39041.fb2 Madame Mao - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 9

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Yunhe dice a sus camaradas que su puesta en libertad fue pura suerte. Afirma que, dado que no había pruebas contra ella, nunca pasó de ser una «sospechosa». Tuvo que ver con mi voluntad de hierro; podría haber confesado mientras me torturaban, pero mi compromiso con el comunismo me valió la victoria.

En realidad sabe que ha traicionado el juramento. Lo justifica pensando que es más útil al comunismo viva que mártir.

Después de firmar el papel la ponen en libertad. Los dos primeros días, de nuevo en su apartamento, da vueltas en la cama toda la noche. Ve imágenes de perros atacando a sus compañeras de celda. Los gritos de la cámara de tortura la persiguen en sus sueños. Después de medianoche se levanta y reúne sus libros y revistas. Baja a la calle y los tira a la basura. De día evita las calles donde hay colgados carteles comunistas. Pierde el contacto con sus amigos comunistas. Los ruidos de la casa vuelven a parecerle agradables. Los gritos del marido y la mujer peleando en el piso de al lado mantienen a raya sus pesadillas. El piano del vecino se convierte en música celestial. No le molesta el olor a quemado de la salsa de soja que llega de la cocina. No se levanta de la cama en todo el día y todavía echa de menos a Yu Qiwei.

Decido cambiar de nombre. Un nombre nuevo simboliza una vida nueva. También lo quiero para que haga sonar mi personaje. Además, cambiar de nombre está de moda en Shanghai. Ayuda a atraer la atención. Algunas personas suprimen su último nombre, convirtiéndolo en dos sílabas en lugar de las tres tradicionales. Se considera un acto de rebelión. Los sonidos destacan por sí solos. Hay ciertos nombres que me inspiran, sobre todo los de escritoras y actrices de reconocido prestigio. Son Bing-xing por Corazón de hielo, Xiao-yue por Luna sonriente, y Hu-dee por Mariposa.

Me pongo Lan Ping. Lan significa azul, mi color preferido, y Ping, manzana y dulzura. El azul se asocia con cielo, tinta y mito, mientras que manzana evoca la idea de cosecha, madurez, futuro fructífero, así como mi provincia natal, Shangdong, donde el producto de exportación por excelencia son las manzanas.

Una vez recuperada de mi estancia en la cárcel, empiezo a ampliar mi campo de operaciones. Vuelvo a ponerme en contacto con viejos amigos en busca de oportunidades para actuar. Digo a la gente que me he comprometido a ayudar al país. Una buena obra de teatro fomenta la conciencia nacional y eso es lo importante.

Pongo a prueba mi determinación. Exhibo mi mejor sonrisa. Para no sobar mi vestido azul me pongo un traje de chaqueta gastado. De este modo nada me impide abrirme paso a empujones en los autobuses atestados de gente. Llevo conmigo el vestido azul y me cambio antes de las entrevistas. Cuando termino vuelvo a ponerme mi viejo traje. Como a menudo me rugen las tripas vacías en mitad de la entrevista, bebo mucha agua. Tengo que esconder los pies porque los tengo hinchados de tanto andar.

Pero siguen rechazándome. Todos me dicen que soy buena, pero no recibo ninguna oferta. Muchas jóvenes en mi misma situación se dan por vencidas. Se acuestan con los hombres astutos que se hacen pasar por directores o productores. Me digo una y otra vez que yo no puedo claudicar.

En junio la joven se entera de que va a haber una audición para una representación de Casa de muñecas de Ibsen. La dirige el señor Zhang Min, un director de teatro que cursó sus estudios en Rusia. Al enterarse de la noticia ella se emociona, Leyó tantas veces en la escuela la obra de Ibsen que ya se sabe de memoria casi todo el papel de Nora. A pesar de ser consciente de las pocas posibilidades que tiene de obtener el papel, dado el número de actrices buenas, decide probar suerte. Si no sale nada de ello al menos causará impacto. Y tendrá ocasión de conocer al director Zhang Min.

Se inscribe para la audición y empieza a ensayar el papel. Invita a sus vecinas a que vengan a oírla mientras tienen las sopas en el fuego. Trae taburetes a las señoras para que se sienten a oírla mientras pelan judías y zanahorias.

El día de la audición se levanta temprano y se maquilla ligeramente. Se siente a gusto y segura de sí misma. Es la primera en llegar al Club de Arte, donde tiene lugar la audición, y habla con el portero. Se entera de que ya ha habido tres días de audiciones.

La buena noticia es que el señor Zhang Min sigue buscando, dice el portero guiñándole el ojo y juntando las palmas para desearle buena suerte.

Hacia las nueve la sala está atestada de jóvenes. Los ayudantes del director entran y empiezan a colocar mesas y sillas. Una vez montado el decorado aparece el señor Zhang Min. Ya parece aburrido. Ordena que la audición empiece inmediatamente.

