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Día 26
Armas
El negocio de las armas, sujeto a la legalidad más o menos flexible de cada país o simple y descarado contrabando, no está en crisis. Es decir, la tan hablada y sufrida crisis que viene destrozando física y moralmente a la población del planeta no toca a todos. Por todas partes, aquí, allí, los sin trabajo se cuentan por millones, todos los días millares de empresas se declaran en quiebra y cierran las puertas, pero no consta que ni un solo obrero de una fábrica de armas haya sido despedido. Trabajar en una fábrica de armas es un seguro de vida. Ya sabemos que los ejércitos necesitan armarse, sustituir por armas nuevas y más mortíferas (de eso se trata) los antiguos arsenales que tuvieron en su tiempo pero ya no satisfacen las necesidades de la vida moderna. Así, parece evidente que los gobiernos de los países exportadores deberían controlar severamente la producción y la comercialización de las armas que fabrican. Ocurre, sin embargo, que unos no lo hacen y otros miran a otro lado. Hablo de gobiernos porque es difícil creer que, siguiendo el modelo de las instalaciones industriales más o menos ocultas que abastecen el narcotráfico, existan en el mundo fábricas clandestinas de armamento. Así pues, no hay una sola pistola que, por decirlo así, no esté tácitamente certificada con el respectivo, aunque invisible, sello oficial. Cuando en un continente como el sudamericano, por ejemplo, se calcula que hay más de ochenta millones de armas, es imposible no pensar en la complicidad mal disimulada de los gobiernos, tanto de los exportadores como de los importadores. Se dice que la culpa, por lo menos en parte, es del contrabando a gran escala, olvidando que para hacer contrabando de algo es condición sine qua non que ese algo exista. La nada no es materia de contrabando.Toda la vida he estado a la espera de ver una huelga de brazos caídos en una fábrica de armamento, inútilmente esperé, porque tal prodigio nunca ocurrió ni ocurrirá. Y era ésa mi pobre y única esperanza de que la humanidad todavía fuese capaz de mudar de camino, de rumbo, de destino.
Día 27
Música
Ayer fueron armas, hoy son notas de música. Luego avanzamos. La idea, según creo haber entendido, fue de la Fundación Calouste Gulbenkian y luego se sumaron el Ayuntamiento de Amadora y el Conservatorio Nacional. Se trataba de reunir a niños que vivieran en barrios degradados y enseñarles música y a tocar un instrumento. El propósito no era original, baste recordar la reciente revelación de la orquesta juvenil de Venezuela, ahora conocida en todo el mundo, pero si hubiera sido un error de partida seguir o imitar una idea mala, nociva, de alguna manera perjudicial, ésta valdría su peso en oro en caso de que una idea tan rica de contenido pudiese ser pesada. Acabo de ver un vídeo en el que se presentan unos cuantos niños, de color la mayor parte, rodeados de instrumentos en los que ni en sueños habrían puesto alguna vez las manos, manejando arcos y llaves con una facilidad para mí asombrosa, y fue inevitable que recordara el tiempo, no mucho, en que frecuenté la Academia de Amadores de Música, donde no hice más que balbucear unos vagos solfeos y tropezar con los dedos en el teclado de un piano. (Mi futuro no estaba allí.) E incluso aunque el futuro de todas esas criaturas no acabe siendo la música, tengo la seguridad de que nunca olvidarán las horas pasadas en la sala de ensayos y menos aún, creo, los caminos para llegar hasta allí, cargando ellos mismos con las fundas de sus instrumentos, pequeñas si son para una flauta, manejables si contienen un violín, menos cómodas si de un violonchelo se trata. La gravedad de esos rostros, también cuando la boca se les entreabría en sonrisas, la luz de aquellas miradas, la ponderación con que respondían a las preguntas, me confirmaron una vieja idea, la de que la felicidad es una cosa muy seria. Compenetrados, atentísimos, ensayaban unos cuantos compases de la Novena de Beethoven. Creo que los que lean estas páginas estarán de acuerdo conmigo si les digo que es un buen principio de vida.
