38640.fb2 La Feria - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 9

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– ¡Niña desvergonzada, aprende a andar bien vestida! ¡Mira cómo van las niñas decentes!

Y les pone enfrente una criaturita que trae de la mano, como de ocho años, muy pálida, con trenzas largas y que parece una muñeca de principios del siglo, vestida de luto. Se trata de un viudo extravagante que detiene a todas las chiquillas que encuentra para hablarles del infierno, del pudor y de la desvergüenza. Ya ha habido varias quejas. Su mujer se le murió cuando nació la niña. No quiso que la viera ningún médico.

***

– La mera verdad, yo no sé para qué mi mamá me dejó casar con todo lo delicada que es. Desde el día de la boda no hubo noche que nos dejara en paz, allí sentada en una silla en medio de las dos camas. De día, cuando aquél se iba a trabajar, me dejaba encerrada con llave cada que salía.

– ¿Y cómo nació Filemón?

– Un día mi mamá olvidó la llave y aquél entró como de visita. Yo me hice la inocente pero después se me echó de ver y mi mamá ya no volvió a dejarme sola ni con llave. Hasta que aquél se enfadó y se fue. Cuando nació Filemón le mandé recado, pero supe que andaba con otra. Más valía no haberme casado, así sin hombre como estoy. Esperé a que Filemón creciera y me puse a servir. Usted conoce a mi padre, no sé cómo aguantó. Vive con nosotros pero duerme en el corral desde que yo nací. Mi mamá nunca se lo perdonó y desde entonces duerme en el corral.

***

En la cocina, doña Jesús estaba echándole recaudo al caldo cuando empezaron a sonar las doce. Siempre le gustaba recogerse en una especie de meditación para contarlas: "…diez, once, doce… trece… ¡Ave María Purísima! ¡Urbano dio otra vez trece campanadas como el día de San Bartolo!"

En el campanario, Urbano estaba perdido y poco faltó para que diera catorce. Se colgó del gran badajo meciéndose en su borrachera, y fue resbalando las manos por la cuerda, gruesa como calabrote, y se durmió debajo de la campana mayor…

***

– ¡Jaque al rey!

