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Cogemos un tren para celebrar una boda en grupo. Se reúnen con nosotros otras dos parejas, Dan y Lucy, y Eryi y Lulu. Junli hará de maestro de ceremonias y el testigo es el amigo abogado de Tang Nah, el señor Sheng. Tanto Tang Nah como yo confiamos en que la ceremonia rescate nuestro amor. Somos como hortalizas tras una gran helada. Necesitamos el calor del sol. El trayecto resulta perfecto. Es un agradable día de primavera. Vamos en tren de Shanghai a Hangzhou, un lugar descrito por poetas y viajeros a lo largo de la historia como el paraíso.
No ven la montaña de problemas porque están encima de ella. La verdad es que no queda rastro de su amor. Ella tiene sus dudas, pero opta por creer en el amor, además del incentivo: Tang Nah ha prometido persuadir a Junli para que le dé un papel en sus películas. Así es como decide seguir adelante con lo que termina en la ceremonia de la boda.
Allí está Junli. Ella vuelve a presentarse haciendo sus gracias. Pero al final sus esfuerzos no dan fruto. Pone todo su empeño, lo mismo que Tang Nah. Pero Junli no sólo se muestra indiferente, sino que está asqueado. Si no fuera por Tang Nah ni miraría a Lan Ping. Ella se ofende tanto que se siente ultrajada. Su resentimiento es tan grande que treinta años después, durante la Revolución Cultural, ordenará a los guardias rojos que destruyan a Junli. Lleváoslo lejos, para que no extienda rumores sobre mí. Los guardias rojos lo matan a golpes y la señora Mao no admitirá que tiene que ver con una rencilla personal.
La actitud benevolente de Junli hacia Tang Nah lo ha estropeado todo. No tiene en cuenta las esperanzas que he puesto en Tang Nah. Si éste no fuera tan perezoso, podría ser un hombre mucho más importante. Junli y Dan habrían venido a suplicarme el favor de Tang Nah. Creo que es egoísta por parte de Tang Nah que se acepte a sí mismo como un perdedor. Sus amigos son egoístas al quedarse de brazos cruzados viendo cómo tira por la borda su talento. Le pagan copas cuando está deprimido. Junli hasta le organiza fiestas para animarlo. Lo invita a dormir a su casa para que me evite. Tang Nah lo llama su alma gemela. Un día me confesó lo que Junli y Dan habían dicho sobre mí. Me puse furiosa. Creen que Tang Nah es demasiado bueno para mí. Le permiten olvidar su responsabilidad para con nuestro amor. Han arruinado el porvenir de Tang Nah junto con el mío.
La verdad es que se trata de algo más profundo. Están destinados a fracasar. Hay traición. Luego está la decepción de ella. Había contado con que Junli le diera un papel. Creía que era el mejor amigo de Tang Nah. Pero hace justo lo contrario. Ofrece un papel a su rival Bai Yang, la actriz con cara de torta, en su película El río de primavera corre hacia el este, y la convierte en una superestrella. Qué boba ha sido. ¿Cómo va a gustarle si la cree la causa de las desgracias de su amigo? ¿La que lo llevó a intentar suicidarse? Junli es demasiado listo. Siempre ha sabido que ella y Tang Nah eran incompatibles. Ella le cayó mal aun antes de conocerla.
Estamos posando para las fotos, frente a una cámara. La pagoda de las Seis Armonías es un fondo perfecto. Junli está tratando de colocarnos para sacarnos a todos. Las estrellas de China. Los hombres y mujeres más atractivos. Soy consciente de que las fotos generarán atención y oportunidades profesionales. Mi intención no es sólo salir en esta foto. Mi intención es demostrar a Tang Nah cuánto le quiero y me importa. Estoy contrayendo un compromiso para toda la vida con un hombre al que tengo dificultades en seguir queriendo. Es un sacrificio. Pero por amor estoy dispuesta a todo. Tiemblo por dentro. Estoy tirando los dados.
¿Por qué estoy nerviosa? Debes tener fe antes para que ésta actúe por ti, me dijo una vez un predicador budista. Debo tener fe en Tang Nah, debo tener fe en que nuestra relación funcionará. Es lo que estoy pensando mientras hacen la foto. No me planteo alternativas. Quemo las naves y corto los cabos a fin de entregarme de lleno a la causa.