Mientras espera su turno, Lan Ping observa con atención al director. Es un hombre de voz suave que va vestido con un traje de algodón negro y un sombrero francés negro. Fuma un cigarrillo y sostiene un tazón de té. Su ayudante llama a las participantes por sus números. Él las mira inexpresivo.

Las jóvenes hacen de todo para vencer su pánico al escenario. Una respira hondo mientras las demás se masajean las gargantas. Lan Ping espera con el pulso acelerado. No está tan nerviosa como creyó que estaría. Piensa en el tiempo que pasó en la cárcel. ¿Hay algo más aterrador? Sonríe.

El señor Zhang Min nota la diferencia. Con la barbilla apoyada en su pulgar, se echa hacia delante y observa a la joven. Permanece en la misma postura desde el principio hasta el fin de la actuación. Después no dice nada. Por la forma en que la mira, Lan Ping sabe que le ha causado impacto. Antes de que salga de la habitación el señor Zhang Min se levanta y le hace señas. Quiero verla interpretar otra vez esta escena.

Ella vuelve a hacer esa escena.

Él observa. Corrige una frase, la detiene y exige. ¿Qué tal si suavizas un poco la melodía? «Oh Torvald, no soy tu hija.» No te golpees el pecho. Queda exagerado. Aguanta un segundo la respiración. Contén la tensión. Vuelve la cabeza hacia la ventana y luego hacia la puerta, y entonces habla.

Ella sigue las instrucciones improvisando al mismo tiempo. Lleva una blusa sencilla de color azul, y se la ve alta y esbelta. Llena de deseo a la vez que vulnerable. Los ayudantes susurran entre sí. El señor Zhang Min no sonríe, no dice nada más. Cuando Lan Ping termina, el director envía a un ayudante a pedirle que espere en la sala verde. Al señor Zhang Min le gustaría hablar con usted cuando termine. Ha dicho que eso era todo por hoy. No va a ver a nadie más.

Se reúnen y toman té. La cosa va bien. El instinto de Lan Ping le dice que él aprecia no sólo su talento interpretativo sino también su personalidad. Se siente halagada. Ella es la que mejor ha comprendido a Nora, le dice. Aunque parezca extraño, en lo más recóndito de la mente de Lan Ping se repite un pensamiento aparentemente irrelevante: está casado.

Más tarde, mucho más tarde, después de representar la obra y hacer su papel, después de que se le parta el corazón con su siguiente marido, escuchará ese pensamiento y acudirá a Zhang Min en busca de cobijo. Se instalará en su casa y se convertirá en su querida. Pero en ese momento es una profesional. Y va a representar el papel de Nora.

Nora es un ama de casa occidental tradicional, madre de tres hijos, dice el señor Zhang Min. Su marido y sus amigas creen que lleva una buena vida, bien alimentada y vestida. En sus cumpleaños recibe regalos caros.

Pero ella es como mi madre, interrumpe ella. Su marido no la ve como a un igual sino como alguien que sólo sirve para calentarle la cama.

¡Siga, señorita Lan Ping! Siga.

No le está permitido tomar decisiones respecto a la casa, sus hijos o sus propias actividades. Es un pájaro con las alas cortadas, cautivo en una jaula invisible. Es una concubina, un calientapiés, una esclava. Está prisionera. Yo misma fui prisionera. Sé lo que es estar prisionera.

El director la anima a continuar. Describa su pasado, le pide. Ella se mete en el papel. Describe a su padre, sus borracheras y su violencia, y luego a su madre, la esclava. Se describe a sí misma, cómo huye y crece en medio de privaciones. El director escucha atento, se olvida de beber el té. Más tarde le dice que su expresión era exactamente lo que estaba buscando. Se enamora de ella y podría haberla besado allí mismo. Eres mi perfecta Nora. La obra será un éxito gracias a ti.

A continuación ella conoce al protagonista masculino, el señor Zhao Dan, el rey del teatro y el cine chino, y la maldición de su vida. Dan interpreta en el escenario el papel de su marido Torvald. Lan Ping no puede creer su suerte. Recuerda cómo se sintió cuando le presentaron a Dan. Atemorizada. El apretón de manos le hace temblar. Es incapaz de disimular su nerviosismo.

El hombre alto y bien parecido de mirada penetrante inclina la cabeza. Ella no tarda en darse cuenta de que sólo ve a una actriz provinciana.

La señorita Lan Ping es miembro del ala izquierda. Cuando el señor Zhang Min se lo dice al actor, la joven se siente muy poca cosa.

Soy nueva, pero no carezco de talento, dice a nadie en particular.

¿Quieres un caramelo?, chilla el actor. ¿Te apetece un caramelo?

Trabajan catorce horas al día y convierten el teatro en su hogar. A veces duermen entre bastidores. Hacen buena pareja cuando actúan, pero entre ellos ya hay tensión. A Dan le irrita la osadía de Lan Ping, la arrogancia de que lo vea como a un igual. El modo en que ella se sirve de su nueva posición y de su vinculación con él para exhibirse ante los demás. No puede soportar su euforia.