– Óigame don Epifanio, se me hace que está temblando…

– Yo le dije jaque. Usted muévase, y luego vemos si está temblando o no…

***

¿Quién empuja la puerta? ¿Quién golpea en todos los vidrios como una lluvia seca? Tengo vértigo… ¡Santo Dios! Está temblando, está temblando… ¡Está temblando! Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal… ¡Me lleva la chingada, está temblando! La campana mayor está de aquí para allá, de aquí para allá, ¡ya va a dar el golpe, ya va a dar el golpe! ¡Si la campana mayor se toca sola se acaba el mundo! Urbano se agarra de la cuerda y se levanta del suelo todavía borracho y atarantado, se cuelga del badajo vuelto loco del susto, allá arriba del campanario, y piensa que va volando por encima del pueblo, colgado de la cola del diablo… Glorifica mi alma al Señor y mi espíritu se llena de gozo… Las macetas de los patios bailan en sus columnas de barro y caen que no caen, los rodetes de humedad van quedando fuera de su lugar, las botellas chocan unas con otras en los anaqueles, los árboles del jardín y del parque se mueven sin viento, aúlla, oh puerta; dama, oh ciudad; disuelta estás toda tú, filistea… El agua chapotea en las pilas de los lavaderos y en las atarjeas del ganado, las olas de la laguna, unas vienen y otras van, las vacas doblan las rodillas y los perros y los gatos corren, aúllan de aquí para allá, nadie sabe qué hacer… Ya está pasando, ya está pasando… ¡Qué pasando ni qué pasando! Ahora tiembla más fuerte, de aquí para allá, de allá para acá… Tocan las trompetas, apréstase todo y las rodillas flaquean, en todos los rostros se ve la confusión porque he desencadenado mi ira contra la muchedumbre… ¡Jesucristo aplaca tu ira, tu justicia y tu rigor! ¡Ay Diosito me maté! A Layo se le tuercen los surcos de la labor, se le trenzan unos con otros… Allá está la tuza, ¡tírale, pendejo…! A Layo se le cae la escopeta de las manos y se dispara ella sola. La tuza se va corriendo y se mete en su agujero, antes de meterse voltea y le enseña los dientes. Pónganse todos debajo de la puerta, debajo de la puerta, dice un hombre idiotizado y solo a la entrada de su casa. Al contemplar la grandeza del Señor mi Salvador… Fulano de Tal se bajó de la bicicleta y anda extraviado en el jardín, dónde está mi casa, dónde está mi casa,… ¡Arrodíllense, herejes! ¡Arrodíllense, malvados! Piensa en tu muerte, pecador, Zapotlán se hunde, Zapotlán se acaba… ¡Sálvanos, Señor San José, tú que todo lo puedes! Giran los tapiloles, los adobes se despegan, las tejas se desacomodan, en las paredes se abren las cuarteaduras… Envuelta en una sábana sale corriendo del baño, ¿dónde están mis hijos? ¿Muchachos, dónde están? La escuela se les cayó encima… están en el recreo, no, ya vienen por la calle, el temblor les agarró en la plaza y yo aquí corriendo envuelta en una sábana por la calle, perdóname Francisco, perdóname Dios mío, se me va a caer la sábana mejor me meto a la iglesia, me escondo en el confesionario… ¡No se salgan, coyones, yo pago las otras! Vamos niños, todos en coro, todos en coro… Dios te salve, María, llena eres de gracia… ¡ninguno se salga, el corredor se está cayendo, todos en coro, ruega por nosotros, los pecadores, ruega por nosotros. ¡Sálvese el que pueda! La recién parida que estaba sola en su cuarto se levanta como vaca degollada con su hijo en los brazos. Don Faustino no puede ni debe rezar y se vomita, se vomita como si dijera blasfemias, mareado como en las costas de Chile cuando lo dejó solo Señor San José, y ahora está más solo en este mar de piedras, de adobes y de ladrillos que se le vienen encima como un b neo en la tempestad del temblor… Zapotlán está operando con pérdida, perdónale sus deudas como don Salva perdona ¡perdona madre! las deudas a sus deudores. Don Salva está hecho piedra detrás del mostrador y no se sale de su tienda, a lo mejor alguien se aprovecha y lo roba, allí está como el capitán del barco junto a la caja registradora, mirando a Chayo. Las muchachas se salieron a media calle con los brazos en cruz, solamente Chayo se quedó cerca de don Salva, rezando en voz baja con las manos juntas sobre el pecho, cerca de don Salva que está operando con pérdida, ¿por qué no la toma en sus brazos y le dice mañana me caso contigo antes de que Odilón se me adelante y te haga un muchacho? Yo perdóname Señor les hago el favor a todas las que se dejan, yo cumplí mi palabra y doy a la iglesia todo lo que puedo, a los pobres no, porque a lo mejor son unos sinvergüenzos… El señor Cura se arrodilló al pie del altar y allí está pasando el temblor y no vio a la mujer desnuda que se escondió en el confesonario para decirse sola sus pecados, perdóname Dios mío, una vez pensé agarrar la calle allá de muchacha antes de casarme a todas se nos ocurre… La callejuela del mal desborda todas sus Magdalenas arrepentidas… pero no te hagas ilusiones, mañana esperarán al primero que pase, no tienen bálsamos, no tienen ungüentos, están muertas de miedo, sólo tienen lociones, están muertas de miedo y no son peores que otras con familia y que también tienen miedo y se les revuelven los rezos, a mí se me agarró una de las piernas, sálvame papacito, sálvame, llévame de aquí, se me abrazó desgreñada y yo no me puedo mover, no vine aquí a hacer nada malo, sólo vine a cumplir con mi trabajo porque soy del juzgado y estaba embargando una pianola por falta de pago de impuestos, y ahora si me muero aquí qué va a decir mi mujer… Arca de la alianza, turris ebúrnea, ora por nosotros, la torre se bornea… Goce el puerto el navegante y la salud los enfermos… y en el cielo ostenta luego que nos quiere socorrer, once puercos navegando en el sagú de los enfermos y en el cielo está un talego que nos quiere socorrer… ¿A quién repeino, doña Dómine? A la luz Perpetua, doña Reyes… Requiem (aeternam dona ei, Domine, et lux perpetua luceat ei… Requiescat in pace… ¿De quién es el cantinface? ¿De quién es el cantinface?