Día 28
¿Manos limpias?
Baltasar Garzón es una de las personas con más peso específico que ha producido la sociedad española en la segunda mitad del siglo XX. Al juez Garzón le debemos algunos de los momentos más luminosamente democráticos que hemos conocido: el procesamiento del general Pinochet y la investigación contra los crímenes de la guerra y del franquismo. En este segundo caso, Garzón consideraba que Franco y otros cuarenta y cuatro miembros de sus gobiernos y de la Falange cometieron «delitos contra Altos Organismos de la Nación» y también de «detención ilegal con desaparición forzada de personas en un marco de crímenes contra la humanidad». Pues bien, la investigación contra estos crímenes ha exasperado a los franquistas, que en España todavía los hay, hasta el punto de querellarse contra Garzón, al que acusan de prevaricar porque inició procesos, dicen, a sabiendas de que los responsables estaban muertos. Firma la querella un tal Bernard, antiguo mandamás de Fuerza Nueva, grupo ultraderechista muy activo en la represión de antifranquistas, y actual presidente de una asociación sindical que cínicamente dice «defender» el Estado de Derecho y que copió el nombre de la italiana Manos Limpias, de inolvidable recuerdo.¿Qué ha hecho Baltasar Garzón? Fuera de las asociaciones judiciales, con sus rencillas y enfrentamientos, fuera de la furia política que sienten los franquistas contra las iniciativas que adopte la sociedad para limpiarse de la dictadura, lo que vemos es una actuación que introduce el sentido común en los tribunales. Hay un juez valiente que en vez de enredarse en leyes para justificar silencios y omisiones busca los resquicios que las leyes permiten para que a las víctimas de la guerra y del franquismo se les reconozcan derechos y se esclarezca su memoria. Garzón entendió que tenían derecho a recuperar los cuerpos enterrados en fosas comunes, o a saber dónde están los entonces niños que fueron separados con violencia de sus familias, por eso puso en marcha un proceso que luego se ha seguido en otras instancias, pero él fue el precursor y eso no se perdona. Lo terrible, lo incomprensible, es que los herederos del franquismo hayan encontrado eco en el Tribunal Supremo de España, donde Garzón tendrá que declarar como imputado por la causa contra el franquismo. Dice el Supremo que «sin valorar ni prejuzgar lo sucedido, entiende que no se dan las condiciones para rechazar la admisión a trámite de esta querella», que la hipótesis de prevaricación no es ni absurda ni irracional. Eso es lo que dicen cinco magistrados, cinco, del Supremo. A ver ahora qué dice la sociedad española, siempre tan apasionada cuando de defender causas justas se trata. ¿Dejará, sin hacer oír su voz, que Fuerza Nueva, perdón, Manos Limpias, use y abuse del Derecho? ¿Permitirá, sin protestas, que conceptos como Estado de Derecho, por el que tanto lucharon los antifranquistas, sean utilizados contra las víctimas, para que una vez más queden en el olvido? Ya no se trata de Garzón, de cuya amistad me honro, sino de que no nos tomen el pelo. Prevaricar no es actuar para ensanchar el Derecho, prevaricar es no haber actuado antes. Y mofarse de la justicia es aceptar como normal que los franquistas vengan a dar lecciones de escrúpulo democrático.
