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Jugando, las chicas habían arrinconado a Denis contra el frigorífico, y formaban ante él, una junto a otra, una muralla de ojos excitados y cabellos sueltos, a través de la cual Denis no atinaba a ver a Mattia en el otro cuarto.
– ¿Verdad o prenda? -le preguntó Viola.
Denis sacudió la cabeza tímidamente, dando a entender que no le apetecía jugar. Viola hizo un gesto de impaciencia y abrió el frigorífico, lo que obligó a Denis a ladear el tronco para dejar espacio a la puerta, sacó una botella de vodka de melocotón y bebió un trago a morro. Luego se la ofreció a Denis con una sonrisa cómplice.
Él estaba ya mareado y sentía cierta náusea, y el whisky le había dejado un regusto amargo en la nariz y la boca; pero había algo en la actitud de Viola que le impedía negarse. Tomó la botella, dio un trago y se la pasó a Giada Savarino, que la cogió con avidez y empezó a beber como si fuera naranjada.
– Bueno, ¿qué, verdad o prenda? -repitió Viola-. O elegimos nosotras.
– Este juego no me gusta -replicó Denis sin convicción.
– ¡Qué pelmas sois tú y tu amigo! Yo elijo. Verdad. Veamos… -Se llevó el dedo a la barbilla y, aparentando reflexionar, paseó en círculo la mirada por el techo-. ¡Ya lo tengo! Has de decirnos cuál te gusta más de las cuatro.
Intimidado, Denis se encogió de hombros y contestó:
– Pues…
– ¿Pues qué? Alguna te gustará, ¿o no?
Denis pensó que no, que no le gustaba ninguna; que lo que quería era que se fueran y lo dejaran volver con Mattia; que sólo le quedaba una hora para estar con él, para ver cómo existía también de noche, a unas horas en que por lo general no podía hacer otra cosa que imaginárselo durmiendo en su cuarto, entre sábanas cuyo color no conocía. Pero pensó también que si escogía una, la que fuera, lo dejarían en paz.
– Ella.
Y señaló a Giulia Mirandi, que le parecía la más inofensiva.
Giulia se llevó una mano a la boca como si la hubieran elegido reina de algo. Viola torció el gesto. Las otras rompieron a reír escandalosamente.
– Vale -dijo Viola-. Ahora toca prenda.
– No, ahora nada -protestó Denis.
– No seas pesado. ¿Es que no te apetece jugar un poco con nosotras? Seguro que no todos los días te ves con cuatro chicas.
– Pero ahora jugad con otro.
– Ahora jugamos contigo. Toca prenda. ¿Estáis de acuerdo?
Las otras asintieron dando ansiosas cabezadas. La botella estaba de nuevo en manos de Giada, que echando atrás la cabeza bebía sin parar, como si quisiera acabársela antes de que las demás se la pidieran.
– ¿Lo ves? -añadió Viola.
Denis dio un suspiro y preguntó resignado:
– ¿Qué tengo que hacer?
– Pues como soy una chica buena te mandaré una misión agradable -contestó Viola con aire misterioso. Las amigas, deseosas de saber qué nueva tortura se le había ocurrido, estaban pendientes de sus labios-: darle un beso a Giulia.
Giulia se puso encarnada. Denis notó un pinchazo en las costillas.
– ¡Calla, loca! -exclamó Giulia con escándalo, acaso fingido.
Viola encogió los hombros con expresión de niña caprichosa. Denis se negó dando dos o tres cabezadas.
– Tú mismo has dicho que te gusta.
– ¿Y si me niego?
Viola se puso seria y le clavó los ojos:
– Si te niegas, te tocará de nuevo verdad y tendrás, por ejemplo, que hablarnos de tu amiguito…
Y en su mirada aguda y chispeante Denis vio todo lo que él había siempre creído invisible, y el cuello se le tensó.
Se volvió hacia Giulia Mirandi y con los brazos inertes adelantó la cara, cerró los ojos y le dio un beso. Cuando quiso retirarse, Giulia le echó la mano a la nuca y, sujetándole la cabeza, metió la lengua a la fuerza entre sus contraídos labios.
Denis sintió en la boca sabor de saliva ajena y le dio asco. Era su primer beso, y cuando abrió los ojos vio a Mattia y la patizamba entrando en la cocina cogidos de la mano.