***

– Yo le dije jaque al rey, no se tape con el alfil, porque lo mato… Y los montes se desmoronarán y caerán las rocas y todos los muros se vendrán al suelo…

Fueron tres temblores seguidos, uno tras otro, del grado séptimo de la escala de Mercalli, acompañados de ruidos subterráneos, que nos tuvieron en pánico durante más de siete minutos. Como siempre, se botaron las agujas de todos los sismógrafos… Después del último sacudimiento, todo quedó extraordinariamente inmóvil, como si se pararan las cosas, silenciosas y atemorizadas. Los vientos dejaron de soplar y no se movió hoja alguna de los árboles. Los seres se habían abismado en la quietud, azorados y estupefactos.

Un grupo de vecinos, esa gente que siempre hace lo que debe hacer a la hora oportuna, se dirigieron como puestos de acuerdo a la Parroquia. Miraron con estupor las grietas que dejaban ver, en los muros, el desajuste de los grandes sillares bajo el enjarre, y en las bóvedas, las esferas rojizas de los cántaros que las han hecho resistentes y ligeras. Todo el suelo estaba llovido de tierra y de caliche. Sin decir palabra, se subieron al altar y bajaron la imagen de Señor San José en hombros a la plaza. Una gran multitud se les unió, entre lágrimas y gritos, y comenzó la procesión de amargura por todas las calles del pueblo.

***

Y yo, José, me eché a andar, pero casi no avanzaba entre aquel mar de gente. Y al elevar mis ojos al espacio, me pareció ver como si el aire estuviera estremecido de asombro. Y cuando fijé mi vista en el firmamento, lo encontré estático y los pájaros del cielo inmóviles. Y al dirigir la mirada hacia la tierra, vi un recipiente en el suelo y unos trabajadores del campo echados en actitud de comer, con sus manos en la vasija. Pero los que simulaban masticar, en realidad no masticaban, y los que parecían en actitud de tomar la comida, tampoco la sacaban del plato, y finalmente, los que parecían introducir los manjares en su boca, no lo hacían, sino que tenían sus rostros mirando hacia arriba. También vi unas reses que iban siendo arreadas, pero no daban paso, y el que las llevaba levantó su diestra y se quedó con la mano tendida en el aire. Y al pasar por un aguaje vi unos bueyes que ponían en el agua sus hocicos pero no bebían. En una palabra, todas las cosas fueron apartadas de su curso normal.

La procesión duró todo el día, bajo un cielo cenizo. Señor San José, bajo aquella luz de Viernes Santo, se veía pálido y desencajado, como todos nosotros. De los cerros y del llano se levantó lentamente la gran polvareda de la tierra conmovida. A todos se nos olvidó comer y andábamos con la boca seca, las tripas pegadas en el espinazo y el estómago devorado por el hambre.

Casi toda la población se quedó a dormir en las plazas y en las calles anchas, asistida por los sacerdotes, que se pasaron la noche confesando a Zapotlán.

***

– No, no, por favor. No mi vida, no por favor, te lo ruego. Déjame… Déjame. ¡Déjame, te estoy diciendo! No, por lo que más quieras. ¡Dios mío! Voy a gritar. Nos van a oír… nos van a ver. No, aquí no, no. Te digo que no. ¡No! No…

***

– Fíjense nomás, lo que nunca había pasado, tres temblores fuertes seguidos. Y dicen que no ha dejado de temblar. Yo creo que Señor San José nos está ensayando para el Juicio Final…

