38753.fb2 La sombra de los dioses - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 2

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NOTA DEL AUTOR

La pluma no ussasse sino a quien los reyes

diessen licencia por ser la sonbra do los señores y reyes.

Fray Diego Duran,

Ritos y fiestas de los antiguos mexicanos

Al igual que en Sangre azteca, la acción de este libro transcurre en América Central a principios del siglo XVI, poco antes de la llegada de los europeos.

En aquel entonces esa zona estaba dominada por una nación guerrera: los aztecas. Cuando hicieron su primera aparición en algún momento del siglo XIII no eran más que otra de las numerosas tribus nómadas que compartían una lengua y una historia común, pero a lo largo de los doscientos años siguientes su evolución fue imparable. Se instalaron en una isla pantanosa y desierta en mitad de un lago, y la convirtieron en una fortaleza; construyeron islas artificiales, las chinampas, para disponer de campos de cultivo, y la utilizaron como base de sus guerras de conquista.

Los aztecas se llamaban a sí mismos «mexica», y dieron este nombre a la ciudad que fundaron: México. La parte sur de la ciudad se llamaba Tenochtitlan, y la parte norte Tlatelolco. La actual Ciudad de México se levanta en el mismo lugar.

En su momento de mayor esplendor, durante el reinado del emperador Moctezuma II, la Ciudad de México era probablemente la urbe más poblada del mundo, fuera de Asia. Era la capital de un imperio que se extendía por el este hasta las costas del Caribe, por el oeste hasta el Pacífico y por el sur hasta la moderna Guatemala. Como cualquier otra ciudad era un lugar bullicioso y lleno de vida, centro de comerciantes, artesanos, guerreros, sacerdotes, nobles, mendigos y ladrones.

Sabemos más de los guerreros y sacerdotes, debido a la práctica azteca de sacrificar a los prisioneros de guerra, junto con otras víctimas. Nadie que escriba sobre este período puede pasarlos por alto, pero en este libro ceden el protagonismo a los comerciantes y los artesanos, y en particular a los plumajeros, cuyo arte no tiene un equivalente en ninguna otra parte: los objetos hechos con plumas.

Tuve la fortuna de ver un pequeño ejemplo del trabajo de los plumajeros aztecas en una exposición que organizó la Royal Academy de Londres desde noviembre de 2002 a abril de 2003. A pesar de que las piezas se habían realizado hacía quinientos años, me quedé maravillado al ver el infinito cuidado y el extraordinario sentido del color que reflejaban; me pregunté qué combinación de fervor religioso, inspiración y técnica podían haber guiado la mano del plumajero.

Algunas de las respuestas que imaginé aparecen en este libro, mezcladas, por supuesto, con la confusión habitual.