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Pues bien, de ahora en adelante, ya que la idea de don Alfonso fue aprobada por unanimidad, recibiremos la visita, por lo menos cada quince días, de algún poeta o escritor de la región. Cada uno de nosotros se turnará para dar alojamiento por una noche a tan distinguidos huéspedes, y los gastos de viaje, que no montan gran cosa, los pagaremos entre todos.

Este intercambio cultural será indudablemente valioso y promoverá amistades fructíferas. Siempre recordamos con afecto la visita de un notable poeta de Tamazula, recientemente fallecido, que por mera casualidad asistió a una de nuestras sesiones. Yo le pedí copia de un soneto, que conservo autógrafo como preciado recuerdo: "Al pie de una escarpada azul montaña, yace Tlamazolán, la hermosa villa…"

***

Julio 10

Me la encontré en una ventana. Tuve sus ojos tan cerca de los míos que sentí su mirada como un golpe.

Tiene los ojos grandes, claros, y el color de su cara es trigueño.

Los cabellos le cubren los hombros. Es esbelta. Alta y delgada. Tendrá quince años cuando mucho.

***

Julio 11

La casa sólo tiene una ventana. Creo que da a la sala. Allí no hay luz. La puerta de la sala da al patio y coincide con la ventana a través de la cual observo. Estoy en la acera de enfrente, y miro al fondo de la casa. Detrás de la sala oscura, hay luz en el patio. Allí está ella leyendo. Sólo veo sus cabellos. La línea de su frente se recorta sobre la página blanca. La calle es sombría. El cuadrito luminoso que veo a través de la ventana me llena de felicidad. Me gusta verla leyendo. También quisiera que volteara. No sabe que estoy allí, enfrente de su casa. ¿Por qué no voltea? Sus cabellos le cubren la espalda. La luz los enciende, matizándolos. De pronto, el cuadro desaparece. Es la madre que se ha dado cuenta cíe mi asedio y cierra la ventana.

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Julio 12

Como todos los enamorados, vivo en la incertidumbre. Sé de ella muy pocas cosas, y sin embargo ya me he hecho muchas ilusiones. A la hora que compare la realidad con lo que sueño puede ocurrirme un desastre.

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Julio 13

Lo que más parece ella es una flor. Una flor clara y alta sobre su tallo. Parece que no durará mucho tiempo, como los lirios de la laguna. Me asombro de verla al día siguiente lo mismo de hermosa.

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Julio 14

Hoy declaré mi amor a… (se me olvidó preguntarle el nombre) y tengo una impresión muy rara. Buena desde luego. Me parece una muchacha excelente. Estudia, me lo dijo como pretexto para no corresponderme. Vive sola con su mamá. Imposible vernos. Es de Colima. Amigos sí. Seremos amigos. ¿Novios? El domingo me resolverá si la busco en el jardín.

Noté que se ponía nerviosa. Eso me gusta. No hallo qué pensar. El domingo próximo. ¿Y entre tanto? Soñar. Estudia. Me parece interesante. Pero muy seria. Demasiado seria.

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Julio 15

Tengo remordimientos. He disfrutado un día feliz, sin merecerlo.

Hasta la he visto a ella.

A ella, pura, con mis ojos impuros. Debía estar alegre, pero… Pero una tristeza opaca mi felicidad y la oscurece. Ella volteó varias veces a lo largo de la calle. ¡Cómo quisiera entonces no haber hecho lo que hice!

El mal hábito retorna a veces y me destroza un día. Quizás tuve un sueño, un sueño que he olvidado, y que me hizo dar esta caída…

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Julio 16

Ahora ya no la he visto. Tal vez se fue a Colima. Cuando pasé hoy por la tarde frente a la Academia de Costura, sus compañeras me miraron con mucha curiosidad. Cuando vuelva, tengo la esperanza de que seré correspondido. Su recuerdo vaga ante mis ojos. A ella dedico mis más puros pensamientos.

