38683.fb2
La conferencia de prensa seguía su curso en el hotel St. James de Londres.
– Respecto al descubrimiento del autor de los horrendos crímenes que describe en su novela, ¿fue la intuición o un golpe de suerte lo que la llevó a desenmascararlo, señora Evans?
– En la sociedad cerrada en la que viví durante aquellos años, era muy difícil acceder a la justicia, pero conseguí demostrar su implicación, poniendo en riesgo mi propia vida.
– ¿No albergó ninguna duda sobre su culpabilidad?
– En absoluto. Fue muy duro para mí forzarlo a confesar, porque era el médico de la familia y un amigo de absoluta confianza; pero estaba segura de su culpabilidad desde el principio. Jamás sospeché de ninguna otra persona como autora de aquellos atroces asesinatos.
Era una inocente mentira -la única que Ann introdujo en su novela-, y también su más íntimo secreto. El relato de la experiencia vivida durante aquellos meses era tan extraordinario en sí mismo que aquel insignificante detalle pasaría inadvertido, y estaba segura de que nadie dudaría de sus palabras, como nunca lo hizo Jake.
La mirada de Ann se dirigió hacia el público de la sala, buscando a alguien. Allí estaba él, en primera fila, feliz y orgulloso. Su amor seguía intacto… y aquel secreto, también.