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Mi madre desaparece poco a poco de mi vida. Dicen que se ha casado. ¿Con quién? No me presenta a su nuevo marido. Se limita a marcharse. La puerta se cierra y no vuelvo a saber de ella. Ha dado por terminada la labor de criar a su hija. Yo no sé qué hacer, sólo sé que no quiero terminar como ella.
Veo óperas y copio las arias, La leyenda de Huoxiao Yu y el Romance del pabellón oeste. Sueño con personajes rebeldes, con mujeres de la antigüedad que luchan con fiereza por su felicidad y la consiguen. Decido que voy a ser cantante de ópera para vivir la vida de una heroína en el escenario. Pero mi abuelo se opone a la idea. Para él, las actrices son todas prostitutas. Yo no me doy por vencida. Mi abuelo lamenta haberme introducido en la ópera. Amenaza con desheredarme. Pero es demasiado tarde.
Nadie vende a la joven a una compañía de ópera como afirma más adelante. Huye de casa y se presenta en una compañía local. Suplica que la acepten. Ya es una mujer totalmente desarrollada y atractiva. Dice que es huérfana. Huye antes de dar a sus abuelos la oportunidad de desheredarla. Esto se convierte en una pauta en su vida. Con sus maridos y amantes siempre toma la iniciativa. Los abandona antes de que la abandonen a ella.
La niña se convierte en aprendiz. Mientras aprende el oficio friega los suelos, limpia los tocadores, llena las jarras de agua y se hace cargo del vestuario de las primeras actrices. Durante las representaciones acostumbra a sentarse junto al telón. Absorbe como un campo de primavera la primera lluvia de la estación. En la función de Nochevieja hace su primer papel de una frase. La frase es: Té, señora.
Para el papel se disfraza completamente. Se recoge el pelo y se lo sujeta con perlas y ornamentos brillantes. En el espejo, con la cara maquillada y los labios rojos, la joven se ve a sí misma en el mundo que ha estado imaginando.
Pero el lugar le muestra su rostro desagradable. Por la noche, después de la función, la joven oye sollozos. Después de que su señora se desmaquilla y se quita el disfraz, la joven ve un rostro marchito. Una mujer de veinte años pero que aparenta cuarenta. Una cara de madera con muchas arrugas talladas. La mano de un fantasma debe de estar trabajando en ella, piensa la joven.
Cuando la joven sale a buscar un plato de sopa de sangre de pato para su señora, ve a hombres esperando. Cada noche uno distinto. Son los amigos del dueño de la compañía. La mayoría son viejos y un par de ellos tienen la boca llena de dientes de oro. Su señora debe entretenerlos, ayudarlos a hacer realidad sus fantasías. No importa lo exhausta que esté, ni que quiera pasar un poco de tiempo con el joven de su corazón.
La joven espera. Espera un papel más extenso. Para ello trabaja con ahínco, hace todo lo que se le pide, soporta palizas de vez en cuando. Se dice a sí misma que debe tener paciencia, perfeccionar su talento. Es consciente del cambio que ha sufrido su cuerpo. Es consciente de su florecimiento. En el espejo ve cómo sus ojos se vuelven más brillantes, sus facciones se afilan. Su cintura se vuelve más fina al tiempo que sus pechos se transforman. Cree que su oportunidad está cerca. Por la noche sueña con que los focos la iluminan a ella, sólo a ella.
Sigo a mi abuelo hasta casa. No es que haya renunciado a actuar. Sencillamente no me han dado el papel que quería interpretar. Me he cansado. La espera se ha hecho demasiado larga. Estoy harta de limpiar entre bastidores. Harta de mi señora de cara de goma, de sus quejas, de sus sermones largos y hediondos como las telas para vendar los pies. Mi abuelo ha pagado una gran suma para sacarme de allí.
Pero en cuanto la luna se esconde en los profundos bancos de nubes, los pensamientos vuelven a agolparse en mi cabeza. He tenido una visión fugaz, oído una nota, aprehendido mi sueño, pero… Estoy acostada en mi vieja cama totalmente desvelada, tratando de decidir adónde ir y qué hacer a continuación.
Las vendas embadurnadas de pegajosa papilla de arroz. Los dedos de los pies hinchados. La inflamación. Los pinchazos en los tobillos. La niña recuerda cómo se salvó.
