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Lecciones para mutantes

(entrevistas con Javier Esteban)

Nota preliminar

Alejandro Jodorowsky aceptó que iniciáramos estas Lecciones para mutantes sólo si resultaban útiles a los demás. Mi respuesta fue que si lo eran para mí, hombre escéptico y un tanto averiado, podrían serlo para otros. Así decidimos realizar este trabajo que complementa, diez años después de su aparición, su mítica obra Psicomagia. Estas entrevistas son, por tanto, fruto de una experiencia entre alguien dispuesto a compartir conocimientos y alguien que quiere aprender. Más que constatar certezas, nuestras palabras hilan constantes dudas y amables respuestas.

Por sus circunstancias personales y por su nivel de conciencia, Jodorowsky ha abierto senderos y atajos en la búsqueda de la felicidad. Lejos de ser un gurú (no le gusta esa figura), nuestro autor es un ser evolucionado de la especie que, precisamente por ello, se ríe de sí mismo. Sus recorridos son aptos para toda una generación efervescente de mutantes que hacen uso de fórmulas individuales de conocimiento y autorrealización. Para sanar, para crecer, Alejandro nos muestra que el hombre tiene a su alcance llaves como la meditación, el arte, los sueños, ciertas sustancias sagradas, la magia, la alquimia, el lenguaje, el humor o el tarot. A estas técnicas está dedicada la primera parte de Lecciones para mutantes.

A lo largo de su ajetreada existencia, Jodorowsky ha atravesado un formidable periplo humano de miles de años en tan sólo unos pocos, ha visitado culturas y conocido experiencias, formando al mismo tiempo parte de la vanguardia cultural con sus aportaciones al cómic, el cine o la literatura. Este viaje por la memoria de la humanidad es un continuo e imaginativo reto y un profundo ejercicio de superación, donde antes que nada es necesario saber quiénes somos, olvidando parte de lo aprendido, tal y como revela el autor en la segunda parte de estas lecciones.

Jodorowsky concibe las experiencias de ruptura y cambio de un modo personal, desconfiando de toda Iglesia, «monigote» o comisionista del espíritu. Desde la libertad y para la libertad, utiliza una síntesis de vivencias que resultan terapéuticas y necesarias al último hombre: ese que ha dejado de luchar por la pura supervivencia y busca su desarrollo interior. Al margen de cualquier revelación o texto sagrado, de toda tradición dogmática o ideológica, Jodorowsky entiende que la realidad debe ser percibida en primera persona y realizada artísticamente. A esa formidable búsqueda, a ese loco tanteo, está dedicada la tercera parte de esta entrevista.

Las ideas del autor sobre los distintos niveles de conciencia o tantas otras cuestiones entroncan con la filosofía perenne en estado puro, pero lejos de los estrechos marcos de las religiones tradicionales. Aunque hable de Dios, Jodorowsky no es teísta ni ateo, espiritualista ni religioso, sino simplemente persona. Para él, la salud es el equivalente único de la moral, porque nuestra realización no puede esperar el más allá, sino que debe llevarse a cabo en este mundo, rompiendo los límites que lo impidan. Algunas de estas ideas atestiguan el fenómeno llamado «religión a la carta» que viene extendiéndose por nuestras sociedades en los últimos tiempos.

Alejandro es un visionario en la medida en que su nivel de conciencia se asoma más allá de los límites de su tiempo. Un «iluminado» que detesta la posibilidad de fundar una escuela, pero que dedica desde hace años su tiempo al extraño empeño de la santidad civil. Sus intuiciones sobre la sociedad, la religión y el destino de la humanidad han sido recogidas en la cuarta parte, en forma de visiones que incluyen un ejercicio de futurología donde el lector encontrará muchas de las ideas e impresiones del autor.

En estas entrevistas no podía dejarse de mencionar la actividad terapéutica, que el autor considera fundamental y que realiza en diversos talleres por todo el mundo. En el capítulo dedicado al arte de sanar, Alejandro repasa y aclara algunos aspectos ya expuestos en su Psicomagia. La última parte de este trabajo es un canto a la vida que refleja la actitud feliz y luminosa de nuestro personaje.

La transcripción de las palabras de Alejandro en ningún caso ha sido fácil, pero sí respetuosa y en la medida de lo posible literal, aunque las limitaciones de la escritura se han hecho evidentes al no poder recoger toda la riqueza de su discurso oral. Confío en poder transmitir algunas de sus intuiciones a quienes buscan respuestas y experiencias en el maravilloso viaje de la existencia. He huido de la entrevista especializada en cualquiera de las técnicas que maneja el autor, aunque aquí se hable de casi todas ellas. Así es, en conclusión, esta obra de impresiones: una guía para todos los que deseen transformarse y no un manual para eruditos; un testigo de su manera de hacer y de vivir, una modesta enseñanza en forma de diálogo en la que yo representaría a una nueva generación de mutantes.

He de confesar que creo que en principio Alejandro aceptó realizar estas entrevistas simplemente por ayudarme, aunque luego le gustara el resultado y lo considerara útil para los demás. Fui a París con un cierto complejo de entrometido. Durante aquellos días, me dedicó pacientemente una hora y media diaria en su casa. Al final de cada entrevista, yo podía traducir mentalmente sus respuestas en ejemplos que caían como cataratas de imágenes. El estado de ligera alteración de conciencia daba paso a una agradable borrachera telepática. Preguntas hilvanadas como cadenas de imágenes. Acabábamos hablando del halo de los santos, sin motivo alguno. A la salida, el segundo día, me confesó: «No sé si resultará útil todo esto porque no me acuerdo de nada de lo que te he dicho». Jodorowsky tuvo la delicadeza de contestar en estado de trance a mis preguntas. En esas horas de diván me sentí como un escultor golpeando un inmenso mármol del que saldría una cara, un extraño retrato que a su vez sería un espejo para los demás. «¿Cómo lo ves?», me repetía, como si lo estuviera pintando. Durante los días en que pude asistir a su casa la dinámica fue variando. A menudo mis preguntas reducían el nivel de su discurso, pero otras veces lo catapultaban. Viajamos mucho juntos. La ebriedad a veces duraba horas. De todas las imágenes que guardo de aquellos días una me visita de vez en cuando en forma de sueño: somos pinceles que dibujan su propia vida, que se transforma a cada instante.

Javier Esteban

París-Barcelona, marzo-julio de 2003

Llaves del alma

I

Sueño y vigilia son dos caras de la realidad secretamente unidas. Entender los sueños es un camino para conocernos y para cambiarnos, pero ¿hasta qué punto podemos hacerlo teniendo en cuenta que son regalos que no pedimos?

Sí podemos. Yo he pasado a lo largo de mi vida por distintos procesos con respecto al sueño. Venía de una familia neurótica, estaba angustiado, tenía unos padres que se odiaban y ello me producía pesadillas terribles. Tuve que vencer esas pesadillas enfrentándome a ellas, derrotando mi neurosis. Es cierto que contaba con el don de hacer sueños lúcidos, de dirigirlos, desde muy joven. Al principio, los sueños lúcidos se presentaban en forma de tentaciones: me despertaba dentro del sueño y quería obtener fama, hacerme millonario, tener experiencias sexuales. Al final, lo que sucedía es que me quedaba atrapado. En el momento en que pedía cosas individuales, me sumía en el sueño y consecuentemente perdía la lucidez. Volvía a meterme dentro de un sueño ingobernable. Más tarde, en mis sueños comenzó a hacerse presente el deseo de ser mago: jugaba con las imágenes, me volvía gurú, quería poder. De nuevo, atrapado, perdía la lucidez.

Los sueños van cambiando y puedes hacer dentro de ellos distintas cosas, como un demiurgo. Pero después te das cuenta de que si uno sueña es por algo y que no es sano interferir en el desfile de imágenes.

Ha llegado, por fin, el momento en que soy simplemente un testigo de mis sueños: los contemplo y descanso. Actualmente, no sé realmente si sueño o no, porque en mis sueños el personaje soy yo tal y como soy en la vida real.

¿Mezcla la vigilia y el sueño?

No, no es eso. Me refiero a que, cuando sueñas, normalmente no eres tú, tienes otras personalidades, eres capaz de hacer cosas que no haces en la vida real. En mis sueños, sin embargo, yo ayudo a la gente: sigo dando clases, leo el tarot, doy conferencias. En realidad, ya no hay diferencia entre lo que hago en mis sueños y lo que hago despierto. Eso al margen de su lenguaje o contenido simbólico. Anteanoche, iba en un avión en plena oscuridad y el avión entró en la luz. Lo que tengo ahora son sueños felices, ya no tengo pesadillas. No tengo miedo porque controlo esas situaciones. Duermo sin ninguna tensión. Se aceptan los sueños tal y como vienen. En cierta manera -no digo que mi ego, porque no me estoy refiriendo exactamente a mi personalidad- mi identidad se ha solidificado. Se ha coagulado. Mi personalidad en el inconsciente es exactamente igual que en la vida real.

¿Qué terapia recomienda para vencer las pesadillas?

Yo comencé por Freud y resultó muy divertido: para él los sueños son deseos reprimidos, deseos frustrados, etcétera. Con Jung también disfruté: soñaba y luego prolongaba los sueños en duermevelas, continuando la historia, interrogando al sueño para ver qué me quería contar. Luego seguí con los sueños despiertos, desarrollando la imaginación. Hay muchas terapias magníficas. En los sueños lúcidos nos acercamos a lo que hacen las tribus de los senoi, que trabajan con los sueños durante el día, realizándolos a través de una especie de teatro. En otras escuelas los esculpen, hacen figuras, los pintan… De este modo los introduces en tu vida real, ¿no?

Pero todo esto es sólo para cuando estamos enfermos. Cuando te curas ya no necesitas hacer nada. Simplemente vives, simplemente sueñas. No hay represión.

¿Los sueños nos enseñan la verdadera naturaleza de la vida?

La vida nos enseña la verdadera naturaleza de la vida. Y la verdadera naturaleza de la vida es una mezcla de sueños y vida. ¡Porque toda la vida es sueño! Esto ya lo dijo Calderón, que tenía un nivel de conciencia altísimo para su época. Cuando vives el ahora, ese instante nos parece real, pero una hora después pertenecerá a la memoria, y las imágenes de la memoria tienen exactamente la misma calidad que las imágenes de un sueño.

Podríamos decir que vamos montados en un sueño y que todo esto, en la medida en que vamos avanzando y viendo, se va infiltrando en el mundo de los sueños y se va convirtiendo en sueño. Pero ¿qué ocurre con los sueños? Pues todo lo contrario: soñamos y esos sueños se van introduciendo en nuestra vida real. Los sueños se van haciendo realidad, como la realidad se va convirtiendo en sueño. Todo lo que sueñas se acaba haciendo real.

Usted cuenta que podemos acceder a los difuntos que aparecen en los sueños y que moran en un lugar de nuestra memoria, que pueden darnos consejos y ayudarnos…

Tenemos una mente colectiva, un inconsciente colectivo que está en algún lugar. Debe de haber una región de los muertos que se encuentra en el inconsciente colectivo. Lo que se ha llamado «infierno» en algunas culturas.

A través de los sueños, también ha llegado a ser consciente de la existencia de la magia, ¿verdad?

En los sueños lúcidos puedo cambiar voluntariamente algunas cosas, pero hasta cierto punto. No puedo cambiar todo sino una parte del sueño. Con la magia sucede lo mismo: puedes producir cambios en la realidad pero no puedes cambiar toda la realidad.

II

En la base de su terapia son fundamentales el arte y la poesía.

Creo que todo ser humano debe dedicarse a escribir poesía media hora al día, sin preocuparse de si lo que escribe es bueno o malo, si va a tener éxito comercial o no. La poesía ha de ser una constante en la vida para depurar el ego… Cada día deberíamos realizar un acto gratuito, una cosa chiquita que sirva a los demás, como dar una chocolatina a un niño, cosas simples. Yo he llegado a cierta depravación en la búsqueda de la bondad. A veces deposito un billete en el bolsillo de un mendigo que está dormido, para que crea que tiene suerte. Invento milagros. Aunque no creas en los milagros puedes hacer pequeñas obras para ayudar a los otros.

Esta habitación está repleta de cartas de agradecimiento en las que se me pregunta qué deseo en compensación por la ayuda otorgada. Yo respondo que nada, porque ayudo gratuitamente. Hago todo esto en función del tiempo del que puedo disponer para los demás.

¿Qué usa para acompañarse cuando crea?

Desde hace treinta años trabajo siempre con música de fondo de arpas célticas, que producen un efecto un poco hipnótico. Si no estoy muy inspirado, perfumo las suelas de mis zapatos o dibujo con un pincelito empapado en miel un eneagrama1 en la planta de mis pies. Y, en momentos de sequía creativa, me tiño los testículos de rojo con pintura vegetal.

Dice que el arte cura. ¿De qué manera?

El arte cura porque tenemos que curarnos de no ser nosotros mismos y no estar en el presente. Hay una frase hasídica que dice: «Si no eres tú, ¿quién? Si no es aquí, ¿dónde? Si no es ahora, ¿cuándo?». Si eres capaz de solucionar el cuándo, el aquí y el quién (el tú), estás siendo tú mismo, y ya has logrado curarte.

¿Realizar arte es conocerse a sí mismo?

Sí, pero conocerse a sí mismo es conocer a la humanidad y al universo. Es pasar de lo singular a lo plural.

¿Podría explicarlo?

Piensa que la necesidad de curación se produce por la falta de conciencia. La enfermedad consiste en que hemos cortado las uniones con el mundo. La enfermedad es falta de belleza, y la belleza es la unión. La enfermedad es falta de conciencia, y la conciencia es unión con uno mismo y con el universo.

¿Qué artistas han logrado sanarse plenamente?

Lo más difícil del mundo es hacer un arte sublime. Poca gente lo ha conseguido. Pero podría citar a René Daumal, que aprendió sánscrito, fue

1Símbolo. Estrella con nueve puntas. (N. del E.)

alumno de Gurdjieff, se realizó. García Lorca es el caso contrario: no pudo ni supo hacerlo. Cuando lees Poeta en Nueva York, te da pena.

Ha dicho que la literatura no sirve si no cura. ¿Y si sólo cura al autor? ¿Puede el arte curar a unos y enfermar a otros?

Me recuerdas a esos artistas que dicen que este mundo no vale nada, que es una porquería, que no llegamos a nada, que Dios está muerto y todas esas cosas. La literatura mala es eso. Ir a mostrar el ombligo, decir cómo te tomaste el café con leche por la mañana, en medio del disgusto general, cuando todo está podrido a tu alrededor. Mientras el mundo está muriendo, yo me tomo mi café con leche. O realizo mi pequeño acto sexual. Eso resulta anticuado. Hay que atravesar la cortina neurótica. Yo, por ejemplo, confieso que no puedo leer a Proust. Está demasiado enfermo para mí y me puede contagiar su neura. Si cada día veo casos de neurosis, para qué voy a leer a otros enfermos. Hoy en día Kafka anda suelto por todas partes. Voy a echar una carta y me encuentro con Kafka en la oficina de correos. Un funcionario lleno de problemas.

¿Qué escritores y pintores salvaría? ¿Cuál sería su galería de arte curativo predilecta?

¡Vaya pregunta! En ella se traduce el concepto del campeonato de boxeo que se ha establecido en el arte, en el que podemos decir cuál es el mejor cuadro, el mejor libro, la mejor música, etcétera. Pero yo no veo la vida así.

Veo, en el arte, estructuras. Por ejemplo: en el cine, más que la mejor película yo preguntaría por géneros, por los mejores westerns o dramas. Yo tengo mi casa llena de westerns, en mi biblioteca hay novelitas de Silver Kane y de otros autores; y cómics, libros de filosofía oriental, de sufismo, Cábala, magia, alquimia, psicoanálisis… Soy hombre de mi época, y en mi época está Internet. Ya no se puede ni se debe hablar de la obra personal, tenemos masas enteras de obras por secciones y no por autores. Internet ha revolucionado todo esto. Yo tendría bibliotecas enteras. Mi ideal como humano sería un viejo sueño: todos los libros de la historia de la humanidad, todos los cuadros de la historia, todas las películas, músicas, esculturas, etcétera.

Y el arte que no sana, ¿también lo incluye?

Aunque no sane -que eso es otra cosa-, entretiene. Una persona sana puede leer a Cioran o Houellebecq y reírse mucho. Aunque yo no produciría ese tipo de literatura, porque está superada totalmente. Pero ahí está. Uno puede pasar de Kafka a Castaneda y seguir formándose. De la misma manera que el hombre va mutando de unos niveles de conciencia a otros, el arte va mutando de unos niveles de conciencia a otros. Es colectivo y no individual. No puedo decir que el mejor pintor sea Leonardo. Podré decir que él llego a otro nivel de conciencia, pero como era un individuo pudo llegar solamente hasta cierto nivel. Si te fijas, a sus máquinas les faltaba el motor porque carecían de energía. Esas máquinas maravillosas no disponían de lo esencial, que es la energía; usaban una energía muy primaria y escasa, a base de presión y agua. Leonardo no pudo resolver ese problema. Sus límites los estableció la humanidad de entonces, cuya naturaleza es colectiva, ¿comprendes? Si me hicieran la clásica pregunta de: «¿Qué libro te llevarías a una isla desierta?», respondería que un ordenador con Internet. Es evidente.

III

¿Cuál cree que es la verdadera finalidad del lenguaje? ¿Cómo interpretarlo y hacerlo útil?

El lenguaje es ante todo una actividad del cuerpo, se corresponde con la naturaleza del sistema nervioso. Desde mi punto de vista, debemos ser capaces de producir un lenguaje bello y poético. Un lenguaje sano. Las enfermedades mentales, como las enfermedades corporales, se reflejan en la manera de hablar. Hay palabras dementes, enfermas, tuberculosas o cancerosas; palabras que no son naturales sino violentas y criminales. La enfermedad y el lenguaje insano se retroalimentan y resultan destructivos.

