38956.fb2 Los aires dificiles - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 88

Los aires dificiles - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 88

diez años, esta niña tendrá un padre, que por supuesto será mi hermano, y yo

seré su tío, un señor muy simpático que va a su casa a comer de vez en cuando y

le hace regalos el día de su cumpleaños.

Y punto: Eso es lo que va a pasar. Eso es lo que vale, y eso es lo mejor, y es lo

único justo, además. Que no se te olvide, porque ningún genetista del mundo

puede cambiarlo.

—Sí –Charo volvió a sonreírle, esta vez con dulzura, una enigmática satisfacción

que él no se propuso resolver–. Eso es verdad, pero la niña es tuya.

—Eso no significa nada.

—No, pero es tuya, Juanito.

—¿Y qué?

—Y nada. Pero es tuya.

—Lo que no entiendo… –Juan Olmedo no tenía ganas de hablar, y sin embargo

no podía dejar de hacerlo–. Lo que no entiendo es por qué me lo has contado.

Eso supongo que no lo habrás leído en los periódicos, ¿no?, y no te lo habrá

aconsejado ningún genetista, tampoco. Si lo único que querías es que la niña

fuera hija mía, podrías haberlo hecho igual sin decirme una palabra. Habría sido

menos arriesgado, ¿no?, mejor para ti.

—¡Juanito! –Charo se echó a reír, y él se preguntó cómo era posible que siempre,

desde siempre, ella lograra crecerse con cada palabra que él pronunciaba.

—¿Qué?

—Sé perfectamente quién eres, cómo eres. Sé de lo que eres capaz, y de lo que

no. Tú nunca me chantajearías, nunca harías nada que fuera malo para mí, para

la niña. Por eso quería que lo supieras. Y pensaba decírtelo antes de que naciera,

pero como esta mañana te has puesto… como te has puesto, pues…

—Pero ¿por qué? Eso es lo que no entiendo. ¿Por qué?

—Por si acaso.

—¿Por si acaso qué?

—Por si acaso por si acaso.

En ese instante, volvió a abrirse la puerta. Cuando Damián, con una sonrisa

radiante y un enorme cesto de azaleas, apareció en el umbral, Juan desvió la vista

hacia la ventana, porque se dio cuenta de que le hacía daño mirarle.

—¡Ay, por Dios, por Dios!

–su madre se abalanzó sobre la cuna para coger a su nieta en brazos sin pedir

permiso–. Pero si es guapísima, una monada, una auténtica monada. Mírala,

Dami, qué preciosa es. Fíjate qué ojos, qué boca, qué maravilla. Y el caso es

que…

¿sabes a quién se parece? Ven, Juanito… –él no se movió, pero su madre se

acercó a él llevando a su nieta en brazos–. Es igual que tú cuando naciste, ¿te lo

puedes creer?, pero igualita, igualita, parece que te estoy viendo a ti, hace treinta

años.

—No digas tonterías, mamá –protestó él–. Es clavada a su madre.

—Sí, sí. Es verdad que es clavada a su madre, pero es que también me recuerda

mucho a ti cuando eras recién nacido. Es lógico, siendo hermano de su padre,

¿no? Toma, cógela un momento, anda…

—No.

—¡Pero estás tonto o qué! –su madre se le quedó mirando con ojos de alucinada–. No te va a dar miedo a ti coger a un bebé, siendo médico y todo. Cógemela, que

quiero poner en agua las flores que he traído.

—Que la coja su padre.

—¡Ay! Cógela tú, hijo, no seas memo. Si no es más que un momento…