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17

Nùria confirmó sus sospechas de que el tal Toni Hoyos era Josep Valles al toparse con Vicent Marimon en el hall del Valencia Palace, el hotel elegido por Juan Lloris para convocar a la prensa. Se cruzaron, se miraron. Nùria reconoció al instante a Marimon (lo veía de vez en cuando en los periódicos, circunstancia que refrescaba su memoria en todo lo relativo a su cuñado). Sin embargo, al secretario de finanzas del Front le costó reconocerla; aquel rostro tenía algo familiar. En política ves a tanta gente que difícilmente te acuerdas de toda. En la cafetería, minutos antes de que se iniciara el acto de presentación de Bouba ante la prensa, Marimon y Nùria volvieron a encontrarse. No se dijeron nada porque ella no se atrevió a dirigirle la palabra y él aún trataba de recordarla.

Mientras tanto, ante la puerta del hotel se había congregado cerca de un millar de aficionados con banderas y bufandas del Valencia. Pese a ser las doce del mediodía, la noticia de que Ndiane Bouba sería presentado a los medios de comunicación reunió a mucha gente, incluso a prensa de Madrid y Barcelona. El Jaguar de Lloris, conducido por Toni Hoyos, tuvo que parar en la calle anterior a la del hotel dada la imposibilidad física de llegar hasta allí. Protegidos por la policía, del coche bajaron Lloris, Bouba, Puren y Curull. Hoyos fue a buscar sitio para aparcar.

Se produjo un gran alboroto ante la aparición de la estrella senegalesa, todo eran aplausos y gritos de histeria. Los aficionados gritaban su nombre como quien invoca la decisiva intervención de los dioses. Custodiado por cinco agentes de policía, Bouba fue objeto de abrazos de los espontáneos que conseguían romper el círculo de protección. Por detrás de ellos, Juan Lloris saludaba levantando los brazos y dando la mano a todas las personas que salían rebotadas tras sufrir la enérgica actitud de las fuerzas del orden. Sin separarse de ellos, Puren procuraba recibir su comisión de baño de masas mientras Curull les metía prisa para que entraran en el hotel sin que la estrella resultara herida. La policía tuvo que hacer un esfuerzo admirable -amenazó con dispersar a la multitud- para evitar que los aficionados, enloquecidos, accedieran al interior. Unos diez periodistas gráficos protestaron, pero hasta que el público no se calmó no pudieron entrar pese a mostrar en todo momento los carnets que los acreditaban.

Entonces Marimon decidió acudir a la sala de prensa. Cuando apenas le quedaban unos metros para llegar a la mesa de la cafetería en la que Nùria estaba tomando un refresco se acordó de ella. Necesitaba un poco de tiempo para saber si su presencia era oportuna o no, si resultaba conveniente para los intereses del Front o si más bien había que evitarla. Se quedó quieto, pensativo, como si se acabara de olvidar algo en la barra. Regresó y buscó el lavabo. Allí meditó lo que iba a hacer.

Entre una enorme expectación, los convocantes tomaron asiento tras una mesa repleta de micrófonos y decorada con un gran ramo de flores que Lloris apartó para dejar en un rincón. Tres rosas rojas ocultaban ligeramente su perfil. Jamás una rueda de prensa había congregado a tantos periodistas. Allí estaban todas las televisiones estatales, las locales y las de cable, muchísimas emisoras y todos los medios escritos del país, incluidos los de Alicante y Castellón, una novedad tremenda si se tenía en cuenta la excelente y siempre eficaz falta de vertebración valenciana.

Celdoni Curull, que tras pocos días de convivencia con Lloris se había forjado una idea casi exacta del personaje, intentó en el coto aleccionarlo sobre lo que había que decir y lo que era más conveniente callarse. Le aconsejó, por ejemplo, que no hablara de dinero, pero un periodista madrileño del diario deportivo As causó la indignación entre sus colegas locales cuando preguntó de dónde sacaría dinero el Valencia para pagar un fichaje que se suponía tan caro. Ocurrente, Lloris respondió que, por supuesto, no sacaría ese dinero de un pelotazo, con lo que se ganó la complicidad de la mayoría de los periodistas. Si no lo puede pagar el Valencia, lo pagaré yo. Acto seguido, casi interrumpiéndolo, Curull inició una serie de prolegómenos para reconducir la situación.