A través del lenguaje, además, nos transmitimos enfermedades y accedemos a niveles de conciencia inferiores. Los niveles de conciencia del lenguaje coinciden con los del ser humano. De la misma manera que el cuerpo humano ha ido mutando, el habla también. Si estancamos nuestro lenguaje, usamos una forma y un contenido que ya no nos corresponde. Si empleamos un vocabulario enfermo que no es el nuestro, nos va minando poco a poco.

Ahí está el uso de lo malsonante, lo grotesco, el exabrupto…

Si te refieres a las palabrotas, te diré que las palabrotas son simpáticas porciones revolucionarias que están destinadas a romper moldes familiares, sociales y de todo tipo. Tenemos la impresión de que se tiene una gran libertad al pronunciar una palabrota, sin embargo su uso reduce el nivel de conciencia. La palabrota no es útil, o lo es sólo al comienzo, para liberarse. Al principio resulta revolucionaria, pero no conduce a ninguna mutación. Es como el argot. La gente va deformando el lenguaje a través del argot, que en principio puede ser útil en la medida en que establece fuertes relaciones identitarias de grupo, pero que baja de golpe el nivel de conciencia. El único lenguaje que nos sube de nivel de conciencia es el lenguaje sublime: el del arte y la poesía.

Por lo que dice, recrear un nuevo lenguaje es necesario para dejar de ver el mundo de una manera determinada. ¿Qué deberíamos cambiar de nuestro lenguaje para cambiar nosotros?

Estoy trabajando en un libro de definiciones que se llama Intelectualmente correcto. Todos pensamos mal, y por eso necesitamos cambiar unos conceptos por otros. Yo he comenzado por cambiar las siguientes expresiones:

– Nunca por muy pocas veces.

– Siempre por a menudo.

– Ladrón por alguien que se apoderó de algo ajeno.

– Infinito por extensión desconocida.

– Eterno por fin impensable.

– Eres mi maestro por me enseñas a aprender de mí mismo.

– Quiero hacer por estoy haciendo cosas inútiles.

– Quiero ser por me desprecio.

– Dame por permite que yo tome.

– Imítame por no te respeto.

– Mi mujer por el ser con el que comparto mi vida.

– Mi obra por lo que he recibido.

– Así eres por así te percibo.

– Lo mío por lo que ahora tengo.

– Morir por cambiar de forma.

Estoy haciendo este libro escuchando a la gente hablar por el camino, voy creando senderos en el lenguaje. También estoy aportando definiciones que rompen con las que existen. Todas ellas se definen por su propia negación:

– Felicidad es estar cada día menos angustiado.

– Decisión es estar cada día menos confuso.

– Valentía es ser cada día menos cobarde.

– Inteligencia es ser cada vez menos tonto.

Así podemos comprender las cosas de otro modo. Considero que hay que trabajar el lenguaje de esta manera porque, por simple falta de entendimiento, avanzamos hacia una catástrofe. Estamos pensando mal. Así, debemos sustituir en nuestro lenguaje:

– Comienzo por continuación de.

– Hermoso día por hoy me siento bien.

– Fracasar por cambiar de actividad. -Yo sé por yo creo.

– Soy culpable por soy responsable.

¿Cuál es el mecanismo por el que pueden las Bellas Artes aumentar nuestro nivel de conciencia?

La explicación se encuentra en su propia definición: arte bello y creación artística. La belleza es el límite máximo al que podemos acceder a través del lenguaje. No podemos alcanzar la verdad, pero podemos aproximarnos a ella a través de la belleza. En el lenguaje no hay verdad. La belleza es lo que los iniciados llaman «el resplandor de la verdad». Es lo máximo a lo que puede llegar el ser humano.

¿La fealdad se correspondería, por el contrario, con el nivel más bajo de conciencia?

Al decir belleza hablamos de fealdad, al decir luz hablamos de oscuridad. Son opuestos. Al citar a una, ya estamos hablando de la otra. Si tenemos que definir la fealdad, te diría que muchas veces yo busqué un concepto antagónico a la belleza… Con este sistema de opuestos hablaba de bueno y malo, de bello y feo. Pasé por todo aquello y al final me quedé con dos conceptos-herramienta: útil e inútil. Útil es todo aquello que nos ayuda a alcanzar niveles de conciencia más elevados; inútil es todo aquello que nos rebaja el nivel de conciencia, lo que repercute sobre el sistema nervioso provocando depresión y autodestrucción. El ataque a nuestra propia salud conduce a la destrucción de los demás. Sin embargo, el nivel de conciencia más alto conduce a la euforia de vivir y al deseo de inmortalidad, eternidad e infinito. La inmortalidad se alcanza probablemente -ya que la muerte es un fenómeno individual- de manera colectiva: exaltando y defendiendo a la humanidad. La raza humana como colectivo puede ser infinita. La muerte es individual, y saberlo ayuda a entender el mundo. La negación de la muerte es la negación de lo individual.

IV

¿Es necesaria la ebriedad para soportar la vida?

Emborracharse produce una gran alegría emocional, pero el alcoholismo es horrible. Puede ocurrir que bebamos de manera esporádica como escape o diversión, pero no es necesario. Pienso que la gente inteligente tiene que abrir las puertas de la percepción, pero no hace falta que lo haga como hizo Timothy Leary, que convirtió su mundo en ebriedad, se hizo adicto y murió drogado, sin ser él mismo.

Una cosa es romper con tus propios límites y otra, evadirte. No recomiendo a nadie que se evada, no hago apología de esa ebriedad escapista. Ni siquiera recomiendo la marihuana, porque es un prozac generoso, un calmante, pero no es bueno estar sedado todo el día.

¿Y tomar hongos al menos una vez en la vida?

Eso es distinto. La experiencia que produce te acerca a la metafísica y a la mística. Cuando se fuma marihuana por primera vez, también se abren los sentidos: enseña a comer bien, a oler bien, a sentir bien la música. Pero basta una o dos veces para aprender. Si no, acaba creando un ejército de necios sensuales y perezosos que se sienten genios, así como el alcoholismo acaba volviendo a la gente violenta, y esto de poco sirve.

¿Habría llegado usted a ser como es sin haber tomado sustancias alucinógenas?

Yo no he llegado a nada. ¿Adonde he llegado? (Se levanta y gira sobre sí mismo.) No se llega. En mi caso, necesité tomarlas en un momento dado, hacia los 40 años, cuando iba a hacer La montaña sagrada y tenía que interpretar a un maestro. Necesitaba saber cómo era la mente de un sabio. Yo no tenía esa mentalidad, y percibía mis límites. Entonces contraté a un gurú, Oscar Ichazo, que fue uno de los creadores de la moda del eneagrama y el maestro de Claudio Naranjo. Le pagué diecisiete mil dólares para que me diera un LSD y me guiara. Era un ácido puro, un polvo que disolvió en zumo de naranja. Una hora más tarde me dio un cigarro de marihuana. La primera toma duró ocho horas, pasado un tiempo volvimos a tomar. Fueron dos sesiones en las que aprendí mucho y rompí mis propios límites. Yo creo que estas experiencias no deben hacerse por espíritu festivo, tampoco solo ni en compañía de gente que no haya alcanzado un alto nivel de conciencia. Puede ocurrir que durante la toma veas a esa gente como a demonios.

Ésta es la explicación de por qué tomé este tipo de drogas. La consecuencia es que me abrió la mente y me sirvió para demostrarme hasta dónde podía llegar. Gurdjieff decía que las drogas son para eso: tú estás en el sótano de un edificio y la droga te hace subir a la terraza de golpe. Estás en el garaje y te hace saltar cincuenta pisos. Ves todo el horizonte, toda la ciudad, y cuando vuelves, te das cuenta de que para llegar de nuevo arriba tienes que trepar todos los pisos tú solo, sin drogas.

Como en el mito de la caverna, pero pudiendo otear más allá.

Sí. Pero, en este caso, trepando con tu propio esfuerzo, sin LSD. Se trata de llegar a ver sin drogas, y se puede hacer. De otro modo no sirve.

En Occidente, carecemos de un marco de referencia o de una cultura de usos para la toma de estas sustancias. Por ejemplo, los hongos aquí se consumen de los modos más brutales, en fiestas, sin referencia ni finalidad. A usted se los proporcionó María Sabina, la chamanita…

Me los mandó a través de una persona llamada Francisco Fierro, que era su asistente. Él sabía cuánto había que tomar, cómo vomitar, qué hacer durante la toma y todo eso. Esa experiencia puede resultar un ritual muy sabio si prescindimos de inyectarle dioses. Porque eres tú quien tiene que hacer el viaje, sin dejarte teledirigir desde fuera ni que te impongan arquetipos; entre otras cosas, porque tus arquetipos están dentro de ti y tu viaje es tuyo.

Muchos practican cultos sincréticos con la ayahuasca, como con otras drogas.

La ayahuasca no tiene por qué ser mezclada con santerías y cosas de este tipo, como ninguna otra droga. La ayahuasca hay que tomarla tranquilamente, sin ritos, y guiada por alguien que la conozca, como todas las drogas psicodélicas.

Quiere decir que estas sustancias hay que tomarlas con alguien que las conozca, pero que no proyecte una forma de cultura religiosa o su interés o historia personal sobre los demás…

Efectivamente, con alguien que haya desarrollado su espíritu y que actúe como guía, pero sin imponerte sus conceptos durante la experiencia. Que cuando tengas angustia te muestre el camino de salida. Yo estaba con Óscar Ichazo tomando y, de pronto, sonó el teléfono. Estaba en pleno viaje, y me dijo: «Contesta». «Pero ¿cómo?», le pregunté. «Tú puedes estar en dos mundos», contestó. Cogí el teléfono, hablé normalmente y seguí con la toma. Ese es un buen guía.

Pude, y cualquier persona puede estar en dos mundos: uno que se llama real y el otro. Esa es una gran lección que sólo puede dar un maestro. Esto es sólo un ejemplo de lo que podemos aprender en un viaje.

O sea que la sustancia le abrió al conocimiento…

Para mí fue un gran paso. Recomiendo hacerlo al menos una vez y de una manera guiada. Yo observé que mi mujer, Marianne, tenía límites espirituales a pesar de hablar seis idiomas, ser joven y universitaria, precisamente por haber recibido una educación francesa racionalista. Quería seguir el camino del tarot y le dije que no se podía quedar presa en esa cárcel de lo racional y que necesitaba una experiencia psicodélica. Entonces la acompañé a Holanda. Arrendé un cuarto cuya ventana daba al cielo y a las dos o tres de la mañana le hice comer unos hongos para que el efecto llegara hasta la luz del amanecer. La guié. Le fui marcando el camino y resultó ser una experiencia decisiva en su vida. Si yo hubiera aprovechado que estaba en un viaje y la hubiera seducido, ella habría perdido todo el beneficio de aquella experiencia.

Incluso la marihuana debería ser tomada como algo iniciático, como el alcohol en las fiestas báquicas. El ágape forma parte de esa cultura que hemos perdido.

¿Qué extraño mecanismo de la conciencia puede hacer que estas sustancias rompan límites?

Estamos acostumbrados a vivir en un mundo lineal, en una arquitectura cúbica y racional, y por eso estamos obligados en un momento dado a romper las limitaciones. Muchas veces no podemos hacerlo, precisamente porque estamos presos en la mente. Por eso tenemos que realizar una experiencia en que nuestros mecanismos de percepción salten con el fin de conocer otros mundos.

Los chamanes eran gente primitiva; pero ahora somos nosotros los que queremos tomar hongos a nuestro aire, no con sus ritos. Yo no voy a tomar nada con un chamán, a la antigua. ¿Para qué? ¿Para que tomando ayahuasca se ponga a cantar a la Virgen María o a la serpiente? ¿Qué me importa todo eso? Algunos seguidores de la terapia gestalt ponían discos de Wagner para tomar ketamina. ¡No, por favor!

Cuando tomas sustancias debes estar en la naturaleza, esperando que llegue la luz del día, con la menor interferencia posible. Basta con un maestro que te diga por aquí y por allá. Y con una o dos tomas es suficiente para que el cerebro se te abra bien para toda la vida.

En realidad no se trata de drogas. Una experiencia de hongos no es como consumir drogas. Yo tenía un frasco con un polvo de hongo y decidí dárselo a unos seres queridos porque pensé que era mejor dárselo yo a que se lo diera cualquier imbécil con la excusa de montar una fiesta y hacer tonterías.

Imagino que estas sustancias son sagradas para usted.

Un momento, no caigamos en la trampa del concepto «sagrado». Todo puede ser sagrado para un santo, hasta un excremento de perro. Y para un ciudadano normal nada es «sagrado» sino quizás «útil». Hay que decir que estas experiencias cambian de función y de resultado según los niveles de conciencia que tenga quien las toma. Las sustancias psicodélicas fueron, en primer lugar, tomadas por los chamanes, que tenían un nivel de conciencia superior a la tribu. Mi tesis es que son recomendables sólo para gente que tenga un alto nivel de conciencia. Hay gente con un nivel de conciencia casi animal que puede perderse o acentuar su tendencia enfermiza con las sustancias. Hay que tener mucho cuidado, no sólo a la hora de ver a quién se las das, sino para decidir con quién las tomas. Tengo una frase que puede resumir esta situación: «No se adonde voy, pero sé con quién voy». No se debe tomar este camino con personas que son incapaces de absorber la vivencia, porque te intentarán arrastrar y sacarte de tu viaje. Da drogas a los soldados y los convertirás en asesinos. Da drogas a un santo y podrá hacer obras magníficas. Mucho cuidado con esto. No pensemos, como pretendían algunos, que al echar LSD en las fuentes de una ciudad vas a mejorar la sociedad. Eso sería un peligro público.

Por ejemplo, la ayahuasca ha caído en manos de gente con mentalidad romántico-infantil y la ha convertido en religión. Grave error. Los grados de conciencia bajos, de manera sistemática, malgastan estas energías. Pero está claro que en un momento dado, cuando se accede a una formación social racional, como la que nos imparten, es necesario que la gente que tiene responsabilidades tenga una experiencia para que sepa qué hay más allá de lo racional.

Pero habrá gente que no las necesite…

Claro. En este momento yo no las necesito. Es como estar dentro de los sueños, y yo ya lo estoy. ¿Qué gano con ver alucinaciones y cosas que ya conozco? La experiencia es hermosa, de acuerdo, pero ¿qué voy a encontrar allí? Es útil cuando sientes que tienes un límite y tomas para que te ayude a superarlo. La persona con bajo nivel de conciencia se asusta si descubre que tiene un límite, se enoja y llora al saberlo. La persona con un nivel más alto de conciencia lo único que desea es que le digan dónde están sus límites para poder vencerlos, y lo agradece profundamente porque podrá mejorar. La gente con bajo nivel de conciencia anda buscando que alguien le confirme sus valores, pero la gente con alto nivel de conciencia lo que busca es que alguien le marque sus defectos para superarlos.

V

¿Podría explicarnos qué es realmente el tarot?

El tarot es una máquina metafísica. Un organismo de imágenes y formas muy difícil de resumir, uno de los primeros lenguajes ópticos de la humanidad. El tarot tiene 22 arcanos mayores. Si con el alfabeto español se puede escribir El Quijote, imagínate lo que puedes hacer con 22 cartas, a las que hay que sumar otros 56 arcanos menores.

El tarot responde a unas reglas de óptica proyectiva. Es como un espejo que te permite desarrollarte en la medida en que vas viendo más y más de ti mismo. Yo lo uso para los demás y también para mí, para asomarnos a este espejo y poder comprendernos. Si, por ejemplo, le pregunto «¿Qué es rezar?», él me responde. «¿Qué es el amor?», me lo explica. «¿Quién soy yo?», y ahí apareces. El tarot nos enseña el inconsciente del consultante y, si puede ayudarle, le ayuda. Sirve para sanar.

El tarot se puede usar para todo menos para leer el futuro.

Cuando la gente se interesa por el porvenir, y me pregunta por ejemplo «¿Voy a encontrar un hombre?», les contesto: «Eso no te lo voy a decir porque puedo influenciarte, lo que te voy a explicar es por qué hasta ahora no has encontrado un hombre». «¿Voy a tener dinero?», quieren saber, y lo que les enseño es por qué no tienen dinero. «No sé si vivir en Madrid, o Barcelona», me plantea otro, y, bueno, lo importante es saber por qué no sabes decidirlo. Todo lo reduzco a la actualidad.

En realidad yo no creo en el futuro, es una cosa que no quiero ni tocar porque el cerebro tiene tendencia a obedecer predicciones. A la persona que tiene un poquito de fe en ti, si le dices que se va a partir la pierna, se la parte.

A veces lo que ocurre es que esa gran máquina mágica que es el tarot, cuando cae en manos de los pseudotarotistas, queda reducida a un instrumento para leer el futuro. Lo convierten en un objeto. Es un crimen que se desconozca que el tarot es una obra de arte sagrada.

Ha dicho que para poder leer el tarot hay que distanciarse del consultante, no interferir en su vida para nada.

Sí y no. Para leer el tarot hay que identificarse totalmente con el consultante, ahora bien sin interferir en sus asuntos. Hay que respetarle, sin pretender influirlo o utilizarlo.

Yo siempre lo he leído de manera gratuita -excepto durante unos meses cuando empezaba, porque tenía que ganarme la vida- no porque fuera generoso, sino porque el tarot es algo útil para los demás. Si cobro lo desvirtúo y, de esa manera, no lo puedo conocer a fondo. Hacer tarot es hacer el bien y es hacer arte.

O sea que lo que hace con el tarot es «consultar al consultante».

Sí. Es como un contador Geiger. Te dice qué pasa, qué sucede, cómo va esa persona. Se lo dice a ella misma. Y a veces responde cuando existe una duda o una elección. El tarot aclara, muestra la voluntad del consultante y ayuda a descubrir lo que hay en él.

¿Cómo podemos entender lo que nos dice el tarot?