Mis abuelos están ocupados viajando de ciudad en ciudad y de casamentera en casamentera. Tratan de deshacerse de mí. Tengo dieciséis años y ya no pueden conmigo. Debido a mi estatura a menudo me ponen dieciocho. Deberían haberme vendado los pies. Ahora que puedo caminar y correr con estos pies de la liberación (como los llama mi abuela), los siento fuertes, como si tuvieran alas.
Me apresuro a liberarme. Encuentro otra compañía de ópera, que se llama Compañía de Teatro Experimental de la provincia de Shandong. Es más importante y más conocida, y la dirige un hombre que se parece a Confucio y se llama señor Zhao Taimo.
Aunque el señor Zhao Taimo se parece físicamente a Confucio, no es de ningún modo amante de las tradiciones. Es un hombre de educación occidental. Es la antorcha que ilumina la primera juventud de Yunhe. Más tarde la señora Mao se niega a reconocerlo como su guía. Se atribuye todo el mérito. Pretende demostrar que ha nacido proletaria. Pero en 1929 el señor Zhao Taimo admite a la joven a pesar de que carece de grandes aptitudes. Su mandarín es pobre y no tiene facultades acrobáticas. El señor Zhao se siente al instante atraído por el espíritu rebelde de la joven. Sus brillantes ojos almendrados y la ardiente pasión que hay detrás. En su forma de entrar en la habitación el señor Zhao Taimo ve un gran potencial.
El círculo literario y artístico de Shandong considera al señor Zhao como un hombre de inspiración. Su esposa, la elegante actriz de ópera Yu Shan, goza de popularidad y es adorada. Viene de una prestigiosa familia y tiene muchos contactos. La joven Yunhe llega a venerar a la pareja. Ésta la invita a todas las fiestas que tienen lugar los domingos por la tarde en su casa. La joven a veces se presenta por la mañana temprano, saltándose el desayuno, sólo para ver ensayar a Yu Shan. La modestia y la curiosidad de Yunhe causan buena impresión a Yu Shan y se hacen buenas amigas.
En las fiestas, Yunhe suele permanecer callada. Se sienta en un rincón masticando semillas de girasol y escucha. Observa a los invitados. La mayoría son estudiantes, profesores, músicos y dramaturgos. También hay visitantes misteriosos. Son los «izquierdistas», los comunistas clandestinos.
Mis primeros encuentros con los revolucionarios tienen lugar en las fiestas en casa del señor Zhao Taimo. Me parecen jóvenes, guapos y apasionados. Los miro con respeto. No consigo olvidar las cabezas sangrientas colgadas de los postes. ¿Qué les impulsa a poner en peligro su vida?
En casa del señor Zhao Taimo hallo la respuesta. Es su amor por el país. Y creo que no hay nada más respetable en la vida que lo que hacen.
La joven siente el impulso de participar en la discusión. Tarda un rato en armarse de coraje y proyectar su voz.
Nunca se me ha dicho que la ocupación extranjera fuera consecuencia de la derrota de nuestra nación, dice la joven. En mis libros de texto China es tan gloriosa como siempre lo ha sido. Pero ¿por qué son los extranjeros los dueños de las fábricas, del ferrocarril y de las mansiones privadas de nuestro país? Recuerdo que una vez mi abuelo soltó un profundo suspiro y dijo que era inútil aprender a leer, cuanta más educación recibías, más profunda era la humillación que sentías. Ahora comprendo por qué le gusta la ópera a mi abuelo. Para insensibilizarse. En la ópera revive el antiguo esplendor de China. La gente se está engañando a sí misma.
En la academia, Yunhe demuestra ser una estudiante apasionada. Tiene la camisa constantemente empapada de sudor, y las rodillas y los codos magullados de practicar las artes marciales. Durante la clase de canto pasa horas estudiando un aria y no se rinde hasta interpretarla a la perfección. Los profesores están satisfechos con las grandes metas que se ha propuesto y la adoran. Después de clase se oyen sus carcajadas. Son como campanadas. Los estudiantes la encuentran sumamente agradable. Son incapaces de apartar los ojos de ella. Hay algo en ella increíblemente irresistible. Algo que llama la atención y causa una honda impresión.