De pie en el centro, hacia el fondo, trato de sonreír, pero no me siento muy segura de mí misma. Temo que comparen mi cara con la de las otras dos parejas visiblemente enamoradas. Trato de engañarme a mí misma.
Junli sostiene la cámara. Es él quien ha propuesto el lugar, la pagoda de las Seis Armonías. Un lugar simbólico. Somos un grupo de seis. El número de la suerte. Siempre permanece en pie como la pagoda, explica Junli. Es un buen director que sabe cómo inspirar a los actores.
Dan está junto a Lucy, a mi derecha. No pueden separarse ni un momento. Tengo celos de ella. En el físico de Dan dios nos muestra la belleza masculina. Dan podría haber tenido a quien hubiera querido, pero ha escogido a Lucy. Está impaciente por pertenecerle a ella. Por supuesto que conocen la felicidad. Lo mismo que Eryi y Lulu. Estoy triste.
No sabría decir qué pasa por la mente de Tang Nah. Se le ve también nervioso. Lleva su sombrero francés bien encasquetado, casi tapándole los ojos. Se coloca detrás de mí como si no quisiera salir en la foto.
Treinta años después la señora Mao quiere destruir con urgencia esa foto. Quiere borrar todas las caras que aparecen en ella. Corre el año 1967 y lleva camino de convertirse en gobernante de China. Para ello necesita al envejecido Mao. Tiene que demostrar a la nación que ha sido el amor de Mao desde que nació. Tiene que demostrar que entre ella y Mao no ha habido nadie.
Es entonces cuando Junli y Dan se convierten en los hombres-que-saben-demasiado. La señora Mao considera que no tiene más remedio que deshacerse de ellos.
¡Corten!, exclama Junli como haría en el plató. Los actores respiran. El grupo regresa a Shanghai esa misma noche. Tres días después todos asistirán a una gran recepción. Como es de esperar, atrae la atención de los medios de comunicación.
Tang Nah y Lan Ping han vuelto a casa. Pero el matrimonio parece muerto. Fingen que no les preocupa. Ambos tratan de enfrascarse en el trabajo. Sin embargo nadie llama, ni ella recibe ofertas de papeles, ni él propuestas de trabajo. Las facturas se amontonan. Sigue viniendo a verlos del infierno el demonio del dinero. Él no deja de sonreír, dice que ella es el mejor premio que jamás ha ganado. Lo demás no puede importarle menos. Sin blanca y en paro, me trae sin cuidado. Soy un hombre completo siempre que tenga amor.
Ella está desesperada. No estás cumpliendo lo que me prometiste, le grita. Duermen en camas separadas. No pueden estar juntos pero tampoco separarse. Vuelven los malos hábitos.
Empiezan a salir, de nuevo en busca de aire y consuelo en los amigos. Acaban acostándose con otras personas. Él acude a la joven que le escribió la carta y ella al señor Zhang Min, que ahora trabaja en una nueva obra, La tormenta, del dramaturgo ruso Ostrovsky. Ambos niegan sus actos. Se está convirtiendo en el nuevo papel de ella en la vida. Con Tang Nah es una escena perfecta.
En esa escena ella inventa el argumento. Cuando hay tensión hace que la protagonista se marche. Se retira, desaparece del escenario. Sin embargo es incapaz de invertir la situación. Al igual que su país, China, no cesa de derrumbarse. Las tropas japonesas marchan en gran número. Los estudios de cine reducen su tamaño. Las taquillas cierran. Corre el año 1936. La suerte la ha abandonado.
Toma una decisión y llévala a cabo, me digo. Estoy haciendo las maletas y me iré esta noche. Me quedaré en casa de un amigo y mantendré en secreto mi dirección. Mientras escribo la carta, imagino cómo reaccionará Tang Nah cuando la reciba. Entrego la carta a Junli. Le pido que se la dé a Tang Nah cuando se haya recobrado. No es que confíe en Junli o en su mujer Cheng. Pero serán ellos los que soporten la cólera de Tang Nah. Será Junli quien impida que se mate allí mismo… convirtiéndome en una verdadera criminal. Esta vez no me dejaré manipular. No daré a Tang Nah otra oportunidad para controlarme.
Estoy segura de que has estado esperando esta carta. En fin, ésta es la última vez que vas a tener noticias mías. Creo que sabes perfectamente lo doloroso que es para mí escribirte esto. No tienes ni idea de cuánto he sufrido para salvarnos a los dos. Es preciso que te deje si quiero vivir. Eso es lo que me repito a mí misma. Dándome de cabezazos contra la pared, porque estoy como atontada, sorda, ciega y muerta por dentro.