Al principio tratando de desarrollar la telepatía, intenté adivinar. Luego me dediqué simplemente a leerlo, lo que no me impide tratar de ver cómo es la persona consultante, cómo están su salud, afectos, sexualidad o intelectualidad. Acepto al consultante con sus límites, siento su voz, noto cómo huele su aliento y, a veces, le toco. Capto todo lo que puedo antes de echarle las cartas: veo cómo las mezcla, cómo se mueve, cómo actúa, cómo me habla.

VI

A lo largo de la historia de la humanidad, la metáfora de la transformación personal ha tomado distintas formas. Una de ellas ha sido la magia. ¿Es posible la magia sin superstición?

La magia no es la superstición, la magia es la naturaleza del mundo. El mundo no es lógico ni racional, es mágico, y existe una estrecha unión de todos los acontecimientos, por eso llamé a mi libro La danza de la realidad, porque todos los acontecimientos están ligados, unidos; el tiempo no es lineal, los efectos algunas veces se producen antes que las causas, hay misterios… El setenta por ciento del mundo no podemos comprenderlo, como el chimpancé no comprende el noventa por ciento del mundo. Nos queda mucho por aprender. La realidad es milagrosa, es mágica. Obedece a principios que no son científicos. La realidad no es científica.

Y cuando no entendemos esa naturaleza del mundo creamos supersticiones…

Exacto, y creemos en cosas que no son porque las necesitamos.

¿La magia trabaja sobre la realidad o sobre nuestra manera de ver el mundo?

En la magia, si eres consciente, podrás ver las metáforas, las analogías: para que llueva, el chamán hace ruido con los dedos en la tierra. Si has evolucionado te das cuenta de que esto, a un cierto nivel, funciona porque esa analogía es útil. El inconsciente acepta las metáforas, y cuando tú conoces las leyes del inconsciente te das cuenta de que la magia maneja esas leyes. La magia trabaja sobre el inconsciente.

Hablo del inconsciente de la realidad, no de nuestro pequeño inconsciente. Al ser misteriosa, la realidad muestra que existe un inconsciente personal, uno familiar, uno de grupo, uno del planeta, uno del universo… Así es la realidad. El mundo es tanto lo manifestado como lo no manifestado. El mundo es tanto lo que es como lo que no es. El mundo es tanto la posibilidad que se nos aparece como las infinitas posibilidades que se nos ocultan.

Uno es una conciencia inmortal, una exacta reproducción del universo. Tu inconsciente es una partícula y al mismo tiempo la totalidad del cosmos. Y digan lo que digan respecto a tu limitado cuerpo, eres la conciencia total. Te cuenten lo que te cuenten de tu carne efímera, si llegas a integrarte en la conciencia divina, eres inmortal. Sin embargo, para lograrlo hay que tener la humildad de borrarse personalmente aceptando ser sólo un canal. Pero si te presentas como un ser todopoderoso que lo sabe todo, serás un farsante. Por más que yo trate de ser más de lo que soy, no soy más de lo que soy. Hay que ser consciente de lo que somos. El poder más grande de tu vida es poder ayudar, y el beneficio más grande que tiene el hombre es vivir en paz. Hay misterios, pero uno no los domina. He conocido pequeños milagros telepáticos, que cada día son un poco mayores. Pero no llego a las cosas que se cuentan en las leyendas: «El maestro ve a una persona, y conoce su nombre y fecha de nacimiento». No llego a eso, pero llego a otras cosas. La telepatía existe, lo sé.

¿Cómo definirías la magia negra, frente a la magia blanca?

La magia negra es una magia enferma que intenta aprovecharse de la naturaleza del mundo. Es una magia inútil porque se encamina hacia la destrucción. Existe sólo en quien cree en ella. Abrirle la puerta puede ser muy peligroso para uno.

¿Cómo se explica la existencia de una magia blanca y otra negra?

El espíritu tiene raíces profundas, ramas profundas. Te puedes fundir hasta lo negativo infinitamente, en lo oscuro, o puedes elevarte hasta la luz. Es una cuestión de elección. Pero de la magia negra no quiero hablar porque, como ya he dicho, es una cosa enferma.

La técnica ¿no es la magia actual aplicada?

No sabemos qué es. Sabemos que funciona. Al igual que desconocemos qué energía mueve al universo. Todavía lo ignoramos. Podemos intuir cómo funciona el mundo y a eso lo llamamos de muchas maneras, incluso Dios. Lo que no llegamos a entender lo denominamos magia, pero en realidad es una utilización de lo mágico. Estamos hablando de un uso de la magia, pero no sabemos exactamente qué es. No lo controlamos. No podemos todavía.

¿Cuáles son las leyes de la magia?

Son cuatro: querer, osar, poder y callar. Por «callar» entiendo «obedecer». La fuerza en reposo es la mayor fuerza, por eso a veces cuento esa historia iniciática que relata cómo el hombre más fuerte del Imperio chino hace su demostración de fuerza sacando una mariposa de una cajita y diciendo: «Soy tan fuerte que puedo tomar una mariposa por las alas sin dañarla». Eso es callar.

El conocimiento hay que manifestarlo sólo cuando se nos pide, y si no hay que callar. Una cosa es dar y otra obligar a recibir a los demás…

¿Y cómo interpreta «querer, osar, poder y callar»?

«Querer»: si tú no quieres, no avanzas. Hay quien no quiere curarse. Los evangelios lo apuntan cuando Jesús pregunta al paralítico si quiere andar, porque si uno no quiere, ni un dios te puede curar.

«Osar»: curarte es hacer frente a los cambios que la curación te va a producir. El paralítico llevaba cuarenta años inválido, así que curarse para él significaba no tener dinero porque no mendigaría más. Cuando estás enfermo, en realidad, estás llamando la atención de los demás para que te cuiden, estás pidiendo cariño. La enfermedad es una comedia de peticiones. El enfermo pide a gritos que lo amen. Hay que osar ser curado, entrar en una nueva individualidad en donde desconoces la dirección porque se produce un cambio y, en cierta medida, una nueva personalidad.

«Poder»: significa que una vez que estás haciendo las cosas, entras en lucha y no tienes que ser tu propio enemigo. Para poder hay que ser uno y no ser otro, no luchar contra ti mismo porque ello te producirá una gran neurosis de fracaso.

«Callar»: significa que cuando intentas transmitir lo que ganaste, lo pierdes por exhibicionista. Éste es el problema que tienen algunos gurús: muestran su santidad y la pierden en ese mismo acto. El verdadero maestro es invisible: no tiene flores, ni collares, ni anillos, ni fotos, no tiene escuela ni discípulos. Para el verdadero maestro toda la humanidad es su discípulo. De manera disimulada desliza bienes y conocimientos que puedan elevar el nivel de conciencia del otro. No necesita escuela ni ambiciona ser maestro. Es maestro porque obedece a una voluntad universal que es superior a él.

¿Qué hace un alquimista?

Lo primero sería definir qué es un alquimista: el que busca la piedra filosofal, el que cambia los metales viles en oro, el que busca un disolvente universal y, por último, el elixir de la larga vida. La piedra filosofal: el alquimista quiere desarrollar sus valores interiores hasta lo increíble, hacer crecer su ser y, gracias a eso, a través de su nivel de conciencia, poderse elevar a otras dimensiones.

El elixir de la larga vida es una persona que acepta su vida y vive todo lo que tiene que vivir sin autodestruirse.

El disolvente universal es una persona que ha desarrollado en su corazón el amor divino. Amor es lo que disuelve todas las resistencias.

VII

¿Por qué nos curamos cuando reímos?

En cierta manera porque al reírnos nos desprendemos de lo que nos duele o tortura. La risa nos crea una distancia con nuestros propios conflictos y libera los nudos. Ayuda momentáneamente. Abre los diques y proporciona la felicidad durante unos instantes. Es tan buena como el estornudo, que es rápido y liberador.

Así funcionan también los chistes…

Pero no existe un solo tipo de chiste, sino muchas variedades. Hay chistes agresivos, racistas o sexuales que son enfermos. La gente expresa gran cantidad de enfermedades con este tipo de chistes que los libra de la angustia de estar cargando con esas cosas. Pero existen ciertos chistes, que podríamos llamar iniciáticos y que tienen un contenido metafísico, filosófico, humano: son chistes profundos. Esta manera de hacer humor fue siempre utilizada en las escuelas místicas: los sufíes contaban historias sobre el sabio idiota Mulla Nasrudin, algo parecido hacían los roshis zen, y también hay toda una serie de chistes sobre rabinos. En las escuelas iniciáticas el chiste es un elemento importante con tanto valor como los textos sagrados. Es increíble pero es así. De la misma manera tenemos que entender los cuentos, por ejemplo los de hadas, que también son valiosos.

Aunque nuestra cultura los denigra.

Sí, porque nuestra cultura denigra todo lo que es profundo. Por ejemplo la ceremonia del té. El té era un elemento esencial en las culturas orientales, en especial en China y Japón, como el café en el sufismo. En cambio ahora lo tomamos a todas horas, cuando en realidad se trata de productos sagrados, como lo es la marihuana. Cuando fui a Holanda y pregunté cómo tomaban los hongos, me contestaron que los ponían en una pizza. La gente se los come sin ningún sentido. Todo lo sagrado se ha perdido.

Hace poco vendieron en subasta pública las obras de arte que dejó en herencia André Bretón, y lo curioso es que lo mejor que tuvo fueron sus piedras. Bretón se dedicaba a recoger bellos guijarros que para él eran la obra de arte más grande que existía. Lógicamente, no tienen ningún valor comercial. La poesía tampoco se vende. Eso es lo maravilloso del verdadero arte, que no han conseguido que sea industrial. El hombre, cuando llega a un nivel de conciencia adecuado, siente lo sagrado en todo lo que le rodea y el mundo cobra así su sentido. Las plantas, las piedras, el chiste: son sagrados; las cosas se van sacralizando. Conocí a un chamán que curaba la afonía con una infusión de excrementos de vaca.

¿Recuerda algún chiste en especial?

Cada día tengo uno predilecto. El de ayer era acerca de un hombre que gana la lotería y le preguntan si está contento con los millones, y contesta: «No estoy contento, porque compré dos billetes: con uno me tocaron los millones, pero con el otro no me tocó nada». En lugar de ver la alegría de la vida, este hombre se aferra a lo negativo de ella.

Hay que reírse de lo absurdo del mundo y no creerse nada…, pero ¿tampoco a nosotros mismos ni a nuestras propias mutaciones?

Claro. Hay diferentes humores. El humor negro, que es distanciarse del mundo. El humor normal, que es reírse del mundo. El humor pánico, que es carcajearse y estar feliz de la vida. No hay que reírse de, como hace el humor vulgar, sino reírse con, como hace el humor surrealista. O el humor pánico, que es reírse, sencillamente: ser feliz en medio del caos y de la destrucción. Los chinos accedieron a este descubrimiento inventando el juego de morir… Un maestro murió con la cabeza en el suelo y con los pies en el aire, carcajeándose. Eso es entender la existencia.

La estela de la vida

I

¿Cree que podemos escapar de nuestro origen o que estamos determinados por él?

Tenemos predestinaciones del pasado, sin duda, pero lo que hay que hacer es tomar conciencia de ellas y no obedecerlas. Podemos elegir cada paso siguiente de nuestra existencia. En eso consiste nuestra libertad, en no dejarse determinar por el pasado ni repetirlo.

¿Es posible intuir, como sostienen algunas tradiciones, esas vivencias anteriores o influencias que pesan sobre nuestra vida?

No puedo hablar de vidas anteriores, pero sí decir que antes de nacer era algo -no sé qué- y que después de morir seré algo -tampoco sé qué-. Eso es todo lo que puedo asegurar, el resto no lo conocemos. Ahora bien, aunque imagináramos vidas pasadas, no sería posible asegurar que fuesen verdaderas, no hay medio de probarlo.

Ciertas interpretaciones religiosas, para explicarnos el dolor, apuntan que quien nace ciego está pagando por algo que cometió en otra vida, tal vez porque sacó los ojos a alguien…

Bueno, ¡aceptémoslo! Pero esa persona a la que sacaron los ojos en otra vida está pagando que en una vida aún más anterior también él sacó los ojos a alguien que a su vez en otra encarnación fue verdugo, y así son todos culpables y no hay víctimas, o son todos víctimas y no hay culpables.

De modo que usted no cree que debamos justificar las desigualdades de origen por supuestas deudas kármicas.

Efectivamente, porque además de ser falso resultaría antiterapéutico. Las cosas no se pueden justificar por un destino. Estamos marcados por la vida familiar, educacional y sociocultural. Es algo que llevamos encima desde que nacemos, pero eso no significa que tengamos que cumplir un destino. Uno ve el mundo de manera diferente si habla inglés, español o francés. Somos seres amaestrados por una cultura que formatea nuestro cerebro. Tenemos que luchar contra esa imposición para ser nosotros mismos.

Leyendo sus obras se tiene la sensación de que estamos obligados a liberarnos del estado condicionado en que nacemos…

No tenemos ninguna obligación. Sería bueno que nos liberáramos, pero no estamos obligados.

Para desarrollarnos, ¿necesitamos desapegarnos de lo que nos viene dado?

¿Para desarrollarse en qué sentido?

Quiero decir espiritualmente.

Krishnamurti se desarrolló mucho espiritualmente, sin embargo algunos se suicidaron a causa de sus teorías. No se trata sólo de desarrollarse espiritualmente, hay que ver qué nos interesa. Yo no creo en la espiritualidad, yo creo en la salud.

De acuerdo: para sanar, ¿es necesario que nos despojemos de nuestro origen?

Todo lo que traemos -somos como el gusano- tiene que retorcerse hasta convertirse en una mariposa. No debemos despojarnos de nada. Lo que hemos recibido es un tesoro. No es necesario castrarse o eliminar una parte. Hay que fecundar y mutar lo que nos viene dado.

¿Acaso no puede alguien ser feliz en su familia o en su casta, en su mundo o con su educación, y querer continuar con lo recibido?

Si lo es, que continúe así. Pero todo el mundo tiene una cruz. La mía es la mía, la tuya es la tuya: yo sólo te puedo hacer consciente de tu cruz y, a partir de ahí, te la quitas o no. Eso depende de ti.

¿Es posible que sin arreglar el mundo y la sociedad podamos estar bien con nosotros mismos?

No podemos. O mejor dicho: seríamos islas de perfección en medio de la imperfección.

¿No hemos mitificado la rebelión contra todo lo precedente como un rasgo de individualismo absoluto?

Yo no utilizaría la palabra «rebelión» para hablar de esto. Si queremos que el mundo cambie, prefiero hablar de «mutación». Si queremos transformar la realidad, empecemos por nosotros mismos. No pidamos al mundo que nos cambie ni luchemos contra la sociedad. Tenemos que ser nosotros mismos quienes afirmemos nuestros propios valores.

La religión y las costumbres nos integran en un grupo que forma nuestra personalidad. ¿Acaso son mejores otras tradiciones que la que nos ha correspondido? ¿Tiene sentido cambiar de religión?

No, no tiene sentido. Pasar de una tradición a otra no tiene verdaderos efectos porque un dios es igual a otro. Es otra caricatura, otra limitación. Hay que superar la limitación para lograr estar abiertos a la vida. El siglo tiene que dejar de ser religioso para llegar a ser místico. Habrá un momento en que todos los seres humanos del planeta posean el mismo sentimiento místico y dejen de lado las religiones. No creo tampoco que haya una religión mejor que otra.

II

¿Cómo habría que tomarse el «qué dirán» de nosotros los demás?

Hay dos posturas: la de aquellos que tienen en cuenta el «qué dirán» y la de aquellos que se preocupan por el «qué diré yo de mí mismo». Un bárbaro psicológico puede vivir en el qué dirán, pero una persona que tiene un alto nivel de conciencia diría: «Esto es lo que yo quiero de mí, precisamente porque soy consciente».

Ahora bien, existen distintos niveles de conciencia. El primero es un nivel animal que piensa: «Lo que tengo, lo tengo yo». Por la calle se puede ver gente así: mercenarios, ladrones o asesinos. Por encima de ese nivel está el nivel infantil, donde todo es un juego superficial; en ese estado no hay conciencia ni de infinito ni de eternidad, ni de muerte ni de universo. Después hay otro nivel de conciencia adolescente donde todas las soluciones del mundo están en la pareja, en esa reducida célula del amor, y que es un nivel que la mayoría de las revistas del corazón, las historias de la televisión o el cine desarrollan. Este nivel sirve para encontrar la felicidad en la pareja y todo lo que conlleva. Pero si vamos más lejos se puede acceder a un nivel adulto, y ahí aparece «el otro». Aún así, existe el adulto egoísta y el adulto con conciencia social y planetaria. El primero explota a los más débiles o a los menos inteligentes, crea industrias nocivas o acapara el poder político. Es nefasto. El segundo comprende que el otro es tanto como él, que se tiene que preocupar de las catástrofes sociales y ecológicas, es decir del mundo en que vivimos todos. Conoce la responsabilidad. Pero por encima de todos ellos existe un nivel de conciencia cósmica donde el ser vive en el universo entero, espacio infinito, tiempo eterno, permanente impermanencia… En ese nivel se encuentran esos grandes temas como el «conócete a ti mismo». Y más allá todavía existe una conciencia divina donde podríamos concebir qué es ese constructo que hemos llamado Dios.

¿Cree que es posible asomarse a ese nivel de conciencia divina?

Sí. Y llegar a la conclusión, para empezar, de que tenemos que dejar de hablar en nombre de Dios… Tenemos que dejar de pensar que Dios nos va a arreglar las cosas, y decir que si Dios construyó mal este universo, aquí estamos nosotros para rehacerlo. Si hay un Dios, estamos para ayudarlo. Así nos apoderaremos del mundo y de nosotros mismos, haremos lo que queremos con plena conciencia y con plena responsabilidad. En este nivel de conciencia divina se encuentra el arte verdadero.

Sin el desarrollo de la personalidad, ¿es posible acceder a altos grados de conciencia?