A la joven no sólo le encanta el teatro, también actúa en su vida diaria. Actuar se convierte en su principal interés, luego se agranda hasta convertirse en una necesidad, una obsesión, una adicción. Al final toda su existencia se basa en él, en su fantasía; tiene que sentirse dramática, tiene que representar un papel o se siente inquieta, tensa y enferma. No se recobra hasta que se asigna a sí misma otro papel.
Es medianoche. Dicen que el templo de Confucio es visitado por los fantasmas abandonados. Los fantasmas que desobedecieron la tradición en el tiempo en que respiraban y han sido castigados. Ningún templo los acogerá. Dicen que si la larga hierba se mece en el desierto cementerio al caer la noche, de las esquinas de los aleros caerán ladrillos. Las estatuas de Confucio y sus setenta y dos discípulos cobrarán vida. Sermonearán a los fantasmas y les ayudarán a encontrar el camino de vuelta. La estatua de Confucio es la figura más alta, situada en el fondo del templo. Está cubierta de una gruesa capa de polvo y telarañas, de los pies a la cabeza, envuelta en un pañuelo.
A los chicos de la academia de ópera les asusta entrar en el templo por la noche. Una noche ofrecen un premio al que se atreva a entrar en él después de medianoche para coger el pañuelo de la cabeza de Confucio.
En toda la semana nadie responde al desafío. Hasta la quinta noche, en que alguien se hace con el pañuelo.
Para sorpresa de todos, es Yunhe.
Con sus dos delgadas coletas y una traviesa sonrisa en la cara, la joven sonríe hacia el público que la aplaude.
La joven tiene el presentimiento de que el señor Zhao y su mujer la favorecerán. Presentándole a alguien o brindándole una oportunidad. Confía en su instinto. Más adelante, en muchas ocasiones, hace lo mismo.
Sigue adelante con su profesión. Estudia Qingyi, un personaje femenino trágico, y obtiene el papel gracias a su belleza. Se espera que sus movimientos estén llenos de elegancia.
Ya tiene rivales. Yunhe se da cuenta de que hay que pelearse para tener oportunidades. Hay un papel en una nueva obra de un dramaturgo de Shanghai muy conocido, el señor Tien Han. Se titula Un incidente en el lago. Yunhe participa en la audición, pero no tiene suerte. Se lleva el papel su compañera de habitación, una joven de pelo fino cuyo hermano es instructor de la academia.
Yunhe se siente deprimida durante el estreno de la ópera. Se muere de envidia. Lleva escrito en la cara su malestar. Durante la representación se olvida de su papel: trepar a un árbol. Se siente atormentada por dentro. Cree que ella es mucho mejor actriz.
Siempre hay unas manos perversas tratando de vendarme los pies, dirá la señora Mao.
Aun cuando los vientos me sacuden desde todas direcciones, nunca pierdo la esperanza. Ésa es mi mayor virtud. Alguien ha dicho que despunté por casualidad. No fue una casualidad. Me lo busqué yo. Lloviera o nevara, nunca falté a una función. Siempre estaba allí y siempre disponible. Nunca llegué tarde ni puse una excusa para retirarme pronto. No perdí tiempo chismorreando o tejiendo jerséis junto al telón. Observaba a la primera actriz.
Sí, me aburría hasta decir basta, pero me obligué a quedarme. Memoricé cada aria y cada palabra del personaje. No es que sea tan sabia que pueda predecir qué va a pasar a continuación. Sólo sé que uno ha de estar en la orilla del río si quiere que lo recoja un bote.
La primera actriz tiene gripe. Aun enferma como está, se niega a dejar la función. Durante días se arrastra a lo largo de ésta. Es lunes por la tarde y está lloviendo. La actriz está al borde del colapso. Después de atisbar a través del telón al reducido público, pide la noche libre. El director de escena se pone furioso por la poca antelación con que le avisa. La actriz para un rickshaw y se marcha del teatro. Son las siete. En quince minutos se levantará el telón. En la sala de maquillaje el director de escena se pasea en círculos como un perro persiguiéndose la cola. Cuando suena el timbre del telón, da un puñetazo al espejo.
En el espejo roto aparece la cara de Yunhe. Totalmente maquillada y vestida para el papel.
Estoy preparada para salir a escena, dice. Me he estado preparando. Por favor, señor, déme una oportunidad.
«Vuestro rostro pálido rechaza los polvos», el director recita un aria de la mitad de la obra.