– Muy buenos días a todos. Soy Celdoni Curull, único representante legal de Ndiane Bouba. En primer lugar me gustaría agradecerles su presencia. Debo comunicar que el fichaje de Bouba presenta la particularidad de que no se llevará a cabo si el señor Lloris no accede a la presidencia del Valencia. Tengan en cuenta que equipos del nivel mundial del Milan, el Bayern y el Inter están también muy interesados en la contratación del señor Bouba. Pero la seriedad que ha demostrado ante mí el señor Lloris, el deseo de Ndiane por venir y, por qué no decirlo, mis simpatías por el club, nos han llevado, pese a que el señor Lloris aún no sea presidente, a cerrar nuestro acuerdo y a decidirnos a hacerlo público. No pretendemos ofender a nadie, pero, con todos los respetos por los actuales dirigentes del club, debo decir que nuestro compromiso es única y exclusivamente con el señor Lloris. Quiero insistir en que Bouba sólo fichará por el Valencia si el señor Lloris es presidente. También me gustaría advertirles que no hablaremos de dinero, porque el fichaje aún no es oficial. Una vez aclarado todo eso quisiera agradecer la presencia del señor Rafael Puren -Puren saludó-, tesorero de la coordinadora de peñas del Valencia, una presencia para nada anecdótica, ya que representa el sentir de todos los peñistas y por consiguiente de todos los socios y simpatizantes. Por no mencionar que…

Vicent Marimon salió del lavabo. Nùria Oliver le estaba esperando en la barra. Excepto un camarero, era la única persona que quedaba en la cafetería. A la fuerza tenía que pasar por su lado. Algo tendría que decirle, porque la mirada de ella, insistente, así se lo exigía.

– Supongo que te acuerdas de mí -dijo adelantándose al saludo de Marimon.

– ¿Cómo estás, Nùria?

– La verdad es que mal.

– Ya me lo imagino. Lo siento.

– Tú no tuviste la culpa.

– Si puedo hacer algo…

– No puedes hacer nada. Pero ¿qué crees que debería hacer yo?

Marimon prefirió callar mientras pudiera.

Situado en la puerta de entrada a la sala de prensa, Santiago Guillem lo observaba todo más que sorprendido. Llevaba años sin asistir a un acontecimiento de tal magnitud. Recordó algunos de los grandes fichajes de la historia del Valencia: Kempes, Mijatovic, Romario… La presencia de Bouba superaba con creces cualquier expectativa. También el hecho de que Guillem asistiera levantó algo de expectación entre ciertos colegas, ya que no era nada habitual verlo en actos de aquella calaña. Había ido para conocer en directo a Lloris, para hacerse una idea del personaje pese a que ya lo intuía. Lloris no lo defraudó:

– Sólo quiero decirles una cosa a los aficionados del Valencia. No haré el sacrificio de abandonar mis negocios, el sacrificio de complicarme una vida resuelta, para no conseguir nada. Mi deseo, mi aspiración irrenunciable, la ambición por la que trabajaré sin descanso, es convertir al Valencia en campeón de Europa. He traído a Bouba, el jugador con más proyección mundial del momento. Pero si hace falta, si el Valencia lo necesita, buscaremos donde sea para conseguir a los mejores cracks. La mejor afición del mundo se lo merece. Por ellos, lo sacrificaré todo. El Valencia ya tiene un conjunto, un bloque compacto que le ha dado algunos éxitos, pero le falta la guinda del pastel. Quiero un equipo que sea incontestable en Europa, que sea el orgullo de todos los valencianos.

En un intento de contenerse, siguiendo los consejos de Curull (que vigilaba con celo empresarial cualquier exceso en que pudiera incurrir el candidato), Lloris transmitía lo que le interesaba de cara a la asamblea del club. El objetivo era centrar sus aspiraciones en lo que con más fervor deseaban los aficionados.

Marimon pidió un bíter. No quería responder a la pregunta de Nùria.

– Dime, ¿qué crees que debería hacer con tu cuñado?

– No lo sé, es algo muy personal.

– Abandoné a mi marido, perdí el mejor empleo que he tenido en mi vida por su culpa. ¿Sabes?, estoy de cajera en un supermercado.

– Nùria, te entiendo y comprendo que estés ofendida.

– Él es un prófugo, un delincuente.

– Si quieres vengarte puedes hacerlo. Pero deberías considerar la magnitud del escándalo. Hay mucha gente implicada que se vería perjudicada. Piensa en los miles de aficionados que están ilusionados con todo esto. Jugar con los sentimientos…

– ¿Y qué hay de los míos?