– Con perdón de Dios, yo les hago el favor a todas las que se dejan. Sin ir más lejos, a esa que está ahora en casa de Leonila ¿La conoces? Esa que todos se pelean por ella, imagínatela hace tres años, a los quince. Se creía la divina envuelta en huevo y yo le quité el orgullo del zalate…

– La mera verdad, contigo no se puede decir, y párale de contar. Con perdón tuyo, eres un burro manadero…

Ante el elogio, Odilón inclinó la cabeza, avergonzado y satisfecho. Se quedó mirando la copa de tequila, como viéndose en ella, y luego se la bebió de un solo trago.

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Julio 18

Como no he vuelto a hablar con ella, no sé como se llama. ¿Cómo le pondré? Primero pensaba: Alicia. Y luego pensé: Alís. Porque ella se me figura una flor de lis. Y me acuerdo, hace tres años yo leía "La flor de lis" en mi libro de lectura. Estaba en la escuela. "Un niño deseaba ardientemente la flor de lis que se abría en medio de la acequia". Imagino la flor, azul y alta sobre su tallo. Se copia en el agua inmóvil y su color se confunde con el cielo reflejado. Un viento la hace balancearse suavemente… ¿De lis? ¡De iris!

Por cierto que el niño que quería cortar la flor de iris se cayó en el agua de la acequia.

***

– No es por presumir, porque se me hace que nadie debe sentirse muy ancha por eso, pero a mí Odilón me hizo mucho la lucha. Hace como dos o tres meses diario pasaba por mi casa y raspaba el caballo frente a la ventana. Pero yo ni una vez me asomé. Dicen que tiene una novia en cada pueblo, con eso de que siempre anda de aquí para allá. En San Gabriel se acaba de robar una muchacha y los hermanos lo tienen amenazado de muerte si vuelve por allá. Y luego, dicen también que ya debe varias vidas…

– Pero es muy guapo.

– Peor tantito. ¿Imaginas lo que va a sufrir la que se case con él?

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– Mira, hija, tú eres una muchacha seria y hasta ahora a tu madre y a mí no nos has dado más que satisfacciones. Eres la mayor, y el ejemplo de tus hermanas. Yo no quise que trabajaras, y si lo haces es por tu gusto, todos te lo agradecemos porque es una ayuda para esta casa, dónele faltan brazos. Ya ves, Dios quiso que ustedes fueran mujeres, y yo no tengo más oficial que el Mudo, porque las velas de cera ya no se venden como antes. Me tienes muy preocupado con esa amistad. A lo mejor lo que te hace esperar que vas a casarte con Odilón, es el deseo de salirte de esta casa donde no ves más que necesidades. Tal vez quieras tener más cosas de las que yo puedo darte, porque hasta lo que ganas, muchas veces no puedes gastarlo en tu ropa sino en la de tus hermanas. ¿Por qué no te fijas mejor en otro muchacho? Eres bonita y eso debe hacerte todavía más humilde. Parece que este año quieren que tú salgas de reina. Yo no me opongo, pero me gustaría más que salieras de Virgen en las andas, como el año pasado en el Taller de Nazaret. Las gentes decían que eras el vivo retrato de la Madre de Dios. Encomiéndate a ella, y que ella te dé su consejo. Al fin, eso es lo que eres y lo que yo quiero que sigas siendo, una buena Hija de María…

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He aquí el resultado de nuestra primera experiencia de intercambio cultural. Como teníamos el deseo de conocer a uno de los más afamados escritores de estos rumbos, invitamos a Palinuro, que publica en Guadalajara lo más granado de su producción poética. Él accedió gentilmente, y nos sentimos felices de inaugurar la serie de visitas con tan bien cortada pluma.

Es norma que en las sesiones del Ateneo no se consuman bebidas espirituosas, salvo en muy contadas y significativas ocasiones. Siempre nos reunimos después de cenar para evitarle al anfitrión un gasto excesivo, ya que el Ateneo Tzaputlatena no tiene sede propia ni recibe cuotas fijas de sus socios.

