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Como anticipo de un viaje que haré en estos días a España, un amigo, editor en Cataluña, me trae noticias y anécdotas de la península. De paso, mi amigo se ríe a carcajadas con la mención del general Franco que deja caer Filebo, en una de sus columnas semanales. "No os puedo dejar solos", había dicho el anciano caudillo a sus compatriotas, en momentos en que se acercaba al fin de su vida y de sus 40 años de gobierno. Frases olvidadas en España, y que Filebo recuerda con humor y astucia.
Desaparece el padre autoritario y los niños arman la batahola y ponen la casa con los pies para arriba. Por algo vino doña Pilar Franco a decirnos que su hermano había tenido una paciencia de santo y probablemente subiría a los altares. Fueron, tal vez, los aires peninsulares los que llevaron a José Donoso a construir una parábola, Casa de campo, en que los mayores salen de viaje, y asumen el poder, con todas sus consecuencias, los niños. Es un texto alusivo a las cosas nuestras, pero donde la presencia hispánica es muy fuerte, desde la muerte ritual e invernal de un cerdo hasta la noción de la autoridad. Recuerdo mi sorpresa, en los días de la muerte de Franco, el leer un articulo de Juan Goytisolo, escritor de oposición por antonomasia, y descubrir que utilizaba los símiles del padre despótico y de la rebelión juvenil y parricida.
Uno jamás podría imaginarse a un autor inglés o francés describiendo la política de su país en términos tan personales, buenos para el lenguaje de la crítica literaria o de la siquiatría. Tampoco podría imaginarse uno, comenta mi amigo, a Margaret Thatcher o a Helmut Schmidt, a gatas debajo de las mesas del Parlamento, mientras un capitán de la Guardia Civil esgrime en el hemiciclo una enorme pistola, unos impresionantes bigotes y un tricornio.
Lo curioso, añade el editor catalán, es que la situación de la incipiente democracia española, después de aquel conato de golpe de Estado, tiende a estabilizarse. Ocurre que los españoles tienen el sentido de su lengua y las conversaciones telefónicas del capitán Tejero con los conspiradores que se hallaban fuera del edificio de las Cortes, minuciosamente grabadas, han escandalizado al país. El capitán Tejero, en efecto, no se distinguía por la riqueza ni por la delicadeza de su vocabulario.
¿Cuestión de estilo, entonces?
El editor, sonriente, concuerda conmigo en la importancia de los problemas de estilo. Además, las inversiones extranjeras no han disminuido, y la afluencia de turistas este verano que acaba de terminar, a pesar de la recesión en Europa, superó todas las previsiones. Los europeos del norte, encerrados en ciudades brumosas y frías, pueden privarse de todo menos del sol de España.
Mi amigo explica que se ha producido, por último, otra paradoja. Mitterrand gobierna con sumo cuidado, tratando de no pisarle los callos a nadie. Esto significa que la eta nunca había recibido menos ayuda que ahora en sus refugios franceses, al otro lado de la frontera vasca, y se ha notado una disminución muy sensible del terrorismo.
A todo esto, si se efectuaran elecciones ahora en España probablemente ganarían los socialistas, pero si el socialismo francés entra en dificultades, podría pasarse la oportunidad para los socialistas españoles. En cualquier caso, opina el editor, se trataría de una socialdemocracia moderada, respetuosa de la institución monárquica.
Estos socialistas que toleran la monarquía se encuentran con un Rey que confiere títulos de nobleza a familias de escritores republicanos. Don Ramón del Valle Inclán, según el rico anecdotario que circulaba hace años alrededor de su persona, se subía a los faroles en las noches, frente a las ventanas del palacio real, y cantaba coplas disidentes, canciones de protesta de la época de Alfonso XIII. Ahora el nieto de ese Rey ha creado el Marquesado de Bradomín para honrar la descendencia de don Ramón. Es uno de esos casos en que la realidad termina por someterse al arte. El Marques de Bradomín, producto de la imaginación valleinclanesca, personaje de las "Sonatas" y de algunas novelas, podrá caminar por la Plaza Mayor, encarnado en el primogénito del novelista y ennoblecido por un vástago de lo que don Ramón, como un viejo pescador anarquista que conocí en Cataluña, también habría llamado "la peste borbónica".
¿No sucederá nada en España, entonces? Mi amigo el editor, escéptico en materias de profecías políticas, se encoge de hombros. Dice que el posible ingreso de España en la OTAN es un asunto decisivo, que conviene observar con atención, sobre todo en estos tiempos en que se habla de nuevo de guerra fría y de carrera armamentista.