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Día 2

Expulsión

Espero que a estas horas los agresores de Vital Moreira ya hayan sido identificados. ¿Quiénes son, finalmente? ¿Qué les hizo proceder de forma tan repudiable? ¿Qué relaciones partidarias son las suyas? Sin duda la respuesta más clarificadora será la que se dé a la última pregunta. A Vital Moreira le han llamado «traidor», y esto, se quiera o no se quiera, es bastante claro para que lo tomemos como el cordón umbilical que relaciona el despreciable episodio de la manifestación del 1º de Mayo con la salida de Vital Moreira del Partido Comunista hace veinte años. En este momento estamos asistiendo a algo ya conocido: todo el mundo, con la más clara falta de sinceridad, pide disculpa a todo el mundo o exige, como vestales ofendidas, que otros se disculpen. De repente, nadie parece interesado en saber quiénes fueron los agresores, dignos continuadores de aquellos célebres matones que ejercieron una importante actividad política a través de la porra en épocas pasadas. No tanto por contrariar, sino por cuestión de higiene mental, me gustaría saber qué relación orgánica existe (si existe) entre los agresores y el partido del que soy militante desde hace cuarenta años. ¿Son militantes también ellos? ¿Son meros simpatizantes? Si son sólo simpatizantes, el partido nada podrá contra ellos, pero, si son militantes, sí, podrá. Por ejemplo, expulsarlos. ¿Qué dice a esta idea el secretario general? ¿Serán provocadores ajenos a la política, desesperados por sufrir esta crisis y que piensan que el enemigo es el PS y su candidato independiente a las elecciones europeas?… No se puede simplificar tanto, ni en la calle ni en los despachos.Aunque lo hayan incluido en la lista de los candidatos, el Premio Nobel de Literatura nunca se encontrará con su amigo Vital Moreira en el Parlamento Europeo. Se diría que la culpa es suya, pues siempre quiso ir en lugar no elegible, pero también habrá que decir que sobre él en ningún momento se ejerció la más mínima presión para que no fuera así. Ni siquiera la Asamblea de la República pudo conocer mis brillantes dotes oratorias… No me quejo, más tiempo he tenido para mis libros, pero lo que es, es, y alguna explicación tendrá que tener. Que espero que no sea la de considerarme a mí también traidor, pues aunque militante disciplinado, no siempre he estado de acuerdo con decisiones políticas de mi partido. Como, por ejemplo, la de presentar listas separadas para el Ayuntamiento de Lisboa, que, a lo que se ve, vamos a entregar a Santana Lopes, eso sí, sin que nadie haya perdido la virginidad del pacto municipal. Me apetece decir «Dios nos valga», porque nosotros parecemos incapaces.

Día 4

Benedetti

El susto fue grande, Mario Benedetti estaba en el hospital y su estado era considerado grave. Ángel González se nos fue casi sin aviso, en una fría madrugada de enero. Que ahora la vida de Benedetti estuviera en peligro allá en su distante Montevideo era algo que la preocupación aquí despertada no se resignaba a aceptar. Y, con todo, nada podíamos hacer. ¿Enviar telegramas, a la antigua usanza? ¿Mandar recados a través de algún amigo? ¿Rezar una oración por su pronto restablecimiento, si con eso no fuésemos a provocar la ira laica de Mario? Pilar encontró la solución. ¿Qué era, en verdad, Mario Benedetti, qué había sido él toda su vida, mucho más que las múltiples profesiones ejercidas? Poeta. Entonces arranquemos sus poemas de la inmovilidad de la página y hagamos con ellos una nube de palabras, de sonidos, de música, que atraviese el mar Atlántico (las palabras, los sonidos, la música de Benedetti) y se detenga, como una orquesta protectora, delante de la ventana que está prohibido abrir, acunándole el sueño y haciéndolo sonreír al despertar. A los médicos algo se les debe, reconozcámoslo, pero nosotros, todos los que alrededor del mundo hemos dado nuestra contribución personal, juntando poemas de Benedetti a los poemas de Benedetti, también hemos tenido parte en el trabajo. Mario Benedetti está mejor. Leamos entonces un poema suyo.