La reunión fue en casa de don Alfonso, y nada le pareció mejor ni más adecuado que ofrecer una copa en honor del poeta.

Todos la aceptamos con gusto. Palinuro vació la suya de un golpe, a la salud de todos. Inmediatamente después propuso un brindis personal con cada uno de nosotros, para sellar la amistad. Su justa y bien ganada fama congregó en masa al Ateneo, con una asistencia récord de dieciocho personas. Así es que antes de empezar la sesión propiamente dicha, nuestro hombre tenía ya veinte copas de coñac entre pecho y espalda. A todos nos colmó de elogios, diciendo que éramos injustamente desconocidos, pero que muy pronto él se encargaría de propalar nuestros méritos. Se refirió a Zapotlán como a la Atenas de Jalisco, pero sus mejores alabanzas fueron dirigidas a nuestra hospitalidad, y a la marca de coñac que le ofrecimos. Hubo que traer otra botella.

El resto de la velada fue más bien melancólico. Después de un breve período de entusiasmo y euforia, Palinuro cayó en una somnolencia profunda, como el piloto de la Eneida, y se quedó dormido con sus hojas de papel en la mano. Poco después se deslizó suavemente desde la silla hasta el suelo, y no pudo leernos sus poemas.

Al día siguiente, nos costó trabajo hacerlo tomar a tiempo el tren de Guadalajara.

***

Julio 28

Se llama María Helena y ya volvió de Colima, adonde un día tendrá que irse para siempre. Seguimos siendo amigos y nos veremos una vez cada ocho días. Me dijo claramente que no se hacía mi novia porque eso era una perdedera de tiempo y ella tenía que estudiar. Hablamos más que otras veces. Yo no tuve más remedio que decirle que tampoco quería perder el tiempo. De tal modo, sólo seremos amigos. De la amistad, le dije, puede salir el amor. "Ojalá no salga pronto", me dijo ella.

***

Como no podía meterse a la tienda con todo y caballo, ni tenía ganas de bajarse, Odilón, medio bebido, gritó desde la banqueta frente a la tienda de don Salva:

– Te vengo a decir que me voy…

Chayo, roja y avergonzada, se quedó como si no oyera, dándole vueltas a una bola de estambre.

– No te pongas así. Me voy pero vuelvo. Dime adiós, pero con gusto, para que me acuerde mucho de ti…

– Yo no sé dónde tiene la cabeza Chayo. Una muchacha tan decente, Hija de María, y haciéndole caso a Odilón. Una de dos, o la deja colgada, o le quita los seis centavos, y si es que no se los ha quitado ya…

– ¿Y qué tal si se casa con ella?

– Qué casarse ni qué ojo de hacha. Él tiene una novia formal en Guadalajara, y aquí y en otros pueblos nomás anda buscando muchachas que le hagan el áijale. Dicen que se mete con las criadas de su casa y hasta con las hijas de sus mozos. A todas les dice que va a casarse con ellas. ¿Y pasa usted a creer que todas estas ignorantes se tragan el paquete? Y allí se quedan, como burras enquelitadas, esperando que vaya a pedirlas…

***

Cuando ya don Fidencio cerraba su tienda, entró una mujer que se puso a examinar detenidamente las velas de cera. Había de todos tamaños, unas delgadas como lápices y otras gruesas como barras de albañil. La mujer iba de unas a otras, tentaba y soltaba las de a diez, las de a veinte y las de a cincuenta centavos. Don Fidencio perdía la paciencia, pero estaba acostumbrado a perderla. En sus manos sonaban las llaves. Ya había cerrado una puerta. El reloj de la Parroquia dio las nueve, pero a él ya se las habían dado desde antes en el estómago:

– ¿Cuál de todas se va a llevar?

La mujer tenía en una mano cinco velas de a diez y una de a cincuenta en la otra, con aire calculador: