37965.fb2 El Fr?o Modifica La Trayectoria De Los Peces - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 12

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La naturaleza humana se manifiesta entre el fango

Boris Bogdanov tenía miedo. Miró por la ventana al cielo y luego a su acuario. Fue al balcón de la cocina para ver los cables eléctricos del callejón. Se combaban peligrosamente bajo el peso del hielo. ¿Resistirían?

Sin electricidad, sabía que no podría mantener durante mucho tiempo su acuario a treinta y dos grados. Volvió al salón y puso la televisión.

«Se prevén lluvias heladas durante toda la tarde. Se temen cortes de corriente en Montreal y toda la región…»

Boris Bogdanov no quiso escuchar más. ¡Clic! Se sentó frente al acuario para mirarlo fijamente y se frotó la barbilla, señal de intensa reflexión. Inclinándose, cogió del suelo la primera hoja que vio. Por la parte de delante estaba llena de cálculos. Le dio la vuelta, estaba en blanco. Cogió del escritorio una regla milimetrada y un lápiz. Rápidamente dibujó una vista isométrica del acuario. Midió el formato exacto. Con algunos cálculos sacó el volumen. Para Boris Bogdanov, aquel tipo de cálculos era a la aritmética lo que la apertura de piernas para una bailarina: rutina.

A continuación Boris Bogdanov se lanzó a realizar cálculos térmicos. En una tabla que trazó rápidamente anotó con cuidado el tiempo que el acuario tardaría en enfriarse, considerando la temperatura ambiente.

Pudo definir un algoritmo que determinaba la cantidad de agua caliente que debería añadir en el acuario en caso de que la temperatura bajase. Si sacaba un litro de agua a treinta y un grados, tendría que añadir cuatrocientos cincuenta y nueve mililitros de agua a noventa y ocho grados para que la totalidad del acuario recuperara los treinta y dos grados. Continuó con sus cálculos, incluyendo diversas presiones atmosféricas posibles, si el agua caía a veintinueve, veintiocho, veintisiete, veintiséis, veinticinco, veinticuatro, veintitrés y veintidós grados. No se atrevió a contemplar la posibilidad de una temperatura más baja.

– Níet… Níet… Níet…

La cualidad de los rusos es que saben salir adelante sin nada. Boris había vivido diecisiete años en Rusia. En sus primeros diez años conoció la última década del régimen comunista. Sabía lo que era vivir sin nada. Mas aún, como todo ruso con problemas, sabía espabilarse en las situaciones de precariedad, de primera necesidad. En su lista, todo estaba claramente ordenado: un termómetro, un hornillo de camping y todas las bombonas de gas posibles.

En los pasillos del Canada Dépôt, Boris Bogdanov no estaba solo. Mucha gente había ido a buscar provisiones. La que ya no tenía electricidad se cruzaba con la que se preparaba para no tenerla. Todo el mundo convergía en las mismas secciones. Algunos se contentaban con lo necesario. Otros, guiados por el miedo, sentían la irrefrenable necesidad de almacenar masivamente, dispuestos a privar a sus vecinos de lo más vital. Boris Bogdanov vació las estanterías de las bombonas de gas pequeñas. Cogió las veinticinco que quedaban y corrió hacia la caja.

La naturaleza humana se manifiesta entre el fango.