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16

Nùria Oliver había querido mucho a Josep Valles. Se habían conocido en el bufete de abogados donde trabajaban, el mismo del que Valles se llevó la provisión de fondos de los clientes antes de desaparecer sin dejar ningún rastro. A la enamorada Nùria le costó convencerse de que Josep fuera capaz de haber hecho algo tan lamentable y, en caso de que lo hubieran atrapado, tan condenable. Si por lo menos le hubiera escrito una pequeña nota, si por lo menos se lo hubiera dicho… No es que ella lo hubiera aprobado, pero lo quería mucho; lo quería tanto como para abandonar a su pareja -tras un año de matrimonio- e irse con él de un modo relativo, porque Josep, de momento, prefería seguir viviendo solo. Después de todo aquello, Nùria fue despedida del bufete. Su relación con Josep la hacía sospechosa de complicidad pese a que nada se pudo demostrar. Años después, Nùria Oliver trabajaba como cajera en un Mercadona, un puesto de trabajo que distaba de satisfacer sus ambiciones laborales. El delito de Josep le impidió trabajar en cualquier otro bufete de la ciudad. Se quedó sin pareja estable, sin Josep y sin un empleo que había conseguido con grandes sacrificios. Durante un tiempo albergó la esperanza de que Josep la llamara desde cualquier país. Ella habría ido a su encuentro, porque le quería, no hacía falta decirlo, pero también porque sus perspectivas profesionales eran más bien difíciles. Pasado un año sin recibir noticia alguna, la esperanza y el cariño se convirtieron en el rencor de una mujer engañada.

Aquel día Nùria tenía el turno de dos a nueve de la noche. A las dos y media, la hora más tranquila, siempre hojeaba los periódicos que cogía de los despachos del departamento de contabilidad. Nùria era aficionada al fútbol, del Levante, por tradición familiar y lugar de nacimiento: el distrito Marítimo. Como a casi todos los lectores, le llamó la atención el despliegue informativo de El Liberal a propósito de la nueva estrella del Valencia. Observó con atención y envidia deportiva la gran foto de Bouba en la portada. Pasó las hojas hasta llegar a la sección de deportes. El fichaje que la abría ocupaba dos páginas completas con datos biográficos del crack, sus estadísticas como jugador, las declaraciones, cuatro fotos y un apartado dedicado al mecenas: Juan Lloris, candidato a la presidencia del Valencia con el aval del senegalés Ndiane Bouba, sensación de los últimos mundiales. Nùria reconoció a Josep Valles al instante pese a que llevaba el pelo muy corto y su postura, encargándose de recoger dos maletas, no era la más clara para identificarlo. Leyó toda la información. Subrayó el párrafo que decía que los dos intermediarios, Celdoni Curull y Toni Hoyos, llevaban varios días en Valencia negociando el fichaje con Juan Lloris. Entonces recortó la foto y atendió a una señora que, impaciente, esperaba que le cobrara un carrito lleno a rebosar.

En la sede del Front, en el despacho del secretario general, Vicent Marimon y Francesc Petit se habían comido un bocadillo solos para evitar que los molestaran, y en aquellos momentos tomaban café. Estaban preocupados.

– ¿Cómo puede ser tan inconsciente tu cuñado? Ha aparecido en todas estas fotos.

– Por lo que me ha dicho, suponían que no habría prensa. Al parecer ha habido una filtración, pero en cualquier caso es un inconsciente.

– Vicent, tu cuñado tiene que largarse.

– Ya sabes que no ejerzo ningún tipo de influencia sobre él. Me tiene bien cogido por los huevos.

– Por lo menos que se esconda.

– Curull sospecharía. Además, hasta la asamblea del club le necesita. Si Lloris no es presidente no hay trato sobre Bouba. Mañana por la mañana dan una rueda de prensa. Le he dicho que se mantenga en un lugar discreto.

– Una vez salvado el escollo de Lloris, sólo faltaría que el pelanas de tu cuñado nos metiera en un lío.

– Lo mejor es que cobre y se esfume, y que nosotros nos olvidemos de todo.

– ¿De todo?

– Incluyendo el porcentaje para la nueva sede.

– ¿Cómo quieres que renunciemos a cuatrocientos o quinientos kilos? Nosotros hemos sido el auténtico motor de esta operación.

– Tendremos problemas. Siempre que hay tanto dinero de por medio los tenemos. Ya pasamos por una experiencia similar.

– Necesitamos una nueva sede.

– Pacta un crédito con Bancam con la ayuda de Júlia Aleixandre.

– Ya he pactado un crédito enorme para Lloris. No tengo más margen de maniobra en ese sentido. El dinero tiene que salir de Bouba. Además, desde el punto de vista profesional es algo legítimo. Hemos ejercido de intermediarios para que viniera. Eso es trabajo, ¿no? Sin nuestra participación no habría nada de nada. Lo justo es que nos den una parte.

– El problema es que hay pocas partes y muchos participantes. ¿Una parte, dices? Te voy a decir lo que te darán…

– Por saco.

– Exacto. Y gracias.

– No me parece justo.