Día 5

Santo de casa

El refrán dice que santos de casa no hacen milagros, salvo que la iglesia acabe un día afirmando lo contrario, que sí señor, sí los hacen, la dificultad está en documentarlos, en reunir testimonios suficientes y creer en su fiabilidad. A lo que parece, Nuno Álvares Pereira, hasta hace poco tiempo Beato de Santa María para la Iglesia católica, hizo un milagro en vida, uno solo, pero más que suficiente para elevarlo a la suprema dignidad de los altares, como acaba ahora mismo de decidir el papa Ratzinger, para el que, por la muestra, cualquier milagro sirve. A una mujer que estaba friendo pescado (¿sería pescado?) le saltó una gotita de aceite hirviendo en un ojo, causándole una llaga, una úlcera o algo de este jaez, con sufrimiento y riesgo de perder la visión de dicho ojo. La mujer invocó el auxilio del Beato de Santa María y la herida no tardó en cicatrizar. Eso es lo que puede deducirse de las informaciones recogidas por la comisión del Vaticano encargada de averiguar la limpieza de las candidaturas. Resultado, tenemos un santo portugués más en la estadística del cielo.Nuno Álvares Pereira, el Condestable, fue siempre una piedra básica en la educación de los portugueses, sobre todo en los cursos primarios de la escuela, en los que se forjaban el espíritu cívico y el sentimiento patriótico de los futuros ciudadanos. Buenos tiempos aquellos. Guerrero invencible (recordemos Atoleiros y Aljubarrota), espejo de virtudes, ejemplo sublime de dedicación a la patria y de fidelidad absoluta a su rey, un Portugal todo hecho de Nunos Álvares sería el asombro del universo, no tendríamos que esperar el Quinto Imperio anunciado por el Padre Antonio Vieira ni el cumplimiento de las profecías del zapatero Bandarra. Hay sin embargo en la vida de este varón impoluto una mancha impagable sobre la que piadosamente solemos pasar de largo cuando simplemente no nos desviamos. Nuno Álvares Pereira era un hombre rico, riquísimo. Gracias a la liberalidad y a la gratitud de don João I por los servicios prestados, fue acumulando bienes y dominios a lo largo de la vida, hasta el punto de poseer más tierras que cualquier otro hidalgo de su tiempo, incluida, por extraordinario que parezca, la propia casa real. Duró esto hasta el día en que don João I comprendió que por esa vía iba a quedarse sin país. De ser hoy lo habrían expropiado, pero entonces no encontró mejor solución que comprar lo que había dado, a Nuno Álvares Pereira, sí, pero también, a Martim Vasques da Cunha, João Fernandes Pacheco, al hermano de éste, Lobo Fernandes, Egas Coelho, João Gomes da Silva y otros. Fue notoria la contrariedad del Condestable. Habiendo ido a Estremoz mandó llamar, como cuenta Fernão Lopes, «a algunas gentes, tanto aquellos que en la guerra le sirvieron como a otros criados y amigos, y ahí se reunió un gran número de ellos, con los que el Conde habló, diciendo que el Rey quería por su servicio quitarle parte de las tierras que le fueron dadas, razón por la cual él no podía soportar cómo su honra perdía con las que hubiera de quedarse: y que por eso se quería ir fuera del reino a buscarse la vida, aunque guardaría siempre el servicio al Rey…». La idea no prosperó, la sangre no llegó al río, Nuno Álvares Pereira no salió de Portugal, pero para la Historia quedó un misterio: ¿en qué estaba pensando el Condestable cuando dijo que, incluso en la «emigración» (¿dónde?, ¿para qué?, ¿con quién?), guardaría siempre el servicio al Rey? Fernão Lopes nada más nos dijo y, a pesar de todo, nos repugna la idea de que Nuno Álvares fuese a ofrecer pleitesía al rey de Castilla… En cualquier caso, hay algo sospechoso en el hecho de que el papa, al anunciar la canonización, dijera Nuno Álvarez…