Día 29
Desencanto
Todos los días desaparecen especies animales y vegetales, idiomas, oficios. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Cada día hay una minoría que sabe más y una mayoría que sabe menos. La ignorancia se expande de forma aterradora. Tenemos un gravísimo problema en la redistribución de la riqueza. La explotación ha llegado a extremos diabólicos. Las multinacionales dominan el mundo. No sé si son las sombras o las imágenes las que nos ocultan la realidad. Podemos discutir sobre el tema infinitamente, lo cierto es que hemos perdido capacidad crítica para analizar lo que pasa en el mundo. De ahí que parezca que estamos encerrados en la caverna de Platón. Abandonamos nuestra responsabilidad de pensar, de actuar. Nos convertimos en seres inertes sin la capacidad de indignación, de inconformismo y de protesta que nos caracterizó durante muchos años. Estamos llegando al fin de una civilización y no me gusta la que se anuncia. El neoliberalismo, en mi opinión, es un nuevo totalitarismo disfrazado de democracia, de la que no se mantienen nada más que las apariencias. El centro comercial es el símbolo de ese nuevo mundo. Pero hay otro pequeño mundo que desaparece, el de las pequeñas industrias y de la artesanía. Está claro que todo tiene que morir, pero hay gente que, mientras vive, tiende a construir su propia felicidad, y ésos son eliminados. Pierden la batalla por la supervivencia, no soportan vivir según las reglas del sistema. Se van como vencidos, pero con la dignidad intacta, simplemente diciendo que se retiran porque no quieren este mundo.
Junio de 2009
Día 1
Bronce
Ahí estoy, sentado en medio de la plaza, con un libro en la mano, viendo a la gente que pasa. Me hicieron un poco mayor que el tamaño natural, supongo que para que se me vea mejor. No sé cuántos años estaré allí. Siempre he dicho que el destino de las estatuas es acabar siendo retiradas, pero, en este caso, quiero imaginar que me dejarán en paz, alguien que en paz doblemente regresó a su tierra, como la persona que es y, a partir de ahora, como el bronce que pasó también a ser. Aunque mi imaginación algunas veces me haya hecho caer en los delirios más absurdos, nunca osó admitir que un día me erigirían una estatua en la tierra donde nací. ¿Qué he hecho para que esto sucediese? Escribí unos cuantos libros, llevé conmigo, por todo el mundo, el nombre de Azinhaga y, sobre todo, nunca olvidé a los que me engendraron y educaron: mis abuelos y mis padres. De ellos hablé en Estocolmo ante una asistencia ilustrada y fui comprendido. Lo que vemos de un árbol es sólo una parte, importante, sin duda, que nada sería sin sus raíces. Las mías, las biológicas, se llaman Josefa y Jerónimo, José y Piedade, pero hay otras que son sitios, lugares, Casalinho y Divisões, Cabo das Casas y Almonda, Tajo y Rabo dos Cágados, se llaman también olivos, sauces, chopos y nogales, balsas navegando en el río, higueras cargadas de frutos, cerdos que eran llevados a pastar, y algunos que, todavía lechones, dormían en la cama con mis abuelos para que no murieran de frío. De todo esto estoy hecho, todo esto entró en la composición del bronce en que me han transformado. Pero, atención, no hubo generación espontánea. Sin la voluntad, el esfuerzo y la tenacidad de Vitor Guia y de José Miguel Correia Noras la estatua no estaría allí. Con la más profunda gratitud les dejo aquí un abrazo, extensivo a todo el pueblo de Azinhaga, a cuyo cuidado entrego ese otro hijo que soy.
Día 2
Marcos Ana
Hay personas que parecen no pertenecer al mundo y al tiempo en que viven. Marcos Ana es una de esas personas. Como tantos de su generación, arrastrados a las prisiones del fascismo español, sufrió lo indecible en el cuerpo y en el espíritu, escapó in extremis a dos condenas a muerte, es, en el mayor sentido de la expresión, un superviviente. La prisión no pudo nada contra él, y fueron veintitrés los años que estuvo privado de libertad. El libro que acaba de presentar en Portugal es el relato simultáneamente objetivo y apasionado de ese tiempo negro. El título de las memorias, Decidme cómo es un árbol, no podría ser más significativo. Con el tiempo, la dura realidad de la prisión acaba sobreponiéndose a la realidad exterior, diluyéndola en una imprecisa neblina que es necesario expulsar de la mente cada día que pasa para no perder la seguridad en uno mismo, por más frágil que se torne. Marcos Ana no sólo se salvó a sí mismo, salvó también a muchos de sus compañeros de cárcel, transmitiéndoles ánimo, solucionando problemas y conflictos, como un juez de paz de nueva especie. Firme en sus convicciones políticas, pero sin permitir que su juicio crítico sea afectado, Marcos Ana transmite a aquel que se le aproxima un irreprimible sentimiento de esperanza, como si pensáramos: «Si él es así, yo también puedo serlo». Recuperada la libertad, no se quedó en casa para descansar. Volvió a la lucha política, con riesgo de ser nuevamente encarcelado, y dio inicio a un notable trabajo de asistencia y ayuda a los que continuaban en prisión. En España, unos cuantos amigos y admiradores de su singular personalidad (el premio Nobel Wole Soyinka es uno de ellos) lo presentamos como candidato al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Nada sería más justo. Y más necesario para mostrarle al pueblo español que la memoria histórica sigue viva.
