38284.fb2 Hagakure (Hojas ocultas) - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 50

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Dignidad y sinceridad

La dignidad de un ser se mide por la impresión exterior que da. Hay dignidad en el esfuerzo y la asiduidad; en la serenidad y la discreción. Hay dignidad en la observación de las reglas y en la rectitud. También hay dignidad para apretar los dientes y mantener los ojos abiertos: todas estas actitudes son visibles desde el exterior. Lo que es capital es actuar siempre con dignidad y sinceridad.

Kazuma Nakano ha dicho: "Es un signo de mezquindad y falta de gusto utilizar un juego de tazas ya gastado para la ceremonia del té." Los utensilios nuevos son más convenientes. Algunas personas pueden pensar que más vale emplear utensilios ya gastados debido al carácter de su origen. Estas dos concepciones son igualmente erróneas. Los objetos antiguos han sido empleados por personas, ciertamente modestas, pero su gran antigüedad les confiere una cierta nobleza. Os utensilios viejos han dado prueba de su calidad en las manos de gente de alto rango. Es por haber sido detentadas y usadas por su propietario que ha acrecentado su valor. Uno puede tener un razonamiento semejante sobre el deber del Samurai. Un hombre de origen modesto que logra cierto renombre y alcanza una posición social elevada, está dotado manifiestamente de cualidades sobresalientes. Sin embargo, habrá gente que siempre encontrará desagradable codearse con un hombre de genealogía dudosa, que rehúsa siempre considerar como un oficial superior al que no era hasta ahora más que un simple soldado.

Fundamentalmente, un hombre que ha descollado del montón, sólo ha podido hacerlo debido a que poseía más habilidad y mérito que los que están colocaos inicialmente en un escalón elevado. Por ello debemos siempre testimoniarles un mayor respeto.

Cuando uno busca algo esencial que realizar, hay que saberse mantener lejos del Señor de un feudo, de las personalidades oficiales y de los consejeros. Cuando uno pasa el tiempo "girando en torno" a sus superiores y a estar suspendido de sus labios, se hace difícil llevar a cabo los proyectos. Es una máxima que no ha de ser olvidada.

Está mal murmurar, sin embargo, tampoco es mejor alabar a alguien en todo momento. Un Samurai debe conocer su talla, observar la disciplina sin distraerse y hablar lo menos posible.

Un hombre valeroso debe permanecer impávido y jamás dar la impresión de estar desbordado. Sólo las personas insignificantes, cuyo carácter se revela agresivo, buscan la fama a cualquier precio y chocan con todos los que frecuentan.

En un debate o una discusión algunas veces hay que saber perder pronto para hacerlo con elegancia. Del mismo modo, si en la lucha Sumo, para ganar a cualquier precio, uno se pone a hacer trampas, se vuelve peor que un vencido y es, al mismo tiempo, derrotado y carente de elegancia.