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Se ha pasado la mañana buscando su cherbil bordada en oro, una babucha muy delicada y bonita que llevan las novias el día de la boda. ¿Dónde estará mi preciosa babucha toda bordada en oro por las manos del famoso Moshé, el hijo del rabino, el mejor artesano de la medina de Fez? ¡Mi preciosa babucha! Seguro que Keltum se la ha llevado, roba lo que puede y luego esconde su botín debajo de su cama, y en cuanto me quedo dormida, llama a sus hijos o a sus nietos y les da lo que ha birlado para que lo lleven a su casa, mi cherbil, mi preciosa babucha…

La escritura del acta de matrimonio tuvo lugar un viernes tras la oración del mediodía. Dos adules vestidos con chilaba blanca y con un fez rojo, ese tocado que entonces era el símbolo de los nacionalistas, y calzados con unas finas babuchas amarillas, entraron seguidos por los hombres de la familia del futuro esposo y los de la familia de mi madre. Reunión sólo de hombres. Las mujeres se ocultan en los cuartos contiguos. Tras la cortina que entreabren discretamente, no pierden detalle de la ceremonia. Los adules redactan el acta en silencio. Piden el nombre exacto y la fecha de nacimiento de los cónyuges. Sólo saben el año aproximado. Estamos en 1936, en Fez. Los marroquíes aún no tienen registro civil ni libro de familia. La gente se conoce y no necesita confirmar su fecha de nacimiento. Se dice de fulano que nació el año de la gran sequía, cuando entraron en Marruecos los franceses. O bien se dice: «Nació el mismo año que el hijo del sultán, ¿recordáis? Fue en primavera…». O, sin nombrar a mi madre, dicen: «La hija de Muley Ahmed nació el año en que nevó en la ciudad -y comentan ese acontecimiento tan excepcional, la nieve, nunca se había visto allí, toda blanca, extraña-, resbalábamos, nos caíamos y luego costaba levantarse, nos reíamos, y una mañana la nieve desapareció, aunque no por completo, se mezcló con el barro, se volvió sucia». «Sí, lo recuerdo -dice Muley Ahmed-, hizo mucho frío, no estábamos acostumbrados a la nieve, fue el día en que mi hija, que Dios la guarde y proteja, llegó al mundo, Dios eligió esa fecha para iluminar mi casa». Luego, los adules se lo preguntaron al padre del novio, que dudó un momento y dijo: «Mi hijo, que Dios haga de él un hombre, un hombre cabal, nació el día en que hicimos huelga en la alcaicería, los cristianos abrían comercios allí y nosotros no queríamos tenerlos cerca, así que debió de ser en 1916, sí, eso es, hace veinte años».

«Por la gracia del Altísimo, el ilustre Sidi Abdeslam Al Idrissi ha pedido, para su hijo Mohamed, que Dios lo proteja y lo mantenga en el camino recto, la mano de la distinguida Lal-la Fatma, hija de Muley Ahmed, virgen, al cuidado y bajo la autoridad paterna, casadera por un acidaque bendecido que suma un total de veinte mil rials. El padre de la novia ha recibido de manos del padre del novio arriba nombrado la cantidad acordada, de la que damos fe los dos notarios abajo firmantes.

»El matrimonio se presenta según los mejores augurios, conforme a las disposiciones del derecho musulmán y sometido a los preceptos del Corán que ordena que el esposo se comporte con la esposa con bondad, justicia y amabilidad o le devuelva su libertad según el buen proceder.

»El padre de la novia ha entregado a su hija en matrimonio en virtud del poder que Dios le ha concedido. El novio da su consentimiento sin reservas al presente acto suscrito en su nombre por su padre y lo ratifica.

»Que Dios Todo Poderoso bendiga esta unión y favorezca su cumplimiento según sus designios. Que Dios les abra el camino de la felicidad, de la confianza, de la bondad y de la asistencia mutua».

Los hombres se ponen en pie, el de más edad se sitúa entre los dos jefes de familia e inician la oración de la «Fatiha», cada uno con las manos juntas y abiertas hacia Dios, y todos rezan.

Oremos por el bien, por su felicidad, que Alá les abra el camino del bien, que Alá los sitúe en la senda de la moral y con la bendición de sus padres, que Alá les abra los grandes caminos de la vida, que les dé hijos que agranden esta familia y llenen de ellos esta casa tan bella y hospitalaria, que Él los mantenga en su bondad y en la fe de nuestra religión, en su misericordia y en la tolerancia. ¡Amén, amén!

Se pasan las manos por los labios y luego sobre el pecho mientras siguen salmodiando las oraciones: «¡Gloria a Dios, Dios es el más grande, el Señor del universo!».

Se felicitan mutuamente y dicen: «¡Bendita y bienaventurada sea esta alianza! ¡Que Dios la lleve a bien! ¡Que acabe bien, en la dicha, en la alegría y en la bondad!».

«Ahora -dice el decano de los adules- los jóvenes están casados según el rito de nuestra religión, el acidaque ha sido entregado a la familia de la novia, el matrimonio será consumado cuando las dos familias decidan la fecha conveniente y cuando la casa esté lista y la familia de la novia tenga preparado su ajuar».