Día 3
Viajes
Llegamos de Lanzarote el último sábado, con escala en Sevilla, y después por carretera hasta Lisboa. El domingo, como expliqué, fuimos a Azinhaga por aquello de la estatua que allí colocaron. El plátano de enfrente de la casa es un auténtico esplendor, una gama de verdes riquísima que atrae a una demorada contemplación y me hace pensar: «No mudes, déjate ser como eres». Inútil deseo, vendrá el verano con sus calores, el otoño con el primer frío, y las hojas caerán, el esplendor se apagará, el árbol se adormecerá hasta que la nueva primavera venga a tomar el lugar de esta que está terminando.Estos pensamientos sin ninguna originalidad me hicieron recordar el último y breve capítulo de Viaje a Portugal, que, oso pensar, alguna originalidad sí habrá tenido. Y pensé que no estaría mal traerlo aquí, cuando estamos a punto de partir otra vez, ahora a La Coruña. Ahí va, para quien le interese:«El viaje no acaba nunca. Sólo los viajeros acaban. E incluso éstos pueden prolongarse en memoria, en recuerdo, en narrativa. Cuando el viajero se sentó en la arena de la playa y dijo: “No hay nada más que ver”, sabía que no era así. El fin del viaje es simplemente el comienzo de otro. Es necesario ver lo que no ha sido visto, ver otra vez lo que ya se vio, ver en primavera lo que se vio en verano, ver de día lo que se vio de noche, con sol donde antes la lluvia caía, ver el trigo verde, el fruto maduro, la piedra que cambió de lugar, la sombra que aquí no estaba. Es preciso volver a los pasos que fueron dados, para repetirlos, y para trazar caminos nuevos a su lado. Es preciso recomenzar el viaje. Siempre. El viajero vuelve ya.» Así es. Así sea.
Día 4
Laicismo
Anda viva la cuestión del laicismo, a mi modo de ver en términos no muy claros, porque parece que se quiere ignorar la cuestión fundamental que subyace al debate: creer o no creer en la existencia de un dios que, además de haber creado el universo y por tanto la especie humana, acabará siendo, al final de los tiempos, el juez de nuestros asuntos en la tierra, premiando las buenas acciones con la admisión en un paraíso donde los elegidos contemplarán la faz del Señor durante toda la eternidad, mientras, también durante toda la eternidad, los culpados de acciones malas arderán en el inextinguible fuego del infierno. Ese juicio final no será fácil, ni para dios ni para los que tendrán que rendir cuentas, pues no se conoce un solo caso de alguien que, en vida, haya cometido exclusivamente buenas acciones o malas acciones. Es propio del hombre la inconstancia en los propósitos y en los actos, siempre contradiciéndose de hora en hora. En medio de todo esto, el laicismo se me presenta más como una posición política determinada, aunque prudente, que como la emanación de una convicción profunda de la no existencia de dios y por tanto de la impertinencia lógica de las instituciones y de los instrumentos que pretenden imponer lo contrario en la consciencia de la gente. Se discute el laicismo porque, en el fondo, se teme discutir el ateísmo. Lo interesante del caso, sin embargo, es que la Iglesia católica, en su vieja tradición de ofender y sentirse ofendida, anda por ahí quejándose de ser víctima de un supuesto laicismo «agresivo», nueva categoría que le permite sublevarse contra el todo fingiendo sólo atacar la parte. La duplicidad siempre fue inseparable de las tácticas y de las estrategias diplomáticas y doctrinales de la curia romana.Sería de agradecer que la Iglesia católica apostólica romana dejase de meterse en lo que no es de su incumbencia, es decir, la vida civil y la vida privada de las personas. No debemos, sin embargo, sorprendernos. A la Iglesia católica le importa poco o nada el destino de las almas, su objetivo siempre ha sido controlar los cuerpos, y el laicismo es la primera puerta por donde comienzan a escapársele esos cuerpos, y de camino los espíritus, ya que unos no van sin los otros adondequiera que sea. La cuestión del laicismo no pasa, por tanto, de una primera escaramuza. La auténtica confrontación llegará cuando finalmente se enfrenten creencia y no creencia, yendo esta última a la lucha con su verdadero nombre: ateísmo. Lo demás son juegos de palabras.
