40268.fb2 Tinta roja - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 65

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Tinta roja

El reloj despertador destroza el alba, pero Alfonso ya está despierto, a la espera, con las manos detrás de la nuca. Sin silenciar la campanilla, abre la ventana y deja que el aire viciado escape. La luz de la atmósfera es la de un día de lluvia. Le da frío. Lo único que tiene puesto son calzoncillos. Va al baño y orina.

– Apaga ese ruido -le grita su abuela desde la otra habitación.

Alfonso regresa a su pieza y apaga el despertador. Son las seis de la mañana. Regresa al baño y abre la ducha, pero después corta el agua. En la cocina toma una caja de jugo de naranjas y bebe directamente de ella. Después agarra una botella de pisco, la abre y la huele. La deja a un lado.

En su habitación se pone unos jeans y un polerón de la Universidad de Chile. De un cenicero saca monedas y las llaves.

Alfonso abre la puerta del departamento y, antes de que su mocasín lo pise, ve el ejemplar de El Clamor enrollado en un tubo y sujeto con un tirante elástico. Lo toma. Del interior cae un sobre que dice su nombre. Cierra la puerta.

En la mesa del comedor abre el diario. Cierra los ojos y respira hondo. Entonces mira el titular: Familia baleada por defender a su perro, dice en gruesas letras impresas con tinta roja. Alfonso se desespera. Avanza por las páginas tan rápido que las raja. En la sección policial mira cada uno de los artículos. El central tiene que ver con el perro. Hay una gran foto de un pastor alemán. Alfonso toma el sobre y lo usa como una regla. Finalmente, bajo la columna de Sucesos Breves, sus ojos se detienen en el nombre del doctor Alfonso Fernández Martínez. Es una nota de tres líneas: Irregularidades en certificados de defunción…

Alfonso agarra el diario y lo lanza contra la pared. El tabloide se deshoja y se reparte sobre el sofá. Decide abrir el sobre. Dentro hay una hoja con membrete del diario. Es la letra de Faúndez, roja y gruesa y sangrante:

Pendejo:

Titulares buenos hay todos los días, pero padres, por culeados y pencas que sean, hay uno solo. El artículo, además, estaba pésimo.

Estoy en el Hotel Oddó, de Mapocho.

Saúl