39244.fb2 No robar?s las botas de los muertos - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 76

No robar?s las botas de los muertos - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 76

75

13 de diciembre

Y siguió escribiendo al día siguiente:

“Acaba de salir el sol, no se ha escuchado ningún cañonazo desde el río y eso es bueno. Pero estoy muy preocupado, pues el inglés Harris vino próximo al mediodía a interesarse por mi estado de salud y me ha contado que ya comenzó lo que temíamos: la lucha por la comida. Que cada hora que pasa es más difícil conseguirla y lo es mucho más alimentar a setecientos hombres. Que esta mañana, ha visto salir una pequeña fuerza de infantería para proteger una partida de soldados montados en los pocos caballos que nos quedan, con la misión de traer de las afueras del pueblo todo el ganado vagabundo que encontrase. Y que esto los llevó a tirotearse fieramente con los sitiadores empeñados en impedir la operación, a tal punto que apenas consiguieron cuatro bueyes flacos de los que ya no deben quedar ni los huesos.

A veces pienso que los hombres de la guarnición bien podrían ser caníbales, pues no los he visto comer otra cosa que carne y solo carne. Asada a las brasas, cocida en puchero, abombada al sol o quemada a la llama, tanto da con tal de que sea carne. Esa y otras pocas cosas alcanzan para hacerlos felices.

Y observándolos disfrutar de ese placer inenarrable de hincar los colmillos en la carne jugosa de una costilla a las brasas, mientras hablan de planes y mujeres en el fondo de la trinchera para cuando se haga la paz, he llegado a recordar una lejana conversación de un antiguo jefe, el tuerto Laurindo José da Costa, con el viejo Veríssimo, el alegre propietario de la taberna de nuestras andanzas, La Casa de la Pastora. Aquel buen riograndense lamentaba la estupidez de los hombres que desprecian ‘tanta coisa gostosa’ alrededor para entregarse al saqueo y a la guerra, pudiendo ser tan felices con menudencias que en estos lares están al alcance de la mano: ‘mulher bonita, cavalo bom, baile, churrasco, mate amargo… Laranja madura, melancia freca, uma guampa de leite gorda… Uma boa prosa perto do fogo… Uma pescaría, uma caçada, uma sesta debaixo dum umbu…’.

‘¡Tanta coisa!’, decía Veríssimo levantando los ojos al techo ahumado de la taberna, con la poderosa capacidad evocativa de los que han perseguido siempre un sueño inalcanzable. Y cuánta razón le asistía. Ahora comprendo por qué lo recuerdo”.