Día 5
Carlos Casares
Carlos Casares, el escritor gallego que estos días me llevó a La Coruña, de donde acabo de regresar, murió en marzo de 2002. Pocos meses después, en septiembre del mismo año, se creaba la Fundación que lleva su nombre, que en el escaso tiempo transcurrido ha puesto en pie un extraordinario programa de actividad cultural en la región. He participado en una edición más de los Diálogos de Mariñán, la sexta, esta vez sobre los mecanismos de la memoria y su utilización en la creación literaria. Fue mi compañero en el diálogo el escritor Manuel Rivas, uno de los más importantes continuadores de los grandes nombres de la literatura gallega del pasado, como Torrente Ballester o Cunqueiro. El auditorio de la Fundación Caixa Galicia, donde se realizó la sesión, estaba lleno, el público interesadísimo todo el tiempo, y creo que Manuel Rivas y yo hicimos un buen trabajo, yendo más allá de una simple reflexión sobre la producción literaria de cada cual. La prueba fue que no reculamos ante asuntos tan espinosos como el de la memoria automática…En La Coruña hay tal vez media docena de fundaciones que son, como todo el mundo allí reconoce, los más activos y eficientes dinamizadores culturales de la ciudad y de los pueblos de alrededor. Mensualmente se cuentan por decenas las acciones que organizan, tanto en el campo de la literatura como en el de la música y de las artes plásticas. Sin olvidar el componente social, que no es menos importante. La población de La Coruña vive las fundaciones que tiene como algo indispensable para su formación cultural y cívica. También tenemos en Portugal fundaciones que, felizmente para ellas y para todos nosotros, gozan del favor del público. Aunque no faltan los ultramontanos empedernidos o los envidiosos compulsivos, como ese periodista y opinante que preguntado acerca de lo que le parecía la creación de la Fundación José Saramago (pido disculpas por esta cita) respondió que las fundaciones sólo sirven para lavar dinero y evadir impuestos. Dios le perdone, que nosotros no podemos…
Día 8
La cosa Berlusconi
Este artículo, con este mismo título, fue publicado ayer en el periódico español El País, que expresamente me lo había solicitado. Considerando que en este blog he hecho algunos comentarios acerca de las hazañas del primer ministro italiano, extraño sería no recoger aquí este texto. Otros habrá en el futuro, seguramente, dado que Berlusconi no renunciará a lo que es y a lo que hace. Yo tampoco.