«El bermellón aún debe aprender de vuestros labios.» Yunhe abre la boca y sale un torrente de voz. «Carne de nieve, huesos de jade, soñad vuestros sueños, no hay otra igual, no estáis hecha para este mundo.»
Cuando se levanta el telón estoy en mi papel. ¡Oh, qué maravillosamente me siento! Tengo las mejillas encendidas y me muevo por el escenario con desenvoltura. He nacido para esto. Fluyo, me dejo llevar por el espíritu del personaje. He conquistado al público. Cuando mi personaje está a punto de poner fin a su vida por amor, se oye un grito. ¡Llévame contigo!, oigo. ¡Llévame contigo! El resto del público se une a él. Y de pronto llega el sollozo, del teatro entero. Como una marea asombrosa. Ola tras ola. Se eleva hasta el cielo. Enorme, rodeándome las orejas.
La función es un éxito. Resulta ser la mejor oportunidad que podría haber esperado, ya que entre el público se encuentran el señor Zhao Taimo y un grupo de críticos que éste ha invitado para que escriban sobre la obra. No ha llamado con antelación para reservar entradas porque sabía que la función se había retrasado y no iba a haber problema de asientos.
Yunhe rompe a llorar de modo incontrolable. La heroína acaba venciendo y ganándose el afecto. Pero no llora por su personaje. Sino por ella, por su victoria, porque ha eclipsado a su rival y ya no pueden seguir dejándola de lado. Porque por sus propios méritos hizo que lo mismo le sucediera a ella.
Entre bastidores, mientras la ayudan a desmaquillarse y quitarse el vestido, vuelve a desmoronarse. El llanto llega tan de repente y tan incontenible que abre la puerta y se va.
Corre el año 1930. Justo después de su primera aparición en escena, cierran el teatro. Y poco después la compañía y la academia. Se debe a la falta de fondos y a la inestabilidad política. Incapaz de pagar sus deudas, China se somete a una más profunda y mayor penetración extranjera. Las luchas internas entre señores de la guerra han agotado a los campesinos y meses de sequía han asolado el campo. Para cuando ella decide hacer las maletas, ya se han ido todos los demás. Es como un bosque en llamas, todos los animales corren para salvarse.
La joven no tiene dinero para huir y no quiere volver a casa de sus abuelos. Su madre nunca se ha puesto en contacto con ella. No se permite echarla de menos, y menos en esa clase de momentos en que necesita un lugar a donde ir y una cara conocida a la que acudir. Se desprecia cuando se siente débil e impotente. Acalla la vocecilla infantil que pide socorro a gritos en su interior, la acalla como si fuera su peor enemigo. No para hasta que la lastimera voz se convierte en un gran bloque de hierro. Un bloque que nunca se derrite.
Vendo todas mis pertenencias y compro un billete para Pekín. Busco trabajo como actriz. Tengo que intentarlo. Pero la ciudad me recibe con frialdad. Allá donde voy, mi mandarín con acento de Shandong provoca risas. No me llaman de ninguna de las audiciones que hago. Dos meses después estoy sin blanca. Nadie quiere prestarme dinero. Nadie cree que un día tendré futuro como actriz. Al principio no me importa. Pero cuando tengo frío y hambre, yo misma empiezo a dudarlo.
La joven vuelve de Pekín y accede al deseo de sus abuelos: se casará. Tiene diecisiete años. El futuro marido se llama Fei y es un admirador suyo de cuando representó Un incidente en el lago. Tiene un pequeño negocio. Más adelante nunca menciona su matrimonio con el señor Fei. Se niega a recordar su cara. Para ella es una roca en mitad del río en el que se está ahogando. Alarga la mano hacia la roca y se aferra a ella.
Pero en la ceremonia de la boda se muestra sumisa. La llevan en un palanquín envuelta en seda roja, como un regalo de año nuevo. Lo hace para dejar contentos a sus suegros. Éstos no sonríen. Yunhe sospecha que su abuelo ha pagado para conseguir la propuesta del señor Fei.
De pronto está sola en su papel de esposa y nuera. Se siente extraña y poco preparada para interpretarlo. La primera noche es espantosa. El hombre reivindica su territorio. Ella se visualiza como un animal a punto de ser sacrificado. La expresión de su marido le hace pensar en una cabra mascando hierba. Mueve las mandíbulas de un lado a otro. Le corre la sangre por entre las piernas. Se siente resentida y asqueada.