Día 7

Hombre nuevo

Culturalmente, es más fácil movilizar a los hombres para la guerra que para la paz. A lo largo de la historia, la Humanidad siempre ha sido inducida a considerar la guerra como el medio más eficaz para la resolución de conflictos, y siempre los que gobiernan se han servido de los breves intervalos de paz para preparar las guerras futuras. También siempre las guerras se declaran en nombre de la paz. Y siempre, para que mañana vivan pacíficamente los hijos, son sacrificados hoy los padres…Esto se dice, esto se escribe, esto se hace creer, ya que se sabe que el hombre, aunque históricamente educado para la guerra, transporta en su espíritu una permanente ansia de paz. Por eso ésta es usada tantas veces como medio de chantaje moral por quienes quieren la guerra: nadie osaría confesar que hace la guerra por la guerra, se jura, sí, que se hace la guerra por la paz. Por eso todos los días y en todo el mundo sigue siendo posible que salgan hombres hacia la guerra, sigue siendo posible que la guerra los destruya en sus propias casas.Hablemos de cultura. Quizá fuera más claro si hablara de revolución cultural, aunque sepamos que se trata de una expresión desgastada, muchas veces perdida en proyectos que la desnaturalizan, consumida en contradicciones, extraviada en aventuras que acabaron sirviendo a intereses que le eran radicalmente contrarios. Sin embargo, esas propuestas no siempre fueron vanas. Se abrieron espacios, se ampliaron horizontes, aunque me parezca que ya es más que hora de entender y proclamar que la única revolución realmente digna de tal nombre sería la revolución de la paz, esa que transformaría al hombre entrenado para la guerra en hombre educado para la paz, porque para la paz habría sido educado. Ésa, sí, sería la gran revolución mental, y por tanto cultural, de la Humanidad. Ése sería, finalmente, el tan aireado hombre nuevo.

Día 8

La feria

Este año no iré a la Feria del Libro de Lisboa. Que no es como la de Frankfurt, o la de Guadalajara, en México, ni siquiera como la de Madrid, pero es la nuestra y está en un lugar bonito, donde antes había una colina y ahora menos, porque la furia urbanística ha reducido los relieves, pero aun así se ve el río al fondo, y hay una bella imagen de la ciudad pombalina, la que iba a ser moderna y racional y lo fue, basta pasear por ella para ver que la razón estuvo presente cuando se diseñó, aunque luego vinieran otros que prefirieron el obscurantismo a las luces y casi la finiquitaran.Me dicen que hace buen tiempo y que la Feria este año está más animada, como si por esos mundos no se labraran cosas terribles, crisis, pobreza, depresión. Dicen que en épocas de crisis se lee más, y parece que los contables revalidan esta afirmación. A mí me gusta pensar que en épocas de crisis la gente quiere saber por qué llegamos a esto y se acercan a los libros como si éstos fuesen fuentes de agua fresca y los lectores personas sedientas.Me gusta la Feria del Libro. Me gusta estar horas sentado firmando ejemplares de amigos que llegan con un recado, por lo general discreto. Me gusta levantar los ojos y ver a las personas circulando entre las casetas, tal vez buscando al ser humano que los libros llevan dentro. Me gusta el calor de la primera parte de la tarde y la frescura que vendrá después, siento que cierto lirismo me recorre el cuerpo, a mí que no soy lírico, sino sentimental. Y pienso que los libros son buenos para la salud, y también para el espíritu, y que nos permiten ser poetas o ser científicos, y entender de estrellas o encontrarlas en el interior de la voluntad de ciertos personajes, esos que a veces, algunas tardes, se escapan de las páginas y se pasean entre los humanos, tal vez más humanos que ellos.Siento mucho no poder estar este año en Lisboa, en la Feria del Libro.

Día 11

Torturas

Que yo sepa (y sé muy poco) ningún animal tortura a otro animal y menos a un semejante suyo. Es cierto que se dice que el gato siente placer, y se divierte a lo grande, atormentando al ratón que acaba de caer en sus garras y que sólo devorará después de haberle molido bien las carnes en una forma particular de maceración, pero los entendidos en estas materias (no sé si los entendidos en gatos o en ratones) afirman que el felino, como un finísimo gourmet siempre en busca de las cinco estrellas cinco, está simplemente mejorando el sabor del manjar a partir de una inevitable ruptura de la vesícula biliar del roedor. Siendo la naturaleza tan varia y diversa, todo es posible. Menos diversa y varia, al contrario de lo que generalmente se cree, es la naturaleza humana. Torturó en el pasado, tortura hoy y, no nos queden dudas, continuará torturando en todos los tiempos futuros, comenzando por los animales, a todos, estén domesticados o no, y terminando por su propia especie, con cuyas agonías especialmente se deleita.Para quienes se empeñan en la existencia de algo a lo que, con los ojos en blanco, se atreven a llamar bondad humana, la lección es dura y muy capaz de hacerles perder algunas de sus queridas ilusiones. Acaba de exponerse al conocimiento de la opinión pública uno de los más demenciales casos de tortura que podríamos imaginar. El torturador es un hermano del emir de Abu Dabi y presidente de los Emiratos Árabes Unidos, uno de los países más ricos del mundo, gran exportador de petróleo. El infeliz torturado era un comerciante afgano acusado de haber perdido un cargamento de cereales valorado en cuatro mil euros que el jeque Al Nahyan (éste es el nombre de la bestia) había adquirido.Lo que pasó se cuenta en pocas palabras, aunque un relato completo exigiría un libro de muchas páginas. La grabación del vídeo, de cuarenta y cinco minutos, muestra a un hombre de chilaba blanca golpeando los testículos de la víctima con un aguijón eléctrico, de esos que se usan para arrear al ganado, que después le introduce en el ano. A continuación le vierte sobre los testículos el contenido de un encendedor y le prende fuego, echando luego sal sobre la carne quemada. Para rematar, atropella varias veces al desgraciado con un coche todoterreno. En el vídeo se pueden oír los huesos partiéndose. Como se ve, un simple capítulo más de la ilimitada crueldad humana.Si Alá no se ocupa de su gente, esto acabará mal. Ya teníamos la Biblia como manual para el perfecto criminal, ahora le toca el turno al Corán, con el que el jeque Al Nahyan reza todos los días.

