38772.fb2 La verdadera historia de Mathilde K - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 2

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París, 1971

Me llamo Mathilde Kschessinska, y fui la bailarina rusa más importante de los escenarios reales. Pero el mundo en el que nací, el mundo para el que me educaron, ha desaparecido, y todos los actores que representaron papeles en él han desaparecido también: muertos, asesinados, exiliados, fantasmas andantes. Yo soy uno de esos fantasmas. Hoy en día, en la Unión Soviética está prohibido pronunciar mi nombre. Las autoridades lo han eliminado de sus historias del teatro. Tengo noventa y nueve años, una dama anciana con redecilla y cara de amargada, y sin embargo aún me siguen temiendo. Apenas medía un metro cincuenta en el momento álgido de mi fama (gasto el número 35 de calzado) pero ahora no puedo permanecer de pie, ni andar siquiera. Me quedo sentada con los ojos cerrados en la que ha sido mi casa en París desde hace cincuenta años y revivo el pasado, los recuerdos de mi antigua vida en San Petersburgo… fotografías en sepia de la familia imperial y de mi hijo, y del icono que tenía mi padre de Nuestra Señora de Czestokowa; su anillo con las armas del conde Krassinski; una medalla de la casaca del antiguo uniforme de mi marido, de la Guardia Real. Como todas esas cosas, yo también soy una reliquia. Pero todavía quedan restos del antiguo mundo, ¿saben? Están enterrados en algunos lugares, debajo de este mundo. El Palacio de Invierno, el teatro Mariinski, Tsarskoye Seló, Peterhof. Dicen que todo lo que está enterrado acaba por salir a la superficie. Yo veo ese mundo con mucha mayor claridad que las avenidas y los árboles que están junto a mi ventana, aquí, en el 16. ° Arrondissement. ¿Qué hay por aquí que pueda interesarme? ¿Esos chicos hippies con sus pantalones psicodélicos, las chicas hippies con las falditas cortas y el pelo largo y despeinado? El mundo que yo conocí era fabuloso, una corte más sofisticada aún que la corte francesa de Luis XIV. Yo fui amante de dos grandes duques y concubina del zar. Del último zar. Él me llamaba Pequeña K.