Había soñado con enamorarme como en las óperas. Esperaba que mi nuevo marido fuera inteligente y cariñoso. Esperaba que nos cortejáramos como mariposas en primavera. Esperaba sentir algo por él. Me han arrebatado mis oportunidades sin molestarse en preguntarme. Cada noche tengo encima mío al señor Fei, arrancando hilo por hilo mi sueño hermosamente bordado.
Lloro en medio del acto. ¿En qué me diferencio de las prostitutas de las calles? Hace que eche de menos a mi madre. La he juzgado mal. Siempre pensé que había hecho algo mal para arruinar su vida. Ahora me doy cuenta de que una chica puede hacer todo bien y su vida seguirá siendo un desastre.
Ahora la joven tiene un lugar donde vivir y un hombre que paga sus facturas. Recupera la energía. Está preparada para volver a tomar las riendas de su vida. No consulta a su marido. Lo considera como parte del atrezo en la representación de su vida.
Las quejas de los suegros se convierten en su pretexto. No voy a quedarme donde tu madre quiere que vuelvan a vendarme los pies, dice. El marido se pone entre las dos mujeres y trata de negociar. No hay trato. Su esposa está impaciente por divorciarse. No consigue camelarla. No se dará por contenta hasta que vuelva a ser libre.
El marido se sienta y saca su ábaco. Hace cálculos y decide que no quiere invertir más en un negocio que no es rentable.
Con un poco de dinero en el bolsillo la joven vuelve a huir. Nunca menciona el marido a nadie. Más adelante niega que el matrimonio haya existido. Como la mujer que liderará China después de Mao, debe ser una diosa. Tener demasiados maridos será un obstáculo en el camino al poder.
En 1930 se ve como un pavo real entre gallinas. Su vida lo demuestra. Se dice a sí misma: a veces tienen que meterte en un gallinero para que te midan, comparen y reconozcan.
Huyo de mi matrimonio. Una joven de dieciocho años. No muy culta y totalmente sola en el mundo. No recuerdo cuántos días deambulo de un lugar a otro. Tengo piojos y la ropa interior me huele. Considero la posibilidad de rendirme. Casi lo hago.
Al final logro localizar al señor Zhao Taimo, que es ahora el nuevo rector de la Universidad de Shandong. Estoy segura de que se acuerda de mí y supongo que hallará el modo de ayudarme. Pero me llevo un chasco. El señor Zhao dice que está demasiado ocupado. Si quiero estudiar, tengo que solicitar una plaza a través de la oficina de ingreso. ¿Cómo voy a hacerlo? No tengo títulos. Ni siquiera he terminado la enseñanza primaria. Pero trato de no desanimarme. Decido ir a ver a la mujer del señor Zhao, Yu Shan, para suplicar.
Representa su papel con pasión. Le explica su lucha, le enseña los piojos del pelo y las ampollas de los pies. Conmueve a su público. No llores, dice Yu Shan. No te preocupes. No todo está perdido. Conozco a alguien que tal vez te ayude. Dame unos días y me pondré en contacto contigo.
Yu Shan consigue a la joven un empleo como ayudante en la biblioteca de la universidad, lo que le permite estudiar a tiempo parcial. La joven se siente a la vez emocionada y asustada. Asiste a las clases, se pasea por el campus y conoce a gente nueva. Habla con humildad y cautela. Está impaciente por impresionar y ansiosa por hacer amigos. Un día Yu Shan le presenta a un joven atractivo. Es su hermano Yu Qiwei, líder de los estudiantes y secretario del Partido Comunista clandestino del campus.
Ni Yu Shan ni la joven Yunhe se imaginan que él se convertirá poco después en el marido de ella, o aún más sorprendente, en uno de los lugartenientes de Mao Zedong, el cuarto marido de la joven.
Mi primera impresión de Yu Qiwei es que es increíblemente guapo, y tranquilo como un lago en verano. Su sonrisa me relaja. Lleva un traje chino de dos piezas de color azul marino, y unas sandalias de algodón negro. Se sienta enfrente de mí bebiendo una taza de té. Su hermana Yu Shan ha estado tratando de explicar el significado de su nombre, Qiwei. Qi, de iluminación, y Wei, de poder y prestigio.