Día 12

El valor

Patricia Kolesnicov es periodista y argentina, más periodista que argentina en mi opinión, pero esto es sólo una pequeña idea de literato, colocar la profesión antes que la nacionalidad como si estuviera substituyendo un mundo por otro. Hace años le apareció un cáncer de mama al que se enfrentó con el valor del que sólo una mujer es capaz. No lo digo para quedar bien, para ganar indulgencias entre la otra mitad de la humanidad. Si lo digo es simplemente porque lo pienso: ante el dolor, ante el sufrimiento, ellas son mucho más valientes que nosotros. El niño que llora y se queja por haberse desollado una rodilla sigue existiendo en el hombre aunque hayan pasado muchos años, y cuantos más pasen, más se notará esa presencia. La mujer le puso un decidido chupete en la boca y, si no consiguió callarlo del todo, al menos le aplicó sordina a sus lamentos, que los hará relativamente soportables ante oídos y sensibilidades ajenas. El hombre exhibe, la mujer no quiere que se note.Cuando el cáncer fue vencido, Patricia escribió un libro al que le dio el título de Biografía de mi cáncer. No me gustó y se lo dije, pero ella no me hizo caso. El libro (publicado también en Portugal, en la editorial Caminho) traza sin complacencias un recorrido durísimo y, tal vez para honrar la palabra de quienes afirman que existe un humor judío particular (Patricia es judía), el relato, que en otras manos sería grave, inquietante, incluso asustador, despierta frecuentemente en nosotros una sonrisa cómplice, una súbita risa, una irreprimible carcajada. Con un poco más Patricia Kolesnicov se nos mostraría maestra de la paradoja y del más negro de los humores.Patricia acaba de recuperar los derechos sobre su obra y no se le ha ocurrido mejor idea que ponerla en Internet para uso, disfrute y lección de todo el mundo. Léanla y agradézcanselo. Y, ya puestos, agradézcanmelo también a mí que soy su amigo y he escrito estas palabras justas, mínimas para lo que ella merece, y que otros (sus lectores) harán crecer a través del respeto y de la admiración. Por su valor.

Día 13

Corrupción a la inglesa

Se lee y no se cree. Dan ganas de promover urgentemente una subscripción pública capaz de reunir unas cuantas monedas para ayudar a los diputados ingleses, tanto laboristas como conservadores, a ver si llegan a fin de mes con algunas libras en el bolsillo. Apetece exclamar: «Imperio británico, quién te ha visto y quién te ve». Dueños de la mitad del mundo en un pasado no tan distante, ahora les falta poco para bajar a la calle y extender la mano a la caridad de los electores. No es que no tengan lo suficiente para comer. Por lo menos, a lo que se sabe, no hay noticia de que algún diputado o diputada se haya desmayado durante un discurso. La cosa todavía no ha llegado hasta ahí. Pero ¿qué podemos decir de la diputada Cheryl Gillan, que pasó a la cuenta del Estado la importancia de 87 céntimos de euro por la compra de dos latas de comida para perros? ¿O del diputado David Willetts, que llamó a un trabajador para que le cambiara 25 bombillas en su casa, pagando el Estado el trabajo? ¿O Alan Duncan, que reformó el jardín a costa del contribuyente? La lista de casos es larguísima.El escándalo en Gran Bretaña está alcanzando tales proporciones que el primer ministro Gordon Brown se ha visto obligado a pedir disculpas en nombre de la clase política del país, incluidos los partidos, todos ellos, ante el gravísimo descrédito que está sufriendo la reputación de los políticos que abusan del dinero público para cubrir sus gastos como diputados. Realmente hay que hacer algo para poner fin a esta vergüenza, en la que no es difícil encontrar señales de farsa. A mí se me ha ocurrido una idea: contratar un nuevo Robin Hood, uno que robe a los pobres para que no les falte dinero a los representantes de la nación en sus gastos menudos, que en muchos casos de menudos no tienen nada, como en el de David Cameron, leader de los conservadores, que mandó a la cuenta del Estado 92.000 euros empleados en su segunda residencia. Créanme, la solución está a la vista. A Robin Hood no le falta experiencia y de momento todavía tiene buena reputación.

