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31 de diciembre
Sobre aquellas horas del año que se iba, escribió el capitán Hermógenes Masanti:
“[…] Sin disminuir la pelea, vino la noche. La mitad de la guarnición ha quedado fuera de combate y por falta de gente nos es imposible enterrar a nuestros muertos queridos. Que duerman en paz al pie de los débiles y arruinados muros que con tanta valentía defendieron. ¿Cuántos les seguiremos mañana? Pero morir por la patria es gloria…
Mientras tanto, los brasileños hacen fuego hasta por divertirse por encima de las paredes de los edificios. Pasada la medianoche recibimos la orden de responder con un fuego lento al incesante y nutrido de los sitiadores, para no desperdiciar las municiones que comenzaban a escasear y, de paso, poder descansar un poco. Bah… Descansar… Descansar de hacer fuego, pero no dormir, porque hay que estar con los ojos bien abiertos, pues el enemigo que se encuentra calle por medio puede traer un nuevo asalto cuando menos se piense.
Todos están fatigados y hambrientos, pues por todo alimento del día, apenas se distribuyó galletas y café sin azúcar. Sin embargo, se sostienen y mueren con heroísmo incorregible.
Es así como se combate, serviles degradados”.