38153.fb2
Parecía un almacén desierto. Había un cartel en la ventana: Se necesita ayuda. Entré. Un hombre con un bigotillo me sonrió.
– Siéntese.
Me dio una pluma y un impreso. Lo rellené.
– ¿Ah? ¿Universitario?
– No exactamente.
– Trabajamos en publicidad.
– ¿Oh?
– ¿No le interesa?
– Bueno, verá, yo he estado pintando. Soy pintor ¿sabe? Me quedé sin dinero. No pude vender mis cuadros.
– Ya, tenemos a muchos como usted.
– A mí no me gustan.
– Animo, hombre. Tal vez se haga famoso después de muerto.
Siguió contándome que el trabajo comenzaba siendo nocturno, pero que se podía ir ascendiendo a otros trabajos.
Le dije que a mí me gustaba el trabajo nocturno. Me dijo que podía empezar en el metro.