Ella empieza a jugar con fuego. No puede evitar sentirse atraída por él, al principio por su talento natural, como mentor y maestro, y luego como hombre. Transcurrido el tiempo dice que ella era de las que conquistan lo inconquistable: lo que le atrajo fue el reto, no el hombre.

Es compañera y admiradora de Dan. Él consigue que se olvide de sí misma para concentrarse en su personaje. Pero ella cada vez está más confundida, confunde su relación con él en el escenario con la que tienen en la vida real. Todo es nuevo y emocionante, y se pierde.

Al final se hace evidente que él no la valora tanto como ella a él. No le hace caso aun cuando actúan juntos en escenas íntimas. Él es su inspiración y ella no es más que parte del atrezo, un objeto que la cámara no enfoca, que él toma como amante y a quien habla de amor.

No sé por qué empiezo a sentirme dolida. Dan no quiere saber nada de mí fuera de las horas de trabajo. No quiere discutir conmigo el papel. En lugar de ello hace sugerencias al señor Zhang Min sobre mi papel. Aparte de lo que está en el guión, no tiene interés en oír lo que tengo que decir. Tiene muchos amigos influyentes. Vienen después de la función y a menudo va con ellos a tomar el té o a comer algo. Yo estoy disponible, pero nunca me invitan. Eso me indica que Dan no cree que soy la actriz apropiada para representar a Nora. Lo veo en su arrogancia y en la forma en que empieza a saltarse los ensayos. No quiere ser mi Torvald. No estoy segura de si ha hablado alguna vez con el señor Zhang Min acerca de una posible sustitución. Estoy convencida de que si no fuera por el señor Zhang Min, ya me habrían reemplazado.

Dan coquetea. Le gusta burlarse de Lan Ping utilizando las palabras de Torvald. Le coge las manos y la atrae hacia sí durante la actuación. Pone excusas para que vaya a su camerino, la arrincona. Vamos, es un bonito día de primavera.

La ligereza de Dan la atormenta. Se siente particularmente dolida cuando él hace bromas sobre los momentos en el escenario en que ella se concentra tanto que se la ve ridícula.

En su relación con Dan ella descubre cuál es su destino. Descubre que es incapaz de escapar de Dan y de hombres como él. Más tarde observa cómo Dan sigue su camino y la abandona para emparejarse con su rival, la señorita Bai Yang.

Sin embargo no puede olvidar a Dan, que no le ha dedicado un solo elogio. La sonrisa infantil que aparece en su cara cada vez que la saluda. En el futuro Dan lo pagará con la vida.

La señora Mao cree que cada cual debe cobrar sus deudas.

Rechazo a Dan. Le exijo seriedad. Aunque en apariencia nada va mal, hay un trasfondo de resentimiento no expresado. Un día, el día después de que me lo saco del pecho, menciona a una chica. Estoy enamorado, dice. Se llama Lucy. Lucy Ye. Es con quien voy a casarme. También es actriz. Una criatura tierna, a diferencia de ti.

Interpone a Lucy entre nosotros demasiado a menudo, como si mencionarla lo protegiera de sentirse atraído por mí.

Tal vez la verdad está allí, hablándole con voz propia, y ella no lo sabe. Está allí para engullir a Dan. No ha estado con un hombre desde que llegó a Shanghai y su necesidad de afecto es terrible. Sabe que ha perdido la cabeza por él, pero no puede evitarlo.

Cuando preguntan a Dan su opinión sobre la coprotagonista, Lan Ping, dice: Sin comentarios, en serio. Lo repite a todos los periodistas, críticos y amigos. Encogiéndose de hombros. En serio, sin comentarios. Hiere profundamente los sentimientos de Lan Ping.

Sin embargo, a pesar del resentimiento y la tensión, no tiene la sensación de asunto zanjado: nunca deja de desear a Dan.

Las semanas anteriores a la noche del estreno me vuelco en cuerpo y alma en el papel. Siento el personaje, me doy cuenta de lo oportuno que es el argumento para los tiempos que corren. Como Dan no me invita a salir, salgo con otros miembros menos importantes del reparto. Les digo cómo me siento acerca de lo que tenemos entre manos. Me sorprendo emocionándome y exclamando en voz alta: ¡Brindemos por la obra!

Una noche se encuentra entre nosotros un dramaturgo. Dice que debo considerarme muy afortunada, ya que si no fuera por Dan no vendría nadie; nadie tiene interés en verme a mí. Me siento terriblemente ofendida y me levanto de un salto de la silla. ¿Quién es usted para decirme esto?

Me hago enemigos. No puedo evitarlo. Después de la discusión, varios amigos me dicen que no debería haber hecho caso a ese estúpido dramaturgo. ¡Pero sus palabras me han dolido! Te tomas todo demasiado a pecho, dicen. Eran las palabras de un borracho. No significan nada. Pero yo no estoy tan de acuerdo. Creo que es lo que realmente pensaba. Influido por Dan.

