37965.fb2 El Fr?o Modifica La Trayectoria De Los Peces - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 34

El Fr?o Modifica La Trayectoria De Los Peces - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 34

No avivé el fuego

Siempre me despierto por la noche por culpa del pis. Cuando abrí los ojos, me costó orientarme. Estaba en el salón, en mi casa, aunque me había quedado dormido en el sofá de la casa de Simon y Michel. Estaba acostado en un colchón, el de mis padres. Había una luz naranja y el crepitar de un fuego, venía de la chimenea. Alguien susurraba. Levanté la mirada. Mi padre se estaba secando la escayola sobre las llamas y mi madre estaba sentada a su lado. Volví a cerrar los ojos, pero dejé los oídos bien abiertos. Por fin hablaban de mí.

– Me hizo unas preguntas muy raras cuando tú no estabas.

– ¿Cuáles?

– Cómo nos habíamos conocido. Me lo preguntó el día que te fuiste. ¡Menudo momento para hacer preguntas!

– ¿Te acuerdas tú de cuándo nos conocimos?

– Creo que sí…

– ¿De tus emociones, de lo que te atrajo?

– La verdad es que hace tres días no me acordaba mucho… Confieso que hace un rato me refrescaste la memoria…

– En el chalet pensé mucho en todo esto… en lo que olvidamos o ya no vemos, en lo que quizá ya no somos… Quería identificar las pequeñas cosas que nos habían llevado a vivir juntos, a querernos. Me dije a mí mismo que si todo tenía que terminar, primero debía recordar lo que nos había unido, en vez de hacer una lista de todo lo que nos separa ahora.

– ¿Te das cuenta de que si no fuera por el hielo a lo mejor no pensarías eso…?

– Ha sido la pérdida momentánea de las costumbres… las malas, las que te obstruyen la vista… las que te vuelven pasivo… y hacen que al cabo de un tiempo ya no seas el mismo. He intentado recordar quién era… Podría decirse que pasar frío me ha refrescado la memoria.

¡Maravillas de la congelación!

– Una noche se puso a llorar como un desconsolado, me decía que era culpa suya.

– ¿Y tú qué le dijiste?

– Que él no tenía nada que ver, por supuesto. Que era un asunto de adultos.

– Ya no estoy muy seguro de que sea así.

– ¿Qué quieres decir?

– Lo pusimos ante el hecho consumado, no le preguntamos su opinión… No debe de ser fácil para un niño de once años.

¡Por fin lo entendían! Pero mi padre, que había estado congelado más tiempo, iba una cabeza por delante de mi madre.

– Es como si hubiéramos optado por la separación enseguida, porque es lo más fácil, lo que hace todo el mundo, sin preguntarnos realmente si ya lo habíamos intentado todo…

– Son demasiadas emociones para mí… Hace tres días creí que te irías con el sillón del salón pegado al culo porque siempre estabas ahí tirado… Luego vuelves con dos brazos enyesados… No paras de hacer bromas… Evacuas a cien ancianos… El sargento jefe prefiere que seas tú quien explique la labor de salvamento a los periodistas… Y ahora, aquí, me dices unas cosas que ni siquiera te imaginaba capaz de pensar… Necesito dormir. Tengo que reflexionar…

Saqué una mano de debajo de la sábana. Hacía frío. La situación mejoraba, pero no le pedí al cielo que parase. El hielo tenía que terminar su trabajo también en nuestra casa. O sobre todo en nuestra casa, aunque suene egoísta. Me alegraba por Alex, pero yo también quería tener mi parte de felicidad. Decidí no ir a hacer pis. Me aguanté y me concentré en nosotros tres. Debí de dormirme enseguida.

A las diez me despertó la luz del pasillo. Aún hacía frío. Me preocupó que la corriente hubiera vuelto tan deprisa. ¿Por qué conectar mi bloque cuando había millones sin electricidad? Desde luego, Hydro-Québec me la tenía jurada.

Mi padre debía de estar muy cansado porque roncaba muy pero que muy fuerte. Me levanté poco a poco. No lo miré enseguida. Me daba miedo que estuviera solo. Cogí aire y giré los ojos hacia él. Al instante lamenté no tener la cámara. Mamá y papá estaban tan pegados el uno al otro que parecían una sola persona. Tenían frío.

No avivé el fuego.