A veces, el desarrollo de conciencia coincide con el desarrollo de la personalidad, pero no siempre. Cada caso es diferente. Una vez vino a verme Vittorio Gassman. Sufría una fuerte depresión y era ya un artista célebre. Al hacer su árbol genealógico vi que su madre deseaba que fuera actor y que él no quería, lo que pagó con dolor. Enfermó y padeció depresiones. Era famoso, pero aquélla no era su vocación. Aunque era un gran actor, eso no le servía de nada. Le recomendé muchas cosas: le dije que fuera a la tumba de su madre, que matara a un gallo y llenara la tumba de sangre, que se untara el pene de sangre y penetrara a su mujer con furia. Me dijo que si no fuera Vittorio Gassman lo haría pero que, siendo lo que era, no podía. Dos años más tarde, murió. No había contado esto antes, pero es un buen ejemplo para mostrar que uno puede realizarse obedeciendo a los demás e incluso tener éxito, pero si no eres feliz de nada te sirve.

¿Obedecemos predicciones ajenas permanentemente, sin ser nosotros mismos?

El cerebro tiene tendencia a guiarse por las predicciones, hay que tener cuidado para no caer en eso.

Usted suele hablar de la capacidad de la gente para programar incluso su propia muerte. Hay quien está convencido de que va a morir a cierta edad y lo cumple…

Así es. El cerebro se programa imitando a veces la edad de la muerte de familiares o personajes célebres.

III

¿Somos niños disfrazados de adultos?

Somos viejos disfrazados de niños, antiquísimos, milenarios. En nuestra piel hay millones de células con una compleja memoria.

Se dice que no debemos dejarnos llevar por la película de la vida…, pero eso no es tan fácil.

Mucha gente se deja llevar, efectivamente, por lo que llamas la película de la vida. La mayoría quiere ser como los demás y eso les conduce a una muerte en vida. Hay que llegar a encontrar lo que nos distingue de los otros para llegar a ser algo. En cuanto intentamos ser parecidos a los otros, nos convertimos en zombies.

A menudo, en la juventud se anhela vivir la vida de otro, vivir a través de lo que viven los demás…

Cuando yo comencé mis estudios de psicomagia conocí a distintos maestros. Uno de ellos fue Óscar Ichazo, que un día me dijo: «Durante un tiempo me vas a imitar porque te he dado conocimientos que tú no tenías: he marcado tu alma virgen». El alma imita durante un tiempo a aquel que la ha despertado, pero eso dura muy poco si se es consciente y mucho si se es ingenuo.

Para sentir una vida plena ¿cree necesaria una reconciliación con los padres?

Para mí fue enriquecedor conocer a Goyo Cárdenas, un criminal en serie que mató a diecisiete mujeres y las enterró en su jardín. Estuvo durante diez años en un manicomio y luego se hizo abogado y tuvo familia. Yo lo conocí en el periódico El Heraldo, tomando café. Era un señor muy afable. Le pregunté cómo había pasado por aquello y me dijo que ya estaba olvidado todo porque había sido otra persona quien lo había hecho.

Era sincero, porque creo que se pueden vivir muchas vidas en una misma vida, en una misma persona y en un mismo cerebro. Existe la redención. Él pagó su culpa y se redimió. Los valores que luego mostró Goyo Cárdenas estaban ya en él incluso cuando era un criminal. Era un ángel en una personalidad desviada. Cuando la personalidad desviada se disolvió, apareció su ángel. Yo creo que con la familia ocurre lo mismo: nos hacen daño, es como una trampa, nos acortan la vida, nos fastidian psíquica y socioculturalmente, nos proporcionan un limitado nivel de conciencia, nos sacan de nuestro ser esencial, nos inculcan ideas que no son nuestras, y en el momento en que nos encontramos en el mundo, todo aquello se desploma y tenemos que reconstruir la vida. Perdonamos porque no hay nadie culpable. Generación tras generación, cada una es víctima de la anterior. Llevamos muchos siglos siendo víctimas, pero al final comprendes que no ha de haber ya más rencor.

Yo llegué a pensar que mis padres eran culpables por haberme hecho nacer. Pensaba que haciéndome nacer me daban la muerte. Los culpaba de muchas cosas, pero luego entendí la frase de Buda que dice: «La verdad es lo que es útil». Entonces me puse a pensar y me dije: «Yo era algo antes de nacer y elegí a mis padres porque los necesité como escuela. Los límites que ellos me dieron son lo que me han hecho y yo soy lo que soy gracias a ellos». Hay frutos maravillosos de árboles torcidos.

¿Cree que es necesario «matar al padre», como apuntó Freud?

El acto simbólico de la muerte del padre es absolutamente necesario, pero hay que hacerlo de forma inteligente, con lucidez y sin rencor. Si percibes a tu padre de una manera violenta, es que no lo estás matando: estás pidiendo que te ame porque lo necesitas. Pero si llegas a poder verlo positivamente, sin su pedestal y sin tenerle miedo, ya no estás rogando que te ame para poder existir… Y es ahí cuando le matas, cuando le haces caer. Pero una vez derribado hay que reconstruirlo y adjudicarle los valores, porque los padres tienen valencias esenciales, aunque sean monstruos: nos dan la vida, dejan su huella en ciertas partes de nuestro ser y se convertirán en el motor que nos permitirá llegar a ser quienes somos de una forma consciente.

Con el padre hay que aplicar esa máxima de la magia operativa que dice: «Disuelve y coagula». Para poder superarlo hay que disolverlo previamente. Poner todas las cosas en su sitio y observarlo intelectual, física y sexualmente para ver quién es. Y después hay que coagularlo, rehacerlo en tu interior como tú quieres que sea. Hay que realizar un trabajo interior y, una vez que superas todo esto, recuperar al padre absorbiendo sus valores.

¿La crueldad de ciertos niños o preadolescentes es una creación frustrada? ¿Son culpables de lo que hacen?

No hay culpa. Lo que tú llamas crueldad es, en realidad, inconsciencia. Un niño no es cruel a menos que esté enfermo. En su comportamiento reproduce el psiquismo de la familia, como los perros. Es ignorante y copia un ambiente. Hay padres que actúan como gurús. Cuando un niño es racista no es el niño quien es racista, es el padre quien lo es. Si un niño mata a otro niño, los padres son los criminales. El niño, en este caso, está poseído. No podemos hablar de maldad infantil: los niños no son crueles, eso es una leyenda; son sólo inconscientes e ignorantes, no saben. Reproducen conductas de adultos.

Ha escrito que las heridas de familia nunca cicatrizan del todo.

Cierto. Yo creo que el ser humano tiene conductas animales pero también vegetales. El animal tiene células que cicatrizan y cierran sus heridas. Sin embargo, si cortas una rama no vuelve a crecer: una herida vegetal es para siempre y lo único que podemos hacer es cubrirla. Por eso encontramos árboles con oquedades, que producen hongos que alimentan al tronco. Nuestro corazón se comporta, en este sentido, como los vegetales. Si le haces una herida nunca cicatriza, ahí permanece. Lo que podría suceder es que nuevas experiencias vayan cubriendo de vida a esta herida.

Yo no me consuelo de la muerte de uno de mis hijos, han pasado ya muchos años y me sigue doliendo. Pero tengo una vida feliz junto a ese recuerdo, aunque no exista el consuelo. He tenido la fuerza de crear, junto al desconsuelo, otros amores, otras obras, otras satisfacciones. Se puede vivir junto a las heridas.

¿Qué papel desempeñan en nuestra vida los amigos y otros compañeros de viaje?

Yo tuve dos amigos en la infancia que fui reproduciendo a lo largo de mi vida, a través de otras personas y circunstancias. Los amigos son, en este sentido, como la familia: están siempre ahí. Son un vínculo similar a la pertenencia a una generación, son generacionales. Vamos todos juntos viajando en el mismo avión, somos pasajeros del mismo tren. Son muy importantes porque somos seres gregarios y no hombres lobo. Considero fundamental la amistad y el encuentro con los otros. Para saber que una amistad es enriquecedora hay que saber por qué la cultivamos. La amistad es crear algo juntos.

¿La juventud está llena de prejuicios que se van limando con el tiempo?

Uno no va envejeciendo y dejando caer las etapas, al menos de acuerdo con mi experiencia. El niño siempre queda, el adolescente queda, el joven queda, el adulto queda… A medida que uno va creciendo se va convirtiendo en un grupo de seres y las personalidades se van sumando, porque donde hay continuidad no hay separación.

A lo largo de la vida no se fijan prejuicios, sino creencias. Yo me acuerdo de que a los 30 años hice una cosa fundamental: cogí un cuaderno y me dije: «Voy a escribir todas las ideas que tengo en la mente. ¿En qué creo?». Y lo escribí, lo hice para sacármelas como piojos de encima. Y luego me dije: estas ideas no son yo; las puedo utilizar y me pueden resultar útiles, pero no son yo.

El joven a veces cree que lo que piensa es él, como uno a veces piensa que su coche o que sus zapatos son él. Pero las ideas son como las camisas. No son uno mismo. En la juventud uno se puede equivocar, pero a medida que avanza el tiempo las cosas se van disolviendo y va quedando lo importante, el ser esencial.

Durante la primera juventud aparecen los primeros ídolos musicales o mediáticos. ¿Son necesarios o limitan nuestro desarrollo?

Son necesarios para algunos. Yo no tenía ídolos pero me hice muy amigo del poeta Nicanor Parra, que era fundamental para nuestro grupo y mayor que nosotros. A veces necesitamos maestros o guías, aunque en mi caso de ciertas actitudes sólo me salvó el arte. Yo era artista y tenía que hacer mi nombre y mi obra, y por tanto no podía entregarme al ciento por ciento a otras personas ni a otras obras. Aun así, busqué maestros y visité a maestros.

No me refiero sólo a los llamados maestros espirituales sino a los mitos mediáticos, a los que tantos jóvenes quieren parecerse.

Nunca llegué a eso, afortunadamente. Para cierta gente son necesarios debido a que carecemos de mitologías, y el cerebro funciona con mitología inconsciente. Por eso los actores de Hollywood han sustituido, lamentablemente, a los dioses paganos. Los futbolistas o los cantantes forman parte del mismo fenómeno. Tienen sus roles y en cierto momento pueden servir, pero ni son necesarios ni tenemos obligación de poseerlos.

¿Cómo se debe enseñar a entender la vida a un joven o a un hijo?

Habría que preguntárselo a mi familia. A mi hijo Cristóbal le llevé con 8 años a presenciar una operación de Pachita y le animé a que metiera el dedo en una herida, a que viera cómo se hace un agujero en una cabeza, cómo se cambia un pulmón… A esa misma edad hice que recibiera un masaje de un gurú. Cristóbal se formó con grupos de chamanes, hice todo lo que podía hacer por él, necesitaría todo el libro para contarlo. Eliminé la palabra «padre», para que no existiera ese monolito. Nunca me llamó papá sino «Alejandro». Jamás le impuse una ropa. Y así hice con todos mis hijos. Cuando pasábamos por una tienda de juguetes y temblaban, les decía: «Entrad y comprad lo que queráis…». Solían volver con pequeños juguetes pero, una vez, mi hijo Adán apareció con un caballo de peluche de tamaño natural. Lo miró toda la tienda, pero yo le compré el caballo. Les di una educación muy consciente, muy correcta. Pero siempre se cometen errores, muchos errores. A uno le di tres latigazos y más tarde, cuando cumplió 15 años, hice que me los devolviera. Se había orinado detrás del sofá y, mientras le pegaba, le decía: «Éste es un castigo formal, pero no lo hago con enojo». Nunca me lo perdonó: por eso, en una ceremonia familiar, me devolvió los golpes.

Puente invisible

I

¿A qué podemos aspirar en esta vida?

A muchas cosas. Pero sobre todo a vivir largamente. Para eso necesitamos trabajar en lo que nos gusta y, siempre que seamos seres pacíficos, hacer lo que nos gusta. Debemos ser lo que somos y no lo que quieren que seamos. Amar lo que amamos sin obligación, sin nudos neuróticos que no podamos desatar. Desear lo que queramos y crear lo que seamos capaces de hacer.

Vivir con cierta prosperidad, sin derrochar. Pero una prosperidad para todos, no una prosperidad basada en explotar al otro. Y, por supuesto, hay que lograr ser inmortales, y para eso tenemos que vivir como si fuésemos inmortales, pensando que tenemos mil años por delante para hacer lo que queramos, pero sin olvidarnos de que en diez segundos podemos morir.

Para muchas escuelas el conocimiento pasa por el placer, la felicidad, lo prohibido; para otras pasa por el ascetismo, el cilicio, la entrega y el sacrificio. ¿Van todas al mismo sitio?

Todos son caminos para encontrarse a sí mismo. Ahora bien, todos estos senderos hay que hacerlos con la mayor dignidad, porque somos mortales. No somos eternos y nuestro estado actual se va a acabar. La vida nos vence en todo momento. Aunque seamos titanes, somos vencidos. Sabiendo eso, uno puede trabajar más tranquilo, con humildad. Se trata de llegar a la santidad, proponérselo. La felicidad no consiste en tener cosas sino en sentir la alegría de vivir, en recuperarla. Se puede perder en el vientre de la madre, porque podemos ser fetos neuróticos cuando la madre nos quiere eliminar. En estos casos, recuperar la felicidad de la vida resulta algo magnífico que permite nuestra unión con el universo en su totalidad, con el tiempo y con el espacio, con la conciencia en su totalidad. Es un estado de trance eufórico constante dentro de este cuerpo, posible porque somos un pequeño cofre que contiene una inmensidad que, a su vez, está en la más pequeña de nuestras células.

A ese estado de euforia de vivir, ¿se puede llegar por muchos caminos?

Sí, pero no de cualquier manera. Yo comencé por el arte. Hice teatro de vanguardia, poesía, escándalo, de todo. Después practiqué la meditación. Horas meditando, tiempo, todo lo contrario de lo que había hecho; pero siempre movido por una constante atención, por un constante deseo de curiosidad y de conocer sin miedo. En eso consiste la audacia. Es el secreto de la vida.

Más allá de imaginar, de jugar con la mente para no estar presos en esta realidad, ¿el objetivo es cambiarnos, más exactamente curarnos?

Es que tú hablas de la mente, pero desde que descubrí el tarot yo siempre hablo como mínimo de cuatro centros del ser humano: intelectual, emocional, sexual y corporal. No sólo la mente hace juegos y malabares, el centro emocional, el centro sexual y el corporal también actúan. Hay que conocerse y observar. Por ejemplo: el centro intelectual quiere ser, y llega a ser por el silencio. El centro emocional quiere amar, y llega a amar por la indiferencia. El centro sexual quiere crear, y llega a crear aprendiendo a fracasar. El centro corporal quiere vivir, y llega a vivir aprendiendo a morir.

Si la vida que nos rodea y el mundo que habitamos son una construcción mental, ¿por qué no podemos salir de ella a voluntad, cuando lo necesitemos, para marcar distancia y hacer un alto en el camino?

Sí que podemos salir de ella a voluntad, pero nos exige valentía y un esfuerzo de nuestra parte. La meditación es una de las vías posibles.

¿Hasta qué punto nuestra libertad consiste en saber y asumir que nuestro destino ya está escrito?

No puedo decir que el futuro esté escrito. Mis leyes me dicen que cuando me preguntas por un futuro posible, ya estás mostrando tus límites, al pensar que hay un solo futuro posible. Si yo abro mi mente a este tema, y acepto que hay un futuro, debo reconocer que hay infinitos futuros posibles y que voy eligiendo porque a cada momento se abre ante mí una posibilidad diferente. Construyo mi futuro con mis pasos.

No ve entonces nuestro destino de un modo lineal ni espacial…

No, lo veo como un abanico o una estructura de posibles futuros. Es decir, podemos construir nuestro destino, pero no crearnos un destino. Hay diez mil caminos y todos dictaminados. Puedo ir por uno de los diez mil caminos, pero no puedo inventar el diez mil uno.

¿En qué consiste entonces la libertad?

La libertad interior consiste en poder elegir libremente uno de los diez mil caminos, a lo que hemos llamamos libre albedrío. Y si tienes un destino porque proyectas el árbol genealógico en el futuro, entonces el futuro tiende a repetir el pasado y es de eso de lo que tenemos que liberarnos. Tenemos que hacer futuros distintos del pasado e ir buscando para llegar a ser uno mismo.

Sus ideas podrían definirse como mutacionistas. ¿Somos mutantes?

Todos lo somos. Hay muchas cosas que no comprendemos porque nuestro cuerpo se está desarrollando. Hace poco conversé con un médico que me decía que la glándula pineal era una glándula atrofiada. Le respondí que el ser humano es un animal en evolución que no puede tener nada atrofiado en él. La glándula pineal podría ser, por qué no, la semilla de un órgano que se va a desarrollar y convertir en el cuarto cerebro. Cambió su visión científica a pocas horas de una conferencia que iba a pronunciar en Los Ángeles. Lo que le expliqué es que no hay nada atrofiado, que podría decirse exactamente lo contrario, y me parecería más lógico. Estamos desarrollando algo nuevo desde esa glándula, hay cosas que aún no comprendemos porque somos como chimpancés…

¿Qué sentido tiene que no podamos entender algo que estamos destinados a descubrir?

No podemos imaginar lo eterno. No podemos concebirlo, y si no podemos comprender el universo, somos ignorantes y limitados. Tú me preguntas por el sentido de todo esto, pero seguramente serán nuestros descendientes quienes puedan comprenderlo. Nosotros estamos aquí para producir un descendiente que usará el mismo cerebro que ya tenemos pero más desarrollado. Si el cerebro reptiliano evolucionó hasta nuestros tres cerebros humanos, creo sinceramente que estamos creando el cuarto cerebro, que no tiene por qué ser material.

En el Medievo lo intuyeron y lo pintaron en forma de halo porque así lo veían, como un círculo dorado alrededor de la cabeza. ¿Qué explicación tiene que pintaran un halo? ¿Por qué se inventaron el halo? Pues porque el halo es real.

II

¿Qué consejo daría a un buscador de conocimiento, a alguien que se buscara a sí mismo?