– Claro… lo entiendo. -Marimon recordó que Nùria era del Levante, enemiga en lo deportivo del Valencia. Todo iba tal como había planeado en los servicios-. La verdad es que te hizo una putada enorme, imperdonable. Pero si quieres devolvérsela hay mejores formas de hacerlo que denunciándole.

– ¿Cuáles?

Impulsado por su solipsismo, con la ayuda de la extraordinaria desmesura de su ego, Juan Lloris se sentía el amo del mundo. Los micrófonos en la mesa, los numerosos periodistas que estaban escuchándole -presentía que le apoyaban-, el crack de mayor proyección mundial a su lado… Durante muchos años había soñado con algo así.

– Soy un hombre que se ha hecho a sí mismo. No retrocedo ante nada ni nadie. Acepto los retos con ilusión y coraje. Soy valencianista desde niño. Un niño que no cenaba si el Valencia perdía -exageraba un poco: no sólo se tiraba a las gallinas, también se las zampaba-. Siempre he tenido, como buen valenciano, la aspiración de presidir el club de mi vida, pero todavía tengo más ganas de convertirlo en un equipo de referencia mundial. Las ciudades son lo que son por sus equipos, porque las representan. A Valencia se la respetará porque once hombres se dejarán la piel por sus colores. Exigiré disciplina y resultados. Me comprometo ante todos vosotros, ante todos los aficionados. Palabra de Juan Lloris.

El discurso arrancó aplausos a una parte de los periodistas. Sentado junto a él, Curull le dio dos golpecitos en la rodilla. El primero servía para felicitarlo, el segundo le rogaba que no se excediera. Para Santiago Guillem todo era nuevo: jamás había visto que los periodistas se comportaran como aficionados en una rueda de prensa.

La ovación llegó a escucharse en el hall del hotel. De hecho, Toni Hoyos se emocionó al entrar. Los aplausos de los periodistas indicaban que todo iba bien. En cambio no oyó la voz de Vicent Marimon, que lo estaba llamando. El secretario de finanzas salía de la cafetería corriendo. Lo detuvo prácticamente en la puerta de la sala.

– Josep… digo Toni.

Hoyos se dio la vuelta.

– Caguendéu, Vicent, no me des esos sustos. Métete en la cabeza de una puta vez que soy Toni Hoyos.

– Me da en la nariz que vuelves a ser Josep Valles.

– ¿Qué coño estás diciendo?

Marimon prefirió ser directo:

– Nùria está en la cafetería.

– ¿Nùria? ¿Nùria Oliver?

– Tu ex novia.

– Me voy.

Se hubiera ido. Intentó hacerlo.

– ¿Adónde? Si te vas te denunciará. Además, aún no has cobrado. Estás sin blanca.

– ¡Hostia puta! ¿Qué quiere?

– Denunciarte. Está más que decidida. Créeme.

Hoyos se pasó la mano por la nuca. Precisamente ahora, cuando todo estaba a punto de dar resultado. Pensó en el tópico del criminal que siempre vuelve a la escena del crimen. Auténticas olas de paranoia lo asaltaron en aquel mismo instante.

– Estoy perdido -desolado.

– Y tanto. -Marimon se mostró preocupado-. No sabes lo ofendida y molesta que está.

– ¿Cómo ha venido…?

– Tu dichosa inconsciencia. Te ha reconocido en el diario.

– Oye, ¿tan ofendida está?

– Bastante. Pero a lo mejor me queda alguna alternativa.

– ¿De verdad serías capaz de hacerlo por mí?

– Por el partido. -Sonrió.

Estratega, hombre de mundo (a la fuerza), delincuente habitual, Toni Hoyos entendió de inmediato la situación.

– ¿Quieres salvarte?

– ¿Cuánto me costará?

– Necesitamos otra sede.

– Oye, Vicent, no seas abusón. No te aproveches de mis problemas. Tengo mis límites financieros. Bouba no es de mi propiedad.

– No quiero que la pagues toda, pero la mitad…

– ¿La mitad? ¿Tú eres consciente de lo que me estás pidiendo?

– ¿Tú eres consciente de quién está en la cafetería?

– ¿Cuánto crees que puedo sacar de mi comisión del fichaje?

– ¿Pongamos que cuatrocientos?

– ¡Te has vuelto loco! Ni una cuarta parte.

– Conociéndote lo dejaremos en cuatrocientos.