La cosa Berlusconi
No veo qué otro nombre le podría dar. Una cosa peligrosamente parecida a un ser humano, una cosa que da fiestas, organiza orgías y manda en un país llamado Italia. Esta cosa, esta enfermedad, este virus amenaza con ser la causa de la muerte moral del país de Verdi si un vómito profundo no consigue arrancarlo de la conciencia de los italianos antes de que el veneno acabe corroyéndoles las venas y destrozando el corazón de una de las más ricas culturas europeas. Los valores básicos de la convivencia humana son pisoteados todos los días por las patas viscosas de la cosa Berlusconi, que, entre sus múltiples talentos, tiene una habilidad funambulesca para abusar de las palabras, pervirtiéndoles la intención y el sentido, como en el caso del Pueblo de las Libertades, que así se llama el partido con que asaltó el poder. Le llamé delincuente a esta cosa y no me arrepiento. Por razones de naturaleza semántica y social que otros podrán explicar mejor que yo, el término delincuente tiene en Italia una carga negativa mucho más fuerte que en cualquier otro idioma hablado en Europa. Para traducir de forma clara y contundente lo que pienso de la cosa Berlusconi utilizo el término en la acepción que la lengua de Dante le viene dando habitualmente, aunque sea más que dudoso que Dante lo haya usado alguna vez. Delincuencia, en mi portugués, significa, de acuerdo con los diccionarios y la práctica corriente de la comunicación, «acto de cometer delitos, desobedecer leyes o patrones morales». La definición se asienta en la cosa Berlusconi sin una arruga, sin una tirantez, hasta el punto de parecerse más a una segunda piel que la ropa que se pone encima. Desde hace años la cosa Berlusconi viene cometiendo delitos de variable aunque siempre demostrada gravedad. Para colmo, no es que desobedezca leyes, sino, peor todavía, las manda fabricar para salvaguarda de sus intereses públicos y privados, de político, empresario y acompañante de menores, y en cuanto a los patrones morales, ni merece la pena hablar, no hay quien no sepa en Italia y en el mundo que la cosa Berlusconi hace mucho tiempo que cayó en la más completa abyección. Este es el primer ministro italiano, ésta es la cosa que el pueblo italiano dos veces ha elegido para que le sirva de modelo, éste es el camino de la ruina al que, por arrastramiento, están siendo llevados los valores de libertad y dignidad que impregnaron la música de Verdi y la acción política de Garibaldi, esos que hicieron de la Italia del siglo XIX, durante la lucha por la unificación, una guía espiritual de Europa y de los europeos. Es esto lo que la cosa Berlusconi quiere lanzar al cubo de la basura de la Historia. ¿Lo acabarán permitiendo los italianos?
Día 9
Paradoja
Otras veces me he preguntado dónde está la izquierda, y hoy tengo la respuesta: por ahí, humillada, contando los míseros votos recogidos y buscando explicaciones al hecho de ser tan pocos. La que llegó a ser, en el pasado, una de las mayores esperanzas de la humanidad, capaz de movilizar voluntades simplemente apelando a lo mejor que caracteriza a la especie humana, y que creó, con el paso del tiempo, los cambios sociales y los errores propios, sus propias perversiones internas, cada día más lejos de las promesas primeras, asemejándose más y más a los adversarios y a los enemigos, como si ésa fuese la única manera de hacerse aceptar, acabó cayendo en meras simulaciones, en las que conceptos de otras épocas fueron utilizados para justificar actos que esos mismos conceptos habían combatido. Al deslizarse progresivamente hacia el centro, movimiento proclamado por sus promotores como demostración de una genialidad táctica y de una modernidad imparable, la izquierda parece no haber comprendido que se estaba aproximando a la derecha. Si, pese a todo, fuera todavía capaz de aprender una lección, esta que acaba de recibir viendo a la derecha pasarle por delante en toda Europa, tendrá que interrogarse acerca de las causas profundas del distanciamiento indiferente de sus fuentes naturales de influencia, los pobres, los necesitados, y también los soñadores, que siguen confiando en lo que resta de sus propuestas. No es posible votar a la izquierda si la izquierda ha dejado de existir.Curiosamente, y ésta es la paradoja, el político al que el título de este comentario se refiere es precisamente el que en este momento preside los destinos del país que desde hace muchísimo tiempo viene desarrollando una política en todos los aspectos imperial y conservadora: Barack Obama. Da que pensar. Una acción política que, como vengo diciendo, pretende poco más que salvar los muebles de un capitalismo sin reglas que estuvo a punto de devorarse a sí mismo, nos parece ahora casi, casi, la realización del sueño de la izquierda. Apuesto a que mucha gente, progresistas, socialistas, comunistas, anda por ahí preguntándose: «¿Y si Obama fuese presidente de mi partido?». Tal vez lo que llamamos ironía de la Historia sea algo parecido a esta situación… Tal vez sea, solamente, la importancia del factor personal.