Yo empecé meditando. Pero antes busqué personas que tuvieran un nivel de conciencia más elevado que el mío, aunque no fui para rendirles pleitesía ni con vocación de discípulo. Me puse en contacto con gente que consideraba interesante. El error que cometí fue hacerme amigo de algún maestro, porque ya no aceptas ni el intercambio ni la enseñanza. Con la amistad se desequilibran los niveles de conciencia entre dos personas. Pero conociendo a todas estas personas mi nivel de conciencia aumentó y aprendí mucho, hasta que llegué a donde consideré válido. Cuando llegas a un nivel que estimas importante, ya puedes y debes entregarte a los demás para que aprendan contigo.

De todas sus experiencias de conocimiento: psicoanálisis, chamanismo, toma de sustancias, meditación…, ¿con cuál se quedaría?

El ejercicio más rotundo al que me he dedicado durante años es a detener el pensamiento. Conseguir que en mi cerebro no entre ni una sola palabra. Una vez que lo consigo, me quito de la cabeza hasta el pensamiento que me dice que fui capaz de detener las palabras. Eso ha sido lo más difícil.

También practicar meditación fue para mí muy importante, aunque mi camino ha tenido más que ver con la creación artística.

¿Desaconseja las vías racionales como la filosofía o el estudio de la ciencia?

No lo desaconsejo, creo que todos esos caminos son también buenos. La filosofía me hizo plantearme preguntas que luego tuve que resolver por medio de otras disciplinas.

Los altos niveles de conciencia ¿se encuentran en las personas o en los grupos?

Es difícil pertenecer a un grupo porque los grupos constituidos crean dependencias. Si habláramos con el sentido común que nos caracteriza, deberíamos hablar del gran grupo de la humanidad, la humanidad entera. Afortunadamente, hace tiempo que dejé de seleccionar gente, y todos los miércoles me encuentro en el café con aquellos que quieren venir a que les lea el tarot. A partir de una edad tienes que hacerte útil a los demás. Cuando has vivido y la vida te ha dado una experiencia, sea buena o mala, llega un momento en que debes transmitir lo que sabes.

En lugar de convertirte en un viejo tonto, debes ir cada vez más lejos. Ni existe el envejecimiento ni existe la decadencia mental. La memoria puede tener menos capacidad para encontrar una palabra, o quizá puedas sentir menos deseo sexual, menos virulencia, pero el deseo no tiene por qué haber desaparecido. Si a lo largo de tu vida has trabajado las emociones, cuando maduras empiezas a conocer sentimientos sublimes, que no tuviste cuando eras joven porque la naturaleza no te lo permitía. Hasta los 40 años tienes que encontrarte. La verdadera apertura de la conciencia no se puede hacer antes de esa edad. A partir de ahí, empieza el camino.

Usted señala que la contemplación es la técnica que perfecciona todas las cosas. ¿Qué entiende por contemplación?

En la meditación, te inmovilizas y dedicas tu atención a lo que sucede en tu interior, como si estuvieras sentado al borde de un río viendo pasar las cosas. Y la contemplación es lo mismo pero nadando en ese río. Es decir, estás viendo lo que te sucede pero estás de pleno en la vida, actuando.

¿Qué significa «estar poseído por el espíritu del maestro»?

Nuestro cerebro, que es amplio e infinito, de la misma manera que produce nuestra personalidad puede producir otras. Es decir, aprendemos a construirnos una personalidad, los esquizofrénicos pueden tener treinta personalidades, e incluso más. Cuando vas a ver a un maestro, ves otro ser humano que tiene un nivel de conciencia más alto que el tuyo. ¿Qué ocurre? Que persigues ese nivel de conciencia, tu cerebro lo persigue. Entonces tu cerebro capta ese nivel y lo reproduce en tu persona, pero, como es la primera vez que lo ves, lo identificas con su persona, con su ego, con su carácter… Y el cerebro, en lugar de actuar como si tuviera tu forma, te da la forma del otro, te hace sentir que tienes el cuerpo del otro, la personalidad del otro, la aparente individualidad del otro.

Esto produce una imitación, y creo que a eso te refieres con la expresión «estar poseído por el espíritu del maestro». No es que el maestro esté en ti sino que hay una imitación de un nivel de conciencia que estás considerando superior al tuyo.

¿Y el maestro que cree ser el elegido?

Bueno, es que en el camino de la mutación de conciencia hay trampas. Lo expliqué en mi libro Los Evangelios para sanar. En realidad tú eres un camino. Tu cerebro es un camino donde transitan todos los dioses. Si en el camino veo un dios y me creo un dios, he caído en la trampa del gurú. En realidad, somos el camino por donde pasan las cosas, no los transeúntes.

¿Qué son las pruebas iniciáticas?

En palabras de Castaneda, desafíos. Considéralas así. Observemos algunos traumas: Una mujer es violada y eso le destroza la vida. Otra mujer es violada, se baña, se limpia, llora, sufre, se repone, decide que nunca más va a hablar de ello y continúa su vida. Lo mismo sucede en las guerras, algunas personas quedan dañadas para siempre y otras, en cambio, se fortalecen. Hay que decir que los traumas no producen la enfermedad, los traumas son los detonadores. Hay una base de enfermedad dentro de nosotros que el trauma hace explotar. Y en cuanto a las pruebas iniciáticas, consisten en lo siguiente: tienes un nivel de conciencia y te encuentras delante de un acontecimiento. Tienes que reaccionar de forma útil para ti y avanzar. La prueba es un desafío para que tú te desarrolles.

El sacrificio ¿es una trampa masoquista?

Así es. Las religiones nos han confundido. En nuestra cultura, el cielo no estaba en la tierra, no estaba a tu alcance. Tenías que ganarte el más allá padeciendo en la vida, y la Iglesia, diciéndote que sufrieras, se hizo rica y poderosa.

¿Por qué puede sentirse miedo cuando nos aproximamos a los arquetipos a través de los sueños, la imaginación o las sustancias alucinógenas?

La multitud, la gente en general, sólo cambia de nivel de conciencia cuando está en un serio problema, como por ejemplo ante una catástrofe ecológica o el terrorismo. La multitud tiene miedo a los arquetipos porque los arquetipos son contenidos de alta conciencia, y eso produce miedo a la gente que no desea cambiar. Cada vez que nos enfrentamos a arquetipos, nos estamos enfrentando a una disolución de la identidad.

III

¿Hemos construido una piel invisible a la que llamamos ego?

No, la piel no es el ego. Nos acostumbran a pensar que es así, pero no es cierto. Miremos más lejos: imaginemos un león. Él llega hasta donde llega su salto, ése es su territorio. Cuando ve que un animal entra en su territorio, salta. También existen plantas cuya percepción alcanza mil kilómetros de distancia, aves que logran con su vuelo distancias formidables, u organismos que se dejan sentir muy lejos. ¿Y en el hombre? Pues a través de la telepatía el ser humano puede dar la vuelta al mundo. El hombre no tiene límites.

Entonces, ¿qué sería el ego?

Muchas veces se ha hablado del ego sin entenderlo. En realidad, nosotros tenemos nuestro ser esencial y otra parte adquirida que permite una identificación o identidad. Esta última es el ego, una identidad adquirida que está al servicio de la esencia. El ego puede degenerar en personalidades desviadas, esquizofrénicas o paranoides debido a que en el ego es donde se hacen notar los traumas y los golpes de la vida.

Usted reconoce que hace muchos años tenía un ego gigantesco. ¿Qué se puede hacer en nuestro mundo sin el ego?

El ego es sordo. Sordo y ciego. El ego ha de ser domado. Es el núcleo de la doctrina hinduista. El ego se tiene que plegar ante la esencia. En las actividades sociales se desarrollan los más grandes egos, como en la universidad, donde una persona habla y habla aunque nadie esté atento, y jamás escucha. Con ese tipo de gente no hay diálogo, sino un largo monólogo. En la vida hay que entrar en el diálogo y escuchar a los demás. El ego es necesario como la cáscara del huevo que envuelve la esencia. Eso de «matar al ego» son locuras de los gurús, que, por cierto, son grandes ególatras. Me estoy acordando de Osho, que, a pesar de ser una persona inteligentísima, hacía poner su cara en las camisetas de sus seguidores. En cada uno de sus libros había quince o veinte fotos de su cuerpo. El ego puede llegar a convertirse en algo delirante. Este hombre se pasó la vida luchando contra el ego y, sin embargo, no hacía sino fortalecerlo. Se enfrentaba con el ego de los demás pero nunca con el suyo. Yo veo a los gurús como payasos. Son necesarios, pero son grandes monigotes.

¿Somos esclavos de nuestros deseos?

Todo el tiempo estamos deseando cosas: más dinero, más objetos. El mundo es puro deseo. Nos meten en la cabeza que no tenemos que envejecer, miles de anuncios nos animan a agrandar los labios, arreglar los pechos, estirar el pene o reafirmar nuestros glúteos. Deseamos y deseamos todo cuanto vemos en los anuncios o en la calle. Cada vez que me conecto a Internet me encuentro con cuatro proposiciones constantes: alargarme el falo, bajar de peso, comprar prostitutas y ganar una fortuna sin trabajar… o aparecen bancos imaginarios donde ganas millones. Ése es el grave problema de esta sociedad: está llena de deseos de consumir y de aparentar, pero hay muy pocas ganas de ser.

¿Deberíamos entonces aprender, como tantas veces se nos ha dicho, a vencer el deseo?

Las escuelas orientales transmiten una sabiduría muy antigua que debería ser revisada. Se han idealizado mucho las enseñanzas de Buda, y hay que tener cuidado. La leyenda de Buda, si se mira bien, se nos muestra bastante lamentable: un joven rico que abandona a su esposa y a su hijo para estar tranquilo, alguien que teme las cosas más naturales del mundo como la muerte, la vejez, la enfermedad y la pobreza… Pero, claro, en su doctrina se supone que la liberación del deseo nos otorga la salvación, que consiste en no renacer, sólo porque cree en el renacimiento o en la peregrinación del alma, lo que es mucho suponer y podría no ser cierto.

Si yo no creo en la reencarnación, Buda se me cae. Para él hay que escapar de esta vida para no volver a reencarnarse, y eso es un error. No hay que escapar de nada. Hay que vivir la vida. Yo no sé si existe la reencarnación, no podemos saberlo. No podemos establecer doctrinas comunicando cosas en las que debo creer, como decir que vamos a parar la rueda de la reencarnación, el karma, etcétera. Son creencias sospechosas. No las uso de ninguna manera. Bien miradas, son tóxicas para cualquiera.

IV

Me gustaría preguntarle por la muerte…

¿La muerte qué es? Solamente un cambio, una mutación. No tememos a la muerte, sino al cambio que supone.

¿Dónde aprendió eso?

(Risas.) La muerte es una palabra, y empecé a aprenderlo con el tarot. La muerte es el arcano XIII y no tiene nombre. Está situado en mitad de la baraja. Yo me he dado cuenta de que una vez tuve 15 años y desaparecí. Luego tuve 30, después 40, y seguí desapareciendo. En este momento tengo 74, soy otro pero sigo contento. Cuando tenga 90 estaré alegre, cuando tenga 100 seguiré contento, cuando tenga 300 estaré estupendo, cuando tenga un millón de años seré una fiesta.

¿Cree que queda algo de nosotros cuando morimos?

Le preguntaron a un maestro zen: «¿Qué hay después de la muerte?». Y él dijo: «No lo sé, todavía no me he muerto». Yo estoy aquí. Pero sé que lo que soy avanza.

El Carro de la carta del tarot está hundido en la tierra. ¿Hacia dónde se dirige? La tierra se mueve y lo desplaza. Nosotros avanzamos con el universo. ¿Qué me importa el después? Nunca me importó cómo sería a los 80 años, o a los 100, o a los 1.000 o a los 60.000. Lo que me importa es saber quién soy ahora, no adonde voy…

Cuando empiezas poco a poco a desprenderte de tu identidad, a ser un humano genérico, dejas de verte en una edad determinada. Luego dejas de identificarte con el tiempo en general. Después ya no te reconoces originario de una patria o hablante de una lengua determinada. No te ves en tu nombre, no te confundes con las cosas que posees, vas cesando en la identificación.

¿Pero dónde sostenernos en esa visión de uno mismo?

Te agarras a lo que eres. A la alegría de la vida. Eres cada vez más feliz y no necesitas el traje rígido del carácter o de la personalidad. Te haces fluido, como el agua. Lao Tse dice: «Hay que ser como el agua que toma la forma del vaso que la contiene». Vas por la vida tomando formas y eso es magnífico. Hay un momento en que lo aceptas y te dices «Esto que soy yo desaparece». Y una vez que eres consciente, todo el tiempo estás ahí. Sientes en tus talones un abismo de vacuidad total, y vas avanzando como una luz. Y esa luz que eres sabes que se la va a tragar el abismo. Existe la esperanza de que te disuelvas con un goce infinito en el océano cósmico, y eres tú, pero siempre que aceptes ceder tu conciencia. El último don que tú das es tu conciencia.

Cuando lleguemos a la muerte, lo mejor que podemos ofrecer es una perfecta y luminosa conciencia, una conciencia clara que hay que saber crear, porque si no, como decía Gurdjieff, mueres como un perro, sin ofrendar la conciencia ni construir un alma.

Se dice que la potencia está encerrada entre las paredes del cráneo… Pero ¿dónde situaría usted nuestra conciencia?

Fuera del cuerpo. El cuerpo es como el hueso de un melocotón, sin embargo la conciencia no tiene límites y está en constante expansión.

Usted sugiere que en un esfuerzo de imaginación podemos liberarnos de lo aparente, de la misma forma que oyendo música o jugando con la memoria nos podríamos trasladar a otro lugar. Sin embargo, no basta con que juguemos con un puñado de imágenes… hay que cambiar para mejorar, cambiar al sujeto que imagina, ¿no?

Hay un tipo de imaginación que es casi industrial: son los delirios. No hay que confundir la imaginación con el delirio constante. Puedo imaginarme cualquier cosa todo el tiempo sin profundizar en nada: cuentos y cuentos y cuentos sin ahondar en su sentido… O podemos, como Kafka, sumergirnos hasta cierto nivel y estancarnos. Nunca accedió a la felicidad. Se plantó en la neurosis.

El esfuerzo es siempre necesario, pero ¿por qué se nos exige este esfuerzo permanente que es la existencia?

En la vida hay que estar siempre atento, no en tensión. Noto que cuando dices «esfuerzo» lo sientes como algo desagradable, pero yo no creo que haya que hacer cosas que detestamos sino cosas que nos gustan. Cuando yo hablo de «esfuerzo» hablo de esfuerzo agradable: pintar, danzar, vivir, son esfuerzos totalmente placenteros. Debemos hacer lo que nos agrada en la vida y esforzarnos en ello.

¿La vida es una prueba?

No. La vida es una escuela iniciática. O como decía Castaneda: un desafío. Para el guerrero, esto es lo importante.

¿Sirve de algo teorizar sobre la vida?

Quien hace teoría de la vida es porque no la conoce. Pero el que la conoce, debe comunicar sus experiencias, enseñar lo que ha vivido.

Volvamos una vez más a la vieja y obstinada pregunta de ¿por qué existe lo que existe?

Me llamó desde el hospital una mujer que estaba muy enferma de cáncer, y me preguntó: «¿Cuál es la finalidad de la vida?». Pensé y le respondí lo que ella esperaba: «La vida no tiene sentido». Entonces suspiró y dijo: «Eso es lo que esperaba oír». Al día siguiente, murió. Le contesté aquello para consolarla, porque esa mujer no tenía remedio. Aunque yo creo que la vida sí tiene sentido, un sentido que no tenemos por qué conocer. Es un misterio. Esa idea de que todas las cosas tienen una finalidad es muy mental. Por supuesto que tenemos un fin, pero no lo conocemos. Si no fuera así, yo no estaría aquí. Tenemos una finalidad como humanidad en el universo. Tenemos un destino y, sin embargo, no tenemos por qué conocerlo racionalmente. Y esto hay que aceptarlo de la manera más sana posible. Convertir nuestro planeta en un jardín. Enriquecerlo y enriquecernos.

¿En qué consiste eso de ser uno mismo? ¿Acaso podemos llegar a saber quiénes somos?

El conócete a ti mismo significa, en realidad, que tú eres el universo. Yo no tengo límites porque estoy unido al universo como un organismo: el tiempo es mi vida, lo que sucede es mi vida y es la vida. Si me conozco a mí mismo soy el actor y el espectador. Lo conocido y el conocedor al mismo tiempo. Hasta cierto punto puedo pasar de actor a espectador, pero hay un momento supremo en que el actor y el espectador se funden. Eso ya no es conocimiento. Es conciencia pura, estado.

¿Qué significa realizarse a través de lo transpersonal? ¿No se ha abusado de esta palabra?

No es palabrería, es simplemente un constructo útil. Lo que entendemos por personal se corresponde con la actitud de encerrarte en tu propia psicología y analizar todo a través de ti mismo. Lo transpersonal significa aceptar que existe el otro, tenerlo en cuenta para percibir el mundo y entender las cosas.

En este sentido, lo transpersonal trasciende los límites. Tendríamos, por ese camino, que llegar al pensamiento andrógino. Si tú fueras una persona común pensarías primero como español, luego como hombre y, después, como terráqueo. El ideal es pensar sin nacionalidad, sin definición sexual y sin estar deformado por el sistema solar.

¿Podemos llegar a pensar que un día nos realizaremos?

Eso es una trampa, porque nadie se realiza plenamente. ¿Qué es realizarse? Se va avanzando como se puede. Por ejemplo, hoy he estado escribiendo todo el día Los Technopadres, una serie en forma de cómic que me encanta. Soy feliz porque me gusta la escena que inventé. Estoy eufórico porque estoy creando. Aunque sea una historia para niños o para jóvenes, me fascina. Y cada mañana escribo un poema de cuatro o cinco líneas, no tengo tiempo para más. Son pequeñas cosas que hago y que me gustan:

Cuarto abandonado

casa sin dueño

el vacío acecha

bajo mis palabras.

Como un ciego

que encontrara

un tesoro en la basura

dejo transcurrir el invierno.

