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El país del día siguiente

Parece un caso de ficción política. Los electores chilenos trazaron una raya vertical en una cédula de color amarillento, la doblaron cuidadosamente, la colocaron adentro de una urna, bajo las miradas inexpresivas de soldados y autoridades, y le dieron así una estocada certera, probablemente mortal, a su dictadura. No es que la dictadura se haya esfumado de la noche a la mañana, pero la fiera quedó herida de gravedad. El país del día jueves ya no era el del día martes, ni era el de ese martes 11 de septiembre de 1973. En ese día jueves, el "Huáscar", es decir, el mayor de los carros lanzaaguas de la policía, bautizado con el nombre de un blindado peruano de la Guerra del Pacifico, le pedía a los manifestantes que se retiraran a sus casas "porque el Comando del no había fijado la celebración para el viernes a las cuatro de la tarde". La policía reprimía, como antes, pero a la vez, para tratar de controlar la calle, ¡transmitía un mensaje de la oposición!

Es inexplicable que una dictadura organice un plebiscito para perderlo, pero conviene, para comenzar a entender, conocer la historia concreta de la proposición. El primer proyecto de Constitución encargado por el gobierno al ex presidente Jorge Alessandri, contemplaba un período de transición de cinco años, período que debía culminar con elecciones libres y normales en 1985. Cuando se recibió este proyecto en La Moneda, los pinochetistas puros y duros cambiaron estos cinco años por 16 años, cosa que determinaría después el alejamiento de Alessandri de su cargo a la cabeza del Consejo de Estado. Intervinieron ahí los especialistas en Derecho Constitucional: como el plazo de 16 años era un exceso demasiado evidente, sugirieron dividirlo en dos períodos de ocho años separados por un plebiscito. Fue, en buenas cuentas, una sugerencia de estilo salomónico, y nadie podía imaginar, en 1980, en pleno "boom" económico y en medio de un control político férreo, que Pinochet pudiera quedar en minoría ocho años más tarde.

Ahora, en vísperas de la nominación por la Junta Militar, la situación interna había cambiado mucho, pero Pinochet es triunfalista y siempre ha creído en su buena estrella. "¿Qué condición le pusieron los militares al ofrecerle la candidatura?", le preguntó hace 15 días un amigo mío, cientista político, a un general de ejército en servicio activo. Respuesta del general: "Que fuera candidato a las duras y a las maduras. Es decir, que si ganaba, ganaba, y si perdía, perdía…"

El argumento máximo y casi único de la campaña oficialista fue el miedo: miedo a la violencia, al descalabro económico, al comunismo, a la vuelta de la Unidad Popular de Salvador Allende. Cuando observé, en las interminables colas del día de la votación, bajo un sol de pleno verano, que la gente estaba tranquila, de buen humor, colaboradora, sin gesto alguno que indicara miedo, calculé que el general hasta ahora victorioso había apostado y había perdido. Su Waterloo ya era cuestión de horas.

Los partidarios del si se dividen hoy en los que tomaron la campaña del miedo al pie de la letra y están, en este momento, deprimidos, asustados, histéricos, y en los que ya se "chaquetearon" alegremente. Uno escucha decir: "En realidad, ocho años más con este viejo mafioso era demasiado. Me habría gustado que fueran dos, para consolidar los éxitos de la economía, pero el resultado está bien…" El "chaqueteo" comenzó en la tarde misma del miércoles, frente a las cámaras de la televisión, y nada menos que con Onofre Jarpa presidente de Renovación Nacional y ex Ministro del Interior. "¿Usted, que pertenece al gobierno, qué piensa del acto electoral?" "Yo no pertenezco al gobierno. Fui Ministro hace cuatro años, pero eso ya es historia antigua." "De todos modos, pertenece a la derecha de este país", insistió el entrevistador. "¿A la derecha? ¡Jamás! Soy un nacionalista y un partidario del orden y del trabajo…"

En las primeras horas de la madrugada del jueves, el general Matthei, jefe de la Fuerza Aérea, llamado con urgencia a La Moneda en un momento en que el gobierno todavía retenía los resultados, le dijo a los periodistas que se agolpaban en la puerta principal: "Para mi, la cosa está clara. Ganó el no y yo estoy tranquilo".

Nadie duda de que la etapa que se abre ahora será difícil y peligrosa. El tono dominante en la oposición, sin embargo, es francamente optimista. La tarea principal y más ardua es la de reformar la Constitución, que ahora está en su periodo transitorio y que dentro de un año, en su período definitivo, será prácticamente irreformable. La Concertación del no está destinada a convertirse en los próximos días en una Concertación para la Reforma Constitucional. Pinochet, como era previsible, ha confirmado a todos sus ministros y ha declarado que la Constitución será seguida al pie de la letra. Sin embargo, parte de la derecha política, que fue en el pasado del país una típica "derecha civilizada", se ha manifestado dispuesta desde ya a aceptar el principio de la reforma. Y el Ministro del Interior, Sergio Fernández, después de una larga reunión con el general Pinochet, ha declarado el día viernes que, "si fuera necesario", podría invitar a conversar a los jefes políticos de la oposición.

Los puntos claves de cualquier negociación serán los siguientes: que el Congreso sea enteramente generado por el sufragio universal, sin que haya senadores designados a dedo, que se termine con el delito de opinión consagrado en el articulo octavo y que no haya tuición de los poderes públicos por el Consejo de Seguridad Nacional, esto es, por los militares. Un punto de partida interesante, que permitiría encontrar coincidencias, es el borrador de Constitución que propuso Jorge Alessandri y que Pinochet modificó abruptamente. Derrotado Pinochet y en la imposibilidad legal de ser candidato en las próximas elecciones, el texto de Alessandri, la figura de más prestigio de la derecha chilena desde la década del cincuenta, pasa a tener vigencia.

Entretanto, desde la izquierda, Ricardo Núñez, jefe del socialismo renovado, reconoce que "hay personas, sectores y grupos que habiendo sido partidarios del si en el plebiscito, estimulan cambios institucionales democráticos" y los llama a incorporarse a un "gran acuerdo de la civilidad por la reforma constitucional".

No hay dónde perderse: el país de este fin de semana no es el de la víspera del plebiscito del miércoles…