38579.fb2 La Aventura De Un Fot?grafo En La Plata - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 44

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XLIII

Afligido, se preguntó qué la habría disgustado a Gladys. Con la misma aflicción pasó a preguntarse por qué no le pidió prestados a Gruter unos pesos para el viaje. El trayecto a pie, con el malestar que le embotaba la cabeza y le enfriaba la espalda, parecía demasiado largo. El sobre con las fotografías pesaba más que nunca. Estuvo a punto de tocar el timbre, pero previó malentendidos, explicaciones con Gladys, que de antemano lo cansaron. Partió, entonces, no del todo seguro de que las fuerzas le alcanzaran para llegar. La primer dificultad que encontró fue inesperada. En ese trayecto, que conocía mejor que tantos platenses, lo sorprendió primero el miedo de extraviarse y bastante pronto la sospecha de ya estar extraviado. Se sobrepuso. Ante sus ojos se prolongó la habitual perspectiva de la avenida 51, hasta donde la iluminación dejaba ver. Con alivio reconoció en su camino la casa con la puerta en el centro y los dos balcones a los lados; el almacén El Emporio, con las cortinas metálicas bajas; la inmobiliaria Barrenechea, con su lista de departamentos y terrenos, en la que podía leerse: “Joven licenciada prepara ingreso cualquier facultad”. Almanza pensó que esas casas eran mojones: le probaban que andaba por tierra conocida. Con verdadera satisfacción divisó el obelisco de la avenida San Martín, cruzó después las vías del paso a nivel y llegó, sin notar la distancia recorrida, a la ruta 3, por la que dobló a la derecha, siguió la curva hacia la izquierda, vio el campo y por último, desconsolado y con alguna zozobra, el cementerio. Encontrarlo ahí le disgustó, porque ése era el cementerio de Las Flores. Aunque estaba muy aturdido pudo recapacitar y, por una sucesión de revelaciones, recordó que también eran de Las Flores la avenida San Martín, el obelisco, el paso a nivel, la ruta 3 y la curva que lo llevó al cementerio. Comprendió que estaba soñando, pero de un modo nuevo y desagradable. Por lo general, cuando soñaba, no sabía que soñaba o, si lo sabía, podía despertar. Ahora sabía que estaba soñando, pero no podía contener las ocurrencias del sueño.

Oyó su nombre. Reconoció la voz y aliviado se volvió. Era Gruter. El viejo había comprendido que él no se hallaba en condiciones de recorrer a pie toda la ciudad y, menos todavía, de encontrar la pensión. “Está acá para ayudarme”, pensó. “Me va a llevar.” El viejo le dijo:

– Yo te previne.

Hizo memoria y llegó a la conclusión de que, esa tarde, en ningún momento el viejo le dijo que así no podría caminar hasta su casa.

– ¿De qué me previno? -preguntó con miedo.

Sonriendo el viejo contestó:

– Te dije que había que prepararse.

– ¿Para qué? -preguntó, aunque sabía la contestación.

– Para el sueño de la muerte. Y ahora, que estás en el sueño, tendrás que prepararte de nuevo. Van a presentarte al jefe. ¿Adivinaste quién es?

– No.

– La familia Lombardo.

Al oír las últimas palabras desconfió en seguida. “Basta de sueños y de embustes”, dijo en voz alta, o poco menos. Un señor y una señora, mayores los dos, lo miraron con reprobación y apuraron el paso. Pensó: “Malician que anduve bebiendo” y se despabiló del todo. Estaba en la diagonal 73, casi esquina 48. Lo principal era seguir el camino sin detenerse; aunque faltaran algunas cuadras (demasiadas para su cansancio), cada una no tomaba mucho tiempo.

Ya que por fortuna se hallaba enteramente despabilado, iba a sacar fuerzas de donde fuera. Lo que estorbaba era el malestar, la flojera, los sueños. Creía tener los sueños a raya, pero bastaba el menor descuido para que volvieran y lo alucinaran. En plena 73 encontró a don Juan, que abría los brazos y con alegría espontánea murmuraba “Hijo mío”. Si, como decía Gruter, era el diablo, parecía un diablo amistoso. Descubrió entonces detrás de don Juan unos vitrales muy atrayentes, que había visto en otra parte. De pronto recordó: en la pensión de los Lombardo. ¿Cómo pudo olvidar? Eran allí el adorno más vistoso. ¿Por qué los veía ahora en 73? ¿Por qué soñaba mientras caminaba despierto? Los sueños de esa noche tenían un extraordinario poder para convencerlo a uno. Había que reconocer también que eran bastante desagradables.