Día 14

Sofía Gandarias

A la pregunta angustiada, aunque cargada de fácil retórica, que el papa lanzó en Auschwitz para sorpresa y escándalo del mundo creyente: «¿Dónde estaba Dios?», sigue esta gran exposición de Sofía Gandarias, que responde con sencillez: «Dios no está aquí». Es evidente que Dios no ha leído a Kafka y, por lo visto, Ratzinger tampoco. Ni siquiera han leído a Primo Levi, que está más cerca de nuestro tiempo y nunca se ha servido de alegorías para describir el horror. Si se me permite la osadía, le aconsejaría al papa que visitase, con tiempo y ojos de ver, esta exposición de Sofía, que escuchase con atención las explicaciones que le fuera ofreciendo una pintora que, sabiendo mucho del arte que cultiva, mucho sabe también del mundo y de la vida que en él hemos hecho los que creen y los que no creen, los que esperan y los que desesperan, y los otros, los que hicieron Auschwitz y los que preguntan dónde estaba Dios. Más nos valdría que nos preguntásemos dónde estamos nosotros, qué enfermedad incurable es esta que no nos deja inventar una vida diferente, con dioses, si así lo quieren, aunque sin ninguna obligación de creer en ellos. La única y auténtica libertad del ser humano es la del espíritu, un espíritu no contaminado por creencias irracionales y por supersticiones tal vez poéticas en algún caso, pero que deforman la percepción de la realidad y deberían ofender la razón más elemental.Me acompaña la obra de Sofía Gandarias desde hace años. Me asombra su capacidad de trabajo, la fuerza de su vocación, la maestría con que transfiere a la tela las visiones de su mundo interior, la relación casi orgánica que mantiene con el color y con el dibujo. Sofía Gandarias es, toda ella, memoria. Memoria de sí misma, en primer lugar, como cualquiera de nosotros, y también memoria de lo que ha vivido y de lo que ha aprendido, memoria de todo lo que ha interiorizado como algo propio, memoria de Kafka, de Primo Levi, de Roa Bastos, de Borges, de Rilke, de Brecht, de Hannah Arendt, de cuantos, por decirlo en una sola palabra, se han asomado al pozo del alma humana y han sentido ese vértigo.

Nota: Texto para la exposición Kafka, el visionario, de Sofía Gandarias, que podrá visitarse en la Haus am Kleistpark de Berlín desde el 28 de este mes.

Día 15

¿Hasta cuándo?