Es un bonito día de otoño. Estamos sentados fuera de la cafetería del campus bajo un gran arce. El suelo está cubierto de hojas rojas y amarillas. Los colores son puros y brillantes. Cada vez que sopla la brisa llueven hojas. Un par aterrizan en los hombros de Yu Qiwei, que coge una y la admira. Yu Shan termina de presentarlos y pone una excusa para marcharse. Taimo y yo tenemos que hacer un recado. Os veo más tarde.
La joven está interesada pero no lo demuestra. Asiente educada y bebe té a sorbos. Yu Qiwei le pregunta qué clases le interesan más. Literatura y teatro, responde ella. Qué interesante, responde él, y le dice que ha estado involucrado con artistas que representan obras políticas. Ella dice que no conoce la compañía pero que los admira. Tal vez algún día quieras trabajar con ellos, sugiere Yu Qiwei. Ella sonríe.
Entonces él le pregunta si le gusta la vida del campus. Ella responde a sus preguntas. No pregunta. No le hace falta. Sabe todo lo que hay que saber de él por Yu Shan. Él finalmente pregunta: ¿No vas a preguntarme nada? Los dos se echan a reír. Tu hermana me ha dicho que eras un genio en el departamento de biología. Oh, eso, ríe él. Sí, pero eso fue antes de que me hiciera comunista a tiempo completo. Veo la política como una forma mucho más efectiva de salvar el país.
Al mirarlo a los ojos, Yunhe descubre algo extraordinario. En cuanto empieza a hablar de su país y de su fe en el comunismo, adopta una expresión beatífica. Se siente al instante atraída por él. Pero no está segura de si es recíproco. Eso no la detiene. Insiste. Le comenta que le gustaría conocer a gente, a sus amigos. Él está encantado. Le parece bonita y agradable.
Al día siguiente la lleva a ver una obra de teatro callejera. Le presenta a sus amigos. Ella se queda impresionada al ver cómo lo veneran casi todos, sobre todo las mujeres. Su carisma y su facilidad para comunicarse y liderar le convierten en un imán.
Ella está sentada ante un mostrador de la biblioteca, esperándolo sin saber si vendrá. Él suele pasarse por la biblioteca justo antes de que ella salga de trabajar. Lo ve y se vuelve fingiendo escribir algo. No quiere que sepa sus sentimientos. Yu Shan le ha dicho que tiene muchas admiradoras.
Lo ve acercarse. Él se detiene con una sonrisa y le dice que le trae un recado de su hermana. Yu Shan y el señor Zhao Taimo nos han invitado a una cena privada. ¿Te gustaría ir?
Empezamos a citarnos. Damos largos paseos por el campus al atardecer. El campus era en un principio una base militar alemana. La biblioteca se construyó en mitad de una colina, mirando al mar. El tejado es de cristal rojo y las ventanas tienen delicados marcos de madera. La vista desde la colina es asombrosa. Otro de nuestros lugares favoritos es el puerto de Qingdao. Su belleza está en la combinación de arquitectura tradicional y moderna. En el extremo de la larga playa hay un pabellón que, cuando se pone el sol, te transporta al escenario del poema del poeta de la antigüedad Ci Yin, En la despedida. A veces recitamos los versos juntos.
Cada mañana, cuando el mar despierta la ciudad, la joven Yunhe y el joven Yu Qiwei aparecen juntos en la playa. Flota el débil olor a pescado podrido y agua salada. El pelo de Yunhe agitado por el viento acaricia la mejilla de Yu Qiwei. Regresan allí por la noche, para contemplar la luna. Para contemplar cómo el océano se pone su traje de noche plateado y baila. A lo lejos se ven las parpadeantes luces de los barcos que pasan de largo. La noche se extiende infinita ante ellos.
Al principio la conversación gira en torno a libros prohibidos y obras como Casa de muñecas o El sueño en el pabellón rojo, el futuro de la nación, la inevitable invasión extranjera, la libertad, el socialismo, el comunismo y el feminismo. Ella lo escucha y nota cómo va enamorándose poco a poco de él. No le habla del señor Fei, de su ex marido. Pero en un par de ocasiones hace comentarios extraños: La verdadera pobreza es no tener opción en la vida. No tener más remedio que casarte, por ejemplo. No tener más remedio que convertirte en prostituta o concubina, vender tu cuerpo. Lo dice llorando.
