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Para Anna Sandra, que nunca dejó de creer y de insistir
Para Antonia Kerrigan, que nunca dejó de insistir y de creer
No se le escaparon ni los sueños. Una mañana en que Fermina Daza contó que había soñado con un desconocido que se paseaba desnudo regando puñados de ceniza por los salones del palacio, doña Blanca la cortó en seco: «Una mujer decente no puede tener esa clase de sueños.»
El amor en los tiempos del cólera,
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
¿Puedo vivir por ti? ¿Llevarte en mi cuerpo para que existas los cincuenta o sesenta años que te robaron?
Paula,
ISABEL ALLENDE