Hará unos dos mil cincuenta años, día más día menos, a esta hora o a otra, estaba el bueno de Cicerón clamando su indignación en el senado romano o en el foro: «¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?», le preguntaba una y otra vez al bellaco conspirador que había querido matarlo y hacerse con un poder al que no tenía ningún derecho. La Historia es tan pródiga, tan generosa, que además de darnos excelentes lecciones sobre la actualidad de ciertos acontecimientos de otrora, también nos lega, para nuestro gobierno, unas cuantas palabras, unas cuantas frases que, por esta o aquella razón, acaban echando raíces en la memoria de los pueblos. La frase que dejé más arriba, fresca, vibrante, como si acabara de ser pronunciada en este instante, es sin duda una de ésas. Cicerón fue un gran orador, un tribuno de enormes recursos, pero es interesante observar cómo, en este caso, prefirió utilizar términos de los más comunes, que podrían haber salido de la boca de una madre que reprende a un hijo inquieto. Con la enorme diferencia de que aquel hijo de Roma, el tal Catilina, era un mequetrefe de la peor especie, ya sea como hombre o como político.La Historia de Italia sorprende a cualquiera. Es un extensísimo rosario de genios, ya sean pintores, escultores o arquitectos, músicos o filósofos, escritores o poetas, iluminadores o artífices, un no acabar de gente sublime que representa lo mejor que la humanidad ha pensado, imaginado, hecho. Nunca le faltarán catilinas de mayor o menor envergadura, pero de eso ningún país está exento, es lepra que a todos nos toca. El Catilina de hoy, en Italia, se llama Berlusconi. No necesita asaltar el poder porque ya es suyo, tiene suficiente dinero para comprar todos los cómplices que sean necesarios, incluyendo jueces, diputados y senadores. Ha conseguido la proeza de dividir a la población de Italia en dos partes: aquellos a los que les gustaría ser como él y los que ya lo son. Ahora promueve la aprobación de leyes absolutamente discriminatorias contra la emigración ilegal, saca patrullas de ciudadanos para colaborar con la policía en la represión física de los emigrantes sin papeles y, colmo de los colmos, prohíbe que los niños de padres emigrantes sean inscritos en el registro civil. Catilina, el Catilina histórico, no lo haría mejor.Dije antes que la Historia de Italia sorprende a cualquiera. Sorprende, por ejemplo, que ninguna voz italiana (al menos que yo sepa) haya retomado, con una ligera adaptación, las palabras de Cicerón: «¿Hasta cuándo, Berlusconi, abusarás de nuestra paciencia?». Experiméntese, puede ocurrir que dé resultado y que, por esta u otra razón, Italia vuelva a sorprendernos.

Día 18

Charlot

Una de estas últimas noches he visto en televisión algunas películas antiguas de Chaplin, a saber, dos o tres episodios en las trincheras de la Primera Guerra Mundial y un filme más extenso, El peregrino, en el que retoma, con menos felicidad que en otros casos, el tema recurrente de un Chaplin sin culpa perseguido por la policía. No sonreí ni una sola vez. Sorprendido conmigo mismo, como si hubiese faltado a un juramento solemne, me tomé el trabajo de intentar recordar, tanto cuanto es posible ochenta años después, qué risas, qué carcajadas me hizo soltar Charlot en los dos cines populares de Lisboa que frecuentaba cuando tenía seis o siete años. No conseguí acordarme de mucho. Mis ídolos en esa época eran dos cómicos daneses, Pat y Patachon, que ésos, sí, eran, para mí, auténticos campeones de la carcajada. Seguí reflexionando para mis adentros, siempre los adentros son buenos consejeros porque en principio no mudan de casa ni de opinión, y llegué a la inesperada conclusión de que Chaplin, finalmente, no es un cómico, sino un trágico. Obsérvese lo triste que es todo, todo es melancólico en sus películas. La propia máscara chaplinesca, toda ella en blanco y negro, piel de yeso, cejas, bigote, ojos como gotas de alquitrán, es una máscara que no desentonaría nada al lado de las representaciones plásticas clásicas del actor trágico. Y hay más. La sonrisa de Chaplin no es una sonrisa feliz; al contrario, me aventuro a decir, sabiendo a lo que me arriesgo, que es tan inquietante que quedaría bien en la boca de cualquier drácula. Si yo fuera mujer, huiría de un hombre que me sonriese así. Esos incisivos, demasiado grandes, demasiado regulares, demasiado blancos, asustan. Son una mueca en el encuadre rígido de los labios. Sé de antemano que poquísimos estarán de acuerdo conmigo. El caso es que, una vez que se decidió que Chaplin era un actor cómico, nadie le mira a la cara. Créanme lo que les digo. Mírenlo de frente sin ideas preconcebidas, observen esas facciones una a una, olviden por un momento la danza de los piececitos, y díganme después qué han visto. Chaplin se pasaría todas sus películas llorando si pudiese.

