37965.fb2 El Fr?o Modifica La Trayectoria De Los Peces - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 7

El Fr?o Modifica La Trayectoria De Los Peces - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 7

Se aman

Hacía mucho rato que ya era de noche. Por la ventana, Boris Bogdanov miró a Julie salir de su casa. Bajo su abrigo de invierno mal cerrado llevaba una falda corta, muy corta. Hacía unos minutos que el taxi la esperaba. Julie se metió dentro rápidamente. El coche arrancó enseguida.

Boris Bogdanov se sentó frente a su acuario y, en una hoja, verificó el recorrido de uno de sus peces. Toda su teoría se basaba en esta primera certeza. Antes de cualquier hipótesis, asegurar los cimientos de la demostración subsiguiente.

– Da… Da… Da

La investigación es algo muy complicado, pero de una lógica muy simple. Todo debe estar establecido. Si afirmas que Mélanie hace pipí de pie, antes de probar que hace pipí de pie tienes que demostrar que Mélanie existe. Si no existe, ¿cómo explicarás que hace pipí? Por esta razón, Boris Bogdanov debía asegurarse, antes que nada, de que sus peces seguían siempre el mismo camino. En unas hojas había dibujado el recorrido de cada uno de ellos con colores diferentes. Con aquel inmenso nudo en cuatricromía esperaba demostrar que el hilo de cada uno de sus peces dependía del recorrido de los otros.

Tal vez debería haberse ocupado del pipí de Mélanie. Al menos habría habido una Mélanie con la que hablar, pues cuan do llega el momento de charlar uno se siente muy solo con cuatro peces. Es la soledad del investigador de fondo.

De la casa de enfrente escapaban notas de música clásica. Simon y Michel, sentados en el gran sofá, la saboreaban. Un disco de treinta y tres revoluciones por minuto giraba en un tocadiscos de gama alta. El interior de la casa estaba decorado con gusto, casi rozando lo rococó, con predominio del rojo.

En una mesita, delante de ellos, una botella de Chivas Royal Salute de veintiún años. Como todas las noches, solo beberían dos vasos cuidadosamente medidos. La botella descansaba en su estuche de terciopelo azul, el cuello adornado con un fino cordel dorado sujeto por un nudo marinero. A ciento cincuenta y nueve dólares la unidad, la cuidaban amorosamente. Un perrito maltés blanco, de cuatro años, gimoteaba en su cesta de mimbre.

– Simon te sacó hace tres horas. ¡Un poco de paciencia, amiguito!

Simon y Michel llevaban diez años viviendo juntos. Sin embargo, jamás salían a la vez. Daba la impresión de que se ocultaban. En el barrio creían que eran hermanos. Se parecían tanto, los dos con el pelo blanco muy corto y ese fino bigote…

Se habían conocido once años atrás. Simon, psicoanalista, recibió a Michel en su diván. Michel había iniciado una terapia por un malestar que no conseguía explicarse. Vivía mal su papel de padre y esposo. Amaba a su único hijo, de dieciocho años. Amaba a su mujer, con la que llevaba veinticinco años casado, pero algo no funcionaba. No se sentía bien, como si no fuera realmente él. Solo su trabajo en Météo Canada le hacía feliz. Era especialista en huracanes y trabajaba en una matriz que permitiría determinar con precisión la trayectoria de estos depredadores naturales. Simon también estaba casado y tenía dos hijas de dieciséis y diecinueve años.

Con el paso del tiempo encontraron afinidades. Simon sabía que nunca hay que intimar con un paciente. Pero cuanto más se confiaba Michel, más le comprendía Simon. Les gustaban las mismas cosas. Empezaron a desear compartirlas. Sencillamente, estaban bien juntos. Poco a poco llegaron a sentirse mal si pasaban demasiado tiempo alejados el uno del otro.

– Michel, tengo dos entradas para Alain Lefèvre con la Orquesta Sinfónica de Montreal. Normalmente no debería salir con un paciente, pero es en la Place-des-Arts, a dos pasos…

No se contentaron con dos pasos. Se divorciaron al mismo tiempo. Las dos familias se lo tomaron muy mal. Sobre todo la de Simon, que es judío. El Colegio de Psicoanalistas de Quebec jamás supo que vivía con un antiguo paciente. Él no había querido por nada del mundo que se supiera. Cuando Simon sacaba a Pipo, Michel se quedaba en casa cocinando. Decidieron vivir su felicidad aislados del mundo, para saborearla mejor.

El ritmo de la música aumentó, de moderato pasó a alegro. La mano de Simon se deslizó para coger la de Michel.

Se aman.