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Al referirse a su propia carrera literaria, Truman Capote dijo, alguna
vez, que cuando Dios entrega un don, también hace entrega de un
látigo, un látigo que sólo sirve para autoflagelarse. Desde niño, desde los ocho
o nueve años de edad, Capote fue un escritor asombrosamente consciente,
obsesionado por la idea de dominar el oficio. Confiesa que sus principales
intereses consistían en leer, ir a ver películas, bailar zapateado y dibujar. De
la lectura, sin darse demasiada cuenta, sin que intervinieran estímulos exteriores, pasó a la escritura. No supo que en ese momento había adquirido el
látigo implacable: la exigencia de la persona que sabe distinguir el trabajo
literario de muy buena calidad de la obra de arte. Truman Capote alcanzo la
calidad excelente en plena adolescencia y luchó durante el resto de su vida
para crear la gran obra de arte. Probablemente no lo consiguió, o lo consiguió
sólo a medias. El día de su muerte había vuelto a revisar las páginas finales de
su novela póstuma Answered prayers, que se podría traducir por "Oraciones
contestadas", titulo que Truman Capote reconoció haber tomado de una frase
de Santa Teresa que dice que se derraman más lagrimas por las oraciones
contestadas que por las que no obtienen respuesta.
Sólo Truman Capote podía usar esa imagen del látigo inseparablemente unido al talento. En toda la obra suya, a partir de Otras voces, otros ámbitos, la novela de sus veinte años, se percibe un airecillo frío y sádico, sadomasoquista. Los amores de los personajes adolescentes de la novela están marcados por la agresión y el histerismo. El sadismo criminal es el tema de A sangre fría, su obra mas ambiciosa. Encontramos esa misma atmósfera en Música para camaleones, sobre todo en el escalofriante y extraordinario relato detectivesco sin ficción: Ataúdes tallados a mano.
Los orígenes literarios y estéticos de Truman Capote ayudan a entender su caso. Aunque vivió en todas partes y su obra, en definitiva, tiene mucho que ver con el periodismo neoyorquino y, en particular, con el de la revista "The New Yorker", pertenece de lleno a la generación de escritores del sur algo más jóvenes que William Faulkner. En sus comienzos, Truman Capote parecía un Faulkner más estilizado, lleno de elementos francamente decadentes. La violencia de Faulkner, producto de una experiencia profunda de la vida del sur, donde subsistían las huellas de la guerra civil, se transforma en Truman Capote en una especie de perversidad difusa, inquietante. La belleza del paisaje faulkneriano, por momentos trágica, se convierte en escenografía. Creo que el otro gran antecedente de Truman Capote es Edgar Allan Poe y sus cuentos de terror. Los gatos y los cadáveres de Poe circulan a través de la obra de Capote. Ambos, por diferentes caminos, persiguen una extrema precisión poética. Ambos creen que la obra de arte es el producto de una depuración gradual y de un dominio casi matemático, de orden matemático, de la técnica. Es otra vez la idea del látigo, de la permanente y rigurosa exigencia.
El periodismo actual y el cine, sobre todo el cine de suspenso, también son
antecedentes inmediatos de la obra de Truman Capote. Él ha confesado que
deseaba escribir una novela periodística, una novela que tuviera la "credibilidad de los hechos, la inmediatez del cine, la profundidad y la libertad de la
prosa y la precisión de la poesía…". Como se ve, concebía la poesía como
alquimia, como "matemáticas severas", al modo de los grandes poetas innovadores del siglo XIX.
Su primer intento de "novela sin ficción" fue The muses are heard, relato de la gira de una compañía negra que llevó la ópera Porgy and Bess a la Unión Soviética, en 195 5. Después le atrajo la atención un crimen oscuro, cometido en una región desolada del interior de los Estados Unidos. Al cabo de años de investigación pudo publicar A sangre fría. Lo interesante del libro es que construye, a partir de materiales absolutamente reales, una obra enteramente novelesca, tan novelesca, que la realidad resulta impregnada y, en cierto modo, desbaratada por la ficción. Así como las grandes novelas parecen reales, la buena "no ficción" parece inventada. Cada personaje de A sangre fría da la impresión de haber sido inventado por Truman Capote.
La conciencia de la realidad histórica agrega, sin embargo, una fuerza adicional. A cambio de eso, la sensación de juego supremo de las grandes invenciones novelescas está ausente, irremediablemente ausente. Falta ésa ambigüedad esencial que hace que lo inventado, en la buena literatura, sea más verdadero que lo verdadero.
En la etapa de A sangre fría, el narrador de Truman Capote estaba enteramente invisible, ausente. Después, intentará introducir su personalidad, su gran personaje, excéntrico, enfermizo, homosexual ostentoso, algo alcohólico, en su literatura. El cambio ya se nota en Música para camaleones. En A sangre fría sólo conocíamos los resultados de su investigación. Aquí, en cambio, lo vemos en la búsqueda de sus datos, asediado, perseguido, utilizando recursos de una astucia increíble para salirse con la suya. O lo vemos en un largo día de conversación, de confidencias, de beber champagne, con Marilyn Monroe, su amiga Marilyn, con quien bailaba, se emborrachaba un poco y se transmitían las informaciones más intimas sobre sus respectivos amigos, amigos que a veces se llamaban, por ejemplo, Errol Flynn…
¿Qué habría sido Answered prayers? ¿Qué será, por fin, si es que consigue
terminarla? Las noticias cuentan que estaba escribiendo la última parte el día
de su muerte en Los Angeles, en una mansión hollywoodense, pero ocurre que
él había comenzado, según sus propias declaraciones, hace años, por escribir
el último capitulo. ¿En qué quedamos? ¿Funcionaba todavía el talento de
Truman Capote, con su látigo? Supongo que muy pronto los editores nos
permitirán saberlo.