No me agradezcas.

Lo que te he dado

me ha sido dado

sólo para ti.

No quiero que me ames,

quiero que ames:

los incendios no tienen dueño.

Al escucharlo, tengo la impresión de que nuestra felicidad consiste en mirar el mundo de una determinada manera.

No es una cuestión de percepción. Consiste en ser uno mismo. Cuando avanzas te percibes en tu totalidad. No se trata de delimitar la realidad. Si decimos: «Yo quisiera conocer», estamos proyectando la ilusión de tener un yo, que además conoce. Y no se trata de eso. Desde la Antigüedad clásica respetamos mucho la expresión «Conócete a ti mismo», pero en realidad es bastante confusa. La gente piensa que es algo parecido a que salgas a encontrarte. En realidad cuando decimos «conócete a ti mismo», ese «ti mismo» es el universo. El universo se conoce a sí mismo. «Conóceme», dice el universo. En la voz de Dios, conócete a ti mismo significa… conóceme. Cuidado: no pienses «Tú eres yo, yo soy tú». En verdad, «Tú no eres yo, pero yo soy tú».

Los grandes maestros sostienen que tenemos que aprender a morir en paz. Pero para eso ¿hace falta todo este viaje?

Sí, claro. La vida es aprender a morir con tranquilidad, «jugar a morir» decían los chinos. Pero morir es entrar en un proceso, como cuando lentamente de la niñez se pasa a la pubertad: el vello, las hormonas… Lo vives como un cambio. Tú avanzas en la vida y empieza a aparecer la vejez, que es otro período. El pelo se va poniendo blanco, los dientes amarillos. Si luchas contra la vejez, envejeces con angustia. Si luchas contra la pubertad, te traumatizas. En un momento dado todos entramos en el proceso de la muerte, que se puede y debe vivir exactamente como los otros cambios precedentes.

La muerte no es más que un estado. ¡Nadie está muerto! ¡Nadie muere! Todos nosotros entraremos en el proceso de la muerte, y lo maravilloso es que lo aceptemos con la tranquilidad con la que entramos en la pubertad o en la madurez.

Visiones

I

¿Qué piensa de los intermediarios del espíritu? De aquellos que se han organizado para enseñarnos los misterios de la vida.

Últimamente he dividido el mundo -a pesar de que estas decisiones son arbitrarias- en seres y monigotes. La palabra «monigote», que se me ha adherido al lenguaje, me sirve para designar todos los constructos mentales. Hay, por supuesto, monigotes útiles y monigotes inútiles. Y la utilidad de los mismos varía según pasa el tiempo o cambian nuestras circunstancias particulares. En cierto momento, un monigote inútil puede ser útil.

El monigote útil es aquel que nos conduce a las mutaciones necesarias. Los monjes, por el hecho de vivir en celibato, no son dignos de fe. Si todo el mundo fuera sacerdote, se acabaría la raza humana. En este sentido, no son buenos. No es posible llevar a Dios consigo ni comunicarlo a otros desde una vida que va contra la naturaleza humana.

Cuando estos monjes se organizan en sectas, surgen otros problemas.

Supongo que tratan de monopolizar lo que llaman verdad…

Las sectas podrían ser útiles, el problema es, efectivamente, que su realidad consiste en apropiarse de Dios. La propiedad privada de Dios. Luego declaran que quien no pertenece a la secta es infiel, digno de destrucción. Son separadoras. No unen. Yo creo que en el futuro los templos serán polivalentes. Existirán catedrales donde se celebren todos los cultos, con libre acceso y compatibilidad absoluta. Posteriormente se eliminarán los nombres de los dioses, que serán entidades anónimas. Si pones un nombre a Dios te estás apropiando de él.

La religión, igual que una Constitución, debe ser revisada, porque en la medida en que el hombre va mutando, la religión tiene que cambiar. La secta procede con prohibiciones. Aquello que el hombre no conoce lo llama Dios: es una forma de superstición. En la medida en que el cerebro evoluciona, las creencias ciegas y los tabúes se van desmoronando.

¿Cómo afecta esto a lo que usted llama salud…?

Tenemos que ser muy conscientes de que debajo de cada enfermedad hay una prohibición. Una prohibición que viene de una superstición.

Por tanto, no recomienda ninguna Iglesia…

No, pero tampoco esos templos de los maestros zen, ya sean españoles, americanos o mexicanos. Son monigotes que imitan tradiciones, lenguajes y comidas japonesas.

Pero las sectas poseen técnicas y conocimientos interesantes.

Claro. Pero para adquirir esas técnicas y conocimientos no hace falta tanto circo. Cuando Ejo Takata me hizo llegar un bastón zen, se lo devolví diciéndole: «No soy un maestro zen, no me des esto. Nunca voy a ser un maestro ni voy a andar dando palos a nadie, me haces un gran honor, pero no lo quiero. Mi vía es otra».

¿Qué sentido tiene que la humanidad haya producido seres como Jesús o Buda?

Cuando dices Jesús y Buda estás hablando de seres que para mí son imaginarios. Es como si me dices Don Quijote o Hamlet. Lo mismo. Pero que sean imaginarios no me importa. Lo que me importa es la calidad de su mensaje, que es maravillosa.

En cierta manera están ahí, casi pueden ser tocados.

Están ahí, míticos, pero ahora hablamos de seres humanos. No sabemos si algunos seres humanos han recibido la revelación. Nunca sabremos si el santo es un loco o si tiene alucinaciones.

Y de las apariciones o revelaciones, ¿qué opina?

Ver apariciones de la Virgen no me interesa. No me prueba nada. Ver a una muchachita transparente que me sonríe subida a un árbol es para mí lo mismo que ver a un gorila subido a un árbol. Es tan curioso como eso: no te sirve para nada.

¿Y qué explicación da a esos fenómenos?

Se producen porque la gente anhela que existan, se trata de una alucinación colectiva. Jung decía que los platillos volantes son un producto del inconsciente colectivo. Son sueños colectivos.

¿Por qué tenemos la sensación de que las religiones son trampas para el espíritu?

Las religiones se convierten en trampas desde el momento en que son límites. La divinidad no tiene nombre ni nacionalidad, y es para todos. La religión viene a establecer parcelas en la realidad mística y, al final, sientes los límites de cada religión y éstas se convierten en trampas. Por otro lado, los libros sagrados llevan siglos siendo interpretados de forma aberrante por monjes para quienes la mujer es el demonio, y acaban infectando los textos santos con sus interpretaciones desviadas; luego, esto pasa a las escuelas, la política, la sociedad… y acaba creando agobio. La religión, que debería ser la panacea universal, se convierte en el veneno universal: todas las religiones.

Usted estudió la Cábala, que además de tener una interpretación religiosa es un lenguaje.

Sí, un lenguaje que produce muchos locos: en hebreo cada letra tiene un valor numérico, y cada palabra que lees es, y suma, una determinada cifra. Entonces haces combinaciones y dices: «El número 87 es luna (levana, en hebreo) pero también la palabra carroña (nevela) suma 87, luego luna y carroña serían lo mismo». Es un sistema delirante; la Cabala te lleva al delirio. Nosotros somos adultos. No necesitamos creer en cuentos de hadas. No podemos decir que un libro fue escrito por Dios. No podemos decir que la Biblia, el libro sagrado, sea la palabra divina. Podemos decir que es una novela, una obra de arte. Y los lenguajes son obras de arte. Pero todos, no sólo el hebreo o el sánscrito. Puedo jugar con todos los lenguajes de igual manera.

¿Qué relación ha tenido con el sufismo?

En el sufismo, cuando lo conoces, descubres grandes bellezas. Es como la crema del Islam. Es un profundo misticismo, pero están presos del Corán.

Aunque Shams-de-Tabriz o Rumi eran almas muy libres…

Yo me decidí a sanar, al ser consciente de que las enfermedades vienen con los libros. Detrás de cada enfermedad hay un libro, sea el Corán, los evangelios, el Antiguo Testamento, los sutras budistas… Todos los libros, si son interpretados desde el fanatismo, producen enfermedades. Hay que reinterpretar todos estos textos, hay que tomarlos como lo que son: obras de arte. La Biblia, por ejemplo, es una novela maravillosa.

Todas las creencias establecen metáforas para explicar la existencia, pero la explicación de lo que nos ocurre sigue siendo un misterio. Esta incomprensión, a veces, nos lleva a planteamientos delirantes… ¿Cree que Dios es un ludópata?

Es un juego intelectual interesante hablar de Dios y pensar que es un ser que juega, que tiene atributos, que se aburre, y que vence el aburrimiento tirando los dados. Cuando Maimónides escribió su libro Guía de los perplejos necesitó tres tomos para tratar de definir a Dios y llegar a la conclusión de que Dios es aquello de lo que nada se puede decir. Dios es el impensable, el innombrable. Y yo añado que es el inamable, porque: ¿cómo vas a amar lo que no conoces? Me gusta la idea de que juega, pero yo creo que no es él quien juega. Es el ser humano quien juega: es la humanidad la que juega. Johan Huizinga escribió un libro llamado Homo ludens que es un análisis del hombre como ser que juega. El hombre es un ser que juega y construye las ilusiones a su semejanza. El hombre ha imaginado un Dios que juega…

¿En qué tiene fe?

Cuando a Ramakrishna le preguntaron si creía en Dios, él respondió que no. «¿Cómo es posible que un místico tan grande no crea en Dios?», le dijeron. «No creo porque le conozco», respondió. Yo no creo en el concepto «fe», creo en el conocimiento.

¿Conoce?

Hay cosas que conozco, sí. El tonto no sabe pero cree que sabe. El sabio no sabe pero sabe que no sabe. Cuando el tonto sabe no sabe que sabe. Cuando el sabio sabe, sabe que sabe.

¿Qué significa para usted el concepto «santo civil»? ¿Quién lo sería?

Yo soy una persona que me he propuesto hacer el bien, simplemente. No es que lo haya logrado, pero me lo he propuesto. Además de ganarme la vida o tener hijos y mujer, como podemos hacer todos, me he propuesto hacer el bien en la medida en que estoy en la sociedad civil. El santo civil sería quien imita la santidad desde estas posiciones. Nadie es en realidad santo, sino que imita la santidad. El santo sería el ser humano perfecto, pero el ser humano actual aún está en proceso de evolución. Por eso está obligado sólo a imitar la santidad.

¿Cómo podemos imitar la santidad?

Por intuición. El santo escucha lo que debe hacer. Y esto nos viene del interior, de lo que llamamos Dios interior. Hay una percepción en nosotros, algo que nos dice: «¿Qué es lo mejor en esta situación? ¿Cómo ayudar al prójimo?».

Para el santo civil no existe el sacrificio; como todo el mundo, elude el sacrificio masoquista de los santos y realiza una vida normal, integrado en la sociedad. Pero, además, es consciente del mundo, es consciente de que sus actos tienen que ser sanadores para los demás y para él mismo.

La santidad no es algo que pertenezca a las religiones, ni significa represión sexual. La santidad consiste en tener una conciencia cósmica y divina. Cuando yo hablé de santidad civil me tomaron por loco, pero ahora se está practicando. Era necesario hablar de santidad civil, y lo hice. Como también digo que el arte para ser arte debe curar. Y muchos han comenzado a practicarlo. Cuando descubres una idea y la comentas, a veces se extiende por todas partes. Cuando abre una flor es primavera en todo el mundo.

II

¿Hacer política es necesario para el desarrollo de nuestra conciencia?

Los políticos tienen una función social, son nuestros empleados, somos nosotros quienes les pagamos. Hay que darse cuenta de que un presidente sería nuestro encargado; los policías, nuestros dependientes, como los cajeros del banco o los camareros. Los políticos son nuestros servidores, no nuestros amos.

Pero uno puede tener una pasión política…

Yo nunca la tuve, odié siempre la política. Jamás me mezclé con esa gente porque, para mí, la política tendría que ser metafísica, mística y arte. Yo recomiendo que se acabe con la política, que ahora es el cáncer de la sociedad porque ya no significa nada. Actualmente, un presidente no pinta gran cosa, encarna un viejo símbolo, pero detrás de él están las multinacionales, los petroleros, etcétera. Podríamos vivir muy bien sin ellos, sin monigotes y sin cargos representativos. La gente está aprendiendo, porque los ve representados como guiñoles o imitados por humoristas en la televisión, y ya no se deja confundir.

Al mismo tiempo, usted dice que hay que cambiar el mundo…

Hay que cambiarlo, pero no desde la política. Cuando yo estaba en Latinoamérica, escritores muy célebres me decían que me pronunciara, que tomara partido por la izquierda porque de lo contrario, me advertían, nunca tendría éxito literario. También me decían que si no me situaba en la izquierda me considerarían de la derecha. «¡Pronúnciate y tendrás éxito literario! ¡Es lo que hemos hecho los demás! Si no, nos tendrás como enemigos», me aclararon. No me puse de su lado porque considero que el arte no es política, es la política la que debe convertirse en arte, pero no el artista en político.

¿Cuál sería la utopía para la época actual?

Para empezar, querría que todas las funciones humanas las realizara una pareja, comenzando por la escuela. Es monstruoso que los hijos salgan de la pareja y vayan a ser educados por profesores, sólo un hombre o sólo una mujer, que es la negación de la pareja. Las clases deberían darlas parejas de ambos sexos, y los niños ser educados por un hombre y una mujer, de la misma forma que debería haber un Papa y una Papisa, un presidente y una presidenta, no necesariamente marido y mujer. Es lo que haría como primera medida política para la vida social: todas las actividades humanas tendrían que realizarse en parejas complementarias.

Vivimos alienados por un mundo que está a merced de la técnica, el mercado y el dinero. ¿Esto se debe al capitalismo o el problema está dentro de nosotros?

Si lo observas atentamente, lo que define al hombre o a los valores no es la cantidad, sino la calidad. La humanidad siempre ha sido calificada por sus valencias. Otra cosa es la gran masa, que es la que en el fondo dirige el mundo, porque los políticos necesitan de sus votos y tienen que engañarla para legitimarse. Nuestra labor es otra, es crear gente consciente. Todo lo que deseo para mí, lo deseo para los otros. Trabajar la conciencia, para después repartirla. Que la humanidad no se hunda en la catástrofe, porque entonces dominará la cantidad, y la masa tiene un nivel de conciencia escaso. Hay que elevar el nivel de conciencia: la multitud no representa al ser humano. En esta sociedad enferma surgen personas como anticuerpos llamados a expandir la conciencia, pero ése es un trabajo que se debe hacer desde la escuela, desde la calle, desde el arte, desde cada palabra. Por eso hablo del arte para curar, y no de política.

Tampoco sirven de nada los entretenimientos que adormecen; bueno, quizá para soportar la vida, ¿no es cierto? Yo me divierto, me entretengo con las películas americanas como un enanito, que sirven para embotar el cerebro, pero todo ese pseudoarte no cambia la sociedad. Aunque, realmente, la sociedad no debe cambiar, debe mutar… Y, poco a poco, va mutando. Si tomaras a cualquier ser mediocre de hoy y lo trasladaras a la Edad Media, sería un genio. Vamos cambiando, vamos mutando, pero la masa lo hace mucho más lentamente. La sociedad es como el cuerpo de una gallina: las patas de la gallina son duras e insensibles, el ojo es muy vivo, y hay seres que encarnan las células del ojo y otros que encarnan las células de las patas, del ala o de su cloaca.

Aunque no todos los seres humanos tienen la misma función, la conciencia colectiva es totalmente necesaria. Hay, como ya dije, diversos grados de conciencia, y eso es lo más importante: la mutación del grado de conciencia. Si tuviéramos otro nivel de conciencia la humanidad sería maravillosa. El problema es que el hombre de la calle tiene un nivel de conciencia animal, infantil y romántico, que le hace seguir apoyando a quien no le favorece, sea la clase política, el ejército…

Desde la escuela y la televisión se hace una alabanza constante a las guerras y al poder. Nuestra historia es la historia de las batallas y de las imposiciones. La vergüenza de la humanidad. El ejército y la policía son elementos represivos que parecen imprescindibles, pero que bien podrían no existir. Yo propuse en Chile que el ejército cambiara su uniforme por un tutú y aprendiera antes que nada a bailar ballet clásico, y que después estudiara arreglos florales y jardinería para fertilizar nuestro desierto chileno y convertirlo así en un jardín.

III

El futuro es algo que ya está pasando entre nosotros. ¿Cómo ve el futuro de la especie, de esa humanidad de la que habla?

Estoy cansado de pesimismo, la raza humana siempre cambia cuando está en peligro de muerte. Cuando empiece a morir gente por las calles, acabaremos con la polución y otras barbaridades. Reaccionaremos por necesidad.

¿Nunca es tarde?

Nunca es tarde. Al mismo tiempo que se perfeccionan los teléfonos móviles, los coches, la genética, las armas, también se desarrollan otras muchas cosas que son buenas para la humanidad. El descubrimiento de la energía atómica implicó hallazgos beneficiosos para la medicina y la ciencia. El camino que ha tomado la genética nos parece ahora monstruoso, pero es necesario porque estamos entrando en la vida. La clonación hay que descubrirla si queremos evolucionar y abandonar nuestro origen primate. En la alquimia una de las ideas de fuerza era el homúnculo: crear un ser humano. Tenemos que ser capaces de hacerlo. La idea de la depuración de la raza arruinó el deseo de que el hombre avance genéticamente, pero tendremos que conseguir un cuerpo diferente ya que éste no responde a nuestros deseos espirituales.

Pero con la desaparición de culturas y especies, la destrucción de la Amazonia… el mundo no volverá a ser como fue.

Pero podemos recrearlo con la genética. Gracias a la genética vamos a recuperar los animales que hemos exterminado. No hay que ponerse en contra de la ciencia. Para mí el avance científico es muy positivo. Como en la naturaleza: cuanto más progresamos en el mal, más lo hacemos en el bien.

¿Por qué se tiene ese miedo al futuro?