En el escenario ella experimenta su eterno desespero. Las frases de Nora brotan de sus labios como si fueran suyas. «He vivido engañando, Torvald, y no puedo soportarlo más.»

La noche del estreno el teatro está de bote en bote. Por las gradas se amontonan los arreglos de flores de metro y medio de altura enviados por amigos y socios. Todos los asientos están ocupados, y los añadidos sin respaldo se venden por la totalidad del precio. A cada lado del teatro hay pósters de Dan y Lan Ping del tamaño de la pared. Los dos tienen los ojos sombreados de azul oscuro. Lan Ping lleva un vestido de raso negro. Los dos están en una pose dramática, abrazados, con los labios a unos centímetros de distancia.

El público se queda embelesado. Aunque casi todos son admiradores de Dan, la señorita Lan Ping los ha cogido por sorpresa. Mientras ella recupera el aliento durante el intermedio en la sala de maquillaje, el señor Zhang Min entra corriendo. Le da un cariñoso abrazo sin decir una palabra. Lan Ping sabe que se siente orgulloso de ella. Sabe que ha triunfado.

Esta Nora tiene boca de comunista, alaban los periódicos. Ataca y muerde a nuestro gobierno. La Nora de la señorita Lan Ping es la voz del pueblo. El público se identifica con ella. Lo que oímos en la voz de Nora es un mensaje político. El pueblo de China está harto del papel que se ha visto obligado a representar. Está harto de su gobierno incompetente, del jefe del Estado Chang Kai-shek, y de verse a sí mismo convertido en una Nora sumisa y discreta que saca adelante a sus hijos.

Es lo que ella siempre ha querido en la vida: ser capaz de inspirar a los demás. Es el efecto que tuvieron en ella esas óperas cuando era niña. Por fin ha llegado. La novedad de la fama da frutos. Le emociona que la reconozcan por la calle.

Le encantan las entrevistas, aunque los grandes periódicos aún no se interesan en ella. Escriben sobre Dan. Ella no se da por vencida. Está decidida a igualar a Dan en todos los sentidos. Ofrece entrevistas a los pequeños periódicos y acepta invitaciones para dar charlas en colegios. Le encanta posar para las fotos. Adora los focos, el clic de las cámaras.

En el escenario son amantes. Ella se sienta en su regazo. Él le devuelve su afecto. Ella hace todo lo posible por ocultar lo que siente por él. Deja el teatro con prisas fingiendo que corre a su siguiente compromiso. Trata de huir de su soledad. Basta que mire a Dan para que le embargue la tristeza. Desde el estreno de la obra Lucy Ye ha venido cada noche a verlo. Se dan besos furtivos entre escena y escena. La puerta del camerino de Dan siempre está cerrada.

Ella trata de comportarse, trata de superar a Dan. Lo invita a él y a Lucy a tomar el té para hablar de cómo mejorar la obra. Lo hace para obligar a su corazón a aceptar la realidad. Para pasar por un funeral. Muérete de envidia. Está sentada frente a la pareja y habla con seriedad. Se concentra en los papeles y expresa sus opiniones. Se inclina para beber un sorbo de té mientras siente cómo se le saltan las lágrimas.

«¡Voy a irme de esta casa que me asfixia y sobreviviré, ya lo verás, Torvald!», exclama ella en el escenario.

Es entonces cuando su destino responde. Es entonces cuando un hombre llamado Tang Nah aparece en su vida y logra que ella lo vea. Nada fuera de lo normal al principio. Como un negativo en un cuarto oscuro, la textura aumenta por segundos hasta que se vuelve nítida.

Él se encuentra entre los críticos que asisten a la función la noche del estreno. Vestido a la moda con un elegante traje occidental blanco y zapatos de cuero también blancos, con un sombrero a juego. Va al encuentro del destino de ella, la mujer por la que intentará matarse dos veces en un futuro inmediato.

Tang Nah es liberal. El típico burgués de Shanghai. Un hombre elegante, de nariz recta y larga y boca sensual. Es más alto que la media. Culto y versado en literatura occidental, entre sus novelas favoritas está El amante de lady Chatterley. Bebe té y habla inglés en las fiestas delante de mujeres bonitas. La noche del estreno de Casa de muñecas va bien afeitado y con el pelo pulcramente peinado hacia atrás. Está de un humor excelente. Entra en el teatro, toma asiento y se adentra en el laberinto de pasión. Más adelante lo critican por su visión poco realista, por su necesidad de vivir en un mundo de fantasía o por ser un hombre débil que se deja regir por sus emociones. Pero ya es así cuando entra en el espacio oscuro donde ella aparece como una ilusión.

Allí mismo, esa noche, a primera vista ya nada es real. El maquillaje, el pelo, el traje, la pequeña casa. La fantasía en sí. Ella es su lady Chatterley.

