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A estas palabras pronunciadas por Shiva,
el rey, habiéndose preparado piadosamente,
se inclinó e invocó al Ganges.
Entonces el río de aguas puras
y maravillosas, invocado por el rey,
vio que Shiva estaba ahí
y fluyó de pronto del cielo.
Los dioses, los Grandes Antiguos,
los genios, las serpientes y los ogros
acudieron, curiosos, al verle caer.
Mahabharata
«La guía del peregrino»,
Libros I, III y IX