Mira, un animal tiene miedo porque se lo pueden comer en cualquier momento. Para que esta sociedad funcione y no cunda el anarquismo, tiene que funcionar el miedo. Hay varios terrores: el terror económico (muy actual), el terror sexual (sida), el terror a la conciencia (cuando una sociedad empieza a pensar en la pena de muerte), el terror emocional (la guerra de sexos), etcétera. El terror es algo complejo: hace construir defensas y mantiene la sociedad sin cambios.

¿Cómo imagina el mundo dentro de algunos años? ¿Qué mutaciones le parecen posibles?

Yo creo que en el futuro se va a cambiar nuestro motor energético, nuestra energía. Los cambios de una sociedad son cambios de energía. ¡Estamos obligados a volar todos! Pero no a volar como las aves, sino a descubrir la fuerza antigravitatoria. No podemos concebir un futuro sin vencer la gravedad. Todo va a cambiar. Una ciudad es un lugar con raíces, y se van a acabar las ciudades. Viviremos en caparazones volantes. El cielo se poblará, y el suelo estará libre de calles, caminos, no usaremos gasolina… Vamos a volar sobre un jardín maravilloso poblado por todo tipo de animales. Vamos a vivir en libertad. Va a cambiar el espíritu, va a cambiar todo.

¿Cree que nos dirigimos hacia un mundo sin límites materiales, hacia una espiritualización?

Sí, y será un cambio paulatino. No habrá muebles, trabajaremos con materiales inteligentes que se deshacen y recobran la forma, robots portátiles, ropa curativa, que nos podrá decir nuestra temperatura y nuestro estado en cada momento, tendremos casas pensantes que funcionarán solas. Todo eso ya está desarrollado, pero se va a perfeccionar. Los combustibles fósiles se acabarán: ya existen automóviles que funcionan con hidrógeno, gas, aire comprimido. La polución terminará. El dinero evolucionará hacia algo inmaterial. Si tenemos una nueva energía gratis, todos vamos a disfrutar del ocio y de una vida larga. Desarrollaremos las artes, la belleza. Hablaremos cantando quizá, como poetas. La telepatía, poquito a poquito, irá estableciéndose como lenguaje. Habrá un medio de comunicación instantáneo y universal. La pareja mejorará mucho y se hará consciente. No podrá ocurrir que, como ahora, unos coman y otros no, por tanto desaparecerá el hambre. El hombre común tendrá que hacer evolucionar su nivel. Somos gorilas, primates. Estamos en formación todavía, pero vamos a volar.

Aunque habrá muchas peleas y resistencias nacionalistas por conservar las pequeñas cosas llegará un momento en que todo eso acabe porque será inútil. ¿Cómo terminará? Gracias a los niños. Esos hijos de los nacionalismos estarán en un futuro comunicados con todo el mundo. Poco a poco, todas las nacionalidades se van a entremezclar. Los lenguajes se van a entremezclar. Nos espera un futuro maravilloso, tras pasar por enormes plagas necesarias para que no invadamos el planeta y no acabemos con las otras especies. Siempre habrá enfermedades para equilibrar la población. Pero nos curaremos con la mente.

¿Están condenadas a desaparecer casi todas las especies que nos han acompañado en la evolución?

No. Las recrearemos. De una piel de tigre colgada en la pared sacaremos tigres.

Pero ¿serán reales o virtuales?

Reales.

¿Qué opinión le merecen los experimentos genéticos?

La genética es sagrada. No hay que oponerse a ella.

¿Cree entonces que un día podremos llegar a crear belleza, como el ala de una mariposa o una flor?

Claro, podemos coger un hueso o algo orgánico para recrear al animal: en una célula está todo.

Recrear, pero no crear…

Bueno, se podrán mezclar animales y especies…

Por lo tanto, ¿la manipulación genética le parece una necesidad?

Me parece imprescindible. La conciencia nos ha sido entregada para que experimentemos.

¿Y la clonación?

Es absolutamente imprescindible y hay que experimentar a fondo. Durante una época no se avanzó a causa de prejuicios religiosos, y ahora no se avanza a causa de prejuicios científicos, económicos, políticos… ¡Tenemos que continuar!

Hay quien piensa que la clonación puede vulnerar derechos fundamentales de la persona.

¿Por qué, si la persona quiere?

Hablo desde el punto de vista del que nace clonado. Se podrían crear cien copias de un humano y destinarlas a trasplantes de órganos o a la esclavitud.

Goethe escribió Werther y se suicidaron dos mil jóvenes, y hubo quien dijo: «¿Por qué tenía que escribirlo? No se deben escribir esas cosas». Así surge la censura, derivando de suposiciones de este tipo. Pero, siguiendo el mismo razonamiento, también deberíamos quemar la Biblia, porque ha producido más muertes que la bomba atómica. O todos los textos budistas, porque hay quien se quema a lo bonzo. Todo tiene un peligro, siempre. Pero porque exista ese peligro no vamos a impedir que las cosas sigan su curso. Al igual que existe el peligro de crear ejércitos de zombies, también existe la posibilidad de hacer una nueva humanidad superdotada, con larga vida: una mutación de la humanidad hacia algo infinitamente mejor de lo que somos ahora. Ése es el camino.

No obstante, si analizamos la historia, cuando se ha intentado mejorar la especie se han producido fenómenos tan graves como por ejemplo el nazismo.

Pero en ese caso eran intentos de selección racial con fines de dominio. No era genética, no se trabajaba sobre el feto ni sobre la célula, ni nada por el estilo. Eran sueños de la época, movidos por el deseo de una raza superior que dominara a las otras razas. Pero de lo que yo hablo es de una humanidad superior, no de una raza superior. De ahí que sea admitida la genética. ¿Ves cómo hay barreras que nos impiden llegar a la verdad? Nos quedamos clavados en la idea de que la genética tiene el riesgo de traer un nuevo führer. Cambiemos el concepto: creemos una humanidad superior, y entonces aceptaremos la genética.

¿Cree que en un futuro habrá un mundo virtual, como se está dibujando en Internet?

No. La raíz de lo virtual es lo real. Por esto, siempre, el mundo virtual se disolverá en el real.

¿Cree que las religiones, tal y como las entendemos, serán cosa del pasado?

Claro, un fenómeno histórico, un fósil. Habrá místicos, pero las viejas creencias serán ya fósiles. Cuando veo películas con sacerdotes, me río mucho: los curas son como un verdadero carnaval, los rabinos son como un desfile de locos, los tibetanos, los Hare Krishna, todos disfrazados como travestíes. Un religioso no necesita llevar uniforme.

¿Habrá nuevas Iglesias?

Iglesias no sé, pero habrá grandes salones de baile. Todos esos lugares se reconvertirán en lugares de fiesta.

¿Cómo cree que se desarrollará el arte?

Lo estamos viendo ya. Con los nuevos medios nace el arte polivalente. Es decir, ahora estamos acostumbrados a leer un poema, a admirar una escultura o una pintura, a acudir a una función de teatro… En una maquinita lo tendrás todo: literatura, música, voces, imágenes, tendrás una tercera dimensión… El arte total.

¿Cómo evolucionará nuestro sentido del tiempo?

Como viviremos mucho más, cuando tengamos tres mil años de vida será un placer estar viejo, porque estar viejo es estar en medio del cosmos y del universo. Vamos a sentir el universo. Es un regalo divino que nos da la vida. Estar vivo es un regalo inimaginable. Tenemos que ir trabajando para mejorar esta maravilla.

En el universo de sus cómics está muy presente la vida extraterrestre. ¿A qué se debe?

Está presente porque existe. Como lo están también los problemas metafísicos, la política, como lo está todo. ¿Por qué en un cómic no va a poder estar todo? Lo peor que hay son los géneros: el teatro cómico, el teatro dramático, el melodrama… No creo en eso.

No hay un planeta ni un sistema planetario: hay un cosmos, un universo que está presente en cada segundo.

¿Cree que puede haber una civilización más avanzada en algún lugar del universo?

Claro, es completamente creíble. ¿Por qué vamos a pensar que somos los únicos seres que existen? La solución del fenómeno de la conciencia tenemos que buscarla en todo el universo concebido como unidad. Y así como hay conocimiento y vida en un lugar, podría haberlo en otro. Podría ser una forma de vida diferente a la nuestra, incluso incomprensible.

El arte de sanar

El organismo, según usted, es un sumidero de problemas no resueltos.

Claro, porque cuando tú no quieres hacerte consciente de lo que tienes, el cuerpo lo transforma en enfermedad. Todo secreto tiende a aparecer de la misma manera que tiende a manifestarse lo oculto. La naturaleza quiere que estés sano y que te realices, y cuando te reprimes, reprimes algo de ti que acaba saliendo por algún lado.

¿De dónde vienen las adicciones que flagelan nuestras sociedades?

De carencias de la infancia, que las personas intentan compensar de ese modo. El alcoholismo se produce generalmente por falta de leche materna. Y la adicción a la heroína suele deberse a la falta de ser, a la ausencia de reconocimiento, para así lograr llenar el vacío de no ser amado.

¿La locura existe o es un invento de la policía, como diría Topor?

Sí existe. Necesitamos sueño y realidad. Hay un momento en que se borra la individualidad, y entonces el cerebro funciona sin control, y llegamos a la locura. El cerebro es un universo en constante expansión y movimiento. Vamos en una cárcel racional que navega dentro de un loco.

¿Cuál cree que es la enfermedad más extendida?

El sufrimiento emocional. La civilización nos predispone a ello.

Usted ha asistido a muchas operaciones en las que los chamanes curan a la gente. ¿Qué hay de realidad y qué hay de montaje en las curaciones de los primitivos?

Es lo que yo llamo «trampa sagrada». El chamán realiza actos teatrales, imita poderes, e imitando poderes produce el efecto, porque abre las puertas de esa cosa misteriosa que somos nosotros.

Dudó siempre de lo que veía en ese tipo de rituales, pero luego le dio otro sentido, más bien metafórico, que integraría más adelante en sus terapias.

Yo partía de no creer en nada. No es que dudara, es que no quería creer en aquello. El paso positivo que di ante aquellas prácticas fue eliminar el creer y el no creer, me quité estas dos actitudes de encima. Los científicos no creen, pero creen en no creer. Es un error. Hay que prescindir de prejuicios ante estos actos, experimentar tranquilamente y ver los resultados.

La manera de actuar del chamán es, en cualquier caso, metafórica.

Claro, porque el inconsciente procede con metáforas. Si, por ejemplo, a alguien que te ha hecho mucho daño le das una bola pintada de negro y le dices «Toma, éste es tu cáncer y no el mío, quédatelo», eso es una metáfora.

Pero el enfermo, más o menos, suele resistirse a ser curado.

No es que se resista más o menos, es que se resiste siempre, por una razón muy sencilla: la enfermedad, en sí misma, ya es una resistencia. Una resistencia al mensaje del inconsciente. Se está produciendo una prohibición y, en la medida en que te resistes a ella, creas una enfermedad.

Cuando leo el tarot lucho como si estuviera en un combate de artes marciales. Una pelea de karate con el consultante, que se resiste a ser ayudado. El tarot es un arte marcial que trata de darte vida, pero el consultante combate y se resiste.

Luchas con las defensas que pertenecen a cada nivel de conciencia. Pasar de un nivel de conciencia a otro es una batalla. La gente se defiende de ser curada porque ha sido marcada por una preparación genética, sociocultural y familiar que le otorga una identidad. La gente enferma está pidiendo algo, quiere que la amen. Para poder ayudarla tienes que luchar para que acepte que nunca va a obtener lo que no le dieron en la infancia.

Paradójicamente, y al mismo tiempo, el enfermo pide la curación.

En realidad, el enfermo pide la curación para que se le vaya el dolor, no la enfermedad. Está pidiendo una aspirina metafísica. Quiere que desaparezca el síntoma, pero se resiste a querer ver la esencia que produce esa enfermedad. No la quiere ver porque perder la identidad es lo que más tememos.

¿Es como el miedo a la muerte?

No. Es mucho más que el miedo a la muerte. El cerebro no concibe el miedo a la muerte, pero sí el miedo a perder la identidad, que es su equivalente. La persona que pierde la memoria se puede decir que es un muerto vivo, que tiene que recomenzar una nueva vida.

Sin decorado primitivo de fondo ni superstición, ¿qué queda de las ceremonias de curación realizadas por los chamanes?

No es sólo una cuestión de decorado primitivo. No somos primitivos. Cuando estuve en la India, con motivo del rodaje de mi película Tusk (1978), busqué un maestro. Me encontré con uno que salía del hotel y que estaba gordísimo, se había enriquecido y había engordado, se había occidentalizado de una manera grotesca. Otro día vi un desfile de sadhus, los hombres santos de la India, protestando porque el precio de la marihuana había subido: estaban todos drogados. Las mujeres vendían sus saris de seda y los compraban de nailon. Etcétera. Estos pueblos primitivos quieren venir aquí, eso explica la invasión de chamanes de todo tipo que arriban a nuestras ciudades. Todos los que vienen a salvar el mundo quieren entrar en la civilización, y lo que les atrae es, sobre todo, el dinero. Eso es lo que les llama la atención de Occidente. Es ridículo que nosotros, que hemos salido de la mentalidad primitiva, que hemos llegado a la mentalidad racional, volvamos a buscar secretos en lo primitivo. No podemos volver atrás. Debemos tomar ese conocimiento, aplicarlo a nuestra mente racional e ir más lejos todavía.

Pero hay quien se va a la selva en busca de ritos, chamanes y referencias que aquí hemos olvidado…

La moda del neochamanismo es ridícula. Es bueno visitar otros pueblos para aprender técnicas que hemos perdido, pero no para imitarlos o reproducir sus supersticiones, sus dioses o sus ritos, que no nos sirven. Es absurdo. Nosotros no seremos nunca pieles rojas ni indios del Amazonas aunque nos lo propongamos. El libro de Antonin Artaud Los tarahumaras es lamentable, en cuanto que habla de ese pueblo con mirada de turista. Se tiende a idealizar a los antiguos. No eran mejores que nosotros, aunque el pueblo y el folklore siempre hayan conservado restos de un conocimiento difunto que, por otra parte, no podemos emplear. La actitud tradicionalista no es útil para nosotros.

¿En qué consiste la psicomagia?

La psicomagia consiste en dar consejos para solucionar problemas, aplicando de forma no supersticiosa las técnicas de la magia. Los elementos con los que se cuenta son toda clase de actos simbólicos que puedan ser propuestos a una persona.

Lo primero de lo que tenemos que ser conscientes es de que cuando una persona tiene un problema hay que introducirla en su problema, para que sea consciente de él. Hay que llevarla al límite de su problema, no apartarla enseguida de él, sino enfrentarla a sus miedos. Una vez superados éstos, la angustia desaparece y la persona puede remontar. Si uno tiene miedo de algo, hay que enfrentarle a ese miedo. Esto no es algo original: hay que poner a la persona frente a su angustia. A partir de ahí, hay métodos concretos para ayudarla. En el caso de que una persona haya sufrido toda su vida, lo único que puede hacerse es dejarla morir y que renazca de nuevo. Esto se hace metafóricamente, por ejemplo cambiándole el nombre y haciéndole una tarjeta de visita nueva.

La psicomagia depende de soluciones creativas muy simples en las que yo no tengo ningún límite. Son cosas no agresivas, cosas benignas, jamás destructivas. Por ejemplo, si enterramos algo debemos plantar algo. La creatividad no debe verse desde el lado del mal o como una posibilidad de hacer mal, ¿comprendes? Porque la creatividad desde el mal se convierte en destructibilidad. Y la destructibilidad no es interesante.

¿La psicomagia puede aplicársela uno mismo o hace falta un maestro?

Por supuesto que puede aplicársela uno mismo. Yo lo hago continuamente. Tengo fetiches propios y sagrados, y también cómicos. Me he creado un altarcito, reflejos condicionados.

¿Qué características tiene que tener un hombre para curar a otro?

No se cura a otro, se ayuda a otro a curarse. El que quiere curar a otro es un vanidoso. Ni siquiera el otro se cura. Dios lo cura. Yo creo que el motor de todo esto es la bondad. Cuando una persona desarrolla en sí el sentimiento de la bondad, advierte los sentimientos del otro y hace lo que puede para sacarlo del mal. Hay que ponerse en el lugar del otro y hacer lo posible para que el otro descubra cómo curarse. Para eso es necesario que el otro ascienda de nivel de conciencia y desplace su visión de las cosas. Todos nosotros percibimos la vida desde un punto de vista, más o menos variable, a una cierta altura. Cuando cambiamos ese punto de vista nuestra vida cambia.

¿El terapeuta debe dejar la moral de lado para curar?

Debe ser amoral, pero no inmoral. La inmoralidad revela una enfermedad. Ser amoral para el terapeuta significa no juzgar. Como un médico: si un asesino tiene una herida, el cirujano le ayuda y le cose la herida. De la misma manera debe actuar el terapeuta. Tiene que dejar de lado los prejuicios, y más aún un terapeuta psicológico.

Un cierto desinterés personal y distancia ¿son imprescindibles para curar?

Habría que precisar qué entendemos por «desinterés». Está bien no querer nada de la persona, pero eso significa también cierto cinismo e indiferencia. El terapeuta tiene interés en curar a la persona, y precisamente ese interés hace que sea desinteresado. Hablo de los terapeutas que no buscan ganar dinero ni timar a la gente, como hacen ciertos adivinos. Hay otro tipo de interés, que se manifiesta cuando el psicoterapeuta tiene complejo frente al consultante y quiere convertirse en un soporte para los enfermos, reforzar su ego o explotar su interés narcisista. Otras veces se dan intereses políticos o sociales. Conocí a una psicoanalista que destruía sistemáticamente las parejas que se le acercaban porque odiaba al hombre. También está el interés de ser amado. O el más simple: intentar hacerse amigo del paciente, pero esto hay que dejarlo de lado para poder curar.

Usted suele decir que curar es todo menos un juego surrealista… pero en sus recetas de psicomagia hay mucho de juego y hasta de humor.

