38963.fb2
Bettini abandonó el local decidido a presentarle la renuncia a Olwyn. Por todas partes la suma de factores le daba el mismo producto: desánimo en la población, hábito a la dictadura, desesperanza confundida con tedio, actos heroicos y aislados de la resistencia pulverizados por el régimen, ninguna idea luminosa para iniciar la campaña y la voz del doctor Fernández sonando en su cabeza como un campanazo agrio: «Si quiere darme un alegrón, no acepte dirigir la publicidad del "No".»Al entrar al gabinete de Olwyn decidió evitar la formalidad de un saludo para no arrepentirse.
– No se me ocurre nada -fue lo único que dijo.
– ¿Cómo así, hombre?
– Éste es un país arrasado anímicamente por Pinochet. La gente está resignada. Renuncio.
– Tiene que crear una campaña que les dé ánimo.
– ¡Ánimo! Todo lo ven de color gris.
– Diseñe una estrategia que les haga ver el futuro ‹le otro color. Ahora no puedo perder el tiempo con usted. Yo tengo que sudar la gota gorda para mantener cohesionados a los dieciséis partidos que nos apoyan, conseguir que no se desmigaje el queque, y usted me viene con desmayitos metafísicos.
Bettini se dejó caer abatido en el viejo sofá de cuero.
– Me siento tan solo, señor.
– Pero ¿por qué? ¡El pueblo chileno y dieciséis partidos de oposición están a su lado!
– Preferiría que el partido de oposición fuera uno solo con una clara identidad y no esta bolsa de gatos de los dieciséis.
Olwyn pegó un puñetazo en la mesa. Parecía haber perdido su paciencia.
– ¡«Bolsa de gatos»! ¿De dónde sacó esa expresión, Bettini?
– De mi hija, señor. De mi hija.
– ¿De su propia hija?
– De mi propia hija, señor.
– A más tardar el sábado necesito el símbolo del «No», la canción del «No», el afiche del «No».
– Sí, señor.
– ¿Qué va a hacer ahora?
– Tomarme un whiskey.
– ¡Pero si usted es un genio! ¿No se le ha ocurrido nada de nada?
– Tonterías blandengues. Cosas del tipo «Democracia o Pinochet».
– Es para ponerse a bostezar.
– En cambio se me ocurre una muy buena para la campaña a favor de Pinochet: «Yo o el caos.» Tiene toda la precisión que nosotros no logramos. Además la gente no quiere libertad. Quiere consumir. Miran embobados las propagandas comerciales y se endeudan para comprar todo. Pinochet les dice que si él pierde, los estantes estarán vacíos.
Olwyn le clavó la vista mientras se frotaba las manos como un sacerdote.
– ¿Se sentiría más cómodo trabajando para el «Sí»?