Día 19

Poetas y poesía

No será con todos ni será siempre, pero a veces ocurre lo que estamos viendo estos días: que, porque ha muerto un poeta, aparecen en todo el mundo lectores de poesía que se declaran devotos de Mario Benedetti, que necesitan un poema que exprese su desconsuelo y tal vez también para recordar un pasado en que la poesía tuvo un lugar permanente, cuando hoy es la economía la que nos impide dormir. Así, vemos que de repente se establece un tráfico de poesía que habrá dejado perplejos a los medidores oficiales, porque de un continente a otro saltan mensajes extraños, de factura original, líneas cortas que parecen decir más de lo que a primera vista se cree. Los descifradores de códigos no dan abasto, demasiados enigmas para descodificar, demasiados abrazos y demasiada música acompañando sentimientos que son demasiados: el mundo no podría soportar muchos días esta intensidad emocional, pero tampoco, sin la poesía que hoy se expresa, seríamos enteramente humanos. Y esto, en pocas líneas, es lo que está sucediendo: murió Mario Benedetti en Montevideo y el planeta se hizo pequeño para albergar la emoción de las personas. De súbito los libros se abrieron y comenzaron a expandirse en versos, versos de despedida, versos de militancia, versos de amor, las constantes de la vida de Benedetti, junto a su patria, sus amigos, el fútbol y algunos boliches de trago largo y noches todavía más largas.Murió Benedetti, ese poeta que supo hacernos revivir nuestros momentos más íntimos y nuestras rabias menos ocultas. Si con sus poemas salimos a la calle -codo a codo somos mucho más que dos-, si leyendo Geografías, por ejemplo, aprendimos a amar a un país pequeño y a un continente grande, ahora, según las cartas que llegan a la Fundación, se recuperan momentos de amor que dieron sentido a tiempos pasados, y quién sabe si presentes. Eso también se lo debemos a Benedetti, el poeta que al morir hizo de nosotros herederos del bagaje de una vida fuera de lo común.

Tania y Mario: la libertad(Prólogo para el disco de Tania Libertad,La vida ese paréntesis)

No es verdad que en el mundo está todo descubierto. El mundo no es sólo la geografía con sus valles y montañas, sus ríos y sus lagos, sus planicies, los grandes mares, las ciudades y las calles, los desiertos que ven pasar el tiempo, el tiempo que nos ve pasar a todos. El mundo es también las voces humanas, ese milagro de la palabra que se repite todos los días, como una corona de sonidos viajando en el espacio. Muchas de esas voces cantan, algunas cantan verdaderamente. La primera vez que oí cantar a Tania Libertad tuve la revelación de las alturas de la emoción a que puede llevarnos una voz desnuda, sola delante del mundo, sin ningún instrumento que la acompañara. Tania cantaba a capela La paloma de Rafael Alberti, y cada nota acariciaba una cuerda de mi sensibilidad hasta el deslumbramiento.Ahora Tania Libertad canta a Mario Benedetti, ese gran poeta a quien tan bien le sentaría el nombre de Mario Libertad…Son dos voces humanas, profundamente humanas, que la música de la poesía y la poesía de la música han reunido. De él las palabras, de ella la voz.Oyéndolas estamos más cerca del mundo, más cerca de la libertad, más cerca de nosotros mismos.

Día 20

Un sueño

Nunca he visto a la persona en cuestión, nunca le he hablado, no tiene ni tuvo jamás lugar en el círculo de mis intereses, ya sean inmediatos, ya sean distantes, y, para que todo quede dicho en media docena de palabras, teniendo en cuenta los años pasados desde que oía o leía este nombre, ni siquiera sé si sigue vivo. Me refiero a un editor portugués, Domingos Barreira, que la noche pasada vino a visitarme en mi sueño. Es más, no llegué a verlo y, de haberlo visto, no sabría qué cara ponerle. Lo que él hizo fue enviarme a una secretaria con el aviso de que le gustaría encontrarse conmigo para conversar sobre cosas pasadas. Qué cosas pasadas eran ésas, ya me gustaría saberlo, porque, a pesar de que el encuentro quedó aplazado para el próximo fin de semana, no se habló del lugar. Y, como si eso fuese poco, me desperté, y, cuando desperté, la secretaria no estaba allí.Ahora, que vengan los doctores de la academia y me expliquen este sueño sin causa aparente ni motivo que lo justifique. Salvo si se me quiere aceptar la idea, mejor llamarla convicción, de que la enfermedad que hace un año y pico estuvo a punto de llevarme le dio una vuelta a mi cabeza, desordenando las memorias y volviendo a ordenarlas de otra manera, de modo que podría haber sido, también ella, la responsable de este insólito sueño. Desgraciadamente, se quedará sin respuesta la pregunta: «¿Por qué?». Paciencia, no se puede tener todo y los doctores de la academia sin duda tienen otras cosas que hacer que leer esta página.

