38963.fb2 Los d?as del arco iris - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 21

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Capítulo 20

Patricia vio cómo el hombrecito sin siquiera sacudirse el polvo de la chaqueta se levantaba de la acera y se alejaba como un perro con la cola entre las piernas.

– ¡Dios mío! ¿Qué has hecho, papá?

Bettini entró a la casa dándole la espalda a la hija mientras le hablaba.

– Estoy tratando de componer la canción para la publicidad del «No» y se me mete en la casa ese loco que me canta «No, no, no, no» con la música de El Danubio azul.

– ¿Echaste al Chiquitito?

– ¡Chiquitito, pero con una locura inversamente proporcional a su tamaño!

– Pero, papi. Él cantó ese vals ayer en la Scuola Italiana. Es pegajoso. Hoy todos los estudiantes de mi curso lo estaban cantando.

Bettini se detuvo bruscamente.

– ¿Los estudiantes indecisos?

– Todo el mundo. Ese vals es genial, papá.

Entraron al estudio y el publicista limpió con la manga de su chaleco las teclas como si quisiera borrar las huellas de Alarcón.

– «Genial.» Lo mismo me dijo hace un rato tu pololo Nico Santos.

– ¡Pero si es verdad! También fue al instituto y se lo tocó a los alumnos de allá. Va cantándolo de liceo en liceo, de universidad en universidad. Los mismos estudiantes lo esconden cuando llegan los pacos.

– No sería necesario. Es tan chico que basta con que le pongan un uniforme y pasa como alumno.

Se sentó al piano y enfatizando con el pedal desplegó la melodía emblemática de los años de Allende: El pueblo unido jamás será vencido.

– Tengo que conseguir un acorde que armonice a los liberales, a los democratacristianos, a los socialistas, a los socialdemócratas, a los radicales, a los cristianos de izquierda, a los verdes, a los humanistas, a los socialistas renovados, a los comunistas, a los centristas… ¡Qué cacofonía!

Patricia estuvo a su lado hasta que su padre cerró suavemente la tapa del piano, poniéndole punto final a su derrota.

– Papá, no seas tan retro. Si quieres animar a la gente a votar «No» con alegría, tienes que componer algo realmente alegre.

– Eso es lo que intento, pero no me sale nada.

– ¡Un tema en buena onda!

– ¿Un rock?

– ¡Un rock! Algo liviano, como las cosas de los Beatles. ¡Tienes que lograr que la gente sienta que es rico decir que no! ¡Rico decir que no!

Patricia imitó el movimiento juvenil del cuello con el que Paul McCartney llevaba el ritmo sacudiendo su melena hongo.

– «She loves you, yeah, yeah, yeah…»

– Sólo que en mi caso tendría que ser «She loves you, no, no, no…». ¿Qué mierda hago con este maldito «No»?

– Algo juvenil, coqueto, gracioso. Algo con un gritito al final: «No, oh, oh…»Bettini se frotó los párpados queriendo borrar las visiones de esta pesadilla.

– ¿«No, oh, oh…»?

– Eso es. «No, oh, oh…»-Adiós, Patricia.

– ¿Te vas?

– No. ¡Te vas tú!