Cada noche ella espera que su actuación la eleve.

En su papel de Nora se apoya contra el pecho de Dan, el hombre al que veinticinco años después hará encarcelar por haberla rechazado. Pero en ese momento siente los latidos de su corazón, el calor de su cuerpo. Se siente extrañamente enamorada, conmovida por su propia pasión. Los personajes recitan sus líneas. Ella deshace el abrazo. Él la aferra. Ella forcejea y lo aparta, dándole una ocasión para domesticarla. Él le sujeta los brazos detrás de la espalda y la dobla hacia el suelo. Permanecen así en una última pose, el pelo de ella cayendo hacia atrás, los senos apretados contra el pecho de Dan. Ve cómo el sudor le derrite el maquillaje y siente su aliento en sus labios.

Casa de muñecas se convierte en la comidilla de Shanghai. La comidilla de 1935. Lan Ping aprovecha la fama para volverse hacia la industria del cine. Sin embargo, descubre que no es bien recibida. Se trata de otro círculo y otro ambiente. Para entrar en él se da cuenta de que tiene que volver a empezar de cero. Durante el día se mueve en busca de una oportunidad en el cine, por la noche sigue interpretando el papel de Nora. Su público aumenta y el gobierno se siente amenazado por el impacto político de la obra. Un mes después el señor Zhang Min recibe órdenes del Departamento de Censura de eliminar de la obra todo elemento político. Cuando el señor Zhang Min hace que la compañía proteste, el gobierno prohíbe la obra.

La compañía publica una carta criticando al gobierno. La primera firma es la de Lan Ping. Con la misma pasión, y el mismo tono y voz con que recita en el escenario, habla por la radio y en manifestaciones. Llama al gobierno «Torvald», con vehemencia.

Tang Nah y yo nos conocemos una tarde funesta. Es lo que el futuro nos tiene reservado.

Me dirijo al estudio de cine Shanghai. No hace mucho el estudio decidió probar suerte y me reclutó. Es un contrato insignificante y desde el punto de vista profesional sigo yendo por libre, pero me siento mejor bajo la protección del estudio. Los pequeños papeles que consigo me los he de ganar. No me duermo en los laureles. En esta profesión las actrices están en venta. Es una tradición que los hombres de la ciudad «cuiden» de la nueva. Se trata de los hombres poderosos. Los tipos forrados de la industria. Me abordan para invitarme a tomar un café o un té. Es indudable que tienes madera de estrella. Les apesta el aliento. ¿Por qué no te vienes a mi casa para que te presente…?

Ella toma té y café con hombres poderosos. Se maquilla para ellos. Siempre logra escabullirse en el último momento. Conoce a muchas chicas que no lo hacen. Les preparan encerronas y se pierden para siempre. Lan Ping cree poder aprovechar el impulso de Casa de muñecas. Pero a pesar de su sonrisa, se siente sola y deprimida. Su dulce voz a menudo está fuera de lugar. Hay en ella una nota de miedo. Sueña con que la tierra se abre y la engulle en silencio.

Con este miedo conoce a Tang Nah. Éste la aborda en una ruidosa calle al atardecer. Se detiene con una sonrisa, se quita el cigarrillo de la boca y se presenta.

El sol acaba de ponerse y el cielo está lleno de nubes rojas. Estoy de un humor de perros. Pero el hombre que tengo enfrente es un periodista conocido. Trabaja en la redacción de un periódico importante, Dagongbao. No puedo permitirme ser grosera. Le tiendo la mano.

Lo siento, pero no recuerdo… ¿Nos conocemos?

Nos presentó Dan, ¿se acuerda?

Oh, sí, ahora me acuerdo. El señor Tang Nah. He leído sus críticas y son excelentes.

Inclina la cabeza. Echo de menos a Nora.

Gracias. Por alguna razón empiezo a sentir un cosquilleo en la nariz. Me apresuro a mirar al suelo y añado: Es muy amable.

No, por favor, responde él. No lo digo sólo como un cumplido. Es una actriz muy buena.

Me dice que ha visto la obra al menos ocho veces. Imita mis movimientos por el escenario, se vuelve y da dos pasos; es mi «escena de entrada».

Me levanta el ánimo. No puedo evitar reír. Es divertido.

Una vez se le enganchó el traje de raso con algo, dice acompañándolo con gestos. ¿Se acuerda? ¿No? Da igual, yo me puse nervioso por usted. Pero usted supo convertir el accidente en parte del argumento. Oh, quedé absolutamente impresionado. He visto muchas obras de teatro en mi vida y nunca he visto a nadie como usted.

Me sorprendo escuchándolo. Yo también echo de menos a Nora, respondo.

He estado deseando conocerla personalmente, continúa. Más de una vez he ido a la salida de los camerinos con la esperanza de entreverla después de la función.

