37955.fb2 El Desencuentro - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 11

El Desencuentro - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 11

X

Encontré la carta nada más empezar a revolver en las escasas pertenencias del baulito que había encontrado en mi habitación cuando, bien trada ya la noche, nos retiramos todos a dormir. «Toma lo que quieras de él y te lo llevas sí sirve de algo», me había dicho Linda. No había gran cosa: un chal de seda blanca, un bellísimo mantón de Manila, algunas medallas de plata, un pequeño estuche con un anillo de oro trenzado muy sencillo, un libro de poesías, de los tenidos por menores, de Adolfo Anglés, Cosas de la Mar, sujeto con una goma porque la portada, hecha de papel de tina, se había desprendido y el lomo ya no existía, quedando al aire los cuadernillos apenas sujetos por un resto de hilos. Me apreció que se trataba, sobre todo de objetos de Armando y de Ramona que habían tenido más que ver con el propio Carlos y el mundo del toro que con ellos mismos o con sus vidas.

Y la carta.

El sobre llevaba sellos matados con un membrete del que sólo eran legibles el origen, Vigo, y el año de expedición, 1952. con letra picuda y muy femenina, de colegio de monjas, África había escrito Sra. Dña. Ramona Anglés de Leontieff, y debajo, una calle y un número que no me servían de nada, seguido de Lomas de Chapultepec, México D.F. No había remite.

El papel tenía membrete del Ciudad de Cádiz, y las páginas que evidentemente habían sido de color vainilla, con el paso de los años habían amarilleado aún más y la tinta se había vuelto morada.

A.M.D.G.

23 de abril, 1952

Queridísima Tía Ramona:

Acabamos de zapar de Veracruz y todavía me parece estar viéndote en el muelle junto con el Tío Armando saludando con el pañuelo. He llorado tanto que no sé ni cómo soy capaz de escribiros esta carta que es también para el Tío Adolfo. Decidle que me perdone por no escribirle por separado, pero creo que apenas tengo fuerzas suficientes para poneros estas líneas. ¡Estoy tan triste! Estos años pasado junto a vosotros han sido los más felices de mi vida. A veces, el deber se hace muy cuesta arriba y volver a Madrid ahora es muy duro. La única alegría será poder volver a abrazar a Martita, a la que sabes he hechado tanto de menos, pero ¡me hubiera gustado tanto más hacerla venir a Méjico a vivir con nosotros!

Bueno, claro, quiero decir que a todos los demás también los he hechado de menos, a papá y a mamá, a las hermanas y a los sobrinos, pero también querría pasar unos meses en Madrid y luego volver con vosotros. En estos años os habéis convertido en mi verdadera familia, claro que además de la de Madrid. Quiero decir que no os conocía verdaderamente y que de pronto os quiero muchísimo.

Pero así es la vida. Está hecha de obligaciones y de sacrificios y sé que ahora me corresponde hacerme responsable de mis cosas, de mi vida, de mi hija y de mis deberes como hija. ¡Si aún me hubiera podido hacer una fortunita allá, a lo mejor habría podido compensar a todos, hacerlos venir a Méjico para que también ellos fueran felices allá!

Te lo dije muchas veces, Tía Ramona: soy demasiado feliz aquí y eso no puede ser. Soy una mujer casada aunque mi marido me dejara tirada en el hospital cuando estaba teniendo a Martita. Y ahora me toca pagar por esa felicidad. No como castigo, claro, porque no sabría de qué castigo se trata, sino porque las deudas hay que pagarlas.

Y, aunque me dijeras que no, yo tengo una deuda muy grande con mis padres. Tú decías que no, que yo no les debía nada, que ellos me habían puesto en el mundo y que mi vida era mi vida. Pero según papá, los hijos tienen obligaciones para con sus padres, especialmente sí, habiéndoseles arruinado la vida propia, como por ejemplo por haberles abandonado el marido, no les queda muchas otras cosas «decentes» que hacer.

Tiene razón papá, aunque mi corazón me diga que no. Yo ya he vivido mi vida y ahora me toca educar a Martita y prepararme para cuidar de mis padres cuando les sobrevenga la vejez. Por eso vuelvo a Madrid. Por eso tuve que decidir regresar cuando papá me escribió mandándome que lo hiciera. ¡Es papá! ¿Cómo voy a desobedecerle?

Pero los años pasados han sido maravillosos. Con vosotros que sois tan generosos, con el Tío Adolfo, tan bueno, tan simpático y tan gruñón. Siempre me decía que la virtud y la belleza son malas compañeras. Yo creo que lo decía por tomarme el pelo, ¿Verdad?

¿Y Carlos?¿Cómo lo olvidaré, cómo olvidar las corridas de toros, las tardes de merienda en la Morucha, los paseos a caballo, con el miedo que me daban?

Os escribiré mucho para que no me olvidéis. Pero vosotros tenéis que escribirme a mí también mucho para recordarme lo feliz que fui, las vacaciones en Acapulco, los pretendientes tan pomposos que me asediaban, ¡qué tontos!

No puedo seguir más porque no puedo parar de llorar y se me nubla la vista.

¡Adiós, adiós, os quiero tanto! Y a ti, Tía, un millón de besos y cariños igual que a todos de vuestra

África

que os adora