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El miércoles tomaron preso al profesor Santos.
Nada de raro en estos tiempos. Sólo que el profesor Santos es mi padre.
Los miércoles a primera hora tenemos filosofía, después gimnasia y luego dos sesiones de álgebra.
Casi siempre vamos juntos al colegio. El prepara el café y yo frío los huevos y pongo el pan en el tostador. Papá toma su café cargado y sin azúcar. Yo le pongo mitad leche, y aunque tampoco le echo azúcar, doy vuelta a la cucharilla en la taza como si le hubiera puesto.
Este mes el tiempo está malo. Hace frío, cae una llovizna y la gente se envuelve las narices con sus bufandas. Papá tiene un impermeable claro, color beige, como los de los detectives en las películas.
Yo me pongo sobre el uniforme una chaqueta de cuero negro. Las gotas resbalan en la piel y no alcanzan a mojarme. Al colegio son cinco cuadras. En cuanto salimos del ascensor, papá enciende su primer cigarrillo y se lo va fumando lentamente hasta la misma puerta del liceo.
El tabaco le alcanza justo hasta ese punto, y entonces lo tira al suelo y me hace un gesto teatral para que yo aplaste la colilla con el zapato. Después pasa a la sala de profesores a buscar el libro de clases y cuando entra a nuestro curso pregunta en qué estábamos la última vez.
La última vez estábamos en Platón y el Mito de la Caverna.
Según Platón, los hombres vivimos como zombis mirando contra la pared de una caverna las cosas que pasan, que no son nada más que las sombras de cosas reales proyectadas por un fuego contra el fondo. Esos hombres, que nunca han visto las cosas de verdad, creen que las sombras son cosas reales. Pero si salieran de la caverna y vieran las cosas bajo la luz del mismo sol se darían cuenta de que han vivido en un mundo de apariencias y lo que tenían por cierto es un pálido reflejo de la realidad.
El profesor Santos pasa lista antes de volver a Platón y si algún alumno falta pone un punto rojo al lado de su nombre. Aunque sabe muy bien que fuimos juntos al colegio, cuando llega a la letra «S», después de «Salas» dice «Santos», y yo tengo que contestar «Presente». Mi padre alega que la casualidad de que me haya tocado filosofía con él no me exime de ninguna de mis responsabilidades, incluso esa cosa tan absurda de contestar la lista. Dice que si no estudio, por muy hijo suyo que sea, igual me va a rajar.
A mí me gusta la filosofía, aunque no quisiera ser profesor como el papi porque hay que levantarse temprano, fumar cigarrillos negros y además ganar poca plata.
Antes de iniciar la clase, mi padre se limpia las solapas por si le hubiera caído un poco de ceniza. Y luego lanza su frase favorita: «¿Por qué hay Ser y no más bien la Nada? -Y agrega-: Ésta es la pregunta del millón de dólares. Y ésta es en el fondo la única y gran pregunta de la filosofía.»La pregunta que a mí me aflige en estos días es que, si hay Ser, tiene que tener un sentido que haya Ser, porque si no hubiera un sentido daría lo mismo que no hubiera Ser.
Mi polola Patricia Bettini dice que el sentido del Ser es estar siendo no más, es decir, sin finalidad de ningún tipo. Y me pide que no me complique tanto y que sea espontáneo. Ella es como hippy.
Justo el martes en la noche, antes de que agarraran preso al papá, yo le planteé el pensamiento de Patricia Bettini y el papá se indignó. Le echó dos veces sal a la sopa y luego la apartó y dijo que no la tomaría porque estaba demasiado salada.
Yo encendí la televisión, pero la primera imagen era de Pinochet besando a una anciana y la apagué antes de que el papi la viera.
Aprovechó para decirme que no tuviera tanta confianza en la Patricia Bettini porque, si ella piensa que el Ser es lo que el Ser va siendo no más, se le escapa algo que a ninguna chica inteligente se le puede olvidar, y es que los hombres tienen conciencia, los hombres son el Ser y simultáneamente piensan el Ser, y por lo tanto con su pensamiento le pueden dar un sentido y una dirección al Ser. En buenas cuentas establecer valores absolutos, aspirar a esos valores. El bien es el bien. La justicia es la justicia, y no puede haber justicia en la medida de lo posible.
Según el papi lo que importa es la ética: qué hacer con el Ser.