Muchos años después la señora Mao visita en sus sueños ese momento. Los amantes se hallan en una calleja iluminada por una hilera de puestos de comida. Sopa de tofu, col dulce y amarga, castaña de agua, sopa de sangre de pato con fideos de arroz. Recuerda con claridad que en la esquina hay un niño vendiendo nueces ginkgo. Tuesta las nueces en un wok sobre una pequeña estufa. Las llamas se reflejan en su pecho. Parece estar sosteniendo una brazada de luz.

Así es como empiezan. Al principio sólo dan paseos. Él la recoge y la lleva a lugares donde ella nunca ha estado. Con un cigarrillo entre los dedos, demuestra sus conocimientos. Por un lado es amable, entusiasta y modesto, por el otro es un hombre arrogante y aferrado a sus ideas; así es como se ha hecho un nombre como crítico.

Son diferentes, casi opuestos de carácter. Ella encuentra a Tang Nah estimulante. Su inglés le fascina. Representa un nuevo mundo que está ansiosa por descubrir. Le cautiva su actitud liberal. Es un hombre totalmente distinto a Yu Qiwei. Si éste le proporcionó una sensación de aventura, Tang Nah le inculca amor por la cultura. Si Yu Qiwei le abrió el carácter y se lo moldeó, Tang Nah la abraza y se pierde a sí mismo en ella. Si Yu Qiwei es un hombre sereno y lleno de determinación, Tang Nah es sensible y lleno de pura pasión. Para Yu Qiwei ella era una estrella en su universo, mientras que para Tang Nah es el mismo universo.

Tang Nah es como un viejo caballo que sabe moverse por Shanghai. En su círculo todo el mundo admira lo occidental y todos odian lo japonés. A menudo en mitad de una de las fiestas de Tang Nah los invitados se ponen a cantar. Compiten entre sí para ver quién canta más fuerte. Los compositores garabatean notas en las servilletas y los músicos empiezan a tocar la melodía. Los dramaturgos construyen sus escenas entre brindis y los actores las representan en la pista. Al cabo de unos días la canción está en la radio o la escena en una película.

Estoy empezando a conocer a los amigos íntimos de Tang Nah, el director de cine Junli y su mujer, la escritora Cheng. Junli es el mejor dotado de sus amigos. Tiene casi treinta años y está arrasando con sus nuevas películas. Es un hombre de aspecto peculiar, de pelo ralo. Llama a Tang Nah romántico puro. La forma de vivir de Tang Nah me da ideas para mis películas, dice. De haberlo sabido no habría tomado las palabras de Junli como un cumplido. Tang Nah vive para el teatro y eso lo llevará al fracaso.

En ese momento me impresiona lo que los amigos dicen de Tang Nah. No se me ocurre pensar que tanta pasión pueda ser negativa o incluso perjudicial, como resulta ser más adelante. Los amigos de Tang Nah no viven con él, de modo que no lo saben. Tang Nah no distingue el cine de la realidad, ni quiere hacerlo. Es extraordinariamente benévolo con sus amigos. Ha escrito críticas de las películas de Junli y se ofrece a ser su publicista.

No tengo claro qué explica a Junli de mí. Dice que es un secreto. Entre hombres. Estoy segura de que le enseña la crítica que ha escrito sobre mí. Y estoy segura de que Junli ha visto Casa de muñecas. Pero Junli nunca expresa su opinión sobre mí. Parece no saber qué pensar de mí o de cómo me comporto con Tang Nah. Nos observa y nos estudia como personajes de sus películas. Probablemente cree que me excedo con él. Tal vez también tiene dudas acerca del papel de Tang Nah. Siendo su mejor amigo debe de saber cómo es con las mujeres. Quizá presintió que íbamos a terminar mal. Pero Junli nunca me da un consejo ni me hace una advertencia. Le importa demasiado Tang Nah para traicionarlo.

Sin embargo lo noto. No congenio con Junli como lo hago con el señor Zhang Min. Es una lástima. No puedo ganarme el afecto de un director por la fuerza. Si no fuera la novia de Tang Nah, Junli tal vez me miraría con otros ojos. Pero Tang Nah no lo hizo posible. Y yo he sido presentada a Junli como la última mujer de Tang Nah; el daño ya está hecho.

No he perdido las esperanzas de que, con la ayuda de Tang Nah, Junli me ofrezca un papel en su película. O me recomiende como una gran actriz a sus colegas. Estoy impaciente por volver a poner en marcha mi carrera. Ya tengo veintiún años.

Yo tengo veinticinco, dice Tang Nah. Y creo que lo más importante de todo es disfrutar de la vida.

Pero mi pregunta es: ¿Cómo va a disfrutar uno plenamente de la vida si no está haciendo lo que quiere hacer?

Tang Nah cree que Lan Ping puede mejorar. Está decidido a transformarla. Cree que puede llegar a ser una diosa.

