Lo necesitaba. Lo que voy a pedirle es que se olvide de Inquiring Minds. Olvídese de Andrew Harris y de Lorenzo Rubio. Será lo mejor para todos. Ya vio que yo no quería que formara parte del equipo. Ahora sabrá por qué. Los escépticos sabemos reconocer a un escéptico. Pero a veces, hasta un escéptico consumado puede sufrir una crisis de fe, siente la necesidad de creer en sucesos sobrenaturales.
Usted había hecho un gran esfuerzo por creer, y eso es lo que pude apreciar en nuestra entrevista, que no fue tal. Fue una pantomima para hacer creer al señor Harris que atendía su imperiosa demanda de sumarle a usted al equipo. Yo no podía permitir que usted entrara de ninguna manera. Es la prueba de que no he querido engañarle.
La respuesta al problema de la psicoquinesis es que el problema es ficticio. Nadie mueve nada con la mente. Nadie levita ni camina sobre el agua. Estos supuestos fenómenos son cantos de sirena para muchos científicos, que desvían su rumbo y echan a perder años de trabajo. Existen en la medida en que la gente habla de ellos, en el imaginario colectivo, como los duendes de los bosques o el triángulo de las Bermudas. La gravedad no hace excepciones, no entiende de auras místicas. Como dice un amigo mío obeso, la gravedad es dura de sobrellevar, ¡pero es la ley! ¿Sabe que aún no hemos encontrado una maldita evidencia de lo paranormal, y seguimos buscando? Los escépticos no nos cruzamos de brazos, pensando que tenemos las respuestas y no hay nada que investigar ni descubrir. Hay una recompensa de la Fundación Randi de un millón de dólares, repito, un millón de dólares, para aquel que demuestre una sola facultad paranormal. Nadie la ha cobrado hasta la fecha. Cada «prueba» presentada como evidencia ha fracasado en un examen científico riguroso. No es que seamos enemigos de la parapsicología por antojo, no es que seamos impersuasibles, sino que aún estamos esperando a que llegue un verdadero psíquico y cobre la recompensa. De manera que, si quiere magia, vaya a ver a David Copperfield, ese hombre maravilla, pero no engaña, no es un farsante como los miles de mentalistas, astrólogos, curanderos y adivinadores que pululan por todo el mundo y se lucran con el engaño.
Lorenzo Rubio también es un mago, por supuesto, el vídeo no deja dudas. Rubio es socio amigo del CSICOP desde hace una década y ha demostrado una gran lealtad, además de otras virtudes que le han hecho ser nuestro agente, como sus psicotrucos. Tiene dos o tres números realmente notables, uno de ellos es el de la levitación Balducchi, que habrá visto ya en el vídeo que nos robó; por supuesto, también sabe doblar metales en una campana Bell convenientemente trucada.
Llevamos en este asunto varios años de preparación, y nuestro objetivo es asestar un golpe definitivo a la parapsicología. ¿Qué es real de todo esto? Andrew Harris es real, es auténtico. Andrew es un true believer en las maravillas de la psique para alterar leyes de la naturaleza como la gravedad, que se han mostrado bastante constantes hasta ahora. Y además, Andrew tiene un enorme poder de persuasión. Él es un auténtico fanático de los fenómenos paranormales, él mismo es una criatura paranormal, tiene un carisma enorme y cuenta con millones de seguidores que leen sus libros creyendo que leen ciencia, y llenan los aforos de sus conferencias y, por si fuera poco, está creando una peligrosa tendencia que denomina el Nuevo Paradigma, que se va a extender si no la paramos a tiempo. Nosotros tenemos un dicho: si diez ratones se cuelan por una rendija del ancho de diez ratones, por una rendija del ancho de un ratón se colarán… diez ratones. Y es que no basta con que se haya estrechado el cuello del embudo para que algo entre en los dominios de la ciencia, ya que por ese cuello de embudo también pueden pasar impostores. ¿Solución? Una trampa para ratones.
Ahora mismo hay docenas de laboratorios importantes investigando presuntos efectos psicoquinéticos y de percepción extrasensorial, con dotaciones millonarias que inicialmente habían sido destinadas a la verdadera investigación. Tenemos científicos eminentes que derivan al esoterismo, en la Universidad de Princeton, y en el Laboratorio de Biodinámica del Instituto de Investigación de Stanford, California, y muchos otros que usted conoce por la lista que me robó de mi maletín. Es como una epidemia y está afectando ya a la financiación federal estadounidense. Aquí y allá se intenta demostrar la adivinación utilizando máquinas generadoras de eventos aleatorios y cartas Zener, o la psicoquinesis con cucharas, en campanas de vacío, en supuestos experimentos controlados. No nos preocupaba demasiado en tanto los dominios de lo esotérico quedasen circunscritos a las parroquias más o menos marginales, alejadas de la cultura, a los garitos de brujas y echadoras de cartas, y a ciertos programas de televisión de baja estofa. Pero por culpa de sujetos como el señor Harris, cada vez más brillantes investigadores están echando a perder sus carreras para seguir el rastro de fantasmas. Estoy seguro de que comprende perfectamente la magnitud del problema al que nos enfrentamos. Por desgracia, la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia está empezando a creer en la parapsicología y a financiar experimentos de esta clase. La estupidez es letal.