***

– Me acuso Padre de Todo. ¿Cómo que de Todo? Sí, de Todo, de todo… Yo no puedo absolverte así nomás de todo… Barájamela más despacio… Pues ái le va… Me acuso Padre de que me robé una peseta, me acuso de que le falto al respeto a mis mayores, de que soy mercader de peso falso y amigo del fraude, de que engaño a mi marido el ferrocarrilero cuando se va de corrida, de que me quedé con las tierras por menos de la mitad de lo que valían, de que recibo prendas, de que digo malas palabras, de que pagué testigos falsos, de que fui de la Junta Repartidora de Tierras… ¡Ay de los que juntan casa con casa y campo con campo hasta ocuparlo todo! De que le quité el marido a mi hermana, yo soy el hermano del muerto, ¿la mujer de quién? Yo soy el padre que perdió a su hija, ¿cómo es posible? ¿Tu hija? ¿Con tu hermano? ¿Con tu hermana? ¡Hijos de bruja, generación de adúltera y de prostituta! Incuban huevos de áspid y tejen telas de araña, y el que come los huevos muere, y si los rompe sale un basilisco. Yo con una, yo con otra, yo con la que sea, yo con el que sea, yo con lo que sea… con un pomo de perfume, tuvieron que llamar al médico, son cinco plátanos, bueno el otro nos lo comemos, tengo malas inclinaciones, yo le robé la cobija, sí, lo maté a él y a uno de los hermanos, querían matarme a mí, falsifico las firmas, ésta es la primera vez que me confieso, tengo malos pensamientos, con una burra, con una mosca, me robo las guayabas, dije ojalá que se muera, digo muchas mentiras, no creo en la Divina Providencia, se me hace difícil, el cuento del Cura y del campanero, en la revolución yo lo denuncié, andaba con mi hermana, a cada lata de alcohol le sacamos un litro y se lo metemos de agua con alumbre, le echo tantita parafina a la cera, restiro mucho la manta la mido con el metro, vendí carne con pipitilla, tengo mis balanzas arregladas, hay mucha competencia, le digo raca a mi hermano, más valía que me atara al cuello una piedra de molino, ¿por qué no me mató en el seno de mi madre, y hubiera sido ella mi sepulcro y yo preñez eterna de sus entrañas? No me gustan los hombres, no me gustan las mujeres, me gustan las mujeres, me gustan los hombres, ya nunca lo vuelvo a hacer, yo tuve perritos, yo ardí en lujuria por los que tienen miembro de burro y flujo seminal de garañones, no quise que naciera, yo le apreté el pescuecito, yo me quedé con lo de la viuda, yo me quedé con la viuda, poseí a la huérfana la noche misma en que velábamos a su padre, éramos compadres y cambiamos de comadre, no visito a los enfermos, no doy caridad, los pobres son unos holgazanes y unos sinvergüenzos, yo cobro por los certificados de defunción, para que no haya lío, ¡no hay quien clame por la justicia, nadie que juzgue con verdad! Cuando no hay chivo vendo birria de perro, yo le vendí el veneno, quiero que se muera mi mujer, yo hice un muñequito y lo traspasé con alfileres, yo le di agua de coco, yo me pongo diafragma porque se me hace muy difícil el calendario, no quiero tener más familia, dos o tres veces por semana, desde que estaba en la escuela, no se quiso casar conmigo, ya no podía volver a mi casa, no tengo con qué mantenerme, me quitaron la criatura, nos peleamos por lo de la herencia, ¡ay de los que piensan por la noche las maldades que habrán cíe ejecutar por la mañana! Yo lo que quiero es que me queme, yo no estaré en paz hasta que me rompan, ¡y que me mate si quiere con tal de que no me deje escapar…! Y se van en tropel a casa de las prostitutas, sementales bien gordos y lascivos, relinchan todos ante la mujer de su prójimo. En la Pastorela yo salí de Carne, jugamos a que yo soy el toro y ellas las vacas. Me acuso de que a cada moneda que pasa por mis manos le doy una limada y ya tengo más de un kilo de plata, de que soy una trampa de carne para todos los espíritus que se me acercan… de que di un mate al rey con la dama sola sin apoyo, es un caso de conciencia, sin querer me fui metiendo en el negocio, lo gasto todo en alcohol, yo me emborracho los sábados, yo nomás el domingo, yo toda la semana, le pego a mi mujer, abría las cartas y las volvía a cerrar, yo le puse un anónimo, nomás le di un navajazo, yo solo me quemé la tienda, yo me declaré en quiebra, yo me robé a mí mismo, estoy arruinado, las gallinas se brincaban solas, el buey se devolvió por su paso a la querencia, yo nomás le abrí la puerta del corral y luego completé la yunta, yo le puse los cuernos, dan leche muy gorda en las secas y le tengo que poner tantita agua para adelgazarla a como debe ser, lo enterré en el corral de mi casa, les hablamos a los espíritus, yo tengo agujas marciales, cuando se murió me hallé el dinero en el colchón, queso descremado, mantequilla descremada, crema descremada, no le quise recibir su maíz porque se le dio muy malo, nos quedamos con unas cosas de la iglesia, cuando me salí del seminario, soy monaguillo y tomé de la limosna, yo también, soy el sacristán, trabajo en una tienda y diario tomo diez centavos del cajón, ¿quién se robó la peseta? Conciben maldades y paren crímenes, también yo te alzaré las faldas hasta taparte con ellas la cara y se verán tus vergüenzas. Él me dio la relación, yo escarbé y me quedé con todo, no se necesitaba operarla, pero de todos modos la operé, yo no quise que la operaran y me quedé con el remordimiento, no son de lana pura, ¿es menos pecado que ir con las mujeres? De que hago deshonestidades, me gusta que me vean, a mí me gusta ver, me asomo por un agujero, yo los oigo en la noche, no me duermo y los oigo, no, no me quiero casar con ella, creí que de veras la quería pero no la quiero, no sé cómo lo acepté por esposo, con mi mujer no puedo, con las otras sí, sabíamos que eran mal habidas pero de todos modos las compramos, los indios no sabían qué hacer con ellas, ni modo que se quedaran con toda la población, yo le dije que mandara el anónimo, yo no creo en las imágenes, la noche de bodas me acordé de que había hecho un voto de castidad, a la hora del temblor se me ocurrió que se murieran todos menos yo, mandé una manda y no la cumplí, yo recorrí la cerca del potrero, la fui echando para atrás, yo me quedé con todo el aguaje, esa casa era de nosotros, le tengo mucho amor al dinero, por mi culpa, por mi grandísima culpa se quedaron todos esos indios sin tierras, no supe lo que hice, no quería matarlo, pero lo maté para evitar males mayores, yo no pude descansar hasta que lo maté y no me acuerdo de más, estaba borracho pero me arrepiento de todo… Perjuran, mienten, matan, roban, adulteran, oprimen y las sangres se suceden a las sangres… Bueno Padre, ya le dije que me acuso de todo… ¿De todo? Me acuso Padre de que me robé una peseta…