– Pues es justísimo. Nosotros hemos intervenido para que Lloris nos dejara tranquilos. Con eso ya hemos cobrado.

– Una putada -se lamentó Petit pensativo-. De este negocio hasta el inútil de tu cuñado sacará algo… -Petit se levantó de la butaca-. Se me ocurre una idea, pero… nada, nada, mejor que me olvide.

– ¿Qué idea?

– No, no… más vale que lo dejemos estar. Ha sido una mala ocurrencia.

– Dímelo, que hay confianza.

– Es que… -Volvió a dudar.

– ¡Coño, dímelo! Me has dejado intrigado.

– Te lo cuento, pero no me hagas caso.

– Muy bien.

– Pues había pensado que podíamos amenazar a tu cuñado.

– Francesc…

– Vale, de acuerdo, no sigo.

– No, si a mí me parece cojonudo amenazar a mi cuñado y que no sea él quien nos amenace.

– Podríamos decirle que le denunciaremos si no nos consigue una parte para el partido.

– Deberíamos considerarlo.

– ¿Qué deberíamos considerar?

– Qué es más peligroso, si denunciarle (piensa en mi mujer y en mi suegro) o que no cobremos nada. Yo soy diputado y quizá los conservadores o los socialistas se aprovecharían del asunto para darle relevancia en los diarios. Mi cuñado es consciente de ello y se aprovecha.

– ¿Se aprovecha? Me imagino que será peor pasarse unos años a la sombra.

– Déjame pensarlo.

* * *

Desde que habían ganado por vez primera las elecciones, los conservadores tenían la obsesión de alcanzar el poder real, es decir, los principales resortes económicos y financieros, públicos y privados. Ya se sabe que la expresión máxima del poder consiste en la posesión de dichos resortes, independientemente de que se tenga el poder político o no. A partir de esa premisa, uno de los primeros pasos que dieron fue intentar fusionar las dos grandes cajas de ahorros valencianas. Pero la resistencia de ambas a formar una sola entidad obligó a los conservadores a reorientar la estrategia, asesorada por Sebastià Jofre.

Jofre alteró la Llei Autonòmica de Caixes d'Estalvis para limar asperezas internas y facilitar una mayor participación de la Generalitat en sus órganos directivos. El gobierno central, del mismo signo político, se hizo el sueco, y el Banco de España, siempre receloso ante los vaivenes de las cajas regionales, no opuso ninguna resistencia a una operación legalmente correcta. Así pues, los conservadores convirtieron el Institut Valencià de Finances en el puente de mando de la política presidencial relativa al sector financiero. En los consejos de administración de ambas cajas situaron vocales fieles a la nueva administración conservadora. Nombraron a dos presidentes de confianza y colocaron a otro en un puesto de control en Cartera de Participaciones S. L., filial conjunta de ambas cajas creada por indicación gubernamental para preparar un simulacro de fusión y resolver ciertos temas pendientes como Terra Mítica y la privatización de hospitales. Sebastià Jofre también logró la servil sumisión del Valencia C. F. El club recibió un crédito de ocho mil millones de pesetas (agradecida, la directiva hizo una declaración institucional a favor del Plan Hidrológico Nacional, entre otras cosas).

Esas otras cosas fueron las que provocaron que Jofre (ahora sin ningún cargo oficial, pero siempre cerebro oculto de las finanzas conservadoras) citara a Júlia Aleixandre en su despacho privado de la avenida del Oeste. Al día siguiente de la noticia del fichaje de Ndiane Bouba, Juan Lloris había activado todas las alarmas del partido. Sobre todo teniendo en cuenta que, en conversación telefónica, Sintes confirmó a Jofre que había vendido sus acciones a Lloris porque Júlia se lo había pedido en nombre del president de la Generalitat. Jofre le exigió a Júlia que explicara todos los pasos que había dado. Júlia le contó que había intentado resolver el problema en su aspecto más primordial, que el Front accediera a apoyar la Ley de Ordenación del Territorio, con ciertas concesiones, por supuesto.

– ¿«Ciertas concesiones»? -Jofre estaba totalmente encolerizado-. ¿Cómo se te ha podido ocurrir hablar en nombre del president para que Sintes vendiera sus acciones?

– El president estaba de viaje. No tenía tiempo. El Front me lo pidió a cambio de dar su apoyo a la Ley. O lo hacía rápidamente, ya, o no la apoyarían. Sintes vendería enseguida si se trataba del president. Era un recurso de urgencia. Intentaba que él fuera consciente de la importancia de lo que le estaba pidiendo.

– ¿Qué garantías tienes de que el Front apoyará la Ley?

El silencio de Júlia hizo enfadar aún más a Jofre. Admitió que sólo tenía la palabra de Francesc Petit.

– No me quedaba otra salida -se excusó.

– ¿Cómo es posible que una mujer con tus responsabilidades no sepa que un asunto de tal envergadura tiene que consultarse?

– El president confía en mí.

– El president pide tu cabeza. Nos has metido en un buen lío.

– ¿Por qué?

– Si Lloris asume la presidencia del Valencia, y es muy probable que lo haga, en sus manos caerá un montón de contratos que nos incriminan.