Yu Qiwei la atrae hacia sí y la abraza. Se da cuenta de que se está volviendo inseparable de ella. De la joven de Jinan. La de los brillantes ojos almendrados. Siente dentro de él la dulce conmoción. De pronto se separa de ella y corre hacia las olas nocturnas. Se mete en el agua, nada y agita los brazos. A la blanca luz de la luna, el agua plateada cae de las puntas de sus dedos.
Ella lo observa, enjuagándose las lágrimas alegremente.
Gracias a él aprende a sentirse a gusto consigo misma. Aprende que puede fiarse de sí misma, que su opinión cuenta. Ya no está nerviosa. Yu Qiwei la hace sentir feliz, satisfecha, inspirada. Van en serio en sus relaciones. Ella es todas las mujeres. Cada noche cambia. Le encanta actuar. Anoche era Nora y esta noche es lady Yuji. Ella lo hace con autenticidad y sin esfuerzo. Le gusta la idea de que él sea popular entre las mujeres. Le da la oportunidad de demostrar su valía, de demostrar que es imposible que una gallina eclipse a un pavo real. En los brazos de él se da cuenta de que es capaz de representar cualquier papel.
Ella lo considera un héroe de la época. Le estimula pensar que sustenta a un hombre poderoso, que ella es por tanto la fuente del poder, fuerte y digna. Cada noche, cuando se abre, se siente de este modo. Le gusta ver cómo él la desea, cómo se siente desvalido sin ella. Le gusta prolongar el dulce tormento, hacer que la desee hasta el punto de suplicar y llorar. A veces está callada de principio a fin. El único ruido en la habitación es el de sus respiraciones agitadas que evoca un mar lejano, el océano, el agua que compone la tierra.
Adoro a Yu Qiwei. Es a la vez osado y tímido. Es una figura pública respetada, un hombre sabio, casi como un padre, y sin embargo conmigo se comporta como un muchacho en una tienda de caramelos. Me encanta cuando me desea dormido, lo que a menudo es el caso. Llega tarde a casa. Lo han ascendido a secretario provincial del Partido y sus reuniones tienen lugar de noche, en la clandestinidad. Cada noche lo espero.
Estamos a finales de otoño de 1931. Por Yu Qiwei me entero de que se ha intensificado la invasión japonesa. Las tres provincias al norte de China se hallan ocupadas. Los obreros y estudiantes organizan manifestaciones. Día y noche mi amante está allí para apelar a la conciencia del público. Decidimos casarnos. No hay tiempo para celebrar la boda. Tenemos cosas más importantes que hacer. Como mudarnos al pequeño piso de dos habitaciones donde nos instalamos. Anunciamos nuestra unión a nuestros amigos y parientes. De hecho me han respetado como esposa de Yu Qiwei desde que empezamos a salir juntos. Todo el mundo opina que hacemos muy buena pareja.
Me ofrezco voluntaria para trabajar para el grupo comunista bajo el liderazgo de Yu Qiwei. Éste ha convencido a sus amigos del teatro de que conviene sacar partido de mi talento. Me convierto en la primera actriz de una pequeña compañía de izquierdas. Ayudo a montar obras antijaponesas y llevarlas a las calles. La primera se llama Soltad el látigo. Hago el papel de una joven que planta cara por fin a un padre que la maltrata. Tengo la sensación de estar representando mi vida. Hago lo que no pude hacer en mi casa. Yu Qiwei es mi admirador más fiel. Siempre me alegra ver su cara entre el público. Me abraza y me besa mientras felicita a los demás actores. Hace gritar al público: «¡Abajo los invasores japoneses!».
Formo parte de mi amante, de su trabajo, del futuro de China.
En su cama, soy dócil y mansa. Él está exhausto. Se queda dormido en cuanto su cabeza cae sobre la almohada. Hace días que no duerme. Me levanto y cocino fideos con verduras. Sé que querrá comer cuando se despierte. Come mucho. Tres tazones. Me da risa pensar en cómo come. Se disculpa por sus modales pero sigue comiendo. Dice bromeando que es un pozo sin fondo.