***

Como ya los sacerdotes llevaban veinticuatro horas sentados en el confesonario y el río daba vueltas y vueltas y los pecados eran siempre los mismos, el señor Cura decidió pronunciar un solo Ego te absolvo y conceder la absolución para todos los vecinos que a las nueve cíe la noche, al oír las tres campanadas que anuncian la bendición con el Santísimo, cayeran de rodillas haciendo un acto de contrición verdadera.

Sólo unos cuantos herejes se quedaron de pie donde nadie los viera, pero al más empedernido de todos, don Faustino, el presidente municipal que se habla de tú con Señor San José, a la hora de la hora se le doblaron las corvas y se fue de bruces al suelo: "¡Que se abra la tierra y que me trague! ¡Yo cargo con todas las culpas de este pueblo de rajones!"

La tierra no se lo tragó, y esa noche las gentes de Zapotlán, las buenas y las malas, durmieron con la conciencia tranquila.

***

Uno de por allí: "A nosotros se nos quedó la fama, pero los meros meros están aquí. Por eso Dios los castiga tanto. Síganle dando, síganle dando… más de veinte terremotos en lo que va de historia, y acuérdense, en 1912 el Volcán de Fuego por poco los tapa de azufre y de ceniza…"

Y otro ángel le siguió, diciendo: "Ha caído, ha caído Babilonia, aquella grande ciudad, porque ella ha dado a beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación…"

***

– ¿Y qué me dice usted de los otros?

– Los tú me entiendes…

– Los del yo no sabía.

– Así era desde chiquito.

– A mí me daban miedo las mujeres.

– ¡Ay Dios tú, a mí me dan asco! Fuchi.

– Cuando se te acabe el perfume, me tiras con el pomo…

– Los que se desgajaron como un cerro aparte el día de la maldición.

– El día del cataclismo, el día del terremoto original…

– ¡Ay el temblor! jAy el temblor!

– Pues mire usted, a mí me dan risa.

– A mí me dan lástima.

– A veces son muy buenas personas.

– Son buenos cocineros.

– Son buenas costureras.

– Son muy trabajadores.

– Deberían de caparlos.

– Ponerlos a todos a vender tamales en la plaza, con mandiles blancos manchados de mole.

– ¡Ay, sí, de mole! ¡Ay, sí, manchados de mole…!

– Mire, mejor vamos hablando de otra cosa. Vamos dejándolos en su mundito aparte, ahogándose como ratas, agarrándose desesperados a un pasaje de San Agustín… '

– ¡Imagínate tú qué compromiso! Tener que salvar mi alma en este cuerpo tan grandote…

– En este cuerpo de hombre tan feo y tan grandote.

– ¡Aquí en la cocina del infierno!

– Probando atole con el dedito…

– Probando atole con el dedote…