Día 21

Soborno

Me había jurado a mí mismo no volver a escribir sobre este figurón en los próximos tiempos, pero, otra vez, la fuerza de los hechos puede más que mi voluntad. En este caso no se trata de misses, modelos y bailarinas elegidas a dedo (o con dedos) para el Parlamento Europeo, ni de joyas como regalo de aniversario a jóvenes ragazze poco más que adolescentes que tratan al primer ministro italiano de «papi», término que no sé exactamente lo que quiere decir (mi fuerte no es el italiano hablado por las lolitas de allí), aunque prometería mucho hasta para el menos atento de los exámenes. Tampoco se trata del pregonado divorcio del que, personalmente, dudo mucho que se acabe consumando porque los intereses materiales mutuos pesan y es grande el riesgo de que la comedia (si lo es) acabe en reconciliación y muchas horas de transmisión televisiva.Lo que me sacó de mi relativo sosiego en relación al padrone Berlusconi es una sentencia del Tribunal de Milán que condena al abogado británico David Mills a cuatro años y medio de prisión por corrupción en acto judicial. Se afirma en la sentencia que Berlusc (así me ha salido, así lo dejo) sobornó en 1997, nada menos que con 600.000 dólares, a dicho abogado y que éste incurrió en «falso testimonio» con el objetivo de «proporcionar impunidad a Berlusconi y al grupo Fininvest». La reacción de Berlusc fue típica: «Es una sentencia absolutamente escandalosa, contraria a la realidad». Y más: «Habrá recurso, habrá otro juez, y yo estoy tranquilo». El lector notará esa referencia a «otro juez» que, por lo menos así lo leo, no pasa de un acto fallido que me permitiré interpretar de esta manera: «Habrá otro juez, al que yo trataré de sobornar». Como sobornó a otros antes, añado.Me gustaría pensar que el fin de Berlusc se aproxima. Aunque para eso será necesario que el electorado italiano salga de su apatía, sea involuntaria o cómplice, y retome la frase de Cicerón que hace unos días recordaba. Que una vez digan y se oiga en todo el mundo: «Demasiado abusaste de nosotros, Berlusc, la puerta está allí, desaparece». Y si esa puerta es la de la prisión, entonces podremos decir que se habrá hecho justicia. Finalmente.

Día 22

Mayores

En portugués diríamos personas de edad. En un caso y en otro se trata de eufemismos para huir de la aborrecida palabra «viejos», que pudiendo y debiendo ser tomada como una afirmación vital («Viví y estoy vivo»), es, con demasiada frecuencia, lanzada contra la cara del mayor como una especie de descalificación moral. Y, pese a todo, por lo menos en mi país, se usaba (¿se usará todavía?) una respuesta definitiva, fulminante, de esas que le tapan la boca al interlocutor: «Viejos son los trapos», respondían los viejos de mi tiempo a quienes se atrevían a llamarlos viejos. Y seguían con su trabajo, sin prestarle más atención a las voces del mundo. Viejos serían, claro, pero no inútiles, no incapaces de meter la subilla en el lugar adecuado del zapato o de guiar la reja del arado con el que anduviesen labrando. La vida tenía una cosa mala: era dura. Y tenía una cosa buena: era sencilla.Hoy sigue siendo dura, pero ha perdido la sencillez. Tal vez haya sido esta percepción, formulada así o de otra manera, la que hizo nacer la idea de crear una universidad para personas de edad en Castilla-La Mancha, esa que precisamente se llama Universidad para Mayores y de la que tengo el honor de ser patrono. Personas a quienes la edad obligó a dejar su trabajo, ¿qué hacer con ellas? Otras en las que la edad hizo nacer curiosidades que hasta entonces no habían experimentado, ¿qué hacer con ellas? La respuesta no se hizo esperar: crear una universidad para las generaciones con canas y arrugas en la cara, un lugar donde pudiesen estudiar y descubrir mundos del conocimiento ocultos o mal sabidos. Cada una de esas personas, cada una de esas mujeres, cada uno de esos hombres, puede decir cuando abre un libro o escribe la respuesta en un cuestionario: «No me he rendido». En ese momento un aura de juventud rediviva les cruza el rostro, en espíritu es como si estuviesen sentados al lado de los nietos, o fueran ellos quienes acudieran a sentarse al lado de sus mayores. El conocimiento une a cada uno consigo mismo y a todos con todos.Cualquier edad es buena para aprender. Mucho de lo que sé lo he aprendido ya en la edad madura y hoy, con ochenta y seis años, sigo aprendiendo con el mismo apetito. No frecuento la Universidad para Mayores Castilla-La Mancha (espero ir un día), pero comparto la alegría (diría incluso la felicidad) de los que allí estudian, esos a quienes me dirijo con estas palabras simples: Queridos Colegas.

Día 25

Historia de una flor