Sentada en el suelo con las piernas cruzadas, lo observo dormir. Su atractiva cara de muchacho. A veces babea. Está tan cansado que duerme con abrigo, no ha tenido fuerzas de quitárselo. No voy a despertarlo. Le quito los zapatos, despacio y con cuidado. Pasa un camión por la calle y temo que lo despierte. Pero no, sigue durmiendo.
Me acuesto a su lado y me quedo dormida. De vez en cuando el ruido de fuera me despierta. Tengo la sensación de que llevo tanto tiempo sin verlo que ya lo echo de menos. Tengo miedo de que se despierte y me diga que tiene que seguir su camino.
Le quito el abrigo, la camisa y los pantalones. Lo empujo hacia el lado de la pared. No se despierta. Tal vez sabe que sólo soy yo y sabe lo que voy a hacer.
Le ha dicho que le encanta, le encanta lo que hace mientras duerme. Dice que ella siempre adivina cuándo tiene un sueño erótico. Está demasiado ocupado para dar de comer a su cuerpo, y el deseo llega mientras duerme. Ella sabe exactamente cuándo la necesita.
Suele empezar con una pequeña toalla. Porque él está cubierto de polvo y sudor. Le frota con la toalla. Unas pocas pasadas y la toalla queda marrón. Ella se vuelve y la deja caer en agua caliente. A veces él se da la vuelta medio dormido, como para ayudarla. Un hedonista innato, suele describirse a sí mismo. Tiene que ver con la familia de la que viene, burguesa y malcriada. ¿Qué lo convierte en un revolucionario? Ella no tiene ni idea. Hay personas así en el Partido Comunista. ¿Por qué arriesgan la vida? No para comer, eso es seguro. ¿Por el poder? ¿O sencillamente siguen el instinto de ser más importantes que los demás?
El cuerpo suave, la piel dorada. Es un dios desnudo que no conoce la vergüenza. No puedo evitarlo y me tiendo encima de él. Lo pruebo al lado de los platos que preparo para él, junto a su ropa sucia. Me desabrocho la blusa. Siento el impulso de darle de comer.
Él abre la boca como un niño. Sonríe con dulzura. Lo acaricio mientras me quito la ropa interior. En ese momento siento que se acercan sus manos.
En su deseo oigo el silbido de una tormenta que hace que un río se desborde.
La montaña del tiempo permanecerá allí, olvidada, años después. Recuerda la pasión de la tormenta y el río.
Caminamos en la oscuridad. Somos tres. Un amigo de Yu Qiwei camina media manzana detrás de nosotros. Ésta va a ser nuestra ceremonia, dice Yu Qiwei, una unión espiritual. Sonrío nerviosa pero emocionada. Le doy las gracias por la orientación. Él aminora el paso para que su amigo lo alcance. Luego me deja con el amigo, un agente secreto comunista. Vuelve a hablar con él de seguridad, le da instrucciones para que se meta en el callejón de detrás de la fábrica de seda de la calle Yizhou, no la calle que la cruza sino Xin-ming. Cuidado con los espías. El hombre asiente. Felicidades, me susurra Yu Qiwei.
Sigo al hombre con el corazón en un puño. Nos dirigimos a paso rápido a un pequeño parque de arbustos tupidos. El hombre se mete por el callejón. Antes de doblar la esquina mira hacia atrás. No nos sigue nadie.
Media hora después me nombran miembro del Partido Comunista. Acabo de hacer mi juramento y formalizar mi ingreso.
Cuando Yunhe levanta el puño derecho a la altura de la cabeza, frente a una bandera roja del tamaño de un paquete de tabaco con un dibujo de una hoz y un martillo cruzados, piensa en Yu Qiwei. Cree que ahora son almas gemelas y ella es su compañera. Tendrá derecho y acceso a todas sus actividades. Tendrá que salir sin él a reuniones y lugares secretos. Arriesgarán sus vidas por China juntos. Ella aún no sabe lo suficiente del comunismo, pero no le preocupa. Cree en Yu Qiwei y eso basta. Cree en el Partido Comunista del mismo modo que cree en el amor. En Yu Qiwei descubre su propia identidad. Si Yu Qiwei representa la conciencia de China, ella también. Es así como se ve en 1931. Coincide con la imagen que tiene de sí misma, de heroína, de primera actriz. Más adelante se repite el mismo patrón. Cuando se convierte en la señora Mao cree, lógicamente, que si Mao es el alma de China, ella también lo es.