Estoy tratando de explicarle la contradicción de mis sentimientos. Cuánto me cuesta romper esta relación. La forma tan extraña en que actúa nuestro amor. La oscuridad en que viví hasta que lo conocí. Le explico lo que significa para mí marcharme. Los momentos en que casi sufro un colapso nervioso. Los momentos en que veo claramente que no merece la pena vivir.
Sabes que lo he intentado. He vivido para complacerte. Me resisto a creer que ésta es la forma en que se supone que voy a conocer la felicidad. Complaciéndote. No puedo olvidar cómo peleamos. Lo desagradable que fue todo. Nuestro egoísmo. No cesa de acudir a mi mente ese momento como el final.
Me vengo abajo cada vez que recuerdo cómo me querías. Lo que me decías esas tardes que paseábamos por el bulevar Nan-yang. Hace que quiera echarme atrás. Me dice que continúe a tu lado hasta el final, que permita que este dolor eche a perder mi porvenir. El dolor es como una espina en la garganta, no puedo escupirla pero tampoco tragármela. Así estoy, con una espina atravesada en la garganta.
Ella siente la pasión. La pasión de hablar con una voz conocida, la voz de Nora. La sensación de estar actuando en el escenario de la vida le impulsa a seguir adelante. Vuelve a representar su papel. Al igual que Nora, está luchando para liberarse. Dice a Tang Nah-Torvald que debe partir.
Vivo para que se me reconozca, para dejar un rastro, ser alguien, significar algo. Esperaba que pusieras el mismo empeño, ya que eres un hombre con talento. No deberías desperdiciar tu vida. Deberías funcionar a pleno rendimiento. Demostrar al mundo quién eres. Detesto verte drogado por los que se llaman tus amigos. Afirmas ser un artista sólo para eximirte de tus obligaciones. Te da un pretexto para ser perezoso.
¿No es cierto, hasta cuando escribes, que lo dejas todo para el último momento? Nunca entregas tus artículos antes de que los rodillos de la imprenta se pongan en marcha. Para mí eso es una muestra de debilidad. Veo en ello lo contrario de un hombre de acción, veo a un hombre sin un norte. Peor aún, un hombre que en lugar de hacer frente a sus defectos, los oculta. Te encanta dártelas de incomprendido, maltratado por la sociedad; no dudas en considerarte una víctima del destino. Pero olvidas que estamos embarcados en la misma nave. Tu debilidad me está ahogando.
De todos modos, ya he sufrido bastante. Has hecho mío tu problema. No me considero una persona fuerte. Sencillamente no me permito ser frágil, porque sé que me romperé. Siento tener que dejarte. Pero es hora de que aprendas a caminar solo, a solucionar por ti mismo los problemas. De lo contrario sería vergonzoso mencionar siguiera que una vez nos quisimos.
Por fin menciona a Aixia; ha encontrado el nombre de la chica en un poema que él escribió inspirándose en ella.
Aunque has negado la aventura amorosa y el poema, has olvidado que he aprendido la lección. Tengo veintitrés años, no treinta. Sé qué es el amor porque he amado y me han amado. Sé cómo es. No puedes engañarme. Puedo imaginar fácilmente las frases que os decís. Las mismas que utilizaste para atraerme a mí. Créeme que las conozco. Sin embargo siempre te recordaré como un hombre afectuoso y bueno. Sientes amor, incluso hacia tu enemigo. A veces eres bueno más allá de lo razonable. Siempre me asombra, porque yo no soy para nada así. No soporto a mi enemigo.
Por una de esas vueltas que da la vida, como para resarcirla, tras su ruptura con Tang Nah la carrera de Lan Ping despega. El odio hacia los japoneses de pronto significa que las películas antijaponesas empiezan a financiarse y producirse, y se convierten en éxitos. Comienzan a ofrecer papeles a Lan Ping. Primero la película Sangre en la montaña del lobo, donde hace el papel de la mujer de un soldado y se enfrenta sola a una manada de lobos en la pantalla. La mujer a la vez vulnerable y valiente que lucha sin saber si ganará. Que lucha aun sabiendo que pueden devorarla antes de que pueda volver a atacar. Es la historia de una mujer sencilla, pero también de la lucha de China bajo la invasión de Japón. La interpretación es sincera y apasionada. Luego su siguiente película, El viejo solterón Wang, donde vuelve a ser la heroica protagonista, la mujer de Wang. De nuevo gira en torno a una familia china que vive en la pobreza bajo la invasión de Japón. Y de nuevo el único tema es la supervivencia. Ella está extraordinaria. Al final de la película, llevando a cuestas el cuerpo sin vida de su marido, jura ante la cámara: ¡Podéis cortarme en tiras o hacerme pedazos, pero mi espíritu nunca dejará de luchar!