Andrew. Harris es real, quiero decir que él no le ha mentido, o al menos no ha sido su intención, porque no es consciente del chorro de mentiras que sale por su boca cuando va por ahí impartiendo conferencias que llenan los aforos, vaya donde vaya. Es el nuevo gurú de la parapsicología con ínfulas científicas. Andrew es real, y el experimento reseñado en Nature también es real, aunque se ha impugnado y esto ha retrasado un poco las cosas, pero vamos a replicarlo en Stanford, al más alto nivel, con Lorenzo Rubio, un fenómeno, ya sabe. Todo lo demás está camuflado. Inquiring Minds es, en realidad, una tapadera del Proyecto Psy, concebido desde la cúpula del comité.
No pretendemos salvar el mundo. El mundo no tiene solución. Sólo queremos preservar la ciencia de esta hoguera de desvarío. Descontaminarla. Nuestro objetivo es torpedear la línea de flotación de estas investigaciones y dejar constancia de que no son más que seudociencia. Para ello hemos infiltrado a un psicomago, Lorenzo Rubio, un profesional del arte del engaño, en el proyecto de Andrew. ¿Por qué elegimos a un tipo como él? En primer lugar, porque es un antiguo socio del CSICOP, sin oficio ni beneficio, que no tiene trayectoria como mago. Un buen soldado para una noble causa.
El primer paso fue que Andrew mordiera el cebo. Ya conoce la historia. Lorenzo se hizo pasar por un admirador suyo, lector de su obra, se presentó tras una conferencia, le contó a Andrew su pasado, le hizo un par de trucos que había ensayado con nosotros y Andrew picó. Convencido de que Rubio tiene poderes psíquicos genuinos, se puso manos a la obra con su proverbial entusiasmo y consiguió la colaboración del Departamento de Física de la Facultad de Ciencia de Santiago.
La segunda fase fue preparar el experimento. Usted ha leído el artículo aparecido en Nature. Lo logramos manipulando la campana Bell de vacío para ocultar un sistema de imanes. Lo tenemos todo grabado para darlo a conocer en el momento apropiado. Y también grabamos cómo entramos el día anterior, forzando una puerta que no cumplía las normas mínimas de seguridad, para dar el cambiazo. Pasó el filtro de Nature, que no es poco. Y podemos ir mucho más lejos.
Podríamos haber hecho público ya el fraude, pero hemos decidido esperar, porque tal vez el buque no acabe de hundirse si no hacemos estallar la bomba dentro del casco. Ha habido objeciones al experimento, como sabe. Un participante tenía antecedentes sospechosos. No hay problema, lo haremos de nuevo. Primero aquí, en Santiago, y más tarde en el Stanford Research Institute, donde va a tener mucha más repercusión, y queremos que esta vez los resultados sean realmente rotundos y espectaculares. Para entonces nos reservamos el número estrella: la levitación. El plan es dejar que el fraude se extienda, que todos los malditos parapsicólogos, videntes, teleevangelistas vendedores de misterios y buhoneros de lo paranormal clamen que por fin los científicos les han dado la razón, porque es entonces cuando nuestra revelación será devastadora. Daremos a conocer con qué trucos el señor Rubio engañó a los científicos, y quedará en evidencia que estos experimentos no cumplen realmente controles ni garantías y, por tanto, no merecen llamarse científicos.
Ni que decir tiene, señor Frías, que no somos hermanitas de la caridad: vamos a degüello. Es la única forma de poner un poco de orden en este gatuperio descarriado. Pero no piense que esto es algo personal contra el señor Harris; no se trata de una venganza ni de un ajuste de cuentas. Él es la mecha idónea para nuestro explosivo. Es el abanderado de una corriente perniciosa para la ciencia, y el golpe será más fulminante si va firmado con su nombre y apellidos. Si él se jacta de ser cabeza de puente, lo convertiremos en cabeza de ariete. Queremos torpedear la red de laboratorios y centros de investigación americanos que, apoyados por universidades y organismos poderosos, están estudiando los supuestos fenómenos paranormales en busca de evidencias. Señor Frías, créame, lo último que deseamos es perjudicarle a usted. Ésta es una operación que empezó hace más de un año y está a punto de concluir. Hay muchos intereses en juego, y el comité central del CSICOP se ha jugado mucho.
Vaya por delante que no hablo a título particular. El comité ejecutivo se reunió ayer en Amherst, Nueva York, con carácter de urgencia, para analizar el problema. La noticia del robo del vídeo y la posibilidad de un chantaje se presentaba a primera vista como el fin inevitable de esta operación. Sin embargo, hemos rastreado su trayectoria, pues hay dos o tres sabuesos de primera magnitud metidos en esto.
Usted, señor Frías, es un físico experimental de primera línea. Como dicen en la mafia, usted es uno de los nuestros, señor Frías, o al menos ésta es nuestra esperanza. Desde el comité, queremos tenderle la mano, y no para que se una al lado oscuro, precisamente. No lo tome como una afrenta a su inteligencia. Esto podría haberle pasado a cualquiera. Déjenos hacer nuestro trabajo, no se interponga en el camino y guarde la debida discreción.
Ah, y otra cosa: ¿sería tan amable de devolverme la cinta de vídeo?