38036.fb2 El oto?o en Pek?n - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 11

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TRANSICIÓN

Con toda seguridad, a estas horas el profesor Mascamangas está ya muerto, acontecimiento que por sí solo compone una bonita estampa de caza. El inspector que le venía siguiendo ha debido de resistir mucho más, dado que tenía menos años y que su encuentro con Oliva lo había calentado. Con todo, es imposible saber lo que ha sucedido dentro de la zona negra. Hay ocasión para la incertidumbre, como dicen los vendedores de loros parlantes. Cosa bastante curiosa: todavía no hemos asistido a la fornicación del ermitaño y la negra; considerando la importancia inicial, relativamente grande, del personaje de Claude Léon, dicho asunto parece sufrir un retraso inexplicable. Estaría muy bien que, por fin, lo hiciesen ante espectadores imparciales, porque las consecuencias de semejante acto repetido han de repercutir de tal manera sobre el aspecto físico del ermitaño que sería posible predecir con toda verosimilitud si resistirá o si morirá de agotamiento. Sin entrar a prejuzgar el curso de los acontecimientos, se debería estar, por fin, en condiciones de determinar con precisión lo que va a hacer Angel. Es lícito pensar que las opiniones y el comportamiento de su compañero Ana (que tiene nombre de perro, aunque esta circunstancia estrictamente no afecta) ejercen una influencia bastante fuerte sobre Angel, quien sólo necesita despertar de manera regular en vez de hacerlo a intervalos y, raramente, cuanto sería oportuno; casi siempre, por fortuna, en presencia de un testigo. Cómo vayan a terminar los otros personajes resulta, verdaderamente, menos previsible, debido a que la caprichosa narración de sus actos conduce a una indeterminación con muchos grados de libertad, o bien debido a que carecen de existencia real, a pesar de los esfuerzos realizados en este sentido. Cabe la presunción de que por su escasa utilidad corren el riesgo de acabar siendo suprimidos. Ciertamente se habrá notado la débil presencia del personaje principal, que, con toda evidencia, es Rochelle, así como la del Deux ex machina, ya sea el cobrador del 975, o el conductor, o, incluso, el chófer del taxi amarillo y negro (por cuyos colores es posible adivinar que se trata de un vehículo condenado). Por otra parte, estos elementos no son sino los coadyuvantes de la reacción, en cuyo desarrollo no intervienen, como tampoco en el equilibrio que finalmente se alcance.