Explica a Lan Ping qué define a una mujer moderna. Su afán de cultura. Es lo que diferencia a las mujeres de Shanghai de las demás chinas. De ahí su seguridad en sí mismas y su elegancia. Comparados con los isleños, los habitantes de Shanghai tienen una actitud mucho más juiciosa ante la vida. Por ejemplo, respecto a los extranjeros, admiran su cultura pero nunca los adulan. Tang Nah señala a Lan Ping y le pide que observe cómo hasta los conductores de rickshaw, la clase más baja de Shanghai, son capaces de salpicar su dialecto de frases en inglés. Es el humo lo que hace sabroso el jamón, ¿comprende lo que quiero decir, señorita Lan Ping?

Él la guía y ella se deja guiar. Le enseña a leer el original inglés de Casa de muñecas. Como ella ya conoce la traducción, él cree que le resultará más fácil y más interesante. Ella repite después de él, pero no consigue deshacerse de su acento. Tiene la lengua rígida de Shandong. Tang Nah hace todo lo posible, pero ella sigue pronunciando la X como ai-co-sih y la V como wei. Tang Nah se frustra. Lo intenta todo. Ella se enternece. Él le ruega seriedad. Ella le dice que es como enseñar a cazar ratones a un perro.

Cada noche ella va a su casa a estudiar inglés. Él vive en un apartamento de dos habitaciones en un bonito vecindario. Es un hombre ordenado y en los alféizares de las ventanas tiene plantas. En su habitación hay caligrafías, regalos de maestros bien conocidos. Al cabo de unas pocas líneas ella se aburre, y él la besa y le suplica que aguante un poco más. Ella juega con él como una niña traviesa. Él pierde la concentración y se rinde. Le da un ejercicio de deletrear. Siempre empieza con L, O, V, E. Y ella siempre lo pronuncia L, O, Wei, E. Él se ríe y se muerde el labio inferior para mostrarle el sonido de la V. Ella lo imita. Pero cuando empieza el ejercicio, sigue pronunciándolo L, O, Wei, E. Él se rasca la cabeza, se tiende sobre ella y, colocando la boca entre sus labios, le pide que le muerda al llegar a la letra V.

Es un buen amante y no siempre tiene prisas por poseerla. La saca por ahí y trata de relajarla. La lleva a galerías, anticuarios, librerías, conciertos, recitales de poesía. Contemplan su reflejo en los escaparates cuando pasean por la calle. Hacen una buena pareja, los dos altos y delgados.

Ella le agradece que nunca se ría de sus errores. Sabe que a veces se pasa de lista e inventa cosas por vergüenza, y le agradece su esfuerzo por pasarlo por alto. Tang Nah es crítico con todos menos con ella. Nunca dice: Es terrible que ni siquiera sepas quién es Su Dong-po. Le explica con paciencia que Su es un famoso poeta de la antigüedad y le lee su obra. Luego compra entradas para visitar el lugar de nacimiento de Su Dong-po y por el camino le da una conferencia.

Los acantilados blancos surgen con fuerza del horizonte mientras al pie de ellos el río Yangzi Jiang se precipita hacia el este. Alrededor de los acantilados hay un estrecho sendero que sube. La vista me deja sin aliento. Al fondo hay un pequeño bote de madera y pescadores que alquilan sus servicios. Sentada en el bote, levanto la vista. Los acantilados parecen estar metiéndome aire en los pulmones a la fuerza. El cielo está asombrosamente despejado y azul. Al mediodía llegamos a lo alto del acantilado. A vista de pájaro, el bote es más pequeño que una hormiga. El contraste entre grande y pequeño me da una idea de la diversidad y profundidad de la vida.

Así fue como me enamoré de Tang Nah. Empecé a verlo todo a través de sus ojos. Un nuevo mundo que empieza con la historia de Su Dong-po. Tang Nah compara la confrontación de Su con el antiguo tribunal con nuestro actual gobierno. El modo en que prohíben Casa de muñecas. El modo en que me arrebatan mi papel.

Un grupo de funcionarios del tribunal comunican al emperador su antipatía hacia el poeta, explica Tang Nah. Informan que en los versos de Su han descubierto falta de respeto y provocación. Explotando las dudas del emperador, condenan a Su al exilio de por vida. El poeta debe abandonar para siempre a su familia. Lo llevan a rastras por su ciudad natal para embarcarlo en un largo y amargo viaje hacia el desierto occidental. Imagínate soportar el interminable interrogatorio y la tortura de los verdugos locales. Imagínate a todos sus amigos dándole la espalda por temor al gobierno.

Ningún dolor es mayor que el aislamiento y la soledad del alma, continúa diciendo Tang Nah. Pero pese a estar solo el poeta estaba lleno de su propio espíritu. Fue entonces cuando concibió la idea del gran verso: «Escribiendo en el muro rojo». Nació de la desesperación. Estalló en medio de pensamientos suicidas.

La joven lo mira llena de admiración mientras él define qué es la madurez.