Hay algo de humor, pero lo que ocurre es que en el momento que hacemos algo que nunca hemos hecho, ya estamos en el camino de la curación. Hay que romper las rutinas. Como hablamos del lenguaje del inconsciente o de los sueños, estos actos pueden resultar extraños en apariencia. Es el camino contrario al seguido por Freud con el psicoanálisis y los sueños. El psicoanálisis anota los sueños y los interpreta a la luz de la razón, va de lo inconsciente a lo racional. Yo voy al revés: tomo lo racional y lo vuelco al lenguaje de los sueños, introduciendo los sueños en el lenguaje de la realidad. Los actos psicomágicos equivalen a construir sueños en la realidad. Si estas cosas no suceden, hay que hacer que sucedan. La realidad busca la liberación onírica, y hay que hacer que pase algo para que alguien se cure. Todo lo que sale de lo racional hace reír o espanta. Risa o espanto son sólo reacciones para salirse de lo común.

La verdad es que la psicomagia se ha hecho popular. ¿Cómo se lo toma?

Encuentro por la calle muchos actos de psicomagia que no he dado yo. (Risas.) Es cierto que se está utilizando mucho. Al principio fui muy discreto. Estuve durante años dando consejos y anotándolos. Luego vino Gilles Farcet, e hicimos el libro Psicomagia, que él tardó cuatro años en preparar, mientras yo seguía trabajando. Cuando el libro salió en Francia tuvo un gran éxito y se tradujo al castellano y al italiano. La gente se puso a buscarme, y entonces pude hacer experimentos. Durante un año recibí, cada día, a dos personas en mi casa para tratar de elaborar las leyes de la psicomagia, pensé que era parte de mi creatividad y que, antes de que yo muriese, tenía que poder enseñársela a mi hijo Cristóbal, a mi mujer Marianne y luego a unos cuantos terapeutas. Continúo formando gente, pero el proceso es muy lento. Se necesitan, al menos, cuatro o cinco años de experiencia y mucha actividad artística.

La diferencia fundamental de esta terapia con el psicoanálisis es que éste fue creado por gente que procedía de la universidad y de la ciencia, mientras que yo he creado una técnica que viene del arte. Yo digo que un científico no puede ser terapeuta. La curación es obra de artistas y poetas. Si no, no puedes curar.

Trabaja con el cuerpo a fondo, pero teniendo en cuenta la existencia de un cuerpo fantasma, sobre el cual usted ha investigado mucho.

Yo empecé a estudiar las religiones, el tantra, el yoga, la alquimia, el zen, la medicina china, la Cábala. Me di cuenta de que cada cultura crea una biología imaginaria que funciona. Por ejemplo, estudié que el chakra muladhara, que está entre el sexo y el ano, es como una flor de cuatro pétalos que tiene en el centro un elefante con la trompa izada. En un primer momento pensé: «Verdaderamente no siento que tenga ninguna flor entre el pene y el ano». Pero cuando fui a la India decidí montar en elefante, para ver qué era eso. Y entonces supe por qué decían eso de aquel chakra: cuando montas en elefante sientes la fuerza de la naturaleza. El elefante avanza como un giroscopio, no se inclina ni a la derecha ni a la izquierda, va como una barca en un mar calmo. Es como una fuerza monumental de la tierra que la sientes entre las piernas. Entonces me di cuenta de que esas flores y ese elefante son metafóricos, hay que comprenderlo en su sentido cultural; son localizaciones que se ubican en el cuerpo, pero son imaginarias.

A mucha gente le digo que si quiere aprender masaje do-in, no presione con el pulgar el cuerpo buscando míticos meridianos. Yo le enseño en una hora a empujar con el pulgar todo el cuerpo de la persona, y los pacientes sanan. Chakras y meridianos son biologías imaginarias. El cuerpo es un todo. Me interesé por la biología imaginaria porque comprobé que, cuando imaginas tu cuerpo, lo estás creando. Castaneda tiene una biología imaginaria fuerte, con el punto de ensamblaje y todo eso, que viene del esoterismo europeo, el aura y demás. También estudié los cuerpos mutilados, los llamados «miembros fantasma».

¿Qué consejos daría para perder los miedos que padecemos?

Cada caso es distinto, pero siempre he dicho que hay que manifestarlos de una forma psicomágica. Hay que descubrir qué te da miedo y hacerlo. Si una persona teme morir, le hago pasar por un funeral, la entierro simbólicamente. A quien teme ser pobre le envío a otra ciudad a mendigar durante un día. Les hago colocarse en el límite de lo que temen. Enfrentarse a ello.

Georg Groddeck dijo algo que me gustó mucho: «Tienes miedo a lo que deseas». Si una persona tiene miedo a ser homosexual, le mando vestido de travestí a un bar de homosexuales. Para vencer al miedo, hay que dejarlo entrar en tu vida de forma concreta.

¿La medicina del futuro contemplará asignaturas como la psicomagia, el teatro o el psicochamanismo?

La medicina del futuro tendrá que integrar todo esto, aunque ya está haciéndolo. Yo tengo muchos alumnos del doctor Hamer, que han creado la biopsicogenealogía, que para mí es un delirio, pero que poco a poco se hace evidente.

Y mi amigo Jean-Claude Lapraz, médico fitoterapeuta, me envió durante dos años a sus pacientes para que yo viera si existían problemas psicológicos. Entre los dos llegamos a un principio de acuerdo que decía: «No presupongamos que todas las enfermedades son psicológicas, pero vamos a observar qué hay de psicológico en las enfermedades». Estudiamos los sucesos psíquicos en su relación con los corporales y, al mismo tiempo, los dos hacíamos nuestro trabajo.

Los médicos de hoy en día… ¿ejercen un poco de psicochamanes?

¡Pero si para la gran mayoría de ellos tú eres un número y no tienes nada que decir! Hay que reformar radicalmente el estado de la medicina: desde los hospitales hasta los hábitos. Enfermeras, médicos, no saben tratar al enfermo, piensan que al enfermo hay que tratarlo de forma cruel e impersonal, y eso no funciona. Ellos curan máquinas.

Lo fundamental en la curación es que la persona se exprese y hable. Notas, cuando curas a alguien, que se produce un cambio en la persona que ha sido escuchada. Para curar tienes que saber quién es el paciente y en qué terreno se desarrolló su enfermedad y su carácter. Para saber quién es, es imprescindible desarrollar su árbol genealógico por lo menos hasta los bisabuelos. Pero nada de esto se aplica hoy en la medicina convencional.

¿Qué opina sobre el suicidio?

Si tienes una enfermedad grave, incurable, el suicidio es una opción posible. La gente tiene derecho a terminar con su vida. La vida no es prolongar una agonía. La medicina actual prolonga el dolor, y eso es terrible.

¿Cómo ve la forma en que nuestra sociedad afronta la muerte?

Es una monstruosidad cómo se nace y cómo se muere. Así no se debería venir al mundo, habría que recuperar el nacer y morir en el hogar.

Entender la vida

La vida entera ¿no es acaso un milagro?

Es rica. Si tú observas atentamente un prado, te das cuenta de que cada planta es de un verde diferente, cada mariquita es distinta de otra. Muchos conocemos la anécdota de ese hombre que fotografió los copos de nieve y descubrió que cada uno era diferente: miles de millones de copos, cada cual con su forma. Es decir, todo es variedad, diferencia. Pero, al mismo tiempo, todo está comunicado, estamos unidos por secretos hilos. La vida es una creación milagrosa. Toda la realidad es una pura unión de hilos mentales, emocionales…

Hay que andar de puntillas, ligeramente, sobre el mundo sin padecer la realidad…

Los pasos son importantes. Todo el ser se refleja en la planta de los pies, adonde llegan todas tus terminaciones. Los pasos nos definen. Los seres amados, los perros y los gatos, por ejemplo, conocen nuestros pasos. Pero hay gente que vive muy encerrada en su mente y se despreocupa de sus pasos, como si la tierra fuera realmente sucia y pudiera mancharle los pies.

Cuando me fui de Chile yo tenía 23 años, a mi vuelta tenía 63. Las calles estaban llenas de recuerdos, de emotividad; allí estaba toda mi adolescencia, llena de poesía. Andaba sobre las aceras acariciándolas con las suelas de los zapatos. Los actos hacia los otros deben ser tan delicados como los pasos que damos en un terreno que es parte nuestra.

¿Qué significa «no padecer» la realidad?

La persona que no controla su territorio no controla su existencia. Si uno no es consciente se deja llevar, no sólo exteriormente sino también con los pensamientos que le asaltan. Es muy vulnerable a deseos y sentimientos. Por ejemplo, vives tranquilo con tu mujer y, ¡catástrofe!, de repente pierdes el control porque te has enamorado de otra. No hay que sufrir la realidad, hay que navegar sobre ella, superar vientos y tempestades. En medio de los golpes del mar y los signos, hay que avanzar tranquilamente y mirar hacia el puerto a donde vas.

En Nueva York, cuando estaba montando mi película La montaña sagrada, tuve problemas de todo tipo y empapaba con mi sudor seis o siete camisetas cada noche. Fui a ver a un sabio chino que me habían recomendado. Era poeta, gran maestro de tai-chi y médico. Nada más verme, me dijo: «¿Cuál es su finalidad en la vida?». Yo me quedé traspuesto, sin respuesta. Él prosiguió: «Si usted no me cuenta cuál es su finalidad en la vida, yo no le puedo curar». Entonces entendí que si un barco atraviesa la vida sin finalidad no llega a ningún puerto. Lo que permite que la vida no nos devore es tener una finalidad. Cuanto más alta sea, más lejos nos llevará.

Como místico no tengo más que una finalidad: conocer a Dios. No el Dios del que se habla por todas partes, sino de esa cosa increíble que mueve el universo. Más allá todavía: disolverme tranquilamente en él. Ésa es mi finalidad y, para ello, no hace falta ser un gurú, ni un iluminado ni otro monigote por el estilo.

¿Debemos actuar en la vida como en un gran sueño?

Como en un sueño lúcido, no como en una pesadilla. Y cuanto más lúcido es un sueño menos sueño es. Pasar el río es pasar la vida. Plena felicidad a pesar del pleno sufrimiento. A mí las guerras no me gustan. He pasado por muchas: empecé con la mundial… No soy de los que creen que el ser humano deba angustiarse.

Pero el hecho es que vivimos llenos de angustia…

Recuerda que María y Zacarías ven un ángel y que, por dos veces, el ángel les dice que no teman. Estaba escribiendo Los Evangelios para sanar y me vino esta escena a la cabeza. Yo creo que el ángel les quita el miedo. El primer paso para entrar en la conciencia divina y cósmica es perder el miedo. ¿Por qué? Porque la esencia de los animales es tener miedo, y ello nos limita. Nuestro cuerpo tiene miedo a ser comido. Esto es lo primero y más básico. Películas como Alien o Tiburón se dirigen a ese fondo primitivo: ser devorado o no tener que comer.

El miedo, por otra parte, es útil. Si los niños no aprendieran que no tienen que quemarse, morirían todos. El miedo preserva la vida, sin él no vivimos, pero en cambio el pánico es otra cosa. La angustia es el miedo a lo desconocido. Cuando no sabes de qué tienes miedo, entonces se produce angustia. Lo esencial no es tanto librarse del miedo como no dejarse dominar por el pánico.

Dice que el amor crece en la medida en que la crítica decrece. ¿Cómo debemos actuar frente a los defectos de los demás?

El enemigo del amor es la crítica al otro. Si alguien te critica es porque no te ama. Hay que aceptar al otro tal como es. Ahora bien, criticar es una cosa y el juicio objetivo es otra. Enjuiciar es malo, pero saber qué le sucede a los demás es bueno. Hay que decir al otro: «Yo no te critico porque te quiero, pero veo tus límites y me gustaría hacerte consciente de ellos para que tú hagas lo que quieras». Eso no es crítica.

Suele decir que «Lo que das te lo das, lo que no das te lo quitas»…

Y eso quiere decir que lo que haces al mundo te lo haces a ti mismo, y lo que no le das al mundo te lo quitas. Si yo guardo el conocimiento, me lo quito. Yo tuve un maestro, un alquimista, que tenía 110 años y se ahorcó con un alambre en su cuarto. Tenía un conocimiento enciclopédico y monumental pero lo daba en pequeñas frases… ¿Para qué le sirvió acumular tanto conocimiento? ¡Se suicidó!

El conocimiento se recibe y se da. Cuando das el conocimiento te enriqueces. Si no das amor te lo estás quitando a ti mismo. Si yo comienzo a ayudar a la gente, si empiezo a sanar a la gente, me empiezo a curar, ¿comprendes? Para ser terapeuta hay que estar enfermo. Lo primero que hay que hacer para curarse uno mismo es curar a la gente. El mundo eres tú y soy yo. El mundo no es nuestro, es lo que somos. Yo no quiero andar con los pies sucios. ¿Por qué tengo que andar por terrenos contaminados o entre árboles que se están muriendo? Esto que padecemos nos lo estamos haciendo a nosotros mismos: si envenenamos la atmósfera atacamos nuestros pulmones. Si ingiero tóxicos como nicotina o alcohol estoy contaminando mi sangre, pero como la sangre es de todos -mi sangre no es mía- estoy envenenando a la humanidad.

Tengo otra frase más: «No quiero nada para mí que no sea para los otros».

Ha escrito que para transformarse hay que dar y no pedir, que es muy distinto.

Para transformarse hay que dar, pero para transformarse también hay que aprender. Uno se cierra y no admite el amor del otro, el cariño ni la ayuda del otro. El verdadero salto es aprender a recibir, que es tan difícil como aprender a dar. Y también hay que aprender a pedir lo que uno necesita: justicia es darse a sí mismo lo que uno merece. Por eso en los evangelios se dice: «Llamad y se os abrirá». Si yo pido una larga vida es porque tengo derecho a pedirla. Si yo pido que se utilice otra energía diferente a la del petróleo es porque tengo derecho a pedirlo, como que se limpien los ríos o que cesen las guerras o que las fortunas no se acumulen en unos países mientras otros pasan miserias. Tengo derecho a pedir que circulen las fortunas por todo el planeta. Tenemos que aprender a pedir lo que es justo, y a no pedir lo que no es necesario pedir.

¿Y la gente que no pide…?

Un santo que no pide nada es un santo que vive encerrado en sí mismo y que deja pasar el mundo… Es una decisión individual, pero es necesario tener a quién transmitir tus conocimientos. Hace un momento te mencioné a mi maestro alquimista, que poseía una sabiduría increíble y que me revelaba los secretos con cuentagotas. Había sido prestidigitador, un hombre famoso… Había puesto todo su dinero en el banco y, por un error económico de la inflación, lo perdió y no sabía de qué vivir. Y, entonces, se colgó de un alambre. Se ahorcó por no haber compartido con los demás. Yo tuve una crisis profunda cuando lo supe y me interrogué por el final de aquel hombre. Aprendí algo: la sabiduría que no das, la pierdes. A la muerte de ese hombre, con la reacción que me produjo, comencé con mi Cabaret Místico, lugar donde podía enseñar a los demás todo lo que yo aprendía a lo largo de la semana. A veces me robaban ideas, pero eso no importa. Hay gente que dice que hizo cosas que yo inventé. Me da igual.

Una vez, este mismo maestro centenario y con cuerpo de adolescente, me contó que había estudiado artes marciales. «Yo también», le contesté. Estábamos en Notre Dame, y me dijo: «Atácame». Yo me puse en posición de combate y él movió su mano izquierda de una forma tan increíblemente bella que mientras la miraba fascinado me dio una gran bofetada: «La belleza es el arma más peligrosa», me advirtió. Yo tardé mucho tiempo en comprenderlo. Utilizó una práctica secreta china que consiste en dibujar con la mano una culebra que distrae al enemigo. Y así es la belleza. El arma más terrible.

El arma más poderosa del ser humano es la imaginación. ¿De dónde viene la imaginación?

La imaginación es un juego de construcción que tenemos. Por diversos caminos vamos adquiriendo materiales: palabras, emociones, deseos, necesidades, sensaciones, percepciones. Todos estos materiales los organizamos con nuestra conciencia racional, de la manera en que hemos aprendido. Aunque seamos primitivos en el proceso de identidad y en conocer nuestras propias posibilidades, los organizamos. En el cerebro, todas estas piezas se acumulan y se pueden mezclar y ordenar con formas diferentes, como en el juguete Lego. En este proceso no contamos solamente con lo que nos viene dado de fuera, adquirido, sino con lo que se encuentra, misteriosamente, en nuestro cerebro; lo que llamamos inconsciente. La imaginación es crear con estos materiales. Cuando lees, estás imaginando mucho más de lo que estás leyendo. La imaginación es un lenguaje más rico que el limitado lenguaje oral… La imaginación supera los límites racionales. Existe una imaginación visual, táctil, olfativa, bucal, auditiva, emocional, sexual o intelectual. Una imaginación emocional que desarrolla tus sentimientos hasta lo sublime o el crimen. Una imaginación sexual, como la del marqués de Sade; una imaginación material, como la que tenía Marx, que veía el mundo a través de la economía. Yo, a la imaginación, la llamo creatividad. La base de la vida. Si padecemos es por falta de imaginación, por falta de creatividad.

Después de todo, ¿tenemos algo que perdonar a la vida?

(Sonriendo.) Tu pregunta es simpática, porque hace de la vida un objeto y de ti un sujeto que está fuera de ella y que, además, la juzga. ¡Nosotros no somos monigotes fuera de la vida! Para perdonar a la vida tendríamos primero que perdonarnos a nosotros mismos. Y nosotros tendríamos que ser culpables de algo y no lo somos. No hay culpa. Ni siquiera existe un criminal que sea culpable él solo: todo crimen individual es producto de la familia, la sociedad y la historia.

Yo hablaba en términos de resentimiento hacia la vida.

Hay que perder los resentimientos: es el gran trabajo de resolver la rabia y los rencores. Estamos llenos de rencores y frustraciones por amor no obtenido. La enfermedad es falta de amor.

¿Y contra la falta de amor?

La creatividad.

¿Podemos aprender a ser creativos?

Por supuesto, inmediatamente te daré un curso.