– Nadie me ha dicho nunca nada de eso.

– No tienes por qué saberlo todo. Has entrado en un terreno que no era el tuyo y, por lo tanto, estabas obligada a consultarlo.

– Ya te lo he dicho: no tenía tiempo.

– ¿Ni siquiera para llamarme por teléfono?

– No tienes ningún cargo en el partido.

– Ninguno orgánico, pero uno en la práctica. Y tú lo sabes. Además, tampoco lo has consultado con nadie más y has utilizado el nombre del president.

– Con su confianza podía hacerlo.

– Sólo a alguien con una personalidad tan ambiciosa como la tuya se le ocurriría actuar por su cuenta. Querías aparecer como gran estratega y nos has dejado con la mierda hasta el cuello.

– ¿Cuál es nuestro nivel de implicación en los contratos?

– ¿No te lo imaginas? Precisamente tú, que has llegado a ser toda una maestra en el arte de ocultar fuentes de financiación, me lo preguntas. ¿Sabes qué es lo primero que hará Lloris cuando lo vea?

Se lo imaginaba. De Lloris se podía esperar cualquier cosa.

– Nos sacará lo que quiera. Nos chantajeará, nos amenazará…

– ¿No se pueden disimular?

– Según el gerente, imposible. Hay implicados otros clubes y no se mezclarán en asuntos políticos.

– ¿Qué nos puede pedir Lloris?

– Para empezar, a ti ya te ha pedido un crédito de Bancam justo en el momento en que el Banco de España les ha advertido que están superando los niveles de riesgo permitidos.

– Muy bien, nos echamos atrás.

– ¿Echarnos atrás? Ya lo ha pedido. Si ahora rechazan su petición, las consecuencias serán todavía peores. Por tu culpa, él cree que el president en persona ha intercedido para que se lo concedan. Y además con unas condiciones magníficas. No podemos pararlo.

– Movilicemos a los grandes accionistas.

– El gran accionista era Sintes. Con sus acciones y el fichaje estrella obtendrá la mayoría. Hay un gran número de pequeños y medianos accionistas que votarán a su favor en la asamblea, llevados por la euforia. En la rueda de prensa ha anunciado que pedirá la delegación de acciones de todos los peñistas. Y parece obvio que la coordinadora de peñas está con él. Su miembro más influyente estaba en la rueda de prensa. Estamos bien jodidos gracias a tus brillantes ideas, a tu desmedido afán de protagonismo.

– No ha sido una cuestión de protagonismo o de ambición, sino de prisa por resolver un problema. La patronal me coaccionaba para que llegara a ese acuerdo con el Front. Si no lo hacía, estaban incluso dispuestos a apoyar a los socialistas. ¿No entendéis que tenía que hacerlo?

– Siempre has trabajado en la dirección equivocada. La patronal es la que tiene que estar a nuestro servicio y no al revés. Siempre hemos trabajado para que ellos nos necesitaran a nosotros. Pero tú, por tu puta rivalidad conmigo, por pretender erigirte en el gran cerebro del partido, has mandado toda nuestra estrategia a la mierda. Ahora estamos en manos de un loco resentido.

– Tu estrategia de controlar los centros financieros privados jamás ha funcionado.

– ¿Acaso la tuya ha sido mejor? Los del Front te sacaron un crédito y gracias a él lograron el siete por ciento de los votos.

– El plan, con el que todos estábamos de acuerdo, era desgastar electoralmente a los socialistas.

– Los convertiste en el partido bisagra.

– ¡Mentira! Fueron los cuatrocientos millones de Lloris. Por eso ahora les ha pedido que le devuelvan el favor; un favor en el que, si queríamos sacar adelante la Ley, también teníamos que estar implicados.

– Ha sido peor el remedio que la enfermedad.

– ¡No tenía tiempo, no tenía tiempo! -gritó Júlia-. La patronal me exigía, los del Front me amenazaban…

– Te la han jugado bien. Ellos sufrían más presión que tú. Si no hubieras accedido, si no te hubieras precipitado, Lloris los habría jodido del todo. Nos habría quitado de encima el problema del Front. No tienes ni puta idea de negociación política. Nunca he entendido por qué te dieron tanta responsabilidad. Es la segunda vez que te equivocas en asuntos de la mayor relevancia. No habrá una tercera.

– ¿Qué quieres decir?

– Que vuelves a ser una funcionaria de la administración pública.

– No me podéis hacer esto. No lo puedo creer. Llevo siete años dejándome la piel por el partido. No tengo tiempo para mí, vivo para la causa. He hecho muchas cosas de las que hemos sacado grandes beneficios. ¿Es que ya no te acuerdas?

– Políticamente estás muerta, Júlia.

– Hablaré con el president.

– No te recibirá.

– Hablaré con el secretario general.

– Lo mejor que puedes hacer es solicitar que te vuelvan a admitir en la administración. Nadie quiere saber nada de ti. Y ahora vete, debo pensar si hay alguna posibilidad de arreglar todo el estropicio que has causado.

– Sebastià…

– Vete.