– Te juro por lo que más quieras que es cierto. No lo he hablado aún con él, pero Curull me ha dado a entender que la comisión será aproximadamente de esa cantidad.

– Procura que sea aproximadamente superior. Tendremos que darle una parte a Nùria. Está más que ofendida.

– ¿De modo que lo único que quiere es dinero?

– ¿Qué pretendías, que te siguiera queriendo? La he convencido yo, y no creas que ha sido fácil. Pero bueno, siempre te quedará la posibilidad de escaparte con ella y ahorrarte cien kilos.

– ¿Cómo quieres que me vaya con una tía capaz de hacerme algo así?

– Tienes toda la razón. Yo tampoco lo haría. Nos pagas doscientos y asunto zanjado. Puedes darme las gracias.

– ¡No me toques los huevos! ¿Sabes qué voy a hacer?

– Te escucho.

– ¡Me voy a entregar! Tú también saldrás perdiendo.

– Hazlo. Irás a la cárcel y te quedarás sin los doscientos que te corresponden, por no mencionar que los aficionados del Valencia te caparían por frustrar la operación. Con un escándalo de tal magnitud Juan Lloris no será presidente y Curull no hará negocios de ninguna clase. Nuestro problema era Lloris y ya está resuelto. ¿Quieres entregarte? Perfecto, voy a decirle a Nùria que te denuncie. Lo hará encantada: te odia y es del Levante.

Marimon se volvió y dio unos pasos hacia la cafetería.

– Un momento. No te vayas. Hablemos.

– No tengo nada más que decirte.

– De acuerdo, pagaré.

– Ya lo creo que pagarás. Hablaré con Curull. Le diré que eres tan valencianista que has decidido darnos la mitad de tu comisión, para el Front. Así ingresaremos la cantidad sin que tenga que pasar por tus manos.

– Eso es una canallada.

– Más bien es desconfianza. En fin, voy a tranquilizar a Nùria. Está esperando noticias. ¿Quieres saludarla?

– ¡Que se vaya a la mierda!

– De tu parte.

De los cracks se espera que marquen goles espectaculares, que ilusionen al público, que resuelvan partidos difíciles, que lleven a su equipo a lo más alto de la clasificación, pero no se les exige ser grandes oradores. La timidez de Bouba, la presencia intimidante de los numerosos medios de comunicación, lo obligaba a contestar con monosílabos a la avalancha de preguntas de los periodistas. Todo aquello le estaba demasiado grande y se mostraba humilde. Sólo cuando prácticamente le exigieron que dijera qué cantidad de goles marcaría por temporada se atrevió, contraviniendo los consejos de Curull, a aventurar la cifra de treinta. En Senegal, añadió, marcaba unos cuarenta a pesar de que los defensas lo conocían desde juvenil.

Ansioso por hablar -era muy conveniente que lo hiciera-, Rafael Puren vio cómo por fin Curull le cedía la palabra y empezó su discurso mientras la mayoría de los enviados de canales televisivos se marchaba para dejarlo todo a punto para las noticias de mediodía. Puren insistió en ratificar la validez del intermediario, destacando que los peñistas, los aficionados en general, estaban enormemente ilusionados con el fichaje de Bouba. Criticó con dureza al actual consejo de administración del club por no haber incorporado a ningún jugador nuevo. Un equipo como el Valencia, si pretendía mantener el nivel alcanzado o superarlo, si quería aspirar a la Champions -no recordó que habían logrado el subcampeonato en dos ocasiones, sino que la habían perdido un año sí y el otro también-, debía hacer un esfuerzo económico. Entonces, en aquel momento, se deshizo en elogios hacia la figura de Juan Lloris. Sin él, añadió finalmente, Bouba no hubiera venido. Por eso cuenta con nuestro incondicional apoyo. Acto seguido Curull agradeció la presencia de los medios de comunicación y dio por concluida la rueda de prensa.

Santiago Guillem salió del hotel con la sensación de que quizá se retiraba del periodismo en un momento que se adivinaba convulso. Pensó en Juan Lloris, en el proceso de adaptación de Bouba, en la locura colectiva que tenía a todo el mundo pendiente de si el crack senegalés sería capaz de demostrar, en la Liga española y en la competición europea, la misma aptitud goleadora que en su país. Sin embargo no pudo evitar pensar en los dobles contratos; en lo ajetreadas que debían de estar en ese mismo instante las altas esferas del club, preocupadas por camuflar un asunto que implicaba directamente al poder político.