Mi buena suerte se agota rápidamente. El verano de 1937 entran en Shanghai las fuerzas de ocupación. La bandera de Japón ondea en lo alto del edificio más elevado de la ciudad. La ciudad se paraliza. El último estudio de cine cierra. Estoy sin blanca y me he ido a vivir con el señor Zhang Min. Nos hemos cogido mucho cariño. Su mujer se ha ido por mí. Pero no voy a volver a casarme. Mi relación con Zhang Min no es de esa clase. Zhang Min es un puerto del que salgo y entro. Estoy aquí para descansar, no para quedarme.
El otro día me dijeron que Tang Nah había intentado suicidarse de nuevo. Fue después de que Junli le diera mi carta. Al parecer Junli no pudo detenerlo. Se tiró al río Huangpu. Era de día y lo rescataron. Debió hacerlo de noche si no quería sólo dar un espectáculo. Sé qué se proponía. Era su forma de vengarse de mí, de acusarme, de hacer que tanto nuestros amigos como los críticos y el público en general me señalaran con el dedo. Y lo han hecho. Apareció en el periódico de la tarde. Mi nombre de pronto es sinónimo de egoísmo: lo contrario a las heroínas que represento. Los rumores perjudican mis oportunidades de hacer papeles de protagonista en el futuro. El bribón siempre sigue bribón. Mi rostro ha perdido credibilidad de la mañana a la noche.
Tang Nah se marchó a Hong Kong justo después de la liberación comunista de 1949. Fue astuto. De haberse quedado la señora Mao no habría sabido qué hacer con él. ¿Habría corrido la suerte de Junli o Dan? Tal vez Tang Nah imaginó que habría problemas. Es un hombre clarividente.
La pagoda de las Seis Armonías se eleva contra el cielo añil aterciopelado, como un hombre callado absorto en sus pensamientos. ¿De cuántos amores jurados y rotos ha sido testigo? Todavía recuerdo el sabor de mis lágrimas. Conté con que ocurriría en cuanto nos declararon marido y mujer. Sabe Dios cuánto deseaba curarme. Se lo di todo. Al hombre de Suzhou.
Ahora que por fin le he dejado, me vienen a la memoria todos los buenos momentos. Los recuerdos, tan vividos. Me posee en mis sueños sin que yo lo invite. Me despierto gritando su nombre. Fue después de que él me explicara su delirante concepto de las mujeres. Su forma de venerar el cuerpo femenino. No se sentía a gusto con su cuerpo, en concreto no estaba orgulloso de su miembro. Siempre se dejaba la camisa puesta cuando se tendía sobre mí como una águila con las alas totalmente extendidas. Con la cara cerniéndose sobre la mía. Era una imagen bastante divertida.
Le encantaba dejar las luces encendidas y bajas. Cada noche colocaba la lámpara en un ángulo diferente, para ver mi cuerpo envuelto en distintas sombras. La ponía en una silla, o encima de un armario, o debajo de la cama. Me contemplaba y decía que tenía el cuerpo de una diosa. Le encantaba mi piel. Su color marfil. Por extraño que parezca, mi piel no envejece. He ido a lugares que son fatales para la piel, pero no se resiente.
Le recuerdo encendiendo un cigarrillo, dando una calada y exhalando el humo sobre mis pechos. Como un viejo verde, luego se recostaba para observar cómo el humo se arremolinaba alrededor de mis pechos. Ajá, decía guiñando un ojo.
Ajá, decía yo riéndome, y me levantaba para traerle un té. Aprovechaba la ocasión para demostrarle que sabía que eso le gustaría. Deja, decía él apagando el cigarrillo en el cenicero. Ven aquí.
Podía ser en cualquier parte, en una silla, en un sofá, en el suelo, junto a la ventana, en un pasillo, o a veces hasta de pie, en mitad de la habitación, como si fuera un escenario.