Día 10
Una buena idea
Tal vez no sea nada más que una gota de agua dulce que cae en el amargo océano del escepticismo y de la indiferencia, pero creo que deberíamos alegrarnos de una buena idea ahora puesta en marcha en España, por la Diputación Provincial de Granada, que consistirá en celebrar, anualmente, la entrada en la mayoría de edad, no sólo administrativa, sino también cívica, de los jóvenes que cumplan los dieciocho años. A cada uno de ellos se le entregará la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Constitución Española y el Estatuto de Autonomía de Andalucía. Habrá, claro está, otros actos festivos, más lúdicos, con menor grado de solemnidad, aunque, como las cosas serias sólo seriamente deben ser tratadas, dígase que pertrechar a los once mil jóvenes que se calcula que darán, cada año, el paso al frente que los hará entrar en un tiempo distinto, el de asumir la civilidad, pertrecharlos, digo, con esas tres piezas fundamentales no podrá dejar de contribuir a una formación más sólida, más consciente, de los nuevos ciudadanos. La idea es buena y ojalá que se generalice. Hacer de la propuesta una fiesta cívica colectiva necesitará mucha creatividad y empeño, pero eso, ciertamente, no faltará.La gota de agua dulce a que me refería al principio no cayó en el mar salado, sino en mi mano. La sorbí como si matase una sed en estos días en que la frustración sobrevino sobre muchos de nosotros, viendo cómo se alegran las fuerzas políticas europeas de derecha y de extrema derecha. La democracia todavía no está en peligro, pero de nosotros depende impedir que tal cosa suceda. Granada está en el buen camino.
Día 11
Epitafio para Luís de Camões
¿Qué sabemos de ti, si versos sólo dejaste,Qué memoria quedó en el que fue tu mundo?¿Del nacer al morir ganaste todos los días,O te perdieron la vida los versos que hiciste?
He retirado estas cuatro preguntas del libro Los poemas posibles, publicado en 1966. Hasta hoy, cuando han pasado más de cuarenta años, sigo sin encontrar respuesta para ellas. Tal vez ni la tengan.Escribo esto en 10 de junio, aniversario de la muerte del autor de Os Lusíadas, libro fundamental de la literatura portuguesa. Camões murió pobre y olvidado, aunque hoy los escritores en lengua portuguesa viven como un honor único recibir el Premio que lleva su nombre.
Día 12
Cuerpo de Dios
También le llaman Corpus Christi y es «día de precepto» para los católicos, además de festivo oficial. Todos los fieles deberán ir a misa (que sea «día de precepto» a tal obliga) para dar testimonio de la presencia real y substancial de Cristo en la hostia. Y nada de empezar con dudas acerca de la divina presencia en la pastilla ácima como le sucedió a un sacerdote llamado Pedro de Praga, en el siglo XIII, no vaya a ser que se repita el tremebundo milagro de ver la hostia transformarse en carne y sangre, no simbólicas, sino auténticas, y tener que llevar otra vez la sanguinolenta prueba en solemne procesión a la catedral de Oviedo, como complacientemente explica Wikipedia, fuente a la que en este difícil trance tuve que recurrir. El mundo era interesantísimo en aquel tiempo. Hoy, el milagro de recuperar la economía y la banca pasa por imprimir millones de dólares a una velocidad de vértigo y ponerlos a circular, llenando así un vacío con otro vacío, o, con palabras menos arriesgadas, substituyendo la ausencia de valor por un valor meramente supuesto que sólo durará lo que dure el consenso que lo admite.Pero no era de la crisis de lo que quería escribir. En todo caso, como ya se verá, la mención al Cuerpo de Dios no era gratuita ni simple pretexto para fáciles herejías, como así suelen ser las mías, según canónicas y contrastadas opiniones. Hace algunos días, el 28 de mayo para ser más exactos, un boliviano de treinta y tres años, de nombre Franns Rilles, emigrante «sin papeles» y sin contrato, que trabajaba en una panadería en Gandía (España), fue víctima de un grave accidente: una máquina de amasar le cortó el brazo izquierdo. Es cierto que los patronos tuvieron la caridad de llevarlo al hospital, pero lo dejaron a doscientos metros de la puerta con una recomendación: «Si te preguntan, no digas nada de la empresa». Como era de esperar, los médicos pidieron el brazo para intentar reimplantarlo, pero tuvieron que desistir de la idea ante el mal estado en que se encontraba. Lo habían tirado a la basura.Finalmente, no quería escribir sobre el Cuerpo de Dios. Como es habitual en mí, una cosa lleva a la otra, era del Cuerpo del Hombre del que en realidad pretendía hablar, ese cuerpo que, desde la primera mañana de los tiempos, viene siendo maltratado, torturado, despedazado, humillado y ofendido en su más elemental dignidad física, un cuerpo al que ahora se le ha arrancado un brazo y al que se le ordena que se calle para no perjudicar a la empresa. Espero que los fieles que hoy hayan acudido a misa y leído la noticia en el periódico hayan dedicado un pensamiento a la carne sufridora y la sangre derramada de este hombre. No pido que lo pongan en un altar. Sólo pido que piensen en él y en tantos como él. Se dice que todos somos hijos de Dios. No es verdad, pero con esta falsedad se consuelan muchos. Dios no le sirvió a Franns Rilles, víctima de la máquina de amasar pan y de la crueldad de la gente sin escrúpulos que explotaba su fuerza de trabajo. Así va el mundo y no habrá otro.
Día 15
Miguéis
Conocí a José Rodrigues Miguéis algún tiempo después de que, en el año 1959, hubiera comenzado a trabajar en la editorial Estúdios Cor, de la que eran propietarios, a partes iguales, Manuel Correia y Fernando Canhão, y director literario Nataniel Costa. Miguéis había publicado, un año antes, el libro de cuentos Léah, excelentemente recibido por el público y por la crítica de entonces. Fue ésta la primera obra suya que leí, y no necesito decir que me entusiasmó. No sé exactamente cuándo conocí en persona a Miguéis, que por aquellos días estaría en Estados Unidos. Lo que sí sé es que desde la narración Um Homen Sorri àl Morte con Meia Cara, publicada en 1959, hasta la novela Nikalai! Nikalai!, que aparecería en 1971, pasando por A Escola do Paraíso y O Passageiro do Expresso, ambas de 1960, Gente da Terceira Classe, 1962, y É Proibido Apontar, 1964, mis contactos con José Rodrigues Miguéis fueron constantes, prácticamente diarios cuando se encontraba en Portugal, frecuentes, por carta, cuando regresaba a Estados Unidos. Esa correspondencia, que tuvo el honor de ser elegida para la tesis doctoral de José Albino Pereira (y en el mismo plano pongo la correspondencia intercambiada con Jorge de Sena), me da derecho a decir que no he hecho mala figura en este mundo. Mi relación epistolar con Miguéis sólo se interrumpió cuando salí de la editorial, a finales de 1971. Lo vi algunas veces, pocas, después, no hubo más cartas, que recuerde, pero me quedó siempre la memoria de una personalidad extraordinaria, con unas dotes oratorias fuera de lo común y una retentiva capaz de recrear en pocas palabras las situaciones más complejas. Una simple conversación con él era un regalo real, dialogar con su brillante inteligencia hacía más inteligente al interlocutor. Personalmente, y sin querer presumir de ello, aproveché esos momentos lo mejor que pude. Murió hace casi treinta años, pero me acuerdo de él como si fuera ayer.Hoy, a las 18.30, en la Casa do Alentejo, la Fundación José Saramago organiza una sesión sobre José Rodrigues Miguéis. Además del autor de este blog, participarán especialistas de su obra, como David Brookshaw, Duarte Barcelos, José Albino Pereira, Teresa Martins Marques y Onésimo Teotónio de Almeida. Contamos con quien me está leyendo.