Es como el resplandor del sol, pero no tan deslumbrante ni hiriente a la vista. Es un sonido agradable y resonante, pero no almibarado. Es una forma de relajación. No requiere atención. No tiene necesidad de complacer. Es el instante en que uno deja de suplicar para que los demás lo comprendan. Es una sonrisa que lo perdona todo. Es la paz interior de uno, su alejamiento del mundo material. Es una cumbre que no hay que escalar para llegar a ella. Es cuando la masa de la pasión está lista para ser cocida, cuando el rugido del viento de las montañas da paso a un débil gemido y las corrientes se juntan formando un lago.

Una noche damos un paseo después de cenar en el restaurante del barrio. De pronto oímos un ruido. A una manzana de distancia, en una calle lateral, alguien pide socorro a gritos. Al acercarnos vemos a un corpulento ruso golpeando a un delgado conductor de rickshaw. El ruso se queja de que el tipo ha querido cobrarle demasiado. La gente se ha apiñado alrededor pero nadie sale en defensa del conductor del rickshaw.

Observamos un rato. Tang Nah se enfada. ¿Por qué no habláis y acordáis un precio razonable? Se acerca al ruso y exige que deje de golpear al conductor del rickshaw.

¡Apártate!, dice el ruso.

No, replica Tang Nah. No vas a irte sin pagar.

Tengo miedo de que el ruso se vuelva y lo golpee. Es lo que sin duda va a hacer a continuación. Pero Tang Nah se mantiene firme. En ese preciso momento me doy cuenta de que estoy enamorada de él. Es un perfecto héroe.

El conductor del rickshaw no puede hablar con claridad. Le mana sangre de la boca. El ruso habla inglés. Insiste en marcharse sin pagar.

¿Qué tal cinco yuanes? Tang Nah eleva el tono de voz. Conozco el barrio. La distancia entre donde empezó la carrera y donde terminó costaría por lo menos ocho yuanes. Seamos justos.

Diez centavos, dice el ruso insultante. Y arroja una moneda al suelo.

De pronto el conductor del rickshaw, se levanta y se abalanza sobre el ruso. Con ayuda de la gente, Tang Nah y yo los llevamos a la comisaría más próxima.

Asumimos que en la comisaría se hará justicia al conductor del rickshaw. Pero nos llevamos un chasco. ¿Quién te da derecho a importunar a un extranjero?, grita el jefe de policía a Tang Nah señalando al ruso. Podría ser un inversor, y nunca es bastante lo que hacemos para que se sienta en casa.

¿Es usted chino?, pregunta Tang Nah a gritos. ¡Su deber es ayudar a otro chino cuando recibe malos tratos! Tang Nah se estremece cuando el jefe de policía deja suelto al ruso y multa al conductor del rickshaw.

Durante largo rato Tang Nah no puede hablar.

Seguimos paseando. Pero nuestro estado de ánimo ha cambiado por completo. El olor a gardenias ya no es dulce y el paisaje nocturno ha dejado de ser reconfortante.

Tiene que haber una revolución, murmura por fin Tang Nah. El gobierno de Chang Kai-shek está totalmente corrompido. Hay que derrocarlo o China está perdida. Escribiré sobre este incidente en una obra que tú protagonizarás.

De pronto dejamos de andar, nos abrazamos y nos besamos apasionadamente en mitad de la calle, en mitad de la noche y en mitad del dolor.

Creo que estoy preparada, he superado a Yu Qiwei y el resto de la confusión. Estoy empezando una nueva relación con un hombre al que adoro. Sin embargo, estoy asustada. En lo más recóndito de mi pensamiento una vocecilla me habla con tono nervioso. Me dice que estoy a punto de hacerme daño a mí misma.

Estoy en los brazos de Tang Nah. Le pido que me abrace fuerte, más fuerte. Le pido que me convenza.

¿De qué tienes miedo? Está lloroso, no puede soportar verme sufrir. Nadie volverá a hacerte daño, te lo prometo.

¡Soy una revolucionaria! Esta extraña frase brota de mis labios. Con tono contundente, como si se tratara de una advertencia.

Tang Nah no responde; está confundido.

Yo también. Es extraño. No puedo explicarlo. Debe de haber una razón. Debe de haber ya tensión acumulada. Una tensión que nos separará aun cuando nos une. Hablo para no verme tentada, hablo para rebelarme. Estoy segura de que se trata de eso. Mis sentidos tratan de advertirme que somos incompatibles. Entre nosotros hay un vacío imposible de llenar. Ocurre en ese preciso momento, en medio de la novedad. Pero es inútil. Nadie es capaz de zafarse del destino. Debemos unirnos para recorrer juntos este camino, para compartir la visión del muchacho de las nueces gink-go y su brazada de luz.

Unos días después del incidente del ruso alquilamos un pequeño apartamento en el lado norte de Shanghai. Nos instalamos en él y empezamos a vivir juntos.