39244.fb2 No robar?s las botas de los muertos - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 19

No robar?s las botas de los muertos - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 19

18

El capitán Hermógenes Masanti, empeñado en redimirlo y librarlo del pelotón de fusilamiento, daba cuenta de un fastidio incontenible. Cada pocas palabras, se le veía distraer el interrogatorio para derramar una mirada de profundo desprecio sobre el postrado Hermes Nieves; a su juicio, un verdadero criminal. Y le irritaba oírlo roncar en una ausencia impúdica, relajado y sin ninguna tensión muscular, protegiéndose en la hedionda oscuridad del camastro. Y en verdad, parecía definitivamente inmóvil si no fuera porque a veces se le oía gemir bajo su barba de macaco enojado, tal como si trasmitiese para nadie la información de que estaba enfermo, de que se les moriría mucho antes de que alguien le pusiera una mano encima.

– Llegó el momento de hablar, Zamora… ¿O prefiere que lo llamemos “Moro” como le apodan los macacos? Hable y será más fácil para usted.

– ¿Y para él? -preguntó con sorna Martín Zamora, señalando el bulto de Hermes Nieves.

– De ningún modo. Ese negrero hijo de puta ya debe darse por muerto… igual que el gringo Harris. Pero con usted puede ser diferente, y hasta tengo elementos a la vista para creer que no es de la misma calaña…

El capitán observó los papeles de Martín Zamora diseminados sobre la mesa y que hasta el momento había respetado sin exigirlos y agregó:

– Lo que no me encaja es que un hombre culto, como parece usted, se haya vinculado a esta gentuza…

Por primera vez Martín Zamora observó al capitán Masanti con extrañamiento y sospechó que no era sincero, que no había tomado interés ni en su persona ni en su caso, ya que si quería ayudarlo como parecía ser su intención, lo único que tenía que hacer era mandar a buscar al cónsul español.

De todos modos, no por satisfacerlo, sino más bien para abreviar el trecho de la intriga, para averiguar lo que se traía el oficial tras el dudoso gesto humanitario de tramitar una posible clemencia de última hora, decidió no perder el tiempo: lo agobiaría con palabras, le donaría su ruindad adquirida en el Brasil y ¿por qué no?, también la de Hermes Nieves, sin intención de nada a cambio.